Gracias a un apagaron pudimos hacerlo de una forma tan sensual, tan amorosa como nunca antes nos habríamos imaginado

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Estas en tu despacho, repasando la última tarea. Miras por la ventana maldiciendo la larga temporada de tormentas, nieve y lluvias. Deseando que salgan los primeros rayos del sol de la primavera para poder disfrutar  De actividades al aire libre. Te despides de tus compañeros y, de camino a casa, entras en el súper para  comprar unas cosillas para la cena. Un compañero ha estado hablando  un delicioso escalope cordonbleu y te ha dado envidia. De paso compras unos  nachos y queso para fondue junto con alguna otra golosina. Te calas hasta los huesos llevando la compra hasta casa y entras con premura. Me llamas, pero aun no he llegado y te preocupas un poco. Miras el celular, pero no tienes avisos, por lo que me escribes un escueto «?» que tanto me gusta y te pones a recoger un poco la casa y preparar la cena. Piensas en una bonita velada, bañito, cena y proseguir con nuestra serie favorita. Pasa media hora y sigo sin llegar, y tu preocupación aumenta, puesto que está empezando a llover fuerte de nuevo, y se acerca una  tormenta.

Día largo, de esos pesados e interminables. Últimamente la universidad ha estado más demandante de actividades, más cosas que hacer y el bendito clima… No es que sea del todo desagradable es que desteto tanto diluvio. Se hace tarde, me he quedado un rato con los chicos estudiando en la biblioteca, antes de darnos cuenta el tiempo ha pasado volando. Nos dirigimos a por un café y cada quien se va por su camino, cojo el móvil, el cual se me olvidó cargar en la mañana y para completar deje el cargador con tanto apuro, intento encenderlo. Nada, suelto una maldición por lo bajo, ya se ve es tarde, de camino le pregunto la hora a una señora, “es sumamente tarde” murmuro.  Decido apurar el paso, pero las primeras gotas de lluvia no se hacen esperar, me abrocho bien la chaqueta para resguardarme bien del frío, lo he confirmado mi cuerpo latino no le va demasiado este clima europeo que además de momento promete dejarme del todo mojada.  La ruta a casa en sí no es larga pero el ambiente hace que todo fluya más lento y pesado. Cuando por fin llego a casa es una gran tormenta la que se está desarrollando afuera, casi me choco contigo que vas con las llaves del coche en mi búsqueda

«¡Mi niña! ¿De dónde sales? ¡Estas caladita! ¡¡Anda, vete a la duchita que te vas a resfriar!!» Me quitas la mochila y voy directo al baño, tienes razón mi cuerpo está completamente mojado y sobretodo me ha descendido la temperatura bastante rápido. Me doy una ducha restablecedora. Cuando ya me he duchado y secado el cabello declino mi vestimenta por una de tus Jersey color verde botella para calentarme más el cuerpo y voy a la cocina donde estás preparando algo que huele delicioso «¡Mmm que pinta tiene bihotza! ¡Y que día!»  «Si, un día aciago, jiji.» Me das un suave besito mientras sigues manipulando ingredientes. Me siento en la mesa y cambio el canal de la Tv. Haciendo caso omiso, partes el filete por la mitad, y comienzas a preparar el relleno, cuando un luminoso relámpago llama nuestra atención. «¿Ha sido un coche, laztana?» La respuesta en forma de estruendoso trueno no se hace esperar, asustándonos a los dos.

Suelto un gritito con cada estruendo y voy corriendo a tus brazos, los estruendos siguen y me asusto mucho más. Cuando abro mis ojos, el sonido ha cesado, pero todo está en completa oscuridad «se ha cortado la electricidad» digo hundiendo mi cabeza en tu pecho.

