El papá de Marta me la metió por el culo

Quería escapar de la sumisión, me parecía que había sido demasiado; con el ansia de escapar de aquel piso, y con pocos medios, hablaba con todas las compis de la facultad buscando un piso compartido, normal, y asequible a mis recursos y los de mis padres.

No tuve mucha suerte, todos los pisos completos o muy caros, solo uno de solo chicos y algo bordes que no quise yo. Pero un día, desayunando en el bar de la uni, me senté junto a una chica que se llama Marta y, mientras desayunabamos, le dije a ella:

-Tengo que dejar el piso donde estoy y no encuentro nada a buen precio, al final me tendré que volver al pueblo.

-Lo siento, yo no estoy en ningún piso, yo soy de aquí de la ciudad, vivo con mi padre, ya sabes, divorcio y mi madre vive en el pueblo; por eso estoy con él en lugar de con ella, por tener cerca la facultad.

-Que se quedó el piso él.

-No, vivíamos en el pueblo, el se compró el piso aquí y me vine con el.

-Que suerte tienes Marta.

No les conté nada de mi sumisión en el piso, ni a Marta ni a los otros con los que hablé. Mi sumisión voluntaria a cambio del alquiler, sería mi secreto. Marta, mientras seguíamos desayunando, se la veía pensativa, cogió el teléfono y llamó a su padre y le dijo:

-Hola papá, te quería pedir un favor…. una amiga de la uní no encuentra piso y tiene que dejar el que tiene, ¿Se puede venir con nosotros?, hasta que encuentre uno. Vale, luego vamos.

Cuando terminó de hablar con su padre me dijo:

-Marilo, mi padre puede dejarte una habitación, no creo que te cobré mucho, pero quiere conocerte primero.

-Muchas gracias, solo nos conocemos de vista y haces esto por mí, ya si eres mi amiga del alma.

-Es que me ha salido así, y me caes bien. Cuando vallamos, a mi padre ya sabes, que sí somos buenas amigas de hace tiempo, para que no ponga peros, ¿vale?

-Vale, gracias.

Fui a mi piso y me arreglé para ir a casa de Marta. No estaba «la parejita», menos mal. Me puse de rechupete para causarle buena impresión a don Ramón: Yo soy muy bonita y me puse una minifalda corta y plisada de cuadros azul claro que quitaba el hipo, también dejé suelta mi cabellera rubia, iba ligeramente maquillada y con mi perfume favorito. Unas medias con liga y un tanga muy fino que se me metía entre los labios de abajo. Con veintitrés años estaba rompedora pero con aire juvenil.

Cuando llegamos a casa de Marta ella me presentó a su padre, Ramon, un hombre bastante apuesto de unos cincuenta y seis años. Él, al verme con la minifaldita plisada y mi larga cabellera rubia y mi carita bonita, me miró y parpadeó antes de darme dos besos. Yo le había gustado, el a mi también, su cabello canoso y su barba también canosa y bien arreglada me gustaron. No estaba muy fondón, tenía aún buena planta, un poco de barriga, pero poca. Don Ramón me dijo:

-Te puedes quedar el tiempo que quieras, como si quieres echar aquí el curso ven por aquí, que te enseñe tu dormitorio.

-Muchas gracias Don Ramón; ¿cuanto me costará la habitación?

-Nada, Marilo, nada.

-Muchas gracias.

Fui al piso de mi sumisión por la mañana y recogí mis cosas, aprovechando que no estaba «la parejita» a esa hora. Me ayudaron unos amigos con la furgoneta.

Dejé una nota diciendo que me marchaba.

Me instalé y coloqué todas mis cosas, había tenido que dar dos viajes con la furgo de mis amigos esa mañana. Tuve que faltar a dos clases.

Las dos íbamos a la uni por la mañana y por la tarde estudiábamos en el piso. Marta es una chica muy aplicada, es más bajita que yo, con el cabello castaño oscuro y rizado… es que es muy buena persona. Ella no tiene novio y sus amigas son tímidas como ella, empecé a salir con ellas al cine y poco más.

