Engañe a mi marido con mi suegro
Hola, soy Hanami, luego de tanto tiempo leyendo relatos decidí crear mis propios relatos, espero les guste todo lo que vaya creando. 🙂
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Antes que nada, me presento, me llamo Sofía y tengo estatura mediana, caderas anchas pecho mediano pero lo que más destaca de mi cuerpo en mi culito, desde joven todos los hombres han alagado esa parte de mi cuerpo y es algo que me excita muchísimo.
Tenía 28 años cuando en mi país ocurrió una de las más grandes inflaciones, a mi marido lo echaron del trabajo y no teníamos para pagar el alquiler de nuestro departamento. Decidimos mudarnos a la casa de sus padres. Ahí solo vivía su Raúl, su padre, tenía unos 56 años en ese entonces. Mi suegro siempre fue musculado, porque desde joven le gustaba hacer pesas y le apasionaba el fisicoculturismo, algo que a mi marido nunca le llamo especialmente la atención y por eso era lo que llaman un “gordiflaco”. Me conquisto porque era muy romántico cuando recién empezábamos la relación, pero poco a poco se fue apagando la llama de la relación, menos mal en ese entonces no teníamos hijos.
Llegamos a casa de Raúl con nuestras maletas.
– ¡Cuánto tiempo, hijo prodigo! Imagino que llegas por la crisis que está teniendo el país, no te preocupes, a mí me pagan desde España en dólares así que estoy mejor que antes –dijo Raúl, con un tono burlesco y cálido.
– Venga papá, solo han pasado unos cuantos meses desde que vinimos por navidades.
– Bueno, no importa, tu sabes que siempre eres bienvenido, especialmente con esta preciosura que tienes como esposa –exclamó su padre mientras me veía son una sonrisa picarona y mi marido con un ceño fruncido que denotaba incomodidad.
La casa era grande para un hombre divorciado, era de dos pisos y tenía un patio hermoso.
– Se pueden quedar en las habitaciones de abajo, lamentablemente los cuartos solo cuentan con una cama de una plaza, así que tendrán que elegir si dormir en el mismo cuarto pero uno duerme en el piso o dormir en cuartos separados y estar más cómodos –dijo mi suegro, que en ese entonces parecía que contaba con buenas intenciones.
– Qué dices Sofi, yo no quiero dormir en el piso y supongo que dormir separados no esta tan mal –mencionó mi esposo, con ánimos de no dormir en el mismo cuarto.
En este punto me parecía bien cualquier cosa, pero entiendo que no quiera dormir en la misma habitación que yo, uno de sus amigos le había comentado que le había hecho infiel en una noche de fiesta que salí sin él. Para mi fortuna, su amigo no tenía ninguna prueba pero lo cierto es que esa noche bebí demasiado y sé que no debí pero cuando vi a ese moreno en la barra, no pude evitar acercarme e intentar algo con él, lo cual conseguí y no me arrepiento de nada porque no es mi culpa que mi esposo no quiera tocarme cuando viene del trabajo…
Dejando las moralidades de lado, pasaron las semanas y parecía que la inflación no disminuía. No me preocupaba demasiado porque Raúl nos había ayudado a encontrar trabajo por internet, aunque no pagaban demasiado, con la inflación el dólar parecía oro y podíamos vivir cómodamente.
Lo que no me dejaba tranquila era ver todas las mañanas ver a mi suegro bajar desde el segundo piso hacia el patio de la casa para hacer ejercicio. A mí me parecía súper excitante verlo hacer ejercicio mientras las gotas de sudor bajaban sobre su abdomen bien marcado. Yo lo veía desde la cocina, que es donde trabajaba porque me sentía más cómoda ahí, ya que en ese caluroso cuarto no había mucho espacio y no me gustaba estar encerrada en 4 paredes.
Verlo acercarse a la cocina para beberse una jarra de agua me ponía, yo solo le sonreía pícaramente mientras me hacia la que trabajaba. Como hacía bastante calor me puse un short pegado y un top que hacía que se marcaran mis pezones cuando sudaba, cualquiera podría decir parecía que le estaba coqueteando a mi suegro, pero realmente me ponía eso porque en las mañanas el sol ardía.
– Veo que no te gusta trabajar –me dijo mientras se servía agua. Solo me miras haciendo ejercicio en las mañanas cuñadita –exclamó con una risa.
– Ay nooo, como cree suegrito, si yo solo tengo ojos para su esposo –termine por decir un poco nerviosa y shockeada porque todo el tiempo se había dado cuenta que lo estaba vigilando.
Estaba en la mesa de la cocina y se acerca con una silla para sentarse a mi lado.
– Mi hijo me contó que le pusiste los cuernos, ¿es verdad? –dijo.
– No puedo creer que se lo haya contado… es mentira lo que le dijeron a mi marido, ese soplón solo quería vengarse porque nunca le di bola –comente excusándome..
