Hacia cinco años que me había separado, desde entonces no he tenido sexo. Cuando mi hijo volvió a la ciudad, descubrí como había cambiado cuando me dejo satisfecha

Mi hijo menor, el mayor cabrón.

 

Me llamo Marta, tengo cincuenta y dos años. Físicamente soy una mujer normal, no muy alta, con unos pechos que ya muestran mi edad, redondos pero no muy firmes, unas caderas anchas y un buen culo. Me separé de mi marido hace cinco años, y desde entonces no he tenido ningún hombre que me dé lo que necesito. Tengo dos hijos, Enrique, el mayor, que se marchó al extranjero a trabajar y Jesús, el menor, que estudia en otra ciudad.

De Jesús quería contaros. Ya lleva dos cursos estudiando en la otra ciudad. Allí no tenemos control sobre él, ni yo ni su padre. He notado que ha ido cambiando su forma de ser y no sabría deciros si para mejor o para peor, ustedes me comentarán.

El primer curso que pasó fuera no noté nada raro, pero a los dos meses de empezar el segundo, empezó a mostrar una actitud rara conmigo. La primera vez que me sorprendió fue un fin de semana que pasó en casa. Llegó el viernes, y el sábado por la mañana se levantó.

–    ¡Buenos días mamá! – me dijo mientras yo estaba desayunando en la cocina – ¿Qué hay para desayunar?

–    Coge lo que quieras del frigorífico… – me giré para mirarlo y quedé estupefacta – ¡¿Qué haces así?! – sólo llevaba unos slip súper ajustado que le marcaban demasiado bien su culo y su sexo.

–    ¡¿Qué ocurre?! – cerró el frigorífico y se giró para dejar, no, para mostrarme su abultado paquete, su polla estaba erecta y lo mostraba sin recato.

–    Nunca has querido que nadie te viera en ropa interior, – mis ojos se fueron a mirar aquella erección enorme que marcaba la fina tela, mostrándome lo gruesa y poderosa que era la polla de mi hijo – y además estás todo empalmado y te muestras ante tu madre sin ningún pudor.

–    Bueno mamá, antes tenía complejos que he superado… Ahora no me importa mostrarme en público en ropa interior. – puso sus manos en los slips como si fuera a quitárselos – Es más, ya no me importa mostrarme desnudo. – bajó un poco los slips – ¿Me los quito? Estarás acostumbrada por tu trabajo a ver estas cosas…

–    ¡No hijo! – le dije y en mi interior un extraño cosquilleo, un deseo sucio me pedía que no lo parase – ¡No necesito ver a mi hijo empalmado!

–    ¡Quién te ha dicho que esté empalmado! – sus manos siguieron bajando la prenda – ¡Mira!

–    ¡Asqueroso! – le dije, pero mis ojos no podían dejar de mirar su polla que colgaba fláccida pero enormemente gruesa y grande – ¡Qué habrás hecho en vez de estudiar!

–    Cosas que un hijo no le puede contar a su madre. – siguió bajando el slip y se giró mostrándome su prieto culo en pompa – Y ya me quedo desnudo, que después me voy a dar un baño.

No fui capaz de recriminarle su actitud, en vez de eso me quedé mirándolo cómo se movía por la cocina mientras en mi interior sentía mi cuerpo vibrar y mi coño empezaba a mojarse. Era gruesa y así en reposo podía estar en los dieciocho o veinte centímetros, pero lo que más me atraía era su grueso glande, tenía que ser excitante verlo erecto y sin cubrir por el prepucio. Sentí que en mis bragas había demasiada humedad y necesitaba una buena ducha.

–    Bueno, ya he terminado, ahora me daré una ducha mientras desayunas… – me levanté y sentí la intensa humedad de mi coño.

–    Ahora nos vemos… – me dijo y siguió comiendo.

Subí al cuarto de baño y me desnudé. Comprobé que mis bragas tenían una mancha bastante grande de los flujos que me había provocado mi propio hijo. Me sentía sucia al excitarme con mi hijo, pero eso hacía que más excitante la situación. Entré en la bañera y mientras el agua cálida caía sobre mi cuerpo, mis dedos empezaron a explorar mi sexo y mi mente se perdía en el prohibido mundo del incesto. Imaginaba la polla de mi hijo erecta, no sabía cómo podía crecer, pero en mi imaginación aparecía su terso glande, hinchado y rojo. Apenas podía meterlo en mi boca y sentía cómo forzaba las comisuras de mi boca. Mi dedo encontró mi excitado clítoris, duro, hinchado por la lujuria. No necesité más de un minuto para sentir un enorme orgasmo, de mi coño brotaron chorros de flujos sin control mientras mis piernas se convulsionaban por el placer. Era la primera vez que me corría de forma tan intensa y mi mano libre tapaba mi boca para que mi hijo no pudiera escuchar los alaridos de placer que intentaba controlar. Me relajé después del intenso orgasmo y comencé a enjabonarme suavemente.

–    ¿Te queda mucho? – escuché la voz de Jesús que había entrado en el baño.

–    Un poco. – le contesté mientras giraba mi cuerpo para que no pudiera verme mi sexo, mi depravado sexo – Ahora te aviso cuando acabe.

–    ¡No te preocupes! – escuché su voz a la vez que sonaba la mampara abriéndose – Me ducharé contigo como cuando era un niño.

–    ¡Pero qué haces! – protesté mientras mis ojos volvían a mirar las oscilaciones de su polla con cada movimiento que hacía – ¡Estoy desnuda y soy tu madre!

–    ¡Ya lo sé! – mi mano izquierda tapaba mi coño y mi brazo derecho mis tetas – nos hemos duchado y nos hemos visto muchas veces desnudos, si no recuerdo mal hasta los quince años en que empecé a protestar…

–    Y ahora que te has pervertido en la universidad, no te importa mostrarle tu cuerpo a tu madre…

–    No me he pervertido, pero allí he comprendido que el cuerpo que tenemos cada uno es el que tenemos y no hay que acomplejarse por ello… – puso una mano en mi hombro – ¿Tienes algún complejo con tu cuerpo?

–    No… no… – tenía que intentar volver a ser la madre de mi hijo, aquella que lo animaba a no tener complejos y mostrarle su cuerpo cuando era un chiquillo – pero no sé… Ya empiezo a ser vieja y mi cuerpo a arrugarse… – sabía bien que decir en aquella situación.

–    ¡Vamos mamá! – deslizó su mano por mi espalda y la separó cuando estaba a punto de tocarme el culo, sentía un extraño cosquilleo en mi sexo – ¡Tienes un culo precioso! – me dio una cachetada en mi nalga y sentí como mi culo se agitaba.

–    ¡Calla, ya empiezo a ser vieja!

–    ¡A ver, muéstrame todo tu cuerpo! – sus manos me giraban suavemente y apartaban mis manos de mi cuerpo para contemplarlo por completo – ¡Bonitas caderas! – hablaba mientras sostenía mis manos separadas de mi cuerpo y me miraba de abajo arriba – ¡Un poco de barriguita, pero excitante! – no dejaba de examinarme y me sentía cada vez más excitada – ¡Uy, tienes tu vulva afeitada y bien arreglada! ¿No tendrás un novio secreto? – intenté contestarle pero él siguió con su examen – Esas dos tetas redonditas, ligeramente caídas – mi cara cambió como para protestar – ¡Pero he de reconocer que esos dos erectos pezones se merecen un diez! – estaba tan excitada que no me di cuenta que mis pezones estaban deseando ser lamidos y mamados… para mi desgracia, él sí – Y lo más bonito que tienes ¡tu cara con esos dos ojos verdes que siempre me han parecido preciosos! – agarró con sus manos mi cara y se acercó para darme un beso, cuando más cerca, más temblaba mi cuerpo. Estaba excitada con mi hijo y lo tenía casi encima, mi boca se entreabrió sin pensar, esperando que su boca se uniera y su lengua buscara la mía… Me besó en la frente.

