Erica tiene ambos sexos, tiene exceso de semen que tiene que salir y Samantha su pequeña hermana la ayudara a satisfacerse

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– Señora, he de serle sincero. Su hija Erica, como ya sabe, es hermafrodita. Pero asociado a ello, tiene un problema de origen hormonal y glandular. Y por eso no tiene la regla. Segrega demasiada testosterona. Resumiendo, tiene sus órganos genitales mucho más grandes de lo normal para su edad. Se saldrá de las tablas de medida del pene cuando crezca del todo, y sus testículos serán el doble de lo normal. Esto en sí no es un problema, el problema real que tendrá su hija es que fabricará mucho más semen de lo normal. Sus testículos empezarán a dolerle cuando empiece a fabricar tanto semen que deberá liberarlo en intervalos de horas. Este trastorno se llama Hipersemenia.

– Me está diciendo que deberá… bueno, liberarlo cuando empiecen a dolerle los testículos? Liberarlo… estimulándose?

– Sí, exactamente. Tendrá que enseñarle a masturbarse en privado. Se han dado muchos casos de este trastorno genético en todo el mundo. Son personas que tienen vidas normales, salvo que de vez en cuando van al baño a… aliviarse, comprende? Por lo demás, revisaremos su caso cada año para ver como evoluciona. Explíqueselo con tacto y enséñele usted y el padre para que no se asuste y sepa solucionarlo. Tenga en cuenta de que su hija es una mujer, con vagina, pechos y mente de mujer, pero tiene testículos y pene. Y más grandes de lo normal. La mayoría de las chicas como su hija son lesbianas, así que prepárese para ello, aunque supongo que no será problema para usted. Tendrá que esconder sus atributos de las demás personas, que no lo entenderán. Le daré un volante especial. En cualquier lugar que lo entregue, su hija tendrá derecho a no ducharse en clase, ni nada que ella no quiera hacer. Revisiones privadas, etc. Edúquela bien y que sea muy feliz.

– Pero doctor… aparte de todos los problemas que pueda causarle… aun si logra esconder sus atributos con artimañas, algún día tendrá que tener relaciones con alguien… Va a ser un trauma para ella! No encontrará a nadie que no la trate de monstruo!

– No se preocupe. Tenemos que darle tiempo hasta que crezca. Quiero verla a los dieciséis años. La examinaré, mental y físicamente, y quizá podamos extirparle el pene y los testículos… Podremos reconstruir parte de su aparato urinario, dejando una buena uretra justo encima de su vagina, así podría solucionar muchos de sus potenciales problemas. Tendría una cicatriz bastante inusual, pero nada más. Debo decirle que esto es algo radical, porque nunca podrá tener orgasmos normales. Al no tener clítoris, es su pene quien tiene los orgasmos digamos… fáciles. Si se lo quitamos, sólo podría tener orgasmos vaginales, y no siempre… Es muy pronto para decidir esto, por eso esperaremos a que crezca. Mi consejo, edúquela para que sea fuerte y se valga por sí misma.

– Lo de esa operación me ha animado bastante, la verdad… si no llegase a gustarse con su cuerpo durante toda su vida… es bueno saber que tiene una elección.

– No se preocupe, hay diversas formas, por eso esperaremos a la evaluación. Su caso me interesa mucho, es mi especialidad. Les deseo lo mejor a las dos. Puede salir y recoger a su hija, ya han acabado de sacarle sangre. Nos vemos cuando quiera, y si todo va bien, en la próxima cita semestral. Quiero que sepa que su hija es muy valiosa y la seguiremos evaluando de cerca. Su condición es muy rara y nos puede servir para futuros tratamientos tanto físicos como psicológicos.

– Muchas gracias por su comprensión doctor… es usted un gran especialista y agradezco su amabilidad y disponibilidad.

– No me lo agradezca. Veremos cómo se desarrollan los acontecimientos. Un placer.

(Algunos años después…)

– Erica, ven a desayunar ya, si no vas a llegar tarde!!!

Mi madre me llamaba desde la cocina, pero yo aún no estaba lista. Estaba sentada en la ducha y tenía cosas que hacer. Aquella mañana me había levantado con bastante incomodidad… mi polla estaba totalmente erecta y mis testículos me dolían un poco. Así que mientras me daba una ducha, me frotaba mi pene con espuma y agua caliente… Me estaba masturbando. Me senté al borde de la bañera y aceleré mi mano todo lo posible. Ya venía…

Miré hacia arriba y con las dos manos enjabonadas apuré mi pene hasta que me corrí. Chorretones de semen caían en la bañera, mientras yo miraba hacia arriba, con la boca abierta, gozando del primer orgasmo de la mañana. Este había sido de los buenos… Me acaricié los pezones mientras me recuperaba. Con el agua de la ducha, limpié la bañera, salí y me sequé. Me miré al espejo.

Me llamo Erica, tengo 16 años. Mido 1,68 y estoy bastante delgada y levo lentes. Tengo los ojos verdes intensos. Soy pelirroja natural, con un pelo muy rojo que es lo que más me gusta de mí. Bueno, eso y mis tetas que aunque son grandes y redondas, están muy bien colocadas y apenas se caen. Y… mi pene. Sí, soy hermafrodita. Mi madre me lo explicó todo. Desde entonces mi vida no ha sido todo lo normal que me gustaría. Sí, tenía muchos amigos y salía de fiesta… Pero siempre tenía que ocultar mi condición a todo el mundo. Además, el tener que correrme obligatoriamente cada 6 horas más o menos… muchas veces no es cómodo. Y últimamente, hubo días en los que tenía que hacerlo cada 4 horas… Notaba mis huevos hinchados y palpitantes. Sensibles a cualquier roce… Pedía para ir al baño y los profesores siempre nos dejaban. Era un colegio privado, de estos de uniforme, sin delincuencia ni malas formas en los alumnos, en el que mi madre me inscribió desde que me escolarizó en ESO. También haría bachiller allí en septiembre.

Era un caluroso día de junio, así que me vestí rápido con el uniforme de verano. Me puse mis bragas especiales. Son unas bragas reforzadas, para contener mis erecciones y disimular mis testículos. Me colocaba el “paquete” de una forma que no era incómoda y me disimulaba todo muy bien. Es una de las desventajas de esto… que no puedes llevar la ropa interior que quieras… Excepto el sujetador. Me subí la minifalda, que llegaba un poco más arriba de la rodilla. No me puse medias, ya que había mucho calor y no eran obligatorias en verano.

Me puse un sujetador blanco de encaje, que me encanta. Luego me abroché bien la camiseta blanca de manga corta del uniforme. En verano nos permitían ir sin chaqueta, pero no podíamos desabrochar más de un botón para el calor. Dos botones les parecía demasiado… en mi caso era suficiente para enseñar parte de mi generoso escote. Tengo bastantes tetas para tener la edad que tengo… al igual que mis otros atributos.

