Ganas de ser usada por mi primo

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Como ya había contado, me llamo Lena y tengo 22 años, ahora. En relatos anteriores he relatado como fui desinhibiéndome con el paso del tiempo. De ser una chica de universidad tímida y callada a una perra a la que le gusta mostrarse y que usen de ella. Lejos de descuidarme físicamente, he entrenado más en los últimos meses y me he puesto más buena de lo que estaba. Tengo un cuerpo bastante atlético: la piel muy, muy blanquita, cabello rojizo (últimamente) y un buen par de tetas, que si bien no son muy grandes, tienen una forma redondeada muy hermosa con los pezones muy saltones, los cuales siempre llaman mucho la atención especialmente desde que decidí dejar de usar ropa interior. Lo que relataré sucedió en las últimas semanas, durante el tiempo que mi primo vino de visita a quedarse en casa durante varios días, como suele ocurrir cada año.

Para entender el contexto, soy hija única y mis padres trabajan todo el día, por lo cual siempre tengo la casa para mí sola durante las vacaciones de la universidad. Por lo general, uso ropa muy holgada y cero ropa interior. Algunos de mis vecinos jóvenes y los señores de la cuadra ya tienen este dato y siempre que pasan frente a casa echan un ojo a ver si pillan algo. No me molesta en absoluto, me gusta sentirme observada y deseada y sus miradas ansiosas me excitan. Me pasa con todos. Bueno, todos a excepción de Miquel. Este es un chaval de mi edad, que vive al lado de casa y lleva prácticamente toda su vida queriendo follarme. Es un idiota, así que cuando él está intentando espiarme, no suelo dejar las cortinas de las ventanas abiertas como lo hago generalmente adrede. Luego hablaré más de él.

Volviendo a Luis, mi primo. Llegó en los días calurosos del año, como de costumbre. Él es dos años menor que yo. Siempre solía ser un chico torpe pero amigable, y como venía siempre con el paso del tiempo se hizo amigos de todos por aquí, incluso hasta de Miquel, a mi pesar. En este último año Luis se ha puesto más despierto y, porque no, más apuesto de lo que era. Si antes de niños nos pasábamos jugando y correteando por ahí, ahora ya nos sentamos a ver una película o hablamos de citas, parejas, etc. A veces compartimos alguna copa de vino o algo de cerveza por las noches. Ha madurado bastante.

Su visita coincidió con un tiempo de sequía sexual en mi vida en donde si bien había follado, nadie me había poseído realmente como me hubiera gustado. Así que, antes de su llegada me pasaba la mayor parte del tiempo masturbándome en el baño para matar el rato, lo cual tuve que dejar de hacer para que no me descubra. Lo que sí descubrí yo, fue que él se fijaba mucho más que antes en mi cuerpo. Podía ver como sus ojos se perdían en mis pezones marcándose bajo la blusa, en mis piernas, en mis nalgas cuando estaba de espaldas. Sus miradas sin escrúpulos hacían divertidas mis horas de ocio y me incitaban a utilizar cada vez menos ropa cuando andaba por casa. Él se relamía viendo cada curva de mi cuerpo y yo me mojaba en la entrepierna cada vez que me hacía desear. Tenía la duda de si algún día haría algo más que solo mirarme, algo que finamente ocurrió una noche de viernes, cuando mis padres habían tomado un viaje y estarían fuera todo el fin de semana.

Esa noche fui a dormir algo temprano, pero como no podía conciliar el sueño, empecé a tocarme como solía hacer en otras tantas noches. Lo hice hasta que oí pasos acercándose a mi puerta. Estábamos solos con Luis por lo tanto que sabía que solo podía ser él. Nunca cierro la puerta con llave, así que cuando oí como esta se abría voltee rápidamente la cabeza contra la almohada y fingí estar dormida. Había quedado acostada con la espalda para arriba, con solo unos pantaloncillos muy cortos y una blusita blanca puesta. Nada más.

