Infidelidad en una despedida de soltera

Pongámonos en antecedentes. Laura era la novia de Jorge, un viejo amigo mío desde el instituto. Ambos habían empezado a salir juntos, habían perdido la virginidad el uno con el otro y no habían estado con nadie más.

Si bien es cierto que en ocasiones habían cortado, al poco tiempo habían vuelto. No habían follado con nadie más. De Jorge lo sé porque es amigo mío, de Laura tengo su palabra pero desde lo que vi esa noche, ya no lo tengo tan seguro…

Lo que ocurrió pasó en 2017. La relación con Jorge se había enfriado bastante a causa de Laura, que era una posesiva de cojones que requería toda su atención y siempre le estaba poniendo pegas o recriminándole que hubiera ocasiones en las que quedase con sus amigos sin ellas. Ese era el nivel.

Jorge se había distanciado bastante de casi todos sus amigos salvo de Álvaro, que también tenía pareja y, por extrañas circunstancias, se llevaba de maravilla con Laura. Eran un tándem los cuatro a la hora de hacer cosas juntos.

Septiembre de 2017, me encuentro de fiesta un sábadado en una discoteca llamada Botanic. Hay mucho ambiente, mucha fiesta y localizo a Laura y sus amigas con sus distintivos penes-diadema en la cabeza. Me acerco a saludar y están todas con una borrachera dignas de recibir la nacionalidad rusa. Pregunto por Laura y me dicen que se ha ido al baño.

No le doy importancia, pienso, luego la saludaré, pero voy a ir a mear yo también.

Entro en el baño de hombres y hay un tío meando en un urinario y una de las puertas está cerrada. Oigo ruido de besos. Me pongo a mear al lado del que estaba haciendo pis y le comento que menuda fiesta llevan ahí.

– Ya te digo, macho. Cuando he entrado ahí estaban.

Sonaba ya ruido como ruidos de besos y succión y un gemido de mujer. Nos empezamos a reír.

Debieron ser las risas lo que les cortó el rollo porque al poco rato sale del urinario un gacho al que no había visto nunca y cual es mi sorpresa al ver a Laura recolocándose los tetones en el sujetador y la camiseta.

Me la quedo mirando fijamente.

Laura tiene cara de torta, muy redonda, pero es guapa. Ojos azules, pelo claro liso y fino muy largo. Mide casi 1,80, es esbelta de caderas anchas, culo prominente y unas tetas enormes que en el pasado han sido material de inumerables pajas por las camisas ceñidas y escotes con los que acostumbra a ir.

Laura, pese a ir como una cuba, se me queda mirando. El que meaba nos mira a los dos e interpreta la situación casi correctamente y con un breve «bueno, hasta luego» se va del baño.

La miro fijamente y empiezo a aplaudir muy lentamente con una cara muy seria. Como si yo fuese el propio novio engañado.

Laura me aparta la mirada y se empieza a ir del baño, yo la agarro del brazo y salimos fuera.

+ Lucas… Te juro… Te lo juro, no es lo que parece.

– Ah, qué alivio que no parezca que te estaba comiendo las tetas y la boca, ¿eh?

Me mira a cada uno de los ojos y no me dice nada.

– ¿Qué vas a hacer?

+ Yo… …

– Se lo vas a decir a Jorge, ¿no?

+ Noooo… Por favor, Lucas.

Y empieza a llorar.

+ Por favor, Lucas… Te lo pido por favor, no digas nada… Yo le quiero, me voy a casar con él. Es el hombre de mi vida…

– ¿Y qué coño hacías con ese fulano en el baño?

+ No lo sé, no lo sé, no lo sé… El alcohol, Lucas… El alcohol.

Y aquí es cuando me vino la oscura y turbia idea de chantajearla. ¿Por qué no? Tarde o temprano dejaría de tener trato con Jorge y con ella. Al fin y al cabo nunca le he caído demasiado bien. ¿Para qué no decir nada si a mi amigo lo perdí hace años y acabará absorbido por esta hija de puta? No… Era hora de aprovecharme. Muchas discusiones había tenido ya con Jorge porque se había alejado de los colegas por capricho de Laura.

– ¿Qué me ofreces por mi silencio?

Laura no esperaba esa pregunta. Deja de llorar y ahor solo gimotea mientras se limpia el rímel.

+ ¿Cuánto quieres?

– No quiero dinero, Laura.

+ Entonces… ¿Qué quieres?

Miré hacia los lados y no vi a nadie conocido. La arrinconé un poco y mis manos fueron directas a sus enormes tetas. Y se las estruje ligeramente mientras mi boca se acercaba a su oreja.

– A ti, Laura. Te quiero a ti.

Le costó reaccionar del shock y me medio empujó para zafarse de mí.

+ Eres un puto cerdo. ¡Jorge es tu amigo! ¿Cómo me dices esto? Se lo pienso decir, cabrón.

– ¿Y qué le vas a decir, Laura? ¿Que te estoy chantajeando? ¿Le vas a contar el motivo del chantaje? Si quieres se lo puedo decir yo, total, me voy a quedar como estoy. Pero tú lo perderás.

Me mira a los ojos. Una mezcla de rabia e impotencia.

– Llámale ahora y cuéntale todo. Cuéntale que te estoy chantajeando con sexo. Yo pierdo un amigo al que ya apenas veo y tú al hombre con el que llevas… ¿Cuánto ya? Ah, sí, catorce años. ¿Te imaginas el revuelo de tu familia cuando sepan esto? A mí me tacharán de jeta y aprovechado… Pero no soy el que ha engañado al novio durante su despedida. Puedo vivir con ello, ¿puedes vivir tú sin Jorge y con el sambenito de putón?

Laura está mirando al suelo. Se seca una lágrima que le cae por la mejilla.

Vuelvo a mirar a cada lado, me acerco bien a la oreja y le susurro mis demandas.

– El sábado que viene búscate una excusa, me da igual cuál. Tienes una semana y ven a mi casa. Tráete unas sandalias de tacón, tangas de hilo, corset, los vestidos más provocativos que tengas… Vas a estar todo-el-día.