«Lasai, laztana, de seguro salto el trafo» Te sueltas con cariño y te diriges hacia el interruptor alumbrándote con la luz del móvil. Cuando llegas el interruptor ha caído, como imaginabas. Cuando lo accionas, la luz no regresa. Sin decir nada, te acercas a la ventana, y toda la calle está a oscuras. Sin duda es un apagón general. “Ups”

«¿Ups?… ¿Ups qué? ¡Nos hemos quedado a oscuras! Mientras afuera se cae el cielo» Me muevo dando grandes zancadas para notar lo que ya sabes, apagón general en nuestras inmediaciones. Debido a mi historial con la lluvia y mi aun irracional miedo a la oscuridad me pongo bastante nerviosa. Me tomas entre tus brazos mientras activas la linterna del móvil proporcionándonos algo de luz «queda poca batería» digo sin mucho ánimo mientras escondo mi cabeza en tu pecho, un nuevo estruendo nos sorprende y yo termino más aferrada todavía, el olor de la comida va adueñándose de todo el lugar pero no puedo pensar en otra cosa que no sea que estamos sin electricidad y la fuerte lluvia.

«No te preocupes. Terminare la cena en la cocina de gas. Si tienes miedo, no te separes de mi» No puedes evitar sonreír ampliamente amparado por la oscuridad. Te recuerdo enormemente a una niñita pequeña. Caminamos casi a oscuras por el pasillo, y te aprieto fuertemente la mano cada vez que suena un trueno. Tienes la grandiosa tentación de darme un susto, pero te contienes. No es el momento. En el salón, en tu caja, sacas dos linternas y me das una. «Espérame en la sala, si quieres». Un apretón de mi mano te indica que no será así. El sonido de la tormenta no cesa, y tampoco la lluvia. Buscas rápidamente por la casa unas velas y las pones en la cocina para poder terminar de hacer la cena. Eso y una animada charla sobre futbol parecen relajar mis nervios.

Ya un poco más tranquila el ambiente es más sobrecogedor, me entretienes con la plática sobre las últimas novedades del Athletic, y vas logrando que me tranquilice, tomo a Rufus (mi dragón de peluche que muy amablemente hice me compraras)  que había dejado en el sofá y me abrazo a él mientras tú te encargas de ir terminando la cena, que por cierto huele de maravilla y ha logrado que mi tripita ruga con fuerza. Reconoces que es una velada fantástica. “Creo que la naturaleza debería regalarnos más veces, más días como este sin electricidad, ni tecnología”. Preparamos la mesa bajo la temblorosa luz de las velas y nos ponemos a cenar. Es increíble la cantidad de conversaciones que salen cuando no está la caja tonta encendida. Tras la cena, limpiamos todo con agua fría mientras la luz hace un débil intento por regresar, parpadeando unos segundos, pero desaparece de nuevo. Te acercas al trafo de nuevo a bajar la potencia de los enchufes para que no se estropeen con los picos. Cuando regresas, me ves, sentada en el sofá, acurrucada, abrazada a mi dragoncito, con la perfecta apariencia de una nenita pequeña.

Te acercas a mí en medio de la oscuridad, acompañados por la tenue luz de las velas. Te sientas a mi lado y arrastras mi menudo cuerpo hasta que quedo sobre tus piernas, me acurruco a ti, abrazándote con fuerza, ya con mejor ánimo, mi respiración más tranquila. No puedo negar el romanticismo de la situación, el ambiente, el constante golpeteo de las gotas contra la ventana, se escucha perfectamente el quejido del viento. En esos instantes me altero un poco pero siento la protección de tu abrazo y dulces palabras dichas en mi oído, agradezco que siempre estés para mí. Llevamos un buen rato en el salón, pero ni cesa la lluvia, ni la tormenta. Te levantas y llevas un par de velas hasta la habitación y me miras con gesto inquisitivo. «creo que lo mejor será que nos metamos en la camita, laztana. Vas tu solita al baño…o ¿quieres que te acompañe?» Me acomodo en el sofá mientras te veo ir y venir, me acurruco en un pequeño mohín que he hecho, la noche al parecer lo pasaremos en oscuridad. «¿Puedes… acompañarme?» Digo en un tono bastante bajo casi escondiendo mi cara, no la estoy pasando bien y de nuevo busco tu abrigo, me abrazas con fuerza y me das un dulce beso en la frente, y tomándome de la mano me conduces al baño, la oscuridad de la casa no es para nada reconfortante.

