Yo estaba en el cielo, con ambas chicas pajeándome y con el morbo de estar en un lugar público dando la espalda a grupos que no sabían lo que pasaba tras ellos

El resto de ese día sábado (después de lo relatado en “Mis chicas son mis mejores amigas”) lo pasamos relajados entre la piscina, la televisión y el dormitorio, tan solo conversando, riéndonos y regaloneándonos.


Ya por la tarde les pregunté qué querían hacer por la noche, si querían quedarse en casa o si preferían salir a alguna parte. Me preguntaron que dónde podríamos ir y yo les propuse que primero a comer a algún restaurante bonito y luego a bailar o a tomar algo a algún pub.
A ellas le gustó la idea pero me indicaron que para eso debían irse a sus casas para cambiarse de ropa y arreglarse para la ocasión, pero yo les propuse salir a un centro comercial y comprar lo que necesitasen. Obviamente a ellas les encantó la idea, aun cuando la condición era que yo tomaría la decisión final de lo que se comprarían.

Nos dirigimos a un mall cercano y ahí estuvimos algo más que un par de horas. Yo pensaba que lo primero a escoger sería la ropa interior, pero ellas me indicaron que eso dependería de la ropa que se compraran. Ante esto estuvimos recorriendo tiendas y alternativas. Yo no quería que escogieran ni pantalones ni faldas sino vestidos ajustados y cortos para poder lucirme esa noche con ambas bellezas.

Es imposible de imaginar la cantidad de alternativas que tienen las mujeres para escoger ropa, tanto en modelos, colores, estilos, tamaños, telas,… a diferencia de la ropa de hombre donde las posibilidades son muy pequeñas.

Al final de muchas tiendas y de probarse muchas alternativas tuve la suerte que los modelos que más me gustaron también les gustaron a ellas, uno negro, muy ajustado y sin tirantes y el otro era uno rosado y también muy ajustado. Al probárselos ambas se veían maravillosas, tanto los demás clientes como las vendedoras se detenían en lo que estaban haciendo para verlas. Ambas chicas manifestaron que los modelos eran demasiado exhibicionistas y que no se atreverían a usar algo así en público, sin embargo hice valer mi acuerdo de que sería yo quien decidiera qué comprar, argumentando además que ambas se veían bellísimas.

Una de ellas, lo lucía destacando sus grandes pechos en el escote y las curvas entre su cintura y sus caderas y la otra, con su cuerpo deportivo, le destacaba su espalda marcada y su trasero exageradamente redondo. Y a ambas les permitía lucir sus hermosas piernas.

De ahí pasamos, ahora sí, a comprar ropa interior donde también existe una enorme diversidad. Ellas escogieron varios modelos como alternativas y yo, después de seleccionar los que a mí más me gustaban, exigí un desfile para tomar la decisión. No voy a entrar en detalles tediosos de los modelos que se probaron, de hecho no sabría cómo describirlos, pero créanme que en cada uno de ellos mis chicas se veían maravillosas y que me tenían totalmente empalmado y estuve a punto de encerrarme con ellas en un probador (podría haber sido mal visto).

Al final se llevaron tres alternativas cada una.

A esa hora yo ya estaba agotado, pero faltaban los zapatos. Sin embargo para mi sorpresa y mi satisfacción esa parte fue la más fácil y rápida, pues ellas mismas escogieron unas sandalias de taco muy alto y colores distintos cada una, que destacaban sus largas piernas y que me encantaron como se veían (o tal vez ya no quería seguir buscando más alternativas).

Lo que no tenía contemplado era que pasaron a comprar todo tipo de maquillaje, ya que decían que con esa ropa no podían salir sin “hacerse” las caras. Tampoco desaprovecharon para comprar, aros, anillos y pulseras.

En resumen, toda una experiencia que valió la pena, pero que no repetiría.

Ya en mi casa pude descansar mientras ellas comenzaron el ritual de ponerse bellas: baños, cremas, maquillajes, peinados, más cremas, ropa interior, cambio de peinado y luego cambio de conjunto de ropa interior, más maquillaje, retoques al peinado y prueba de vestido y zapatos,…. Así varias veces.

