Infidelidad consentida después de seis meses de casados

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PRÓLOGO

¿Si la relación ya no funciona en la cama qué queda? Hablar. Pensar primero luego hablar. Decir las cosas claras. Sin rodeos. Hay personas que no pueden vivir sin sexo. Lo tienen que tener sí o sí. Estas personas lo pasan fatal si su pareja pierde el deseo sexual o no es capaz de proporcionarle la satisfacción que desea.

Pero en ese caso quedan dos caminos: resignarse es uno, el otro proponer que te deje tener una relación aparte. Puedes decir que no será una relación oficial sino algo para descargar tu adrenalina sexual, porque lo necesitas, porque tu cuerpo te lo exigen tanto como tu mente.

Pueden pasar dos cosas: que tu pareja se niegue a lo que propones o que simplemente acepte que te vas a acostar con otras. En caso sea lo segundo: bienvenido al mundo de las infidelidades consentidas.

No todas las parejas tienen el valor de decirlo claramente cuando sus maridos o sus mujeres no les satisfacen en la cama, no todos se atreven a plantear tener una infidelidad consentida que, desde el momento que se es consciente deja de ser infidelidad.

Infidelidad consentida es la mejor traducción que se me ocurre de lo que se conoce como el fenómeno “Cuckold” (del inglés).

Usualmente el término “Cuckold” se traduce como “Cornudo”, sin embargo, un cornudo puede serlo sin estar enterado, en cambio el cuckold, es un cornudo que consiente y promueve que su mujer le ponga los cuernos.

La infidelidad consentida es una interacción en la que participan una pareja establecida, con un hombre o una mujer. En este relato me propongo explorar el caso específico en el cual la pareja hombre-mujer invita o permite a un varón a relacionarse con ellos.

Relataremos cómo el cornudo consentido (cuckold) estimula que su mujer caliente (hotwife) participa en encuentros sexuales con un corneador (bull).

Este triángulo de pasiones es una estructura a mi modo de ver ganar, ganar, ganar. Desde el punto de vista que presuponemos que los tres salen beneficiados, cada cual obtiene el placer deseado.

En primer lugar presentaré al hombre que entra a la relación, quien sin duda es un macho alfa, acostumbrado a ser el líder de la manada, y como tal, reclama para sí lo mejor de la vida, al menos desde su punto de vista. Usualmente se le conoce como corneador (bull), y es el primero en comer, deja lo que no desea a los demás, está acostumbrado a ser obedecido y respetado. Toma lo que quiere cuando y donde le apetece, hace suyo lo que codicia, sin importarle si ya tiene dueño, simplemente despoja a su dueño de lo que desea y lo hace suyo. Es un ganador que obtiene siempre lo que persigue.

En segundo plano tenemos a la mujer (hotwife), quien puede ser novia o esposa del otro hombre. Como mujer, es usualmente sumisa, aunque algunas veces será una devoradora de hombres. Su sumisión natural la prepara para servir, para dar placer al hombre, y esto la conduce a tres tipos de situaciones: una en la que sucumbe al macho alfa que se entromete en su relación; otra, en la que ella busca en otro hombre, un macho dominante, lo que no recibe de su pareja; y la última, en la que por complacer a su pareja, se presta a dar placer a otro macho. Al dar placer a ambos machos, se da placer a sí misma, convirtiéndose en una ganadora.

Por último tenemos al novio o esposo (cuckold), necesariamente sumiso, aunque alguna vez pudo haber sido un macho alfa. Permite a su esposa entregarse a otro hombre, indirectamente el mismo se somete al macho alfa, entregando a este no solo su mujer, pero su hombría y convirtiéndose en un cornudo. Existen diversos tipos de cornudos, desde los mirones, hasta los bisexuales. En todos los tipos recibe un placer morboso que se desarrolla dentro de un ambiente humillante para sí, de aquí proviene gran parte del placer que recibe al ceder sus propios derechos sobre su mujer, y su dignidad a un macho dominante que rige su vida, proporcionándole placer que lo convierte al menos desde su punto de vista en un ganador.

Ser un cornudo no siempre es un problema; hay casos en los que las infidelidades parecen encender la llama de la pasión y reforzar la pareja

¿Infiel con el visto bueno de tu pareja? De eso trata el fetichismo sexual que está cobrando cada vez más fuerza y que se relaciona directamente con la infidelidad femenina hacia su pareja.

Imagina a tu esposa susurrando en tu oído, contándote todas las ‘cosas malas’ que hizo con un compañero de trabajo en el asiento trasero de tu coche. Y tú, en lugar de montarle una escena o ponerte celoso, te excitas.

Tal vez te guste la idea de que tu esposa sea deseada por otros. O tal vez quieras verla mientras te ‘engaña’. ¡Bienvenidos al Cuckolding! Un fetiche tabú que es mucho más común de lo que pensamos.

El término ‘cornudo’ (cuckold en inglés) hace referencia al marido que es engañado por su esposa. El fenómeno en sí no es nada nuevo. Incluso podría considerarse universal, ya que casi todos los idiomas tienen un término que se refiere a él.

Pero hay algunos matices importantes. Los cuckolds no se quedan en la teoría, sino que hacen realidad sus fantasías. Los hombres (heterosexuales) que siguen esta tendencia sexual no intervienen pero se excitan viendo a su pareja practicar sexo con una o varias personas a la vez.

El Cuckolding elimina el engaño y la traición: ambas partes conocen el secreto. Como se trata de unos cuernos consentidos, quienes llevan a cabo esta práctica de observar a la pareja gozar con otros no se sienten ofendidos.

Que una mujer -casada o en pareja- tenga relaciones sexuales con otro hombre, se lo cuente a su novio o marido, y, después del relato, la llama de la pasión en la pareja se reaviva con gran intensidad. Eso es el Cuckolding

“Es esencial comprender que lo que podría ser humillante de imaginar a una esposa teniendo relaciones sexuales con otro hombre puede transformarse en algo que no es humillante en absoluto, sino en algo tremendamente erótico”.

“Los hombres son más dados a fantasear con el Cuckolding, y lo hacen con más frecuencia, pero las mujeres también tienen estas fantasías”.

En este juego no todos tienen el mismo rol: físicamente, ella será activa y él, pasivo y habrá un(a) tercero(a) que permitirá materializar la fantasía. Hablamos de una pareja que acuerda que ella tendrá otros compañeros sexuales para que esas experiencias retroalimenten el erotismo entre ambos.

¿Invento mediático, práctica antigua que ahora tiene nombre marketinero o una llave real con la que se reavivan parejas?

