Cuando se convirtió en la novia perfecta
El sonido de una llave girándose dentro de una cerradura rompió la quietud de la madrugada que gobernaba ese pequeño departamento.
La puerta se abrió y por esta entró alguien que encendió la luz.
—Al fin en casa —dijo alegre un hombre.
—Ay, que bueno, ya quería descansar —dijo alguien tras él.
El hombre se giró y sonrió por lo que vio entrar: Mili, su novia. Cualquiera que viera a esa chica sabía que él tenía suerte de tenerla por novia, ya que era una completa beldad: de piel clara y poseedora de una larga cabellera lacia color marrón oscuro, Mili tenía unos preciosos ojos verdes, una carita de muñeca y además, unos gruesos y sexis labios rojos que a ella le gustaba acentuar con labiales de color rojo brillante. Pero no solo era bonita de cara, tenía un cuerpo de infarto, con pronunciadas caderas y un buen culo que presumía con faldas cortas pegadas al cuerpo, unas largas y bien torneadas piernas que gustaba de enfundar en unas medias oscuras y por sobre todo, un muy buen par de tetas, grandes y jugosas, que le gustaba enmarcar con blusas de prominente escote, como esa que llevaba en ese momento haciendo juego con su labial.
—Bueno Jacobo —dijo Mili sentándose en el sofá mirando a su novio con una gran sonrisa—, ¿y qué te parecieron mis amigos?
Jacobo torció un poco los labios. Acababan de llegar de una carne asada que los amigos más cercanos de Mili habían organizado por el cumpleaños de uno de ellos y ese había sido el día que él al fin había conocido el círculo social más íntimo de su novia.
Se sentó en el sofá al lado de ella y mientras que con su mano le acariciaba la pierna, respondió:
—No son malos tipos, pero pues no pude quitarme la sensación de que como que no les caí muy bien.
Por toda respuesta, Mili rio y luego le dio un beso en la mejilla, dejándole pintado ahí con su labial.
—Ay amor —dijo juguetona—. Es que todavía no procesan que ya tengo novio, ¡fíjate! Varios de ellos tenían años tratando de ligarme con la esperanza de que les diera el sí algún día y ahora tienen que aceptar que ya encontré al hombre de mi vida.
Jacobo rio un tanto burlón.
—Tienes formas muy raras de hacerme sentir mejor.
Mili rio de nuevo y dándole una palmada en la pierna a su novio, dijo:
—Lo que trato de decir amor, es que no te preocupes, dales tiempo a que se den cuenta de que ya no estoy disponible y verás cómo se portan a toda madre contigo.
Y diciendo eso, selló su palabra con un beso largo y apasionado en los labios de su novio, que este respondió empezando a jugar con su lengua con la de ella y a pasar su mano por la cintura de esta para llegar a su espalda y de ahí bajar poco a poco hasta una de sus nalgas y empezar a acariciarla.
El beso terminó y ambos novios se miraron con una gran sonrisa que denotaba lo profundamente enamorados que estaban. Jacobo bajó la mirada al escote de Mili, a sus grandes tetas, y ya sintiendo la erección en sus pantalones tanto por el beso como por la vista, dijo con un tono sugerente de voz:
—Y bueno… ¿qué te parece si seguimos la fiesta en la recámara?
Mili sonrió y por respuesta le dio un beso rápido en los labios antes de decir:
—Me encantaría amor, pero estoy cansada y quiero irme a la cama —para acto seguido levantarse del sillón.
«Malditas mujeres —pensó Jacobo entre divertido y molesto—, “prenden el boiler y luego no se meten a bañar”»
Jacobo miró a Mili alejarse meneando su fantástico culo, mientras esta decía:
—¿Vienes a la cama, amor?
Una sonrisa se dibujó en la cara de Jacobo. Iba a tener “su fiesta” le gustara a Mili o no.
Se llevó los dedos de su mano derecha a su sien y miró a Mili directamente, concentrándose en llevar a cabo “algo”. Y lo que fuera ese algo, funcionó, porque Mili se detuvo a medio camino, sus manos cayeron inertes al lado de su cadera para luego dar la vuelta y mirar a Jacobo, pero no lo hacía con su cara alegre y juguetona, lo hacía con una cara inexpresiva, con la boca parcialmente abierta y sus ojos verdes desprovistos de toda chispa de vida.