Laura solloza. Me separo de ella, le levanto la barbilla y la miro a los ojos.

– Tienes hasta el viernes para darme tu respuesta. De lo contrario llamaré a Jorge y le contaré to-do.

Me mira incrédula. Le recoloco la diadema del pene y le doy un beso en la mejilla.

– No te preocupes, cielo. Si accedes ni un alma sabrá lo que ha pasado aquí ni nuestro trato. Tienes mi palabra, que por lo que veo, vale más que la tuya… ¡Ah! Antes de que se me olvide, voy a buscar al mozo ese con el que te estabas pegando el lote. Si se te ocurre ser honesta por lo menos yo también tendré información relevante.

Me di media vuelta y me fui en busca de aquel tipo. No me costó mucho encontrarlo, estaba merodeando alrededor de las chicas de la despedida totalmente borracho y perreando con una de ellas.

Le reí la gracia, le dije que tenía un gusto de puta madre y que le invitaba a una cerveza por haber sido capaz de llevarse a semejante pibón al baño.

Me dio la mano, se rió y me agradeció el gesto.

Me contó todo. Se llamaba Luis, estaba ahí con un par de compañeros del trabajo y por lo visto Laura le había puesto ojitos y le había dicho que se acercase a ella. Me dijo el nombre de su empresa, le dije que esperaba que llevase condón y que se follase a dos.

Luis se partía el culo, me dio las gracias y se volvió con ellas.

Si sentía algún atisbo de pena por Laura este se había terminado de ir.

Para mi sorpresa recibí un whatsapp de Laura el miércoles:

+ Tú ganas.

– ¿Qué gano? Jajaja, no entiendo. Escucha estoy cerca de tu casa con un colega echando un café aquí en El Escudo. ¡Baja y me cuentas que he ganado!

+ No hace falta.

– ¿Seguro? Es que no sé que he ganado, igual la tengo que preguntar a Jorge.

+ Voy. Dame 15 minutos.

No me apetecía dejar evidencias escritas del chantaje. Salí de casa y me fui al bar donde le dije estar con un amigo. Ella apareció al poco con un vestuario bastante recatado. Aunque su ropa nunca lo era. Shorts, cuñas y una blusa que no escondía los melones.

Le señalé la silla y vino a sentarse.

Yo estaba mirando hacia la puerta mientras me bebía un té.

– Te escucho.

+ Que está bien. Que tú ganas… Que el sábado iré a tu puta casa…

– Perfecto. ¿Cuál es tu excusa?

+ Que me subo a Pamplona a ver a una amiga que está de bajona porque le ha dejado el novio.

– ¡Jajajaja! Qué ironía.

+ Cállate… No tiene gracia. Nada de esto la tiene.

Me giré para mirarla con gesto inexpresivo. Sé que para ella era raro porque yo siempre estaba haciendo bromas y alegre. Nunca había visto esta faceta mía.

– Tienes razón. Cuando la cagas tantísimo siempre hay consecuencias, y estas no tienen gracia.

Ella me miraba desafiante. Había odio en sus ojos… Cómo iba a disfrutar.

Le sonreí.

– Pero por suerte para ti no es la peor consecuencia. Es más… Te lo vas a pasar bien.

+ Lo dudo. Me das asco. Si accedo a hacer esto es porque quiero a Jorge y no quiero que me jodas la boda. Pero que sepas que me das asco.

Mi cara de diversión cambió de repente a una inexpresiva y le hice un gesto de que se acercase un poco para que le hablase al oído. Me estaba divirtiendo apretándole tantísimo las tuercas. Es más, estaba cachondo ya de solo pensar en la serenata que le iba a dar…

entonce le dije al oído.

– ¿Te doy asco, eh? Por eso siempre que hemos estado en la piscina o en la playa te he pillado mirándome de arriba abajo, ¿verdad? No, Laura. No te doy asco. Te gusto. Te jode que no puedas mangonearme como si fuera un pelele como Jorge. Te gusta mandar más que a un tonto un lápiz pero por primera vez en la vida alguien te va a dar órdenes. El sábado vas a hacer todo lo que te diga. Y no quiero que me chistes ni una vez, ¿entendido? Asiente si lo has entendido.

Laura tragaba saliva y asentía.

– En el momento en el que cruces la puerta solo te permito que se te caiga alguna lágrima, que solloces, que protestes… Pero ni se to pase por un puto segundo por la cabeza intentar zafarte de mí o pretender darme órdenes. Porque te echaré rápidamente y cogeré el teléfono para contarle a Jorge que has venido a chantajearme con sexo.

Laura no protestaba. No se movía. Pero tenía la respiración agitada. ¿No se estaría poniendo cachonda?

La miré a los ojos durante un momento y luego sus tetas. Los pezones se marcaban ligeramente. ¡La muy hija de puta se había excitado! Siguió mi mirada, cruzó los brazos y su cara de odio evitó mis ojos.

Volví a hablarle al oído

– Eres mía, Laura. Mía. Y da gracias que solo va a ser por un día.

Me levanté, dejé una moneda de 2€ y dispuse a irme.

– Ah. Como muy tarde a las 10 de la mañana

La conversación me la puso como una piedra y me tuve que masturbar como un puto mono. Laura había sido una fantasía mía desde hacía años. Dispuse varias cámaras por casa para grabar la serenata (la cuál ocupa casi 2 gb de buen porno casero ameteur para mi disfrute particular).

Contacté con un amigo que pasaba drogas y le pedí una «azulita» (viagra). Y una ralla de farlopa. Iba a ser un día MUY largo para Laura.

El sábado por la mañana me duché, me afeité, me rasuré y me perfumé. Iba a ser mi esclava pero había que dar un buen aspecto. A las 9:50, cuando pensaba que se iba a rajar llamó a mi timbre, un escueto y apagado «yo…» fue su respuesta.

Subió a mi casa, le abrí la puerta y entró con una maleta.

