La primera vez que me hacen el culo
-¡No te vayas a correr! ¡Es una orden! – Susurraba Andrés tirándome del cabello mientras su pene entraba y salía de mi culo con energía.
Podía sentir como su glande se asomaba fuera de mi ano para luego entrar por completo haciendo gemir de placer.
Pero llegó un momento en que mi cuerpo no pudo más y exploté ante un orgasmo que estremeció hasta la última fibra de mi cuerpo.
Acariciaba con su dedo índice suavemente mi espalda sabiendo que ante ese estímulo mi piel se erizaba por completo.
-¡Por favor no hagas eso, porque si lo sigues haciendo te cabalgaré hasta que pierdas la conciencia! – Reclamé mientras me retorcía ante sus suaves caricias
-¡Mmm, me parece una magnífica idea! -respondió recostándose a mi lado esperándome con su pené erecto.
Me tome el cabello con una coleta y atléticamente me monté sobre él pero sin cabalgarlo, su glande estaba en el umbral de mi vagina y se resbalaba de tanta humedad que manaba como un río caudaloso. Jugueteaba con la intención de tomar el control, pero esta vez era yo quien lo iba hacer.
Entre juego y juego cuando se aprestaba a darme la primera nalgada me monté con fuerza sobre él hasta tener todo su pene introducido en mi interior hundiéndose más allá de mi útero.
Me recosté y acerque con suavidad mis pezones a sus labios para que empezara a mamar y chuparlos. Me balanceaba cada vez con mayor intensidad hasta que Andrés comenzó a cerrar los ojos tomando mis caderas para intentar aminorar mis movimientos.
Moviéndome sostenidamente de adelante hacia atrás sentía como su respiración se entrecortaba para luego levantar su cadera, curvar su espalda y descargar su tibio y abundante semen dentro de mí.
Solo escuchaba susurrar mi nombre mientras abría los brazos para quedar extasiado sobre la cama.
Cuando ambos estábamos recobrando el sentido y me acomodaba sobre su hombro derecho recordé de pronto que esa noche de viernes tenía una cita con las Mal Portadas y que Bernardita iba a llevar una invitada.
Me giré para tomar el teléfono y mirar la hora. Con horror casi caí de la cama al intentar levantarme.
-¡Las nueve! ¿Son las nueve? – Exclamé con ansiedad.
-¡Creo que sí, Fabiola! – respondió Andrés completamente desnudo estirado sobre la cama tomando el control de la televisión.
-¡Si no voy jamás me lo perdonaran! ¡Justo hoy me tenía que atrasar! ¡Ves lo que me pasa por caliente! – Le reclamaba a Andrés.
-¡No sabes cuánto me gusta que seas caliente, mi amor! ¡Relájate es viernes, tu séquito te perdonará, solo diles la verdad! – Exclamó sonriente.
-¡Sí, claro! – Respondí mientras me peinaba – ¡Amigas perdonen mi retraso pero me pasé toda la tarde follando y se me pasó la hora! ¡Por favor mil disculpas! –
-¡Te falto decir saludos cordiales! – Exclamó riéndose a carcajadas.
-¡Jajaja, que gracioso estás hoy! – respondí con ironía tirándole la toalla mojada.
-¡Pero qué sensible estás! ¡Si quieres te puedo dar una potente dosis de un pócima secreta que tengo entre las piernas, es fantástica para el relajo! – dijo deslizándose en la cama para atraparme.
-¡Ni sueñes que voy a ceder de nuevo a tus propuestas indecentes! – Dije riendo – ¡Iré aunque llegue cuando estén cerrando el bar! –
-¡Como quieras, tú te lo pierdes! – Señaló mientras revisaba la cartelera PPV en la televisión.
-¡En la cocina deje algo para que comas y no es pasto! – Exclamé mientras buscaba en mi bolso la tarjeta del auto – ¡Para que después no andes reclamando que en esta casa solo hay comida para vacas! –
-¡Genial! – Exclamó de pronto sin ponerme atención – ¡Está en cartelera la película Irreversible de Gaspar Noé! ¡La protagonista me pone como una moto! – Dijo riendo – ¡Esta noche la veré mientras sales a parrandear con tus amigas! –
-¿Qué protagonista? – pregunté con curiosidad.
-¡Una morenaza pechugona que justo ahora no recuerdo su nombre! – exclamó riendo guiñándome un ojo.
Me acerque para darle un beso de despedida y tome el control de la televisión para dejarlo escondido en el baño.
-¡Te tendrás que levantar para ver a la protagonista, querido! – Respondí huyendo de la habitación.
-¡Qué infantil eres, Fabiola!- gritaba riendo Andrés hasta que sintió como bajaba las escaleras y cerraba la puerta principal.
Antonella cada vez que viajaba a Santiago era invitada por Bernardita a la reunión de las Mal Portadas no sin antes consultarnos si podía asistir con la mala copia de Mónica Bellucci made in China como la llamaba Maite.
La primera vez que concurrió a nuestra reunión llegó junto a Berny con algo de timidez pero esa sensual belleza italiana no dejaba indiferente a nadie.
Cabello largo un poco desordenado con flequillo que le cubría algo sus ojos claros e intensos.
La sensual voluptuosidad era su arma mortal. Con una blusa de gasa estampada pero con un escote pronunciado al límite dejando en evidencia que hacía notar el fino encaje de su ropa interior. Era la señal de que se preocupaba de todos los detalles, como buena chef que era.
Al sentarse en nuestra mesa, Maite la examinó exhaustivamente en silenció hasta que dio su veredicto:
-¡No hay cómo encontrarle algún defecto a esta falsa Bellucci, Fabiola! ¡Por más que me esmero, no puedo! – me susurraba al oído.
-¡Pero! – insinuó mirando atentamente su copa de Martini para sacar la aceituna y llevársela a la boca – ¡No olvidemos que estas mujeres son apasionadas al punto de la locura! ¡Te aman o te odian, no tienen un término medio, tenemos que ocuparnos de eso! –
La reflexión de Maite era curiosa porque viniendo de ella había que tenerlo presente. La intuición de esa mujer respecto a otras mujeres era un don divino multiplicado por diez.
Durante el transcurso de la noche nos enteramos de su historia y parte de la vida de Antonella, que estaba muy lejos de ser la ideal como todas pensábamos.
Con dos copas de espumante en la cabeza, su sincero relato nos conmovió al punto de las lágrimas.
-¡Pero cuéntanos Anto! ¿Tienes algún secretillo escondido? ¡Algo así como amores imposibles o mejor aún de sexo irrefrenable! – Atacó Maite sin pelos en la lengua, como era su costumbre.
-¡La vida me ha ido curtiendo con el tiempo, amigas! ¿Supongo que las puedo llamar así, cierto? ¡Porque así las considero! – Exclamó Antonella
Todas asentimos con la cabeza menos Maite que evitando sumarse al gesto levantó la mano para llamar al camarero pidiendo que repitiera la ronda de copas.
-¡Tenía casi diecisiete años cuando Giacomo, el novio que tenía en la secundaria me convirtió en mujer! – Suspiró Antonella con nostalgia – Fue en el establo de nuestra casa en el pueblo sobre unos fardos de alfalfa –
-¡Ufffff Ser caliente y adolescente es la mejor combinación! – dijo Constanza.