En todo caso, debo reconocer que el largo tiempo invertido, además de permitirme descansar, dio como resultado un par de chicas impresionantemente bellas y sexys, estaban como una mezcla de portada de revista de modas y de revista Playboy. Perfectas!

Por mi parte, en quince minutos ya estaba afeitado, bañado y vestido. Listo para disfrutar la noche.

Primero fuimos a un restaurante de comida franco-belga que me gusta, tanto por lo bien que se come como por el ambiente. Pueden imaginarse cómo se daban vuelta las cabezas al entrar mis dos bellezas, tanto hombres como mujeres abrían los ojos de admiración produciéndose un silencio total seguido de un murmullo.

Al principio ellas se sintieron incómodas al verse tan observadas, pero yo las tomé de sus cinturas y me abrí paso entre las mesas hasta llegar a la que tenía reservada.

Cenamos relajados disfrutando la rica comida y una simpática conversación entre los tres, donde nos contábamos anécdotas de nuestras vidas.

En un momento fuimos interrumpidos por un simpático señor de edad avanzada, quien se acercó a nuestra mesa y muy galante felicitó a mis chicas por lo guapa que eran y al que invitamos a acompañarnos por un rato, entre risas y bromas de la mesa de donde venía y donde estaba su señora, también muy simpática.

Un par de horas después nos dirigimos a un local que está de moda, donde van las chicas más lindas y más arregladas, el lugar exacto donde lucirme con mis bellezas. Ahí podríamos beber algo, bailar y pasar un buen rato.

Otra vez tan solo entrar y todas la cabezas se giraban a vernos (a ellas en realidad y al suertudo que las acompañaba), pero esta vez mis chicas ya se sintieron cómodas, asumiendo lo guapas que estaban, se colgaron de mis brazos y entramos sonriendo.

Primero nos instalamos apoyados en la barra, donde pedimos nuestros tragos y estuvimos conversando, viendo y dejándonos ver.

Luego estuvimos bailando un rato, haciendo un trio donde jugábamos, nos coqueteábamos y pasamos un rato estupendo.

Yo volví a la barra dejándolas a ellas bailando. Eran un espectáculo y todos lo disfrutaban al verlas moverse al ritmo de la música. Los tipos las veían sin acercárseles, tal vez por parecer un par de diosas inalcanzables o por que ya habían visto que andaban conmigo, pero más de alguno intentaba de lejos hacer contacto visual o les decían algún piropo, a lo cual ellas sólo sonreían.

Algo similar me pasó a mi apoyado en la barra, cuando en un par de ocasiones unas chicas se acercaron a pedir algo al bar-tender y me miraban sonriendo o saludando. Al parecer, el verme tan bien acompañado les despertaba su instinto de cacería.

A una chica, bastante guapa y sexy que me sonrió coqueta, le dirigí la palabra y estuvimos conversando. Con la música fuerte ella se acercaba a centímetros de mi cara a hablarme o apoyaba sus manos en mi pecho para escucharme. Yo la tomaba por su cintura y sus pechos quedaban apretados contra mí.

Mis chicas llegaron haciéndome bromas, preguntándome si ellas dos no eran suficientes para mí. La chica, incómoda, se despidió indicando que debía juntarse con unas amigas.
Rato después mis chicas se fijaron en una chica, conocida de ambas que estaba bailando, era bastante guapa, pero no tanto como mis chicas, ella estaba acompañada por un tipo que mis amigas me comentaban que se rumoreaba que era un gigoló que su “amiga” contrataba cada cierto tiempo y con el que ahora bailaba muy apretada y sexy.
Cuando terminaron de bailar se acercaron a la barra, donde estábamos apoyados, produciéndose el encuentro entre las chicas, las cuales gritaron saludándose, se abrazaron, se decían lo guapas que estaban y volvían a abrazarse. Luego nos presentaron a nosotros, primero ella presentó al tipo como “mi novio” y luego mis chicas, riendo, me presentaron como “nuestro novio”.

