Todos los hombres no son malos

Mirad, los hechos me ocurrieron hace unos años, fue un día entre semana, día que por mi trabajo puedo escabullirme con bastante facilidad, escapándome ese preciso día y momento en irme a un centro comercial Outlet. Centro que no es otro que ‘Sevilla Fashion Outlet’, situado este a las afueras de Sevilla, ya que está en San José de la Rinconada, comercio al cual me acerque con la idea de comprarme algo de calzado y a ser posible de ropa. Pues fue llegar, aparcar mi coche y entrar en este comercio, tomando la decisión que iba a rodearlo, ya que su distribución de tiendas más parece un donut.

Por lo que, nada más comencé de izquierda a derecha, comenzando a entrar en una tienda a ojear, escogiendo prendas mentalmente con la idea de acabar antes de ver todas antes de decidirme. Entrando en varias tiendas a modo de ver y apartar el género antes de comprar, fijándome como en varias tiendas masculinas he coincidió con la misma pareja. Pareja que te fijas no por la manera de vestir o como son, sino porque no hubo tienda en que estos no estuvieran discutiendo. Y llenado a pensar en mediar entre ellos, aunque sé de sobra que me mandarían a la mierda, pero aun así me acerque a ellos a modo de saber los motivos de dicha discusión. Pero fue acercarme, cuando escuche como le decía el hombre a la mujer, cuando ella le enseñaba algunas prendas, pidiendo su opinión, decirle…

“Tú has perdido la cabeza o que, dime… ¿Cómo te vas a poner eso?, no vez que ni te va a caber”.
Dice y vuelve a recalcar…

“Antes de preguntarme, piensa con esa cabecita hueca que tienes, no vez que antes te tienes que poner antes a régimen”.
Momento en que ella le recrimina un poco sus palabras, haciéndole ver que son muy duras, soltándole…

“No estoy tan gorda”.
Cosa que él ríe, respondiéndole…

“¿Desde cuándo no te miras al espejo?, anda coge algo más holgado y te lo pruebas, y ni se te ocurra preguntarme como te queda”.
Le dice, y antes de darse media vuelta, acaba por soltar…

“Bueno, tú quédate aquí probándote las tallas XXL, mientras yo voy a tomarme algo fuera, vale”.
Antes de continuar os la voy a describir, vale. Mirad, no quisiera aventurarme en su edad, pero aparentaba estar entre los treinta y pocos y los treinta y muchos, cuyas medidas estarían en el metro sesenta y cinco centímetros, peso mejor no mentarlo mejor, pues digamos que está gordita, pero tampoco la veo para ese desprecio. Sigo morena, ojos preciosos, unos pechos exuberantes, no mintiendo al decir que tendría la talla ciento cuarenta, y eso sí… un buen culo. Dicho esto, continuo…

Dicha riña hizo que me llamara mi atención, observando a escasos metros como está mujer escogía algunas prendas que, por su cara no debía de ser de su agrado. Dando por hecho que las cogía por los comentarios que le ha soltado su pareja, me da apuro acercarme y decirle algo que le anime, pero vuelvo a recapacitar que no soy nadie. Pero no dejando de vacilar, cuando en un arrebato de impotencia, me da por acercarme a ella, viéndole por su rostro que ha tenido que llorar, obviamente está visiblemente dolida por lo que le han soltado claro está. De entrada, me disculpe por mi atrevimiento, y ante su cara de sorpresa, explique mis disculpas de entrada, haciéndole saber que he escuchado toda la discusión sin pretenderlo.

Aun así, me hace saber que se siente algo molesta al saber que he escuchado sus riñas, pero mirando a nuestro alrededor, advierte que por el tono de voz elevado tampoco era tan raro. Finalizando por disculparse y agradeciendo el gesto, prosiguiendo también por agradecer la preocupación por mi parte, callando sin saber que más decir. Creo recordar que continúe por mi parte, haciéndole saber que, para mi gusto esas prendas anteriormente escogidas, no le deberían de sentar nada mal, finalizando con…