-¡Así es Cony! ¡Hace un tiempo que veníamos subiendo el nivel de las caricias al punto de que mis pechos se hinchaban y mis pezones se endurecían de solo sentir sus labios en mi boca y para que decirles la entrepiernas, literalmente se empapaba! –
-¡Hasta que la última noche durante la fiesta del pueblo nos escapamos al establo mientras la mayoría de los vecinos bailaba por las calles! –
-¡Allí Giacomo me comenzó a besar con tal intensidad que me asuste un poco, pero sentí que era el momento! – relataba Antonella
-¿Para entregarle la flor? – agregó Maite irónicamente.
-¡Jajajaja exacto, para entregar mi virginidad, porque lo amaba! ¡Torpemente me quitó el vestido mientras me mordía los pezones con una pasión desenfrenada! –
-¡Con mucho nerviosismo le baje la cremallera de los pantalones y me encontré con su pene muy duro! ¡Lo había sentido muchas veces sobre mi ropa pero nunca lo había visto como era realmente! – ¡La verdad, es que nunca había visto un pene! –
-¡Face to face! ¡Qué emoción! – dijo Bernardita siguiendo la conversación entusiasmada.
-¡Lo de cara a cara no fue con Giacomo Bernardita, sino con mi mentor en la academia de cocina en Parma! – Respondió Antonella sonriendo.
-¿Academia Barilla? – Preguntó Bernardita con asombro –
-¡Esatto, caro amico! – le respondió ella con orgullo.
-¡No interrumpan a Anto por favor, que estamos en la mejor parte! – Insistí con curiosidad – ¿Le viste el pene…y? –
-¡Fue asombroso verlo tan grande y duro! Mi curiosidad era tremenda, pero la experiencia ¡No fue de lo mejor! ¡A pesar de que estábamos muy excitados, el ímpetu e inexperiencia del mío amore jugó en contra y de una embestida me penetró hasta la garganta! ¡Me dolió mucho y me desconcertó porque no era lo que esperaba! –
-¡Empezó a gemir y luego de unos cuantos movimientos empezó a eyacular al interior de mi vagina! ¡Es casi lo único que recuerdo de aquella noche, porque luego de ese instante Giacomo se desvaneció inconsciente! –
-¡Que emoción! – Dijo Constanza – ¡Se murió de amor, que romántico! –
-¡No Cony, se desmayó! ¡Había perdido el conocimiento! – Exclamó Antonella angustiada.
-¡Le Grand Morte!- susurré a Maite al oído muerta de la risa.
-¿Y qué pasó después? – Preguntamos todas expectantes.
-¡Ahí comenzó mi desgracia! – Exclamó Antonella – ¡Era tanta mi desesperación al ver que no reaccionaba que comencé a gritar como loca hasta que empezaron a llegar los vecinos que se encontraban cerca y luego mi familia! –
-¡Nooooo! – Dijo Maite muerta de la risa – ¡Esta Bellucci se las trae! –
-¡Giacomo terminó en el hospital por una insuficiencia cardíaca que no había sido detectada en la infancia y luego sus padres lo llevaron a Alemania para tratar su enfermedad y yo quedé allí sola y deshonrada! ¡Somos napolitanos donde la honra y el honor es lo más importante en las familias! – ¡Imagínense! –
-¡Sobre todo si dos meses después, bajo la estricta vigilancia de mi madre que sabía mucho de estas cosas, descubrí que estaba embarazada! –
-¡Embarazada! – Exclamamos todas al unísono.
-¡Eso se llama tener mala suerte! – dijo Bernardita consolándola.
-¡Eso mismo dijo mi madre! ¡Con casi diecisiete años y una cría era si o si una desgracia, así es que decidió por mí y me llevó a Roma donde resolvieron el problema!-
Antonella tenía los ojos húmedos a punto de que cayera una lágrima. Todas nos pusimos de pie para abrazarla. Incluso Maite que era bastante poco empática en estas circunstancias también se unió a nuestros abrazos.
Luego del emocionante momento Antonella recobró su buen humor y exclamó.
-¡Pero en la Escuela de Cocina puse todo mi talento y mi mentor no solo me instruyó en el arte de cocinar, sino que en el arte del sexo donde dijo que me había graduado con honores!-
-¡Jajajaja, a nadie le falta Dios! – Exclamó Constanza levantando su copa para brindar.
-¡Ufffff que vida aquella! – Exclamó Antonella con una sonrisa en sus labios – ¡Después de intensas clases de cocina, tras las despensas de alimentos Pietro sacaba mi lado más lujurioso! –
-¡Desde el mejor sexo oral hasta estar pegada con el culo desnudo a la pared de la nevera gritando que no me dejara de embestir! ¡En resumen, éramos un par de bestias pasionales y calientes! –
-¿Pietro? ¡Mmm, me suena a duro como piedra! – exclamó Maite burlona
-¡Eso es pétreo, pero es igual! – Respondió Antonella – ¡Un pene delicioso y duro como piedra, único el en mundo! –
Maite y yo nos miramos con cierta complicidad a lo que se unió Bernardita y Constanza que casi adivinándonos el pensamiento exclamamos.
-¡Nooooo Bellucci, no! ¡Está muy equivocada! ¿Cierto amigas? – Exclamó sonriendo Maite consultándonos con la mirada.
-¡Como voy a estar equivocada si ustedes no lo conocen! – Respondió Antonella convencida de lo que decía.
-¡Es cierto, Anto! ¡No tenemos el placer de conocerlo pero tampoco lo podemos comprobar! – Respondí sonriente.
-¡Pero! – Prosiguió Maite comprendiendo la idea – ¿Andrew, nuestro Andrew, cierto Fabiola?
-¡Si Maite, en esta ocasión puedes usar el pronombre nuestro! – Respondí aguantando las carcajadas.
-¡Andrew es el mejor de todo el mundo, mundial! ¡Lo que tú describes de tu Pietro es el 10 % de lo que tiene nuestro Andrew! ¡Es sobrenatural! – Exclamaba Maite -¡Otro nivel de pene, otro nivel de cuerpo, otro nivel de todo! ¡No es de este planeta! –
-¡Qué suerte tienes Fabiola! – Hizo una pausa mirándonos una a una y exclamó – ¡Bueno más bien dicho, que suerte que tienen todas ustedes, amigas! –
-¡Pero como soy bastante escéptica y lo de Pietro era increíble, hay un dicho que dice! ¡Ver para creer! – Exclamó Antonella con coquetería y una pícara sonrisa.
-¡Y yo tengo otro! – Respondió Maite – ¡La esperanza es lo último que se pierde! ¡Así que desde ahora le puedes empezar a prender velitas a tu Madonna! ¿Y quizá, quién sabe
Aquella noche, todas quedamos con la misma sensación. Antonella estaba siendo considerada como una nueva integrante de la Congregación de las Mal Portadas. Su total integración era cosa de tiempo.
Unas semanas más tarde, cuando una de nosotras pidió auxilio Antonella fue la protagonista.
Maite estaba en problemas de esos en que solo las amigas con influencias la podían ayudar, así es que no dudo un segundo en llamar a la persona indicada.
-¡Maite amiga, que sorpresa escucharte! ¿Cómo estás? – Se escuchaba al otro lado del teléfono con esa voz suave y amable que tanto la caracterizaba.