Continuamos con ellos quienes resultaron ser muy agradables, ambos. Mientras hablábamos la amiga se abrazaba a su “novio”, la acariciaba el pecho y brazos o le daba la espalda poniendo su culo en el paquete. Mis chicas no fueron menos y comenzaron a hacer lo mismo conmigo mientras hablábamos. Un rato después nos dijeron que ellos tenían una mesa reservada, muy privada, donde podíamos instalarnos los cinco.

En realidad no era una mesa sino que dos sillones formando una L con una mesita entre ellas donde dejamos nuestros vasos. Nos instalamos en los sillones, yo con mis chicas en uno y nuestra pareja amiga en el otro. Conversábamos y reíamos de forma muy natural, como si nos conociéramos todos de siempre.
En un momento las chicas fueron al baño, como siempre todas juntas, y yo me quedé conversando con mi nuevo amigo quien pude ver que pensaba que, al igual que él, había sido contratado por las chicas y me preguntaba que cómo no nos habíamos conocido antes, que cómo había hecho para que me contrataran esas dos bellezas, que cuánto les cobraba. Yo me reía pero no le aclaré nada, ni que sí ni que no.
Cuando las chicas volvieron se notó que algo habían estado conversando ya que llegaron muy decididas. La otra chica se sentó a horcajadas sobre su “novio” y comenzó a besarle descaradamente. Mis chicas fueron más sutiles, pero también comenzaron a besarme y a acariciarme, una el pecho y la otra las piernas. Yo respondía sus besos turnándome entre una y otra y al tiempo que tomaba con firmeza sus traseros.
Afortunadamente la posición de los sillones nos daba bastante intimidad, pero estábamos sólo a un par de metros de que cualquiera nos viera haciendo esa gran escena. A ellas no les parecía importar y a nosotros tampoco.
En el otro sofá la chica movía su cadera refregándose contra el tipo, sin parar de besarle apasionadamente. Nosotros seguíamos besándonos y tocándonos, pero también nos dedicábamos a mirar y comentar el espectáculo que teníamos al lado.
Él le tomaba con una mano una teta y con la otra su trasero, guiándole en su movimiento. En un momento ella se separó colocándose a su costado y comenzó, sonriendo, a tocarle su pene mientras le comentaba lo duro que ya lo tenía. Nos miró a nosotros con una sonrisa cómplice, miró alrededor para ver si había alguien cerca o viéndola y tras eso le abrió el pantalón sacando su pene erecto y mostrándolo orgullosa. Continuó acariciándolo con su mano derecha al tiempo que le hablaba a su hombre al oído y nos miraba con cara de viciosa.
El tipo estaba disfrutando del masaje que recibía y aprovechaba de apretarle con fuerza una de sus tetas. Ella fue aumentando la fuerza y velocidad de su mano al tiempo que le decía “vamos, córrete, muéstrales lo macho que eres”. Él estaba a punto y se le notaba en su respiración y en sus ojos cerrados, comenzó a avisar que ya estaba y ella aumentó aún más el pajeo al tiempo que le acariciaba sus bolas.
“Toma, toma” gritó él al momento en que un gran chorro de semen se elevó en el aire para caer a un costado del sofá, para luego continuar con otras tres o cuatro potentes eyaculaciones. La chica pudo tomar en el aire parte de los chorros para luego llevar su mano a su boca y lamerla con goce mientras miraba a sus amigas con una cara que mostraba su calentura, pero también su orgullo por su chico.
¿Cómo estuvo? Le pregunté sonriendo al tipo y este, aun respirando agitado, me respondió que muy bien.
Mis chicas comenzaron a preguntarme si yo también quería ser atendido de esa forma, aunque me daba la impresión de que ellas querían mostrar a su amiga que también tenían con qué lucirse. Comenzaron a acariciarme sobre el pantalón al tiempo que me daban besos y recorrían mis brazos y piernas con sus uñas.
Una de ellas abrió mi pantalón y tomando mi pene lo estiró fuera y con sólo tres recorridas con su mano tratando de rodearlo, lo dejó apuntando al cielo, hinchado y estirado. Pude ver los ojos abiertos de su amiga mientras se mordía el labio inferior. La otra de mis chicas se preocupó de sacar mis bolas también del pantalón y luego tomar desde la base de mi tronco mientras la otra lo pajeaba lentamente más arriba.