Cerré la puerta y le indiqué dónde podía dejar la maleta. Le enseñé la viagra que la había partido en tres trozos y me tomé uno delante de ella. La cocaína era porsi me daba sueño.

Laura miró con estupor y un poco de horror.

+ ¿Qué… es eso?

– Viagra. No es que me haga falta, es que quiero todavía más ansia. La quiero bien dura y gorda para ti.

Me acerqué hacia ella. Llevaba una camiseta de tirantes que le hacía un poco de escote y unas mallas negras que abrazaban ese generoso y poderoso culo trabajado en bodypump.

Le agarré del culo, acerqué mi cara a la suya y ella la apartó instintivamente.

Le olí desde el cuello hasta la oreja y le mordí suavemente el lóbulo. Se apartó ligeramente. Subí mi mano despacido pasándola por encima de sus tetas hasta su cuello y lo apreté suavemente.

– No quiero que me rechaces, ¿me oyes? No-te-apartes. Si lo haces sales por la puerta.

Una lágrima empezaba a brotar de sus ojos. Se la sequé.

Me separé de ella abruptamente.

– No te preocupes, cariño. Que seas mi esclava no quiere decir que no sea empático o que sea un monstruo. Ponte los tacones, quítate las mallas y… Ponte algo muy escotado. Te espero en la cocina.

Ya me estaba empezando a excitar… Me crecía el bulto y se apreciaba en el bóxer.

Al rato escuché las pisadas de los tacones que venían hacia la cocina. Cuando la vi entrar tuve que contenerme para no echarme encima de ella.

Llevaba una camisa blanca que, junto a esos tetones, le hacían un escote de infarto. El tanga era rojo de hilo y las sandalias negras con dos tiras. Tenía los pies bonitos y cuando veía unos pies bonitos en unas sandalias de tacón siempre me apetecía chuparlos.

La miré y me apreté la polla mientras emitía ruidos de aprobación. Me miró el bulto y con cara de asco miró hacia otro lado. Con tacones me sacaba media cabeza, pero me daba igual.

– Ponte a fregar. Tengo bastantes cosas.

Se acercó a la pila sin decir nada. Le di un cachetazo en el culo y le dije que cada vez que le diera una orden tenía que decir «sí, mi amo».

Ella asintió, le di otro cachetazo fuerte en ese tremendo culazo que tenía, me puse detrás clavándole la polla en las nalgas y le tiré del pelo hacia atrás no muy fuerte para no hacer daño. Ella protestó. Hizo amago de separarse pero se quedó quieta. Debió recordar mis palabras.

– Res-pón-de-me (cada sílaba llevaba una embestida a sus nalgas).

+ Sí… Mi amo…

– Esa es mi chica. Ahora friega.

Empezó a fregar y yo a meterle mano. Le sobaba las tetas por encima de la camisa y la parte que se asomaba. Eran enormes, mejores que en mi fantasía. Le acariciaba el culazo y me agaché para lamerle las nalgas.

Cuando sintió mi lengua dio un pequeño respingo. Bajé besándole y lamiéndole las piernas hasta los pies. Le lamí los puentes de ambos pies y los dedos por encima. Ahí no protestó. Y subí de nuevo lentamente hasta la parte de delante de su tanga.

Entonces empecé a palpar muy despacio su vulva mientras con la otra mano le sobaba las nalgas.

Quería dos cosas, la primera era que se sintiera mal y culpable y eso ya estaba conseguido, y la segunda era que se excitase.

Tenía el tanga seco por el momento, así que se lo aparté. Hizo gesto de echar la pelvis hacia atrás así que con ambas manos le di un cachetazo en cada nalga y me la acerqué a la boca.

Empecé a lamer por fuera muy despacio. Ella seguía fregando, pero parecía que más torpemente. Empecé a notar sus fluidos de lubricación y noté que su respiración estaba cambiando.

Metí del todo la boca y le succionaba el clítoris mientras lo alternaba con rápdios lametazos.

Ahí le costaba mantener la compostura y se le empezaban a escapar gemiditos. Dejé de chupárselo, le coloqué el tanga y me puse de pie detrás de ella. Me saqué la polla, que la tenía dura como una piedra, le separé las piernas y empecé a frotársela con su coño. Le quité el sujetador y le metí las manos por debajo de la camisa. Qué sensación más gloriosa. Mis manos no daban para abarcar cada una. Había parado de fregar y no hacía ruido.

– Sigue fregando, esclava.

Proisguió fregando y yo sobándole las tetas y restregándole la polla. Cuando llevaba como 10 minutos así tenía el rabo empapado en flujos y sus pezones estaban duros.

Cerré el agua del grifo, le sequé las manos y la puse cara a mí.

Tenía las mejillas rojas y miró hacia mi polla. Un breve gesto de sorpresa y apartó la mirada para no mirarme. Le moví giré la cara lentamente hacia la mía y la empecé a besar.

Cogí su mano y la guié hasta mi polla. Me la sujetaba sin soltar el agarre pero no hacía nada más. A mí me servía.

– Esclava, sigue el ritmo del beso.

Le dije sujetándole la cara para que me mirase a los ojos. Ella no decía nada. Le levanté las cejas y le hice un gesto de que hablara.

+ Sí… Amo…

Volví a besarla despacio, no había prisa y ella tenía mucha culpa que cocer todo el día. La cosa mejoró mucho y noté que me masturbaba lentamente.

Dejé de besarla y me acerqué a su oído izquierdo mientras la masturbaba lentamente.

– Desde que te vi te he tenido ganas. Muchísimas. No sabes la de veces que me he masturbado pensando en ti.

Puso un poco cara de asco. No me miraba, pero tenía la boca entre abierta. Estaba excitada y sentía aversión por mí. El cuerpo puede ser muy cabrón y traicionero. Puedes tener la mente en otro sitio pero como te exciten los genitales lo suficiente y de la manera correcta estos van por su lado.

– No me soportas, ¿verdad esclava?

Me miró confusa a los ojos. Yo seguía frotándole el empapado coño. Con la otra mano subí hasta una de sus tetas y le pellizqué suavamente el pezón. Tragó aire de manera entrecortada.