– ¿Lena? – dijo casi imperceptible. No reaccioné en lo más mínimo. Lo sentí acercarse, dudar unos instantes, y luego suavemente posar una mano sobre en mi nalga derecha. Por fin se anima, pensé. La acariciaba lo más levemente posible. Tomó valor e introdujo unos dedos por el costado del pantaloncillo, para tocar directamente sobre mi piel. Como yo no me inmutaba, continuó llevando los dedos hacia la entrada de mi ano y siguió hasta rozar suavemente mis labios vaginales. Yo ya estaba muy excitada y mojada de antemano, así que cuando acarició varias veces mi coñito no pude aguantar y solté un leve gemido. Él se detuvo, asustado, y rápidamente salió de la habitación dejándome con unas ganas terribles. Esa noche dormí con una sonrisa y no dije absolutamente nada al día siguiente, pero ya había diseñado un plan porque sabía que volveríamos a estar solos y mi primo no dudaría en regresar a mí por más.

Al llegar la noche del sábado, me despedí de él con un abrazo apretado, para que sintiera mis tetas, y fui a mi habitación. Me acosté totalmente desnuda, solo tapada con una ligera sábana, con las piernas abiertas y la cara para arriba. Si él venía, me tendría de frente para lo que quisiera. No tardó mucho y luego de un momento, ya lo oí acercarse. Volví a cerrar los ojos cuando la puerta se abrió. Decidido, mucho más que la noche anterior, él se acercó hasta mi cama y rápidamente sentí como la sábana se corría de mi blanca piel dejando mis tetas primero, y mi coñito después, totalmente libres. Mi exposición era total. Estaba expectante esperando a ver qué pasaba hasta que sentí el contacto de sus manos sobre mis tetas. Las estaba masajeando y jugaba con los pezones, los cuales se empezaban a endurecer bastante. Yo me excitaba rápidamente mientras notaba como sus dedos bajaban hasta mi coñito y como me tocaba, aún despacio, por el temor a despertarme. No pude reprimir un leve gemido y él se detuvo, pero no se fue, así que supuse que estaba tomando una decisión sobre qué hacer conmigo. Evidentemente temía que me despertara, así que hizo algo diferente. Escuché como encendía la luz, capaz para ver mejor cada parte de mi cuerpo. En ese momento yo estaba ya con los pezones bien levantados y el coñito, completamente depilado, mojado a más no poder. Se lo notaba excitado y entendí que había sacado la polla y se estaba masturbando frente a mí. No se atrevía a despertarme, pero disfrutaba poder ponerme la polla a la altura de la cara sin que yo reaccionara y me apretaba los pezones con una mano mientras se pajeaba con la otra, haciendo rozar la punta de su polla contra mis labios. Reprimí las ganas de abrir la boca para comérsela entera ahí mismo y mantuve los ojos entre cerrados para que no se diera cuenta que lo estaba viendo. Finalmente se corrió sobre mí pecho sin poder contenerse. Su semen era cálido y se filtraba en el espacio entre mis tetas y subía hasta mi cuello. Él se asustó pensando en que iba a abrir los ojos, pero como no reaccioné, sacó el móvil y pude percibir que me estaba fotografiando todo el cuerpo mojado y desnudo. La cámara apuntaba las tetas, a mi coño, a mi cara con su polla aun goteando sobre mi frente. Me secó rápidamente y se fue. La noche le había salido mejor de lo que esperaba mientras que me había dado a mí una razón para llevar el juego al siguiente nivel.

A la mañana siguiente y luego de una buena ducha, me puse una camisa blanca larga, que llegaba hasta mis muslos y sin completamente nada abajo. Mis pezones se marcaban perfectamente y el aire cruzando por abajo me daba libertad. Mis padres no volverían hasta el día siguiente así que quería aprovechar al máximo. Encontré a mi primo en la sala, jugando con el móvil. Alzó la vista cuando lo saludé y se entretuvo mirándome las tetas un rato más que de costumbre. Evidentemente no superaba aún el regalo de la noche anterior así que hice mi jugada. Me recosté muy pegada a él en el sofá, hombro contra hombro, y con el «buenos días» más alegre y casual. Cuando noté que no estaba muy concentrado, le arrebaté el móvil y me levanté rápidamente.

– ¡Devuélvemelo! – gritó al instante.

– ¿Qué pasa? – simulé fingiendo sorpresa. – ¿Acaso tienes porno guardado y no quieres que vea? – reí. Abrí la galería de fotos y obviamente, allí estaba una decena de fotos de mi cuerpo expuesto. Puse una cara de terror simulada.