–    ¡Eres un tonto! – le dije ruborizada y excitada. No podía soportar la excitación que me producía mi hijo, me giré y me agaché para coger el bote de gel y enjabonarnos – ¡Ya está bien de elogios, a ducharse!

–    ¡Mira mamá! – me dijo cuando me volví hacia mi hijo con el gel en la mano – Ya te he dicho que tienes un culo muy bonito… – su polla estaba totalmente erecta, no sé cómo lo hizo, pero en los pocos segundos que me giré para coger el gel, él tuvo una erección impresionante.

–    ¡Dios, hijo! – se me cayó el bote de gel de la mano y mi cuerpo no podía aguantar la vista de aquella polla – ¡Joder, esto no puede ser! – no sabía como ponerme ni que hacer. Como madre tenía que expulsar a mi hijo de la ducha, pero como mujer deseaba agacharme y jugar con la enorme polla de mi hijo – ¡Será mejor que salgas de la ducha! – temblaba por las locuras que se me pasaban por la cabeza.

–    No mamá, no te preocupes por verme así. – parecía tranquilo mientras le mostraba su erección a su propia madre. ¿Qué perversiones habrá vivido para que venga así? Se acercó un poco para hablarme al oído – He visto que te ha turbado verme en la cocina desnudo… sé que llevas mucho tiempo sin un hombre, porque no te gusta tener sexo con cualquiera, pero seguro que tu cuerpo lo necesita… ¡¿Quieres masturbarte mientras me miras?!

–    ¡No hijo, no! – dijo mi boca, pero mis pezones y la cantidad de flujos que brotaban de mi vagina indicaban lo contrario.

–    ¡Mira, esto le suele gustar mucho a las chicas que he estado! – agarró su pene con una mano y jaló hacia atrás. Su glande separó la piel y emergió como un grandioso dios del placer, turgente, amoratado por la excitación. Sin pensarlo pasé mi lengua por mis labios deseando lamerlo. ¡Tanto tiempo sin sexo y mi hijo guardaba aquella maravilla para mostrársela a su madre! ¡Para convertirla en una pervertida! – ¡Esa lengua me dice que te gusta lo que ves!

No pude contenerme, mi mano derecha bajó hasta mi coño y empezó a acariciar mi clítoris, descontrolada, excitada por la visión de la polla de mi hijo, avergonzada por ser una madre pervertida. Mi mano izquierda sobaba mis tetas y todo mi cuerpo se agitaba de placer. Su mano subía y bajaba por todo lo largo de su polla. Empecé a sentir el primer orgasmo en tan incestuosa situación, no podía pararme, deseaba correrme.

–    ¡Vamos mamá, sigue y córrete, grita de placer! – me animaba mientras el placer se hacía más intenso.

–    ¡No le hables así a tu madre! – intentaba protestar entre leves gemidos mientras mi cuerpo se agitaba de placer.

–    ¡Vamos mami, ya estás a punto! – su mano se agitaba con más fuerza y más rápido sobre su polla – ¡Si me regalas tu orgasmo, yo te regalaré el mío!

–    ¡Sí, sí… ya viene, ya viene! – la vergüenza me impedía gritar, pero la excitación conseguía llevarme poco a poco al clímax, me iba a correr delante de mi hijo y no podía evitarlo.

–    ¡Sí, sí mamá! – empezó a subir el tono de la voz – ¡Vamos a corrernos juntos! ¡Vamos, vamos! ¡Me excita verte tener placer!

Empecé a convulsionarme en el momento que mi cuerpo sentía enormes descargas de placer. Mi dedo no podía darme más placer y lo aparté de mi coño mientras me agitaba. Miré ruborizada a mi hijo que disfrutaba viéndome gozar. Se acercó a mí, me sentí indefensa y no podía resistirme a su avance. Volví a estallar en un orgasmo más grande cuando colocó su enorme glande contra mi clítoris y empezó a frotarlo suavemente mientras su mano no dejaba de masturbarlo. Gemía y me retorcía de placer al sentir su polla contra mi coño. La miré, vi como su glande separaba mis labios vaginales y se acariciaba mi clítoris que erecto gozaba de las caricias de mi hijo. Por segunda vez brotaron chorros de flujos de mi coño, un tremendo placer me envolvía y podía ver nuestros sexo agitándose, frotándose y dándose placer. La calidez del semen de mi hijo me hizo estallar de nuevo. Su polla estaba entre mis labios, podía ver como de la punta del glande, de aquel agujero salió un chorro de blanquecino semen que llegó hasta mi barriga. El siguiente chorro de semen lo lanzó entre los labios vaginales y se mezclaron con el chorro de flujos que lancé.

–    ¡Por dios, mamá! – gruñía y se agitaba con cada chorro que lanzaba en mi coño – ¡Nunca imaginé que pudiera sentir tanto placer!

Nuestras piernas se agitaban intentando aguantar nuestros cuerpos debilitados por el placer. Su polla permaneció apoyada en mi coño, entre mis labios, sin penetrarme… No hacía falta, nunca había sentido tanto placer antes, ni cuando follé con aquellos dos chicos a la vez en mi juventud. Nada se podía comparar al placer que había sentido al masturbarme con mi hijo y su gran polla. Mientras acababan de salir los últimos chorros de su semen, sentía correr por mis piernas los flujos que brotaban de mi vagina. Creo que si me lo hubiera propuesto, le hubiera dejado follarme en ese momento.

Nos separamos e intenté volver a ser la madre que tenía que ser, como si fuera un niño y hablándole para disimular mi vergüenza y excitación, cogí la ducha y empecé a enjabonarlo y a lavarlo. Cómo disfruté de acariciar ese prieto culo, que maravilla de joven culo.

–    ¡Vamos mamá! – me dijo dándose la vuelta y ofreciéndome su polla – Sé que te gusta, limpia la “pilila” a tu hijito pequeño… – lo miré a los ojos y después a la polla. Ya habíamos llegado muy lejos para avergonzarme de lavar su polla – ¿Has visto alguna más grande que esta? – su pregunta no me la esperaba.

–    Hijo, soy enfermera y he visto muchas… – le sonreí y lo miré a los ojos mientras mis manos agitaba su polla que empezaba de nuevo a coger dureza – pero la verdad es que ese glande tan enorme nunca lo había visto…

–    Ni yo había visto unos pezones tan excitantes como los tuyos… – se agachó y besó uno produciéndome un terrible placer – ¡Son enormes y me excitan mucho!

–    ¡Pero no puede ser! – le dije empujando su cabeza para que se separara de mí – Ya hemos hecho demasiadas cosas para un hijo y una madre.

–    Pues ahora me toca a mí enjabonarte. – No me dejó moverme.

Me agarró y me giró, se pegó a mi espalda y extendió una mano para que le pusiera jabón. Me tenía que inclinar y mi culo daría seguro contra él. Lo hice y sentí la presión de su polla en mis nalgas. “¡Joder, por qué me excita tanto mi hijo!” Pensé mientras le esparcía gel en la mano. Frotó sus dos manos y empezó a lavarme las tetas sabiendo que estaría excitada y mis pezones erectos y duros. No lo dudó, sus dedos jugaban con ellos y empecé de nuevo a sentir que mi vagina empezaba a lanzar flujos.

–    ¡¿Quieres probar mi polla con tu boca?! – aquel susurro en mi oído me descompuso, sentí vibrar todo mi cuerpo y deseaba tragarme a mi hijo hasta el fondo de mi garganta, lo deseaba, mi coño me lo pedía – ¡Si te gusta puedes llegar hasta donde tu quieras, será toda para ti! – iba a sucumbir, pero no podía ser.

