El regalo perfecto para Ignacio, mi jefe

Hola, antes que nada les agradezco todos sus mensajes y correos que me enviaron sobre el relato anterior.

Les voy a platicar sobre otra experiencia que tuve, como ya saben son adicta a los hombres que quizás para otras mujeres sean algo feos, pero a mí en realidad me excitan, me vuelve loca el sentirme tan deseada.

Cuando tenía 19 años estuve realizando prácticas profesionales en una empresa pequeña con solo 3 empleados en el área en la que yo estaba, el primer día llegué y me presenté con quien sería mi jefe, Ignacio, un hombre de 53 años, divorciado, alto, panzón, pelo canoso, con manos gruesas dedos gordos, para mi todo un encanto, recuerdo que en cuanto me vio le brillaron los ojos, era el típico viejo verde que se le iban los ojos, pero que a mi me gusta, placer a primera vista!!!.

Llegué me presenté con el y de plano no dejaba de ver mi escote, caí en el lugar perfecto; me enseño el área donde apoyaría, era en un cuarto de archivo dentro de su misma oficina, así que me tendría muy cerquita de el todo el tiempo que durarían mis prácticas.

Pasaron los días y notaba como no dejaba de verme cada que yo me estiraba para estibar cajasen la parte superior de los estantes, sentía su mirada cada que me agachaba para ordenar documentos en una mesa que estaba casi a la altura del piso, ya me tenía en sus manos, esa sensación de saberme deseada me encantaba; por lo regular éramos los últimos en salir, le gustaba quedarse a solas conmigo con el pretexto de que urgía acomodar todos los documentos en archivo, la verdad si eran muchos, pero a mi me convenía porque a parte de que me pagaban un poco más podía notar sus erecciones cada que me agachaba o me estiraba y se levanta mi blusa mostrando mi abdomen, vaya q se excitaba, le era imposible disimularlo.

Decidí dar un pequeño paso y comencé a ponerme vestidos y faldas para que pudiera ver un poco más “accidentalmente”, hasta que de plano no aguantó más y se me acercó según el intentando ayudarme a subir una caja en un estante, se me acercó por atrás y se me pegó, pude sentir su pene rozando mis nalgas, que sensación tan rica, me aparté con cara de sorpresa y el se intimidó, me ofreció disculpas.

Ignacio. – discúlpame Dianita no quería incomodarte, casi me caigo.

Yo. – no se preocupe señor lo entiendo, sonreí de forma inocente como que no había pasado nada.

Ignacio. – yo se que estoy algo viejo, pero llámame por mi nombre Dianita, no me digas señor.

Yo. – ok, Ignacio, así está bien?

Ignacio. – si, mucho mejor, sabes eres muy bonita debes de tener muchos pretendientes}.

Yo. – más o menos, pero ninguno que me guste, le contesté mientras jugaba con mi cabello.

Ignacio. – te seré muy honesto, me gustas mucho y he notado que eres muy coqueta.

Yo. – gracias, Ignacio me halagas.

Sin decir más se lanzó y comenzó a besarme, sentía su lengua hasta mi garganta me quería comer, sentía como crecía el bulto en su entrepierna y rozaba mi abdomen.

Ignacio. – perdóname Dianita fue un arranque.

Yo. – no te preocupes, me encantó.

Vi como le cambió el semblante y me volvió a besar, esta vez apretando mis nalgas con fuerza, intentó quitarme la blusa y lo detuve, quería hacerlo esperar un poco, aunque confieso que tenía ganas.

Yo. – con calma Ignacio, vas muy rápido.

Ignacio. – te deseo como no tienes idea hermosa, tenía tiempo imaginando como se sentían esas nalgas y ahora que por fin las tuve en mis manos las deseo aún más.

Yo. – es tarde, me tengo que ir o no alcanzaré transporte.

Ignacio. – yo te llevo no te preocupes.

Salimos de la oficina y me llevó a mi departamento donde yo vivía sola, mis papás vivían en otra ciudad así que me rentaban ese lugar a mí, para ellos yo era bien portada así que tenía esas libertades.

Llegamos a mi departamento y nos despedimos con un beso, él quería agarrar más pero lo deje con ganas.

No pude evitar masturbarme mientras me daba un baño, que rica sensación la que me había dejado, recordaba sus manos sobre mis nalgas.

Así lo tuve varios días, dándole picones, dejándolo con ganas, siempre le decía que iba a tener su recompensa que fuera paciente, de vez en cuando lo dejaba tocar un poco mientras nos besábamos, sus erecciones eran enormes, parecía que se le iba a romper el pantalón.

Una noche decidí pedirle que me llevara, debido a que llevaba unas cosas de la escuela y no quería batallar, a lo que de inmediato accedió, al llegar se ofreció a ayudarme y acepté, llegamos a mi puerta en el segundo piso y lo invité a pasar.

