Entre amigos con una cámara
¡Buenas! Hoy me he levantado con ganas de escribir esta historia que tengo en la mente desde hace un par de semanas. Espero que os guste y, si veo que os ha molado, intentaré convertirla en una serie. Tengo ideas para al menos un par de capítulos más. ¡Espero que os guste!
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¿Que cómo fue mi primera vez? Si tuviera que definirla en una sola palabra, diría que distinta. En aquel entonces, ni siquiera pensaba demasiado en el sexo. Tampoco lo recuerdo a la perfección, ya que pasaron demasiadas cosas a la vez, pero sí que sé que fue hace exactamente una década. Y ahora, con 23 años, cuando pienso en ello, lo recuerdo como algo divertido, bastante, de hecho.
Yo siempre he sido un chico de los que pasa desapercibido. Pelito corto, negro como la noche, medio ondulado. Ojos marrones, así como del color de una nuez. Cara fina, aunque en aquella época todavía tenía unos mofletes gorditos, y con varias pecas repartidas por ellos. De cuerpo, nada del otro mundo. Delgado, abdominales sin marcar y, en general, un torso poco interesante. En ese sentido, era completamente distinto a mi amigo y compañero de clase Jesús.
Jesús tiene mi edad, solo que es un par de meses mayor. Eso hacía que fuera quien mandaba en el grupillo que teníamos. Como decía, Jesús sí que estaba fuerte a pesar de estar entrando en la adolescencia. Lo recuerdo corpulento, aunque bonachón. Hacía waterpolo desde muy pequeño, por lo que sus abdominales estaban completamente marcados, así como sus bíceps y tríceps, y tenía además unas piernas muy bien formadas para nuestra edad. Era varios centímetros más alto que yo, unos cinco o seis, llegando al metro sesenta y cinco. De cara, sin llegar a ser una belleza divina, tenía unas facciones que lo hacían peculiar. De ojos verdes y pelo muy claro, era una de las comidillas de la clase. Y sus labios, además, eran gorditos y suaves, y nunca estaban cortados. Lo cierto es que no sé ni cómo lo hacía.
Por otra parte, estaba Gabriel. Era el pequeño de los tres ya que, aunque también iba a nuestra clase, yo le sacaba tres meses. Era muy tímido y callado al principio, pero una vez cogías confianza con él, no paraba de hablar. Era, realmente, el que le daba vida al grupo. Además, tampoco estaba nada mal. Si bien su cuerpo se parecía más al mío que al de Jesús (aunque estaba algo más fuertecillo que yo y era de mi altura), de cara superaba a ambos sin duda. Rubio, con el pelo corto en tupé, y con unos ojos azules que brillaban como el agua cristalina. Pero lo que a mí más me gustaba de él era su sonrisa. Esos labios carnosos que se arqueaban, acompañados de un breve sonido de risita.
Aquella era una tarde de primavera. Habíamos quedado en mi casa los tres para pasar el rato, como de costumbre. Unas partidas a la Play, un ping-pong, unos tiros con la pelota… Y, también como de costumbre, mis padres no estaban. Ni siquiera mi hermano, tres años mayor, estaba por casa, ya que él también había quedado con sus amigos, solo que habían decidido ir al cine. Por tanto, teníamos la casa sola para nosotros, algo que no ocurría tan a menudo.
Después de hacer lo de siempre, Jesús propuso una idea.
-¿Sabéis lo que es Omegle?
Gabriel y yo nos miramos, confusos.
-Qué va. ¿Es una página porno o algo así? -inquirió Gabri, que cada vez estaba más pesado con el tema.
-Qué dices, jajaja. Aunque creo que hay gente que lo usa para hacerse pajas… -añadió, dudoso-. No, Omegle es una página para hablar con extraños a través de la webcam. Ya sabéis, te conecta con otra persona que vive en otro lado y hablas con ella.
-Y lo dices porque… -intervine yo, no muy convencido.