No puedes evitar una carcajada. Mi aspecto es de nenita total. Voy muy pegadita a mí, para que no me asuste. En el baño, como un caballero, alumbras con la linterna para que pueda asearme, mientras disfrutas con el espectáculo. No puedes evitar una leve erección al ver mi cuerpecito en sombras, semi desnudo, moviéndose lenta y tímidamente.  Noto tu mirada en las sombras, puedo sentir tu intensidad. Antes de que te des cuenta ya estoy lista, hacemos relevo ahora yo sostengo la linterna y aprovechas de asearte también. Dentro de poco ambos estamos listos, he cambiado de vestimenta por otro de tus jersey de color azul cubre lo indicado además de que calienta mi cuerpo. «Laztana… ¿jersey para ir a la camita? ¿No será mejor el pijamita? jajajajaja» Pongo pucheritos a los que a duras penas puedes resistirte.

Te acercas a mi lado a abrazarme muy fuerte, no puedes resistirte a esos pucheros que tanto te encantan. Rodeo tu cuello con mis brazos y busco tus labios, tus manos se posan en mi cadera  causando una suave presión. «Te amo arbolito» digo en un tono bajito que se ve casi opacado por el sonido de la lluvia. Acierto, no puedes resistirte a mis pucheritos. Me tomas en tus brazos, y me llevas en volandas hasta la habitación, muy abrazadita a ti. Esta todo en penumbras y caminas solo porque conoces la casa de memoria. Me dejas suavemente sobre la cama, con la tenue luz del celular encendida y vas hasta la sala a por las velas. Tomas un par de ellas y apagas el resto. Las dejas encima de la mesita común y buscas en el armario otras dos velas, aromáticas y una tercera, la de los masajes, para poder encenderlas. Asustada como estoy, no me fijo demasiado en tus movimientos. Mi apariencia podría pasar perfectamente por al de una nenita asustada en una noche de tormenta. “¿Qué te pasa hija? ¿Te asustan los truenos?”

Me acurruco en la cama cubriendo mi cuerpo con la sábana, abrazo fuerte mi peluche y respondo asintiendo con la cabeza. Apagas la luz del móvil y lo apagas ahorrando la batería que le queda. Con la luz de las velas bailando todo ha cogido un aire acogedor. Te recuestas en el respaldo de la cama y me atraes para quedar en medio de tus piernas. Mi espalda se apoya en tu pecho, mientras tus brazos rodean mí cuerpo, unos suaves besos en mí cuello logran que la tensión de mi cuerpo se vaya relajando. «Te amo…» susurro mientras me aprieto a ti. «Y yo a ti princesita.» Me das un suave besito en la cabeza, y en el cuello. Mi embriagadora fragancia embota tus sentidos. Sientes el temblor de mi cuerpo a causa de los truenos e intentas relajarte, pero me asustan de verdad. «¿Sabes que no pueden entrar en casa, verdad? Hay un pararrayos a 100m que nos protege»  Mis dulces palabras asintiendo te dicen que no estoy muy convencida. Besas de nuevo mi cuello, y tus manos se deslizan suavemente por mis hombros, buscando mis firmes senos.

Siento un escalofrío recorriendo mi cuerpo cuando tus manos se posan sobre mi pecho, están solo separadas de ellos por la tela de tu Jersey. Empiezas a darme un suave masaje sobre ellos haciéndome estremecer, me remuevo acomodándome y pegándome mucho más a ti, tus movimientos logran distraerme de mis temores y cuando un nuevo trueno retumba con fuerza me atraes más dándome un dulce beso, aprovechando el momento para que tus manos se cuelen debajo de la tela y así tocar mis senitos sin barrera alguna. El beso se torna un poco más intenso mientras el sonido de afuera no cesa, pareciera que se está cayendo el cielo.  La tormenta no cesa, y tus manos tampoco, moviéndose despacito bajo la tela, rodeando mis pezoncitos, presionándolos, acariciándolos y sintiendo como se endurecen cada vez más. Besas mi cuello, muerdes mis orejitas. Tus manos siguen bajando por mi tripita, presionando suavemente y jugando, coquetas, con mi perfecto ombligo.

