Todo empezó hace muchos años cuando era joven. Mi prima Camila y yo jugábamos, inocentemente primero, después ya no

Y se metió dentro de la casa ocultándome sus dulces. Esa sonrisa me develaba algo. Le miré el culo mientras se alejaba. Era redondo. Mi prima había crecido mucho este último año, aunque todavía me daba a la altura de la boca. Ella es guapa de cara y tiene la piel trigueña.

Ahora lo recuerdo. Todo empezó hace muchos años cuando era joven. Mi prima Camila y yo jugábamos, inocentemente primero, después ya no, con el sexo. Yo hacía viajes hacia la provincia donde ellos vivían, en su mayoría estos viajes se daban durante las vacaciones de verano, ya que las clases en la capital, donde vivo, son muy fuertes.

En la provincia donde viven mis tíos, el clima es bastante calido y las tardes siempre están llenas de una brisa fresca sumamente excitante. Se vivía el cumpleaños de un tío y la casa se llenó de bulla. La casa de los tíos es de dos pisos, donde los dormitorios se encuentran en el piso superior. Yo regresaba de pasear en bicicleta y me encontré con Camila que regresaba de comprar unas golosinas. Nos quedamos en la puerta mientras dentro se vivía una fiesta, bailaban y bebían. Mi prima y yo nos mirábamos de una forma anhelante, recordando lo que ya había pasado en veranos anteriores desde hacía 3 años. Para matar la angustia, le pedí que me invitara unos dulces:

-¿Me invitas uno? –le pregunté, aunque solo podía pensar en tocarla y poner mi pene entre sus nalgas.
-¡Bah! –me respondió medio sonriente. –si quieres cómprate.

Y se metió dentro de la casa ocultándome sus dulces. Esa sonrisa me develaba algo. Le miré el culo mientras se alejaba. Era redondo. Mi prima había crecido mucho este último año, aunque todavía me daba a la altura de la boca. Ella es guapa de cara y tiene la piel trigueña. De niña había sido un poco gordita. Sus pechos seguían siendo pequeñitos, pero eso no me importaba. Su culo sí, deseaba poner mi pene dentro.

Ingresé a la casa y vi a mis tíos chinos de risa brindando y bailando carnavales. Me sacaron a bailar aunque no sabía ni marcar el paso pero me divertí con ello. Mientras lo hacía, pude ver a Camila sentada en el sillón divertidísima con verme hacer el ridículo.

Terminado el baile, me dirigí a la cocina a tomar un poco de agua, cuando salí, vi a mi prima Camila sonriente acercándose a mí, tenía bajo el brazo una pelota y me invitó a jugar un poco en la vereda de la casa. Accedí de buena gana, pero ni bien empezamos a jugar, los tíos todos salieron también y dijeron que iban a casa de una prima que vivía a diez cuadras de allí para celebrar con ella en su casa y que cuidáramos bien de la casa. Ni bien doblaron la esquina, mi prima me dijo que tenía sed y que iría a beber agua. Yo entré tras ella. La vi alejarse moviendo el culito que me moría por penetrar. Obviamente lo hacía para provocarme aunque no me daba ninguna señal explícita. Habían pasado dos años desde la última vez, ya que el verano pasado no pudimos hacerlo.

Para seguirle con el juego, me senté en el sillón y encendí la tele. Justo estaba empezando la película Space Jam y me puse a verla con una atención falsa pero completa en los movimientos de mi prima. Al costado del mueble donde me encontraba, había una especie de tarima donde ella se sentó a mirar la televisión al igual que yo.

-¿Qué está dando? –me preguntó. Pude sentir el anhelo en su voz comprobado por la respiración algo agitada que tenía.
-No sé. –respondí sumamente excitado por pensar en lo que se venía. Sentía mi pene erectándose.

Eran las cuatro de la tarde aproximadamente. Yo llevaba un polo verde que me quedaba un poco suelto y un short negro de algodón, sumamente suave. Ella tenía puesto un polo blanco y un short azul. Ambos llevábamos sandalias y el calor ya estaba disipándose dejando entrar a la sala un aire fresco sumamente relajante.

