Explorando mi sexualidad con mi tío

-Vamos Ernesto, será solo por doce meses -dijo Nacho, rongando.

Nacho, el hermano pequeño de Ernesto, lo estaba llamando para decirle que tanto él como su mujer iban a irse un año de voluntariado a África. Su mujer estaba en rollo zen y quería ayudar a los más necesitados.

-Vamos a poder crecer como personas con este viaje -dijo a Ernesto-. Solo necesitamos que te quedes con Andrés durante estos meses.

Andrés era el hijo de Nacho.

-Sabes que ya mamá no está en condiciones de quedarse cuidando de él, además, un año en Francia será una grandisima experiencia para Andrés -dijo Nacho-. Le encantarán las playas de Antibes.

-Pero, ¿tiene un nivel de francés lo suficientemente bueno como para estudiar aquí? -preguntó Ernesto.

-Ha estudiado francés durante dos años en el instituto, y este año será su tercero, o sea que tendrá tres años de experiencia cuando vaya a tu casa. Además irá a principios de verano -dijo Nacho-. Eso es tiempo de sobra para mejorar su francés.

-¿Estás cómodo con que viva con un hombre gay? -preguntó Ernesto, intentando quitarse el marrón de encima.

-Eres profesor, trabajas con adolescentes todo el tiempo -dijo Nacho-. Además, Andrés sabe que eres gay desde pequeño y nunca le ha importado. Tu sexualidad no es ningún problema.

Ernesto suspiró-. Vale, supongo que estará bien pasar tiempo con él. ¿Tengo que ir hasta España a recogerlo?

-No, no hace falta -dijo Nacho-. Dentro de poco tendrá quince, y con un permiso nuestro puede viajar solo. Solo tienes que recogerlo en el aeropuerto. Nice. Te mandaré todos los detalles del vuelo en cuanto compre los billetes. Será sobre la primera semana de Julio.

-Vale, Nacho. Justo cuando cojo las vacaciones, así que perfecto -dijo Ernesto-. Prepararé el cuarto de invitados y comenzaré a organizarlo todo para que pueda apuntarse el próximo curso al instituto -colgó.

Después de colgar comenzó a preguntarse cómo sería vivir con un adolescente.

Fede se rió cuando Ernesto le contó sobre su sobrino mudándose a vivir con él durante un año. Fede era el mejor amigo de Ernesto, y vivía en la costa de San Rafael. Al igual que Ernesto, Fede enseñaba español en un colegio público, así que los dos estaban acostumbrados a tratar con adolescentes. Aunque ninguno había vivido jamás con alguno.

-Tal vez Andrés sea uno de esos adolescentes raro, de esos que escuchan y obedecen -dijo Fede burlándose-. ¿Cuándo lo viste por última vez?

-Hará aproximadamente un año y medio o así, fue de vuelta a Cádiz para Navidad y Año Nuevo -dijo Ernesto-. Era un chiquillo muy educado.

-Además te visitó con sus padres hace unos cuantos veranos, ¿no? -dijo Fede.

-Es verdad. Durmió en el sofá mientras que sus padres se quedaban en la habitación de invitados -dijo Ernesto-. Tendría cerca de doce años y no daba problemas. Quizás me esté preocupando mucho.

-O tal vez no -Fede se rió-. Un adolescente es algo completamente diferente a un niño, como bien sabrás.

-Ya -Ernesto suspiró-. Me pregunto cómo se sentirá Andrés acerca de tener que venir a vivir conmigo. Si lo hace por obligación, las cosas se pondrán muy feas.

-¿No le has preguntado a tu hermano? -dijo Fede- Llámalo y pregúntale.

-Llamaré en un par de días, que va a parecer que no quiero que venga mi sobrino -dijo Ernesto.

Ernesto no tuvo que llamar a su hermano porque, nada más llegar a casa, recibió un whatsapp de su sobrino.

-Hola tito. Me acabo de enterar de que me voy a vivir este año contigo y tengo muchas ganas de vivir en Francia. Pensaba que ya me iba a tocar volver a estar encerrado con la abuela. Me alegra saber que voy a pasar doce meses con mi tío favorito. Procuraré no molestarte -escribió Andrés.

Ernesto sonrió. ¿Su tío favorito? Eso nunca se lo había dicho, y además parecía que con aquel mensaje venía de buen rollo.

***

Tres semanas después, Ernesto comenzó a organizar la casa y preparar lo que iba a ser la habitación de Andrés durante aquel año. Todo estaba recogido y ordenado. «Esto será suficiente» pensó. Después, cogió las llaves del garage y bajó a por el coche. Media hora después ya había llegado al aeropuerto.