COMIENZA EL RELATO

Pues bien, este relato trata de eso, de Infidelidad consentida (Cuckolding). Continuación del relato “María jovencita tetona. La fisio escribe relatos” os recomiendo leerlo si no lo habéis hecho ya.

El triángulo amoroso está formado por María, 22 años, hija de padre español, madre latina, promiscua en una etapa adolescente ha encontrado la estabilidad con Carlos, llevan apenas seis meses de matrimonio. Recientemente ha terminado la carrera de fisioterapia y ha montado un pequeño gabinete de masajes en el piso donde vive la pareja.

Físicamente es una mujer no muy alta, apenas 1.60 de estatura, abundante melena rizada de pelo negro, pecho muy voluminoso, una talla 110 que casi se convierte en exagerado para su estatura. Una figura delgada y un culito respingón, curvas muy pronunciadas que se resaltan cuando se pone unos generosos tacones.

Su novio Carlos, 26 años, atractivo, buen chaval, currante en una empresa de reformas, poco dotado sexualmente y con problemas de eyaculación precoz.

Antonio, el tercero en discordia, 42 años, empresario, alto, fuerte, barbudo, puro macho alfa, acude como paciente al gabinete de María y surge la atracción entre los dos desde el primer momento.

CAPÍTULO 2

Aquella noche me metí en la cama intranquila, Carlos dormía plácidamente, ni se dio cuenta cuando me acurruque bajo las sábanas. Apenas hacía unas horas que había conocido a Antonio y ya me había desnudado para él en una video llamada. Tratada como una perra, humillada pero sobre todo excitada, muy excitada. Me había masturbado dos veces por la tarde viendo aquel video enviado por Antonio en el que se pajeaba sobre unas fotos mías del instagram. Dos gloriosas corridas pensando en aquel hombre al tiempo que repetía las frases impresas en el vídeo a modo de subtítulos “Soy una perra obediente y quiero sacarte la leche”. Aquella frase se me había quedado grabada en la mente igual que si la hubieran rotulado con un hierro candente.

Soy una persona que cree en los flechazos, encontrar el medio limón y darte cuenta de repente, sin previo aviso, que lo tienes delante, es él. En el sexo me ocurre lo mismo, lo sientes o no lo sientes, ese conjunto de cosas que hace especial a la persona que siempre has buscado y que un buen día te das cuenta que está frente a ti. Algo así había ocurrido con Antonio, pura atracción animal, nada de flechazo, nada de amor, un navajazo de atracción, de deseo, de puras ganas de joder con el macho deseado.

No terminaba de comprenderlo pero era así, Antonio tenía veinte años más que yo, por edad podía ser perfectamente mi padre. Maduro, atractivo, alto, moreno, barbudo, elegante, todo eso quedaba en un segundo plano a mí me había atrapado su forma de hablar, su tono de voz, su seguridad, esa sensación de puro macho Alfa que hace que todos los demás se queden pequeños a su lado, ese poder de atracción, un magnetismo especial que solo contadas personas poseen.

Me había metido desnuda a la cama como hacía siempre, notando mi entrepierna mojada, estaba cachonda pérdida, con unas ganas terribles de hurgar mi coño con los dedos y correrme otra vez. !Dios!, !que ganas tenía de correrme! pero no podía hacerlo, Antonio había sido muy explícito en sus últimas palabras “Ni se te ocurra tocarte el coño hasta que nos veamos mañana y por supuesto tampoco puede hacerlo el cornudo de tu marido”. Pobre Carlos, ignorante de todo, dormía plácidamente justo a mi lado, roncando como un búfalo de las praderas.

Salí de la cama y me puse un viejo pijama, hacía años que no usaba ninguno, lo hice de forma inconsciente, como queriendo protegerme de un imprevisto despertar de Carlos y que tuviese ganas de sexo, eso no podía ocurrir, esta noche no le estaba permitido. En mi cabeza había regresado, de repente, el deseo de querer complacer a otro hombre, alguien que en esta ocasión no era mi marido.

Inquieta daba vueltas en la cama, incapaz de dormirme, mi cabeza era un hervidero de pensamientos. Recordaba los años de adolescente, pasional, promiscua, siempre insaciable, ansiosa de sexo, había terminado siendo tratada por un psicólogo, diagnóstico, adicta al sexo, tendencia a la ninfomanía. La terapia había sido larga, dura, pero con esfuerzo había conseguido alcanzar una fase de control, de estabilidad, luego apareció Carlos, amable, buena persona, cariñoso, puro amor. Aquello si fue un flechazo romántico, el sexo por primera vez desde que tuve la primera regla quedó en un segundo plano.

Yo siempre he dicho que los adictos, a cualquier cosa, me dan igual el sexo que las drogas, nunca se curan, aprendemos a controlarlo en mayor o menor medida pero el deseo, las ganas de probarlo otra vez, siempre están ahí, solo hay que despertarlo y volvemos a caer.

En ese momento me sentía así, puro mono de sexo, no de un sexo cualquiera, yo siempre he sido adicta a un tipo de sexo muy especial. Uno que solo un buen macho dominante es capaz de proporcionar a una sumisa como yo. Sí, siempre me han atraído los hombres dominantes, con mucho carácter, el físico queda en un segundo plano a mí me captura la mirada, la voz, no una voz cualquiera, el tono es importante, la seguridad que transmite, la firmeza, la convicción, me importa lo que dice pero sobre todo como lo dice.

Personalmente pienso que una persona sumisa o dominante, me da igual, nace y después se hace. Es una forma de sentirse, de desear, muy parecida a la atracción que se puede sentir por uno u otro sexo. Se es o no es, no caben los imitadores, como buena perra huelo a un macho alfa a distancia, notas como el vello se te pone de punta cuando lo ves, como tu cuerpo comienza a segregar flujo que te moja la entrepierna, empapa las bragas esperando que él te huela también, se dé cuenta de tu presencia y decida tomarte. Sí, tomarte, un buen macho dominante no pide, toma, agarra a la hembra y la hace suya, sin importarle su entorno, sus circunstancias, prima su voluntad por encima de los demás.

Puedo afirmar que desde que me casé, hace seis meses, no le he sido infiel a mi marido. Creo que los dos somos conscientes que nuestro matrimonio es una bomba de relojería en el terreno sexual y no precisamente por la pasión que nos demostramos. Carlos es amor, no sexo, le quiero, estoy enamorada y convencida que él también lo está de mí. Cuando hablamos de sexo Carlos es la antípoda de lo que a mí me atrae, no tiene carácter, en la pareja yo soy la parte dominante con eso lo digo todo.