–    ¡No Jesús! – Lo detuve, lo empujé con mi culo para separarlo y sintiendo su endurecida polla por última vez – ¡Ya está bien! Agradezco que me hayas ayudado a tener un placer que hacía tiempo que no tenía, pero soy tu madre y he de detener esta locura. – mi coño lloraba con lágrimas de flujos, deseaba ser penetrado por aquella hermosura de polla, pero la razón se apoderó de mí – ¡Vamos, ya estás limpio! ¡Sal y vístete en tu cuarto!

–    ¡Mamá! – me rodeó con sus brazos y me atrajo hacia él – Si lo deseas hazlo, pero si me voy no volverás a tener otra oportunidad de hacerlo.

–    ¡Vete, vete!

Lo vi salir de la ducha y, aunque estaba satisfecha por la masturbación que había tenido, deseé llamarlo con el coño abierto para que me penetrara por completo. Me duché y casi no podía parar la hemorragia de flujos que padecía mi vagina. El placer con mi hijo no había conseguido calmarme, todo lo contrario, estaba más caliente y excitada que nunca antes.

Después de almorzar decidimos pasar la tarde allí en casa, no iríamos a ver a ningún familiar. Yo me encontraba demasiado turbada para ver a mi madre o alguna de mis hermanas, él parecía querer descansar, ni siquiera quedó en ver a sus amigos aquí en nuestra ciudad.

Cuando pusimos la película y cada uno se echó en uno de los sofás, mis ojos rápidamente buscaron el abultado paquete de mi hijo. Se había puesto unas calzonas y una camiseta, ambas amplias para estar a gusto. Yo intentaba seguir el hilo de la película, pero a los pocos minutos Jesús metió la mano bajo su calzona y dobló una de las piernas, haciendo que por la parte baja de la prenda pudiera ver su polla. Mi sexo volvió a vibrar por el deseo de tenerlo dentro. “¡Tengo que ser fuerte, eso no puede ser!” Me repetía, pero mis ojos iban del televisor a mi hijo sin parar. Sabía que él lo estaba haciendo a propósito, quería provocarme y lo estaba consiguiendo, pero tenía que ser fuerte.

Tras la cena, cada uno nos fuimos a nuestra habitación. No podía dormir, era tal la calentura que tenía, que más de una vez me levanté de la cama hasta llegar a la puerta de mi habitación, me lo pensaba y volvía a acostarme. Serían las dos de la mañana cuando metí mis dedos en mi coño y con mis caricias y un pequeño orgasmo, quedé dormida.

Por la mañana desayunamos. Jesús iba a ir a visitar a unos amigos y yo decidí ir a ver a mi hermana Pili para hablar con ella de lo que me pasaba con mi hijo. Por la tarde tenía que llevar a mi hijo a la estación de tren para que volviera para estudiar. Durante todo el tiempo que estuve con mi hermana, no tuve valor para confesarle lo que había pasado con Jesús y menos contarle que estaba loca por que él me tomara como mujer. Estuvimos en muchos lugares, pero no conseguir reunir el valor suficiente.

Cuando volví, encontré a mi hijo preparado, con las maletas y esperándome para que lo llevara a la estación. Llegamos a la estación y antes de subir nos despedimos.

–    ¡Qué pena que anoche no pasara nada! – me dijo susurrando a mi oído cuando se acercó para darme un beso en la mejilla.

–    ¡Idiota, soy tu madre! – le dije sintiéndome más arrepentida y excitada que ofendida por lo que había dicho mi hijo – ¡Mándame un Whatsapp cuando llegues!

–    No te preocupes… – se pegó tanto a mí que pude sentir su polla contra mi costado – ¡Lastima que ya no se vuelva a repetir lo de este fin de semana!

Subió al tren y lo vi marchar. Durante un tiempo no podría ver a mi hijo, pero por lo menos tampoco tendría la tentación de su polla junto a mí. Caminé hacia el coche y cuando arranqué, sonó el teléfono con un mensaje de Whatsapp entrante. Lo abrí y era de mi hijo:

–    Anoche no pudo ser, pero te dejo un recuerdo para que te lo pienses hasta que vuelva de nuevo a casa.

Al haberlo leído, mi hijo sabía que estaba mirando el móvil en ese momento. Entonces entró otro mensaje, esta vez una fotografía. Cuando la abrí quedé petrificada, era un primer plano de mi cara, dormida en la noche anterior, sobre mis labios estaba apoyado el glande de la polla de mi hijo. Entonces entró otro mensaje, esta vez era un vídeo. Asustada pero sobre todo excitada le di a reproducir.

En la imagen aparecía yo, acostada en mi cama mientras él, con la polla en una mano, la llevaba a mi boca mientras hablaba.

–    “Mamá, esta será la última vez que te la ofrezco. Aunque estás dormida sé que la deseas, pero la rechazaste esta noche y si algún día la quieres volver a tener, no lo tendrás tan fácil. He grabado esto para que puedas masturbarte con el recuerdo de lo que pudiste tener sólo para ti.”

Joder, mi coño se mojó por completo. Ante aquel vídeo, cualquier madre se hubiera enfurecido por el atrevimiento de su hijo al pasar su polla por la boca, más cuando estaba dormida, pero en lugar de eso, me sentí tan excitada que deseaba llegar a casa y masturbarme mientras veía cómo mi hijo pasaba su polla por mi boca.

Aquel vídeo me sirvió para masturbarme todas las noches pensando en mi hijo, viendo cómo restregaba su polla por mi boca y deseando haberla comido aquella noche. Una tarde me visitó mi hermana Pili. Mi calentura iba en aumento y deseaba que mi hijo volviera de nuevo a visitarme. Hablé con ella.

–    Pili, desde hace unas semanas a hoy tengo una calentura que lo único que pienso es en tener sexo.

–    ¿Y qué te lo impide?

–    Bueno, sabes que nunca me ha gustado eso de follar con cualquiera y la verdad es que en mi círculo de amistades no hay gran cosa para elegir.

–    ¿Y en tu trabajo?

–    Tampoco, además por lo que escucho hablar entre ellos parecen ser puteros.

–    Y si buscas un buen consolador ¿Te valdría?

–    Tal vez… No lo sé…

–    ¿Quieres que te busque uno?

–    Vale, toma este dinero a ver si con eso tienes bastante.

–    ¿Grande o normalita?

–    Más bien grande…

A los pocos días mi hermana me trajo una caja con una polla de goma y unos aceites para que entrara mejor. Cuando se marchó, corrí a la habitación y la saqué. Le pedí una grande para recordar a mi hijo, pero cuando la saqué tenía casi el mismo tamaño que el de él, incluso aquel glande era tan hermoso y apetecible como el de Jesús.

La primera noche me desnudé y me subí en la cama. Saqué aquel consolador y si la memoria no me fallaba, sería más o menos igual que tener la polla de mi hijo. Lo primero que deseaba era darle una mamada, a mi hijo, pero practicaría con aquel consolador pues seguro que tragarse aquella polla no sería cosa fácil.

Me puse de rodillas, la cogí con las dos manos para ver que tan larga y gruesa era. Mi mente empezó a imaginar que tenía a mi hijo de pie delante de mí y me ofrecía su gruesa polla. Saqué la lengua y la pasé por el redondo glande. Su sabor y olor no sería aquel a plástico, pero empujé la polla y empezó a entrar en mi boca. Apenas había entrado el glande y sentía dolor en la comisura de mis labios. La saqué y la puse vertical. Pasé mi lengua desde la base hasta el glande. Mi coño empezó a lanzar flujos por la fantasía que estaba teniendo. Me tumbé, tenía que llenar mi vagina con aquella polla que ahora representaba a mi hijo.