Entonces, como si de repente hubiera recordado que se suponía que tenía que hacer algo, la muchacha se arrodilló para luego bajar su frente hasta el suelo, en una posición de completa sumisión, para después decir:
—¿Cómo puede esta estúpida esclava complacer a su amo?
Una sonrisa maligna se dibujó en los labios de Jacobo para luego decir:
—Y así regresas al lugar que te corresponde, a los pies de tu dueño.
—Sí amo —asintió Mili con total sumisión—. Mi lugar es a los pies de usted como la buena esclava que soy.
La erección en sus pantalones no hizo más que ponerse más dura ante tal despliegue de obediencia y devoción.
—Ve a vestirte con el atuendo designado para hoy, esclava —ordenó Jacobo—. Quiero disfrutar de tu cuerpo un poco antes de irme a dormir.
—Sí amo —respondió Mili al acto, poniéndose de pie y marchando de vuelta a su habitación con pasos firmes y casi mecánicos, pero moviendo más las caderas para complacer la pupila de su amo, como lo haría cualquier buena esclava.
Una vez se quedó solo en la sala, esperando por el regreso de Mili, Jacobo se recargó en el sillón y se llevó las manos a la nuca, para recordar cómo había comenzado todo.
Hacía unos meses había tenido un accidente. No le gustaba recordar mucho sobre este, pero si lo hacía, era por lo que había causado: una vez que lo dieron de alta del hospital, descubrió que había desarrollado poderes psíquicos, más específicamente, la habilidad de influir en las mentes de las demás personas; control mental si se quiere.
Ahora, cualquier persona normal usaría ese poder ya fuera para el bien o para convertirse en un súper villano, pero Jacobo era un hombre de gustos más bien simples y él tenía una sola idea en mente sobre el uso que le daría a su nuevo poder: Mili, una chica que desde que la había visto se había quedado locamente enamorado de ella, pero que para su mala suerte, ella nunca le dio oportunidad. Hecho: bastó una tarde a solas con ella para usar sus poderes mentales y moldear su pequeña mentecilla a la de una obediente y sumisa esclava y tras eso, se la pasó el resto del día haciendo con ella lo que todo hombre haría al tener ese apetecible cuerpo a su completa disposición: follarla como si no existiera el infierno.
Pero al terminar de saciar su hambre carnal, reflexionó en un detalle: a la larga quizá no sería tan divertido tener a una esclava hipnotizada 24×7, por lo que una idea se fraguó en su mente y así, usó una vez más sus poderes mentales sobre Mili para lavarle el cerebro y hacerle creer que le amaba con locura incondicional al punto de no solo acceder a ser su novia, sino también ser ella quien le rogara por dicho noviazgo. Así, Jacobo tuvo un dos por uno: a la Mili esclava obediente y a la Mili enamorada y cuando se cansara de una, solo tendría que usar sus poderes para “cambiar el switch” de Mili y así pasarla a su otra faceta. Se podría decir que Mili era ahora “la novia perfecta”.
Su relación entonces inició, las cosas fueron la mar de bien y pronto se fueron a vivir solos a ese pequeño departamento donde ahora tenía más libertad de jugar con la mente de su pequeña muñeca.
Jacobo estaba a punto de recordar todas las cosas que le había hecho y hecho hacer a Mili, cuando algo le interrumpió: el sonido de unos tacones acercándose desde su recámara y después, la puerta de esta abriéndose.
Jacobo abrió los ojos por lo que vio, complacido: Mili acababa de salir con un conjunto de conejito. Llevaba en la cabeza una diadema con largas orejas negras de conejo, en el cuello un collarín que llevaba una corbata en lugar de moño que se metía entre sus grandes tetas, sus muñecas llevaban muñequeras blancas, su cuerpo estaba cubierto por un bodysuit de cuero negro muy ajustado al punto de que en la parte del pecho apenas era capaz de cubrir las grandes ubres de la muchacha haciendo que sus areolas se asomaran por sobre este. El bodysuit tenía además una particularidad, así como las medias oscuras que cubrían las largas y bien torneadas piernas de Mili, estaba abierto justo en el área del pubis, dejando una buena vista del coño ansioso de la muchacha. Y para terminar el adorno, llevaba unos brillantes zapatos negros con un tacón bastante alto.