Yo. – pasa Ignacio, quiero agradecerte.

Ignacio. – gracias que bonito departamento tienes,

Yo. – ponte cómodo, le dije mientras me agachaba para juntar un libro que se me había caído, a propósito, por supuesto, dejándole ver un poco mis nalgas, te gusta lo que ves? Le dije.

Ignacio. – Por supuesto, dijo levantándose y ya iba con todo a manosearme.

Yo. – tranquilo, solo fue pregunta, ponte cómodo, lo empujé hacia el sillón y una vez sentado, comencé a sobar su pene encima de sus pantalones.

Ignacio. – que rico Dianita, comételo es todo tuyo, sácalo.

Yo. – si papi? Es mío ese pene?

Ignacio. – si bebita, sácalo es todo tuyo.

Abrí su pantalón y por fin pude conocer ese pene que tanto deseaba, era un pene ancho, prieto, riquísimo, se me hacía agua la boca solo al verlo, no me aguanté más y comencé a mamarlo.

Ignacio. – que rico Dianita, como lo chupas preciosa, sigue comételo todo, hasta el fondo mi amor.

Yo. – así te gusta papi? Que rica verga tienes.

Ignacio. – me encanta lo haces muy bien, estoy a punto de venirme, sigue putita sigue!!! ¡¡¡Me vengo!!! Ahhhhh!!! Eso es mi amor, que rico trágate todo no quiero que dejes nada fuera de tu boca.

Me pasé todo su semen, no se como le hice porque vaya que sacó mucho.

Yo. – te gustó?

Ignacio. – claro lo haces muy bien, ahora vamos a tu cuarto que sigues tu Dianita.

Yo. – noooo!!! será la próxima, tengo que dormir porque mañana entro temprano a la escuela y necesito descansar.

Ignacio. – pero cómo? ¿Me vas a dejar con ganas?

Yo. – así es, ya sabes que vendrá lo mejor, esto es solo un adelanto.

Ignacio. – eres mala Dianita, pero sabré esperar.

Se retiró de mi departamento y yo corrí a mi cuarto a darme placer, estaba mojadísima, recordaba su cara, sus ojos de deseo y ese pene que me había encantado, ya quería sentirlo dentro de mí.

Me enteré por la gente que labora en la empresa que venía su cumpleaños así que decidí darle lo que tanto había querido, iba a ser su regalo perfecto, sería su recompensa por haberme respetado y haber sabido aguantar tanto a pesar del dolor de huevos que tenía a diario por mi culpa, además que yo no podía negar que lo deseaba demasiado.

Estando en la oficina me hice la seria por unos días, el me preguntaba que, si pasaba algo, que porque era tan fría con él, no entendía lo que pasaba, por dentro me resistía a besarlo y a sentir sus manos.

Se acercaba su cumpleaños el cual iba a caer en domingo, pero no podía festejarlo con el ya que lo iba a pasar con sus hijos, así que un jueves antes de su cumpleaños decidí cortar el hielo y hacerlo sonreír.

Yo. – Ignacio, sé que viene tu cumpleaños y quiero invitarte a mi departamento a festejar tú y yo, quiero darte un detalle. En su cara se dibujó una gran sonrisa.

Ignacio. – pero por supuesto preciosa.

Yo. – para esto necesito que me des el día libre mañana para poder preparar todo, ah, pero tu llevas la cena.

Ignacio. – jajaja, eres cosa seria, está bien, te veo en cuanto salga de la oficina.

Yo. – gracias, entonces nos vemos mañana.

Al día siguiente me fui a una tienda erótica a comprar un atuendo para usarlo y él lo disfrutara, quería dejarlo con la boca abierta y provocar en él deseo, morbo, depravación, así que compre un atuendo en forma de listón.

Llegó la tarde y comencé a prepararme, saqué el listón, era de una sola pieza que rodeaba mi cuerpo, me lo puse de abajo hacia arriba empezando por cubrir mi vagina, luego hacia atrás cubriendo entre mis nalgas, una tira corría por el centro de mi espalda hacía arriba, lo pasé por mi hombro izquierdo e hice un moño tapando mis pechos, sabía que le iba a encantar, me cubrí con un abrigo negro que me llegaba a la altura de mis muslos.

Por fin se llegó el momento, sonó el timbre y mi corazón latía al mil, abrí la puerta y no pude contener mi emoción, abrí y lo recibí con un beso muy apasionado.

Ignacio. – pero vaya recibimiento no me lo esperaba.

Yo. – ya estaba esperando desesperada por que llegaras, ya te quería ver.

Ignacio. – eso es bueno hermosa, yo igual no aguantaba las ganas de verte me hiciste falta en la oficina, pero que te parece si comenzamos a cenar.