-¡Berny querida, acá estoy! ¡Rogando para que me ayudes con un pequeño problema y conseguir un negocio que salvará mi año! –
-¿Te pasó algo, amiga? ¿Estás bien? – Preguntó con cierta preocupación porque era por todas conocidas que si Maite solicitaba ayuda era porque ya no lo podía resolver. Y eso sin duda, era una novedad.
-¡A ver, como te lo explico!– Respondió Maite intentando poner en orden sus ideas.
-¡Estoy a una firma de cerrar un gran negocio inmobiliario con la venta de cinco edificios de oficinas y tuve la maravillosa ocurrencia de invitar a los inversionistas con sus señoras a comer a mi casa! ¡De repente tengo cada puta idea! – Se lamentaba.
-¿Pero Maite, en que te puedo ayudar? – preguntó Bernardita sin entender el motivo de su llamada.
-¡Berny! ¡No se freír ni un huevo! ¡Hasta cuando pongo a hervir el agua se me quema, imagínate! ¡La banquetera que tenía contratada me acaba de avisar que va a tener que viajar urgente al sur por un asunto familiar! ¡No sé qué hacer! -Respondió desesperada.
-¿Y para cuando es tu comida, Maite? -Preguntó para saber si realmente la podía ayudar.
-¡Hoy Berny, hoy a las 21:00 horas! – Respondió Maite casi susurrando – ¡Pago lo que sea, amiga! ¡Porque si no me tendrás limpiando casas el próximo año! –
-¿Hoy? ¿Hoy mismo? – Repetía Bernardita incrédula – ¡Eso es prácticamente imposible! ¡Quizá con un par de días de anticipación te hubiese podido ayudar, pero hoy! ¡No sé cómo! – Exclamaba Bernardita afligida.
-¡O quizá, si! – Hizo una pausa y dijo – ¡Dame un segundo! –
Pasado unos minutos se escuchó una voz por el celular.
-¡Ciao Maite! – Saludó Antonella entusiasmada.
– ¿Anto, qué haces ahí? – Exclamó Maite sin entender.
-¡Es solo una casualidad, amiga! – Dijo Bernardita a través del altavoz de su celular- ¡Antonella acaba de llegar a la oficina para ayudarnos a organizar la cena de beneficencia de este año y cómo puedes apreciar! ¡Tus oraciones fueron escuchadas!
-¡Encendí las velas tal como me dijiste Maite, pero parece que la Madonna te quiera ayudar más a ti que a mí! – Exclamó riendo Antonella – ¡Puedo ir a tu casa a preparar tu comida, dime lo que necesitas, el número de invitados y estaríamos listas!
-¡Bernardita, sabía que me salvarías el culo porque el resto de las Mal Portadas son como yo…con suerte no se les quema el agua del café! – Exclamó Maite aliviada.
-¡A mí no me des las gracias, es a Antonella a quien le debes agradecer porque ella de inmediato se ofreció a ayudar! – Respondió Bernardita
-¡Anto, grazie molte!- Respondió Maite emocionada – ¡Me voy de inmediato a casa, allá te espero!
-¡Para eso están las amigas! ¡Para ayudarnos cuando lo necesitamos! ¡Certo, Maite! ¡En un par de horas estoy en tu casa! – Terminó Antonella por decir.
Antonella llegó puntualmente a la casa de Maite con todo lo necesario para preparar una comida de gala que sin duda dejó sin palabras a los invitados.
Se lució con una variedad de antipastos y pastas acompañadas de deliciosas salsas con un toque napolitano. De postre el mejor tiramisú del mundo y el infaltable limoncello como bajativo.
Una vez que Maite despidió al último de los invitados no podía con la emoción y abrazaba a Antonella como si fuese noche de Año Nuevo.
-¡Anto querida, ha sido todo de lujo, te has lucido esta noche! ¡Mis invitados quedaron gratamente impresionados por tu excelente servicio, incluso me pidieron tus datos! ¡Eres increíble, amiga! – exclamaba abrazándola sin parar.
-¡No exageres tanto Maite, solo hice mi trabajo y me alegro que todo haya resultado bien!- Respondió Antonella recorriendo la cocina en busca de los utensilios para empacarlos y llevarlos a su auto.
-¡Por favor, deja de darte tantas vueltas que me estás mareando, ven siéntate a mi lado, mira! ¡Queda un resto de Limoncello y lo podemos compartir! – Respondió Maite dividiendo lo que quedaba en la botella en dos copas.
-¡Un salud por ti, Bellucci! ¡Gracias a ti no viviré bajo un puente el año que viene! – Expresó Maite levantando su copa.
-¡Jajajaja, No seas tan dramática! ¡Fue un placer poderte ayudar!- Respondió Antonella levantándose nuevamente de la mesa porque aún le quedaba mucho por recoger.
-¡Ahhhh, antes que me olvide! ¡Por favor dame tu número de cuenta para transferir los gastos y tus honorarios, ya sabes, cuentas claras…! – solicitó Maite tomando su teléfono celular para comenzar a ingresar los datos.
Antonella hizo caso omiso a la solicitud continuando con su trabajo.
-¡Anto, los datos por favor! – Insistió una vez más.
-¡Maite, no hay gastos ni honorarios! – Respondió lentamente para no contrariarla – ¡Ustedes han sido muy amables y generosas conmigo desde que nos conocimos…!-
-¡Me estás diciendo que todo lo que hiciste! ¿Es gratis? – Exclamó Maite incrédula y sobre todo, sorprendida.
-¡Es un regalo para ti, Maite! ¡Es lo menos que le puedo ofrecer a una amiga que estaba en apuros! ¡Acaso no es lo que proclaman siempre las Mal Portadas! – Exclamó Antonella sonriéndole.
Maite no siguió insistiendo porque sabía que intentar que una italiana cambiara de opinión era tan improbable como que ella se convirtiera en célibe.
Una vez que hubo quedado todo en orden se despidieron con un sincero abrazo.
Unos días después, Maite no podía dejar de pensar en el gesto de Antonella así que después de pasar por su oficina para firmar los últimos documentos de su exitoso negocio decidió convocar a la Congregación de las Mal Portadas a un café en la clínica para contarnos los detalles de la comida que hubo en su casa.
Ella fue la última en llegar y no perdió la oportunidad de hacer oír su protesta.
-¡Fabiola! ¡Es el colmo que en tu clínica no tengan un estacionamiento preferencial para tus amigas! – Exclamó saludando al resto de las Mal portadas que no podían disimular su risas por el curioso reclamo.
-¿Mi clínica? ¡Estoy a años luz de ser la dueña!– Respondí confundida – ¡Con Andrés tenemos un par de acciones, pero de ahí a ser dueños! – suspiré.
-¡Bueno, deberías considerar mi petición, linda! ¡Porque de otra forma invitarlas a un lugar como este a tomar un café va a ser imposible, tendremos que venir en helicóptero con tanto tráfico! ¡Es insoportable! – Exclamó Maite aún molesta.
-¿Con qué motivo nos citaste, esta vez? – Preguntó Constanza mientras disfrutaba de su capuchino.
-¡Quiero celebrar con ustedes, amigas! ¡El negocio inmobiliario que les conté hace unos meses, es toda una realidad! ¡Esta misma mañana firmamos todos los contratos!– Exclamó muy alegre Maite.