Separé mis labios vaginales y pasé el glande por toda mi raja. A mi mente llegó el recuerdo de la ducha, su glande entre mis labios y lanzando semen. Empujé un poco y mis flujos la ayudaron a entrar sin mucho esfuerzo. Mi vagina se iba dilatando poco a poco. Mis flujos chorreaban por aquella polla de plástico y mi lujuria me llevó a desear a mi hijo más que nunca. “La próxima vez que venga, lo haremos.” Me dije y empecé a follarme con aquel sustituto. No tardé mucho en conseguir un orgasmo, no tan intenso como el vivido con mi hijo en la ducha, pero me servía para aguantar hasta la llegada de mi hijo.

Durante dos semanas, tiempo que tardó mi hijo en volver, aquella polla me folló todas las noches, algunas hasta dos veces. Cuando llegó el viernes que volvía mi hijo, yo estaba tan nerviosa y caliente como una novia a la que hace tiempo que su hombre no la folla. Fui a la estación a recibirlo. Cuando llegamos a casa, deseaba ducharme con él, así que en cuanto dejó la maleta en su habitación, fui a hablarle.

–    ¡Cariño, dúchate y ponte cómodo mientras hago la cena! – me moría por esperar que entrara en la ducha y después entrar yo para “jugar” con mi niño pequeño, como hizo él conmigo.

–    No mamá, he quedado con unos amigos en media hora. – me sentó como un jarro de agua fría escuchar que se marchaba – Me llevo las llaves, no me esperes despierta pues no sé a que hora llegaré.

En diez minutos salía de casa y me quedaba sola, caliente por su polla… Me fui a mi habitación y me desahogué con mi amante de plástico. Tal vez tenía que haberlo follado la última vez que estuvo en casa. Ahora seguro que ya no querrá nada conmigo y le estará metiendo su enorme polla a otra chica que no se lo merece tanto como yo. Después del orgasmo y estas locas ideas quedé dormida.

Por la mañana, cuando desperté, fui a ver que mi hijo estaba en su habitación. Allí estaba, tapado e imaginé que estaría desnudo. Mi calentura había llegado a tal punto que deseé destaparlo y despertarlo con una buena mamada. Me contuve y marché a la cocina para desayunar.

Como una hora después bajó Jesús. De nuevo venía sólo con los slips y nuevamente marcando su hermosa polla. Lo miré, directamente a su paquete, descarada para que supiera que su madre estaba dispuesta para recibir la polla de su hijo.

–    Voy a ducharme. – me dijo y dio media vuelta para ir al baño.

Yo no dije nada. Lo seguí y entré en el baño tras él. Me ignoraba, cómo si yo estuviera allí. Se quitó los slips y quedó totalmente desnudo. Yo también me desnudé. No hablábamos, sólo actuábamos. Entró en la bañera y cogió la ducha, yo detrás. Me echó agua caliente y después mojó su cuerpo. Miré su polla que no estaba erecta, al contrario que mis pezones que deseaban que sus labios los acariciaran. Cogió el gel y me ofreció, después se echó en sus manos. Acerqué mis manos a su cuerpo para enjabonarlo.

–    ¡No mamá! – me paró en seco – Cada uno su cuerpo. Has perdido tu oportunidad.

Como una tonta me enjaboné, desilusionada al ver que no podría tener aquella polla, mi hijo no quería nada conmigo. Acabamos de ducharnos, nos secamos y nos vestimos. El día transcurrió desesperadamente normal hasta por la tarde, en que mi hijo y yo estábamos en el salón viendo la televisión.

Para mi hijo ya era claro que me tenía loca por su polla, lo pudo comprobar durante la ducha y por todas las veces que le había cogido el culo a modo de broma, pero intentando excitarlo para que me diera su deseado miembro. Para pasar la tarde con mi hijo, me maquillé ligeramente para parecer algo más guapa, me coloqué mis braguitas más sexys, una falda corta y con vuelo para que se me viera todo lo posible y una camiseta ajustada para marcar mis pechos y sobre todo mis enormes pezones. Y allí estábamos los dos, cada uno sentado en un sofá.

Después de un buen rato, en el que me ponía en distintas posturas para intentar que mi hijo pudiera verme por todos lados y provocarlo, Jesús se sentó derecho, con aquellas calzonas y esa camiseta que mostraban su joven cuerpo.

–    Mamá. – me dijo en todo serio y mirándome – Creo que tu deseo ha llegado a un punto en que estarías dispuesta a hacer todo lo posible para tener mi polla ¿no?

–    Sí hijo, me he vestido así para intentar provocarte… – me senté y dejé mis piernas entreabiertas para que pudiera ver mis mojadas bragas – ¿Podrías dejarle a mamá lo que guardas en tus pantalones?

–    Pero mamá. – se mostraba desilusionado – la vez anterior te la ofrecí y la rechazaste, te dije que más tarde te costaría más tenerla… ¿Qué hago ahora?

–    ¡No hagas nada, deja a mamá hacerlo por ti! – me levanté y caminé hacia él.

–    Y ¿qué estarías dispuesta a hacer? ¿Qué me ofreces?

–    Llevo dos semanas deseándote, imaginándome tu polla… – me coloqué delante de él e incliné mi cuerpo para poner mi culo en pompa – ¡¿No te gusta el culo de mamá?! – me incorporé y saqué pecho – ¡¿O te pone más caliente los erectos pezones de tu madre?! – cogí el filo de mi falda con las dos manos y me giré hacia él, levanté mi falda y le mostré mi coño tapado por mis bragas – ¡¿Quieres pobrar el húmedo coño de tu mami?! ¡Tócalo!

Alargó la mano para tocarme el coño, sentí que mi vagina se desbordaba y soltaba más y más flujos. Los dedos de Jesús presionaron mis labios vaginales por encima de las bragas y se separaron.

–    ¡Mamá, estás muy caliente! – pasó su lengua por sus labios – ¡Tal vez haya que recoger tantos líquidos que salen de tu coño! – casi me corro al escuchar a mi hijo – Pero ¿qué estás dispuesta a hacerme?

–    Tal vez a mi niño le gustaría que su mamá le chupara su gruesa polla y se la tragara entera… – me arrodillé, le bajé las calzonas hasta quitárselas y su polla apareció totalmente erecta y dura delante de mis ojos. Alargué la mano para cogerla.

–    ¡Quieta! – me dio un manotazo en mi mano para que no lo tocara – ¡Aún no es suficiente con eso para que te la de!

–    Y si después de hacerte una buena mamada, mamá te diera sus tetas para que mamaras y lamieras estos pezones. – me levanté la camiseta y le ofrecí mis tetas. Con dos dedos agarré mis pezones y los agité para provocarlo – ¡¿Las quieres?!

–    No está mal. – se mostraba como si aquello no le interesara – ¿Podré follarte cómo a mí me gusta?

–    ¡Claro mi niño! – pasé mis manos por sus muslos intentando acercarme y alcanzar su polla – ¡Podrás clavar tu gruesa polla en el coño de mamá, llenar mi vagina y si quieres rellenarme con tu semen por completo!

–    ¡Vaya! – sonrió malévolamente y agarró mis manos con las suyas para pararme – ¡Así que mi mamá está tan caliente que me ofrece su coño!

–    ¡Sí, todo mi coño para que hagas con él todo lo que quieras!

–    ¡Pero mis gustos son otros!

–    ¡¿Cuáles?!

–    Si quieres mi polla, deberás dejar que clave mi polla en lo más hondo de tu culo… – me miró desafiante.

–    ¡Así que eres tan pervertido que quieres dar por el culo a tu madre! – nunca lo había probado y la verdad es que tenía miedo de que aquel ariete me partiera el culo en dos, pero deseaba tanto aquella polla – ¡Vale, pero lo harás con cuidado!

–    ¡Con muchísimo cuidado, mamá! – soltó mis manos – ¡Vamos, empieza a comerme la polla!