Me remuevo inquieta pues el roce de tus manos con mi tripita causa un amago de cosquillas, pero pronto tus manos retoman ese camino más… erótico, lo suave de tus caricias solo me hace estremecer, desearlas más. Mi cuerpo busca al tuyo inquieto, empiezan a dominarme los bajos instintos, ese fuego que ya se va extendiendo por mis entrañas. Y tus labios… esos labios atacan mi cuello, un punto débil que sabes explotar de la manera correcta, la forma en como hemos aprendido a leer nuestras reacciones da paso a las mejores sensaciones y cuando tus labios vuelven a rozarse con los una gran descarga eléctrica recorre mi cuerpo y me hace temblar levemente. Sientes mi temblor, y el angelito malo te incita a excitarme más aun, a aprovecharte de la situación. El bueno, te grita que me abraces y me des mimitos, que no te dejes llevar por el morbo y abuses de una nenita asustada. Tus manos, acarician mi pancita, y juegan con mi ombligo. Se entretienen rodeando ese precioso lunar, que, sin verlo, conoces su ubicación perfecta, sabiendo que es la puerta de entrada al país de las maravillas.

Tus manos se posan sobre mi vientre, bajando un poco y no te detienes bajando sutilmente el elástico de la braguita para sentir mi lunar, se perfectamente cuanto te enloquece, mis nervios se mezclan con deseo, necesito tus mimitos pero tus caricias me están llevando a querer más. Me volteo para que nuestros rostros se queden frente a frente y mis labios buscan tímidos los tuyos hasta perdernos en un dulce beso, cargado de emociones «hazme el amor, no seas un brutote salvaje» digo entre súplica y burla. «ja,ja,ja,ja,ja» No puedes evitar dejar escapar la carcajada ante mis palabras, y cuesta controlarse aún más, ante la mirada que te lanzo. Mordiendo tus labios, ahogando la risa, susurras una respuesta pegando tus labios en mi orejita. Aprieto mis piernas en torno a tu cintura y me abrazas con fuerza. Mi rajita esta apretada contra tu calzón, que retiene a tu cada vez más erecta verga.

Te miro fijamente, mordiendo mi labio inferior. Me vuelves a besar para que relaje mi mandíbula. Nuestra respiración es entrecortada por el beso que hace rápidamente subir la temperatura. Es un beso dulce pero intenso, me sujetas firmemente atrayéndome más a ti y puedo sentir como a cada instante tu verga se va endureciendo más y choca con mi rajita la cual se va humedeciendo a un paso acelerado. Una sonrisa se dibuja en mis labios entre beso y beso, adoro estos momentos. Consciente de tu promesa, te incorporas con mi cuerpo firmemente aferrado a ti. Me tumbas en la camita y te posicionas encima con suavidad. Un fuerte trueno hace temblar las ventanas y doy un respingo, asustada. Me besas con suavidad, acariciando mi carita y sumergiéndote en mis ojos que reflejan la titilante luz de las velas. Besas de nuevo mi cuello justo en la unión con el hombro y continúas con tus suaves besitos. Tus labios se deslizan por mi delicada garganta, succionando, besando con suavidad, buscando el contorno de mis pechos.