-Por si queríais probar a ver qué pasa. Un primo mío me ha dicho que un día estuvo hablando con una chica que hacía todo lo que él le decía.
-¿Cómo? -preguntó Gabri, emocionado-. Ostia, pues vamos a probarlo, jajaja.
Al estar en mi casa, tocó hacerlo con mi ordenador y en mi habitación. Aunque no me habían convencido del todo, acabé accediendo para no aguar la fiesta. La primera persona con la que nos conectó era un chaval joven, de unos 20 años, con el que charlamos un rato. Después de él llegó otro hombre, más mayor, que nos hizo preguntas que, a día de hoy, sé que tenían segundas intenciones. Pasamos varias personas más hasta dar con dos chicas dos o tres años más mayores que nosotros. Y ahí comenzó todo.
La conversación empezó como cualquier otra. De dónde sois. Qué edad tenéis. Qué hobbies tenéis. Supimos así que ellas eran de Argentina, practicaban voleibol y, efectivamente, tenían tres años más que nosotros. Todo iba normal hasta que una de ellas, la rubita, nos propuso algo.
-¿Se atreverían a quitarse la camiseta?
Mis amigos y yo nos miramos. Sin decir nada, Gabri fue el primero que se la quitó. Yo lo seguí y Jesús accedió, con una risita nerviosa.
-Ahora vosotras -pidió Jesús, como revancha.
Las chicas dudaron.
-No es justo -dijo la otra, la morena-. Vos no tenés pecho. Nosotras sí. Si querés que nos la quitemos, tenés que hacer algo más -anunció, y hubo una pausa-. ¿Qué les parece si se acarician los pectorales unos a otros?
-Ni de coña -dijo Jesús por lo bajito.
-Venga, tío, que se la quitan… -intentó convencerle Gabriel, que ya estaba más tieso que un chorizo, aunque eso solo él lo sabía.
Jesús resopló y acabó accediendo. Nos tocamos los pectorales unos segundos y, después, les dijimos que ya, que les tocaba. Para mi sorpresa, no nos engañaron y, efectivamente, se quitaron la camiseta. Las dos. Claro que, debajo de ella, tenían el sujetador.
-El sujetador también… -dije yo, algo tímido.
-Ah, no. No, no, no. Si queréis verlas, tendréis que hacer algo más.
-Ya estamos -volvió a quejarse Jesús. Miró a Gabri, que tenía los ojos de corderito-. El qué hay que hacer ahora, a ver. No nos timéis, ¿eh?
-Qué va, boludo. Si vos hacés caso, nosotras hacemos cosas también -contestó la rubia-. Qué os parece, hmm… Un beso. Un piquito, nada más.
-Pff… -se negó Jesús-. Yo paso -dijo, y se salió de la habitación.
-¿Ángel? -me preguntó Gabriel-. Va, que un pico no es nada.
Miré a mi amigo, al que vi con ganas de hacer aquello. Nunca me había planteado el tema sexo. De hecho, apenas me hacía pajas en aquel entonces. Pero cuando vi a Gabri, algo me empujó a acceder.
-Vale -fue lo único que dije.
Gabriel cerró los ojos y sacó los morros. Vi sus labios carnosos y, sin dejar de mirarlos, junté los míos con los suyos. 1 segundo. Eso duró mi primer beso.
Escuché cómo las chicas festejaban y reían.
-Os toca -habló mi amigo.
Ellas se rieron y se empezaron a quitar el sujetador. Así vi las primeras tetas de mi vida. Sorprendentemente para mí, aquello no me excitó más que el pico que me acababa de dar con Gabriel. Cuando escuchó el asombro de Gabri, Jesús se asomó.
-No, ahora te aguantas -le corté-. No has querido pico, te quedas sin ver esto.
Me gustaba ser justo, aunque en esa ocasión realmente tenía la intención de que Jesús accediera a darse un beso con alguno de nosotros. Se negó y se apartó de nuevo.
-Vale, demos un paso más -propuso la morena-. Si ustedes nos muestran su pija, nosotras mostraremos nuestra concha.
