El novio de Rebecca comenzó a follarme muy duro y me encantó

El trío con Rebbeca me había encantado aunque me quedé con las ganas de tomarme el semen de su novio, le comentaba a Rebecca al día siguiente cuando hablábamos por teléfono.

Le conté lo sorprendida que me había dejado el hecho de tragarse el semen de su novio tomándolo de mi boca, ella no tardó en invitarme a un nuevo trío al día siguiente, o sea, el domingo pero yo puse excusas.

Ahora me había quedado con las ganas de cogerme a su novio, no pensaba en otro trío sino en su novio dándome por el culo y llenándome la boca de leche, a solas en mi apartamento.

El problema era cómo contactar con él sin levantar sospechas de mi amiga Rebecca, por más que me lo quisiera tirar no pretendía dañar una relación y perder una amistad así que pensé que la única forma posible de proponerle a Enrique una cogida a solas era volver a tener un trío con él y Rebecca.

El jueves de la siguiente semana inesperadamente me topé con él en el metro. El destino estaba una vez más a mi favor, era como si la naturaleza estuviese en armonía conmigo en esto de ser una soberana puta coge hombres ajenos (risas).

El vagón estaba casi vacío y al verme y reconocerme no tardó en pedir me sentara a su lado. Lo saludé con un beso en la mejilla y mientras conversábamos yo planeaba la forma en la que le diría que cogiéramos pero sin Rebecca.

Estuvimos conversando como por dos o tres minutos de cualquier cosa hasta que le hablé de lo sucedido la semana anterior.

—Y… —hice una breve pausa—, ¿Qué te pareció lo del viernes?

—Muy bueno —y se me quedó mirando con una sonrisa cómplice

—Mmm… —respondí, haciendo una nueva pausa—. Y… ¿te gustaría cogerme de nuevo?

—Claro, Rebecca me dijo que te invitó pero que..

—Solos tú y yo, en mi apartamento

Me quedé mirándolo fijamente a los ojos dejándole en claro las ganas que tenía de cogérmelo.

—No sé —respondió

—¿No quieres? Sola para ti

—Si, si pero Rebecca…

—No tiene por qué enterarse —le dije acariciándole la pierna por encima de la ropa y llevando mi mano a su zona genital. No había notado que una anciana estaba a pocos metros de nosotros y se me quedó mirando atónita pero no me importó.

—Inventa una excusa y te espero en mi apartamento en dos horas.

El metro llegaba a mi estación así que me levanté y le entregué un papelito con mi número de teléfono escrito.

—Sé discreto, por fa. ¿Te espero entonces?

Acentuó con su cabeza para luego decir:

—Si, si, si, seguro

Si aceptaba es porque es un perro y me encantan los hombres perros.

Llegué al apartamento y limpié un poco el desorden aunque no era mucho, soy muy ordenada y amante del higiene. Me duché, me hice lavado anal, me masturbé llegando al orgasmo y salí a vestirme, si Enrique me quedaba mal lo iba a matar (risas).

Mi teléfono lo había dejado sobre la cama, cuando lo revisé tenía una llamada perdida

—Coñoesumadre, era él —dije

Pero hacía tres minutos de la llamada así que pensé volvería a llamar y así fue. No pasó un minuto cuando mi teléfono volvía a vibrar y sonar.

—¿Si? —contesté

—Soy yo, Enrique. Dime la dirección

Cuando le colgué me apuré en vestirme, no tardaría en llegar, quizá 20 o 30 minutos como máximo.

Me puse un babydoll blanco y una tanga diminuta, ¿para qué tanto? Yo solo quería me rompieran el culito y tomar leche. Me quedé descalza.

Llamaron de conserjería, Enrique había llegado.

Lo recibí con la puerta de mi apartamento abierta y lo besé, deseando pasara alguien del mismo piso pero no sucedió así que entramos y cerré la puerta.

Lo recosté sobre la puerta y le bajé el blue jeans solo un poco, me agaché y me metí el pene a la boca.

Enrique tiene aspecto árabe. Es narizón, su cabello es crespo y tiene hermosas cejas, llevaba la barba crecida, abundante, unida a su patilla, sus labios eran gruesos y su pene me encantaba, creo es un poquito más grande que el de Diego.

Mientras se lo chupaba pensaba en Rebecca, pues, me daba morbo estar agachada cogiéndome a su novio, haciéndolo infiel; el solo pensarlo me producía excitación.

Se la chupé un buen rato, con deseos de que se corriera en mi boca, Enrique solo jadeaba y decía lo rico que le mamaba el güevo (pene), un güevo peludo, pues no iba rasurado.

Me ahogué a propósito, me metí su pene hasta el fondo produciéndome arcadas y mis ojos se llenaban de lágrimas.

—Me encanta —le dije en una de las pausas para tomar aire.

Enrique solo jadeaba, no decía nada, solo miraba cómo me tragaba su pene con dificultad hasta que logré lo que quería.

—Me voy a correr —dijo, como si le preocupara llenarme la cara de leche

—Hazlo —le dije y continué chupándole el pene esta vez con más ahínco.

De repente empezó a jadear con más intensidad, se estaba corriendo en mi boca y continué chupándole la verga sin detenerme, recibiendo uno tras otro los chorros de semen.

Lo vi tambalearse un poco, pues, parecía sufrir del máximo placer.

Me quedé ahí recibiendo en mi boca hasta la última gotita, succionando. Cuando dejó de latir su pene abrí mi boca para que viera toda la leche que me había inyectado, luego tragué y puse cara de disgusto, pero no porque me disgustara sino para provocarle morbosidad.