El vuelo de Andrés parecía que iba sin retraso, pero Ernesto no paraba de mirar la puerta de salida aún sabiendo que todavía no había llegado. No sabía porqué estaba nervioso, si solo estaba recogiendo a su sobrino. Llegó la hora, pero su sobrino todavía no había llegado, a pesar de que ya estaban todos los pasajeros saliendo.

-¡Tito! -sonriente, un chico de pelo rubio dejó sus maletas y abrazó a Ernesto- Qué bien verte. Perdón por haber tardado pero es que mi maleta era la última de todo el avión por lo visto. ¿Has venido en coche?

-Tranquilo, Andrés -dijo Ernesto sonriendo-. Me alegro de que hayas llegado sano y salvo, a mi me aterran los aviones. Has crecido desde la última vez que te vi y estás muy guapo.

-Tú también estás guapo, tito -dijo sonriendo-. Siempre lo estás.

-Venga, coge tus maletas. El parking está a unos minutos -Ernesto cogió la maleta grande y Andrés cogió el bolso de mano-. ¿Tienes hambre?

-Tengo sueño más que hambre, me he comido un sandwich en el avión -dijo el niño.

-No sabía muy bien que querrías para cenar, así que hoy cenaremos fuera -dijo Ernesto.

-¿En una terraza? Me encanta cenar en algún restaurante con terraza en verano -dijo Andrés.

-Sí, cenaremos en un restaurante con terraza -dijo Ernesto-. Probablemente en el Place Nationale en la ciudad vieja. No está muy lejos de mi casa.

-¡Genial! -dijo Andrés.

Hablaron sobre muchos temas en el camino hacia la casa de Ernesto, y en poco tiempo ya habían llegado. Andrés corrió hacia el balcón que había en el salón y miró al gran jardín que compartían todas esas casa.

-Se me olvidaba que tenías piscina comunitaria -dijo cuando Ernesto entró al balcón-. Recuerdo las dos playas y el gran mercado al que íbamos, pero no la piscina.

-Iremos a dar un paseo y podremos ir al mercado -dijo sonriente-. Y como ves tengo una mesa y silla en la terraza, así que podemos comer fuera los dos.

-Será genial -dijo Andrés.

-Ya veremos -Ernesto todavía dudaba-. De momento ven que te voy a enseñar tu habitación. Después te duchas y nos vamos a cenar, son casi las siete.

-Nunca he dormido en una cama de matrimonio -dijo Andrés al llegar a su habitación y ver la cama.

-El baño está justo enfrente -dijo Ernesto-. ¿Quieres escribirles a tus padres para decirles que has llegado bien?

-Ya les escribí al bajar del avión -dijo el chico.

Sacó una camiseta blanca limpia de su maleta y se quitó la que llevaba, que estaba sudada.

-Bueno, te dejo solo -Ernesto se sintió abochornado al ver a su sobrino medio desnudo.

-No te preocupes -dijo Andrés, que pasó por al lado de Ernesto para ir al baño. No cerró la puerta y Ernesto pudo oírlo mear y lavarse las manos.

Ernesto estaba en la terraza mirando a la piscina cuando se le unió Andrés.

-Que bien me he quedado después de mear -dijo sonriendo.

-Demasiada información -rió Ernesto-. Vamos, que llegamos tarde.

-¿Qué quieres comer? Algo español, italiano, francés,… -preguntó Ernesto.

-Hombre, ya que estamos cena francesa -respondió su sobrino.

-Entonces cenaremos en este restaurante. Es de mis favoritos.

Los recibió un señor mayor y sonriente.

-Bonsoir, monsieur. C’est votre

fils? -dijo el anciano mientras señalaba una mesa.

-Non. Mon neveu -dijo Ernesto.

En cuanto se sentaron, Andrés susurró y dijo:

-Se pensaba que era tu hijo.

-Tu parles bien le français? -preguntó el tío.

-Solo lo básico -dijo Andrés riendose.

-El menú está en francés. Dime si necesitas que te traduzca cualquier cosa -dijo Ernesto.

Andrés empezó a leer el menú y luego miró a un joven camarero, que se acercaba a la mesa para preguntar si querían algo de beber.

-Un petit carafe de vin rouge pour moi -dijo Ernesto.

-Et pour le jeune homme? -preguntó el camarero.

-Un jus d’orange, s’il vous pla»t -dijo Andrés sonriendo-. Me alegra que me haya llamado joven caballero y no niño -el camarero se fue y Andrés lo miraba-. ¿Es muy guapo, verdad?