– Contéstame esclava.

+ No, mi amo… No te soporto.

– ¿Desde cuando?

+ Desde hace mucho.

– ¿Y por qué te excito?

No me miraba ni me contestaba. La volví a coger del pelo y le eché ligeramente la cabeza hacia atrás.

– Dime, esclava. ¿Te parece grande mi polla?

+ Sí, mi amo…

– ¿Te gustaría chuparla?

Hubo un breve silencio. Le lamí la oreja por fuera y le mordí el lóbulo. Seguía masturbándola lentamente.

– Confiesa, esclava. Todo lo que digas aquí no saldrá de aquí. Que eres mi esclava es un secreto que nos llevaremos tú y yo a la tumba.

Tenía una lágrima en el ojo. Se la sequé con la mano y le di un beso en la mejilla.

+ Sí… Amo…

– Pues corre, chúpamela.

Se puso de rodillas con poco convencimiento y se la metió en la boca. Chupaba con muy poco entusiasmo. No lo hacía mal pero se notaba que quería aburrirme.

Pues lo llevaba claro… Laura me ponía muchísimo, con que me la sujetase únicamente ya era motivo para que se me pusiera como un burro.

Le ordené que se la sacase de la boca y me la chupara desde la base a la punta mirándome a los ojos. Y así lo hizo. Mirada desafiante, había odio en su cara. ¿Pero era odio hacia mí? Yo le había dado la oportunidad de sincerarse y había elegido esto.

Soy un hijo puta por aprovecharme, y ella es otra por traicionar a su pareja con la que lleva 14 años. La diferencia es que yo lo tengo asumido.

Le dije que ahora alternase y la mamada mejoró. Pero a los diez minutos se la sacó de la boca y me dijo que se le cansaba mucho la mandíbula.

No sé cuánto rato había pasado desde que me había tomado la viagra, pero no tardaría en hacerme efecto… Le dije que se pusiera en pie y siguiera fregando.

Volvió hacia la pila, le separé las piernas y empecé a comerle el coño con más ansia. Le metí los dedos e imprimí un ritmo más rápido. Iba siendo hora de tener un orgasmo de culpa.

Dejó de fregar y se sujetaba a la encimera. Gemía abiertamente. Yo frotaba el punto G alternando velocidades rápidas y normales. Le succionaba el clítoris y se lo lamía de arriba abajo. Sus gemidos iban en aumento hasta que sus piernas se cerraron sobre mi cabeza y apoyó sus manos sobre mi cabeza.

+ Aaaaaa, aaaaaaah, aaaaaaaaaaah, aaaaaaaaaaaaaaah.

Un largo orgasmo (o varios, no lo sé) en el que no dejé de chupar, aunque más despacio. Se separó y se sentó en la silla con las manos en la cabeza.

– ¿Te has mareado?

+ Sí…

– ¿Te ha gustado?

No decía nada «mi amo», temía que se descompusiera y se fuese. Después de verla desnuda… BUF. Me acerqué hacia ella, hinqué una rodilla en el suelo y le saqué la cara de entre las manos. Tenía los ojos llorosos y se le caían las lágrmias.

Le repetí la pregunta totalmente serio.

+ Sí…

– Cuánto.

No me miraba pese a que sujetaba su cara hacia la mía.

– Contesta esclava.

+ Mucho, mucho… Mucho…

Y empezó a llorar. La cogí de la mano y la llevé al cuarto. Le dije que se tumbara en la cama. Le quité la ropa y los zapatos. Le besé los pies y me puse encima de ella.

Ella sollozaba. Le limpié las lágrimas.

+ Por favor, Lucas…

Le acaricié la cara lentamente. Quería mostrar dominación, ansia, implacabilidad y ternura. Quería crear un conflicto bestial en ella.

Le di un beso en los labios que no fue devuelto. Volví a darle otro muy suave mientras le acariciaba el pelo. El tercero sí que me lo correspondió.

– ¿Te estoy tratando mal, esclava?

Negaba con la cabeza.

– Tuviste la posibilidad de ser sincera pero elegiste esto. ¿Te imaginas si hubiera estado gordo, oliese mal o la tuviese tan grande que te hiciera daño? ¿Te imaginas que te dijera que te iba a follar sin condón y me iba a correr dentro de ti para que te quedases preñada de mí?

Laura me miraba con lágrimas en los ojos sin entender nada. Estaba muy bonita con lágrimas en sus ojos.

– Puedes irte si quieres, pero se lo diré a Jorge.

+ No… Por favor, Lucas…

– El trato es el trato. Eres mi esclava por un día. Cuando sean las 12 de la noche serás libre de irte y el trato estará cumplido. Hasta entonces solo has de hacer tres cosas, gemir, obedecer y tener orgasmos.

Laura ya no lloraba, se había calamdo pero sollozaba un poco. Mi dura polla sobre indicaba que la viagra estaba haciendo efecto. La notaba muy dura, más de lo normal, me la miré y la vi incluso un poco más grande.

Fui a por un condón de la caja que tenía en la mesilla y me lo puse ante la asombrada Laura que parecía impresionada por el tamaño de mi polla.

Me puse el condón, le bajé el tanga y me puse encima de ella de nuevo. Lentamente con la punta de mi rabo buscaba su coño. Empecé a besarla de nuevo, metiéndole la lengua lentamente.

Le abrí la camisa y mis manos recorrieron una vez más esos enormes senos que me llevaban loco desde que era un adolescente. Se los apreté ligeramente y ella emitió un ligero gemido. Dejé de besarla para chupárselos mientras con mis brazos inmovilizaba los suyos y mi polla buscaba la entrada de su coño.

Quería que le entrase despacio y con ayuda de sus flujos.

Me detuve un rato en sus pezones mordiéndolos suavamente sin parar de bombear con la pelvis frotándome con su clítoris. Laura tenía los ojos cerrados pero el cuerpo, un vez más le traicionaba. Se le escapaban gemidos.