– ¿Por qué tienes estas fotos? – dije y él me arrebató el móvil. Se le veía asustado, pensaba que lo iba mandar a la mierda así que le di el golpe final. – Dime que no se lo has mostrado a nadie, po…por favor- dije con voz temblorosa. Negó con la cabeza.

– No lo hagas nunca. Por favor. Yo… haré lo que quieras, pero no se lo muestres a nadie- dije asustada. –Puedo… puedo darte más, cualquier cosa- agregué y me arrodillé abrazando sus piernas y levantando la cabeza, a centímetros de la altura de su polla. Su cara de miedo empezó a cambiar a una mucho más seria, con confianza. De repente sintió poder. Me tenía vulnerable, a su disposición, la idea de que podía hacer lo que quisiera conmigo empezó a crecer a pasos agigantados en su mente, tal como yo quería. No decía nada, así que me paré frente a él, bajé la cabeza y empecé a desprender los botones de mi camisa, de arriba para abajo, uno por uno lentamente.

– Sé que quieres tenerme – dije. Mis tetas ya estaban libres y él las comía enteramente con la mirada.

– Detente- dijo finalmente, cuando aún faltaban unos botones. Se acercó y abrió violentamente la camisa, para verme las tetas en todo su esplendor. – Levanta la camisa- continúo, y yo subí la parte inferior para que mi coño y mi culo quedasen al aire. Él ya había tomado el control de la situación por completo.

– Voltéate- ordenó. Así que le di la espalda. Me propinó una nalgada, fuerte. Gemí, pero no protesté, así que él sabía que podía hacer lo que quería.

– Lena, ¿Qué eres de mí? – Preguntó.

– Tu… ¿prima? – Una nalgada terrible golpeó mi nalga izquierda. Quemaba.

– Eres mi puta. Eso eres, y haré contigo lo que quiera- dijo pegándose a mi oído y yo automáticamente sentí como empezaba a mojarme ante esa idea.

– Está bien- dije. Otra nalgada en el mismo lugar. Ya se enrojecía mi blanca piel.

– Quiero oírte decirlo- dijo.

– Soy tu puta. Haré lo que quieras- añadí. Sonrío y me abrazo fuerte por atrás. Sentí lo dura que estaba su polla. Cruzo los brazos sobre mi pecho y me estiró los pezones mientras apretaba mis tetas. Dolía.

– Así me encanta. Tengo una nueva orden para ti. De rodillas. Hora de comer.

Volteé y me arrodillé con la boca abierta. Él ya tenía la polla esperándome así que sin darme tiempo a acomodarme ya la puso en mi boca. Empecé a chuparla como una experta, saboreando cada centímetro. Por la forma en que la impulsaba hasta mi garganta podía sentir las miles de veces en las que seguramente nos imaginó en esa situación. Con una mano seguía estrujándome las tetas y con la otra sostenía mi cabeza para asegurarse que me la coma entera. Era muy larga y me provocaba arcadas, pero estaba disfrutando como loca. Sentí que se iba a venir y traté por instinto de apartar la boca pero no hubo caso, me la llenó con su semen hasta el fondo. Me obligó a tragar completo, que era lo que yo precisamente quería hacer. Delicioso.

Se secó la polla por mis mejillas y la guardó. Cualquier duda que podría haber se había esfumado de su rostro. Era el amo. Yo me levanté sonriendo y me puse la camisa de vuelta, pero me detuvo antes que prenda los botones.

– Alto. Suelta eso- lo miré contrariada- Lena, durante bastantes días te vi deambulando semi desnuda por esta casa y siempre sentía ganas de arrancarte toda la ropa, así que te quedarás así. Quiero todos los botones de esa camisa desprendidos. Además, eres una puta y no necesitas eso. Quiero ese cuerpo libre a todo momento.

– ¿Y si viene alguien? – pregunté. Sonrío.

– Eso precisamente es lo que quiero que pase. Que vean lo que eres.

La mañana transcurrió normalmente, bueno, a diferencia de que andaba prácticamente desnuda y que mi primo no perdía oportunidad para darme una nalgada cuando me tenía cerca, o para susurrarme al oído que soy una perra, o acariciarme las tetas mientras yo fregaba los utensilios de la cocina. Todas sus palabras y toqueteos me excitaban bastante, así que para el mediodía yo estaba bastante caliente. Fue cuando sonó el timbre de la puerta.