Desde que pude usar internet a fondo, descubrí muchas cosas de mi condición, una de ellas era que tenía más pene que cualquiera de mis compañeros. Y más testículos también.

Bajé a desayunar y luego me fui al colegioen bus. Las primeras clases pasaron bastante bien… era verano y los profesores estaban más sueltos. Ya habíamos hecho los exámenes y esas clases eran de refuerzo y de preparación para escoger el bachiller que querríamos en septiembre. Entonces, noté que mi pene se apretaba en mi braga y mis testículos estaban un poco hinchaditos. No tanto como otras veces, pero ahí estaba. En diez minutos o así tendría que ir a “aliviarme”, pero había un problema. Era una clase doble con una profesora bastante rígida. Y ya le había pedido ir al baño hace apenas diez minutos y no me dejaría volver tan pronto. Tendría que acabar la clase antes de poder hacerlo. Ya había intentado otras veces convencerla, pero resultó imposible.

Conforme iba pasando la clase, yo estaba mucho más incómoda. Mi pene estaba en su plenitud. Apretaba bastante contra la braga, luchando por liberarse. Pero lo peor eran mis testículos. Me dolían de veras, como si algo me los estuviese apretando bastante.

– Profesora… no me encuentro bien… de veras me duele la barriga…

– Está bien, pero vaya a la enfermería. Los alumnos y alumnas últimamente andan intentando escaquearse de las clases, así que quiero que la enfermera me entregue el justificante de que estuvo allí. Si no estuvo, lo sabré, de acuerdo? Esto no va por usted, solo cuadró que tiene que irse un rato. Quiero que todos ustedes se enteren, de acuerdo? Estas clases son importantes y obligatorias, aprovéchenlas bien. Señorita Erica, vaya a enfermería y vuelva en cuanto pueda, con el justificante.

– Muchas gracias profesora… volveré en cuanto pueda.

– Así me gusta. Y ahora sigamos con los diversos tipos de asignaturas opcionales que…

Cerré la puerta. Vaya faena… tendría que ir a la enfermería. Los justificantes de enfermería tienen hora de entrada y salida. Aunque ir a la enfermería tenía sus ventajas. Una, que tenía baño (allí podría arreglar lo mío) y otra que la enfermera Tania era una mujer muy comprensiva y amable. Ella entendería, quizá me ayudase a saltarme más clases. Porque me dolía bastante ahí abajo. Fui directa a la enfermería, y antes de girar a la esquina, me topé con Tania.

– Vaya, Erica, iba a buscarte más tarde, pero ya que estás aquí… Ha llegado otra fecha para tus citas en el hospital. El lunes próximo ok? Ya informé de tu falta en el registro así que no tienes que hacer nada, tu sólo ve a la revisión, ok linda? – Me sonrió con amabilidad. Era guapísima. Lentes muy finos que solo usaba para leer de vez en cuando, melena larga y negra, muy lisa, casi siempre en coleta. Era un poco más alta que yo, pero bastante más delgada y con menos pecho.

– Muchas gracias Tania, me alegra saberlo… pero yo acudía a usted porque… bueno, ya sabe, estaba en clase y me gustaría un justificante para ocuparme de mis asuntos.

– Ah… ah, ya entiendo, no te preocupes. – Vió que ponía cara de dolor. Creo que nunca había aguantado tanto… – Pero ahora mismo todas mis salas menos una están ocupadas, estamos revisando y haciendo informes de salud de los equipos de fútbol de la zona, así que no hay sitio… pero cuando vuelva puedes pasar a mi despacho y … bueno, podría dejarte mi baño. – Miró elocuentemente a donde debería tener mi paquete… – Porque los de este piso están estropeados, tendrías que irte al otro edificio. Espera unos minutos, te abriré y podrás ir al baño mientras hago tu justificante, ok?

– Genial! Muchas gracias enfermera Tania, pero… dese prisa por favor! – La miré implorante. Ella me miró maternal, se acercó y me dio un beso en la mejilla. Me susurró.

– No te preocupes, tardaré muy poco. – Y se fue.

Cuando llegué a la antesala del despacho, encontré que ya había una chica esperando. Se llamaba Samantha. Era alta, un poquito más que yo, era la típica rubia preciosa y mona. Sus pechos no eran gran cosa, pero su trasero era la envidia del sector masculino del instituto. No me caía especialmente bien, porque era la típica señorita pija que tenía todo de marca y una legión de admiradores y admiradoras. Iba mirando por encima del hombro a la gente. No me gustaba, pero accedí a saludarla.

– Hola. – Dije tímida. Me senté en la silla. Estábamos casi pierna con pierna. Ella no me saludó. Me miró, levantó la cabeza a modo de saludo y luego se levantó de la silla y se sentó en el suelo. Estaba bastante roja y azorada.

Maldita cría pija! Ni saluda, y ahora parece que escapa de mí como de la peste! Que se creerá? La miré. Parecía que acababa de correr un sprint. Sudaba y estaba bastante roja. Me pareció muy raro, porque ella era pálida, y le gustaba serlo. Decía que la hacía parecer bella, a juego con su pelo rubísimo natural (la había oído en una conversación con sus “amigas”). Además, se había desabrochado otro botón, lo que me permitió ver, desde mi perspectiva, un fino sujetador de encaje negro.

Mi dolor ya era un dolor con ganas. Era demasiado. No podría aguantar más. Me quejaba y me apretaba la falda… Disimulando que me picaba una pierna, me masajeaba los huevos lentamente, para que se calmara lo máximo posible el dolor… pero eso me excitaba… Necesitaba correrme de una maldita vez!

– Que miras?…. ah… tengo monos en la cara? … – Samantha me sorprendió mirándola fijamente… Estaba mirándola, pero pensando en mis cosas. Vi que se mordía los labios. Decidí atacar. Mi dolor me lo pedía a gritos. Hoy no iba a ser la chica tímida.

– No, no tienes nada en la cara, pero tienes mal aspecto. No te encuentras bien? – Contesté directa y sin titubeos. Dios… malditos huevos… y mi pene… ah… parecía que iba a reventar! Era como intentar aguantar un poco más las ganas de hacer pis cuando ya tienes la vejiga llenísima y llevas aguantando un buen rato.

– Sí… estoy perfectamente. No es de tu incumbencia, gracias… – Se notaba que le costaba hablar. Era como si tuviera una chincheta en el pie o algo por el estilo. Aunque observé que intentaba quedarse quieta totalmente, apoyada en la pared, piernas estiradas y juntas y apenas giraba la cabeza para hablarme.

Pasaba el tiempo y Tania no daba llegado. No podía más. De reojo vi que Samantha ponía los ojos en blanco, la boca abierta, mirando hacia arriba. Suspiraba mucho “ah… ah… m….”. Le estaba dando un ataque o algo por el estilo! Decidí actuar de inmediato.