Es un hombre más bien poco dotado sexualmente, una verga pequeña que se activa con facilidad pero de mecha corta, se apaga enseguida. Carlos encaja con el perfil clásico de cornudo consentido, se excita viendo a otros hombres mirarme, propasarse, realizando cualquier tipo de juego o práctica sexual.

El dice que solo son fantasías, le cuesta salir del armario, inútil actitud estando con una hembra como yo. Lo conocí con apenas 18 años, al poco de salir de mi época de terapia, tuvimos casi tres años de parejita de novios tradicional, huyendo de cualquier tentación. El año antes de la boda tuvimos algunas experiencias con otros hombres donde pude comprobar sus verdaderas inclinaciones sexuales. Antes de la boda los dos nos prometimos no repetir situaciones parecidas si queríamos durar como pareja.

Cada vez que tenemos sexo salen a la luz sus fantasías especialmente desde que trabajo como fisio en casa. Cuando regresa de trabajar y nos ponemos en plan amoroso, aparecen sus mismas preguntas, sus insinuaciones. Quiere saber cómo me miran los pacientes, si voy escotada (llevo una casaca blanca abotonada de arriba abajo) y él no deja de insistir si me suelto un par de botones para trabajar, si me miran las tetas, si se han restregado conmigo, si les he visto excitados en la camilla, si han intentado propasarse, si les he provocado, etc.

Primero son preguntas, luego mientras tenemos sexo las preguntas se convierten en afirmaciones, le encanta hablar mientras folla, a los cinco minutos se ha corrido escuchando sus propias palabras, no lo puede controlar. Durante mucho tiempo pensé que eran celos, luego me di cuenta que aquello era otra cosa, se excita, le pone cachondo imaginar situaciones así.

Hoy sin ir más lejos me ha pedido que sustituya el pantalón blanco de trabajo, igual que el que llevan las enfermeras, un pantalón amplio, ancho, cómodo, con gomas a la cintura. Quiere que me vista con una minifalda blanca que me regaló, cortita, provocativa, sexy. Que sustituya los zuecos blancos de trabajo por unas sandalias con bastante cuña que eleven mis nalgas y realcen mis piernas. No puede evitar desear verme provocativa, eso estaría genial si lo deseara para verme él, la cuestión es que desea verme así para que me vean otros hombres y se pongan cachondos conmigo para luego contárselo.

Si yo decía antes que me consideraba una adicta a un tipo de sexo cada día que pasa estoy más convencida que mi marido es adicto a “otro” tipo de sexo. Aparentemente parece una situación maravillosa, en cierto modo nos complementamos, podría ser, reconozco que con un tremendo control por mi parte seguro que él estaría encantado.

La cuestión es que yo me conozco demasiado bien, si paso ciertas líneas es muy difícil volver atrás, pierdo el control. Y cuando digo que pierdo el control es literal, no quiero decir que se me vaya la cabeza sino que me meto en mi rol de sumisa y entonces “el control” lo tiene un tercero, ese es el riesgo, se nos escapa de las manos a los dos. Llevamos seis meses teniendo esa conversación a diario y Carlos asiente con la cabeza pero el pito le dice otra cosa.

Se hace larga la noche cuando no duermes, no os podéis imaginar la de cosas que han pasado por mi cabeza esta noche. Creo que he recordado casi todas experiencias “especiales” vividas el año antes de la boda. Solo tenéis que releer mis primeros textos para descubrir algunas. Un día de estos os contaré como fue la boda creo que es lo que falta para enlazar los primeros relatos con lo que hoy estoy viviendo.

Miré el reloj digital de la mesilla, marcaba las ocho de la mañana y yo sin pegar ojo, creo que me dormí poco después de costado en el lado izquierdo, como siempre. De repente me desperté notando a Carlos pegado a mi espalda, me abrazaba, una mano bajo la almohada la otra metida bajo mi brazo izquierdo estrujándome las tetas. Noté su verga dura pegada a mis nalgas, era el primer día entre semana que nos despertábamos a la vez.

-!Buenos días cariño!, Que bien he dormido, como un tronco, son las once, ¿A qué hora tienes paciente? Hoy viene el nuevo, ¿no? -preguntó Carlos sin dejar de mover su cintura como queriendo que notase su erección matutina.

-¿Las once ya? Joder me he dormido!, me he pegado la noche en vela. Si, hoy viene el nuevo, quedé a las 12 con él -dije saliendo de la cama como empujada por un resorte.

-!Tranquila! !No te agobies! tenemos tiempo para uno rapidito, ¿no?, !Mira como tengo el soldadito!, !tieso como un palo! -dijo Carlos echando la ropa de la cama hacia atrás para que viese su habitual empalme mañanero.

-Ahora no cielo, me tengo que duchar, prepararme, se ha hecho muy tarde -le respondí encaminándome a la puerta para ir al baño.

-!Oye!, ¿Y qué haces tú con pijama?, nunca te lo habías puesto.

-Tenía frío, estaba destemplada, ya te he dicho que no he podido dormir en todo la noche, a las 8 miré el reloj, no había pegado ojo, creo que sólo he dormido un par de horas.

-¿Me vas a dejar empalmado?, no me jodas que me quedo con la polla tiesa, una chupadita al menos, ¿no? -protestó Carlos con la verga en la mano.

-Prepara el desayuno, uno de los que me gustan, ya arreglaremos cuentas con el soldadito más tarde -respondí saliendo del cuarto.

Necesitaba con urgencia una ducha larga, me gusta estar mucho rato bajo el agua caliente pero esta mañana el agua tenía que ser fría, helada. Era urgente bajar mi calentura y despejarme, me notaba aturdida, necesitaba dormir pero sobre todo estaba cachonda, muy cachonda. Después de la primera impresión me acostumbre al agua fría y aguante un buen rato, lo que más me costaba era secar el pelo, tengo una melena larga, pelo negro, rizado. Por mucho que corra siempre necesito un mínimo de treinta minutos en el baño cuando me levanto.

Estaba cepillando el cabello en el baño mientras escuchaba el ruido de exprimidor eléctrico, mmm un buen zumo de naranja natural y aquel olor a café recién hecho, tostadas, mantequilla, mermelada, !Carlitos sabe lo que me gusta si señor!, pensé en ese momento. Miré el reloj eran casi las 11 y media, tenía que darme prisa en vestirme para poder desayunar. Tenía el uniforme de trabajo en el baño lo cogí y fui corriendo al dormitorio para ponerme la ropa interior.