Dejo mis temores a un lado, tu y yo en este momento es lo único en lo que quiero pensar. Siento el roce de tus labios como te deshaces del jersey para disfrutar de mis senitos, me dejo hacer. Suaves besos y lamiditas me hacen soltar un suave y aniñado gemidito, de esos que te enloquecen. Tu cuerpo está entre mis piernas, me encanta esta posición, tu gran cuerpo sobre el mío mucho más menudo. Es como si me protegieras de todo, cuando una de tus manos sujeta firmemente mi senito y llevas el pezoncito a tu boca, lo lames con una lentitud que me enloquece, me sonrojo y ya lo único que deseo es continuar. Tu boca succiona mi pezoncito que va adquiriendo dureza. Tus manos, avanzan por mi vientre como el felino que tantea a su presa. Miras mi carita que ya empieza cerrar los ojos, entregándose a las sensaciones. Pasas de un pechito a otro, de un pezoncito a otro disfrutando al máximo de mi excitación creciente. Tus manos acarician mis piernas, mis caderas, mi contorno, mientras tus labios serpentean por mi vientre buscando mi ombligo. Tus manos se pasean ahorita por mis senos, mientras tu boca continua tanteando el terreno, buscando la invasión. Levantas la vista, buscando mis ojos que continúan cerrados y un gran destello procedente de un relámpago ilumina mi cuerpo por completo. «No puedes ser más perfecta laztana» Cuando suena el trueno, a penas me inmuto. «Ya estas lista para que te coma, caperucita»

Juego contigo, cierro mis piernas pero no del todo pues te encuentras de por medio, las separas con sutileza y firmeza a la vez. «Cómeme lobo feroz» tus dedos acarician sobre la braguita, sientes lo empapada que estoy y me regalas una pícara sonrisa. Tanteas con tus dedos apretando mi clítoris, cierro mis ojos completamente entregada a ti, intentas meter tus dedos por sobre la braguita pero la tela como es de esperarse no lo permite, comienzo a desesperarme un poco y me remuevo inquieta, por fin retiras la braga y tu mirada lobuna me indica que seguirás con ese juego, sigues acariciando mi clítoris y tu dedo recorre mi húmeda almejita, dejas ir tu dedo dentro de mí estrecha abertura y lo mueves en círculos haciéndome desear más «Papi por favor cómeme, ya no resisto, tu nenita necesita sentir como le devoras el coñito» suelto en ese tonito irresistible mientras hago un pucherito. Mis palabras, pronunciadas en apenas un susurro, son recibidas con alegría. Estoy lista. Prosigues con el juego del ratón y el gato un poquito más, con la perversa intención de sobre excitarme y provocar una reacción lasciva por mi parte. Quieres hacerme perder los papeles, quieres ver hasta dónde puedo llegar. Quieres soltar la fierecilla que llevo dentro y que de rienda suelta a la lujuria.

Me remuevo incómoda, me haces perder la paciencia y, llego a mi límite «eres malo» digo mientras sujeto con firmeza tu cabeza y te hago bajar hasta mi encharcada almejita «cómeme papi no me hagas sufrir más» Es lo que esperabas. Tu lengua se sumerge en mi empapada cuevita, llena de flujos y repleta de sabores. Dejo escapar un sonoro gemido que agranda tus ganas de comerme. Tu lengua se mueve frenética en círculos, y siguiendo el delicioso recorrido desde mi ano hasta mi botoncito, una y otra vez, pero, lejos de secarme, mis flujos empapan cada vez más tu agradecida lengua. Levantas tu cabeza, pero mis manos se aferran con fuerza a tu cabellera y te presionan contra mí. «mi nenita está que arde…»

«Es tu culpa» no te doy respiro, te presiono contra mi almejita, un poco más fuerte, mis gemiditos poco a poco opacan los tormentosos sonidos del diluvio. Pero ahora ya más relajada, con tu lengua dándome placer noto lo romántico que se ha tornado todo, el sonido de la lluvia, el aroma de las velas recién noto que son las de vainilla que

usamos para ambientar los masajes. La acción de tu lengua me saca de mis pensamientos, mis manos ejercen una suave presión pero cuando introduces tu dedo dentro de mi rajita pierdo los papeles y aumento la fuerza que aplico es mucho mayor, estoy a puntito. Consciente de la intensidad del momento, mueves tu lengua más rápido, y con mayor presión. Recorres todo mi sexo y buscas mi culito con ganas de más. Tu lengua intenta colarse dentro, lo rodea, lo saborea y retorna a mi almejita que se ha llenado de nuevo de ricos flujos. Un dedito busca ocupar la zona que ha dejado la lengua y se adentra en mi rosado ano, con timidez. Tu boca se pega a mi almeja, succionando, lengueando y chupando, siempre atento a la inminente riada que se aproxima.