Mis manos se deslizaron hasta alcanzar su erecta polla. ¡Qué placer sentirla por fin después de tanto imaginarla! Mi vagina volvía a lanzar flujos para prepararse para aquella polla. La acaricié de arriba abajo, deleitándome en su grosor y en su tacto, estaba loca por intentar tragármela. Acerqué mi cara un poco y pude recibir el delicioso aroma que brotaba de aquel glande, mi excitación aumentó y todo mi cuerpo vibraba por el placer. Saqué mi lengua y por fin iba a probar la polla de mi hijo. La dirigí hacia mi boca y sentí en mi lengua la suave y tersa piel.

–    ¡Por Dios, Marta! ¡¿Qué estáis haciendo?! – la voz de mi hermana Pili me sacó de la lujuria que sentía y me mostró la realidad – ¡Le estás comiendo la polla a tu hijo! – me sentí empequeñecer y no sabía que hacer ni decir – ¡Sois unos asquerosos y unos pervertidos! – me coloqué las ropas para ocultarme e intentar desaparecer de la furia de mi hermana.

–    Tita, de mi ya sabes que soy todo eso… – la miró sonriendo – y todo lo que me pidas…

–    ¡De ti lo puedo imaginar todo! Incluso que te quieras follar a tu propia madre… – lo miraba enfadada y después me miró a mí con odio – ¡Pero de ti! ¡Nunca imaginé que pudieras ser tan puta!

–    Pili… – me senté junto a mi hijo que aún tenía la polla al aire, exhibiendo su enorme erección – Sé… sé que esto está mal… – miraba a la polla de mi hijo, pues aunque estaba avergonzada, me excitaba verla allí, desafiante – Si llevaras tanto tiempo como yo sin follar… y tuvieras la oportunidad de tener esta polla… – intentaba justificar lo injustificable – ¡No lo harías!

–    Con la de otro sí, pero la de tu propio hijo… – se acercó y se sentó justo al otro lado de Jesús – Si por lo menos fuera tu sobrino… No lo vería tan sucio, no lo vería bien pues sería de tu familia, pero la polla de tu propio hijo… – ella fijó sus ojos en la polla de Jesús y alargó la mano para empezar a acariciarla mientras en su boca se dibujaba una terrible sonrisa lujuriosa – ¡Joder niño, qué polla más buena tienes!

–    ¡Pues toda para ti! – Jesús abrió sus brazos y los apoyó en el respaldo del sofá, ofreciéndole su magnifica polla a mi hermana – ¡Vamos tita, a ver qué sabes hacer con mi polla!

Quedé de piedra con la boca abierta al ver cómo Pili se inclinaba y lamía aquel glande que tanto deseaba yo. Su mano no paraba de bajar y subir por el grueso tronco de su polla. Jesús bajó la mano que tenía tras ella y agarró su cabeza suavemente mientras la miraba chupar su polla. Quería protestar al ver cómo mi hermana se comía la polla, pero no podía moverme, lo que sentía era más excitación aún que antes.

–    ¡Vamos tita, sé que te la puedes tragar más! – Jesús empujó la cabeza de Pili e hizo que su polla entrara forzando su boca.

Pili movía su cabeza e intentaba que aquella polla le entrara cada vez más en cada mamada. Escuchaba los ruidos que hacía con cada succión que le daba y empecé a sentirme mareada por tanta excitación. Dejé de preocuparme por lo que hacía mi hijo y mi hermana y me dispuse a disfrutar del espectáculo que me ofrecían. Me recosté en el sofá, abrí mis piernas y empecé a tocarme el coño por encima de las mojadas bragas.

–    Mira tita, mi madre está totalmente mojada. – Pili me miró el coño sin sacar aquella polla de su boca, sin dejar de chuparla – ¡Deja qué yo te masturbe!

La mano de mi hijo apartó magistralmente la tela que cubría mi coño y empezó a frotarlo con sus dedos. Hundió su dedo índice dentro de mi vagina y lo sacó totalmente mojado.

–    ¡Mira tita, mamá está más mojada de lo que nunca he visto a una mujer! – se llevó el dedo a la boca y saboreó mis flujos chupando su dedo – ¡Joder, qué rico está su coño! – miro a mi hermana – ¿Quieres probarlo?

Volvió a hundir su dedo en mi coño y de nuevo lo sacó empapado en mis flujos. Lo llevó a mi hermana y está dejó de mamar su polla para chupar su dedo.

–    ¡¿Te gusta?! – le preguntó a Pili que asintió con la cabeza mientras volvía a tragarse su polla – ¡Siempre has sido mi puta preferida!

Mi cuerpo se agitó al ver cómo mi hermana saboreaba los flujos de mi coño, pero eso de “¡Siempre has sido mi puta preferida!” me sonó a que ellos ya habían follado antes de ese día.

–    ¿Ustedes… ustedes ya lo habéis hecho? – pregunté sin querer aceptar lo que era evidente.

–    ¡Claro mamá! – me miró y me sonrió mientras su dedo empezaba a jugar con mi clítoris – Hace más de un año. Un día que Pili estaba demasiado caliente y los dos estábamos en casa solos. Vio mi polla por casualidad y al rato se la estaba clavando hasta lo más hondo de su vagina.

–    Marta, recuerdas el consolador que te regalé el otro día… – Pili dejó de chupar su polla y la agitaba con la mano. Asentí con la cabeza – Pues una copia de la polla de tu hijo. Se hizo un molde y me lo regaló para que me hiciera un consolador y no olvidara nunca esta hermosa polla.

–    ¡Mami! – me dijo Jesús – ¿Te acuerdas que antes te pregunté qué estarías dispuesta a hacer por tener mi polla? – volví a asentir con la cabeza mientras empezaba a tener un primer orgasmo con las caricias de mi hijo – ¡Vale, pues cambiamos de postura!

Me quedé a punto de tener el orgasmo, pero Jesús me hizo levantarme sin rechistar y levantó a Pili. Ella llevaba una falda a medio muslo y ajustada. Jesús la hizo inclinarse y su culo quedó en pompa. Le levantó la falda y dejó al aire su redondo y hermoso trasero, lo manoseó y besó sus cachetes. Siempre solía llevar tangas, y aquella vez no iba a ser menos, así que la fina tela se colaba entre sus cachetes. Mi hijo agarró su tanga y se lo bajó hasta los tobillos hasta que ella sacó sus piernas.

–    ¡Mira cómo huele el coño de tita Pili! – me ofreció la prenda para que la oliera y yo rehusé hacerlo – ¡Vamos mamá, me dijiste que harías cualquier cosa para tener mi polla! – la forma de actuar de mi hijo y las cosas que decía, me causaban repulsa, oler las bragas de mi hermana, no… Pero si deseaba su polla, debería hacer lo que me pidiera… Y en el fondo me sentía muy sucia y excitada con todo aquello. Me las puso en mi nariz y recibí el aroma de ella. – ¡Así mami, así! ¡Has caso a tu hijo o no te follará! – se acercó a mí y me habló bajito al oído – ¿Quieres comerme la polla? – asentí con la cabeza.

Jesús cogió a Pili y la giró, la hizo tumbarse en el sofá con su coño al aire. Lo tenía depilado, de la misma manera que yo ya que las dos fuimos el mismo día a hacernos la depilación. Mi hijo se arrodilló junto a su tía y besó su boca, estuvieron unos segundos mientras yo los miraba. Decidí coger su polla y masturbarlo, pero en cuando sintió mi mano, me detuvo.

–    ¡No mamá, ven arrodíllate aquí! – me colocó entre las piernas de mi hermana mientras el sonreía. – Pili, abre tus piernas. – ella le hizo caso y yo quedé frente a su coño – ¡Mira mamá, mira lo mojada qué está la tita! – separó sus labios vaginales y me mostró su rosado y húmedo interior, podía ver el hoyuelo de su vagina. – ¡Si quieres mamar mi polla, antes has de comerte el coño de tu hermana!

–    ¡Pero… pero! – intenté protestar.

–    ¡Vamos mamá! – se levantó y le ofreció la polla a Pili que la agarró con una mano y la llevó a su boca – ¡Si quieres hacer lo que hace tu hermana, lámele el coño hasta que se corra!