Cinco minutos después estaba en el salón uniformada como una enfermera, pantalón y casaca blancos, zuecos de hospital. Carlos se quedo mirándome tapando la bandeja del desayuno con las manos.

-Ni se te ocurra venir a desayunar vestida con ese pantalón, me prometiste ayer que te pondrías la falda. !O te cambias o no desayunas!

-Carlos que es muy tarde, no me hagas cambiarme ahora, ya me lo pondré a la tarde -respondí mirando el reloj de la pared, estaba yo como para ponerme minifaldas con Antonio, sería como decirle “Me he vestido así para ti, haz lo que quieras conmigo”

-!Ni hablar!. Una promesa es una promesa, te cambias o no desayunas- el tono de voz era el mismo que los críos cuando están a punto de comenzar una rabieta. No se puede razonar con Carlos cuando se pone así, es como un niño grande. No había tiempo para explicaciones ni para discusiones me di la vuelta y fui directa al dormitorio. ¿Dónde estaría la maldita falda?

Abrí las puertas del armario y me puse a buscar al tiempo que sonaba mi móvil, era una persona interesada en mis servicios, había visto los anuncios. Me asomé a la puerta para decirle a Carlos que estaba hablando con un cliente mientras tanto con el celular en la oreja buscaba la dichosa falda blanca entre los montones de ropa. Cerré la puerta del dormitorio para poder hablar con aquel cliente y ni me enteré que sonaba el timbre de casa. Yo seguía al teléfono molesta por aquella llamada. !Dichoso pesado!, !Que oportuno!, estaba preguntando por todo tipo de servicios, precios, dirección…

Mientras yo seguía encerrada en el dormitorio Carlos se levantó para abrir la puerta, allí estaba Antonio, camisa blanca, americana, serio, elegante.

-Tenía cita con María a las 12, creo que llego un poco antes, me llamo Antonio -dijo sorprendido al ver a Carlos en albornoz.

-Ah sí, perdone, soy Carlos el marido de María, hoy no trabajo y nos hemos levantado hace un poco, de hecho ella se estaba vistiendo ahora mismo pero la ha llamado un paciente, está al teléfono. Pero pase, pase, no creo que tarde. -respondió Carlos amable, entrando en el salón y ofreciéndole a Antonio que se sentara en el sillón que había junto al sofá formando un ángulo recto. Detrás del sillón una estantería alta llena de libros hace de separador de la entrada de casa con el salón. La puerta del dormitorio daba al salón pero no se veía el sillón oculto tras la estantería de libros.

-Disculpe, vaya imagen que va a tener de nosotros el primer día. Esto no es lo habitual, ¿Le apetece un café?, ¿Quiere desayunar con nosotros? -ofreció Carlos, un poco nervioso por la situación al darse cuenta que iba en albornoz, se sentía incómodo frente a aquel señor con pinta tan seria.

-Un café solo está bien, gracias. Puedes llamarme Antonio -dijo Antonio con un tono de voz un poco seco y cortante.

Carlos se levantó a buscar otra taza y le sirvió un café -¿Quiere un poco de leche?

-Prefiero solo, gracias.-respondió escueto Antonio esperando a que se sentase Carlos en el sofá. Los ojos del recién llegado buscaron la mirada del anfitrión hasta comprobar que bajaba los ojos, era muy complicado aguantar aquella mirada fija tan penetrante. .

-Sacarina -dijo Antonio, no lo pidió, aquello sonó a una orden y causó el efecto deseado, Carlos se puso nervioso, se levantó de nuevo del sofá.

-Claro, claro, perdone, ¿cómo no me he dado cuenta? -susurró caminando a paso ligero hacia la zona de cocina que quedaba a la izquierda de la puerta de entrada y el salón a la derecha.

Carlos no era consciente, pero con apenas dos frases Antonio había marcado el territorio. Estaba de pie entregando la sacarina cuando se escuchó la voz de María que salía del dormitorio.

-Carlos te empeñas en que me ponga esta minifalda pero me veo ridícula, esta ropa está bien para jugar nosotros pero no para trabajar -dije desde la puerta del dormitorio sin saber que Antonio había llegado ya.

-Estas preciosa cariño, no te preocupes -respondió Carlos girando la cabeza, pero sin apenas mirarme. Aquel hombre le había puesto nervioso. La verdad era que Carlos había comprado aquella prenda en un sex-shop, el típico disfraz de enfermera sexy para jugar en la intimidad, pero la camiseta de arriba no me entraba, demasiadas tetas, era difícil encontrar ropa adecuada para mi 110 de pecho. La faldita era blanca, plisada, con algo de vuelo, extremadamente corta, lo justo para cubrir la zona púbica de frente y apenas alcanzaba para cubrir las nalgas.

-¿Preciosa?, ¿Pero tú me ves?, lo enseñó todo y espera que si me inclino un poco -dije caminando hacia Carlos, me giré para que me viese de espalda y me incliné hacia adelante. Sin darme cuenta estaba a la altura de la estantería, Antonio tan solo tuvo que girar la cabeza para verme el culo perfectamente, para ser más exactas las braguitas blancas que me había puesto.

-Cariño por favor, ha venido Antonio, lo tienes a tu lado -dijo Carlos con voz temblorosa por aquella situación tan imprevista.

En ese momento quería morirme, me puse roja como un tomate, avergonzada, por un momento creo que Carlos me contagió el tembleque.

-No te preocupes María, está bien, me gusta -dijo Antonio rompiendo el hielo.

-Creo que lo mejor será que vaya a vestirme, me pondré un rato con el portátil en el dormitorio -dijo Carlos que no sabía dónde meterse. Fue incapaz de mirar a la cara a ninguno de los dos mientras se encaminaba al dormitorio sin desayunar.

-Perdón, yo… no sabía que estaba aquí ya, no escuche el timbre, estaba al teléfono -dije nerviosa, de pie, en el centro del salón.

-!No te he preguntado!, !No me interesan tus excusas!, !Di tu frase!

-Pero.. pero.. Está mi marido en casa, puede salir en cualquier momento – respondí tartamudeando

-!Tu frase! -repitió

-Soy un perra obediente que desea sacarte la leche -bajé la cabeza y susurré en voz baja temiendo que pudiese escucharlo mi marido.

-!Quítate las bragas!, !Dámelas!

Sentía angustia, miedo, deseo, excitación y al mismo tiempo me notaba paralizada, como si no pudiese mover ni un músculo del cuerpo, levanté la cabeza, busqué su mirada implorando ayuda. En sus ojos no la encontré, aquella mirada penetrante era como la de un hipnotizador, sintiendo que no podía negarme metí las manos bajó la falta buscando la goma de las bragas y me las quité, dos pasos hacia él y se las entregue en la mano que me ofrecía abierta esperando recibirlas.