“Estoy seguro de que esas prendas le deben de sentar de muerte, no habiendo hombre que no echar la vista hacia atrás”.
Palabras que deben de haberle alegrado al menos un rato, pues tímidamente sonríe, pero sonrisa que le dura unos minutos, pues luego me hace saber que esas prendas no le van, pues su marido tiene razón, no son prendas para una mujer de su ‘anchura’. Vuelvo a reiterarme en mis palabras, comenzando a darle mi punto de vista, punto que debió alagarla, acabando esta por preguntarme…

“¿Qué vienes solo?, ¿Y tu mujer?, porque viendo el anillo veo que eres casado, o acaso me equivoco”.
Preguntas que le respondo a cada una de ellas, pero al mismo tiempo le hago saber que el matrimonio que llevamos es algo peculiar, pues es mi propia esposa la que puso las condiciones. Condiciones como el podernos ir a donde queramos sin dar justificar, condiciones como la de eludir las discusiones, pudiendo tener tantos amigos o amigas como deseáramos. Normas o reglas que me ha hecho marcharme hasta de mi propio dormitorio de matrimonio, no porque no esté de acuerdo con ella, sino porque hemos dejado de confiar el uno en el otro. Ella escucha anonadada, acabando por decirme…

“En serio… y os funciona, pues eso no creo que funcione con mi ‘cari’”.
Y nada más ver mi expresión, coge está y acaba por decirme…

“Pues sabes una cosa, mi ‘churri’ es un pesado de mierda, no deja de decirme todos los días que me vaya a correr y que haga más ejercicios, no me deja picar nada”.
Sonríe nuevamente y da la sensación que le brilla ahora su rostro con mayor fuerza, finalizando por dar un suspiro y más tranquila, me explica que ella no ha dejado de explicarle lo difícil que es hacerlo y no tanto decirlo. Me cuenta cogiéndome de la mano, como si fuéramos amigos de toda la vida que para ella es un mundo, pues llego a ponerse dos semanas de dieta estricta y no perdió ni un kilo, y menos se notó en su metabolismo. Acabando por decirle con una risa burlona, palabras que más suena a confidencia, cosa que te asombra pues no somos amigos sino más bien unos extraños. Cuando coge y me dice…

“Y estoy harta de que me diga que me ponga a hacer ejercicios, cuando los ejercicios que me interesa hacer son en la cama, y estos ni me ayuda”.
Volviendo a sonreír, y de forma pícara me suelta…

“Uuuffff!!, como echo de menos un buen polvo, no rechazaría un rápidito como tanto me decía… uuummm!!”.
Me mira y dándose cuenta con quien está, coge y mirándome muy seriamente, suelta… “No sé por qué coño te cuento esto, quizás porque has sido la única persona que se está interesando por mí, la única persona que me pregunta cómo estoy, y me está escuchando, bueno… no sé”. Viendo que quizás se derrumbe, me da por preguntarle por ese tema, intentando explotar en referencia al sexo. Preguntándole…

“¿Y desde cuándo no lo hacéis?”.
Respondiéndome ella…

“Pues si te digo la verdad, te diría que al menos hará dos meses, quizás me quede hasta corta”.
Mostrándome él sorprendió, pregunto…

“Joder… tanto tiempo, ¿Y cómo aguantas?”.
Excusándome yo con picardía en entrometerme en estos temas, cosa que ella nuevamente quita hierro y me da permiso para continuar. Aprovechando para soltarle…

“¿Pero al menos jugarás tu sola?… no”.
Ella mirándome avergonzada, pero al mismo tiempo sorprendida al verse contestarme, viéndose animada por la conversación, no dejando de sonreír, mira y me dice…

“Claro… una no es de piedra, joder… tengo mis necesidades, tengo que aviarme con lo que tengo a mano, ya me gustaría uno de esos juguetes que tanto hablan mis amigas, pero no me lo puedo comprar”.
Escucho y pregunto por su marido, contestándome…

“Él no tengo ni idea como lo hace, no me extrañaría que tuviera por ahí una niñata de cuerpo delgado, pero más de una vez me lo he encontrado viendo porno”.
Mostrándose molesta, acaba por decir aireadamente…

“El muy cabrón, no folla porque no quiere… sea vuelto muy exigente”.
Dice suspira y vuelve a decir…

