Fue durante las vacaciones que Susana saco una nueva versión de ella, una versión que me hacía tener la verga erecta todo el tiempo

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Después de mucho tiempo leyendo relatos de otros, por fin me decido a contar parte de mis experiencias. Las historias que contaré (si consigo contarlas todas), tratan sobre cómo mi mujer consiguió disfrutar del sexo, después de los años.

Me llamo Alberto y vivo en Madrid. Tengo 40 años y llevo casi 20 años con mi mujer. Comenzamos a salir muy jóvenes y para ambos, fuimos la primera pareja importante. Mi mujer (Susana), era virgen cuando comenzamos a salir, al igual que yo (virgen en cuanto al sexo se refiere, pajas ya me había hecho unos cientos …). Eso hizo que con el paso de los años, fuésemos descubriendo el sexo más o menos, con buenos momentos y algunas carencias.

Susana mide 1.70, es delgada, morena y como comúnmente se suele decir “del montón”, aunque muy bien proporcionada. Tiene una talla 85 de pecho y las tetas muy bien puestas. Cuando no lleva sujetador, levanta pasiones. Esto se ha mejorado todavía más después del embarazo (múltiple, tenemos gemelos) y haber dado de mamar a ambos. Le ha crecido algo el pecho y a pesar de lo que se pueda pensar, se le ha realzado.

En el sexo siempre he sido quien más necesidades tenía, haciéndome pensar en algunas ocasiones que a ella nunca le apetecía o que incluso podría vivir sin ello. Siempre que manteníamos una conversación relacionada con el sexo, Susana comienza a ponerse triste diciendo que la gustaría ser más activa y que me quiere mucho, pero que no sabe cómo hacerlo o que simplemente, no le sale así. Durante un tiempo, tenía suerte si teníamos sexo una vez al mes, cuando lo habitual era que pasara más de un mes.

Esto también cambió después del embarazo. No es que se volviese más explosiva, pero después del primer año y medio, el sexo comenzó a ser más pasional (aunque seguía siendo escaso). Nada me hacía predecir el cambio que se estaba produciendo en mi mujer …

El verano pasado fuimos a la playa, a un pueblecito de pescadores del sur de España. Habíamos alquilado un adosado por muy buen precio, en una urbanización algo retirada de la playa. Susana ya había empezado a avivar las vacaciones, comentando un par de semanas antes que tenía muchas ganas de que tuviésemos noches locas (algo inusual), y que nos desfogásemos de todo el año laboral, disfrutando de los peques y el sexo. Ciertamente, no me lo creía porque ese tipo de insinuaciones finalmente pocas veces llegaban a algo.

El segundo día de vacaciones, después de ducharnos los cuatro (los peques y nosotros) y arreglarnos para salir, me quedé boquiabierto cuando vi a mi mujer salir del baño arreglada. Se había puesto una minifalda de flores, con mucho vuelo, que sabe que me gusta mucho (y que se pone muy muy poco), y una camiseta de tirantes ajustada, con sujetador. Me provocó una erección inmediata, y sólo me podía imaginar mil maneras de quitarle la ropa.

  • Estás buenísima – comenté.
  • Sabía que te iba a gustar – me dijo.

Me quedé mirándole fijamente las tetas y pensé “con sujetador la camiseta te queda bien, pero ya si te lo quitases, me costaría aguantarme y no arrancarte la ropa”.

Casi de inmediato se dio cuenta de donde estaba mirando y, mágicamente, como si me hubiese adivinado el pensamiento, se quitó el sujetador por debajo de la camiseta y me preguntó “¿mejor así?”

No me lo creía. Susana siempre había sido normal en cuanto al atrevimiento a la hora de salir a la calle y no pensaba que fuese a salir así. Por mí perfecto, pero me parecía raro que ella se sintiese cómoda. Le planteé la duda y me dijo “hoy me siento especialmente atrevida”, cosa que a mi me pareció perfecta.