Antonio se levantó, guardó las bragas en el bolsillo de su pantalón y cambió de asiento, se puso en el sofá frente a la mesita baja con la bandeja del desayuno que había preparado Carlos.

-!Siéntate aquí!, a mi lado, vamos a desayunar primero.

Rodeé la mesa y me senté a su derecha, instintivamente mis manos recogieron la falda hacia adentro para sentarme como solemos hacer las mujeres. En aquel momento el gesto era ridículo, innecesario, la falda era tan corta que no hacía falta recogerla, de hecho era imposible hacerlo.

-!Levántate otra vez!. No recojas la falda cuando te sientes, al contrario levántala, tu culo siempre se apoyará directamente sobre el asiento. No te sientes tan atrás, siempre en el borde, si quieres que te toque el coño pónmelo fácil. !No lo olvides!, !No me gusta repetir las cosas!

Repetí el gesto, me volví a sentar siguiendo aquellas indicaciones y me senté. Su mano derecha se apoyó en mi rodilla tirando hacía él, abierta completamente de piernas y mi coño en el borde del sofá totalmente expuesto. La mano de Antonio fue directa a buscarlo, me agarró con fuerza del sexo con su mano abierta, como quien coge una pelota de goma para hacer terapia, esa sensación tuve al notar aquella mano cálida, fuerte, sin decir nada decía mucho, algo así como “esto es mío, no lo olvides”.

-Por favor… esta mi marido en casa, puede salir -susurré mientras mis temblores desaparecían y mi respiración se agitaba. Notar aquella mano agarrándome el coño con fuerza me tenía a cien, a punto de correrme, llevaba toda la noche sin dormir deseándolo.

-!No me hagas reír!, los dos sabemos qué clase de maridito tienes en casa, es una nenaza deseando ser un cornudo. Podría hacer que me la chupara delante de ti ahora mismo, ¿Quieres verlo? -negué con la cabeza, Antonio era capaz de hacerlo

-Se ha ido a esconderse en el dormitorio, empalmado de pensar que yo podía verte el culo, imagínate cómo se pondría si nos viese ahora, si viera a su mujercita abierta de piernas enseñando el coño y a mí tocándolo a placer. No saldrá del cuarto, !tranquila!. Seguro que en estos momentos se la está meneando (Antonio no se equivocaba en sus apreciaciones, Carlos había comenzado a pajearse nada mas encerrarse en el dormitorio)

-Prepárame una tostada con mantequilla y mermelada -ordenó Antonio

Cogí una rebanada de pan tostado de la bandeja, el cuchillo y me puse a prepararla. No podía evitar morderme los labios, suspirar, algún gemido salió de mi boca cada vez que notaba un apretón en mi coño de aquella mano tan fuerte.

-!Estas empapada!, !Ni se te ocurra correrte!. Tengo la sensación que has sido obediente de verdad y te has aguantado esta noche sin correrte, ¿es así? -dijo mientras yo asentía con la cabeza.

Le entregué la tostada, el me miró con cara de profesor de parvulario, satisfecho, comprobando lo bien que lo hace un alumno.

-!Desayuna!- retiró su mano de mi coño para comer la tostada y con su mirada me indicó que no cerrase las piernas. Me prepare otra tostada y me serví un vaso de zumo, no me apetecía café. El me miraba sin decir nada, viendo como yo me comía la mía, sentada junto a él, en el borde del sofá, las piernas abiertas, mi coño totalmente expuesto. Hay momentos que sobran las palabras, tenía la sensación que con aquel hombre estaban de mas las palabras superfluas.

-!Estas muy buena putita!, ¿Esa falda te la compró sola o iba con algo para ponerte arriba?

-Es de un disfraz de enfermera, pero la parte de arriba nunca me la he podido poner, es cerrada y no me entra, tengo el pecho demasiado grande -respondí sincera

-No hagas valoraciones, yo decido si algo es mucho, poco o demasiado, limítate a contar las cosas. Tienes unas tetas perfectas para hacer pajas, para que te las follen. !Quítate el sostén!, !Nunca te lo pongas cuando estés conmigo!, para mañana quiero que busques una camiseta fina de lycra de esas que se pegan al cuerpo. Me apetece ver como las meneas.

-Pero…-intenté decir. La voz de Antonio me cortó al instante

-!No vuelvas a repetir un pero ni nada parecido!, o será el último que digas conmigo. Cumple exactamente lo que diga, ni más, ni menos. ¿Me has entendido María? -asentí con la cabeza, desabotoné la casaca y que quité el sujetador para abotonar de nuevo la prenda. Mis pezones se clavaban en el tela con descaro, de normal son grandes y puntiagudos pero ahora excitada estaban duros como piedras.

Unos minutos después habíamos terminado de desayunar, Antonio se levantó del sofá y me hizo un gesto para que yo lo hiciera también. Sus manos soltaron los tres botones de arriba de la casaca, el último estaba justo en el centro de mis tetas, casi se salen cuando quedo libre. Quedaba poco a la imaginación, la casaca se abría por la presión de mis pechos dejándolos expuestos casi por completo.

-Coge el final de la falda por los laterales con las dos manos y levántala. Vamos a tu gabinete, me apetece leer alguno de tus relatos.

Obedecí, mis manos subieron la faldita por los laterales mostrando mi culo y mi coño completamente desnudos. Caminé hacia el gabinete de masajes seguida por Antonio, me hizo pararme delante de la puerta del dormitorio sin cambiar de postura, con las manos levantando la falda, la casaca abierta. Yo estaba sudando por los nervios, pensando que si Carlos abría la puerta desde dentro lo primero que vería sería a su mujer expuesta por completo.

-Te apuesto que tu marido está detrás de la puerta escuchando mientras se pajea. Solo tiene que abrir para ver cómo su mujer me enseña el coño, el culo y las tetas. ¿Esperamos hasta que abra? -Antonio lo dijo con voz normal, ni más alta ni más baja de su tono habitual. Indiferente, como si le diese igual que se abriese la puerta. Por si tenía alguna duda me estaba demostrando quién controlaba la situación y que le importaba un comino que mi marido estuviera en casa detrás de aquella puerta. Yo negué con la cabeza esperando que fuese suficiente, pero para Antonio nada era suficiente

-!Ponte de rodillas!, !Abre la boca todo lo que puedas!, !Voy a follarte la boca! -dijo Antonio mientras se bajaba la bragueta del pantalón y sacaba una verga de considerables dimensiones. Gruesa, larga completamente erecta y con el glande especialmente hinchado.