-¿Te lo parece? Lo he visto varias veces pero nunca he pensado que fuese nada especial -dijo mintiendo, ya que se lo había follado cada vez que había tenido oportunidad.

-Míralo -dijo Andrés sonriendo-. Cuando traiga las bebidas me dices si es tu tipo o no.

-¿Qué quieres comer? -dijo Ernesto sonriendo y poniendo sus ojos en blanco.

-Quiero el `canard’, el pato. Creo q ue pone que está cocinado en un horno de leña -dijo Andrés-. ¿Puedes pedirlo por mí y decirles que me lo dejen un poco rosado? No sé cómo decir eso en francés.

-Vale -asintió-. Tenemos que practicar tu francés. Serás fluido de aquí a que vuelvas a tu casa.

Ernesto miró de arriba a abajo al camarero cuando este dejó las bebidas en la mesa y tomó nota de la comida. Pensó que aquel chaval joven era muy guapo, debía tener veinte años o poco más. Le gustaba su pelo negro y rizado, y su sonrisa permanente. Mediría más o menos metro ochenta, y le encantaba su delgado pero atlético cuerpo.

-Te gusta, ¿no? -dijo Andrés sonriendo.

-No está mal, no lo echaría de la cama -dijo Ernesto.

-Yo creo que te pega eh -dijo Andrés riéndose.

-No creo que le interesen los tíos mayores como yo -dijo Ernesto-. ¿Cuál es tu tipo?

-Tal vez el camarero -dijo sonriendo. El camarero trajo pan a la mesa y Andrés sonriendo y le dijo gracias en francés.

Ernesto no sabía si Andrés decía en serio lo de encontrar atractivo al camarero, por lo que decidió cambiar de tema.

-Mi amigo Fede vendrá a visitarnos el sábado. Espero que no te moleste estar con dos viejos.

-No eres viejo, tito. Eres muy guapo y te mantienes en forma -dijo Andrés-. ¿Fede es como tú?

-Sí, es profesor -contestó Ernesto.

-No me refiero a eso -sonrió y bajó la voz-. Me refiero a si es gay también.

-Sí, es gay. ¿Te molesta?

-Claro que no me molesta -hizo un pausa-. Yo también soy gay.

-Vaya, no lo sabía -dijo Ernesto.

-Eres la primera persona a la que se lo cuento -dijo agachando la mirada.

-Me alegra saber que confías en mí.

-Si no puedo decírselo a mi tío gay, ¿a quién se lo digo? -dijo sonriendo- Puedo ser yo mismo cuando estoy contigo. Con un poco de suerte por fin tendré sexo con otro tío este año.

-No vayas tan rápido, todavía eres menor de edad -dijo Ernesto.

-Solo por unos meses -dijo sonriendo-. Quince es la edad legal en Francia, me he informado.

No podía discutir contra eso. Andrés había hecho sus deberes y tenía razón. Decidió volver a cambiar de tema.

-¿Qué quieres hacer mañana?

-Quiero ir a alguna playa y ver a tíos buenorros -sonrió-. Me he comprado bañadores cortos.

-Mi sobrino es un salido -dijo riendo.

-Ya ves -dijo Andrés-. Cachondo todo el rato.

El camarero regresó y Andrés le sonrió, devolviéndole este la sonrisa.

-Bon appetit, messieurs -dijo antes de marcharse.

Andrés se inclinó y, susurrando, le habló a su tío.

-Ojalá no llevase ese delantal, seguro que tiene un paquetón y no puedo verselo.

-¿Tú crees? -dijo Ernesto mientras fantaseaba sobre el culo respingón del camarero.

-Sí -dijo Andrés-. Estoy seguro de que soy pasivo, pienso en pollas todo el rato.

-Asumo que lo sabes por el porno que ves en internet.

-Como todo el mundo, ¿no? -preguntó confuso.

-Come antes de que se enfríe -dijo negando con la cabeza.

-Vale, tito -sonrió.

Nada más llegar a la casa, Andrés bostezó.

-Has tenido un día largo y viajar cansa -dijo Ernesto-. Deberías ducharte y dormirte.

-Primero le escribiré a mis padres para contarle qué tal el día -dijo el sobrino-, ¿me das la contraseña del wifi?

-Le mot de passe du wi-fi -dijo Ernesto.

-Le mot de passe du wi-fi -repitió Andrés sonriendo.

-Te la escribiré mejor, que es larga -dijo.

Ernesto vio asombrado la velocidad con la que aquel niño escribía en whatsapp. Dejó su móvil en la mesa y abrazó a su tío.

