Después de un tiempo mi madre comenzó una relación con un chico mucho más joven que ella. No puedo sacármelo de mi cabeza, es mi más grande fantasía

¡Hola a todos! Después de leer muchas historias por estos lares, me he animado a contaros mi experiencia, esperando también que podáis darme consejo. Aunque en parte lo que voy a escribir es fantasía, en gran medida también es real. Lo que sí que será ficticio completamente son los nombres de los que aparecen en la historia. Yo hablaré de mí misma como Rosell.

 

Creo que todo esto comenzó hace un par de años, cuando yo tenía 19. Por aquel entonces yo había decidido tomarme un año sabático después de pasar Selectividad y antes de meterme de lleno en la universidad. Vivía con mi madre en un chalet de una urbanización bastante lujosa de las afueras de la ciudad.

 

Antes que nada, voy también a describirme. Creo que, con permiso de otros usuarios, voy a tomar la idea de poner fotos de modelos o actores y actrices para que os hagáis a la idea de cómo son todos los personajes. Yo soy de estatura alta para una chica, de pelo largo negro, con bastantes curvas, pero con una figura bastante atlética, ya que me gusta mucho hacer deporte. Durante mucho tiempo no me sentí demasiado guapa en comparación a las chicas del instituto, pero resulta que fue entrar en bachillerato y resultó que era una especie de sex symbol para los tíos. Eso me hace gracia, pero también me hace sentir un poco insegura. No sé, como si sólo fuera un cuerpazo y no hubiera nada más detrás, ¿sabéis?

 

Mi madre, Delia, a pesar de que ha pasado ya los 40 sigue siendo una mujer muy atractiva, que viste de forma muy sugerente incluso cuando tiene que trabajar. No es muy alta, pero su figura no ha perdido un ápice de firmeza. Para que me entendáis, lo tiene todo puesto en su sitio. A veces no era del todo cómodo que fuera a llevarme al instituto, más de un padre se puso las botas mirándola. Ella es ejecutiva en una internacional de bastante renombre. Por parecido… podría decir que se parece a Charlize Theron.

 

Se separó de mi padre cuando yo cumplí los 15 y ambos consideraron que era lo suficientemente madura para afrontar que, en efecto, hacía ya muchos años que ya no se querían. Esa debió ser la razón por la que mi padre llevaba años teniendo una relación con otra mujer. Supongo que se casaron demasiado pronto, forzados por mis abuelos, ¿por mi culpa? No sé. Ellos nunca me han culpado, pero no puedo evitar pensar eso a veces. Eso sí, debió ser un golpe duro para el orgullo de mi madre que su marido le fuera infiel con una mujer que ella consideraba que era menos atractiva.

 

Fue entonces cuando apareció Leo en nuestras vidas. En mi vida. Leo entró en la empresa de mi madre trasladado de su sede en Nueva York. Tenía por entonces 32 años, y ya se había labrado una exitosa carrera a base de esfuerzo y mérito propio. Un tipo de estos que se ha hecho a sí mismo. Y no sólo en el sentido profesional, ya que lo primero que me atrajo de él no fue eso. Fue que estaba como un verdadero tren.

 

Jamás había visto a un hombre tan atractivo. Absolutamente perfecto, y no exagero. La primera vez que le vi ya debía haberse enrollado con mi madre, porque le presentó como su nuevo “amigo”. Y yo sé lo que eso significaba desde que se divorció de mi padre. Pero fue verlo allí, en el salón de casa, apoyado contra el marco de la puerta, cuando sentí el primero de muchos estremecimientos a causa suya. Mi corazón se desbocó cuando le di dos besos, y os tengo que reconocer que no era lo único que latía. Su olor me embriagó por completo. Para una post-adolescente aun con las hormonas revolucionadas era como toparse de frente con tu fantasía.

 

Físicamente… pues eso, cuerpo labrado en el gimnasio, pero sin pasarse, nada de esterorides. Unas facciones serias y decididas, enmarcadas en una corta melena de pelo castaño liso y una barbita de varios días que más que desaliñado le hacían parecer si cabe aún más decidido. Como si pudiera decir que nadie le tenía que dar lecciones de estilo.

 

Tenía que haber sospechado algo de mi reacción por aquel entonces, porque ahora lo sé. Lo acababa de conocer, me había dejado flipada, y cuando esa noche me fui a dormir después de cenar, y él se quedó también a dormir, el imaginarme que se estaba follando a mi madre a apenas unos metros de mí me puso tan cachonda que tuve que masturbarme. A ver, que no lo digo porque no me masturbe, estoy en este foro y no es por nada, me encanta disfrutar de un buen orgasmo cuando me apetece. Pero jamás había estado tan, tan mojada.

 

Cerré los ojos y me imaginé que entraba en la habitación, con la luz apagada. Yo estaba masturbándome bajo las sábanas y entonces sentía cómo unos dedos cálidos se deslizaban por mis muslos, unas manos firmes me abrían las piernas y una lengua que… joder… qué lengua, me devoraba el clítoris y el coño. No imaginé más que eso, y tuve que morder la almohada mientras me corría como una fuente.

Por aquel entonces no lo sabía. Debí haberlo imaginado. Ahora lo sé. Ya estaba enganchada a él.