Obedecí, me agarro la cabeza con las dos manos yo abría la boca todo lo que me era posible cuando acerco la verga a mis labios y comencé a tragar todo lo que pude, me costaba meterme todo aquello en la boca, me ahogaba, tenía ganas de vomitar, me subían arcadas. Notaba las babas en mi boca que caían por la comisura de mis labios.

-Si comienzas a toser o a vomitar harás ruido y tu marido no tendrá más remedio que abrir la puerta, ¿Es lo que quieres?, ¿Que te vea mamando?- Yo negué con la cabeza como pude

-Entonces esfuérzate, !Trágatela toda!, sé que puedes hacerlo mucho mejor.

Babeando, pensando que se me desencajaba la mandíbula me esforcé por tragar aquella verga que me ahogaba mientras él me follaba la boca con fuerza metiéndola y sacándola. Por fin en uno de los empujones noté como mi boca alcanzaba la base de la polla. Fue como tocar un gong, alcanzar el objetivo. Antonio aflojó la presión de sus manos y retiró la verga de mi boca.

-Bien, te la has tragado toda, tendrás que mejorar pero de momento me vale. Vamos al gabinete -dijo Antonio recogiendo la verga al tiempo que yo me levantaba y en la puerta del dormitorio quedaba un rastro de babas. Antonio estaba marcando el territorio, nada más entrar al cuarto cerró la puerta tras él.

-!Túmbate en la camilla!, boca arriba, el culo apoyado en el borde, los pies sobre los extremos, piernas bien abiertas.

Mientras yo me colocaba así el se quitaba la ropa despacio, sin prisas, se quedó completamente desnudo. Cogió un rotulador rojo que había sobre la mesita auxiliar y se puso de pié entre mis piernas. Comenzó a dibujar algo en mi entrepierna, yo tumbada no sabía lo que era.

-Tienes el coño muy descuidado, no me gusta. He dibujado unas líneas, quiero tu agujero bien despejado, que se vean perfectamente los labios vaginales. Me gusta el pelo en el chocho pero que no moleste, para mañana te afeitaras sin salirte de las líneas que he dibujado. Vagina y labios despejados, poblado pero que el vello no supere un centímetro de alto y más estrecho, de fuera adentro hasta la línea y lo mismo desde tu coño hasta la primera línea. Que no se salgan los pelos fuera de la braga si algún día me apetece que te la pongas. Quiero que te lo hagas con laser justo hasta las líneas que he dibujado, no quiero que las borres, ni tú ni en la estética, mañana quiero ver las mismas líneas rojas. ¿Lo has entendido?

Estaba disponiendo de mí como si fuese una muñeca, en ningún momento me preguntó si era lo que quería, si tenía límites. Mi actitud y mis actos de las últimas horas le valían como respuesta. Deseaba poner no uno sino muchos “peros”, me callé, no dije nada, asentí con la cabeza.

-Has hecho bien en no decir lo que piensas. Sé que lo harás porque lo deseas, tus miedos de que tu marido te vea con estas rayas rojas o el coño recortado están solo en tu mente. Me da igual si decides mentirle o decirle la verdad, los tres sabemos que un día como este iba a llegar, solo faltaba que apareciese el tercero, ya estoy aquí-

De nuevo me limité asintiendo con la cabeza. Sabía perfectamente cómo eran las relaciones D/s, había tenido experiencias similares de adolescente. Soy consciente de que sin esa experiencia previa el proceso habría sido más lento, asimilar cada paso, digerir la nueva situación. Los dos sabíamos que aquello no era necesario, cada uno de nosotros tenía claro lo que el otro esperaba. Lo único que no tenía claro era como tratar el tema con Carlos, como bien decía Antonio podía inventarme excusas, engañarle o salir del armario y exponer con crudeza la situación, ahora no quería pensar en eso pero sabía que lo mejor era pactar una infidelidad consentida. Estaba convencida que mi marido aceptaría aquella propuesta..

-Justo encima de tu raja he dibujado un círculo con una A dentro, quiero que vayas a un lugar de tatuajes en concreto, allí saben cómo lo tienen que hacer. Sobre la mesa te he dejado una tarjeta con la dirección del tatuador, ves con falda y sin bragas, no tienes que darle dinero pregúntale cómo se quiere cobrar y le pagas ¿Está todo claro?

¿Marcada como una yegua el primer día?, ¿Me entregaba a un desconocido para que me follase a cambio de un puto tatuaje?, ¿Realmente estaba segura de que era el tipo de relación que estaba dispuesta a tener de nuevo?, aquello estaba yendo demasiado rápido incluso para mí. Estaba claro que Antonio sabía mucho más de mil de lo que yo pensaba, quizás las largas conversaciones con su amigo Jaime habían sido compartidas por los dos amigos. Era la única explicación que encontraba a su forma de actuar., sin darme tiempo a pensar, a reaccionar, aceptándolo todo.

Me imagino al yonqui que lleva rehabilitado casi 5 años y de repente le ponen la droga delante en un momento que anímicamente está débil, necesitado de algo, insatisfecho con todo o una parte importante de su vida. ¿Cómo reaccionaría?, no lo sé, imagino que es una decisión que dependería de cada persona. En mi caso estaba ansiosa por darme un buen colocón de mi droga favorita, sexo D/s. Una vez que la vuelves a probar el adicto vuelve a serlo, por mucho que te digas a ti mismo que solo una vez más, no es cierto. Si vuelves a probar la droga, caes, era consciente de aquello y a pesar de todo volví a asentir con mi cabeza.

En aquel momento me daba igual si Carlos entraba en la habitación y me encontraba follando o mamando la verga de aquel hombre que como caído del cielo aparecía en mi vida.

Antonio buscó en la parte interior de su americana, disponía de un bolsillo interior lo suficientemente grande para que cupiese una pequeña tablet. Pulso el botón lateral, la encendió y me la entregó

-No te muevas, vas a ser tú quien lea tus propios relatos, he seleccionado dos para hoy, el segundo y el tercero que publicaste en todorelatos “Soy sumisa y adicta al sexo” y “Mi novio es un cornudo”. Hoy con suerte leeremos uno, creo que en lugar de una hora voy a quedarme dos. Ahora me parece que te has ganado tus primeros orgasmos, se que estas ansiosa. Estoy satisfecho contigo, no te pondré límites, vas a poder correrte las veces que quieras pero no dejes de leer si no te lo digo. Si lo haces se acabó el juego. !Comienza a leer!