Finalmente se lubricó tanto que mi cipote encontró la entrada y mientras entraba le mordía el cuello. Un ahogado «por favor…no» salió de su boca, pero no sirvió de nada. Cuando entró entera un gemido.

Me acerqué a su oreja.

– Lo peor de todo es que te gusta que abuse de ti.

Le dije esto la rodeé con los brazos por detrás, le metí laa lengua en la boca y empecé a bombear con más intensidad, pero no ritmo. Como si intentase partirla en dos. Sus piernas se cruzaron detrás de mi cuerpo. Estaba totalmente cachonda y receptiva.

Dejé de besarla para mirarla a la cara, ella tenía los ojos cerrados pero gemía

– Mírame.

Abrió los ojos y me miró.

– Dime que no me soportas.

Le agarré la cabeza por detrás y seguí bombeando con los ojos clavados en los suyos. No decía nada, tenía la boca entre abierta y no gemía, pero no me apartaba la mirada.

– Dilo

+ No te soporto.

– ¡Más fuerte!

+ NO TE SOPORTO.

Volví a besarla pero con mucha ansia. Ella correspondió a mi ritmo y gemía. Le apreté las nalgas y emitió otro gemido.

Volví a separarme de ella.

– Dime que me odias.

+ ¡Te odio!

– Insúltame

+ ¡Te odio hijo de puta! ¡Cabrón!

Y volví a besarla ya con enfado y ansia. El ritmo era bastante frenético. Me apartó la cara y empezó a gemir de forma muy ruidosa.

+ AAAAAAAH, AAAAAAAH, AAAAAAH, AAAAAAH, AAAAH,

Suavicé el ritmo cuando terminaron los gritos pero no el agarre. La miré a los ojos y ella me miró a mí.

Su rostro se tornó en ira y me dio una bofetada.

Seguía con mi rabo dentro de ella aún bombeando muy despacio.

Volví la cara lentamente poniendome la mano en la mejilla. La miré y su cara de odio desapareció. Se dio cuenta de lo que había hecho y que seguramente iba a tener consecuencias muy chungas.

Seguí mirándola a los ojos mientras ella se tapaba la boca con las dos manos con cara de terror.

Yo seguía excitadísimo y esa bofetada me había gustado mucho. Mucho. No me esperaba ni la bofetada ni que me hubiera gustado tanto.

+ Lo siento… Lo siento… Yo…

Mi mano subió lentamente hasta su cuello y me acerqué a su oreja. Mi rabo seguía dentro de ella duro como una auténtica piedra.

– ¿Qué hago, eslava? ¿Eh?

+ Lo siento, lo siento… Amo… Lo siento…

Se le escapó un sollozo.

– Tssss, tssss, tssss… No pasa nada.

Empecé a darles besos por las mejillas, la frente y los labios. Le acariciaba el pelo.

Laura me miraba sin entender nada. Esperaba una bofetada, una amenaza o más bien que le echase y le contase a Jorge que me había chantajeado con follar para cubrir su infidelidad con Luis de Saltoki. No sabía qué cojones sentir.

Le di un sentido beso en los labios y empece a bombear muy despacio. Me lo devolvió con lágrimas en los ojos y estos cerrados. El bombeo era muy lento y mis caricias también.

– Esclava, ya me has dicho que me odias con todo tu ser. Ahora quiero que me digas que me quieres.

Laura me miraba con cara de terror.

– Tranquila, aún no.

Y volví a besarla mientras iba aumentando lentamente el bombeo. Ella empezaba a gemir otra vez. Me incorporé y le levanté las piernas mientras bombeaba cada vez más rápido.

Sus manos se iban inconscientemente a las tetas, a apretárselas. Tenías sus piernas sobre mi pecho y sus pies cerca de mi cara. Instintivamente le acaricié los pies y lamérslos. Emitió un gemido con cada lametazo.

Le mordí el talón y aumenté la velocidad. Ella se empezó a masturbar. Mantuve un buen ritmo un rato. Tenía la polla increíblemente dura, se notaba la viagra. Cambie de un pie al otro por última vez y me puse otra vez encima de ella a comerle la boca. Se acercaba a su segundo orgasmo porque gemía con más intensidad.

– Esclava, ¡dime que me quieres!

Me miraba con la cara descompuesta de placer. Yo no aflojaba el bombeo sabía que estaba cerca. Era una petición muy cabrona la que le hacía, pero buscaba crear un cisma en ella. ¿Por qué? No lo sé… Tal vez la quisiera para mí en un futuro.

– ¡DILO!

+ ¡TE QUIERO! AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH

Y le llegó un orgasmo ruidoso. Cambie el rápido bombeo por estocadas profundas pero más lentas mientras me aretaba contra ella. Ella gritaba y gritaba de placer. Era un escándalo. Luego solamente gemía con los ojos abietos mirando al techo.

Se la saqué. Seguía dura y estaba enorme. Entonces me miró y su cara volvió a transformarse en odio.

+ ¡Te odio, te odio, te odio!

Decía mientras una lluvia de golpes iban a mi pecho. Las lágrimas se le saltaban de los ojos y no paraba de golpear mientras sollozaba.

+ ¡LLÁMALE, ME DA IGUAL!

Se zafó de mí y se hizo un ovillo entada en el borde de la cama y se puso a llorar. Sentía un poco de pena, pero tenía que decirme a mí mismo que había engañado a Jorge más de una vez, y que era la que había tirado de Jorge para apartarlo de nosotros. No era momento de ablandarse con alguien que de normal era bastante cabrona y sibilina para quienes la conocíamos.

– Vete, Laura. No te voy a retener.

Sacó la cabeza de entre las piernas y me miró.

– Vete. Si no puedes cumplir con tu palabra vete. Llamaré a Jorge y no le contaré nada de lo que ha pasado aquí.

Me miraba y lloraba.

– ¿Te quieres ir? ¡VETE! Pero atente a las consecuencias

+ Eres un hijo de puta…

Me acerqué a ella y me arrodille para ponerme a su altura.