-¡Pero qué gran noticia! – exclamamos todas aplaudiendo – ¡Te lo mereces amiga! –
-¡Gracias amigas, gracias! – Exclamó Maite – ¡Pero…debo ser honesta y dar méritos a quien me ayudó a concretar este gran negocio! – Siguió contando.
-¿De qué estás hablando? – Preguntó Constanza mientras saboreaba un trozo de pastel que compartía conmigo, así las calorías eran divididas.
-¡Lindas, Antonella… la Bellucci! – Exclamó mirándome con complicidad – ¡El miércoles por la noche hizo una comida de lujo para los accionistas de la inmobiliaria! –
-¡Quedaron tan fascinados que esa misma noche cerramos el negocio! ¡La magia de una excelente comida más el Chianti, la grappa y el limoncello hizo que todo fluyera de forma maravillosa! ¡La Bellucci es espectacular! – Terminó Maite por decir.
-¡Es un encanto de persona! – Agregó Bernardita – ¡Fue iniciativa de ella a ir a tu casa a salvar tu comida de negocios! –
-¡Y no sólo eso, tampoco aceptó que le pagara su trabajo! ¡Llevó los ingredientes, licores importados y cocinó exquisiteces gratis amigas, gratis! ¿Se dan cuenta de eso? – Insistió Maite.
El gesto de Antonella nos dejó sin palabras porque en estos tiempos la generosidad no era una virtud que se veía con mucha frecuencia.
-¡Vaya, que lindo gesto! – Respondí impresionada.
-¡Así que decidí invitarla a la celebración que haré mañana en mi casa! – dijo Maite asumiendo de antemano que nosotras también asistiríamos.
-¿Celebración? ¡Pensaba que ahora estábamos en eso! – Dijo Constanza confundida.
-¡Constanza por favor, ubícate! ¡Celebración a nivel de las Mal Portadas! – Respondió Maite sonriendo.
-¡Ahhhh Fabiolita! ¡Te debes asegurar que nuestro Andrew también esté presente! , ¡Será una reunión de todo el alto mando de la Congregación! ¡No me pueden fallar! – Término diciendo Maite con determinación.
-¡Yo voy encantada! – Respondí con entusiasmo – ¡Pero no puedo asegurar que Andrés lo haga, él toma sus propias decisiones! –
-¡Tu encontrarás la forma de convencerlo! ¡A menos que desees que yo lo haga por ti! ¡Pero tengo fe en tus talentos! – Dijo Maite deseando en su fuero interno que aceptara su ofrecimiento.
-¡Lo intentare amiga, lo intentaré! – Respondí sonriendo.
-Yo también voy – dijo Bernardita.
-¡Y yo! – respondió finalmente Constanza.
-¡No esperaba menos de mis amigas! ¡Tiraremos la casa por la ventana! – exclamó Maite con emoción.
-¡Fabiola! ¿Es necesario que vaya esta noche a la casa de Maite?- reclamaba Andrés mientras se acomodaba en la cama para ver el partido del Barca por televisión.
Estaba solo en bóxer intentando encontrar el control remoto bajo las sábanas. Era un espectáculo ver su tonificado cuerpo semidesnudo dando vueltas entre las sábanas intentando dar con el aparato.
Andrés era deportista pero no aficionado a los gimnasios, menos al ejercicio diario así es que era envidiable como conservaba un cuerpo perfecto y excitante visto desde todos los ángulos.
Esa tentación irresistible hizo que antes de meterme al baño para cambiarme e ir a casa de Maite, me quitara la ropa interior delante de sus ojos mientras jugaba con mi vestido.
El sentado en la cama me miro de reojo sin quitar la vista de la pantalla, pero su pene parecía tener vida propia para actuar por su cuenta. Observaba como lentamente se empezaba a erectar.
-¡Por supuesto que es necesario ir a la casa de nuestra amiga! – Respondí con voz sugerente mientras me acercaba a la orilla de la cama.
-¡Maite quiere celebrar con nosotros la firma de su negocio inmobiliario! – Exclamé abriendo mis piernas para montarme sobre su pene que ya se encontraba duro y erecto.
-¡Ya sabes cómo terminan esas reuniones! – respondió serio pero sonriendo.
-¡Esta vez te prometo que no será así, Andrés! ¡Bernardita irá con una amiga así que nos tendremos que portar bien, vamos mi amor! ¿Quieres que te ruegue? – Respondí frotándome sobre su pene.
No le dio importancia a mi gesto y se mantenía inmovilizado en la cama tratando de seguir mirando su partido de fútbol. Sin dejar de observar la pantalla sus dedos comenzaron a buscar mi vagina húmeda y poco a poco los fue metiendo acariciando también mi clítoris. Me empezó masturbar fuertemente con sus dedos índice y medio dentro de mi vagina y su pulgar apretaba y rozaba el clítoris.
Era tanta mi excitación que no me pude contener más y junté mis rodillas con fuerza al sentir como mi vagina se apretaba una y otra vez sin control.
Andrés mantenía sus dedos dentro deleitándose con mi orgasmo pero manteniendo la serenidad y la agitación.
Después de la intensidad del momento recostada sobre su torso sentía como mi corazón se quería arrancar del pecho.
Con la respiración entrecortada bajé mi vestido y me puse de pie para finalmente darme un baño y cambiarme de ropa. Una vez que salí de la ducha me dijo:
-¡Esta bien Fabiola te voy a acompañar, pero ándate tu ahora! ¡Cuando termine el partido me voy a casa de Maite! –
Ante esa respuesta no me quedo más remedio que rendirme. Andrés era capaz de complacerme en lo que quisiera, pero siempre bajo sus términos y condiciones.
Cuando Maite abrió la puerta para recibirnos, grande fue su decepción al verme bajar sola del auto. Abrió la puerta del copiloto y buscaba afanosamente en los asientos traseros.
-¡Donde escondiste a mi Andrew Fabiola, sabes que no me gustan estas bromas! ¡Deje los pies en el supermercado buscando esa cerveza española que tanto le gusta! ¿Lo dejaste en casa? – Preguntaba con insistencia.
-¡Andrés llegará más tarde! ¡Se quedó en la casa viendo al Barça y contra eso no hay mucho que podamos hacer amiga! ¡El futbol siempre primero, pero se comprometió a venir apenas termine el partido! – Exclamé calmándola un poco.
-¡Ufffff, menos mal Fabiolita, mira que si no partía yo misma a tu casa para traerlo a la fuerza y no precisamente tirándolo de las orejas! – Respondió riendo.
-¿Y Andrés, no vino? Preguntaron Bernardita y Constanza e incluso Antonella.
-¡Calma, calma niñas! – Dijo Maite tomando la iniciativa – ¡Anda en actividades deportivas así que llegara más tarde! – ¡Por ahora pueden guardar sus besos y abrazos para después! –
Todas nos reímos ante la intervención de Maite, incluso Antonella se unió sin entender muy bien la reacción de las chicas.
-¿Que tiene ese Andrew que las hace ponerse tan…coquetas, por decir algo? – Preguntó extrañada.
-¡Tiene todo muy bien puesto en su lugar, con las proporciones más que adecuadas y todas las cualidades para pensar seriamente que no es de este planeta! ¡Pero si te lo hemos repetido miles de veces, Anto! – Respondió Constanza sentándose en la mesa cerca de la piscina.
-¡Ahora sí que me mata la curiosidad por conocerlo! – Respondió Antonella.