Yo. – por supuesto!!! (Ignacio comenzó a abrir la bolsa con comida), que te parece si pasamos al plato fuerte de una vez.

Lo tomé de la mano y lo senté en el sofá, comencé a bailarle y poco a poco desabroché mi abrigo, en cuanto vio lo que había debajo, pude ver su cara de perversión, casi se le salían los ojos del asombro.

Yo. – feliz cumpleaños papi, te gusta tu regalo? Hoy seré totalmente tuya, puedes hacer lo que quieras conmigo, soy tu putita mi amor, disfruta tu regalo.

Yo ya estaba mojadísima no aguantaba más, sentía como palpitaba mi vulva, mi corazón se me iba a salir; se levantó de un brinco y me quitó el abrigo, sin decir nada comenzó a manosearme toda, no sabía si tocar mis pechos, o mis nalgas, veía que literalmente se le hacía agua la boca, su cara era muy distinta a la de otras veces, era otro, estaba convertido en una bestia, eso me tenía super excitada, me encanta la sensación de deseo de los hombres por mí.

Ignacio. – que rica estas putita, te voy a coger hasta dejarte rosadita, no te vas a poder parar de tanto que te voy a meter la verga.

Yo. – si papi, hazme tuya disfruta tu regalo.

Me llevó de la mano a mi recamara y por fin abrió su regalo, lo que tanto soñaba, verme desnuda.

Ignacio. – por fin te veo como quería perrita, totalmente desnuda para mí, que ricas tetas tienes, que ricas nalgas, me encanta tu puchita depiladita, acuéstate en la cama.

Me acosté y comenzó a chupar mi clítoris.

Ignacio. – que rico sabor de tus jugos mi amor, estas muy mojada, que placer, voltéate, ponte en 4, levanta bien el culo para tu macho.

Me puse como me ordenó y comenzó a chuparme el ano, bajaba a mi vagina de nuevo subía a mi cola, me besó las nalgas la dejó todas babeadas.

Ignacio. – híncate y chúpame la verga, cómetela toda pendeja.

Yo. – si amor, que rica verga.

Comenzó a cogerme por la boca, hacía que me ahogara, apenas y cabía su pene gordo en mi boca, me jaló del cabello hacia atrás.

Ignacio. – veme a los ojos puta y abre la boca, me escupió en su saliva en mi boca, traga perra.

Yo hacía todo lo que quería, el era mi dueño en ese momento y yo su juguete sexual.

Ignacio. – ahora si llegó el momento que tanto deseabas mi amor, te la voy a meter.

Yo. – es lo que he estado esperando papi, quiero sentir tu vega dentro de mí.

Ignacio. – suplícame pendeja, pídeme que te la mete.

Yo. – papi métemela por favor, necesito sentir tu verga, la quiero para mí, métemela te lo suplico.

Acomodó mis pies en sus hombros y por fin pude sentir ese miembro prieto, ancho, con su cabezota dentro de mí, sentía como iba penetrando abriendo mis entrañas, comenzó a cogerme con fuerza.

Ignacio. – que rico aprietas putita, haz de hacer feliz a todos los hombres.

Yo. – no papi, solo a ti, cógeme más.

Continuamos así un rato, yo toda abierta de piernas a placer de él, luego me paró y me puso contra la pared, comenzó a repegar su verga en mis nalgas, sentía como me iba dejando embarrada de todos los líquidos mezclados de los dos.

Ignacio. – pff, escupió en la pared, saca la lengua y recoge la saliva de la pared puta, hice lo que me pidió y escupió de nuevo, hazlo otra vez.

Luego de eso me puso en cuatro sobre la cama y comenzó a penetrarme de nuevo.

Ignacio. – que delicia eres putita.

Yo. – qué bueno que te gusta papi, soy tu putita, no pares, sigue sigue por favor, me vengo.

Yo. – ahhh!!! Me vengo papi, en ese momento tuve uno de los orgasmos más ricos de mi vida.

Ignacio. – ahora sigo yo perra.

Me volvió a poner boca arriba y me abrió las piernas lo más que pudo y comenzó a darme como loco.

Ignacio. – me vendo putita, me vengo.

Yo. – vente mi macho, dame toda tu lechita, quiero sentir calientito adentro.

En ese momento comencé a sentir como se vaciaba todo su pene dentro de mí, su leche salía por los lados entre su pene y mi vagina, en verdad que fue brutal esa cogida, caímos rendidos en la cama, a mi me temblaban las piernas como bien dijo que me dejaría.

Después de recuperarnos un poco cogimos un par de veces más durante la madrugada, hasta que no aguantamos más el cansancio y nos dormimos, amanecimos abrazados al siguiente día, hasta que se tuvo que ir.

Espero les guste este relato.