Descubriendo los placeres del sexo anal ¡De lo que me había estado perdiendo!

Habían pasado varios días desde la fiesta de Carla y la semana se me estaba haciendo cuesta arriba, no podía parar de pensar en aquel día y esperar repetir la orgía y el sexo con Carolina. Me masturbaba a diario con la foto que les había sacado a las 4 y que me ponía cachondo solo con mirarla.

En cuanto mis padres confirmaron que se iban de viaje el fin de semana, escribí a Carolina y la cité el viernes por la noche en mi casa. Cuando llegó el viernes preparé todo para pasar una gran noche con ella: cociné una cena buena pero ligera y unos mojitos para acompañarla, en el cuarto puse unas toallas viejas sobre la cama y dejé al lado un bote de aceite para masajes y uno de lubricante. A las 21:00 llamaron al timbre y al abrir la puerta ahí estaba Carol, imponente con un vestido ceñido hasta la cintura y suelto después. Era evidente que no llevaba sujetador pues se distinguían perfectamente sus pezones.

Nos sentamos a cenar y hablamos un poco de todo, de cómo había ido la semana y cosas del día a día. Mientras tomábamos el postre llevé mi mano a su pierna y la fui subiendo por debajo de la falda hasta llegar a su coño. Para mi sorpresa tampoco llevaba bragas, nos miramos y me soltó ya una mirada picarona. Le acaricié un rato la entrepierna y cuando terminamos de cenar le quité el vestido ahí mismo en la cocina y me desnudé yo también. Nos besamos y agarrándola por debajo de las nalgas la levanté, ella me rodeó con las piernas y la llevé al cuarto. Allí la senté en la cama, puse música relajante y me planté de pie delante de ella, quedando mi polla a la altura de su cara.

-Te dije que hoy haríamos algunas cosas nuevas. Le dije. Quiero que me hagas una mamada.

-Nunca lo he hecho, no sé si lo haré bien. Me contestó después de dudar un momento.

-No te preocupes, hazlo como te salga. Te aseguro que lo voy a disfrutar mucho.

Ella se inclinó un poco hacia delante, agarró mi polla con la mano y se metió el glande suavemente en la boca. Poco a poco se fue metiendo más y más de la polla en la boca hasta que cada vez que hacía un mete-saca se la metía entera en la boca sufriendo pequeñas arcadas. Mientras ella me hacía la mamada me agaché un poco y como pude llevé una mano a cada pecho para pellizcarle con cuidado los pezones, que se fueron poniendo duros. Sin parar de chupármela empezó a soltar leves suspiros de placer por el pequeño masaje que le brindaba en las tetas.

-Estoy a punto de correrme, no pares de mamar hasta que notes que he terminado de correrme y si te parece bien, trágatelo después.

Hizo lo que le dije sin rechistar y recibió mi semen en la boca sin parar de chupármela. Fue tragando según salía y no se sacó la polla de la boca hasta que se empezó a quedar blanda.

-Pues para no saber hacerlo… ¡Vaya mamada me has hecho! Le dije. Ahora túmbate y deja que te de placer yo a ti.

Ella se tumbó boca arriba y yo cogí el aceite, le puse una buena cantidad sobre las tetas y empecé a masajear. Dediqué mucho tiempo a sobar sus pechos, pero después fui pasando mis manos por todos lados: sus brazos, su tripa, su cintura… Para bajar a sus pies y masajear de abajo arriba. Estaba empapada en aceite y cuando llegué entre sus muslos vi que también tenía el coño empapado. La masturbé bastante rato y después le pedí que se diera la vuelta. Cogí otra toalla, la enrollé y se la puse bajo la cintura para levantar su culo, quedando sus dos agujeros a la vista. En cuanto la tuve así quise penetrarla, pero tuve paciencia.

Igual que hiciera por delante, empecé a masajear sus brazos, sus hombros, cada centímetro de su espalda… Y cuando llegué a la cintura volví a bajar a los pies e hice el camino inverso hasta su culo. Agarré con mis manos llenas de aceite sus nalgas, las apreté y solté repetidas veces, pasé la mano por la raja de su culo lentamente hasta que llegué a su año. Cogí el lubricante, le puse una buena cantidad en el ano y suavemente empecé a masajearlo por fuera, haciendo círculos mientras con la otra mano metía dos dedos en su coño. Entre el masaje y los dedos que jugaban en su coño estaba completamente relajada y lo aproveché para ir metiendo el dedo en su culo hasta llegar al fondo. Lo mantuve metido un poco para que su ano se acostumbrara y después lo saqué e hice lo mismo con dos dedos.

Era un culo virgen y por tanto le molestó un poco en algún punto, pero conseguí ir abriéndome paso y dilatándolo mientras ella disfrutaba. En ningún momento dejé de masturbarla vaginalmente y tardé mucho rato en conseguir meter 3 dedos sin que le doliera. Ya estaba, saqué las manos, me apoyé sobre ella y lentamente se la metí por el culo, muy poco a poco hasta tenerla entera dentro. Igual de despacio la saqué y repetí el proceso unas cuantas veces hasta que sentí que su culo se había acostumbrado. En ese momento empecé a aumentar un poco la velocidad cada vez que la volvía a meter. Era evidente que estaba disfrutando, pero para que le gustara más le dije que se pusiera a cuatro patas y se masturbara el clítoris mientras seguía follandome su culo. Sus gemidos empezaron a subir en tono y frecuencia hasta que, temblando, llegó al orgasmo. Yo seguí un poco más penetrando su culo hasta que me corrí en él.

-¿Qué te ha parecido el anal? Le pregunté.

-Me ha gustado mucho, has sido muy cuidadoso. Prefiero la penetración vaginal, pero hacer ambas es genial.

Desde aquel día Carolina y yo nos veíamos de vez en cuando y nos dejábamos llevar por la pasión y la lujuria. De esa manera yo podía disfrutar de buen sexo durante mi soltería y ella aprendía y explorada el mundo del sexo.