– Samantha! Te está dando un ataque! Estás bien!? – No era una amiga, para nada, pero me preocupaba como lo haría cualquiera. Me moví y le toqué el hombro para agitarla. Entonces ocurrió algo increíble.

Samantha se giró hacia mi mano en su hombro, apresándola entre su hombro y su oreja. Con sus manos me agarró con mucha fuerza mi brazo. Espasmos recorrieron todo su cuerpo. Soltando una mano, levantó su falda rápidamente y vi con asombro que un montón de líquido salía de su entrepierna, transparente y a chorritos que le manchaban las piernas y los zapatos. Pensé que era orina, pero era demasiado densa y transparente! La miré de nuevo… gemía! Se estaba corriendo como una perra delante de mí!

– Samantha… que te pasa… – Su tanga negro supuraba corrida por todas partes, menos mal que había conseguido apartar la falda en el último segundo.

– Ayú… dame… – Me miró. Paró de salir fluido, pero los espasmos seguían. La verdad, me olvidé de mis dolores, como por encanto y reaccioné deprisa. Estábamos solas las dos. La levanté como pude, apoyándola en mis hombros, mientras le levantaba la falda para que no se manchara. Entré en el despacho de Tania y la senté en el váter del baño privado que tenía Tania.

Allí había una fregona, la cogí y salí corriendo. Fregué como pude toda la corrida de Samantha. Era un buen charco, pero lo limpié lo más rápido que pude. Luego volví al baño y dejé la fregona en la esquina. Samantha estaba recobrándose. Aún sufría algún que otro espasmo y gemía tenuemente. Con gentileza, cogí toallitas que Tania tenía allí para su higiene íntima, y le limpié las piernas de su propia corrida. Ella me miraba y me sonreía, como pidiendo perdón y agradeciéndome todo lo que había hecho por ella.

Entonces con sus manos, se quitó el tanga y lo tiró a la pileta. Con las manos me pidió una toallita. Le ví su coñito, depilado totalmente, pálido, rosadito… pero con un clítoris que era un bulto como una canica pequeña. Ese fue la gota que colmó el vaso.

Mi pene dolía demasiado. Me saqué mi braga especial y la dejé en la pileta, al lado del tanga negro y chorreante de Samantha. Me dio igual que me viese. Me puse de rodillas y me empecé a masturbar casi con furia. Mi braga ya se había empapado bastante de líquido preseminal. En un impulso cogí el tanga de Samantha y me lo puse en la nariz. Lo olí y lo saboreé con la lengua… Era delicioso! Dios, iba a ser la corrida de mi vida! Iba a correrme cuando noté que alguien se me pegaba por detrás.

– Gracias… déjame ayudar ahora a mí. – El susurro de Samantha fue el detonante de todo. Su mano se deslizó por mi pene y me masturbó. No duró mucho, porque estaba casi a punto y Samantha me había puesto cachondísima con todo eso. Con la derecha, me hacía la mejor paja de mi vida, mientras con la izquierda, cogía su tanga y me lo ponía en mi boca abierta. Luego, apuntó mi polla al caldero de la fregona y dándome un mordisco sexy en el cuello, me corrí.

El tanga ahogaba gran parte de los gemidos. Lo mordí con fuerza y cerré los ojos mientras espasmos recorrían todo mi cuerpo. Grandes chorretones de semen caían en el caldero, chorretones sin fin. Semen acumulado durante horas y horas, liberado al fin, saliendo disparado hacia el caldero para no manchar nada. La mano de Samantha ordeñaba hasta la última gota.

– Eso… eso es… córrete cariño, córrete todo lo que quieras… tranquila… – Esos susurros de Samantha provocaron otro orgasmo, seguía corriéndome y gimiendo… Lo más intenso de mi vida, por Dios! Me sentía desmayar de placer… Me acariciaba los huevos con la mano izquierda… Con la derecha seguía exprimiendo hasta que dejaron de salir chorretones… Por fin aliviada… por fin liberada. Mi pene, ya medio fláccido, seguía en su mano. Lo recorrió una vez más y atrapó unas gotitas rezagadas de la punta. Luego se llevó la mano a la boca y las chupó.

– Así me gusta… – Con un gesto, cogió su tanga, lo envolvió en papel higiénico. – Parece… que todas tenemos secretos, eh? – Luego me dio un beso en la boca, un pico rápido pero muy intenso y me susurró. – Después de clase, a las 6 en los columpios al lado del almacén del gimnasio. No faltes por favor. – Me dio otro pico. – Y muchas gracias… por todo.

Me guiñó un ojo y se fue corriendo. Yo tiré el agua por el váter, tiré de la cadena, volví a llenar el cubo, dejé todo como estaba y salí del despacho. Tania entraba cuando me encontré con ella.

– Vaya, que hacías en mi despacho?

– Hola Tania! Verá, es que no pude esperar más y… bueno, vine a su baño. Era una urgencia, se lo juro. No podía aguantar más…

– Ah! No te preocupes! Siento mucho haber tardado. Ya sabes que tu puedes usar mi baño siempre que quieras. Si te ve alguien entrar y salir de aquí, dile que tenías mi permiso, ok? – Me guiñó un ojo y me acarició la mejilla. – Te encuentras mejor ahora? Ya sabes…

– Si si, mucho mejor, gracias… esto eso como… orinar después de mucho tiempo aguantando… Una vez lo haces quedas fenomenal. – Me daba mucha vergüenza y miré al suelo. Me sorprendió riéndose!

– Jajaja Creo que has acertado de pleno con la comparación! Me alegro de que lo lleves tan bien. Aquí tienes tu justificante. Te eximo de clase toda la hora. Vuelve para última hora y cualquier cosa aquí me tienes. – Me dio dos besos en las mejillas y se sentó en su escritorio.

Me fui feliz… una extraña sonrisa en el rostro. Había sido una mañana de lo más interesante… y de tarde… era toda una incógnita para mí. Estaba confusa con lo que había pasado con Samantha… supongo que querría hablar de ello. Pensando en lo que había ocurrido, me pasaron las horas volando. Estaba más aliviada que en toda mi vida.

Las horas pasaron rápido. Comimos y luego fuimos a otras dos clases. A las 6 menos cuarto salimos de clase. Un par de amigas me esperaban, pero les dije que tenía cosas que hacer en el colegio, que aprovecharía el tiempo y que cogería un bus más tarde. Ellas me miraron extrañadas, porque nunca había dicho nada al respeto, pero se lo tragaron y se despidieron dándome dos besos.

Hice tiempo en clase, mientras todos se iban del edificio, y a las seis menos diez me dirigí a la parte de atrás del gimnasio. Estaba realmente emocionada, pensando en la “cita” que tendría con Samantha… pero luego pensé que todo sería una broma y que ella no aparecería. O peor, que aparecería con amigas y se empezarían a burlar de mí y que todas sabrían mi secreto porque Samantha les habría contado todo lo que había hecho.