—¿Le gusta, amo? —dijo Mili con una voz entre sugerente y sumisa, mientras levantaba las manos sobre su cabeza para que así sus tetas se lucieran más frente a su dueño.
Jacobo por su parte sonrió y dijo:
—Me encanta. Pero por favor, date una vuelta, quiero ver tu disfraz por atrás.
—Como ordene amo —respondió Mili y se dio la vuelta para que su amo le viera por detrás, o mejor dicho, sus nalgas y Jacobo se sintió complacido por lo que vio. ¿Qué conejita no está completa sin su colita de algodón? Y Mili traía la suya, pero no colgando del bodysuit, sino entre sus nalgas. Jacobo le había ordenado que cuando usara ese disfraz, se pusiera un tapón anal que terminaba en una cola de conejo y, como no podía ser de otra forma, ella había obedecido.
—Ven aquí esclava —ordenó Jacobo—, ya sabes lo que me gusta.
—Sí amo —respondió Mili y empezó a acercarse a su amo, con pasos sensuales que provocaban los altos tacones.
Llegó ante él y se puso de rodillas, tomó la hebilla del cinturón y comenzó a desabrocharla para luego hacer lo mismo con el pantalón y así dejar libre la polla dura y ansiosa de su amo. Le terminó de quitar los pantalones y los arrojó a un lado, para luego ver ese pedazo de carne caliente frente a ella solo por unos segundos, para después tomarlo con una de sus suaves manos y empezar a masturbarlo mientras le daba unas cariñosas chupadas al glande que le arrancaban unos gemidos de placer a Jacobo.
Pero esto solo era el preámbulo, ya que Jacobo con sus poderes mentales, le había enseñado a la muchacha a darle un buen uso a esas grandes “bolsas de diversión” que le colgaban del pecho.
Mili se acercó más a la entrepierna de Jacobo, se bajó el bodysuit por la parte del pecho revelando sus pezones erectos y duros como piedras, tomó sus masivas tetas y con estas aprisionó el pene de su amo para empezar a masturbarle.
Jacobo estaba en el paraíso sintiendo como aquellas grandes bolas de carne caliente masajeaban su pene y como de tanto en tanto la muchacha bajaba la cabeza para poderle dar un par de lengüetazos o incluso una chupada a su glande, mientras se sentía en la cima del mundo por estar recibiendo lo que muchos hombres solo podían soñar hacer con ese gran par de pechos. Incluso, para sentir que coronaba más su victoria, se animó a tomar entre sus dedos los duros pezones de la muchacha para pellizcarlos con fuerza, lo que le sacó a su esclava un gemido más que de dolor, de placer, gracias a que la programación mental a la que estaba sometida le indicaba que el dolor era igual a placer.
Jacobo estaba disfrutando del acto, pero no quería que fuera todo lo que hicieran por esa noche.
—Detente —ordenó y su muñeca detuvo su acto masturbatorio en el acto. Luego dijo—. Vamos a la recámara.
—Sí amo —respondió Mili con sumisión.
Se hizo a un lado para que Jacobo pudiera salir del sillón y no se puso de pie para ir a donde le habían indicado hasta que su amo fuera por delante, para seguirle como la buena mascota obediente y amaestrada que era.
En el camino, Jacobo terminó de quitarse la ropa para quedar completamente desnudo y se tiró boca arriba en la cama, con el pene erecto apuntando al techo.
—Ya sabes qué hacer esclava —ordenó.
—Sí amo —respondió Mili como ya venía siendo su costumbre.
La mesmerizada muchacha se subió a la cama y se trepó sobre su macho, con la intención de montarlo, pero no lo hizo mirándole y mostrándole las tetas desnudas, sino dándole la espalda, ya que ella sabía que a él le encantaba la posición de reverse cowgirl.