-Buenas noches, tito -dijo Andrés antes de meterse en la ducha.

Ernesto esperó hasta asegurarse de que su sobrino estaba dormido para llamar a su amigo Fede.

-Creo que estaba preocupado por nada -dijo Ernesto-. Es educado y amable, además parece que tiene interés por aprender francés y acoplarse bien.

-Dale cinco días y veremos si no cambias de opinión -dijo Fede.

-Aunque hubo una sorpresa -dijo Ernesto-, por lo visto dice que es gay.

-Interesante, ¿es mono? -preguntó Fede.

-Muy mono, pero siempre has dicho que no harías nada con un adolescente.

-Y no lo haría, al menos con un alumno mío. Aunque no hay nada de malo en fantasear -rió Fede.

-Eres un guarro -rió Enresto-. Lo conocerás el sábado.

-Estoy deseándolo -dijo Fede-. Llegaré sobre las once de la mañana más o menos en los primeros trenes.

-Genial -dijo Ernesto-. Te recogeremos en la estación.

***

Andrés durmió hasta tarde aquella mañana, y se puso contento al ver que su tío Ernesto había ido a por bollos recién hechos para desayunar.

-Mmm, que bien huele -dijo Andrés-. Buenos días tito.

-Buenos días, Andrés -dijo Ernesto, que puso un vaso de zumo de naranja en la mesa-. ¿Está bien con el zumo o quieres algo más?

-Con el zumo voy de sobra -dijo el niño-. ¿Vamos a ir a la playa, no?

-Sí, a no ser que hayas cambiado de idea -dijo Ernesto.

-No, no, para nada. Quiero ir a alguna que no esté llena de turistas, como la que está al lado de la ciudad vieja -contestó Andrés.

-Se llama La Plage de Ponteil -dijo sonriendo.

Ernesto miraba a su sobrino mientras andaban por el paseo de la playa. Andrés no prestaba ninguna atención a las chicas en bikini o a las mujeres haciendo topless, pero no quitaba sus ojos de los hombres y chicos que tenían más o menos su edad.

Cuando llegaron a una zona de la playa lo suficientemente tranquila, bajo a la arena y estiraron sus toallas sobre la playa. Andrés se quitó la camiseta y los pantalones, y miró alrededor por si encontraba a alguien mirando a su sensual cuerpo, que estaba cubierto solo por unos bañadores cortos y ajustados. Se decepcionó al comprobar que no había nadie que estuviese mirándolo descaradamente. Cuando se giró y vio a su tío, que solo llevaba puesto unos speedos ajustados, soltó un silbido.

-Vaya, no sabía que tuvieses ese pedazo de paquete -dijo Andrés sin quitar la vista de aquel bulto.

Ernesto rio y negó con la cabeza.

-Tú tampoco estás mal eh -dijo mirando a su sobrino de arriba a abajo.

Andrés se sentó y, con su camiseta, se cubrió el bulto que poco a poco iba creciendo dentro de su bañador.

-Soy bastante normal entre los chicos de mi clase. Mi antigua clase. Pero, en serio, tito tienes un paquete enorme. ¿Cómo de grande es cuando está empalmada?

-No creo que sea algo que deba decirle a mi sobrino -rió Ernesto.

-¿Por qué no? Los dos somos gays y vivismo juntos. No deberíamos tener secretos -dijo Andrés-. Además, claramente la tienes como la de un caballo, solo quiero saber la cifra exacta.

Bueno -dijo Enresto-. Me mide 23 estando empalmada, ¿contento?

-Estaría contento si tuviese un novio con ese tamaño -dijo mientras se relamía-. Seguro que es gorda también.

-Pues sí -dijo riendo-. Demasiado para alguien virgen como tú.

-Tal ve, pero me encantaría saber si me cabe alguna -sonrió y levantó la camiseta de su paquete-. Mira lo que has hecho.

Ernestó miro a la polla levantada de Andrés bajo aquel bañador ajustado, e inmediatamente desvió la mirada.

-¡Andrés! Compórtate -alzó la voz.

-Perdón, tito -se giró y se tumbó boca abajo-. No puedo evitarlo, siempre he pensado que estás buenísimo, pero al verte el paquete…

Ernesto se puso boca abajo al lado de Andrés.

-Perdón, quizás he sido un poco exagerado. No estoy acostumbrado a que los adolescentes se comporten así delante de mí.

-Supongo que no, y además he sido estúpido al hacerlo en un sitio tan público -dijo Andrés.