-¡Esta Bellucci se va a caer de espaldas cuando vea a nuestro Andrew! – le susurre riendo al oído a Maite.
-¡Mientras no se caiga encima de él, todo bien amiga! – Respondió mirándome muy seria.
Maite se había preocupado de todos los detalles para la ocasión. Cerveza helada en el frigobar, varias botellas del mejor espumante, una fina selección de bocadillos al más puro estilo español que no dejaba ninguna duda que su intención era complacer a su invitado especial, como decía ella.
Yo agradecía su generosidad, porque a pesar de su evidente atracción casi obsesiva y enfermiza con Andrés, siempre privilegiaba nuestra amistad sin traspasar demasiado los límites permitidos.
Sentadas alrededor de la piscina con varias copas en el cuerpo, Bernardita nos sorprendió con una singular propuesta.
-¿Que opinan si invitamos a Antonella a ser parte de la Congregación? – dijo con algo de timidez sabiendo que era una situación complicada.
-¿De las Mal Portadas?- preguntó Constanza con extrañeza.
-¡Nooo Cony, de las Hermanitas de la Caridad! – Le respondió Maite burlándose – ¡Claro que de las Mal Portadas, de que otra congregación podría ser! –
-¿Y esa idea de donde la sacaste, Bernardita? – Pregunté con la mejor de mis sonrisas para disimular mi sorpresa.
-¡Es que lleva un tiempo compartiendo con nosotras, ha sido una buena amiga, incluso con Maite! – Respondió como excusándose.
-¡Eso es verdad! – Dijo Maite algo pensativa – ¡No cualquiera ayuda a cambio de un abrazo, amigas! –
Antonella escuchaba atentamente la conversación pensando que solo se trataba de una broma porque en el fondo su idea de la Congregación de las Mal Portadas era solo un juego de amigas.
Para nosotras sin embargo, no era un juego. Esta unión que teníamos en la cual Andrés participaba de forma tangencial como nuestro líder, guía y gurú se convirtió en un lazo muy difícil de compartir, menos con cualquier mujer que aparecía de repente y de la nada.
La pregunta de Bernardita nos quedó rondando en la cabeza por un buen rato mientras compartíamos nuestras copas.
Hasta que Maite se levantó de su silla y tomándome de la mano me invitó a que la siguiera a la cocina.
-¡Fabiola! ¿Me puedes ayudar con los platillos que tengo en el horno?- dijo tirándome con apuro.
-¡Por supuesto! – Respondí confundida – ¡Pero no me tires que me vas a arrancar el brazo! – le reclamé mientras corría tras ella.
-¡Que estas tramando Maite, porque eso de usar el horno no es precisamente lo tuyo! ¡Más bien lo tienes de adorno en la cocina! – .Respondí bromeando.
-¡Fabiola, no le podemos decir que no a la Berny! – Exclamó Maite con preocupación – ¡Le romperíamos el corazón a nuestra Barbie! ¿Estás de acuerdo en que Antonella sea una Mal Portada? – Preguntó con inquietud – ¡Andrés es parte de nuestro grupo y bueno… ya sabes! –
-¡Jajajajajaja! ¿No me digas que estás celosita de la Bellucci made in china? – Exclamé riéndome en su cara – ¡Ni yo me preocupo de eso y lo haces tú, eso de los celos no va conmigo ni con Andrés! –
-¡No es por nada especial, al contrario, debiera estar agradecida, pero a mí sí me preocupa que Anto sea una de las nuestras y para eso tengo una idea!- dijo con cierta intriga.
-¡Haremos que ella misma tome la decisión de no querer ingresar, linda! ¡Solo me debes seguir la corriente en la conversación! ¿Una para todas? – Exclamó con una sonrisa.
-¡Y todas para una! – Le respondí mientras regresábamos a la terraza.
-¡Amigas, amigas por favor me prestan atención!– dijo Maite ceremoniosa en frente de todas.
-¡Les quiero decir que hemos estado considerando con la Madre Superiora aquí presente la petición de nuestra hermana Berny de hacer a esta aspirante! – Indicando a Antonella – ¡Parte de nuestra Congregación! –
-¡Que lindas son amigas! – Saltó Bernardita para abrazarnos – ¡Estaba segura que era una gran idea! –
-¡Pero antes de que te puedas incorporar Antonella debes conocer el reglamento de la Congregación, cumplir con todos los requisitos y aceptar cada una de las condiciones sin objeción alguna! – Proclamaba Maite con cierto histrionismo.
-¡Es verdad! – Respondí avalando la intervención de Maite aguantando la risa – ¡Esta hermandad tiene requisitos muy estrictos! –
-¡Exacto! – Interrumpió Maite – ¿Bernardita, tú crees que Antonella es una candidata idónea para esta Congregación? – Preguntó dándole un tono solemne a su pregunta.
-¡Si…si, por supuesto! – balbuceó algo confundida con total inocencia.
-¡Bueno querida, Bellucci! – Comenzó diciendo Maite – ¡Para ser integrante de la Comunidad de las Mal portadas debes tener una madrina que te acompañe en el rito de iniciación! –
-¡Además debes ser digna de ser nuestra amiga por siempre y para siempre! ¡Estar dispuesta a ayudar a la que lo necesite de manera incondicional cuando sea y donde sea! –
Cada una de nosotras ponía atención a lo que Maite improvisaba porque al final de cuentas no teníamos ninguna regla pensada o escrita sobre nuestro peculiar grupo. Pero igualmente la incorporación de una nueva integrante debía ser con la aprobación de todas nosotras.
-¡Primero, la aspirante debe tener una madrina que la represente con argumentos sólidos, válidos y comprobables que la hagan digna de pertenecer a esta Hermandad! –
-¡Segundo, lo qué pasa en la Congregación se queda en la Congregación! ¡Confidencialidad absoluta incluso con las parejas, folla amigos, amantes o aventuras esporádicas de una noche! ¡Siempre con la boquita cerrada, linda! ¡Somos ciegas, sordas y mudas! –
-¡Tercero, nunca juzgamos a nadie por sus actos, orientación sexual como tampoco las actividades personales de ninguna de nosotras! ¡Una vez incorporada te aceptamos tal cual eres con tus gustos y perversiones asociadas! –
-¡Cuarto, si alguna de las integrantes está en problemas aún bajo secreto poniendo en peligro su integridad, su reputación o su culo tenemos la responsabilidad y el deber de informar a todas las integrantes con el ánimo de ayudarla, acompañarla, consolarla o salvarla si es necesario! –
-¡Quinto, nuestra Madre Superiora Fabiola aquí presente, que es la más cuerda de todas nosotras pero no por eso la menos caliente para dejar las cosas claras, tomara la última decisión de aceptar o no a la postulante! –
-¡Quiero agregar algo! – Interrumpí levantando la mano – ¡Si cumple con todos los requisitos deberá pasar por el rito de iniciación, siendo proclamada por Andrés!
-¿El mismo que estoy pensado? – Dijo Constanza impresionada recordando su ritual de incorporación cuando estuvimos en Viña del Mar.
-¡Efectivamente Constanza, tal como fuiste distinguida en su momento! – Respondió Maite riéndose casi a carcajadas.
-¿Y cómo es ese ritual de incorporación? – preguntó seriamente Antonella.