Pero no fue así. Puntual, la vi girar la esquina del almacen cuando el reloj enorme del colegio tocaba las campanadas de las 6. Llevaba el pelo suelto, aunque lo tenía bastante corto, por el hombro. Al verme, sonrió y frenó el paso. Se acercaba poco a poco… los últimos rayos del sol del atardecer daban a su pelo un matiz dorado increíble. La sonreí sin poder evitarlo.

Al llegar junto a mí se paró y me saludó.

– Hola Erica… así que has venido.

– Sí… tenía mis dudas, pero me decidí a venir. Debo confesar que…

– Que lo de esta mañana no se te quita de la cabeza, verdad? – Se había adelantado a mis pensamientos. Nunca me había pasado con nadie y me quedé sorprendida. – Ella me sonrió y se sonrojó. – Bueno, no eres la única… yo tampoco pude quitármelo de la cabeza. Tú me viste… yo te vi… bueno… no es lo habitual. No sabía… que tenías algo así… – Miró hacia abajo.

Decidí abordar el tema directamente, aunque de forma suave. Algo en su actitud me decía que la típica niña pija no era tal… Quizá estaba viendo a la verdadera Samantha.

– Si… voy a empezar yo. Samantha, soy hermafrodita. Por si no sabes lo que es, te diré que bueno… aparte de lo que tienen las mujeres, tengo lo que viste. No tengo la regla, y… bueno… tengo mis dudas de que el… el semen que viste deje embarazada a nadie. Pero ya que lo viste, te diré que soy mujer. Aunque tenga pene, maldita sea, me siento una mujer de la cabeza a los pies! Qué más da que mis orgasmos y mi orina salgan por el mismo sitio extraño? – Miraba hacia el suelo, mientras lágrimas de vergüenza corrían por mis mejillas. No me atrevía a mirarla a la cara, a pesar de lo que había pasado en el baño. – Aparte de eso, tengo hipersemenia, con lo cual, acumulo mucho semen y tengo que… liberarlo, porque si no, me duele un montón. Eso es lo que… viste hoy. – Cerré los ojos.

Noté que unas manos me levantaban con delicadeza la barbilla. La miré, y vi que ella también tenía lágrimas en sus ojos. Entonces no se estaba burlando! Esa era la verdadera Samantha y vislumbré esperanza en que alguien al fin me comprendiese totalmente.

Me secó las lágrimas con sus manos y me besó en la frente. Se agachó para quedar a la misma altura.

– Erica… gracias por contarme todo esto… es muy revelador para mí y creo que nunca se lo habías contado a nadie… pero no quiero verte sufrir. Sólo quería saber si te encontrabas bien después de lo de hoy… y tú me has regalado un secreto. Lo sabe más gente?

– No, solo mi madre. Mi padre murió cuando tenía dos años o así… Así que aparte del doctor que lleva el caso y mi madre, no se lo dije a nadie más. No creí que nadie más estuviera preparado para comprenderme… – La miré directamente a los ojos. – Hasta ahora.

Ella me sonrió y se secó las lágrimas.

– Me halagas demasiado Erica… No merezco que me des tanto de ti cuando yo… no soy una persona a la que se pueda querer. Así que intentaré corresponderte. – Se levantó y me dio la espalda. Bajó la cabeza y empezó a hablar. – Lo que viste era un orgasmo. No me avergüenza decírtelo… si eres tú, no me avergüenza. Tengo mucha sensibilidad en esa zona. Puede parecer una ventaja en ciertas circunstancias… pero en realidad es bastante duro. Cualquier vibración o movimiento repetitivo puede llevarme al estado que viste hoy.

Cuando me viste estaba a punto de… bueno, ya viste. Porque en gimnasia estuvimos haciendo unos ejercicios y ya estaba… bastante estimulada de toda la mañana rozando con la ropa y luego al correr y con los ejercicios mucho más. Podría haber aguantado, pero una chica tropezó y se cayó encima de mí. Nos hicimos un lio y ella me hizo cosquillas para hacerme reír, pero entre sus cosquillas y que su pierna estaba rozándome continuamente ahí… tuve que fingir que me había hecho daño e irme como pude a la enfermería. Tanía sabe lo mío y a veces me deja el baño para… bueno, supongo que para hacer lo mismo que tú. – Se calló y suspiró.

Yo estaba alucinada. Lo mío era bastante controlable comparado con lo de ella. Ella podía en cualquier momento o movimiento, estar en peligro de venirse delante de todo el mundo.

– Por eso me aparté de ti en las sillas de la sala de espera… si me rozabas con la pierna, temía venirme al momento. Así que apenas pude saludarte, me senté en el suelo. Tenía que pasar por una maleducada, pero no quedaba otro remedio. Tenía que concentrarme para aguantar y esperar por Tania. Pero luego tú me preguntabas si estaba bien, y te respondí grosera, para alejarte de mí y que ni me miraras.

No funcionó, y al pensar que podría estar sufriendo un ataque, me tocaste con la mano y me hablaste al oído… Eso fue demasiado. – Parecía a punto de echarse a llorar otra vez. Me levanté del columpio y la abracé. Ella se dejó hacer.

– Me corrí, Erica. Me corrí como nunca. Más intenso de lo normal. Nunca me había pasado delante de nadie, siempre pude ir al baño y morderme la mano para no hacer ruido… Luego te pedí ayuda. Ya me habías visto y no me importaba. Pero si llegaba más gente… – Se giró y me abrazó fuerte. Me hablaba al oído. – Te portaste fenomenal. Te debo mucho. Y siento que en el baño… me dejase llevar. Quería ayudarte y estaba muy excitada. Perdona si lo hice sin tu permiso.

La besé en la cabeza y luego en la frente.

– Tranquila, lo hiciste genial. Nunca me había corrido tanto y con unos orgasmos tan intensos… Eso me alivió muchísimo, incluso ahora estoy cómoda, cuando ya tendría que estar… un poco indispuesta.

Nos separamos y comenzamos a andar por el instituto. Estaba solitario a esas horas de la tarde. Ibamos cogidas de la mano, parecía que no podíamos romper el contacto por nada del mundo.

– Por cierto… tampoco yo le había contado nada de esto a nadie. Me he controlado bastante bien hasta hoy y sólo lo saben mis padres y Tania. Tengo una hermana pequeña, pero ella no sabe nada, ni falta que hace. Bueno, Tania también lo sabe. Cuando salí de su despacho me guiñó un ojo. Supongo que sospecha algo al verte luego a ti…

– No te preocupes. Si sospecha, no lo dijo. Creo que sí, que lo sabe, pero también sabe que nos hacía falta a las dos y me dijo que tenía su baño y su despacho para siempre que me hiciese falta. Así que supongo que está al tanto de todo y está de acuerdo. Es un alivio, verdad?

– Sí… espero que no se lo diga a nadie.

La miré y ella miró al suelo. Decidí serle sincera.

– Samantha… puedo preguntarte algo?