«Recuerdo que lo hacíamos al menos tres veces al día, buscando cualquier sitio para hacerlo».
«Incluso aún me acuerdo el día que fui a buscarte a su trabajo, no salimos al final del edificio y acabamos haciéndolo en los aseos. uuuffff!!… que morbo».
Y tras haberme mencionado algunas cosas de su pasado. Coge, me mira y me devuelve las preguntas, diciéndome…

“Y tú que… ¿Te dejan follar o no?, o simplemente cuando la cabrona de tu mujer quiere, porque bien se dice que las tías follamos cuando queremos, cosa que en mi caso no es así”.
Comienzo a contarle algo por encima, no deseando sincerarme del todo con esta mujer, no deseando ser hipócrita, pero por otro lado deseaba que confiara más en mí. Aunque por otro lado debo de tener cuidado, pues por experiencias pasada, no es bueno divulgar mi vida y mis experiencias, pero algo de mí, me hace pensar que puedo confiar en ella. Comenzando a contarle algunas pinceladas de mi vida personal, haciéndole ver que he tenido de todo, confesándole que el sexo con mi mujer es escaso, e incluso a cuenta gotas, donde se ha visto minado ‘gracias’ a sus amistades, convirtiéndose con los años en una ‘estrecha’. Y a raíz de este último comentario, está mujer se muestra más intrigada, soltándome…

“Pues parece que no somos tan distintos, mas parece que en eso estamos iguales, pero con la diferencia del conyugue”.
Animándome a contarle más respecto al sexo con mi mujer, confesándole que soy de esos que en el sexo introduce variantes, no poniendo el dormitorio o una cama como eje, sino un instrumento más a utilizar. Haciéndole saber que incluso y seguro que, como tantos follábamos como conejos, llegándolo a hacerlo tanto en cines, parques o incluso en su mismo bloque, donde no había lugar que no habíamos probado, ya sea escaleras, azotea, cuarto de ascensores, etc. Viendo la cara de esta mujer, me animé a seguir contando, pues por el brillo de sus ojos y como se humedecía sus labios con la lengua, pude imaginar que mis palabras debían de estar excitándola. Continuando por decirle…

“No me avergüenzo si te digo que le regale juguete sexual, como… consoladores, vibradores, bolas chinas, etc., animándola a utilizarlo cuando lo hacíamos”.
Finalizando por decirle…

“E incluso te digo más, mi último regalo fue un ‘Satisfyer’”.
Confesión que le hizo reír, diciéndome con tono burlón…

“Eres un peligro y si es verdad es que me has contado, tengo envidia de tu mujer y al mismo tiempo, me dan ganas de encontrármela a la muy cabrona y decirle cuatro cosas”.
Soltándome…

“Sabes que al regalarle el ‘Satisfyer’, le has regalado un sustituto precisamente de ti”.
Dice y me deja continuar, confesándole que tengo mis aventurillas por ahí, confesándole que soy hombre de mente abierta e incluso a favor del libertinaje. Siendo ella quien, en un momento dado, salta con…

“Anda calla coño, no veas como me estás poniendo con todo eso que me cuentas”.
Finalizando con…

“Estoy deseando llegar a casa y cambiarme las bragas de lo empapada que las tengo, y no precisamente de haberme escapado algo de pipi”.
Dice y al verme sonriente, me suelta…

“Pues anda que no echo de menos al menos sentir una polla dentro de mí, aunque sea para sentir que soy mujer, y sobre todo sentirme deseada”.
Le miro, pero para nada mostrando sorpresa sino más bien todo lo contrario, acabando por ofrecerme echárselo siempre y cuando ella lo deseará, diciéndome…

“Estas de broma, no me lo preguntes dos veces que cojo y aprovecho”.
Volviendo a la carga y decirle…

“No voy de farol… me gusta lo que veo, me encantan las mujeres con grandes dotes, pero todo depende si tú quieres…”.
Mirándome ella a los ojos y envalentonada, me suelta…

“Pero el problema es… donde”.
Momento que miro a nuestro alrededor, viendo un lugar, acabando por proponerle el irnos a los probadores, sugiriéndole que escoja los vestidos que le gusto y que su marido le negó. Escogiendo ella hasta tres vestidos, miro a nuestro alrededor, cerciorándome que nadie nos mira, colocando mi mano en su cintura le hago ver que caminemos en dirección a los probadores. Entrando ella primero y detrás yo, una vez que me percata que nadie mira, tomándola de la mano al tiempo que le pido que me siga, dirigiéndonos hacia uno de los probadores vacíos del fondo.