La miré de reojo: ella miraba atentamente la tele, aunque yo sabía que fingía y que al igual que yo, se moría de ganar por sentir mi polla en su sexo y su ano. Para probarla le pregunté:

-¿Qué dijo? –refiriéndome a una conversación que acababa de ocurrir en la película.
-¿Ah? –me respondió como despertando de un sueño o de un ensimismamiento.

Al instante, ella se acostó sobre la tarima y seguía mirando la tele. Podía ver sus piernas de soslayo y mi pene ya estaba erecto. La angustia era sofocante, sobre todo por el clima, el ambiente y la casa sola. Entonces me decidí.

-Me duele la espalda. ¿Te puedo cambiar de sitio? –le pedí con la voz más suave y un poco ronca por la excitación.

Me miró. Sus ojos se enfocaron en los míos y pude ver deseo.

-Está bien. –me dijo.

Intercambiamos de sitio. Ella se levantó y yo hice lo mismo pero evité rozarla, esperando que ella haga un movimiento, me acaricié, me agarré del pene como otras veces, pero no pasó nada.

Me acosté en la tarima y ella se sentó en el mueble. Me acomodé la polla con disimulo pegándola en mi vientre y me tendí a lo largo. Supuse que ella desde su posición podría notar el bulto que se formaba entre mis piernas. Pasamos varios minutos en silencio hasta que ella me dijo que no veía bien. Que le cambiara de lugar. Le dije que estaba bien.

Esta vez sí pasó algo. Se apoyó en mi pecho con una mano y yo le agarré los hombros mientras nos cruzamos. La angustia me oprimía el pecho pero más el pene. Lo tenía duro y ansiaba con demasía ponerla en su culo. Al instante de cambiarnos, le pedí regresar a la tarima y me dijo que estaba bien, entonces, me levanté sumamente rápido y me acosté a su lado, de manera que para levantarse ella tenía que pasar sobre mí. Al momento de hacerlo, la tomé de la cintura y se dejó caer sobre mí, puso sus manos alrededor de mi cuello y su hundió su cabeza en mi hombro mientras nos restregamos los sexos con desesperación. Pude sentir la suavidad de su coño encima del short con la dureza de mi pene, con mis manos le agarré el culo como quería. La escuché lanzar unos gemiditos y me alejé de golpe. Se levantó confundida y regresó al sillón en silencio.

En aquel silencio se podía escuchar nuestra acezante respiración que sobrepasaba al volumen de la tele. Entonces, volví a ponerme de pie y le dije que regresaría al sillón. Rápidamente me acerqué a ella y me senté a su lado. Ella se levantó y la tomé de la cintura desde atrás. La jalé hacia mí y se dejó llevar. La senté encima de mis piernas, sentir sus nalgas fue una delicia, sin embargo como mi polla estaba sumamente erecta, esta iba pegada a mi cintura, por ello, levanté un poco a mi prima Camila, quien colaboró, acomodé mi pene y la senté encima. Fue un gozo indescriptible sentir cómo se abría paso entre sus nalgas jugosas a pesar de la fina tela de los shorts que nos cubrían. Empecé a moverla de arriba abajo sin soltarla de la cintura. Sentía como lubricaba mi pene y rozaba suavemente sus nalgas a través de su short. Ella empezó a cabalgarme, se movía sola de arriba abajo, había aprendido el movimiento sumamente rápido, y poco a poco aceleraba el ritmo, saltaba con fuerza y las sensaciones eran cada vez más exquisitas, cada vez más intensas. Su culo estaba siendo abierto por mi pene, a pesar de que no estábamos desnudos. Le agarraba las nalgas y las apretaba un poco instintivamente, ya que no teníamos ninguno de los dos más experiencia que la que estábamos compartiendo.

