La larga espera de mi amante

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Ella, esperaba por mi, en la habitación. Yo, avanzando nervioso hasta aquella puerta, paso a paso, pensando en su exquisito cuerpo.

Al entrar, alcanzo a contemplarla en la cama, acostada boca abajo, vistiendo lencería color negro.

– Te esperaba – dijo ella, mientras se volteaba para mostrarme el resto de su diminuta vestidura.

Tiene un cuerpo delicioso: sus piernas, sus nalgas, sus senos… Son motivo de mis sueños más eróticos.

– Espero que podamos demostrar las ansias de esta espera mutua – respondí mientras perdía la mirada en su brasier, cuyas transparencias dibujaban la forma de sus maravillosos pezones.

Acto seguido, se levantó y se dirigió hacia mi, como fiera decidida a devorar su presa. Con mirada penetrante, acercó su boca a la mía y nos fundimos en un apasionado beso. Nuestros labios humedecían ese primer instante, candente y ansiado.

Comencé a acariciarla, sintiendo con el tacto de mis dedos, las delgadas líneas que dibujaban el final de su ropa interior y el comienzo de su deliciosa piel. Tomaba sus nalgas, las masajeaba, las abría, las apretaba… Intentaba decirle con mis manos, cuánto había soñado con tenerlas para mi. Mi lujuria solo incrementaba, pensando en explorar cada rincón de su cuerpo.

La llevé contra la pared, para hacerle sentir mi erección. Restregaba mi bulto contra su estrepierna. Nuestra respiración aumentaba. Sentía la necesidad de penetrarla pero, antes, deseaba disfrutar de todo lo que tenía para darme.

– Quiero disfrutar de tus senos, necesito devorarlos – confesé.

– Son tuyos, come de ellos – me invitó, mientras hacía a un lado la tela transparente que apenas cubría sus pezones que, para ese momento ya comenzaban a sobresalir.

Aproveché la oportunidad, besé, lamí, chupé como si fuese mi alimento, como un bebé desesperado, deseando incluso que emanara leche de sus magníficos senos. Mi cabeza solo estaba lleno de ese deseo total por tenerla.

La llevé hacia la cama. La dejé boca arriba, abrí sus piernas y comencé a acariciarla, desde sus pantorrillas, pasando a sus muslos. Llevé mis labios a sus rodillas. Saqué mi lengua y comencé a humedecer el camino desde allí hasta su vagina. Me hundí por completo en la hendidura que formaban sus labios vaginales en su prenda íntima. Absorbí enamorado su excitante olor, a través de la tela, extasiado, inundando mi ser con el aire que habitaba en su delicioso sexo.

La tomé de las caderas, la volteé y puse en cuatro. Arqueó su espalda para dejarme disfrutar de la imagen que se posaba frente a mi. Cuántas noches soñé tenerla en aquella posición.

Nuevamente hundí mi nariz, pero esta vez entre sus glúteos. Ahora con mis labios presionaba para sentir la textura de sus glúteos. Su olor me decía que ya estaba lista para iniciar la batalla que se avecinaba.

Retiré lentamente su interior, sin perderme de cada detalle. Poco a poco vi aparecer su ano, hasta desnudar su vagina. Ya se divisaban sus jugos saliendo de su sexo. Me ayudó a retirar aquella prenda y volvió a colocarse en la misma posición, con la invitación al banquete.

La tomé de las caderas y mi lengua fue directo a su clítoris, ya humedecido, comenzando a lamer y chupar. Subía hasta la entrada de su vagina y regresaba hasta el punto más sensible de sus genitales. Chupaba sin cesar, no daba tregua. Bebiendo sus jugos, saboreando cada pedacito. Besaba sus labios como si estuviera en su boca. Mi lengua entraba y salía. Volvía a beber cada que podía.

Mi nariz entraba en su sexo, mientras mi lengua hacía de las suyas en su clítoris. El sabor, el olor, la humedad… Quería meterme dentro de ella, chupar todo desde su interior. La excitación aumentaba aún más. Sentía mi pene latir, a reventar dentro de mis pantalones.

Separé mi cara y comencé a introducir dos dedos en su entrada, sentía su respiración aumentando. Con mi mano izquierda frotaba su clítoris, ahora introduciendo un tercer dedo. La textura dentro de su vagina era indescriptiblemente alucinante. Cómo no desear meterme completo en ella?…

Masturbándola, llevé mi glotonería hasta su ano. Qué delicia!… Mi lengua en su entrada trasera, lubricando y lamiendo alrededor. Un sabor distinto e igual de excitante. Comencé a chuparlo sin dejar mi labor de masturbación vaginal.