– Sí, por supuesto, pero llámame Sami, por favor… ahora somos amigas… y confidentes… No? – Seguía mirando hacia abajo. Me gustaron mucho sus palabras. Eran cálidas.

– Por supuesto que sí. De hecho, pienso ser sincera contigo siempre, Sami. – Saboreé en mis labios su diminutivo. Me gustaba mucho la verdad. – Debo decir que siempre que te veía… bueno, pensaba que estabas a otro nivel. Siempre tienes amigas siguiéndote a todas partes y… bueno… parece que miras por encima del hombro a todo el mundo. -Hala, ya lo he dicho.

Ella me miró sorprendida y luego volvió a mirar hacia abajo. Teníamos las manos cogidas con los dedos entrelazados y apretó.

– Sí, tienes razón. Yo no era así, pero con los años… tuve que hacerlo. No podía dejar que nadie intimara porque bueno… no quería que descubrieran mi secreto. Por eso decidió alejar de mí con altanería a todo el que quisiera algo de mí. Me funcionó, nadie se acercaba lo suficiente para descubrir nada, ni para tocarme, ni abrazarme, ni provocarme… bueno, para provocarme lo que tú ya viste.

Pero eso me costó un gran precio. Mis amigas? No tengo, Erica. Pueden parecer mis “amigas”, pero nunca les contaría nada de esto. Todas son superficiales y simpáticas, pero no he intimado con ninguna. Amigas “reales” no tengo ninguna. Un día me había pasado lo mismo en un cine. Mis amigas me animaron a ir, pero al llegar sólo había asientos vibratorios. No podía dar una excusa plausible una vez hubimos llegado a la taquilla, así que, compré la entrada y fuimos.

No aguanté ni diez minutos. Vibraciones directamente ahí abajo… imagínate. A los diez minutos, en una escena de acción, el asiento vibró como nunca. Casi me corro allí mismo… Ya llevaba aguantando mucho rato, apretando con fuerza las manos en los posabrazos y mordiéndome el labio para no gemir… y esa era la gota que colmó el vaso. Me fui corriendo al baño y… A la mierda, tú has sido completamente sincera conmigo y por una vez en mi vida quiero ser sincera yo también. Me hice un dedo, me corrí chorreando en el váter. Luego, después del placer, sentí un vacío que nada podía llenar. Lloré, lloré de rabia… ni siquiera podía ir al cine tranquila. Pero lo que de verdad me hizo llorar, fue que descubrí que de esas cuatro mejores amigas con las que había ido, no podía contárselo a ninguna. Ninguna lo entendería, saldría del cine, vendría al baño y me consolaría. Ninguna me abrazaría, diciendo que no pasaba nada.

Seguramente, si se enteraran, pensarían que soy una cerda o un monstruo y no querrían volver hablarme. Por wassap me disculpé con ellas diciendo que me había empezado la regla y que me dolía un montón. Se lo tragaron y me dijeron que me pusiese mejor, pero ninguna salió del cine y me llamó para preguntarme si estaba bien.

Al llegar a casa lloré como nunca. Comprendí que jamás tendría amigas de verdad. – Me miró – Hasta ahora, contigo. Porque contigo… puedo ser yo misma. – Me miró con un deje de tristeza, como si fuese una verdadera pena que pasaran todos estos años sin conocernos. Su historia me había puesto muy triste y muy sensible. Me acerqué y la besé tenuemente en los labios. Cerramos los ojos y le susurré.

– Hasta ahora y para siempre Sami. No estarás sola nunca más…

– Ni tú tampoco.

Nos cogimos por la cintura. Creo que las dos nos sentíamos completamente en paz al fin, después de tantos años de guardarnos un secreto demasiado grande para nosotras. Nos olvidamos del bus, decidimos recorrernos la ciudad. Hacía una tarde muy tranquila y al ser viernes e irse todo el mundo no teníamos miedo de que nos vieran juntas. Ibamos charlando de todo. De las cosas que le habían pasado, de las que me habían pasado a mí… lentamente, esa tarde construimos algo especial y fuerte entre nosotras dos. Nos cogíamos de la cintura, nos cogíamos de las manos, nos hacíamos tonterías… como dos enamoradas.

Cuando se hacía de noche, me acompañó a casa. Descubrimos que vivíamos a unos escasos diez minutos andando, lo que nos arrancó una carcajada. Seguimos riendo hasta llegar a una esquina. Me empezaba a molestar bastante ahí abajo, pero no me importaba. Era feliz. Debíamos separarnos para ir a casa. Paramos una al lado de la otra sin saber bien que decir.

Sorprendentemente, empezó ella.

– Bueno Eri, ha sido fantástico. – Nadie me había llamado Eri nunca, y eso me gustó mucho más que cualquier otra cosa. Creo que ella lo notó. – Bueno… Tú eres fantástica.

– No sabes lo feliz que me has hecho Sami. – Toqué la punta de mi nariz con la suya. Antes le había explicado que eso era un beso esquimal y le había hecho tanta gracia que casi se caía de la risa. Me respondió muy tímida y alegre, frotando su naricita contra la mía.

– Me encanta el beso esquimal… Por cierto, debo decirte un secreto. – Se acercó a mí y me susurró al oído. – Eres una idiota, ahora todos mis orgasmos serán pensando en ti. De hecho apenas puedo aguantar al llegar a casa. – Efectivamente, empezó a hacer el gesto típico de las mujeres cuando tienen muchas ganas de hacer pis… pero claro, ella tenía ganas de otra cosa. Me reí a gusto mientras ella se sonrojaba hasta la raíz del pelo.

– De que te ríes, tonta… – Miró hacia abajo riéndose ella también.

Me acerqué y le susurré.

– Porque los míos también serán todos pensando en ti… si es que no estás para ayudarme… – Eso la sonrojó aún más, miró rápida hacia los lados, comprobó que no nos veía nadie y me abrazó, puso una mano debajo de mi falta y me agarró con delicadeza mis testículos, bien colocados en mi braga. Eso me puso a mil y me encantó.

– Estaré siempre que pueda… y espero que tú estés para ayudarme también….

Asentí y le gemí al oído mientras ella me seguía acariciando. Yo quería hacer lo mismo, pero ella me cogió las manos y se las puso en el culo. Estaba agarrándole el culo con las dos manos.

– Lo siento… yo también lo estoy deseando, pero si me tocas ahora mismo, me correré en plena calle… – Eso me puso a mil por hora. Ella lo notó, mi pene totalmente erecto, haciendo sitio como podía en la maldita braga. Ella lo acarició por encima de la tela, con delicadeza. – La próxima vez… espero que no lleves nada… conmigo no tienes que disimular.

– Sami… Ah… – Apreté mis manos contra su culo. Notaba su tanga. Sólo deseaba quitárselo. Tanta excitación casi me dolía.