De pronto, en uno de los movimientos, mi pene se movió y ella quedó sentada sobre mis muslos. Saqué mi pene del short mientras Camila seguía sentada dándome la espalda. Hasta entonces jamás la había visto tan grande y gorda, además de lo dura y lubricada que estaba. Tomé la mano de mi prima y la acerqué hacia mi polla. Lo cogió con fuerza y empezó a correrme una paja. Movía su mano con avidez y parecía estar cerca de eyacular, la lubricación lo hacía más fácil. La apreté con fuerza contra mi cuerpo y metí mi mano dentro de su short. Ella seguía corriéndomela y pude palpar su pubis, su vientre sin vellos aun y puse un dedo entre sus labios vaginales: estaba completamente lubricada. Era una sensación deliciosa. Retiré mi mano y chupé mi dedo. Sabía rico. Entonces, un auto pasó cerca de la casa y nos separamos rápidamente, ella regresó a la tarima y yo me quedé en el sillón.

La respiración me faltaba. Cuando sentimos que el auto se hubo alejado, quería continuar con lo que estábamos haciendo. Había probado el sabor de su vagina y ella tenía en mi mano el sabor de mi pene. Además lo había sentido en su sexo y en su ano y lo disfrutó.

Al parecer, Camila ya no daba ganas de seguir. Por su mirada, parecía asustada, seguramente por el hecho de haber estado cerca de perder la virginidad con su primo, tal vez por haberle tocado la vagina o por comprobar la dimensión de mi pene y compararlo con la de su lindo coñito. Entonces, en la desesperación de no poder hacer nada más, quise poner algo de música para relajarme y distraerme. La miré y le dije:

-Voy a poner un poco de música. –y me levanté del sillón con dirección hacia mi habitación en el segundo piso.

Apenas iba a media escalera cuando mi prima Camila se acercó alegando que no había escuchado lo que le había dicho.

-¿Qué? –preguntó entrecerrando los ojos y acercándose a mí.

Yo subí un poco más y le repetí que bajaría uno de los discos que había llevado para escuchar un poco. Llegué a mi habitación y dejé la puerta abierta. La escuché acercarse, volver a preguntarme y quedarse bajo el marco.

La miré sentado en la cama y le dije que se acercara. Vino hacia mí y la agarré de la cintura, le toqué todo el culo y la acosté encima de mí. Su coño se restregaba en la punta de mi pene a través de la tela de nuestros shorts. Fue delicioso, hasta que en un arranque de cordura, ella se levantó y me dijo que iba abajo.

Salió de mi cuarto y yo salí tras ella, la detuve a la mitad de la escalera y la puse contra la pared y un escalón más arriba y la besé en la boca, me envolvió con los brazos el cuello y nos besamos desesperadamente, le abrí las piernas y le coloqué mi pene que ahora estaba sumamente duro y a punto de reventar, en el coño y apreté con fuerza. Ella soltó varios gemidos. Hice mayor presión, tanta que la tenía en el aire y seguía empujando con más fuerza. La vi a la cara, tenía los ojos cerrados y miraba al techo, tenía la boca abierta y estiraba el cuello, seguramente se estaba corriendo, la besé una vez más. De no ser por los shorts, mi prima hubiera perdido la virginidad esa tarde de Mayo. Tocaron la puerta y bajamos. Ya había oscurecido y fuimos a ver a los tíos. Ella salió y en su rostro pude ver consternación y aturdimiento por haberse corrido.

Yo salí al rato en la bicicleta. Llegué donde los tíos quienes me dijeron que en un rato irían a la casa. Les pregunté por Camila y me dijo que ya había salido. Regresando la vi de lejos. Ya sabía lo que era un orgasmo y lo que podía hacer una polla. Más tarde cenamos y todos nos fuimos a dormir.

Al día siguiente fui a visitar a una tía que vivía en otro pueblo. Pasé dos días allá, pero pensaba en el culo de Camila y en cómo le había hecho alcanzar un orgasmo. Me masturbé pensando en penetrarla ya sea por la vagina o por el culo. Cuando regresé a la casa de mis tíos, llevaba chocolates que me habían dado. Mi sorpresa fue grande cuando volví por la tarde y la casa estaba vacía, solo encontré a Camila en el mueble, donde reanudamos nuestros juegos, mirando tele.