Delante de mi cara tenía el coño de mi hermana que chupaba la gran polla de mi hijo. Nunca había tenido sexo lésbico antes, no sabía si sería capaz de hacerlo. Me incliné y saqué mi lengua. Rocé sus labios vaginales y Pili dio un respingo al sentirme.

–    ¡Bien mami, así, así! – me animó Jesús.

Deslicé mi lengua por su raja y ella se agitaba con mis caricias. “¡Fóllala con tu lengua!” me dijo Jesús e intenté hacerle caso. Saqué mi lengua y busqué la entrada de su vagina. Empujaba mi cara contra su coño y mi lengua entraba un poco en su vagina. Empecé a escuchar leves gemidos de Pili, aquello le estaba gustando. Mi boca y mi cara estaban mojadas por los flujos que lanzaba mi hermana. Aquello no era lo que a mí me gustaba y Jesús lo notó.

–    ¡Vamos mamá! – me separó de mi hermana – Déjame a mí que le coma el coño y siéntate sobre ella para que pueda comerte el tuyo…

–    ¡Sí hermana, trae tu coño para que te lo coma! – Pili de verdad era una autentica puta, disfrutaba con todo aquello.

No sabía que a mi hermana le gustara todo, comerse un buen rabo o comerse un coño. Además disfrutaba de la polla de su sobrino e iba a comerse el coño de su hermana. Abrí mis piernas y le ofrecí mi coño a Pili. Un tremendo calambre de placer recorrió mi espalda al sentir la lengua y las succiones que mi hermana me daba en el clítoris y en todos lados de mi raja. Mis convulsiones no tardaron y conseguí un gran orgasmo. Me separé un poco y pude ver la cara empapada de Pili. Sus manos me frenaron y me empujaron contra su cara. Me lamió y me relamió hasta que su propio orgasmo le hizo detenerse. Me levanté y vi como Jesús se afanaba en comerle el coño mientras ella se convulsionaba y gritaba de placer. Jesús se levantó y dejó a su tía reposando y acabando de sentir el placer que le había dado. Me cogió de la mano y me llevó al otro sofá, se sentó.

–    ¡Vamos, arrodíllate, te has ganado poder chuparla!

Me arrodillé y él abrió sus piernas. Allí tenía el objeto de mi deseo listo para que me lo tragara. Ya había practicado con el consolador que era una copia de su polla, así qué sabía lo que tenía que hacer. La agarré con una mano y dirigí su glande hacia mi boca. ¡Qué maravilloso olor tenía! Mi lengua empezó a lamerlo, haciendo círculos alrededor de su terso glande. Abrí mis labios todo lo posible y su glande entró. Mi lengua busco su agujero, por donde deseaba que saliera todo el semen que tenían sus huevos, lo acaricié y él resopló de placer.

–    ¡Joder mamá, me encanta verte hecha toda una puta mamando mi polla! ¡Sigue, no pares!

Y seguí. Sentí como su mano se posó en mi cabeza y me empujaba para que su polla entrara cada vez más en mi boca. Yo intentaba tragarme más de él.

–    ¡Sí mamá, intenta tragarte todo lo que puedas!

Casi se desencajó mi boca, la hundí todo lo posible, sentí como su glande, redondo y grueso, llegaba al final de mi boca. Casi la saco cuando tocó mi campanilla, pero aguanté y sentí que se perdía en lo más profundo de mi garganta. Intenté aguantar unos segundos con su polla dentro de mi boca.

–    ¡Eres la mejor! – me dijo mi hijo mientras tiraba de mi pelo para que sacara su polla de mi boca – ¡Nunca antes otra mujer había conseguido eso! ¡Te la has tragado hasta mis huevos! – yo intentaba recobrar la respiración después de tener esa enorme polla dentro de mi garganta.

–    ¡Yo necesito más! – dijo Pili que se había levantado y estaba junto a nosotros – ¡Destrózame el coño con tu polla!

Jesús y yo no nos movimos. Mi hermana abrió sus piernas, dándole la espalda a mi hijo y se colocó hasta que su coño estaba a la altura de la polla.

–    Marta, dirige mi polla hacia el coño de tita.

Y así lo hice. A poca distancia de mi cara tenía el coño mojado de mi hermana y la polla empapada en mi saliva de mi hijo. La agarré con una mano y la sostuve mientras Pili se agachaba calculando para llenarse su vagina con aquella polla. El glande de mi hijo tocó en el abierto coño de mi hermana. El erecto clítoris de Pili sobresalía de su raja y no lo pude evitar. Me acerqué y chupé su clítoris.

–    ¡Qué puta eres Marta! – me dijo al sentirme – ¡Hazme eso cuando me entre la polla de Jesús y me correré rápido!

–    Eso quiero hermana… – le dije desafiante – Quiero que te corras rápido para meterme yo esa polla en mi coño.

La agarré por las caderas y la empujé para que la polla de mi hijo le entrar rápido y hasta el fondo. El gemido de Pili me excitó y llevé mi mano derecha a mi coño para tocarme mientras ellos follaban. Podía ver perfectamente como la polla de mi niño se perdía dentro de su tía, sus huevos se movían al ritmo de los movimientos de Pili. Jesús agarró las caderas de su tía y la hizo subir hasta que su polla quedó libre.

–    ¡Vamos mamá, dame una mamadita con el sabor de tu hermana!

–    ¡Sí cariño!

Agarré su polla y la mamé, podía sentir el sabor de los flujos de mi hermana, ya no me importaba nada, ni que fuéramos familia, ni follar con mi hijo y mi hermana, ni pensar que me gustaban tanto los hombres como las mujeres. Mi excitación era tan grande que me hubiera follado cualquier cosa con una polla o un buen coño.

–    ¡Cabrona, devuélveme la polla, necesito que me folle para correrme! – protestó Pili.

La dirigí de nuevo a su coño y ella se sentó con más ganas, clavándosela totalmente y agitándose desesperadamente. No sé cuanto tiempo llevaría follando a mi hijo, pero su boca lanzó gemidos continuos, sus caderas se movían salvajemente y aquella polla entraba y salía enfurecida. Se la clavó en lo más profundo de su coño, sus piernas se agitaban compulsivamente…

–    ¡Me corro, cariño, me corro! – gemía y se retorcía de placer.

–    ¡Sí tita, córrete que te vea tu hermana como gozas con su hijo!

–    Yo también necesito que me folles… – le dije a mi hijo, poniéndome en pie y mostrándole mi coño con los labios abiertos para que viera lo mojada que estaba – ¡Clávasela a tu madre!

–    ¡Sí mamá, ahora te tocará a ti!

Pili quedó satisfecha con la follada de mi hijo, cayó hacia un lado y liberó la deseada polla. Descansaba mientras mi hijo me cogió de la mano y me llevó al otro sofá. Me sentó y colocó su endurecida polla delante de mi boca.

–    ¡Límpiala bien para que folle tu coño!

Agarré su polla y la lamí y la mamé hasta que apenas quedaba rastro de los flujos de mi hermana. Él me miraba como trabajaba su polla y me acariciaba la cabeza. Cuando él pensó que estaba bien limpia, me levantó y me hizo girarme.

–    Mami, ponte a cuatro patas sobre el sofá…

Puse mis rodillas en el asiento y mi pecho lo apoyé sobre el respaldo. Miré hacia atrás y lo vi colocarse tras de mí con la polla en la mano. ¡Por fin iba a clavarme su gruesa polla y mi vagina se dilataría cómo nunca antes! Sentí como me golpeaba los glúteos con su polla. Estaba jugando, entreteniéndose y haciéndome sufrir. Dejó de jugar con mi culo y sentí sus manos en mis nalgas, las separó y me preparé para recibir a mi hijo con mi vagina totalmente mojada.