– Te di a elegir, Laura. Honestidad u ocultar la mentira. Elegiste lo segundo. Yo soy un cabrón por ponerte en esta situación pero tú no eres una santa. Has engañado a Jorge más veces, has echado mierda hasta de su propia hermana hasta conseguir que durante meses no se hablasen, ¡mírame, Laura!

Volvió a mirarme con los ojos llenos de lágrimas y las mejillas empapadas.

– Te trato de tú a tú. De hijo puta a hija puta. Te trato como a una igual. Si no puedes soportarlo vete y asume las consecuencias o échale un par de ovarios a tu elección y quédate aquí hasta media noche.

No me miraba pero tampoco decía nada. Por lo menos había dejado de sollozar. Me senté a su lado y le levanté la cara de entre las piernas. Le sequé las lágrimas, la cogí de la mano y le levanté lentamente para llevármela a la ducha.

En la ducha decidí darle tregua y un poco más de castigo de ternura. Le dije que no hiciera nada y la duché con las manos. Le lavé el pelo suavemente dándome masajes, la enjaboné entera, y mi rabo le daba golpes de vez en cuando. Estaba duro como una piedra y grande. Era difícil de maniobrar con ese trasto. Laura sin ropa era una diosa. Esas tetas tan grandes y bien puestas, con esa cintura estrecha y luego cadera ancha… Mmmh… Qué gloria. Me pierden las mujeres un poco culonas.

No lloraba pero miraba al suelo. Le di un suave beso en los labios y la sequé.

– Ponte taconazo y vestidito. Pero sin sujetador, esclava. Y ven a la cocina.

Sin decir nada se fue al cuarto se vistió y vino a la cocina. Venía en un vestido rosa ceñido que le hacía un escote de infarto. El culo marcadísimo y los tacones parecían sacados de una peli porno.

Me empecé a masturbar lentamente delante de ella contemplándola.

– Buf… No es normal lo bueno que estas… Mira cómo me la pones, está enorme.

Y me miró el rabo brevemente y apartó la vista. Pero sin cara de asco.

– Prepara una ensalda de pasta.

Y se puso a ello. La peraró rápido mientras yo me masturbaba despacio admirando su culazo en ese vestido, sus piernas, sus pies… Mientras hervía la pasta empecé a sobarla de nuevo. Le palpaba las tetas por encima del vestido y le apretaba el culo mientras mi palpitante polla se frotaba con su muslo.

Le besé los muslos, le lamí y mordí las nalgas mientrase ella cocinaba. Le apreté las tetas con un poco fuerte y se le escapó un gemido. Le lamí esos potentes muslos hasta el gemelo. Volví a lamerle los dedos de los pies por encima y subí hasta su entrepierna. Cuando sintió mi lengua acercándose por los muslos se estremeció.

– No dejes de cocinar, esclava.

+ Sí… Amo…

– Buena chica.

Y le di una azote en el culo. Tenía la nalga izquierda un poco roja por mis ansiosos manoseos. Empecé de nuevo a lamerle el coño despacito. Cuando noté que había lubricado le metí un dedo con un condón puesto. Ella gimió un poco. Cuando hube mojado bien el condón lo dirigí hacia su ano.

Instintivamente lo apartó. Entonces me puse en pie detrás de ella, coloqué mi rabo entre sus piernas y tiré de su pelo para atrás con firmeza pero sin fuerza.

– Me has pegado, insultado y apartado. Has roto las normas. Ahora elige, puedo meterte un dedito muy despacio e ir dilatando poco a poco para que te de gusto, puedo escupirme en la polla y romperte el culo hasta que te desmayes, o te echo y atente a las consecuencias.

+ Mi culo es virgen. Nunca me han hecho nada.

– Por eso voy con cuidado, ¿te crees que soy un monstruo o qué? Elige.

Se quedó en silencio mientras yo restregaba mi duro rabo por su mojado cuño y mantenía el agarre de su pelo.

+ Está bien… Por favor ten cuidado…

– ¿Me estás dando órdenes esclava?

Tiré un poco más del pelo y le di un cachetazo.

+ ¡Aaah! No, no, mi amo…

– Ah… Pensaba. Debe ser que últimamente tengo el oído más duro.

Me volví a colocar entre sus piernas y volví a lamer su mojado clítoris para ponerla cachonda. Pero ya lo estaba. Estaba lubricadísima. Le metí los dedos en el coño y entraron sin problema. Ella se estremeció y gimió.

Entonces con el otro dedo empece a merodear su ano. Lentamente. Introduje un poco el dedo, poco a poco, hasta que pasó los dos esfínteres. El proceso fue muy delicado y Laura emitió una especie de gemido contenido cuando el dedo entró.

– Te dije que no era un monstruo. Solo busco que desfallezcas de placer.

No contestaba. No cocinaba. Estaba apoyada sobre la mesa con los ojos cerrados y la boca abierta.

Le metí el dedo del todo y con la otra mano le frotaba el punto G. Con la lengua había acelerado el proceso.

Cuando noté que su respiración era muy fuerte dejé de lamérselo y le saqué los dedos del coño.

Un casi inaudible «no pares…» se le escapó. Me coloqué detrás de ella sin sacarle el dedo del culo, me puse otro condón y se la metí de un sentada. Estaba tan mojada que entró sin problema.

+ Aaaaaaaaaaaaaah…

Un ruidoso gemido de placer se le escapó. Empecé a bombear a un buen ritmo y se oía el ruido de carne contra carne. Ver su culo rebotar en mi pelvis me excitaba muchísimo. Era una visión increíble. Era grande y de buena forma. Mi mano apenas abarcaba uno de sus turgenentes cachetes. Era imposible darle de espaldas y aguantar con esa visión.

Empecé a azotarla sin sacarle el dedo y entre dos cachetes le vino un orgasmo fortísimo acompañado de un grito sonoro y escandaloso. Le saqué el dedo del culo con cuidado, pero no la polla. Noté que estaba flaqueando y la sujeté mientras seguía bombeando y ella gimiendo.