– Debe dolerte un poquito… siento haberte puesto así… Pero al llegar a casa, piensa en mí, vale? Porque yo estaré recordando este momento… y lo de esta mañana. – Bajó más la voz. – Y ya me contarás que tal te funciona… Yo no aguanto más…- Con un ligero apretón en mis testículos, me dio un fugaz beso en la boca y se fue corriendo a su casa.

Al llegar a casa, entré directa al baño y me masturbé con ganas. Sólo pensaba en Sami, en toda ella. En cómo debería estar ella ahora mismo haciendo lo mismo que yo, frotándose hasta correrse pensando en mí. Acabé corriéndome como una loca.

Luego cené, me puse el pijama y añadí su número a mi wassap. No podía esperar más.

– Oye, idiota, que sepas que al llegar a casa, me corrí como una loca por tu maldita culpa. Mira que hacerme eso y luego irte corriendo a casa… dejándome así…

– Cállate, tonta! – Caritas sonrojadas – Peor fue lo mío. Sabía que si te seguía haciendo eso me correría yo, así que me fui corriendo a casa. Pero al correr, me tiembla todo y casi me vengo en la entrada de casa. No sé cómo aguanté hasta llegar al baño… me senté, apenas me toqué y ya chorreando por toda la taza del váter… – Muchas más caritas sonrojadas.-

– Me gustaría verlo…

– Y a mí verte a ti… por cierto, mañana vas a cancelar todos tus planes y vas a venirte a mi casa. Mis padres se van mañana por la mañana de viaje a un congreso. Son médicos los dos. Vuelven el domingo a la noche, así que tendríamos el sábado y el domingo para nosotras… Bueno, si tú quieres, claro… – Carita triste. –

– Y cómo no iba a querer! Es perfecto! Puedo decirle a mi madre que me voy un fin de semana a dormir en tu casa. A qué viene esa carita? – Carita de enfado.-

– Bueno, es que parece que sea demasiado bueno para ser verdad. – Carita sonriente sonrojada.-

– Siiiiiiiiii menuda idiotaaaaa pues claro que es verdad. Iré encantada.

– Genial! No sabes lo feliz que me haces! Ahí te va la dirección. Al lado de aquella tienda de lencería que comentamos ayer, te acuerdas? Pero hay una condición.

– Sí, prometo portarme bien, no te preocupes – Carita de diablilla. –

– La condición es, nada de bragas de disimulo. Conmigo no hacen falta, de acuerdo? – Carita sonriente sonrojada.-

– Ya no pensaba en llevarlas… -Carita avergonzada – Pero a cambio de tu condición, yo también tengo la mía.

– Ah sí? Dispara!

– Pues sí, que vayamos al cine las dos solas. Quiero ir contigo y que te sientas bien. Que disfrutes y que si te pasa algo, veas que yo sí que te quiero. Que te acompañaré fuera, te consolaré y nos iremos a casa las dos o ninguna, te parece?

– … – Caritas con llorera – Tonta, me has hecho llorar… Pues claro que iré contigo al cine… Por cierto… Que sepas que me has dicho que me quieres -Carita de sorpresa – Nunca me lo habían dicho – Más caritas de llorera.-

– Me salió así… y sabes por qué? Porque te quiero. Te quiero, Sami. Da igual que nos hayamos conocido de un día. Te quiero de veras.

– Y yo a ti Erica… en serio que te quiero tanto que me duele que no vengas hoy a dormir ya. – Cara enamorada- Por cierto, hablando de dormir, me tengo que dormir ya… mañana se van mis padres pronto y quiero despedirme.

– Pues claro, un beso Sami… te quiero.

– Yo también te quiero mucho Erica. Por cierto… Todos mis orgasmos serán pensando en ti…

– … si no estoy yo ahí para provocártelos. – Completé la frase que reflejaba el amor y el secreto que compartíamos. Esperaba con ansias el día de mañana. Sami me mandó un beso, un guiño y se desconectó. Pensé que con la emoción no podría dormirme, pero al rato ya dormía profundamente.

A la mañana siguiente, le pregunté a mi madre si podría ir a comer y a dormir a casa de una amiga. Ella se sorprendió bastante, porque nunca había ido a causa de mi condición y de que nunca tuve una amiga tan cercana como para ir a su casa a dormir.

– A dormir a casa de una amiga? Carai, y puedo saber cómo se llama?

– Si, se llama Samantha, vive a diez minutos andando, así que no tienes por qué preocuparte. Tenía ganas de que fuese a su casa y quería ir. Noche de pelis y chicas, ya sabes. Volveré el Domingo por la tarde más o menos.

– Pues me parece perfecto hija! Pórtate bien y prepara una maleta decente…

– Sí, no te preocupes, llevo pijama, cepillo de dientes, peine… todo. Además, estoy a diez minutos, tampoco me voy a París. Si me olvido algo, vendré a buscarlo.

– Está bien, ya me la presentarás. Tienes que invitarla a dormir un día tú también! Que venga cuando quiera, vale?

– Gracias mamá! Ya hablaremos entonces.

– Cuidate hija… – Me abrazó y me dio un beso en cada mejilla. – Por cierto, hoy ya has… bueno, ya sabes.

– Sí mamá, no te preocupes, como todos los días, pesada. – Mentí. De hecho me molestaban un poco los testículos. Pero quería aguantar y reservarme para Sami. Quería darle una sorpresa… si tenía ganas. Si no, siempre podría usar su baño.

– Otra cosa… llevas bragas de recambio? Recuerda que si manchas y no puedes cambiarte… Tu amiga podría darse cuenta.

– Ah, no te preocupes mamá, ella es muy tímida para esas cosas. Nunca me miraría mientras me cambio ni nada de eso. Quédate tranquila. Es una buena chica.

– Cómo me alegro de oír eso, mi amor! Venga, corre que sé que estas deseando ir!

Cogí mi maleta y me puse en el ascensor. Yo vivía en un octavo y aun tardaba en llegar el ascensor abajo. Me miré al espejo que había en el ascensor. Llevaba puesta mi braga de contención, pero no se veía nada. Me había puesto una falda vaquera corta, unas sandalias y una camiseta de tirantes bastante suelta, que enseñaba parte del sujetador rojo. El pelo bien peinado y rojo brillante y mis gafitas. Me veía genial, aunque no me había duchado por falta de tiempo. Sami me apremiaba para que fuera a su casa. Pero faltaba algo.

Con cuidado, me quité la braga de contención, y la guardé en la maleta. Noté una sensación de liberación ahí abajo. Mis huevos colgaban sin trabas y mi pene estaba medio erecto, pero la tela vaquera lo disimulaba bien. Guardé mi braga en la maleta y dudé un momento de si ir así… o atreverme a ponerme el coulotte rojo que venía a juego con el sujetador.

Sería la primera vez que me pondría la parte de abajo de un conjunto… Me decidí por ponerlo. Lo saqué de la maleta, y me lo puse con cuidado. Al ser un coulotte, mis huevos descansaban en tela fina que transparentaba… No era como los tangas, que a veces me probaba en mi habitación sólo para ver como quedaban los conjuntos completos.