Intentando concentrarme en la pantalla empecé a leer el relato, él se limitaba a deslizar la yema de un dedo por mi cuerpo, despacio, recreándose, dibujando líneas imaginarias. Mi coño chorreaba de ganas de que me la metiera de una puta vez, especialmente cuando aquel maldito dedo rozaba los labios vaginales humedeciéndose en ellos. Era como poner una olla a hervir, me estaba cociendo por dentro, ahora notaba círculos alrededor de mi ano, muy cerca de la entrada pero sin penetrarlo.

-!Para de leer!, ¿Tu marido te folla el culo?

-Si -respondí

-¿Cuántas veces te jode a la semana?, ¿Como lo hace?. Detállame el tipo de sexo que tienes con él.

Comencé a explicarle con detalle que prácticamente todos los días teníamos sexo, breve pero teníamos, sus problemas de eyaculación precoz, que estaba poco dotado, el tipo de fantasías recurrentes que me pedía una y otra vez. No me guardé nada, vomité todo lo que llevaba dentro.

-Comprendo que estés tan necesitada, se que podrías correrte ahora sin necesidad de que metiera ni un dedo en tus agujeros, pero no lo voy a hacer, te voy a montar como una puta yegua, como una perra, es lo que deseas y te lo voy a dar. !Sigue leyendo!

Continué donde me había quedado en el relato cuando note como su verga presionaba en la entrada de mi vagina, no tuvo que hacer ningún esfuerzo, estaba empapada, se deslizó hasta el fondo, llenando mi coño de aquella barra de carne, gruesa, dura, larga. Se limitó a meterla y la dejó allí, quieta, sin moverse, ensartada con aquella verga como si fuese un pollo en el horno. Las letras se me nublaban en la pantalla, me despiste por un momento y perdí la línea incapaz de mantener la atención en el relato. El seguía sin moverse, la tenía clavada en mi coño y yo estaba ya a punto para correrme.

-!Córrete!, !No te lo guardes!. Hoy vas a darme muchos orgasmos más

!Y por Dios que lo hice!. Ahhh Ahhh Ahhh me corrí sin pensarlo, llevaba muchas horas conteniendo aquel orgasmo, un chorro de flujo salió disparado empapando el vientre de Antonio, mis muslos…..

Cuando recuperé el aliento sin darme tregua comenzó a follarme de verdad, embestidas secas, rítmicas, acelerando, frenando, sabía muy bien cuando parar, cuando seguir, jugaba conmigo y a mí me encantaba aquel juego, ansiaba volver a jugar.

Tuve en segundo orgasmo follándome el coño, un tercero cuando me enculó, sin cambiar de posición, sujetando mis piernas con sus brazos para levantarlas más. Me dio un respiro y me hizo volver a leer, el seguía sin correrse, llevaríamos treinta minutos jodiendo cuando paró en seco y me hizo detener la lectura.

-!Son la una!, se terminó la primera hora, sal y dile a tu marido que voy a quedarme otra hora, dile que necesito rehabilitar la espalda, la tengo muy mal.

Bajé de la camilla, intenté arreglarme un poco la ropa, la falda y la casaca estaban bastante arrugadas, buscaba con la mirada donde estaba mi sujetador.

– No busques el sostén, no te lo vas a poner, puedes abotonar el tercer botón, nada más. ¿Cuántas citas tienes concertadas esta tarde?

-Solo Jaime, viene a las siete.

-Yo le llamo ahora, vendrá a las tres, quiero que tengas tiempo para ir a la estaticen y al tatuador. Dile a tu marido que a las tres tienes otro paciente, que viene Jaime, creo que se conocen y que luego tienes que salir. Que tenga la comida preparada para las dos y cuarto.

-Carlos es muy malo en la cocina, siempre cocino yo -respondí entre risas. Yo misma me sorprendí de aquellas risas, sin embargo era verdad, estaba feliz, había disfrutado de tres magníficos orgasmos, ansiados hacía tanto tiempo que en aquellos momentos todo me daba igual. Estaba haciendo lo que realmente me apetecía, había vuelto a probar mi droga y que bien me había sentado.

Antonio me miró con una sonrisa, creo que fue la primera vez que le vi sonreír. No sé si por verme feliz o cuál fue el motivo pero quiso darme una oportunidad de pensar lo que estaba haciendo. Alargó su mano derecha y me cogió de la barbilla, levantando mi cara, quería que le mirase a los ojos para decirme lo que tenía pensado, con voz clara, firme pero sincera.

-Tú ya sabes cómo son este tipo de relaciones. No eres una novata, has tenido muchas experiencias en este campo, se lo que quieres, lo que deseas y te lo daré. Tú también sabes lo que yo quiero y sé que me lo darás. -María asintió con la cabeza

-Seré duro, exigente, se perfectamente que no entenderías que fuese de otra forma. Te usaré como quiera, serás mi perra, mi puta y mi hembra. Voy a emputecerte a domarte como nadie lo hizo nunca en tu vida. ¿Sabes que será así?- de nuevo asentí.

-Estas a tiempo, tan solo di “No es lo que quiero”, seguiré viniendo como paciente, no quiero que te condicione el dinero, te ayudaré igualmente en lo que pueda. Tan solo habrá sido un polvo y volverás a tu vida de siempre. Ni tu marido, ni nadie sabrán nada de lo que hoy ha ocurrido. !Estas a tiempo!

No tuve que pensarlo mucho desde que lo vi tenía claro lo que iba a ocurrir -Tranquilo, esto es lo que quiero. Si tenía alguna duda la has despejado al preguntarme, gracias-

Salí del cuarto cerrando el tercer botón de la casaca, el escote ahora era insinuante pero no escandaloso. En cualquier caso las tetas se bamboleaban con descaro a cada paso y mis pezones estaban a punto de perforar la tela, Fui hacia el salón, Carlos estaba en el sofá viendo la tele. Me miró de arriba abajo, se dio perfecta cuenta que me había quitado el sostén, noté como tragaba saliva pero no dijo nada al respecto.

-No me mires con esa cara, Querías verme así, ¿no es cierto?

-Sí, estas muy guapa

-Seguro que prefieres así mejor ¿verdad? -dije soltando el tercer botón y dejando a la vista generosamente mis pechos casi en su totalidad.

Carlos tragó saliva, estoy segura que en ese momento se empalmó pensando que Antonio me viese así.

-¿Te pones así para él? -preguntó Carlos con cierto tono de celos.