Me gusta tomarme el semen, me agrade o no el sabor, en ese momento pienso que es un remedio que debo tomar, me mentalizo, además, he leído que tiene muchos nutrientes, una forma de alimentarme (risas).

A veces pongo cara de desagrado, eso les da un morbo, sobre todo a Diego.

Lo tomé de la mano y lo conduje al sofá. Se sentó cómodamente mientras yo le quitaba toda la ropa, lo quería desnudo para mi.

—Eres un infiel —le dije sonriendo.

—Te juro que es primera vez que hago esto —dijo como sintiéndose culpable

—¿Te gustó?

—Lo haces mejor que Rebecca

—¿En serio?

—Si, aunque Rebecca lo mama bien también, ya la viste el viernes.

—¿Y le das por el culo? —pregunté aunque ya sabía la respuesta

—Si, le encanta por el culo aunque no aguanta mucho

—La tienes grande, obvio que le duele

—Si, mucho

—Te gusta que le duela?

—No, intento que no le duela pero igual le duele

—Pero te da morbo que le duela, di la verdad

—Bueno, si, no lo voy a negar

Yo estaba de pie mientras conversábamos, él desnudo sentado en el sofá. Le dije:

—Dame por el culo a mi

Se levantó, me manoseó y sin quitarme el babydoll me hizo colocar en cuatro, sobre la alfombra, frente al sofá, hizo la tanga a un lado y metió su cara entre mis nalgas. Me lamió la cuca y el culo; lo hacía muy bien.

Se quedó un momento chupándome el culito mientras metía dedos en mi vagina. Deliciosa sensación, yo gemía.

—No seas tan tímido, coño —le dije

—No lo soy —respondió soltando una tímida sonrisa

—Si lo eres, estamos solos, soy tu puta, aprovéchame.

Necesitaba que me cogiera de verdad, pero luego pensé que no todos son iguales, que hay hombres más detallistas, más calmados, que van poco a poco, que no les gusta el sexo rudo que a mi me encanta aunque no tengo dudas de que a todos se les puede pervertir, ya veréis que si (risas)

Noté que se acomodó para cogerme, ya tenía el pene nuevamente erecto al 100%. Lo puso en la entrada de mi cuquita y estuvo jugando a meterla, como pintando mi cuquita con su pene hasta que la metió un poquito pero lo detuve.

—Por la cuca no

—¿De una por el culo? —preguntó

—Si, tonto, cógeme puro el culo, deja lo tímido

Me la metió, mi culito la recibió sin problemas aunque dolió un poco.

—Qué rico —decía yo—, así, así, dame más

Empezó a meterla poco a poco, cada vez entraba más al fondo y mi cuquita se humedecía

—Dame más duro —le decía

Enrique por fin abandonó la timidez y tomó confianza, pues, ahora si me cogía como yo quería, a un buen ritmo.

—Si, así, así es que me gusta

—¿Te gusta mucho por el culo? —preguntó con voz jadeante

—Más que por la cuca, dame duro, coño

—Qué perra, vale —dijo con un tono sereno

—Si, insúltame pero cógeme duro

Y empezó a cogerme duro y me dolía pero lo estaba disfrutando. Su pene empezó a entrar más al fondo y yo gemía más fuerte por el dolor. Se detuvo

—¿Te duele? —preguntó

—No pares, cógeme duro.

A partir de ahí me cogió de verdad, duro, dolía pero también disfrutaba de la cogida. Me metí los dedos en la cuquita y cuando me corrí me desfallecieron las piernas y caí de un lado en la alfombra.

—¿Te hice daño? —preguntó

Yo temblaba del rico orgasmo obtenido.

—No pero tienes que aprender. Deben sujetarnos siempre en el anal, si estuviera de pie me mato —dije y luego me eché a reír

Me acomodé y volví a ponerme en cuatro pero esta vez me recosté al sofá.

No hizo falta que le pidiera que me diera por el culo, se acomodó detrás de mi y me hundió su güevo esta vez sin piedad.

—Qué rico, si, así es, no pares

Y no paró, me cogió deliciosamente, con fuerza. Jadeábamos disfrutando de la cogida.

—Insúltame, puto infiel —le dije

—¿Y tú? Una perra. Como te gusta por el culo ¿no?

—Si pero me han cogido mejor —le dije como para que se sintiera retado.

—¿Ah si? —dijo

Y empezó a cogerme más duro, se acercó más a mi quedando casi encima y su pene entraba completamente, podía sentirlo golpear mi estómago.

—Toma, pues, puta, zorra

Yo gemía en voz alta, sabiendo que del piso de arriba o debajo podían estar oyendo cómo me rompían el culo.

La timidez de Enrique había desaparecido, me cogía muy duro y yo disfrutaba al máximo de esa deliciosa combinación de dolor y placer.

Se corrió en mi culo e hizo un escándalo mientras eyaculaba, pues también parecía dolerle el orgasmo obtenido.

Quedé agotadísima y temblando, pues, también llegué al orgasmo.

Nos metimos a la ducha, lo besé con pasión, se la volví a chupar y me volvió a coger anal aunque con menos fuerza.

Salimos, nos vestimos. Le dejé muy en claro que aquello solo era sexo, que como pareja no me interesaba, pues, lo vi tan emocionado de cogerme que me sentí en la obligación de dejarle todo claro, solo sexo y cuando yo quisiera.

Horas más tardes, ya en mi cama viendo la TV planeaba mi nueva fantasía. Si Enrique le había sido infiel a su novia, Rebecca también tenía derecho a ser la puta de otro.