No conocía bien el lenguaje argentino, pero sabía lo que nos estaban pidiendo: si les enseñábamos nuestras pollas, ellas nos enseñarían su coño. Jesús, que escuchaba desde un lado de la habitación, alzó la cabeza y negó.
-Se os está yendo de las manos.
-¿No querés ver dos lindas conchas? -lo incitó la rubia-. Vamos, no te hagas el boludo, sabés que tenés ganas…
Jesús volvió a negar, pero se acercó a la pantalla.
-Si lo hacemos -comenzó, e hizo una pausa-, vosotras tenéis que daros un beso, además de enseñar vuestro chocho.
Ellas se miraron y, antes siquiera de que nos sacáramos los rabos, se dieron el beso. Uno largo, con lengua. Miré a Jesús y lo vi con la boca abierta.
-Joder…
Acto seguido, se bajó los pantalones. Dudó un momento y, sin previo aviso, se bajo también los calzoncillos. Por primera vez, veía una polla que no era la mía. A escasos centímetros de mi cara, apuntando a la pantalla. Mis ojos se dirigieron a ella de inmediato. Unos 15cm de polla, bastante gorda y con el glande escondido bajo el prepucio. Curvada hacia arriba y, en la base, un par de huevos bien compactos, gordos y con algún pelo que comenzaba a aparecer.
Ahora, quien tenía la boca abierta era yo. Y Gabriel, que también había contemplado el rabo de nuestro amigo, se sumó a él. Dejó su cintura a la altura necesaria para que se viera en la pantalla y se quitó de golpe pantalones y calzoncillos. Su polla saltó disparada hacia arriba. Era más pequeña que la de Jesús, aunque llegaba a los 13cm sin problemas. Más fina, pero con unos huevos suaves y sin ni un solo pelo. También la tenía algo curvada, aunque hacia abajo en su caso. Se arrastró la piel del pellejo para dejar salir su glande, que tenía algo más de grosor que el tronco.
Ambos me miraron y, sin pensar, los seguí. Sin embargo, mi polla no estaba del todo dura, sino más bien morcillona. Por tanto, era de momento más pequeña que la de mis amigos. En cambio, a los pocos segundos de sacarla, creció hasta alcanzar su estado habitual en erección. 14cm, más fina que la de Jesús, pero más gorda que la de Gabri. Mis huevos colgaban y no tenía pelo alguno. Estaba completamente recta y apuntaba hacia el frente.
-Lo han hecho -se sorprendió la morena.
-Venga, es vuestro turno -las presionó Jesús.
-Cumplimos nuestra palabra -respondió la rubia mientras se desnudaba.
Cuando ambas lo hicieron, Jesús se quedó anonadado. Gabriel y yo, en cambio, parecíamos prestarles más atención a nuestras pollas, pues la rubia propuso algo más.
-Parece que queréis dar un paso más… Tú, el rubio -Gabri miró a cámara-. Sí, sí, tú. Chupale le pija a uno de ellos.
-Si lo hace, vosotras hacéis lo mismo -replicó Jesús, que parecía ser el único interesado en las chicas. Ellas aceptaron y Jesús continuó-. Vale. Pues venga, chúpasela a alguno… -dijo, algo más tímido.
-No sé… -contestó Gabri-. ¿Puedo a los dos? Es que si no uno se queda sin… ya sabes…
Jesús y yo nos miramos.
-E-Empieza por él… -sugerí yo. Por una parte, tenía curiosidad por saber qué se sentiría. Pero por otro, pensaba que hacerlo supondría algo irremediable.
Gabri asintió con un vale. Honestamente, creo que ni siquiera pensó en las consecuencias que aquello podría tener. Se le veía bastante dispuesto a hacerlo, de hecho. Sujetó el rabo de Jesús con sus dedos índice y pulgar y acercó su boca a este. Abrió la boca y comenzó a chuparle la polla. Bueno, al menos lo intentó, pero lo cierto es que aquello no se podía considerar una mamada. En cambio, Jesús pareció disfrutarlo.