-Para él y para ti. Te recuerdo que has sido tú quien insistió en que me pusiera esta faldita. Dime la verdad ¿Te has pajeado en este rato? No me dirás ahora que estas celoso.

Carlos asintió con la cabeza, no sabía si se sentía avergonzado, celoso o excitado. Posiblemente una mezcla de los tres, aquella pelea interna hacía mucho tiempo que la tenía, prácticamente desde que conoció a María.

-No me gusta esconderte nada, lo hemos hablado muchas veces. Lo hablaremos con calma de nuevo pero solo quiero que sepas la situación, si provocas algo tienes que atenerte a las consecuencias. Nadar y guardar la ropa es difícil al mismo tiempo.

-¿Que quieres decir?, ¿Vas a dejarme?, Yo te quiero -dijo angustiado Carlos temiéndose lo peor.

-Yo también te quiero Carlos. Como te he dicho en muchas ocasiones para que los dos disfrutemos en el sexo como nos gusta a cada uno necesitamos a una tercera persona. Prefiero exponerlo claramente, si queremos disfrutar los dos tienes que consentir en verme con otro hombre -le dije, consciente de que aquella conversación la habíamos tenido muchas veces, especialmente los meses antes de nuestra boda. No era la primera vez que otros hombres disfrutaban de mí delante de Carlos tratándolo como un cornudo. De no haber tenido aquellas conversaciones sería inconcebible el diálogo de ahora.

A pesar de todo separar el sexo del amor era consciente que era complicado sobre todo para una persona como yo, no soy mujer de medias tintas. Se lo había dicho muchas veces a Carlos, el era más partidario de juegos puntuales con otros hombres como una válvula de escape en el sexo, el disfrutaba en esos momentos de su rol de cornudo y yo de buenas folladas. En una pareja “convencional” ese tipo de solución suele funcionar bien, en nuestro caso era complicado porque mi deseo no era conseguir sexo esporádico satisfactorio. Me siento sumisa, me atrae un macho dominante y como he dicho ya varias veces en ese caso el control de la situación lo cedes al tercero.

-Antonio se quedará una hora más, necesita mucha rehabilitación. Así que estaré con él hasta las 2, he quedado con Jaime que vendrá a las 3. Luego por la tarde tengo que salir, necesito varias cosas para el gabinete. Si te parece puedes pedir unas pizzas y comemos antes de que venga Jaime -le dije

-¿Antonio se quedará a comer? Lo digo por pedir más o menos cantidad de pizza -preguntó Carlos dejándome un poco descolocada. La verdad es que no lo había pensado, imaginaba que no.

Me di la vuelta y fui a preguntarle, Antonio ya me esperaba con un billete de 50 euros en la mano se esperaba aquella pregunta.

-Dile que sí. Pero que no pida de queso, soy alérgico. Imagino que habrá que pagarlas cuando las traigan pero por si acaso tiene que bajar tu marido a buscarlas dale esto. He hablado con Jaime, vendrá a las tres -respondió Antonio entregándome el billete

Carlos se encargó de pedirlas para las dos y cuarto, el billete se quedó sobre la mesa del salón para cuando viniese el repartidor. La siguiente hora Antonio me hizo terminar de leer el primer relato, tumbada en la camilla en la misma postura que antes. En esta ocasión se dedicó más a preguntarme sobre sensaciones y cuestiones relacionadas con el relato. Jugaba con mi cuerpo, me penetraba de rato en rato, me provocó un cuarto orgasmo pero él seguía sin correrse.

– Desde hoy yo escogeré la ropa que te pones. Vas a dejar de cobrar 30 euros las sesiones de fisio, cobrarás 60, será la tarifa ´básica. A cambio vestirás siempre con ropa provocativa como la que llevas ahora, dejarás que te vean o te manoseen y el precio incluirá “final feliz” que en esta tarifa será una masturbación. Si el cliente quiere terminar con una mamada el precio final serán 90, si hay penetración 120 y si incluye anal 150. Estas van a ser tus tarifas de puta.

Yo asentí con la cabeza, sabía que estar a su plena disposición incluía usar mi cuerpo a su antojo. Comenzaba mi fase de emputecimiento.

-Ahora haremos unas fotos tuyas para que pueda publicar anuncios tuyos y conseguirte clientes. Me darás la mitad del dinero que ganes, con ese dinero pienso ofrecerle a tu marido un trabajo en mi empresa como repartidor y chofer, voy a ponerlo a mi servicio y controlar sus horarios. No creo que rechace la oferta estando sin trabajo ahora, no te preocupes vivirá bien y no molestara. Yo me encargaré de todos los gastos a cuenta de mi mitad así que más vale que le pongas ganas.

Dicho y hecho, Antonio sacó su móvil y me hizo posar junto a la camilla y sobre la camilla, fotos muy sugerentes con la ropa que llevaba pero no desnuda. Tenía muchas preguntas que hacer sobre todo aquello pero sabía que a él no le gustaban las preguntas, debería esperar.

-Otra cosa. Jaime va a ser tu primer cliente ya le he dicho que comienzas tu nuevo trabajo y está encantado. Cuando venga le preguntas como a cualquier otro que tipo de servicio quiere, les explicarás las tarifas y siempre cobrarás por adelantado. Si pagan una tarifa y luego quieren un extra igualmente les cobrarás por la diferencia antes de hacerlo. ¿Alguna duda? -preguntó Antonio con toda la naturalidad del mundo. Yo negué con la cabeza.

Pasó la hora con rapidez, yo ni le toqué como paciente, habría tiempo para eso debió pensar. Le comenté a Antonio la breve conversación que había tenido en el salón con mi marido, si aquella situación tenía que funcionar de algún modo sólo era posible con mucha transparencia. Carlos debería aceptar abiertamente su nuevo papel de cornudo consentido o yo había decidido dejarlo. No podía seguir viviendo a medio camino de nada, lo tenía claro.

-Me alegra que no hayas escogido la opción del engaño. Todo será mucho más fácil ahora. -dijo Antonio mientras salíamos del cuarto, ya no me preocupe de cerrar el tercer botón ni de si la ropa estaba arrugada. “Voy a ser yo misma de nuevo, no quiero seguir engañándome. Seré la perra, la puta y la hembra de mi dueño.” pensé para mí.

CONTINUARÁ

Queridos lectores muchas gracias una vez más por vuestros comentarios, valoraciones en la web y esos mails tan calientes, mmm me encanta leerlos. Mil disculpas a los que no haya podido responder.

Un besito fuerte

MariaRuizRed

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