Pero es entrar cuando coge esta y antes de entrar en el probado, coge y suena su móvil, momentos en el cual esta lo coge y antes de responder, me da por preguntar que si quien está llamando es su marido, contestación que me da al mover su cabeza. Descolgando y escuchar ella a su marido, finalizando la llamada, bajando la mirada de nuevo hacia el móvil, momentos en que pienso que está dubitativa, indecisa si entrar conmigo al probador y lo que significa esto, o marcharse junto con su marido. Veo finalmente a esta mujer decidida, quizás más aún cuando veo como esta apaga el móvil, cuando quizás lo más sensato sería bajarle el sonido. Soltándome muy firme…

“¿Qué le den por culo?”.
Dice y vuelve a soltarme…

«El muy hijo de puta se lo merece, me ha insultado y humillado en plena tienda, no importándole quien nos pudiera oír, recriminándome y echándome en cara de todo».
Momentos en que tiré de ella hacia el interior del probador, fue entrar ella y sin tiempo para cerrar la puerta. Dándome cuenta de una cosa, que, cuando tiré de ella hacia el interior del probador, ella no opuso resistencia simplemente se dejó llevar, como si lo deseará. Cerrando la puerta acto seguido y ella echó el pestillo, mientras mis manos amasaron aquello que este recrimino al tiempo que mis labios buscaban los suyos, labios que me rechazo al girar su rostro.

Pero al continuar dentro, no marchándose ni decirme nada, no vi en ella una negativa a no continuar, acabando por posar mis labios sobre su cuello, besando suavemente y muy lentamente hacia su oreja, besé y mordí sabiendo bien que mis muerdos no le dejarían señales. Besos al tiempo que mis manos acariciaban su espalda, caricias que comencé por sus hombros e iban descendiendo hasta su cintura, suavemente y con delicadeza.

Comenzando ella a suspirar, dándome alas para continuar, viendo que ella no se resistía, comencé a atraerla cada vez más hacia mí, acabando por notar ella como estaba de excitado. Y entre caricias y muerdos, comencé a desvestirla, dejándose quitar el vestido, quedándose en sujetador y braguitas, conjunto que de forma irónica le comenté…

“Son del tiempo de mi madre”.
Comentario que ella tomándoselo en broma, me contesta…

“Pues vas a tener tú que comprarme algún conjunto sexy, pues como espere que me lo compre el cabrón de mi marido, vamos apañadas”.
Comenzando ella por soltar el cinturón y de un tirón quitármelo, desabotonar el botón de mi pantalón y bajándome la cremallera, tiro de mi pantalón hacia abajo, mientras me decía…

“Ya veremos de que tiempo son tus calzoncillos”.
Hacía y decía mientras yo no dejaba de masajear sus grandes pechos, senos enormes que no me cabe en una de mis manos, teniendo que ser con dos con las que masajeaba, y cuyos pezones eran todo un manjar… uuummm!!. Tras caer su sujetador, me abalance sobre esos pezones y chupe como si tuviera dos años al menos, chupe y absorbí y ella se le escapó más de un gemido, no dejándome de decirme…

“Que malo que eres… ooohhh!!, pero no pares”.
Y lógicamente no me detuve, magreando no solo sus pechos o culo, sino en realidad todo su cuerpo voluminoso en sí. Acabando está por ponerse en cuclillas, tirando de mis calzoncillos y caer estos juntos a mis pantalones, cogiendo está mi miembro, acabo por llevárselo a la boca y darle un muerdo al capullo, comenzando a comérsela… uuuffff.