-¡Ya llegaste! –me dijo con alegría.
-¡Sí! ¿Dónde están los demás? –pregunté preocupado de verdad.
-Por afuera están. –me dijo.
-¿Quieres chocolate? –le pregunté y subí corriendo a mi habitación.

Ella me siguió rápidamente, en un segundo ya estaba detrás de mí. Los deseos me invadieron a pesar del peligro de que nos descubrieran y la agarré de la cintura y la acosté en la cama boca abajo. Le agarré el culo, me saqué la polla que ya la tenía dura y la coloqué entre sus nalgas y empecé a restregarme y a empujar y sacarla de su culo.

-¡No! ¡Pueden venir! –me dijo aunque su voz demostraba que le gustaba. Yo seguía en lo mío, quería correrme, qué importaba que fuera encima de su short.
-Mi mamá está en la esquina. Mejor después. –alcanzó a decirme Camila entre jadeos.

La razón volvió a mí y me levanté. Pude ver cómo se había formado una hendidura en la raja de su culo, a la altura de su ano. Ella se sentó sobre la cama y me dijo sonriente.

-¿Dónde están los chocolates?

Le entregué uno y lo comió sonriendo, bajamos en el acto justo antes de que llegaran todos para preparar la cena. Esa noche me masturbé pensando en el coño y el culo de mi prima y boté harta leche.

Al día siguiente, luego de un día común y similar a los demás, nos volvimos a encontrar a las 4 de la tarde solos en las habitaciones. Entré a mi habitación y encontré a mi prima Camila acostada boca abajo sobre mi cama mirando una revista erótica. Mi polla se puso dura en el acto. Me acerqué a ella y cogí mi polla por encima de mi short y la enfoqué en su culo tendiéndome sobre ella a la vez que le susurraba al oído:

-¿Qué miras? ¿Te gusta lo que ves?
-Sí. –me respondió a la vez que lanzó un pequeño gemido.

Empujé con fuerza. Pude sentir, a pesar de la tela que evitaba que mi polla se abriera paso en su interior, el calor de su carne. Con una mano le acaricié los hombros y con la otra, las nalgas. Ella dejó la revista a un lado e hizo intentos de levantarse pero era demasiado tarde. Mi pene seguía frotándose en su culo y ella empezaba a abandonarse al placer. Entonces me levanté y le ayudé a incorporarse. Nos acostamos en la cama, frente a frente y me dijo unas palabras que nunca olvidaré.

-Te quiero mucho, mi primo.
-Yo también, primita.

Nos abrazamos y le agarré todo el culo. Entonces, me besó. Pude sentir su respiración agitada y su desesperación por cubrirme toda la boca. La volteé acostándola boca arriba y dejé que apreciara el enorme bulto que se me formaba entre las piernas y que estiraba en sobremanera mi short. Le cogí las piernas juntándoselas y se las levanté dejando frente a mí la maravillosa visión de su suavidad marcada en el short de su culo y su vagina. Tomé con una mano mi pene erecto, lo enfoqué en su pequeña hendidura y empujé con fuerza. Esta vez pude sentir sus labios a través de la tela envolver mi glande cubierto por mi short. Vi su rostro desencajarse en un gemido sordo, sus ojos cerrados revelaban un gozo indescriptible y su boca abierta, pequeña, como un agujero tibio esperándome. Me retiré bruscamente, pareció reaccionar, y me bajé el short con vehemencia y un deseo incontenible.

-¿Me la chupas? –le pedí con desesperación.

Ella se quedó de piedra observando mi enorme pene latiendo, endurecido, marcado por dos enormes venas que lo envolvían y la cabeza desnuda y brillante, con una gota de lubricante deslizándose cuesta abajo.

Me agarró de la cintura e instintivamente se acercó lentamente. Pude sentir su respiración tibia conforme se iba aproximando hacia mi polla. Cuando sus labios rozaron mi glande, sentí un placer indescriptible. Pude ver cómo hizo un gesto cuando probó mi lubricación con la punta de la lengua, pero poco a poco, conforme iba pasando lengüetadas que se iban haciendo más prolongadas, noté cómo le iba agarrando el gusto, hasta que por fin, se metió la cabeza de mi pene entera en la boca. Su lengua iba jugando dentro rozando mi glande con un poco de torpeza.