-No creo que nadie más te haya visto -dijo Enresto, sonriendo a su sobrino-. Aunque la tienes bastante grande eh.

-Me la medí la semana pasada y son 14 cm -dijo orgulloso.

-Es bastante grande para alguien de tu edad -dijo sonriendo. Luego recordó lo que su sobrino había dicho minutos antes-. Dices que siempre has pensado que estoy buenísimo, ¿es verdad?

-Tal vez no siempre -sonrió-. Pero la última vez que nos visitaste en navidades te vi sin camiseta y vi tu pecho peludo, y ahí fue cuando empecé a pensar que era gay.

-Vaya -dijo Ernesto.

-Y como el único hombre gay que conozco, he tenido fantasías contigo cuando me he pajeado algunas veces -confesó Andrés.

-Está mal, somos familia -dijo Ernesto.

-Lo sé, pero aún así me pone imaginarmelo, especialmente ahora que sé que tienes una polla grande -sonrió Andrés.

-Eres un desastre -rió-. De todas formas, pensaba que te gustaba el camarero joven de anoche.

-Y me gusta, me encantaría tener sexo con él -dijo el sobrino-. Sin embargo, creo que tengo algo con los hombres mayores. Pensar que tienen la edad de mi padre me pone un montón. Me pone muchísimo.

-Necesitas meterte al agua y relajarte -dijo riendo su tío.

-Eso voy a hacer, pero creo que esperaré a que se me baje un poco el empalme.

Ernesto levantó la cabeza y miró el culo de Andrés, que estaba cubierto por aquel bañador pequeño, y pensó que lo mejor sería que no se pusiese boca arriba. Escuchar a su sobrino hablar de sus fantasía sexuales que él protagonizaba le provocó una erección, y mirar su pequeño culito ahbía hecho que la polla ya no le entrase en los speedos.

Ambos consiguieron evitar hablar de sexo durante el resto del día. Caminaron por el paseo marítimo y pararon a comer en una cafetería. Ninguna tenía mucha hambre pero ambos tomaron una tortilla.

-Haré de cenar esta noche, así que pararemos en el supermercado al ir a casa -dijo Ernesto.

-Genial, recuerdo que cocinabas muy bien la ultima vez que vine.

-Que buena memoria, eso fue hace tres años -sonrió Ernesto.

-Recuerdo muchas cosas -sonrió Andrés-. Siempre has sido especial para mí, incluso antes de pajearme pensando en ti.

-No deberías pajearte pensando en mí -dijo Ernesto.

-Lo sé, pero no puedo evitarlo -respondió-. Necesito cascármela nada más llegar a la casa y ahora ya sé como la tienes, así que será más fácil.

Ernesto quería preguntarle qué clase de fantasías tenía con él, pero pensó que sería mejor no preguntarle, y comenzó a pensar en la cena.

Andrés se fue rápidamente a su habitación y más tarde se unió a su tío en la cocina. Tenía la cara colorada y un poco sudorosa. Había pasado una hora.

-¿Te has echado una siesta? -preguntó su tío.

-Que va -contestó-. Me he hecho dos pajas. Me he corrido muy rápido en la primera y todavía estaba empalmado, así que me hice otra -dijo ante la atenta mirada de su tío-. Tito Ernesto, ¿hay algún sex shop por Antibes?

-Hay una en Rue Vauban, y habrá más -contestó-. ¿Por? Eres muy joven para ir a un sex shop.

-Lo sé, pero esperaba que la visitases tú por mí -dijo Andrés-. Quiero un dildo para ir practicando.

-No creo que debas usar un dildo a tu edad -suspiró.

-Bueno, podría comprar una zanahoria o un pepino, pero pensé que mejor ir a lo seguro y reutilizable -diijo Andrés.

-Sí, un dildo es más higiénico y seguro, pero no creo que tengas que… eh… prepararte -dijo Ernesto.

-Quiero que me follen lo antes posible cuando sea mi cumpleaños, incluso antes si tengo oportunidad -sentenció-. Por lo que he leído puede doler si no practico. ¿Quieres que me haga daño?

-Por supuesto que no -dijo Ernesto.

-Entonces, ¿me comprarás el dildo? Tengo dinero para pagarlo yo eh.

-El dinero no es el problema -respondió. Observaba la cara de pena de Andrés y continuó-. Bueno, déjame que lo piense.M

Andrés sonrió y su lanzó a los fuertes brazos de su tío.

-Sabía que serías bueno conmigo. ¿Qué ha para cenar?

-Necesitaré hablar de esto con Fede -pensó Ernesto.

Continuará.