Salimos a la calle a cenar a un restaurante que estaba a unos 10 minutos andando. Era un pueblo pequeño con pocas casitas y teníamos que atravesar nuestra urbanización para llegar al centro. Según íbamos andando, me fijé que a mi mujer se le marcaban los pezones. No era el único … todos los chicos con los que nos cruzabamos, también se fijaban y la miraban de arriba abajo. Teniendo en cuenta que tiene 40 años como yo, era halagador (al menos para mí, supongo que para ella también), que chavales de 20 años la mirasen como queriendo arrancarle la ropa (vamos, como yo).

La cena transcurrió con un gran calentón por mi parte (y por la del camarero, que cada vez que nos traía algo, la desnudaba con la mirada). Cuando llegamos a casa y acostamos a los peques (dormíamos todos en la misma habitación, a pesar de que había 3), esperé a ver si mi mujer venía a mi cama. Al ver que no venía, pensé “ya estamos otra vez, ha sido todo un espejismo”.

Sin embargo, a los 5 minutos de pensar eso, Susana se tumbó encima de mi. Sin mediar palabra, comenzó a restregarse y a comerme a besos y caricias. Tuve una erección inmediata y comencé a apretarla contra mí.

  • Después de cómo me has puesto esta noche, pensaba que se iba a quedar ahí – le susurré al oído.
  • ¿Te gustaba cómo iba vestida? – me dijo.
  • Más que eso. Te habría devorado antes de salir de casa – dije.
  • ¿Quieres que me la ponga otra vez? – sugirió.
  • Por supuesto.

Nos levantamos y fuimos a una habitación contigua, donde teníamos la ropa. Por el camino, no dejé de sobarle las tetas, el culo y rozar de vez en cuando su coñito por encima de las bragas.

Al llegar, se quitó el pijama y cogió la ropa que había llevado puesta por la noche. Me miró, se quitó las bragas y se puso encima la falda y la camiseta, sin nada más. Me abalancé sobre ella inmediatamente y comenzamos a besarnos. Yo le sobaba las tetas por encima de la camiseta, el culo y el coño por debajo de la falda y estábamos los dos ardiendo. Comencé a meterle un dedo por la vagina. Empezó a gemir y, al darme cuenta de que le gustaba, empecé a meter y sacar el dedo más rápidamente. Ella gemía más fuerte y metí otro dedo más. Estaba muy mojada y metiendo y sacando dos dedos (de una manera algo violenta para lo que estábamos acostumbrados), todavía se estaba calentando más.

Le dije que apoyase una pierna encima de la cama. Así la tenía completamente abierta y expuesta. Metí un dedo más (nunca se lo había hecho con 3 dedos). Su respuesta fue comenzar a gemir más y más fuerte todavía. Totalmente descontrolado ya, metí los 4 dedos de la mano y comencé a meterlos y sacarlos con cierta rudeza. A ella no parecía importarle, al contrario, cada vez estaba más mojada y más excitada.

Estuvimos así un rato hasta que pensé “no puedo más, tenemos que follar ya porque sino me va a dar algo”. Como si hubiese adivinado mi pensamiento, Susana se arrodilló, me bajó los pantalones, me la sacó y comenzó a chuparmela. Casi me da un infarto en el momento. Esa no era mi mujer, me la habían cambiado (y el cambio me flipaba). Me la chupaba despacio, metiéndose parte en la boca y salivando. Me estaba poniendo a cien. Se me ocurrió agarrarle la cabeza para ayudarla, a lo que no opuso resistencia. Comencé entonces a moverle la cabeza algo más rápido y a meterla más dentro según la atraía hacia mí. Estaba disfrutando de lo lindo, nunca lo habíamos hecho así, ella debía estar verdaderamente caliente.

Cuando me quise dar cuenta, tuve que parar porque ya estaba apunto de correrme, y esa noche más que nunca, quería follar. La levanté del suelo y le dije “vamos a la otra habitación que te voy a dar lo tuyo”. Ni yo me habría atrevido antes a decirle eso, ni a ella pareció importarle, es más, soltó un pequeño gemido acompañado de una risita, que me hizo pensar que me gustaba muchísimo esta nueva versión de Susana.