Comencé a meter mi lengua, intentando dilatar ese pequeño agujero. Logrando mi objetivo, seguí chupando y lamiendo. Humedeciendo todo. Con tanta pasión de por medio, logré introducir un cuarto dedo en su sexo.

No soporté más, quité mis pantalones, retiré mi boxer y lubriqué mi pedazo de carne con los jugos que reposaban en mi mano derecha. Tomé sus pies para que me masturbe con ellos, mientras volvía con mi lengua a su ano. Ella movía sus pies para darme placer, yo me comía ese pequeño y apretado agujero. La llenaba con mi saliva.

Estuvimos así unos pocos minutos, en los que intercalé entre sus dos entradas. Alucinando con esos dos sabores que me inundaban de placer.

– Recuéstate boca arriba, con tu cuello al filo de la cama – le solicité.

Me miró y lo hizo sin chistar.

Me dirigí a su boca y la besé con total lujuria. Compartiendo sus sabores, lamiendo nuestras lenguas y besando nuestros labios. Volví a sus senos y los tomé con todas las ganas de alimentarme de ellos.

Tomé mi pene y se lo di a comer. Lo tomó entre sus labios y comenzó a besarlo suavemente. Sentía su saliva humedecerlo y cómo, con pausas, se lo iba introduciendo para chuparlo.

A ratos lo sacaba y con su legua, lo lamía desesperadamente. Yo comencé a masturbarla de nuevo, con tres dedos, habiéndolos mojado con sus fluídos. Ella, una diosa degustando mi sexo.

Llevé mi pene a sus pezones, para lubricarlos con la humedad que dejaba en él. Luego bajaba a chupar sus senos. Iba hasta su boca, la besaba, regresaba a sus pechos, de nuevo a su boca, bebía su saliva como un nectar alicinante.

Volvía a masturbarla y le daba a comer mi pene. Quería llenarla de mi leche pero, aún deseaba más…

– Ponte en cuatro, quiero dejar mi semen en tu vagina – le repliqué mientras ella me lo lamía.

Acto seguido, se colocó en la posición que le pedí y se abrió las nalgas.

– Lame, si es que me deseas tanto – Me dijo con un tono de seguridad total.

Yo encantado volví a hundirme entre sus nalgas. Primero a chupar su vagina, meter dos dedos en ella y luego untar sus fluídos en su ano.

Comerme su culo, con aquella mezcla de sabores generó un grado total de excitación que me hizo sentir estallar. Que ella me pida hacerle ese tipo de cosas es mi sueño.

Tomé mi pedazo de carne y se lo metí completo en su vagina. No necesitó de ligerezas porque su lubricación y mi saliva fueron suficiente para dejarme penetrarla.

Qué delicia el sonido de sus nalgas golpeadas por mi pelvis. Sus movimientos, las rugosidades del interior de su vagina, abrazando mi pene, dando placer. Escucharla gemir, pedirme más, nalgearla y ver cómo sus glúteos se movían al compás de cada embate.

Su ano dilatándose ante mis ojos. No podía resistirlo, a ratos paraba de penetrarla para poder volver a meter mi lengua en su agujerito. Sentir su sabor y los gemidos que emite cuando me la como completa…

Volví a embestirla y esta vez metí apenas un centímetro de mi dedo índice en su ano, mientras la penetraba no logró darse cuenta. Ya era parte de nuestro momento el que su cuerpo se entregue por completo al placer.

Sentir su esfínter apretando alrededor de mi dedo, mientras mi pene entrava y salía de ella, me llevó al clímax total. Solté cada gota de semen dentro de su vagina y, el restante lo restregué sobre su ano.

La volteé y le di a chupar las mezclas entre sus jugos y mi leche. Ella lo aceptó todo, chupando mi pene hasta dejarlo enrojecido y sin rastros de semen y fluídos vaginales.

Me besó para darme a probar y acepté encantado. Nos tendimos en la cama, la seguí masturbando hasta quedarnos exhaustos.

A ratos le daba a chupar los dedos que introducía en su deliciosa vagina.

Exhaustos, quedamos dormidos. Yo chupando sus senos y con mis dedos dentro de su cuerpo.

Fin.