Entonces, fue introduciéndosela más y más, hasta casi ahogarse. Se la sacó de la boca y se quedó mirándola fascinada. Eso fue suficiente para mí.

Sin decirle nada, la empujé sobre la cama y le bajé desesperadamente el short y las bragas hasta la altura de las rodillas. Le volví a juntar las piernas y se las levanté para, ahora sí, observar detenidamente y a mis anchas, la perturbadora redondez de sus nalgas y la ternura de sus dos entradas vírgenes: su coñito y su ano.

No pude más, le levanté las piernas lo más que pude y me tiré de cara sobre esos dos orificios hermosos. Su coño estaba húmedo. Nada más pasar mi lengua sobre él hizo que se estremeciera y empezara a gemir suavemente. Le apreté una nalga con fuerza y metí mi lengua en lo más hondo de su vagina. Ella lanzó un grito que debió escucharse en toda la casa. Eso me enloqueció. Empecé a mover mi lengua como un loco por toda su vagina y sentía como mi prima se contorsionaba de placer entre gemidos y gritos. Mi pene estaba a punto de reventar. Quería metérsela de una vez, hasta el fondo, sin importarme nada, quería correrme dentro de ella, sobre ella, con ella, pero el sonido de la puerta nos cortó el rollo de una.

Rápidamente nos acomodamos las ropas y salimos. Más tarde, durante la cena, nos lanzábamos miradas furtivas que ninguno de nuestros parientes parecía notar.

Esa noche, no pude dormir. Pensé en todos los momentos que había vivido con mi prima y cómo habíamos llegado hasta ese punto.

Recordé la primera vez que nos besamos: nos habíamos dormido juntos en la misma cama. Había fiesta en la casa y mientras los mayores tomaban en el primer piso, los chicos, jugábamos en los cuartos hasta dormirnos en cualquiera de ellos. Me había despertado como a las dos de la mañana. Ella también despertó y nos quedamos mirándonos frente a frente en la oscuridad de la habitación, donde unos tíos roncaban la mona en una cama contigua. Entonces, sin decir nada, le di un beso en la boca. Ella se quedó mirándome en silencio. Sin decir nada, se dio la vuelta y pegó su cuerpo contra el mío, colocando su culo en mi pene. La abracé suavemente y empecé a moverme.  Al cabo de un rato le di la vuelta y le pregunté casi en un susurro:

-¿Cómo se llama esto? –y la volví a besar en la boca.-Besar. –me dijo suavemente.
-¿Y esto? –y la volteé colocando mi pene en su culo y moviéndome despacio.
-Cachar. –volvió a decirme con voz queda.

A la mañana siguiente, nos metimos en un cuarto, alejados de los demás primos y jugábamos a las cartas. A veces acostados sobre la cama: ella boca abajo y yo encima de ella; o sentados frente a frente, ella encima de mí. No nos frotábamos por falta de inexperiencia quizás y porque era para nosotros un simple juego.

Después de aquello, al año siguiente, ella vino a la capital. Recuerdo que estábamos en la casa de una tía, había una fiesta también, y ella se sentó en mis piernas y vimos una película junto a nuestros demás primos. Al día siguiente, nos fuimos a una sala de vídeos a jugar nuestros juegos favoritos. Ella, se metió debajo de la mesa donde ponían los televisores y me agarraba el pene que lo tenía erecto de tantas fricciones. Obviamente, lo veíamos como un juego, pero un juego privado en el que ninguno de nuestros primos podía entrar salvo nosotros mismos.

Al siguiente verano, regresé a la casa de mis abuelos por las vacaciones y volvimos a nuestros juegos. Una mañana nos dejaron solos en casa. Todos habían salido: mi tía a la capital de la provincia; mi abuela, al hospital; mis primos, a casa de unos tíos a dos pueblos de distancia. Abrí mis ojos y me encontré a Camila sentada a mi lado, sobre la cama, mirándome dormir. Me excité de pronto, más aun cuando me dijo que no había nadie más en casa.