Mis manos controlan el ritmo, mis piernas se posan sobre tus hombros y te presiono cada vez con un poco más de intensidad. Jalo de tu cabello para atraerte más hacia mí. Cuando menos te lo esperas exploto en un intenso orgasmo. Tu lengua viciosa devora cada gotita de mis flujos. Cuando por fin te libero sueltas una gran bocanada de aire. Y yo suelto una risita flojita al verte todo empapado. Te subes colándote entre mis piernas, tu miembro queda rozando mi rajita estás duro como piedra. «me encantas» cuando tus labios tocan los míos un fuerte escalofrío me recorre me fascina, sentirte tan cerquita tan mío es lo mejor. “Nada me gusta más que devorarte. Nada me gusta más que sentirte, nada me gusta más que hacerte el amor” Tu verga roza contra mi botoncito suavemente, arrancando mis gemidos, provocando mis escalofríos. Fuera, la tormenta sigue su curso, pero a penas la escuchamos. Mirándonos a los ojos, sintiéndonos, deslizas tu verga lentamente dentro de mí y sientes la explosión de mi calor y la fuerza de mi íntimo abrazo. Con suaves y lentos movimientos, con dulces besitos y suave caricias por mi cuerpo.

Siento cada sensación al máximo, es una posición tan íntima las sensaciones se multiplican, el deseo crece. Es un movimiento potente, pero a la vez está cargado de sentimientos, de íntimas y juguetonas caricias. Tus labios buscan los míos, acallan mis gemidos. Tu lengua recorre mi boca, se devoran mutuamente. Tus manos están posadas a los lados de mi cabeza para no dejar caer todo el peso de tu cuerpo sobre mí, mi cuerpo se pega al tuyo para sentirte mucho más, mis piernas rodean tu cintura y mis brazos tu cuello, cada embestida es delirantemente lenta. Adoro esos mágicos momentos donde nuestras miradas se cruzan, te regalo una tímida sonrisa y me das un dulce beso al tiempo que un fuerte trueno se escucha, pero todo se siente lejos, solo te siento a ti. Desvío mi mirada hacia nuestros sexos, parecen fundidos, («la comunión perfecta de los seres») pienso por un segundo. La luz de las velas temblorosas baila dando ese toque especial. Sentimientos encontrados. Por una parte, la fogosa lujuria te empuja a acelerar el ritmo y buscar el máximo morbo y placer, por otra, la situación, las velas, la tormenta de la calle, te llenan de ternura y amor. (“Tengo a mi angelito, a mi niña, mi princesa entre mis brazos, entre mis piernas, fundidos en un solo ser sin importar nadas más que nosotros”). El calor que emanan nuestros cuerpos caldea la habitación y pequeñas gotas de sudor empiezan a aparecer y a mezclarse unas con otras. Nuestras miradas se cruzan y nos fundimos en nuevo beso, largo, lento y apasionado.

Mi cuerpo totalmente cubierto por el tuyo, mí rajita se encarga de succionar tu miembro sin mostrar la mínima intención de separarse. Mis suaves gemiditos se ven arropados por tu boca, me susurras palabras de amor que me hacen sonrojar y llenarme de felicidad. La posición es perfecta, pero te aprovechas de mi flexibilidad para llevar mis piernas a tus hombros lo cual hace inmediatamente más profunda la penetración. Sigues con ese ritmo delirante para ambos, me entrego por completo a las sensaciones, a tu cuerpo sobre el mío fundiéndose. Domar tus instintos. Es tremendamente complicado poder hacerlo conmigo, cuando mi cuerpo, mis gemidos, mis acciones rezuman erotismo y lujuria por todos sus poros. Tu verga se desliza suavemente dentro de mí, penetrándome profundo, pero suavecito y lento. «mi vida, no sabes cuánto te deseo» El ritmo es simplemente delirante, es perfecto para la ocasión. «creo que tengo una idea» suelto en un susurro como respuesta, acompañado de una risita que se ve cortada por un sonoro gemido que me hace sonrojar, puedo notar el fuego en tu mirada y mi deseo cada vez es más grande.