Vi como la muy cabrona se la tragaba entera, metiéndosela en su boca, chupando hasta la base, ayudándose con sus manos en magrear mis testículos, continuo durante un buen rato. Y no deseando correrme, aunque ella lo deseaba, acabe por hacerla levantar y comerme su coñito, cosa que me dijo que hacía siglo que no se lo hacían, debí hacérselo bastante bien, pues acabo por venirse hasta en dos ocasiones. Pero ya que estamos y si me disculpáis, me voy a recrear de como se lo hice, pues no hay mayor tesoro que disfrutar del coñito de una mujer, sin importar de como sea está. Pues comencé por…

Hacerla sentar en el banco que había, separando sus piernas al tiempo que me arrodillaba, colocándome en medio de estos frente a ella, elevé una de sus piernas hasta colocarla sobre uno de mis hombros, descubriendo que estaba rasurada a excepción de un pequeño triángulo. Le hice saber que tenía un coñito precioso, muy rosado e incluso carnoso, la empujé hacía mi con una mano en sus nalgas y metí la lengua rápidamente en el clítoris. Comenzando a moverlo de arriba hacia abajo, ayudándome con mis dedos, separé sus labios vaginales, introduciendo todo lo posible mi boca, dándole unas buenas lamidas que por su forma de temblar di por sentado que estaba disfrutando.

Sin sacar la lengua empecé a darle rápido, justo en la parte superior, y enseguida comenzó a temblar, se me ocurrió hacerla sufrir un poco más, por lo que fui más despacio, como si ralentizaba mis lametones y absorbidas. Intente alzar la vista y ver su rostro, pero sus enormes pechos evitan ver su cara, momento en que esta, cogió y colocando una de sus manos en mi nuca, presiono mi cabeza contra su coñito. Esto me hizo reaccionar y ser más cruel, acelerando los movimientos de mi lengua, moviéndolo de arriba hacia abajo y de derecha a izquierda, finalizando por hacer círculos como un tren mientras, todo esto sin dejar de acariciar tanto sus nalgas como sus pechos.

No tardando ni un minuto en empezar con los espasmos, llegando que separar con mis manos sus muslos, ya que me los aprisionaba a modo de evitar ese placer. Y menos mal que no había nadie en los otros probadores, no lo digo por los gritos que dio, sino por los fuertes gemidos que soltó. Debo deciros que no separé la boca del clítoris y aunque pensaba en apartarme de ella, continúe a lamerle suavemente, mientras ella no dejaba de gemir y suspirar, notándose lo necesitada que estaba la pobre. La presión de su mano en mi nuca, me dio entender que se correría otra vez, dándome por preguntarle…

«¿Quieres follar?, recuerdas que me pediste un rapidin».
Contestándome ella…

«No… aún no, joder dame tiempo para reponerme».
Y sin darle tiempo a reponerse, tomé mi miembro y tras colocárselo en su coñito, comencé a introducírselo, abriendo ella los ojos como plato al sentir mi glande alojarse dentro de ella, comenzando a penetrarla muy lentamente. Comenzando ella a gemir, viendo como dirigía sus manos hacia su cuerpo, mano que la derecha amasaba uno de sus senos, mientras con la izquierda se hacía un dedo… uuummm!!. La penetré despacio, recreándome no solo por ver su rostro de satisfacción, sino por percibir la compenetración de ambos en el placer, sintiendo la culminación. Y tras advertir que ambos estábamos a mil, me dio por decirle…

“La voy a sacar”.
Respondiéndome ella…

«Ni se te ocurra».
Siendo entonces, cuando le advertí…

“No me he puesto nada, pero supongo que querrás que la saque cuando vaya a correrme».
No hizo falta respuesta por su parte, pues sentí como apretaba sus labios interiores contra mi polla, como si no deseara que la sacara, comenzando a temblar. Esto me puso aún más y en vez de venirme, me hizo aguantar hasta sentir como una oleada de convulsiones le envolvía, gimiendo y hacerme entender que había logrado un orgasmo más. Acabando por soltándome al oído…

«Córrete ya cabrón, ¡córrete, ya que no puedo más y nos van a pillar… ooohhh!!».
Me puse frenético, comenzando a embestirla con fuerza, llevando un ritmo furioso, seguí así un buen rato, pero más despacito hasta que mi respiración se me hizo más agitada, y comprender ella que me iba a venir. Acabando por venirnos los dos al mismo tiempo, claro está ella otra vez. Según ella me hizo saber que estaba medio muerta, ignorando los orgasmos que había tenido, pero que había disfrutado muchísimo, no recordando ni la última vez que obtuvo más de tres. Momento en que llamaron a la puerta del probador, supuse que había sido a raíz del ruido que habíamos hecho, pero en vez de eso, escuchamos como preguntaban…