Según íbamos hacia la otra habitación, teníamos que pasar por delante de la escalera, que tenía una ventana. Íbamos ambos desnudos, ella delante y yo detrás, sobandole las tetas y el coño, con dos dedos dentro de ella. Al pasar enfrente de la ventana, se me ocurrió probar hasta donde llegaba el nuevo cambio. Paré en seco, la giré hacia la ventana y seguí sobandole tetas y coño así, expuesta hacia la calle. Era la 1 de la mañana por lo que pensé “no creo que pase nadie a estas horas por ahí, pero ya sólo esta situación me excita mucho”. Susana comenzó a gemir mucho más fuerte. Por lo visto, a su nuevo “yo”, también le excitaba esta situación.

En ese momento me fijé mejor en la ventana y vi a un señor de unos 50 años o más, mirando hacia nosotros. No se si Susana le había visto o no. Pensé “bueno, hasta aquí hemos llegado”. También pensé “bah, no creo que nos esté viendo”.

Justo después de esos dos pensamientos, me fijé en que mi mujer tenía los ojos abiertos de par en par y estaba mirando fijamente al señor. Lejos de retirarse, se acercó más a la escalera y comenzó ella también a sobarse las tetas por encima de mis manos. Abrió más las piernas y comenzó a gemir más fuerte. Yo estaba impresionado con este nuevo cambio, estaba con una erección enorme y pensé que en cualquier momento me iba a correr, sin que mi mujer me tocase siquiera. Miré al señor de fuera, y vi que tenía la mano dentro del pantalón. Se estaba pajeando!!. No duró mucho … como a los dos minutos, vi que sacaba la mano del pantalón, se limpiaba con un pañuelo y se quedaba mirando.

“Ya has tenido bastante por esta noche, ni te habrías imaginado ver una escena así de camino a tu casa” – pensé.

Cogí a mi mujer del pelo (ya estábamos desatados), la apoyé en el siguiente tramo de escalera, le di la vuelta y, sin condón y sin pensar (siempre lo hacíamos con preservativo), se la metí a cuatro patas de un golpe. Ni se inmutó, de hecho, comenzó a moverse frenéticamente. Yo la empujaba más y más fuerte y ella se empujaba contra mí como si quisiera que la rompiese en dos. No me creía lo que estaba ocurriendo, pensé que estaba soñando, pero era real. Le agarré de los brazos y se los crucé por encima de la espalda y así, comencé a embestirla más y más fuerte todavía. Esto la obligó a apoyar la cara en un escalón, pero no pareció importarle.

Comenzó a moverse más y más rápidamente y, por primera vez en nuestra vida sexual, tuvo un orgasmo salvaje. Justo al terminar, yo ya estaba apunto de estallar. Completamente animado por la situación, la saqué, le di la vuelta y la puse de rodillas enfrente de mí.

  • Abre la boca – le dije.

Completamente sumisa, abrió la boca y, sin mediar más palabras, comencé a metérsela muy rápido por la boca. Le provocaba arcadas pero no parecía importarle y ….. me corrí dentro. Fue una corrida enorme, mucho más grande de lo habitual y ella la aceptó sin rechistar. Incluso se tragó la mayor parte, cosa que nunca había hecho.

Agotados, nos sentamos en los escalones a descansar. Yo estaba impresionado con esta nueva versión de mi mujer. Me gustaba muchísimo y tenía miedo de que únicamente hubiese sido algo puntual. Sin embargo, cuando le pregunté si le había gustado, me contestó “bueno, ha estado bien para empezar”.

¿Para empezar? ¿Para empezar qué?. Esa noche, a pesar de haber tenido la noche de sexo más impresionante de mi vida, ni siquiera me pude concentrar en dormir. No podía parar de pensar en esa frase y mi imaginación volaba y volaba, planteando nuevas situaciones y cosas que me gustaría probar. Pero bueno, efectivamente, no había sido nada más que el principio, no vamos a desvelar todo en la primera historia …

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