Yo estaba en el cielo, con ambas chicas pajeándome y con el morbo de estar en un lugar público dando la espalda a grupos que no sabían lo que pasaba tras ellos. Mis chicas me miraban con ojos apasionados, al tiempo que me besaban en la boca y en el cuello. Se turnaban para masturbarme, recorriendo mi mástil a veces con una mano y a veces con ambas.
Yo sabía que ellas esperaban que yo tuviera una gran corrida y así demostrar a su amiga con qué hombre estaban. Afortunadamente después de la sesión de sexo de la mañana (ver relato “mis chicas son mis mejores amigas”) no habíamos tenido sexo y me sentía totalmente cargado y deseando eyacular litros.
Cuando ya estaba listo use mi capacidad para controlar mi corrida y mirando a una de mis chicas le hablé a su oído instruyéndola a bombearme fuerte y apuntar al frente. Miré a su amiga y le pregunté en voz alta “quieres ver cómo me corro?” ella asintió con su cabeza y yo dejé salir un gran chorro que llegó hasta ella, dejando una gruesa línea desde su sofá y que pasaba sobre la mesita, ella gritó sorprendida y luego continué con otro chorro que dio en los vasos, para terminar con dos chorros más, en que apunté a mis chicas, las que supieron recibirlos contentas.
Mis chicas me besaron agradecidas y luego se besaron entre ellas, en un ritual que ya se estaba haciendo costumbre. Su amiga nos miraba desde el frente con la boca abierta y su novio entre risas me felicitaba y me preguntó lo mismo que yo le había preguntado antes “¿cómo estuvo?”, a lo que yo le respondí que muy bien.
“Así parece” dijo su chica, quien me indicó que nunca había visto una corrida tan potente. Una de mis chicas le aclaró “y eso que fueron sólo cuatro chorros, yo le he contado más de diez”. Su amiga no podía creer lo que oía. Efectivamente, como había sido masturbado por una de mis chicas y yo estaba controlando el momento de eyacular, al momento de soltar el primer chorro mi chica dejó de mover su mano, razón por la cual eyaculé sólo tres chorros más y yo sentía que podía haber seguido.
Con la calentura de la situación me puse de pie, me dirigí frente a la amiga y tomé mi pene y tras bombear tres veces con mi mano este se paró apuntando a su cara y le pregunté arrogante “¿quieres disfrutarlo?” ella lo tomó con ambas manos apuntándolo a su boca y comenzó a pajearme. Mis chicas se pusieron una a cada lado a mirar y a tapar lo que hacíamos para que no nos viera el resto del local.
La chica lo miraba seria mientras movía sus manos con rapidez y en un momento abrió su boca y se lanzó a tragarlo, se lo metía con fuerza más de la mitad de mi tronco, lo apretaba con sus labios al tiempo que continuaba masturbándome con una de sus manos. Realmente sabía hacer una buena mamada y yo lo disfrutaba. Lo sacó de su boca y con voz ronca me pidió que le eyaculara en su boca. La vi tan sumisa que la tomé del pelo tirando su cabeza hacia atrás al tiempo que le preguntaba si realmente lo quería, si creía que lo merecía. Ella me decía que sí, que por favor le diera mi semen. Se lo metí en su boca y tomando su cabeza con ambas manos se lo bombeaba con fuerza por la garganta. Ella se atoraba pero aguantaba bien, la dejaba respirar y volvía a metérselo.
Cuando decidí acabar no se lo saqué de su boca, apreté su cara contra mí y le solté un gran chorro que le llenó la boca y atragantada le explotó por sus narices. Yo lo retiré de su boca y comencé a tirar nuevos chorros en su cara, en su frente, en cada uno de sus ojos y en su escote.
Ella trataba de respirar, con sus narices tapadas y su boca abierta completamente, dejando salir restos de semen que se mezclaban con los que corrían por su cara y cuello.
Le pasé algunas servilletas, guardé mi pene y abrazando a mis chicas me volví al sofá, donde les pregunté “¿eso era lo que querían?, ¿mostrarle que sí puedo satisfacerlas a ambas?”. Ellas en respuesta me besaron.

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