“Está ocupado”.
Y tras hacerle saber de forma unísona que lo está, no deje de decirle lo hermosa que se le ve, quizás aún más, ella sonreía, pero al mismo tiempo su rostro era de preocupación. Pues comenzó a excusarse por lo que habíamos hecho, justificando su mala decisión o juicio, dándole por encender el móvil, descubriendo al menos diez llamadas perdidas y veinte whatsapp, todos eran de su marido. Cogiendo ella y tras vestirse, arreglándose como podía, y viéndose reflejada en el espejo, intentando que no se le notara nada, llegando e incluso a darme toallitas húmedas para limpiarme cualquier rastro suyo. Coge y llama a su marido, escuchándole a ella decir…

“Hola ‘cari’, no te vas a creer lo que me ha pasado, espera… espera, déjame que te explique… si tienes razón, lo sé… lo sé… soy una incompetente y sin cabeza, vale… vale, ya está por favor… déjalo”.
Coge me mira y me suelta…

“Rectifico todo lo que te he dicho, no me arrepiento de nada”.
Finalizando por confesarle…

“Estate tranquila, no hace falta que te compres la pastilla del día después, yo estoy operado por lo que no hay problema”.
Ella me mira y tomándome de la barbilla me da un piquito, agradeciendo el gesto de habérselo dicho, pero acaba por decirme…

“Eres un cielo, pero no te preocupes, yo llevo puesto un DIU, pero, aun así, sería la cosa que menos me preocuparía”.
Dice al tiempo que quita el cerrojo y abriendo la puerta, mirando a modo de cerciorarse que no había nadie, cojo y antes de salir esta bella mujer, acabo por proponerle que me iría hacia la entrada de los probadores a modo de ver si hay ‘moro en la costa’ (una manera de hablar), vigilando más a modo de pensar en su marido. Cosa que ella acepta, pero antes de marcharme, coge y me da un muerdo, acabando por preguntarme…

“¿Cuál es tu número de móvil?”.
Fue dárselo al tiempo que esta marcaba en su propio móvil, sonando el mío al momento y decirme…

“Pues ya tienes mi número de móvil, por si algún día te interesa quedar y repetirlo”.
Contestándole…

“Creo que más bien será al revés, cuando quieras repetirlo en vez de llamarme… coge y me mandas un whatsapp, estando en contacto en todo momento, pudiéndome escribir siempre que quieras y puedas hablar, estaré para ti en todo momento”.
Y mientras le hablaba no deje de magrearle su enorme trasero, finalizando nuestra conversación con hacerle saber…

“Pues sabes una cosa, tengo el pensamiento de regalarte un ‘Satisfyer’, ya sabes un sustituidor de tu marido”.
Me mira, sonríe y me dice…

“No te preocupes, pero para sustituir a mi marido ya te tengo a ti, pues menuda boquita que tiene y sobre todo esa lengua que me ha hecho ver las estrellas, nunca he conocido un hombre que le guste tanto saborear una cosa”.
Despidiéndonos al instante, marchándome hacia el acceso a los probadores, quedándome en la entrada y tras percatarme que no está su marido, acabo por hacérselo saber. Saliendo ella al momento, saliendo con el rostro encendido, como victoriosa, guillándome un ojo cuando nos cruzamos, marchándose esta hacia la línea de caja. Viendo desde la distancia como paga y se marcha, no sin antes volver a contestar al móvil, mirándome al tiempo que me hace señas con la mano en forma de ‘cuernos’, y hacerme saber que quien llama es su marido. Y es aquí cuando nos despedimos, pero debo deciros que fue ella quien se me ha puesto en contacto, no sin antes esa misma noche comenzamos una larga e intensa conversación, cuya amistad aún prosigue a día de hoy.

Mujer que su momento quiso quedar conmigo y no para follar precisamente, sino para que le diera ese tan deseado regalo que en su momento le prometí, regalo que no es otro que el ‘Satisfyer’. Pero como bien sabemos, el encuentro comienza de forma amigable, continuado con una conversación picara con insinuaciones. Y cuya conversación, no solo la lleve a comprar el regalito, sino también un par de conjuntos de ropa interior sugerentes, y como se diría una cosa lleva a la otra, finalizando en el probador con una comida de coñito y otra de polla.