Por las noches nos sentábamos los tres en el sofá, don Ramón en el centro. Solía llevar yo como pijama solo una camiseta larga y mis braguitas. Me fui acercando a él cada noche, solo apoyar mi cuerpo con el suyo y retirarme. Mi muslo tocaba su muslo y lo rozaba sutilmente (Marta no se daba cuenta de nada, tan buena ella y yo tan bicho). Don Ramón encogia los muslos uno contra otro algo inquieto.

Cada noche la misma ceremonia. Hasta que un día, antes de sentarme me quité las braguitas en mi habitación y al llegar a la mesa, separé un poco las piernas sintiendo la calor de la estufa directamente en mi chocho… la calor me hacía desear que me lo estrujara Don Ramón. De pronto escuché roncar a Marta, se había quedado dormida en el otro extremo del sofá. Sutilmente, al ver «el campo abierto», me rasqué el muslo que rozaba con el de él…mientras me rascaba tocaba su muslo, hasta que posé mi mano entera sobre su pierna y segui viendo la tele.

Don Ramón no dijo nada, ni se movió estaba como petrificado, Marta seguía roncando. Los labios menores de mi sexo estaban afuera, hinchados, babeando, por el morbo de estar seduciendo a Don Ramón delante de su hija y por el calor del brasero estando sin bragas. Me volví más decidida y metí la mano en la bragueta de su pantalón de chándal, tapados por la ropa de la mesa. Hizo intención de retirar mi mano con la suya pero al final me dejó meterle mi mano en «el paquete».

¡Y que paquete!, joder, tenía una polla dura como una piedra… sin mover mucho las enaguillas se la empecé a menear, moviendo su pellejo sobre su dura carne. Marta despertó y me quedé inmóvil con el «trofeo» bien agarrado, pero doblando hacia abajo para evitar «la tienda de campaña». Comentamos la película los tres, recordando a Marta lo que se había perdido, mientras yo mantenía aquel pollon bien agarrado. Mi mano libre, la izquierda, la llevé hasta él y agarré su brazo izquierdo con ella; llevándolo, muy despacio y muy suavemente hasta mi raja abierta, hasta estampar allí sus dedos.

Empezó a magrearme el chocho suave, muy suave, un chorro al suelo se me escapó, como un jeringazo de mi flujo contra el suelo. Contuve el jemido pero mi vientre tembló al tener ese orgasmo. Marta empezó a roncar de nuevo, me metí debajo de la mesa y arropada por las enaguillas empecé a comerle la polla a Don Ramón, él me agarraba la cabeza por encima para que no me moviera mucho. Mientras le comia el rabo, le acariciaba los huevos con las dos manos.

Un golpecito en mi cabeza me dio su mano y paré en seco. Marta le preguntó a su padre:

-¿Ya se ha acostado Marilo?

-Si hija, estaba cansada.

-Pues me voy yo también, estoy cansada.

-Que descanses Marta.

Cuando la puerta de la habitación de Marta se cerró tras ella, empecé a comérsela sin remilgos, hasta mi garganta llev su glande. Después me di la vuelta y le puse mi culo junto al rabo y mi cabeza ardiendo junto a la estufa. Me folló el culo dejando mi ano tan abierto que se me escapaban «aires». Las embestidas movían toda la mesa y sus huevos golpeaban mis cachetes como si me diera con dos piedras. Antes de correrse me la sacó y me volví a dar la vuelta… se la meneó frente a mí cara como un cerdo, con expresión de devorador y me soltó un latigazo de leche en la cara que me cerró el ojo derecho. Con mi ojo cerrado aún, devoré todos los restos de su semen, de su pene y de las enaguillas, lamiendolas.

Después de ese día, todas las noches me follaba en su dormitorio de madrugada, cuando su hija estaba bien dormida, eso sí, sin hacer ruido.

Marilo 2022