– Ya veo, entonces eres una señora de su casa – dijo mi suegro, acercándose a mí -. Pero para serte sincero, a mí no me engañas bombón, solo hace falta bajar la vista para ver qué vas todo el día vestida como una puta regalona, aparte de eso, me observas mientras hago ejercicio porque te calienta ver a un verdadero hombre.
En ese momento casi termino de desmayarme. ¿Por qué mi suegro me hablaba así? Si bien no parecía la más decente, el calor lo justificaba. Además, solo veía como hacia ejercicio, realmente no me había insinuado para nada. Aunque no cabe duda que me hubiera encantado que me empotrara en ese momento, tenía que ser un poco recatada
– Di-Disculpe señor Raul pero creo que se está equivocando conmigo –pude decir con una voz que transmitía sumisión.
Estábamos a unos 10cm de darnos un beso, sin embargo, en ese momento entra mi esposo y se nos queda mirando un poco raro.
– ¿Pasa algo? –Pregunta él.
– No nada, solo estaba soplándole el ojo a mi cuñada, es que se le había metido una basurilla –dijo astutamente mi suegro.
– S-Sí, era solo eso –respondí con una sonrisa medio nerviosa.
– Bueno, solo vine a ver si hay algo de comer en la refri, no se alteren.
Y fue así como mi esposo me salvó, o mejor dicho se salvó de ser cornudo por segunda vez, pero eso pensé hasta que llego la noche.
Eran las dos a.m., la oscuridad se apoderaba del ambiente hasta prendí la luz y me dirigí hacia el baño del primer piso; lo malo de las puertas del baño, es que se escuchaba un tanto espeluznante al abrirlas, supongo que era porque le faltaba aceite a las bisagras. Esto me preocupada porque no quería despertar a nadie, especialmente a mi suegro.
Me senté para orinar y como hacía calor, me quité la blusa. En esos momentos de aburrimientos son donde tu mente divaga, y me puse a pensar en el moreno con el cuál le había sido infiel a mi marido, tenía un aire a Michael Jordan, pero menos musculado. Igualmente me puse un poco caliente al recordar y me empecé a tocar, y recordar cómo había sido tan zorra para estar con él en la cama tan solo a 2 horas de conocerlo. Fue una noche cuando había tenido un roce con mi marido, habíamos peleado y solo quería olvidarme de eso. Tome un taxi y fui a un bar a emborracharme, una vez medio tomada me di cuenta que había un chico mirándome, fui un poco lanzada al acercarme a él y proponerle directamente irnos a un lugar más privado sin siquiera saber su nombre, pero el alcohol me ponía más caliente de lo normal. Llegamos a un motel medio barato pero no me importaba, solo llegamos a la habitación y le baje los pantalones como si estuviera poseída. Tenía un miembro como de unos 17 cm, recto y especialmente grueso, lo que me fascino. Me puso primeramente en cuatro, me dio un sexo oral rápido y luego empezó a bombear con su paquetón, me daba nalgadas mientras me decía al odio.
– Eres una madurita muy sexy y una zorra infiel, o crees que no me di cuenta de tu anillo–cuando él me dijo eso, me di cuenta que mi anillo de bodas seguía en mi dedo, pero lejos de avergonzarme excitó de sobre manera.
– Ohh síí, ¡solo sígueme dando así de fuerte por favor! –grite alocadamente mientras alcanzaba el climax, solo quería más de ese trozo de carne.
– Cambiemos de posición, zorrita.
Esta vez me puso en la forma de misionero, él encima de mí. Empezó clavándomela suave pero constante, yo me moría de placer y solo agarraba las sabanas por el placer que me generaba.
Mientras tanto, masajeaba mis pechos suavemente y pellizcaba mis pezones; siempre me había gustado que tocaran mis pechos, es una de las zonas que más me calientan y me ponen, lamentablemente mi marido ni las toca.
Siguió penetrándome, esta vez más fuerte. Bajo una mano y empezó a masturbarme con rapidez, estábamos a punto de llegar al orgasmo y me besa
– Ahhhgggh… mmmmhh –pude decir mientras nos besábamos apasionadamente.
Mientras recordaba todas esas escenas tan excitantes, no me había dado cuenta de dos cosas, de que me estaba pajeando y por consecuencia gimiendo, y que mi suegro había abierto la puerta y estaba viendo observando hace un rato.
– Tranquila –me dijo Raul. Solo vine a lavarme las manos.
Yo solo me quede asombrada por lo que me vio haciendo y lo raro que se me hizo que quiera lavarse las manos a las dos de la mañana. Entendí lo que quería cuando se terminó de lavar las manos y voltea teniendo su miembro totalmente erecto diciendo
– Ahora no te vas a escapar putita, abre bien la boca.
Continuará…
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Espero les haya gustado mi primer relato, si quieres apoyar mi iniciativa te agradecería enormemente que me apoyes en mi página de patreon. (estaré subiendo contenido exclusivo y también hare relatos personalizados)