Las primeras veces cogía con tanga a juego. Pero al probarlos descubrí que ni mis huevos ni mi pene cabían bien. Y menos si me empalmaba… En cambio con el coulotte, cabían bien, y aunque mi pene erecto sobresalía un poco, si lo ponía hacia un lado podía caber dentro. Obviamente nunca me los puse, porque no disimulaban lo suficiente con la falta del colegio ni con ropa más holgada… pero con tela vaquera sí que valdría…

Me levanté la falta para ver el efecto y me gustó muchísimo. Esta era yo, por fin no tendría que esconderme! Me bajé la falda, deseando ver la cara de Sami al verme.

Sami vivía en una casa grande, no en un piso. Aunque mi madre era de clase alta, y más desde que nuestro padre nos dejó con todo su dinero, vivíamos en un piso. Lujoso, sí, enorme, también. Además bien insonorizado y demás, pero no era lo mismo que tener una casa para ti sola con una pequeña finca-jardín rodeándola. Pulsé el timbre de la verja que rodeaba el jardín.

– Sí?

– Hola, está Samantha? Soy una amiga.

– Soy yo… y tú eres mucho más que una amiga. Pasa, que ya tengo ganas de verte!

La verja comenzó a abrirse un poco y paró a la mitad. Supuse que se abría del todo sólo cuando hubiese que salir con coches o algo. Pasé y caminé por un sinuoso camino de piedra muy bonito. Vi que al lado de la casa había una piscina preciosa y un círculo de arena blanca rodeado de piedras. Tenía unas líneas que lo surcaban y hacían un efecto muy bonito.

Llegué al porche, donde había un mullido sofá, para tomar el aire en los días calurosos. Timbré de nuevo. Me abrió Sami. Tan pronto me vio, se abalanzó sobre mí y me abrazó muy fuerte. Solté la maleta y la respondí. Nos separamos y se me quedó mirando.

– Estás preciosa.

– Tú también lo estás. – Llevaba un vestido ajustado de verano, estampado con florecillas violetas, pero de una forma muy delicada. Sin escote y sin mangas. Le di un beso rápido en la boca, pero intenso. Era nuestro saludo, y nos gustaba a ambas. Ella estaba preciosa de verdad.

Cerró la puerta de la calle y me miró con detenimiento.

– Me encanta esa ropa que llevas, es genial! Y además provocando con ese sujetador rojo! Pero falta una comprobación. Si no, no puedo dejarte pasar. – Lentamente, se acercó a mí, me puso una mano en el muslo y fue subiendo hacia arriba.

Yo cerré los ojos y me dejé llevar. Su manó subió por mi muslo hacia el interior. Hacia el centro de mis piernas. Las separé un poco para abrirle camino. Lo primero que tocó fueron mis testículos en el coulotte. Ella dio un respingo y yo también. Se acercó a mi oído y empezó a lamerlo.

– Veo que lo has hecho bien… Que llevas puesto abajo? Es muy suave… puedo notar tus… gorditos y duros… oh… y esta maravilla… estás toda cachonda y apenas me has visto… Contesta, que llevas? – Me apretó los testículos con delicadeza. Gemí sin poder contenerme.

– Tendrás… que descubrirlo tu… pero ten cuidado… hoy aun no me he…

Eso pareció excitarla mucho, porque se pegó a mí y empezó a acariciarme mi pene con firmeza.

– Es cierto? Te reservaste para mí?

– Sí…

– Oh… cariño… que detalle… – Poco a poco fue desabrochándome la falda vaquera. Con un susurro, cayó al suelo. Luego me quitó la camiseta mientras yo disfrutaba del momento. Con los brazos en alto, me lamió mis axilas depiladas.

– Cuidado Sami… no me he duchado…

– Oh… así que has venido directa eh… y sin ducharte ni hacer tus cositas… – Ella lamió igual, lo que me hizo sentir un estremecimiento en todo el cuerpo. Su mano acariciaba mi pene por encima del coulotte, agarrándolo con ganas pero meneándolo con delicadeza. Mientras, me cogió una mano y me la puso en su muslo.

– Adelante… con suavidad… verte así me pone tan cachonda que podría correrme en cualquier momento… – Deslicé mi mano por su muslo… y noté que ella gemía. Seguí subiendo hasta dar con su lugar… Noté su coñito, todo mojado, pero todo depilado. Me moría por comérselo, pero… ya tendríamos tiempo. En ese momento me concentré en acariciárselo muy delicadamente… no quería que se corriera… al menos por ahora. Subí un poco más y toqué su clítoris. Era más grande de lo normal, estaba muy excitado y viscoso de sus fluidos.

– Ah…. Lo haces perfecto cariño… dios… no puedo. – Se separó gimiendo. – Yo abrí los ojos esperando. – Tengo una idea… Cierra los ojos. – Lo hice, no podía estar más excitada. Mis testículos dolían un poco ya. De repente escuché un susurro de ropas. Sami se pegó a mi cuerpo y descubrí que estaba desnuda. Sus pechos se frotaban con los míos, y notaba sus pezones excitados. Los tenía muy duritos.

– Así mejor… Pero faltas tú. – De un movimiento certero me abrió el sujetador. Me lo quitó delicadamente, hasta que mis tetas quedaron libres y colgando. – Me encantan tus tetas… las tienes grandes y sabrosas… Mmmm Erica… – Noté como empezaba a chuparme un pezón y luego otro. Iba alternando y me tenía a mil. Líquido preseminal salía ya de mi pene, que luchaba por salir del coulotte. Como si Sami me leyera el pensamiento, deslizó sus manos hacia mi culo y tiró del coulotte hacia abajo.

Mi pene se liberó como un resorte y mis huevos quedaron colgando libres al fin. Su mano recorría la totalidad de mi pene, haciéndome la mejor paja de mi vida. Lentamente, sentí como se agachaba y con su boca se acercaba a mi pene. Lo besó y lamió el capullo. Retiró la piel hacia atrás y repitió la operación.

– Sami…

– No digas nada. – Se la puso de repente en la boca. Mi polla es grande, y no le cabía toda. Pero poco a poco se la puso casi toda, mamando con cuidado, pero sin parar. Puse mis manos en su pelo, siguiendo el ritmo de la mamada. Jamás pensé que se sentiría tan bien. Mientras me masajeaba las bolas con delicadeza… Era demasiado. Su lengua jugueteaba con la punta y luego volvía a ponérsela en la boca.

– Sami por favor… ah… mmmmmmm… voy a correrme…

Se la quitó de la boca, y empezó a lamerme las bolas.

– Ven.