-¡Bueno amiga! ¡Andrés con su varita mágica te unge nombrándote Mal Portada por siempre y para siempre! – Le respondí mirando de reojo a Maite.
-¿Varita mágica? ¿Tiene un cetro o algo así? –preguntó con curiosidad.
-¡Mejor que eso, linda! ¡Con su grandioso pene! ¡Él te consagrará con su sagrada vara y beberás de su leche bendita! – le respondió Maite mirándome burlona.
-¡Pero antes de eso, las hermanas una a una de rodillas le debemos rendir honores a Andrés chupándole su pene! ¡Después nos debe penetrar hasta que logremos un exquisito orgasmo! ¡Una vez todas felices y satisfechas viene tu consagración! ¡Es un grandioso y delicioso rito que nos convierte a todas en iguales! – Finalizó sonriendo Maite su alocución.
Antonella nos miraba en silencio con seriedad. Su rostro había palidecido y su tono de voz se volvió grave.
-¡La veritá é che non ci capisco niente! – Exclamó confundida moviendo la cabeza – ¡Ustedes están hablando de hacer una orgia, no de pertenecer a un grupo de amigas! –
-¡Linda! ¡Está es la Congregación de las Mal Portadas, no de las santurronas! ¡Esas son las condiciones, así que lo tomas o lo dejas! – le advirtió Maite.
Antonella nos miraba una a una desconcertada como si le estuviésemos gastando una broma, pero después de estar pensando unos segundos, nos dijo:
-¡No, muchas gracias por considerarme! ¡Por muy liberal que parezca tengo mis límites y principios además de ciertos escrúpulos, eso de desnudarme en público y tener sexo comunitario a la vista de todos, no es lo mío! – Respondió Antonella bastante contrariada – ¡Gracias, pero no acepto! ¡Por lo demás, me parece una locura impúdica que no quiero entrar a calificar! –
-¡Muy bien! – Exclamó Maite – ¡Visto que la aspirante se niega a cumplir con los requisitos, queda denegada la petición de Bernardita de incorporar a Antonella a nuestra Congregación! –
Bernardita nos miró desconcertada entre la duda y la risa sin entender muy bien por donde iba la idea que había surgido de la nada.
Maite y yo nos quedamos en silencio pero sonreímos porque habíamos logrado nuestro cometido, que la Bellucci criolla por sí misma se negara a ser la nueva integrante.
Nos quedamos conversando y bebiendo cada una con su copa en la mano hasta que sonó el citofono de la portería avisando la llegada de una visita.
Maite dio un salto para ponerse de pie con tanto entusiasmo que casi cae sobre el césped que rodeaba la piscina.
-¡Andrew! ¡Por fin ha llegado! – Exclamó con felicidad.
-¡Por fin! – Agregó Bernardita suspirando
-¡Qué maravilla!– fue la respuesta de Constanza poniéndose también de pie acomodándose coquetamente el cabello.
Mientras tanto, bebía tranquilamente de mi copa. Estaba lista para disfrutar del espectáculo de ver a mis amigas revoloteando alrededor de Andrés como abejas sobre una flor rebosante de néctar.
Entonces apareció Maite tomada del brazo de Andrés caminando casi sobre las nubes.
-¡He aquí al más guapo de los guapos, amigas! ¡Nuestro Andrew! – exclamó radiante.
Bernardita se levantó con elegancia y camino hacia él para colgarse a su cuello para besarlo en ambas mejillas.
Constanza, algo sonrojada, se acercó también para saludarlo besándole suavemente los labios.
Andrés miraba sonriente a cada una de mis amigas que lo rodeaban hablándole al mismo tiempo. Así que para librarse de tanto acoso camino hacia mí para besarme en la boca, metió suavemente su lengua entre mis labios y jugueteó por un instante.
-¿Qué tal mi amor? – Me saludó con tono seductor – ¿Ya hicieron el brindis por el éxito del negocio? – Preguntó.
-¡Por supuesto que no Andrew! ¡No sin ti, querido! – Respondió de inmediato Maite pasándole una helada botella de cerveza como a él le gustaba.
Con tanta algarabía nos habíamos olvidado presentar a Antonella.
Ella inmóvil en su asiento lo vio entrar con Maite tomada de su brazo y fue como si todo su cuerpo se incendiara sin control. Se le nubló la vista ante el calor que le subía desde sus pies para quedarse en medio de sus entrepiernas. Tuvo que juntar sus rodillas ante la inminente humedad que rápidamente mojaba su ropa interior.
Sus pezones se endurecieron al punto de hacerse notar bajo su vestido así es que tuvo que beber de un largo trago de su copa para bajar los niveles de excitación.
Entonces Bernardita fue quien llevó la iniciativa, tomó a Andrés de la mano y lo condujo hacia donde estaba Antonella.
-¡Andrés querido! ¡Te quiero presentar a Antonella, nuestra nueva amiga! – dijo haciendo que ella se levantara de su silla para saludarlo.
La chica se puso de pie mirándolo fijamente sin poder articular ni una palabra, intentaba que no se notara el potente huracán que arrasaba todo su interior.
-¡Qué chica tan guapa – Exclamó – Hola Antonella! – La saludó besándola muy lentamente en ambas mejillas.
-¡Ciao Andrés! – le respondió porque no pudo pronunciar ninguna otra frase.
-¿Italiana? – Le preguntó sonriendo Andrés.
-¡Napolitana! – balbuceó con un susurro Antonella.
-¡Un piacere conoscerti e un avvertimento, prenditi cura di questo pacchetto sei pazzo! – respondió Andrés en un perfecto italiano.
-¿Parli italiano? – preguntó Antonella tímidamente pero cada vez más agitada.
-¡Non molto, solo per dire cose bella! – Exclamó risueño clavando fijamente su mirada en los ojos de ella de manera interrogante.
Maite y yo no quedamos indiferentes a su reacción, más bien esperábamos ese momento porque después de aquello estábamos seguras de que nos encontraría la razón. Andrés era incomparable e inigualable.
Antonella casi fuera de control intentaba aquietar su cuerpo y su cabeza para disimular cuanto la había impresionado Andrés.
No lo podía dejar de mirar y ante cada pregunta solo respondía con monosílabos.
Maite se dedicó a observar cada movimiento de nuestra nueva amiga porque ya su intuición le susurraba al oído que no la debía perder de vista.
Andrés tomaba su cerveza mientras intentaba sostener una conversación con ella cuando exclamó de pronto.-
-¡Me acordé! – Exclamó por sorpresa – ¡Pero como no me di cuenta antes! – ¡Tú parecido es increíble, eres la copia fiel de Mónica Bellucci, eso es!
-¡Non dirmi che sei sua sorella! – rio de buena gana.
-¡Disculpa si te molesta la comparación Antonella, pero a Mónica Bellucci la encuentro fabulosa! ¡Le é molto bella! – Exclamó admirado Andrés.
Antonella se sonrojó de inmediato y bajo la mirada arreglándose el vestido que la delató de inmediato. No le era para nada indiferente.
Maite viendo la situación de inmediato salió del paso al comentario de Andrés.
-¡Versión made in china querrás decir mi amor! ¡Porque esa tal Mónica no se compara con ninguna de todas estas mujeres que te idolatran, cariño! –
-¡Jajajajajaja no exageres Maite! -Respondió mientras tomaba su cerveza – ¡Y respecto a la Bellucci, solo te puedo decir que pasan los años y su sensualidad crece como la espuma, pocas mujeres mejoran con el paso de los años y ella…es una de aquellas! – terminó por decir mirando fijamente a Antonella.