– Pedí algo para comer, ve a recibirlo- dijo.

– ¿Así como estoy?

Me miró pensativo.

– No, mejor así– dijo y abrió la camisa dejándola caer al suelo.– Así está mejor. Y con una sonrisa, sé que te gusta mostrarte, puta.

Vencida, fui totalmente desnuda hasta la puerta. El muchacho del pedido, de tal vez unos 19 o 20 años, se quedó boquiabierto. Yo hablé y sonreí de manera natural mientras el miraba incrédulo mi bello cuerpo desnudo. Por dentro estaba sintiendo mucha vergüenza pero la situación era a su vez sumamente excitante para mí. Así que lo despedí ruborizada y excitada.

Luis no me permitió volver a vestirme en el resto del día. También me prohibió cerrar la puerta del baño cuando tenía que utilizarlo. Quería que mi vergüenza sea plena, disfrutaba tenerme como su esclava. Había descorrido todas las cortinas de las ventanas y yo estaba esperando que mi público habitual no se hubiera dado cuenta. Esto ya hubiera sido demasiado y no quería que mis padres llegaran a enterarse de mis conductas exhibicionistas. No protesté porque dije que haría lo que él quería, la única vez que lo intenté fue cuando me dijo que corra la cortina de mi habitación. Esta la mantengo cerrada siempre, ya que esa ventana es visible desde la casa de mis vecinos, y al lado vive Miquel, el chaval al cual no tolero y que siempre busca espiarme. Esta fue la motivación perfecta para mi primo. No solo me ordenó correr la cortina, sino que me obligó a masturbarme en mi cama. Sabía que si en ese momento Miquel se asomaba a la ventana de su casa, podría verme perfectamente desde allí, así que me apresuré a obedecer lo más rápido posible. Empecé a tocarme e inmediatamente sentí como toda la excitación de lo acontecido en el día causaba estragos en mi entrepierna. Luis me ordenó ponerme en cuatro y vi como preparaba su larga polla. Por fin se disponía a follarme. Cuando sentí la penetración solté un gemido fuerte. Él lo hacía duro, como queriendo mostrarme quién mandaba. Me estiraba el cabello para atrás y embestía con rapidez. Yo no aguanté mucho tiempo, estaba en un estado extremo de excitación. Caí extenuada con un poderoso orgasmo. Levanté la cabeza, muerta, y pude percibir que una figura que no atinaba a distinguir nos estaba espiando desde la otra casa. Perfecto, ahí está tu amigo, primo.

Luis, al que le importaba poco y nada todo, y estaba teniendo el mejor día de su vida, me volteó rápidamente para ponerme acostada de frente. Tenía la polla durísima y aún quería más. Cuando hizo que me girara mi cabeza cayó por un borde de la cama, de tal manera que no lo vi penetrándome. Mi campo visual se limitaba a la persona que nos espiaba del otro lado mientras mi sufrido coñito resistía las embestidas de mi primo. Él no perdía tiempo y me apretaba las tetas como si de ello dependiera su vida. Yo estaba muy adolorida pero la excitación era más grande, así que le gritaba que me lo hiciera más fuerte, que me rompiera toda, que era su puta. No me importaba ya si Miquel nos estaba viendo, solo quería que la polla de Luis siguiera taladrándome sin parar. Él se corrió completamente dentro mío. No me importó. A mí me faltaba aun así que me introduje un par de dedos con una mano mientras con la otra acariciaba mi clítoris sin parar, como toda una perra desquiciada. A Luis le pareció muy divertida la situación así que se puso a filmar con el móvil toda la escena. Finalmente exploté y me quedé temblando varios segundos. Toda una perra.