Mili se sentó sobre la entrepierna de su amo, tomó el pene de este y lo apuntó a la entrada de su cueva, luego empezó a flexionar las rodillas para ir bajando su cadera para poco a poco irse devorando ese falo hasta que al fin todo de él estuvo llenó la totalidad de sus entrañas, lo cual fue bastante fácil ya que una de las instrucciones que Jacobo había instalado en su mente, era que mientras fuera “Mili la esclava”, siempre tendría su coño mojado para asegurarse de que la penetración fuera fácil.
Una vez que Mili se acostumbró a tener ese pedazo de carne caliente dentro de ella, empezó con su deber y fue moviendo su cuerpo de arriba abajo para complacer a su amo. Jacobo por su parte veía encantado las nalgas de su muñeca, que se veían todavía más adorables con esa cola de conejito saliéndole del ojete gracias al tapón anal.
Se relamió los labios, ya que no importaba cuanto se follara a esa muñeca, él nunca se cansaba de ese agujero, de su temperatura, de la sensación de sus paredes vaginales, y de la forma en la que le apretaba el pene para asegurarle el mayor placer.
Mili por su parte también disfrutaba, dejando salir gemidos de placer de tanto en tanto y agarrándose las tetas para ahora ser ella la que se pellizcaba los pezones para aumentar todavía el placer que le daba… el saber que su amo estaba disfrutando de su cuerpo.
Estuvieron así un buen rato, hasta que Jacobo sintió que se acercaba el clímax, pero quería terminarlo con lo que él llamaba…
—El gran final, puta —ordenó mientras le apretaba las nalgas y el amaestrado cerebro de Mili comprendió y lo indicó con un:
—Sí amo.
Dejó de cabalgar a su señor, sacó su pene de su cuerpo y se tumbó en la cama boca arriba, con las piernas bien abiertas para dejarle entrar de lleno a ella. Se venía la posición del misionero, una posición que muchos considerarían algo mundana para usar con una chica que tienes bajo tu completo control, pero Jacobo se las había ingeniado para hacerla mejor.
Se puso en posición sobre Mili, tomó su pene y sin mayor problema la penetró, luego se tumbó sobre ella para que esta le abrazara con brazos y piernas y mientras sentía los pezones de esta clavados en su pecho, empezó a bombearla mientras le decía:
—Haz lo tuyo.
—Sí amo —respondió Mili, y luego comenzó a susurrarle al oído una letanía que Jacobo le había hecho memorizarse—. Soy tu puta, soy tu esclava, soy tu hembra, soy tu muñeca, soy tu juguete, mi mente es tuya, mi coño es tuyo, mi boca es tuya, mis tetas son tuyas, mi culo es tuyo…
Esa letanía donde Mili se ponía como un simple objeto para su disfrute, le dio la energía necesaria a Jacobo para empezar a embestir a la chica con más fuerza, al punto de que el orgasmo no tardó en llegar y mientras la oleada de placer le recorría el cuerpo y sentía como llenaba el útero de su esclava con su semen, esto activó en la mente de Mili una orden que le indicaba tener un fuerte orgasmo cuando sintiera que su amo se corría dentro de ella, lo cual demostró con un fuerte grito de placer y abrazando a Jacobo para ayudarle a llegar lo más profundo dentro de ella.
Cuando tremendo orgasmo mutuo terminó, Jacobo salió de ella y al poco, también el semen empezó a hacerlo. Se tiró al lado de su esclava para recuperar el aliento así como ella y la miró como su pecho subía y bajaba tratando de recuperar el aliento mientras una gran sonrisa se dibujaba en su rostro.
Él también sonrió, pero luego ordenó:
—Duerme.
Y acto seguido, la muñeca cerró los ojos y quedó profundamente dormida.
Jacobo se quedó un rato mirando el techo. Podrían haber seguido follando toda la noche, pero pues si “Mili la novia” estaba cansada, tampoco quería abusar de sus fuerzas y romperla antes de tiempo.
Además, no era como si esa fuera a ser la única noche que la fuera a tener, después de todo… él tenía en sus manos y para siempre a la novia perfecta.
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