–    ¡Dios, qué me estás haciendo! – sentí que me acariciaban el ano.

–    Te estoy lamiendo tu apretadito ano… – sentí que me acariciaba con un dedo mientras me hablaba – ¿Te gusta?

No me dejó decir nada, su lengua volvió a acariciar mi ano y nunca había sentido ese placer tan extraño y delicioso. Entonces su lengua bajó hasta mi coño y comenzó a lamerme. Yo ronroneaba de placer, agitando levemente mi culo por las caricias de mi hijo. Entonces sentí otro placer nuevo. Mientras mi hijo lamía mi ano, sentí que otra boca lamía mi coño. Miré por debajo de mi cuerpo y descubrí a mi hermana sentada en el suelo, mirando mi coño y comiéndoselo. Sentir sus dos lenguas en mis agujeros me produjeron un orgasmo. Jesús dejó de lamerme el ano, pero Pili seguía comiéndome el coño mientras me convulsionaba de placer.

–    ¡Mamá, te quiero! – me dijo me hijo.

–    ¡Y yo a ti! – dije con un gemido.

Entonces sentí el empuje de su polla en mi coño, mientras mi hermana aún seguía lamiéndome. Era extraordinario sentir como su glande iba dilatando mi vagina, poco a poco me sentía llena con su polla. Miré por debajo de mi cuerpo y pude ver a mi hermana que aún lamía mi coño. Jesús se agitaba levemente y lo sentía entrar cada vez más. Pili abandonó mi coño cuando mi hijo me había penetrado completamente, sentí como las manos de Jesús en mis caderas, me atrajo hacia él y su polla quedó completamente enterrada en mi coño. Pili se dedicó a lamer y acariciar los huevos de su sobrino. No sé cuánto tiempo me estaría follando, no sé cuantas veces me corrí con su enorme polla incrustada en mí.

Sentí mi vagina vacía cuando sacó su polla, quedé a cuatro patas en el sofá, intentando reponerme del placer que me había dado mi hijo. Mis flujos recorrían el interior de mis muslos, había sentido tanto placer que mi vagina se contraía espasmódicamente sin control. Mi hermana, sentada en el suelo tras de mí, mamaba de nuevo la polla de mi hijo.

Pili se colocó se colocó junto a mí, en la misma postura. Miré a mi hijo que acariciaba el culo de su tía y se colocaba tras ella. El movimiento de Jesús y la pequeña queja de mi hermana me indicaron que la volvía a follar. La miré, su cara mostraba el placer de sentirse llena. Nunca hubiera imaginado que mi hermana fuera tan puta como para follar con mi hijo… Pero tampoco sabía lo puta que era yo misma hasta ese día.

Sentí una cachetada de Jesús en mi culo y su mano amasaba con ganas mis glúteos mientras daba fuertes envestidas a Pili. Lo miré a la cara. Estaba gozando con sus dos putas, con sus maduros cuerpos a los que castigaba con su tremenda polla. En un movimiento rápido, sacó la polla de Pili y sentí como de nuevo me penetraba por completo con unos movimientos rápidos y fuertes. De nuevo el placer de sentirlo dentro de mí. Y de igual modo, me abandonó y volvió al coño de su tía. Jugaba con nosotras, nos follaba y nos daba placer, pero no nos permitía llegar al orgasmo.

–    ¡Vamos niño, folla a tu tía hasta que se corra! – le pidió Pili.

–    No tita, ahora me correré yo…

–    ¡Pues echa toda tu leche dentro de mi coño! – pidió Pili aprovechando que la tenía bien incrustada.

–    ¡No hijo, dásela a mamá! – le dije para provocarlo.

De nuevo volvió a follar frenéticamente mi coño, sentía en mi culo los duros envites de sus caderas, quería correrse y me daría todo su semen. Dio un fuerte empujón y me dejó toda su polla clavada. Sentí en mi interior el calido semen de mi hijo, pero rápidamente me abandonó y se clavó en Pili para darle otro poco de semen. Después la sacó y la sacudió sobre nuestros culos, regándonos con el semen que le quedaba.

Jesús, agotado, se marchó al otro sofá y se sentó. Corrí hacia él y me arrodillé a su lado, viendo como su polla daba pequeños botes. La cogí y empecé a limpiarla con mi boca. Pili llegó y se colocó al otro lado para hacer lo mismo que yo. Entre las dos se la limpiamos.

Los tres subimos al baño para darnos una ducha. Los tres desnudos dentro de la bañera casi sin espacio. Pili y yo estábamos obsesionadas con lavar la polla de mi hijo. Él se retiró un poco y nos miró.

–    Tengo que recuperar un poco de fuerza… ¡Me gustaría ver un poco de sexo entre ustedes!

–    Hijo… – le dije sin saber bien que hacer ante aquella situación – Nunca he tenido sexo con otra mujer, salvo lo que antes me has hecho hacer…

No pude hablar más. Mi hermana me empujó contra los fríos azulejos y separó un poco mis piernas. Al momento estaba de rodillas, con su boca en mi coño y lamiéndolo desesperada. La boca de Pili me estaba dando mucho placer, levanté mi pierna y la coloqué en el filo de la bañera para que pudiera acceder a cada rincón de mi coño. Nunca me habían dado tanto placer al comerme el coño.

Jesús se acercó a mí y empezó a besarme en la boca, con pasión, sus manos tocaban mis tetas y jugaban con mis erectos pezones. Pili seguía inmersa en mi coño, lamiendo mi raja y deleitándose en mi clítoris. Los lujuriosos labios de mi hijo se posaron en mis tetas y mamaron mis pezones con ganas. Sentir a los dos dándome placer consiguieron arrancarme un gran orgasmo y entre gemidos y gritos de placer, mi coño lanzó chorros de flujos que mi hermana tragaba con ganas.

–    ¡Sí, córrete mamá! – me susurra Jesús en el oído – ¡Me encanta ver cómo gozas!

Tuve que empujar la cabeza de Pili para que dejara de castigar con tanto placer mi coño. Besé a mi hijo y Pili se levantó y se unió a nuestro beso, nuestras tres lenguas jugaban una contra las otras. Nos duchamos rápidamente y Jesús nos llevó de la mano a las dos hasta mi habitación.

–    ¡Vamos, subiros en la cama que os voy a dar de comer! – se colocó de pie delante de la cama y nosotras nos subimos a cuatro patas hasta estar delante de su polla que aun no estaba completamente erecta – ¡Comed putitas, haced que se ponga bien dura!

Las dos empezamos a mamarle la polla, una lamía y tragaba su glande mientras la otras acariciaba y lamía sus huevos. A ratos cambiábamos y él nos acariciaba la cabeza.

–    Pili, prepáramela…

No entendí en principio a qué se refería mi hijo, pero Pili me dejó sola para mamar la polla y se colocó tras de mí. Sentí sus manos que acariciaban y separaban mis nalgas. Nunca pensé que a ella le gustara tanto una mujer, pero me preparé para que de nuevo me comiera el coño mientras yo intentaba tragar la enorme polla de mi hijo.

Cuando la lengua de Pili acarició mi ano, un placer recorrió mi cuerpo. Había decidido cambiar de agujero. Pero cuando sentí uno de sus dedos presionar mi ano, me contraje involuntariamente.

–    ¡Tranquila hermanita! – me dijo sensual y sin dejar de jugar con su dedo en mi culo – ¡Tienes que preparar tu culito para nuestro macho!

Ahora entendí lo que dijo mi hijo. Pili tenía que dilatar mi ano para que entrara la gruesa polla de mi hijo. Sentí miedo y quise negarme, pero Pili sabía cómo hacerlo y poco a poco sentí aquel dedo entrar entre la saliva de su boca.

–    ¡¿Te gusta mami?!

–    ¡Bueno, un dedo está bien, pero me da miedo tu polla!