Se levantó, me agarró por la polla y me llevó por un pasillo lateral… giró a la izquierda y llegamos a un baño enorme, el cual tenía una bañera con hidromasaje que se podría llamar jacuzzi. Mientras me llevaba, seguía meneándome lentamente el pene. Yo veía su coñito, y me excitó muchísimo ver que colgaban hilos de flujo, que se derramaban por el interior de sus ingles. Y eso que apenas la había tocado!

Abrió el agua caliente y me sentó en el jacuzzi. Se puso de rodillas y me volvió a chuparme el pene. Yo no tenía con qué comparar, pero para mí lo hacía genial. Solo podía apoyarme en el respaldo del jacuzzi, cerrar los ojos y masajearme las tetas. El agua estaba llegando por los tobillos, caliente y reconfortante. Me venía, me iba a correr. Me estaban dando espasmos… Entonces, ella me puso un dedo en mi vagina. No dentro, si no por fuera, masajeándome mientras chupaba. Eso era demasiado.

Ella aceleró su ritmo mientras yo grité.

– Sami! – Y me corrí. El semen salía a borbotones y Sami se lo tragaba todo. Por un instante pensé que se ahogaba, pero tragó bastante antes de sacársela de la boca y decirme.

– Córrete cariño, córrete lo que quieras… lo quiero todo de ti. – Seguía meneándomela y algunos chorros de semen le cayeron en las tetas, el pecho, la cara… por todo su cuerpo. Yo estaba temblando, recuperándome de mi corrida, mientras veía como Sami, totalmente satisfecha sonriéndome, cogía el semen de sus tetas con sus dedos y se los chupaba. – Quiero que sepas que está delicioso… Tengo miedo volverme adicta…

– Pues tengo todo el que quieras para ti, cariño. – Me levanté y la cogí. La senté donde estaba yo y la abrí de piernas. Su coñito rosado estaba totalmente abierto y mojado. Le puse dos dedos en la boca a Sami y le dije que cerrara los ojos. Ella me chupó los dedos. Luego la besé, morreándonos con pasión, mientras con esos dedos le frotaba el coñito y su clítoris. Ella se estremecía mucho más que yo.

Con mi mano libre, le masajeaba las tetas, y frotaba mis tetas contra las suyas. Sus pezones duros como piedras, me excitaban muchísimo. Cogí uno entre mis dedos y lo apreté. El efecto fue inmediato. Arqueó su espalda y soltó un buen chorro de corrida en mi mano.

– Ohhh sí… Eri… soy toda tuya, pero por favor… pellízcame más!

– Así que te gusta que te pellizque… mmmmm pues prepárate!

Dejé de besarla y bajé a su coñito. Podía verlo en todo su esplendor. Pero ahora no iba a ir con cuidado, iba a comérmelo con ansia. Puse mi boca y empecé a chupárselo y a chuparle el clítoris a conciencia. Ella me agarraba la cabeza para sujetarme bien, porque de los espasmos que le estaban dando parecía que quería escaparse de mi lengua… pues no lo iba a conseguir! Me centré en lo mío con más ganas y de repente, el truco sorpresa. Estiré los brazos a sus tetas, las apreté, cogí sus pezones con mis manos y los retorcí con ganas mientras churrupaba su clítoris sin compasión.

Sami se arqueó como nunca antes y gritó como una loca. Gimiendo sin piedad, sus chorretones de corrida me llenaban la boca y se desparramaban por mis tetas y mi cuerpo. Mucho más que en el despacho de Tania! Aquello parecía no tener fin. Cuando parecía que iba a tranquilizarse la cosa, decidí atacar de nuevo.

Puse la mano en su coño, la otra en un pezón y apreté a la vez las dos fuerte, frotando y pellizcando sin piedad mientras le susurraba.

– Córrete más, quiero ver tu corrida, quiero ver tu cara mientras te corres, mi amor. Ella gimió más alto aún. Mmmmmmmmmmmmmmmmmmmm ella no podía articular palabra, mientras yo frotaba sin piedad y chorretones seguían saliendo de su agujero, cayendo en el agua del jacuzzi que ya casi llegaba a su coñito.

– Me… me vas a volver loca! – Me agarró fuerte la cabeza, pegándome mi boca a la suya, mientras con la otra mano cogía mi brazo que la estimulaba y lo apartaba. Temblaba y ponía los ojos en blanco mientras me besaba. La abracé mientras la acariciaba las tetas y le repetía.

– Muy bien cariño… has estado fantástica… No sabes lo ricos que saben tus flujos y tu corrida… Me lo echaste por las tetas, pero ya me lo chupé todo. Ahora tranquila…

Sus piernas se abrían y se cerraban con fuerza. Fue disminuyendo sus movimientos hasta quedar totalmente exhausta. El agua ya llegaba a su coñito y ella se estremecía de nuevo hasta que el agua lo cubrió del todo.

Me senté a su lado y apoyé su cabeza en mi pecho.

– Eri… ha sido… lo más intenso de mi vida…. Temía que si seguías, me volviese loca o algo parecido…

– Hasta yo me he asustado… temblabas bastante y tenías los ojos en blanco mi vida… Pero te gustó, verdad?

– Bromeas?! – Me besó una teta. – Ha sido el mayor orgasmo de mi vida… No quería que te escaparas del medio de mis piernas… pero me movía tanto… Tenía miedo de perder el contacto con tu boca y que todo ese torrente de placer cesara… Te juro que en mi vida sentí nada parecido. Se acurrucó en mí. Yo la abracé.

– No te escaparás nunca mi amor. Por cierto, lo que hiciste con la boca… ha sido… no tengo palabras. Tan caliente, tan dulce lo has hecho que ni siquiera pude avisarte al correrme… perdóname de veras…

– Cariño, no tienes que pedirme perdón. – El agua ya llegaba a mis pezones, y ella se colocó en mi hombro y cerró el agua. – Sólo me preocupaba hacerlo lo mejor posible y que te sintieras bien… Me excitó mucho ver que te corrías tanto dentro de mi boca… tu semen… sabe muy dulce, no miento cuando digo que es delicioso. Leí en internet que sabía salado y fuerte, pero aun así no me importaría… mientras viniese de ti. – Me dio un beso en los labios, intenso y carnoso.

– Me alegro que te haya gustado su sabor… creo que es porque… bueno, no soy un hombre y supongo que habrá cosas que cambian. En cambio, yo no busqué nunca en internet cómo sabría la corrida de una chica… y para mí es un manjar, te lo digo en serio. – Le guiñé un ojo y me pegó un cachetito en una teta y me miró divertida.

– Tonta, me estas dejando quedar como una pervertida… Solo tenía curiosidad por si un día… en fin… – Nos reímos las dos, mientras ella me acariciaba mi ya fláccido pene. No había nada sexual, sólo mucho cariño y jugueteo. Cerramos los ojos y nos quedamos así, besándonos de vez en cuando partes del cuerpo a nuestro alcance y besándonos tiernamente entre nosotras. Nos quedamos así hasta que el agua se volvió tibia… El día siguiente… Me moría por pensar lo que haríamos al dia siguiente.

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