-Ah… -gimió, casi en un susurro.
Al otro lado de la pantalla, las argentinas disfrutaban. Hablaban entre ellas, llenas de asombro. Yo, por mi parte, estaba cada vez más nervioso. Sabía que después del rabo de Jesús, Gabri iría a por el mío. Y eso era algo que nunca había hecho. Mi primera mamada. Bueno, un intento de ella.
Tras varios segundos con parte de la polla de Jesús en la boca, Gabri paró.
-Primero vosotras -dijo entonces-. Cuando lo hagáis, seguiré con él -añadió, señalándome.
Las argentinas, casi sin dudar, se pusieron a ello. Realmente, parecía que lo habían hecho más veces. Se las veía con soltura y sin apenas vergüenza. Cuando lo hicieron, los tres flipamos.
-Hecho -comentó la morena-. Venga, seguí.
Gabri aceptó y se acercó a mí. Cogió mi rabo, esta vez rodeándolo con toda la mano, y se lo llevó a la boca. Al contrario que con el de Jesús, el mío sí que le entró entero. Creo que el grosor tuvo bastante que ver, ya que con el mío apenas tuvo dificultades a la hora de metérselo en la boca.
Aquella primera mamada fue gloria bendita. Supuso un antes y un después en mi forma de entender el sexo. Lo que antes me parecía aburrido se tornó entonces en un acto morboso, divertido y placentero con el que dar y recibir altas dosis de deleite. Y lo que cambió nuestra amistad durante los años siguientes.
Los labios de mi amigo rodeaban el tronco de mi polla, que entraba y salía lenta pero incansablemente. Gabri parecía disfrutarlo, ya que se había llevado su mano libre hasta su polla. Cuando terminó, algo menos de medio minuto después, las chicas lo aplaudieron. Pude ver una sonrisa de satisfacción en su cara, esa sonrisa que tanto me gustaba.
-Parece que la chupás relindo… -comentó la rubia-. Tus amigos se han quedado embobados mientras lo hacías.
-Bueno, y ahora, ¿qué? -preguntó entonces Jesús.
-¿Ahora? Ahora tenés que devolverle el favor, ¿no? Tú y el otro, claro.
Para mi sorpresa, Jesús no puso objeciones, pero sí una condición.
-Vale, pero entonces vosotras os masturbáis la una a la otra, ¿vale?
Ellas se encogieron de hombros y aceptaron. Jesús se agachó frente a Gabri, que seguía luciendo aquella sonrisa tan alegre. El mayor ni siquiera tocó aquel rabo con sus manos. Se limitó a cerrar los ojos, abrir la boca y chupar unos segundos el pene de nuestro amigo, que disfrutaba el momento.
Cuando me llegó el turno, sentía una mezcla entre emoción, curiosidad y miedo. Siempre había sido de los que hacen lo que se debe hacer. No salirse de la norma. No hacer nada que esté mal visto. Pero en aquel momento mis ganas pudieron más que mis principios. Me senté junto a Gabri, le cogí la polla con una mano, me llevé la otra a mi rabo y, mirando bien aquel cipote, me lo metí en la boca.
Tenía un sabor extraño, pero curiosamente no me dio ningún asco sentir la saliva que Jesús había dejado en el mástil. Recuerdo que empleé mi lengua de una manera torpe, pero a Gabri le gustó, ya que gimió un poco. No sé cuánto tiempo estuve, pero creo que más que mis amigos. Y lo cierto era que no me importó. Me había gustado hacerlo, aunque me gustó más cuando lo hizo Gabri conmigo.
-Ya está -dijo Jesús cuando terminé.
Y, sin siquiera tener que decirles nada, las chicas empezaron a masturbarse la una a la otra. Jesús empezó a imitarlas. Cogió su polla y comenzó a sacudirla, adelante y atrás.
-¿Qué haces? -pregunté, más asombrado que confuso.