Mis palabras te intrigan, y estas tentado de parar y preguntar, pero no correrás riesgos. Haciendo acopio de tus fuerzas, consigues pronunciar la pregunta sin dejar de mirarme a los ojos. Me río por la pregunta mientras avanzas dentro de mí «creo que tengo una idea de cuánto me deseas» digo mientras me sujetas firmemente de las caderas, me das un suave beso. Mis piernas sobre tus hombros hace todo más profundo, mis gemiditos no se hacen esperar. Con esa nueva posición, tan excitante y morbosa para ti, sientes como tu verga se funde dentro de mí alcanzando un placer indescriptible. Besas mis labios, muerdes mi cuello, amasas mis firmes pechos mientras, sin darte cuenta, las estocadas son cada vez más fuertes. Mis gemidos se incrementan en intensidad y mis ojitos ya permanecen cerrados. No crees que puedas resistirlo más.

Mis gemidos aumentan a cada instante, una oleada de calor me recorre, un potente orgasmo me golpea, te detienes un instante sintiendo como mi rajita sufre una serie de espasmos que no parecen tener fin, abro mis ojitos y veo tu mirada devorándome con deseo, cuando me recupero aumentas el ritmo de tus estocadas Ese nuevo orgasmo te ha pillado por sorpresa, una grata sorpresa. Te quedas bobito mirándome unos segundos, sintiendo en tu polla el enorme calor y las potentes contracciones de mi sexo. Miras la unión entre ambos, y jugosos chorros de flujos escurren por el tronco de tu verga que también está a punto de explotar. Inicias de nuevo el ritmo, besando mi cuello, acariciando mi carita y aumentando de forma inconsciente la fuerza de tus embestidas.

Mis ojitos cerrados, mis grititos se mezclan con gemidos ahogados. Tomas una de mis piernas y la colocas a la altura de tu cadera, la otra sigue sobre tu hombro. Inconscientemente aumentas el ritmo, siento las gotas de sudor de tu frente cayendo en mi abdomen. Abro mis ojos que se quedan conectados a los tuyos, tu mirada es intensa, tus ojos oscurecidos por el deseo solo buscan las cotas del placer. Una profunda estocada que me toma por sorpresa, tus labios apoderándose de los míos. Una de tus manos traviesas jugando con mi senito. Sigues con esas estocadas profundas que taladran mi interior de manera repetida. Mis grititos en aumento no se hacen esperar con cada estocada, la lubricación es perfecta gracias a mis flujos, tu dura polla se ve brillante cada que sale de mí interior. «Quiero mi lechita» ni siquiera sé cómo logre pronunciar esas palabras, lo que si se es que no pienso cerrar los ojos, disfrutare de este espectáculo que somos nosotros.

La sensación de placer esta disparada, y jamás reñida con el inmenso amor y ternura que sientes por mí. Nuestros ojos, conectados al igual que nuestros cuerpos. Nuestras bocas jadeantes y deseosas la una de la otra. Tus manos se deslizan por mi cuerpo, acariciando su contorno, marcado con la yema de tus dedos. Los flujos de mi rajita propician una penetración rápida y perfectamente lubricada que te catapulta hasta el orgasmo. De un último golpe de cadera, clavas tu polla profundamente dentro de mí, y descargas en mi interior una interminable cantidad de esperma caliente. Cuando cesan las pulsaciones, tu verga sigue erecta, firme y desafiante dentro de mí. Poco a poco, vas acoplando el peso de tu cuerpo sobre el mío, sin romper la conexión de nuestra mirada. Tus labios buscan los míos, que se conectan en un beso suave, inocente, similar al primer beso de dos colegiales en un parque público.