–    No te preocupes, estará preparado para cuando yo entre… – se inclinó y me besó en la boca para subirse después en la cama mientras Pili seguía jugando con mi ano.

Permanecí inmóvil temerosa de que mi hijo metiera ya su polla, apenas había entrado el dedo de mi hijo, cómo soportaría la entrada de esa polla tan gruesa.

–    ¡Móntame! – me dijo mi hijo que estaba boca arriba en la cama con su polla erecta y esperándome – Quiero ver cómo me follas y se mueven tus tetas.

Le hice caso. Me giré y gateé hasta llegar a él, nos besamos, abrí mis piernas y me senté sobre su polla, sin metérmela, sólo sentada encima. Agité mis caderas y sentí mi clítoris rozar contra todo lo largo de su polla, podía sentir su dureza.

Jesús agarró mis tetas y comenzó a lamerme los pezones, tenía agarrada cada teta con una mano y chupaba un pezón para al rato chupar el otro. Agarró mis caderas, se movió bajo mi cuerpo y su glande se posicionó para penetrarme. Con un solo empujón me clavó por completo. Lancé un gemido de placer y empecé a moverme para que aquella polla se agitara y me diera placer. Disfrutaba con cada centímetro de polla que entraba y salía de mi coño.

Pili salió de la habitación y volvió unos minutos después. De pie junto a la cama nos observaba.

–    Cuando me digas… – le dijo a Jesús que no paraba de follarme y disfrutaba de mis pezones.

Mi hijo me agarró la cabeza y me inclinó hacia delante para besarme. Me abrazó de forma que no podía moverme y mi culo quedó en pompa. Movía sus caderas y su polla entraba y salía de mi vagina. Miré a un lado y vi a mi hermana que se subía en la cama de rodillas, colocándose tras de mí. Me asusté al ver el correaje que llevaba en las caderas y del que pendía un pene no muy grueso.

–    ¡Hermana, esto te volverá loca! – me dijo y la vi poner un preservativo en la polla de goma y embadurnarlo de algo como aceite.

Reconozco que me puse algo tensa al sentir aquella cosa que tocaba mi ano, ya estaba llena con la polla de mi hijo y creía que no había más espacio en mi interior. Sentí un pequeño pinchazo cuando aquel artilugio forzó un poco mi esfínter. Pili era delicada y sabía lo que hacía. Poco a poco iba empujando y cuando entró la protuberancia de la punta, sentí algo de dolor. Jesús se agitaba suavemente en mi vagina y aliviaba un poco el picor de mi ano. Pili empujaba despacio y poco a poco entraba en mí. Cuando me di cuenta, los dos estaban completamente clavados en mi cuerpo.

Jesús se agitaba y me follaba rápidamente, mientras los movimientos de Pili eran más lentos y cortos. Poco a poco el dolor desapareció y empecé a sentir placer. Miré al espejo que cubre las puertas del armario y podía verme insertada por mi hijo y mi hermana. Los miraba y aquello empezó a excitarme, del miedo pasé al placer y a la lujuria.

–    ¡Pili, dale más fuerte! – le grité a mi hermana cuando no podía aguantar el placer y estaba a punto de correrme.

Los dos me follaron rápido y fuerte y conseguí correrme al momento. Entre gemidos y con la respiración entre cortada, caí sobre el pecho de mi hijo. Sentí como mi hermana salía de mi culo, después mi hijo liberó mi vagina y me tumbé a recobrar aire junto a ellos. Sentía como mi ano se agitaba al ver sido dilatado más de lo que nunca pensé. Mi vagina también estaba dilatada por la polla de mi hijo y la sensación de aquellas dos cavidades llenas me producía un gran placer.

Jesús me abrazó y me besó en la boca. Después me giró para empezar a mordisquear mi cuello. Desde que empezamos a follar, sólo había sentido su dulzura en algunos besos, pero ahora me daba unos dulces bocados que me calentaban de nuevo. Del cuello pasó a los hombros, después recorrió mi espalda hasta llegar a mi culo donde me dio un bocado en cada nalga.

Se subió encima de mi cuerpo, podía sentir sus dulces bocados en mi cuello y hombros, su pecho en mi espalda y su gruesa polla apoyada entre mis cachetes. Sus manos recorrieron mi cuerpo desde los hombros hasta mis caderas. Levantó un poco sus caderas y sus manos separaron los cachetes de mi culo. Dejó caer su cuerpo y sentí la punta de su glande en mi ano.

–    ¡Despacio, por favor! – le supliqué.

–    ¡Lo haré de forma que desees que te meta toda mi polla en tu culo!

Agitaba su cuerpo sobre el mío y sentía leves presiones de su polla en mi ano. No intentaba penetrarme, parecía cómo si jugara con mi ano. Sus manos me acariciaban, me apartó el pelo húmedo de la nuca y sus dientes se aferraron a mi piel en un mordisco intenso pero que no hacía daño. Un calambre de placer recorrió toda mi espalda y entonces mi ano se aflojó. Casi sin darme cuenta, con placer para mi sorpresa, su glande empujó mi esfínter y lo dilató para introducirse dentro de mi culo.

–    ¡Dios, qué bueno! – suspiré y gemí mientras me retorcía bajo el cuerpo de mi hijo.

–    Ya ha entrada… ¡¿Te gusta?!

–    ¡Sí, sigue así hijo!

No sé como lo hizo, pero mi ano se relajó. Siguió mordiéndome y besándome mientras empujaba su polla para que fuera entrando más y más en mi culo. Empujó suavemente pero con firmeza y sentí que había entrado por completo en mi culo. Empezó a agitarse y su polla entraba y salía cada vez con más gana. Mi ano estaba totalmente dilatado y todo lo que sentía era placer, mi hijo me daba por el culo y yo no hacía más que gemir y gozar. Levanté un poco las caderas para que su polla entrara por completo y sentí uno de los mejores orgasmos de mi vida. De mi coño volvían a brotar chorros de flujos que mojaban mi cama.

–    Prepárate Jesús. – escuché a mi hermana que junto a nosotros cambiaba el preservativo del consolador que llevaba puesto.

Se subió en la cama y se colocó tras mi hijo. Este se detuvo y miré al espejo para comprobar que Pili le iba a dar por el culo a mi hijo con su consolador.

–    ¡Sí tita, qué gusto! – dijo Jesús cuando su tía lo penetró – ¡Follemos juntos!

Los dos se movieron a la vez y mientras el consolador entraba en Jesús, su enorme polla penetraba mi culo hasta lo más hondo. Jesús gemía en mi oído y me producía más placer. Miraba el espejo y podía ver la escena de los tres en un trío incestuoso que nunca hubiera imaginado. Mi hijo me había pervertido hasta el punto de disfrutar del sexo lésbico con mi hermana, de haber mamado y tragado su gruesa polla hasta lo más hondo de mi garganta, esa polla que acababa de reventar mi ano y me hacía gozar.

No dijo nada. Se quedó clavado en mi culo, todo lo que su polla podía entrar. Mientras mi hermana seguía follando el culo de mi hijo, sentí en mis entrañas las descarga de semen que Jesús lanzaba. Uno tras otro, los chorros de su semen llenaron todo mi interior. Pili se retiró y nos observó mientras mi hijo aún permanecía con su polla dentro de mi culo, mientras los dos respirábamos agitadamente por el esfuerzo de haber recibido una follada por nuestros culos. Mientras entre mis piernas, sobre las sábanas, había una inmensa mancha de los flujos que mi vagina había lanzado por recibir por primera vez a mi hijo en mi virgen culo.

Esta fue la primera vez que tuvimos sexo. Tenía ganas de contárselo a alguien, pero en mi círculo de amigos y familiares no se pueden contar estas cosas, así que decidí aprovechar para realizar este relato y contarlo a todo el que lo desee leer. Sin más se despide una madre que desde aquel día disfruta del sexo, tanto con hombres como con mujeres.

Gracias.

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