-Pues una paja, tío. Estas están to cachondas…
Gabri lo siguió y yo me uní a ellos al momento. Y ahí estábamos los tres, pajeándonos. Para mi sorpresa, pronto sentí la mano de Gabri intentando sustituir a la mía. Le dejé hacer, permitiendo que fuera él quien me pajeara. Sin embargo, me sentía en deuda con él, por lo que hice lo mismo y empecé a masturbarle. Miré a Jesús y, casi sin pensarlo, acerqué mi mano libre a su polla. La cogí y, al igual que estaba haciendo con la de Gabriel, comencé a pajearla. Jesús me miró, anonadado, pero tras un primer intento de apartar mi mano, finalmente dejó que lo hiciera. Y, tras unos segundos, tímidamente acercó su mano a mi entrepierna y acarició mis huevos.
Las chicas habían acelerado el ritmo. Pero no se quedaron ahí, sino que fueron algo más allá. Se colocaron al revés y empezaron a hacer un 69, chupándose el coño la una a la otra de manera algo torpe, pero sin ningún reparo. Estaba claro que no era la primera vez que lo hacían.
Aquello despertó en mí un nuevo interés y, antes de darme cuenta, ya me había agachado para chuparle la polla a Jesús, que recibió el gesto con confusión y placer.
-¡Ahh…! Tío, no sé…
-Va, tronco, no seas aguafiestas -le picó Gabri mientras se acercaba a mi rabo para metérselo en la boca otra vez.
Jesús cerró los ojos y posó su mano derecha sobre mi cabeza. Aquella polla era gorda, mucho más que la de Gabriel, y me costó hacerme a ella. Pero tras un minuto, más o menos lo conseguí. Poco a poco, mi amigo empezó a hacer más y más presión, hasta que sentí cómo su rabo ocupaba toda mi boca, alcanzando mi garganta. Tosí un par de veces y me la saqué como pude.
-Uff, tío, estoy muy cachondo, jajaja -se rio Jesús, nervioso.
Estuvimos en aquella postura varios minutos. Las chicas empezaron a gemir más fuerte. Jesús también. Yo sentía la lengua de Gabri recorrer mi tronco, así como las venas del rabo de Jesús en mi boca. Empecé a gemir con el cipote de mi amigo en la boca. Casi al momento, la polla de mi amigo empezó a palpitar más.
-Tú, tú, tú. Que me voy a correr, para. Para, tío, párate.
Me aferré inconscientemente a aquel rabo hasta que Jesús me apartó con fuerza. Vi cómo salían un par de chorros de semen disparados hasta su abdomen. Aquello fue lo que me hizo correrme a mí también. Solo que a mí se me olvidó avisar y lo hice en la boca de Gabri. Tres chorros, menos potentes que los de Jesus y con un líquido menos espeso, salieron de mi polla. El primero cayó inevitablemente en la boca de mi amigo, que se apartó al momento. Los otros dos, sobre mi abdomen. Gabrí no dijo nada, sino que siguió pajeándose hasta terminar unos segundos después.
-¡Oohhh…! -gimió, soltando dos chorros muy débiles-. ¡Tío! -se quejó entonces-. La próxima vez, avisa, capullo.
-P-Perdón… -fue lo único que pude decir.
Cuando volvimos a mirar la pantalla, las chicas ya no estaban. En su lugar, había un chaval de nuestra edad mirando con la boca abierta.
-¡Joder! ¡Qué asco!
Cerré el ordenador y estuvimos un rato en silencio.
-Bueno -habló entonces Jesús-. Será mejor que no digamos nada de esto, ¿no?
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Y ahí la tenéis. ¿Qué os ha parecido? Creo que es algo original y yo me lo he pasado muy bien escribiéndola. Sé que no tiene tanto sexo como tal, pero quería introducir bien el tema y no acelerar demasiado los hechos. Pero habrá más sexo si finalmente la continúo, así que espero vuestros comentarios, sugerencias y valoraciones, como siempre. ¡Un saludo!