Mis labios dibujan una sonrisa en ese beso, mis piernas rodean tu cadera y lo menos que deseo es romper este momento mágico. Puedo sentir en mi interior la gran carga de leche que has depositado en mí, es de las sensaciones que más me encantan, me hace sentirme mucho más tuya. Tus manos acarician mi rostro, nos perdemos en suaves besos, cargados de ternura, en este momento no existe nada más, solo tú y yo. Mi dedo acaricia tu entrecejo bajando por tu nariz, hasta tus labios, le das un suave besito. «Te amo» es lo único que puedo decir en este momento, mientras siento todavía la unión de nuestros seres. Tras varios minutos abrazaditos, calentitos y con la reparación más suave y las pulsaciones más lentas, ahogas una carcajada para preguntarme: «¿hacemos una guarrada o dormimos un poquito?» Mis ojos brillantes ante tu pregunta, una sonrisa dibujada de lado «¿tú que crees?» suelto una leve risita mientras coloco mis manos en tus hombros y hago un poco de presión haciéndote bajar, por fin nuestros sexos se separan sin muchas ganas y mi pícara mirada es la luz verde para continuar.

Sorprendido, te dejas hacer. Te dejas guiar por mis manos hasta que tu cara está a la altura de mi coñito, que desprende un delicioso olor a sexo. «Wow, sí que te he rellenado bien. ¡Estás llenita de leche! No sé si podre con…» Mis manos sobre tu cabeza presionan tu cara contra mi deliciosa cueva, impidiéndote pronunciar palabra. De mis labios, esbozando una sonrisa se escapa un tímido «Come» Tu boca se abre y se acopla a mi sexo. Tu legua recoge los restos mezclados de leche y jugos que resbalan por mi zona perianal y siguen su camino hasta adentrarse en la cueva. Te separas unos milímetros para apreciar tu obra y ves unos hilitos de semen que unen lengua y coñito antes de llevártelos a la boca, saborearlo y tragar.

Te relames, goloso, antes de volver a atacar mi sexo sin piedad. Lamiendo, absorbiendo, chupando, comiendo y limpiando cada rastro de leche y flujo. Hacía mucho tiempo que no me llenabas tanto. Hacía mucho tiempo, que no disfrutabas tanto devorando mi sexo.

El placer es inigualable, el deseo es máximo. Mis manos sujetan tu cabellera empujándote más, puedo sentir como tu lengua recoge tu leche de mi interior, mis gemidos aumentan a cada paso. Te aprieto más a mí, mucho más, tu leche va desapareciendo de mi pero esta todo empapado por mis flujos, que envuelven también tus fluidos dejados en mí. «N-No puedo…re…» mis palabras se ven cortadas por un sonoro gemido y por un nuevo orgasmo. Ese nuevo orgasmo es un auténtico regalo. Ya habías terminado de relamer tu lechita cuando una riada de ricos flujos inunda de nuevo mi cueva. Goloso, lames y relames cada pliegue, tratando de succionar cada gotita de mi valioso néctar. Minutos más tarde, relajo la presión de tu cabeza, y levantas tu cara empapada para mirar mi inocente carita. Te acercas a mí, para besarme con dulzura. Mis ojitos, se van cerrando, presa de agotamiento. Fuera, apenas se escuchan los truenos. Parece que la tormenta ha pasado por fin.

Te acomodas detrás de mí, perfectamente acoplados y me atraes hacia ti. ¿La hora? Sin duda estamos entrada la madrugada. Las suaves caricias, dulces besitos no se hacen esperar, el sueño tampoco. Mi cuerpo está completamente relajado y el sueño me golpea, me acomodo para pegarme más a ti. La lluvia ya no se escucha, el ambiente está sumamente fresco. Tomas la manta y la tiras sobre nosotros y poco a poco me quedo dormida entre tus brazos, la mejor sensación es esa, sentirme protegida por ti. Sientes como me duermo en tus brazos. Tú resistes un poco más solo para poder disfrutar de ese momento, pero con mi sosegada respiración, el movimiento hipnótico de mi pecho, el sueño va entrando poco a poco en tu conciencia y te domina por completo.