Maite me tomó del brazo para llevarme a la orilla de la piscina y me dijo en tono preocupada.
-¿Fabiolita, oíste a nuestro Andrew? – Preguntó muy despacio para no ser escuchada.
-¿Lo de la actriz italiana? ¡Por supuesto que si Maite, si estaba al lado de Andrés! – Respondí riéndome.
-¡Pero viste como Anto lo miraba cuando hablaban! – Contra preguntó aumentando la tensión.
-¡A ver Maite, que me quieres decir! ¡Sin tanta vuelta! – Intentando regresar al lado de Andrés.
Ella me detuvo tomándome del brazo lo que no me dejó indiferente.
-¡Fabiola, esa mujercita quedó prendada al instante de Andrés! ¡Mírala como babea con cada palabra que él dice, incluso junta las rodillas cuando se acerca! ¡Pero mírala! –
-¡Maite que estás insinuando! ¡Estás más paranoica que nunca! ¡Soy yo la que debiera estar preocupada y no tú, además no es la primera ni va a ser la última mujer que cae derretida ante el magnetismo de Andrés! ¡Les pasa a todas, estoy acostumbrada a eso! ¡Por lo demás ya desistió de pertenecer a la Congregación! ¿Ves? ¡No hay de qué preocuparse! – Le respondí caminando de regreso hacia la terraza.
-¡Espero que tengas razón Fabiola, porque yo no estaría muy tan segura! – Respondió finalmente Maite alcanzándome para reunirse con el resto.
Una vez que estábamos todos reunidos en la mesa de la terraza, Andrés se puso de pie y pidió silencio por un momento.
-¡Bueno, después de estas agradables y cortas vacaciones sin verlas! ¡Desde mi cumpleaños para ser exacto, quiero brindar por Maite y su exitoso negocio! ¡Que sean muchos más! – Dijo levantando su copa.
-¡Andrew pero que emoción, muchas gracias! – Respondió impresionada – ¡Gracias cariño! –
Después de entrechocar nuestras copas, Antonella carraspeó un momento antes de tomar el valor suficiente para hacerse escuchar.
-¡Io también quiero decir algo! – Exclamó algo tímida – ¡He estado meditando mucho sobre la proposición que me hicieron esta tarde! –
-¡Ahhhh linda pero eso ya pasó y no te tienes de que preocupar, nosotras entendemos! – Interrumpió Maite tratando de que no siguiera con la conversación.
-¡Pero déjala terminar, no la interrumpas, un poco de respeto Maite! – dijo Bernardita que estimaba a Antonella y la quería hacer sentir cómoda.
-¡Esto no me gusta nada Fabiola, no me gusta nada! – Masculló Maite apretando mi mano – ¡Cúbrete linda que va a estallar una bomba! – Terminó diciendo.
-¡He cambiado de opinión! – Prosiguió Antonella – ¡Me encantaría ser una integrante más de las Mal Portadas! ¡Acepto todas y cada una las normas de la Congregación! –
Al escuchar esta declaración Maite saltó de su asiento y pasó por encima de todas nosotras para desviar la atención.
-¡Pero linda, no es necesario tanto sacrificio, nosotras te vamos a querer igual, siempre serás nuestra amiga! –Decía intentando hacerla cambiar de opinión.
-¡Que linda noticia, que maravilla! – Dijo Bernardita aplaudiendo radiante de felicidad – ¿Ven? ¡Al final sabía que iba a recapacitar! ¡Dame un abrazo Anto! ¡Eres bienvenida! –
Andrés miraba de un lado a otro tratando de entender la situación hasta que su mirada se cruzó con la mía y tratando con gestos de preguntar qué estaba sucediendo, solo me encogí de hombros insinuando una seductora sonrisa.
Totalmente desconectado de los sucesos que se tramaban y con la excusa de ir al auto por una carga de su cigarrillo electrónico me hizo una sutil seña para que lo acompañara.
Sin que Maite se diera cuenta me escabullí entre el jardín para alcanzarlo y una vez que nos encontramos me empujo contra el auto. Hizo que apoyara las palmas de mis manos sobre el capó dejando mi culo a su disposición, levantó mi vestido y bajó la pequeña pantaleta con la intención de penetrarme por el ano. Deslizó sus dedos por mi vagina, los empapó de la abundante secreción que manaba de ella y con pequeños círculos fue dilatando y lubricando mi zona anal.
Entreabrió mis nalgas y cuando se acercó a la entrada pude sentir la dureza de su pene que sin dificultad se empezaba a deslizar hacia mi interior. La excitación fue inmediata y no pude evitar empezar a gemir de placer.
El pene de Andrés entraba y salía lentamente de mi ano cuando apareció de pronto Maite sorprendiéndonos y arruinando el caliente juego que teníamos sobre el auto. Nos quedó mirando por algunos segundos mientras Andrés me penetraba hasta que no aguantó más y exclamó:
-¡Comer delante de una hambrienta es de muy mala educación! ¡El par de calientes a olvidado todas las reglas de urbanidad y buenas costumbres!- exclamó ubicándose entre los dos.
-¡Que inoportuna eres Maite! – masculló Andrés tratando de acomodar su pene dentro del pantalón que se hacía estrecho cada vez que estaba erecto.
-¡Mas bien oportuna, claro que sí! ¡Porque para bautizar a la aspirante de la Congregación necesitamos que nuestro maestro y su varita mágica esté descansado y en su máximo esplendor! – exclamó Maite acariciando su entrepiernas. – ¡Qué grande y duro que está! – alcanzó a decir excitada antes de que Andrés con suavidad le retirara la mano y además le sonriera para que no lo tomara como un desagravio.
-¿Ahora me pueden explicar que están tramando el par de locas? – Preguntó frunciendo el ceño y abrazándonos a cada una por un lado.
-¡Nada mi amor! – Respondí mientras trataba de acomodar mi pantaleta que con la premura por subirla había quedado desajustada entre mis nalgas.
-¿Como que nada, Fabiola? – Insistió Maite tomándolo del brazo – ¡Esta noche haremos el rito de iniciación de Antonella y tú Andrés la debes convertir en una de nosotras!-
-¿Qué la debo convertir en una de ustedes? – Exclamó – ¡Pero qué tontería están hablando! ¿Y que se supone de debo hacer? – Preguntó dubitativo.
-¡Vamos a ver cariño! – Respondió Maite – ¡Tu solo debes tener listo y dispuesto ese maravilloso y magnifico atributo del cual estás dotado, que por lo demás todas hemos probado con gran satisfacción en más de una oportunidad, para ungir, deleitar y hacer gozar a nuestra nueva hermana y así convertirla en una más de nosotras! ¿Recuerdas lo que hicimos con la Cony en Viña del Mar? ¡Pues, algo parecido! ¡Es solo un juego para divertirnos y reírnos un rato, pasarlo bien y disfrutar de la noche, solo eso! ¡Tú solo relájate y goza! –
-¡Este juego me parece un poco peligroso! – dijo Andrés tratando de advertirnos.
-¿Yo? ¡Amo el peligro! ¿Y tú, amiga? – Exclamó Maite mientras nos encaminábamos hacia la terraza.