Un brazo sujetaba su cintura y otro en su pecho intentaba sujetarla a través de sus dos melonazos. Cuando dejó de gemir se colapsó y la guié hasta el suelo, donde seguí dándole a cuatro patas.

Cuando noté que me venía me quité el condon y con la punta del rabo apunté a su ano para correrme. Quería impregnar ese culazo.

Un orgasmo bestial que me dejó por un segundo totalmente ciego me sobrevino acompañado de unos violentos chorros que le impregnaron el culo, las nalgas y el suelo.

Me senté para recuperarme y admirar mi obra.

– No te muevas, voy a por papel.

Fui al baño, cogí un rollo y me lo llevé a la cocina para limpiar a Laura. Después de haberla limpiado, más o menos, y haberle dado papel para que se limpiase ella me limpié el monstruo que tenía por rabo.

La ayudé a incorporarse y la senté en la silla. La pasta se había pasado, pero daba igual. Había bastante ensalada.

Tenía la respiración agitada y la mirada perdida. ¿Le provocaría Jorge estos orgasmos? Esta chica, como amante, era una puta delicia.

– Esclava, ¿estás bien?

+ Mareada…

Serví los platos desnudo con mi gordo rabo goteando pero la erección seguía. Laura miraba mi rabo con cara de preocupación.

Comimos un poco y la llevé al sofá. La descalcé y empecé a masajearle los pies.

Soy un poco fetichista y los pies bonitos, limpios y bien cuidados me excitan bastante, así que disfruté del masaje más que ella.

Laura tenía la respiración relajada mientras yo sobaba sus pies. Estuve así unos diez minutos hasta que me dolía la polla de lo dura que la tenía y empecé a lamerlos y succionarle los dedos. Lo hacía con una mano mientras con la otra me masturbaba.

Laura no protestaba, deduje que le estaba gustando. Cogí sus limpios y cuidados pies y me puse cada uno a un lado de la polla y me empecé a pajear con ellos. Qué sensación tan placentera.

– ¿Te gusta esclava?

No tenía cara de asco sino de curiosidad. Reparó en que la estaba mirando y asintió.

– Genial, porque me voy a correr en ellos.

Y así fue, apenas me masturbé unos minutos brotaron unos lefazos que le mancharon los pies. Se los limpié y fui a por unos calzoncillos. Esta vez mi pene se había relajado.

Me puse frente a ella tumbado y la abracé. Le acaricié la espalda y el pelo.

– Tengo un poco de sueño… Aprovecha para dormir tú también.

Le di besos en la mejilla y en la sien mientras la acariciaba. Su cara no era de odio, sino de desconcierto. No entendía nada.

Me quedé dormido enseguida y ella no debió tardar.

Cuando me desperté ella dormía y habíamos echado casi 2h de siesta.

Le di besos en los labios y ella me los correspondió con gemidos de gusto. Debía pensarse que era Jorge porque cuando los abrió los gemidos cesaron.

Seguí dándole besos suaves y ella los respondía. Se me volvía a poner dura.

Entonces los besos empezaron a incluir lengua y empecé a apretarle el culo. Se le escapó un gemido.

Me reincorporé, abrí las piernas y le ordené que fuera a por un condón a la habitación. Esta vez me dio la impresión de que hasta tenía prisa.

Se colocó entre mis piernas.

– Chúpamela pero mírame a los ojos.

Me la empezó a mamar con los ojos clavados en los míos. Joder, lo hacía de puta madre. Me miraba con auténtico odio. Yo no le apartaba la mirada y le agarré del pelo para intentar que me la chupase más profundamente.

En una de estas que se la metí un poco más al fondo se la sacó de golpe para respirar, la cogí por el pelo haciéndole una coleta y me la acerqué a la cara.

– ¿Me odias?

+ Sí…

– Dímelo.

+ Te odio.

Mientras decía esto me masturbaba con bastante violencia. Me encantaba porque la tenía otra vez súper dura. Me miraba fijamente a los ojos. No me apartaba la mirada.

– Eres una puta insufrible.

+ Y tú un hijo de puta.

Su agarre era más violento y fuerte. Gemí de placer y le acerqué más su cara a la mía.

– Eres mi puta esclava. Ponme el condón.

Me puso el condón y volvió a agarrármela. Mirándome fijamente a los ojos.

– Súbete encima.

Sin rechistar se subió y sin dejar de mirarme. Empezó a moverse adelante y atrás. Le agarré el culo con violencia para hacer más profundas las penetraciones. Ella echó la cabeza hacia atrás y empezó a gemir. Le agarré las tetas y se las empecé a chupar con ansia.

Entonces dejé de chupárselas y le bajé la cara para que mirase la mía. Me sostenía la mirada de manera desafiante. Mis labios pegados a los suyos.

– Suéltalo. Di lo que piensas de mí.

Y volví a agarrarle las nalgas con furia. Ella gimió por el agarre y volvió a mirarme a la misma distancia casi pegada de antes.

+ Eres un cerdo, eres un mierda, te odio, no te perdonaré nunca esto… Aaah… Aaah…

– Sí… ¡Sí!

La cogí del cuello con una mano no muy fuerte.

– Estás deseando pegarme, ¡vamos!

Y me dio una bofetada bastante fuerte.

– ¡Puta de mierda!

Me tumbé en el sofá con ella encima comiéndome la boca y agarrándole las nalgas mientras ella bombeaba. Le tiré del pelo hacia atrás y empecé a bombear yo rápido. Ella estaba quieta recibiendo.

Le di la vuelta y me puse yo encima, quería penetrarla con toda la ira y el desprecio que me generaba.

La embestía a bastente ritmo y estaba sudando. Sus tetas eran dos gigantes flanes que bailaban al son de las sacudidas. De pronto apretó sus piernas contra mi cuerpo y empezó a gritar de placer.

Esta vez no bajé el ritmo y seguí bombeando rápido. Ella seguía gimiendo. Estuvo así cinco minutos gimiendo hasta que me cansé y, empapado en sudor, paré.