Era domingo y esa sería nuestra última noche sin mis padres en casa. Así que Luis dijo que tenía una sorpresa. Luego de la ducha y una buena cena, en donde me había obligado a estar desnuda en la mesa, quitó sus regalos: una venda y una cuerda. Amarró mis brazos por la espalda y me puso la venda sobre los ojos. Me condujo a la sala y allí me llevó en un rincón. No podía ver absolutamente nada, solo podía sentir como sus dedos empezaban a recorrer mi cuerpo lentamente. Palpando la forma de mis labios, haciéndome chupar sus dedos, bajando los mismos por mi cuello, girando circularmente por toda la contextura de mis tetas, acariciándome los pezones de un lado para el otro, y bajando más, hasta mi coñito. Lo hacía de una manera tan lenta y desesperante que hacía que me excite terriblemente.

– ¿Quieres tocarte, puta?- me susurró al oído.

– Sí, por favor- balbuceé.

Me liberó una mano para que me tocara. Él se apartó, seguramente para disfrutar la imagen de la perra de su prima indefensa masturbándose. Empecé a manosearme como loca. No lo sentí de vuelta hasta un par de minutos después cuando me susurró que me detuviera. Yo ya estaba terriblemente mojada en ese momento. Volvió a atar la mano libre a mi espalda y me condujo al centro de la sala, frente al sofá. Oí como se sentaba y sentí sus piernas abiertas a mis costados, cuando me ordenó que me arrodillé en la alfombra. Aun con los ojos vendados ya sabía que tenía su polla delante. Sostuvo mi cabeza y abrí la boca para que me la introdujera. El sabor inconfundible me llenó y con lo excitada que estaba no perdí un segundo de tiempo. Se la chupé con todas las ganas, lamiendo, succionando, subiendo y bajando. Hice todo lo que se puede hacer. Él apretaba fuerte mi cabeza y por momentos me ahogaba pero no me importaba en absoluto. Se la estaba comiendo entera. Cuando ya llevábamos varios minutos, él por fin decidió quitarme la venda. Me quedé congelada. No era Luis. Se la estaba chupando al imbécil de su amigo, mi vecino Miquel. Mi primo estaba detrás del sofá muriendo de la risa, lo mismo que el idiota cuya polla aún tenía frente a la boca.

– Te dije que era una perra total- soltó Miquel- Era cuestión de tiempo que pasara.

Yo seguía atada aun así que solo podía insultarlo, pero Luis se acercó y me agarró fuerte del cuello.

– Eres mi puta, Lena ¿Quién te dijo que podías protestar?- Me levantó del suelo. – ¿Segura que no quieres más?– dijo mientras me introducía dos dedos en mi mojadísimo coñito. Gemí porque era cierto, deseaba a toda costa que me penetren ahí mismo. Sonrío y me puso contra la pared. Hizo un gesto a Miquel quién se acercó y sin mediar palabra me la metió hasta el fondo sin dificultad. Su polla me embestía una y otra vez y no podía, ni quería quejarme. Por más que lo odiaba me encantaba como me estaban tratando, como la más perra de todas. Miquel no era nada tierno, lo hacía casi con rabia. Luis también quería follarme, así que me desataron y se intercambiaron varias veces, penetrándome por todas partes y sin de dejar de gritarme lo puta que era.

Durante horas, me llenaron de semen totalmente. Por toda la cara, las tetas, el culo. Se divirtieron por todo mi cuerpo. La peor humillación fue cuando, cansados, me condujeron al patio trasero, en donde me obligaron a acostarme con la cara para arriba en el césped, dejando la boca abierta. Allí, ambos apuntaron sus pollas a mi cara y me bañaron con sendos chorros de orina, haciendo que casi me ahogue. Eso no lo había vivido nunca, pero también me gustó, no lo negaré. Fue la mejor de todas mis humillaciones.

Finalmente, Miquel se fue y pude lavarme y dormir. Al día siguiente volvieron mis padres y todo volvió a la normalidad. Luis no dijo nada y retornó a su hogar un par de días después. Eso sí, ahora escribimos por lo menos una vez a la semana. Siempre me dice que soy su puta y me obliga a mandarle fotos o videos masturbándome o, en otras veces, él me envía videos haciéndose una paja ya que sabe cómo me prende ver una polla salpicando semen por todas partes. La verdad me divierte seguirle el juego y hacer lo que sea que me pida. Dice que cuando vuelva me tendrá más sorpresas, pero ya sin Miquel, porque quiere disfrutarme para él solo. Por mi parte, encantada de ser una puta de la que pueden aprovecharse.