-¿Quieres acostarte? –le pregunté abriendo mis colchas e invitándola a acostarse conmigo.

Se tendió a mi lado, dándome la espalda, dejándome que hiciera con su culo lo que me apeteciera. Enfoqué mi pene en él y sin quitarnos los pijamas, comencé a apretar. La sentí gemir. La volteé, acostándola boca arriba y coloqué mi pene entre sus piernas y empecé a menearme. Ella gemía y estiraba el cuello. Estuvimos así un instante hasta que un ruido nos hizo detenernos y quedarnos acostados un instante en silencio, sin hacer nada, hasta que nos levantamos y nos pusimos a hacer las cosas.

Eso había sido todo.

Tras años de juegos cada verano y ahora, acababa de verle y besarle la vagina, tragarme sus fluidos, hacerla gemir fuertemente, y ella, de observar mi pene en todo su esplendor, de probar el sabor de mi sexo, tenerlo en su boca y mostrar un deseo por tenerme dentro. Así como estaban las cosas, sería imposible dormir. Estaba completamente angustiado por lo sucedido. Quería tener a mi prima con total libertad, metérsela con fuerza y hacerla llorar de placer y felicidad. Maldición, pensaba, ahora sí no me detiene nada. Necesitaba un poco de agua.

Bajé al primer piso y un ruido de la sala me asustó. Me acerqué lentamente, pensé que era el gato o quizás el perro, que se había subido a los sillones aprovechándose de que nadie lo vería. Estaba a punto de hacerle un sonido para alejarlo cuando descubrí que no era ninguna de las mascotas quien hacia ruido sino mi prima Camila que se estaba masturbando aprovechando que desde la sala, difícilmente se puede oír algo en los cuartos del segundo piso.

Me quedé de piedra. No sabía qué hacer. Verla acostada boca arriba, con las bragas a la altura de las rodillas dobladas, las piernas abiertas y una mano girando sobre su coño haciendo un sonido parecido a buches con agua y respirando agitadamente. Al instante, mi polla se endureció en sobremanera. Mi prima, en bandeja, yo sumamente excitado. De pronto, se enfocó en mí. Vi sus ojos casi saltar de su rostro y cuando estaba a punto de lanzar un grito susurré su nombre. Rápidamente, se acomodó las bragas pero no le di tiempo de incorporarse.

Me acerqué a ella y la besé en la boca. La besé muchas veces. La besé tanto que mi boca tomó la forma de su boca, su respiración era la mía y nuestras lenguas se convirtieron en gemelas. Sin dejarle espacio para ninguna reacción, le agarré el coño con firmeza y ella hizo lo propio con mi polla. Era una sensación deliciosa sentir su mano delicada sobre mi pene erecto. Se la acerqué a la boca. Me la chupó con desesperación. Era lo excelso. Le metí dos dedos en la vagina y empecé a frotarlos en su interior con furia. Con la otra mano le agarré la cabeza y apreté con fuerza. Pude sentir cómo la cabeza de mi pene chocaba con su garganta. A ella le gustaba. Sin decirle nada, la tomé de la cintura y la puse frente a mí, me cogí el pene con una mano y le pregunté susurrándole:

– ¿quieres que te la meta?

Su respuesta me puso a mil:

– Sí, métemela. Quiero que me metas tu pene.

La volteé y le levanté el culo. Se la metí con fuerza. Pude sentirla abrirse y desgarrarse un poco a pesar de lo lubricada que estaba. La estoqueé varias veces, con furia, con locura. El palmoteo de sus nalgas con mi vientre era brutal. De un momento a otro, se me ocurrió tirarle una palmada en el culo como había visto en las películas y le gustó.

Le tiré otra con un poco más de fuerza mientras la seguía embistiendo. Le gustaba. Entonces, la sentí correrse. Era como un espasmo, una respiración contenida y un suspiro profundo seguido de un ligero desmayo. No pude más y se la metí con todo hasta correrme dentro de su coño. Fue delicioso.

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