Ella jadeaba con los ojos abiertos y la mirada perdida. También estaba empapada en sudor. El condón estaba impregnado en flujos. Con razón la sensación se había diluído…

Entonces sus ojos buscaron los míos. Su cara se tornó triste.

+ ¿Por qué me haces esto?

Una lagrima brotaba de su ojo izquierdo. Se la sequé y le di besos muy suaves y sentidos por toda la cara.

No le dije nada, solo le daba besos y la acariciaba. Sus sollozos se calmaron y su cara era una incógnita mirándome.

Era guapísima. Una diosa. Si no la hubiera chantajeado me habría perdido estos salvajes polvos. ¿Me podía costar una amistad? Bueno, unos polvos de este calibre se echan pocas veces en la vida.

Me levanté y la llevé de nuevo a la ducha. Le dije que me lavase. Sus manos iban inconscientemente a mi pollón. No decía nada. Le empujé la cabeza levemente hacia abajo y ella entendió el mensaje.

Me hizo una mamada de ensueño. Usaba las dos manos, cada una enroscaba en una dirección y la boca sincronizando. Menuda suerte tenía el cabrón de Jorge.

Se golpeó la lengua con ella mientras me miraba los ojos, besó el tallo, lamió con intensidad hasta el glande y volvió a mamar.

En poco tiempo noté como venían chorros de leche. Le sujeté la cabeza y ella no protestó. Se tragó absolutamente todo. Se puso en pie y no me dijo nada.

La cogí de la mano y fuimos a la habitación.Me puse frente a ella. Puse sus manos en su cintura. Le di un beso en los labios. Su cara de asco y odio había desaparecido. Me pegué bien a ella, y acariciándole la cara le dejé ir.

– Eres libre. Faltan horas. Pero es igual.

+ ¿En serio?

– En serio. Salvo que te quieras quedar tú de manera voluntaria.

Hubo un silencio. Le di otro beso que me correspondió. Me sonrió por primera vez. Entonces de repente se soltó, quizás recordando que estaba prometida.

Se vistió sin decir nada y cuando se iba a ir la cogí del brazo y le di un beso en la mejilla.

Me miró a los ojos y con cara de odio me dijo que era un hijo de puta.

Al mes siguiente fui a su boda y estuvo fría y cordial, como si no me conociera. Todo el mundo se lo pasó bien, hubo muchos bailes, bebida, risas… Pero cada vez que Laura me miraba se le cambiaba la cara. Estaba preciosa de blanco, la verdad. Incluso cuando su cara me miraba con una expresión fría.

Durante el banquete le hice el gesto de silencio poniendo el dedo en la boca y me apartó la mirada.

A medida que iba entrando la noche y el alcohol cada vez la pillaba más veces mirándome. Yo le sonreía y la saludaba. Ella me volvía la cara o me enseñaba el dedo corazón.

Pasaron cuatro meses cuando me enteré que Jorge y Laura se divorciaban. ¿Motivo? El oficial era que se había enfriado la relación. El motivo oficial, dicho por Jorge cuando estaba borracho, es que Laura había cambiado totalmente en el aspecto sexual. Le pedía que la dominase, que la azotase con ira, que le lamiese los pies… cosas que nunca le había pedido antes y que no encajaban en su forma de follar.

Al mes de la ruptura un viernes estaba yo de fiesta con unos amigos y me encontraba flirteando con un bombón de mujer cuando me llamó al móvil Laura absolutamente borracha llamándome de todo.

Le dije que se calmase y me dijo que me muriese. Que dónde estaba que me lo iba a decir a la cara. Le dije donde estaba y me excuse para salir fuera. Iba a haber drama.

Laura apareció borracha y gritándome de todo. Me dio varios puñetazos en el pecho antes de caer sobre mí llorando a moco tendido.

Yo me limité a abrazarla. Entonces volvió a separarse.

+ ¡Lucas, te odio! ¡Me has costado mi relación con Jorge!

– ¿Yo por qué?

+ ¡No te hagas el subnormal! ¡Después de que me violases!

Un grupo se volvió hacia nosotros.

– ¡EH, EH! Nunca te he violado ni drogado. Viniste voluntaria. Nunca te obligué, así que no mientas.

+ ¡Me hiciste chantaje!

– ¡Haber dicho que no!

Estaba enfadado y Laura alterada. Pero verme enfadado le hizo dar un paso atrás. La señalé con el dedo.

– ¡Tú te metiste solita en este lío! ¡Tú le engañabas! Yo te di dos opciones y escogiste mentir

Su cara se descompuso y volvió a llorar. Se sentó en el suelo con la cara entre los brazos. Me senté al lado de ella. La rodeé con el brazo y se apoyó sobre mí.

– Me odias pero a la vez no, ¿verdad? Ese día me odiabas a mí pero te odiabas más a ti por haber cedido y además sentiste cosas.

Lloraba, no sacaba la cabeza pero asentía.

+ Fuiste un c-cabrón… Me follaste como nunca nadie lo había hecho y enci-cima fuiste cariñoso y tierno. Me hiciste sentir cosas que no sentía en años… Eso no se hace Lucas… ¡Jorge no es tan tierno ni folla con tanto ímpetu!

– ¿Y no crees que tarde o temprano lo habrías descubierto?

No contestó.

Me puse delante de ella le levanté la cara y le besé en los labios.

– Me voy a casa, ¿vienes conmigo?

No dijo nada, cogió mi mano y asintió. Nos subimos a un taxi y fuimos a mi piso donde le metí tres folladas de campeonato.

Tales fueron sus alaridos que los vecinos de al lado aporrearon la pared. Para el tercer asalto tuve que taparle la boca.

Mientras follábamos le dije que me abofetease sin tanto me odiaba, y lo hizo. Eso solo añadió más lujuria al encuentro. Insultos y bofetadas. Yo también la abofeteé pero más suavemente llamándola esclava.

No tardó mucho en enterarse la gente que Laura y yo solíamos follar. A Jorge le sentó como un tiro pero, ¿qué culpa tenía yo de que follase con el mismo ímpetu que el de un perro disecado?

El chantaje había salido mejor de lo esperado.