-¡A mí me llaman la Doctora Peligro! – Respondí riéndome a carcajadas.
Al llegar a la orilla de la piscina Maite le pidió ayuda a Andrés para subirse a la mesa y proclamar la iniciación de Antonella. Con intención fingió que perdía el equilibrio para que la nariz y boca de Andrés quedaran justo entre sus pechos.
-¡Ay, que torpeza! – Exclamó con una insinuante y provocativa sonrisa – ¡Que suerte que estás aquí para salvarme! –
Bernardita y Constanza no daban más de la risa. Antonella en cambio miraba atentamente la situación sin comprender la actitud de Maite. Por eso bajó la vista y se levantó para sentarse a mi lado.
-¿Fabiola, te puedo hacer una pregunta? – Inquirió Antonella – ¿No te molesta ver como tus amigas acosan de esa forma a Andrés? –
-¡Por supuesto que no, Anto! – Le respondí sonriendo – ¡Es parte de las reglas de la Congregación! ¡Cuando todas nos reunimos si no es para algo serio, todo es un juego y diversión sin trancas, tabúes ni malos rollos, disfrutamos, nos reímos y también a veces, gozamos! ¡Ya verás! –
Entonces Maite tomó la palabra.
-¡Amigas ha llegado la hora del gran acontecimiento de esta noche! ¡Comenzaremos con el ritual de iniciación de nuestra nueva integrante, así que por favor, pongámonos serias! – Exclamó guiñándole un ojo a Bernardita y Constanza para que se unieran al juego.
-¡Empecemos! –
-¡Andrew…nuestro querido amo y señor por favor dirígete al sofá que colocamos en ese lado y ponte cómodo! – le ordeno con suavidad.
-¡Berny, tu prepárate para presentar a la aspirante! ¡Y…a quitarse la ropa chicas! ¡Recuerden que debemos estar como llegamos a este mundo para presentarnos ante nuestro amado gurú! – Gritaba Maite dirigiendo la puesta en escena desde arriba de la mesa.
Con una cantidad no despreciable de copas de espumante ya estábamos lo suficientemente desinhibidas para no tener objeciones y muertas de la risa nos comenzamos a desvestir.
Constanza jugaba con sus pequeño cólaless hasta que de pronto lo tiró a la piscina.
Bernardita afligida miraba hacia todos lados buscando apoyo a su problema.
-¿Qué pasa Berny? – Le preguntó Maite desde la mesa.
-¡Estoy con la regla! ¡Igual me puedo desnudar si no les molesta el hilito que cuelga del tampón entre mis piernas! –
-¡Haz lo que te parezca! – Exclamó Maite – ¡Por mí no hay problema, pero igual deberás cumplir de alguna forma con tu deber en el ritual de consagración! –
Bernardita sonrió, levantó su pulgar en señal de aprobación y se empezó a quitar la ropa quedando totalmente desnuda.
Acompañé a Andrés hasta el sofá, me quite el vestido y me acerqué lentamente para que me quitara la pantaleta de encajes con la punta de los dedos.
Metió sus manos entre mis piernas para separar las rodillas y luego la fue bajando hasta que me tuve que sacar los zapatos.
Cuando estaba completamente desnuda me senté sobre sus rodillas y comencé a desabotonar su camisa, hundiendo mi nariz en su pecho.
-¡Madre superiora! ¡No sea egoísta, recuerde que debe compartir! – dijo Constanza que desnuda y risueña se acercaba también al sofá.
Bernardita con su escultural y delgado cuerpo desnudo al otro lado de la piscina animaba a Antonella para que se terminara de quitar la ropa interior. La postulante italiana nos miraba incrédula intentando comprender lo que estaba pasando.
Observaba hipnotizada los hechos que sucedían delante de sus ojos mientras lentamente se iba sacando una a una las prendas hasta quedar completamente desnuda. Todas quedamos asombradas. Era una verdadera diosa mediterránea, pelo oscuro, ojos levemente rasgados con unos bellos y vivaces ojos verdosos, piel dorada, pechos grandes y turgentes, un cuerpo generoso en curvas, su vello púbico totalmente depilado y sus torneadas piernas largas como dos columnas sostenían esa espectacular y hermosa estructura. Era una belleza a todas luces que siempre se ocultaba bajo un manto de absoluta sencillez y sobriedad.
Cuando quedó completamente desnuda, Maite se acercó con una bufanda de seda y le cubrió los ojos. Mientras la ataba a su nuca le susurró al oído.
-¿Estás preparada Bellucci? – le preguntó con la secreta esperanza de que se negara a seguir. Pero cuando volteó la cabeza y vio que Andrés se quitaba su bóxer exponiendo ante todas su imponente virilidad no dudo un segundo.
-¡Pronto, preparato e pronto a tutto! – Respondió ansiosa y agitada. – ¡Andiamo! –
Bernardita la tomó de los hombros y la fue guiando por la orilla de la piscina hasta llegar al sofá que se había convertido en un trono.
Maite desnuda se acercó a la aspirante y con parsimonia le quitó la venda de los ojos.
Antonella al abrirlos se encontró con Andrés sentado con las piernas abiertas y con el pene entre sus manos erecto en su máxima expresión frotándolo de arriba hacia abajo deslizando el prepucio hasta dejar completamente descubierto su glande.
La potente imagen dejó a Antonella sin aliento. Ese hombre era tal cual lo habían descrito las Mal Portadas, incluso mejor de lo que había imaginado en sus sueños.
-¡Queridas hermanas de la Congregación de las Mal Portadas! – Anunció Maite con solemnidad – ¡En esta hermosa noche de luna llena nos hemos reunido para recibir a una nueva integrante, Antonella!
-¡Bajo la protección de nuestro amado amo y señor Andrew al que tenemos en su máxima plenitud como ustedes pueden apreciar lo que es sin duda, un buen augurio para todas nosotras! – exclamó señalando su entrepiernas con orgullo.
-Como es costumbre en nuestra hermandad, antes de la presentación que hará la hermana Bernardita de los motivos por el cual la aspirante Antonella debiera pertenecer a nuestra Congregación, por favor pasen a besar la privilegiada vara de nuestro maestro y gurú.
-¡Hermanas! – Exclamó Maite con una botella de un fino espumante en la mano – Antes de la felación que haga cada una, bañaremos con este magnífico licor el fabuloso instrumento de culto que debemos besar y chupar para que unidas bajo el mismo sabor de la masculinidad de nuestro protector y de este delicioso espumante nos convirtamos en solo una única mujer. ¡Una para todas! – Gritó Maite empoderada en su rol de líder.
-¡Todas para una! – respondimos al unísono casi en trance.
Ante esta orden, nos ubicamos en fila a un costado del sofá y fuimos pasando una a una frente a Andrés donde nos pusimos de rodillas para chupar su pené en señal de sumisión, unión y saludo.
Maite vertió una cantidad considerable de espumante sobre el pene erecto de Andrés y la primera en dar el saludo fue Constanza quien se arrodilló sobre el cojín que habíamos puesto para estos efectos. Mirándolo hacia arriba abrió su boca para atrapar el pené entre sus labios mientras el resto de las Mal Portadas se mantenían en sus lugares. Los chupó y succionó durante algunos segundos y se retiró limpiando su boca con una sonrisa dando paso a la siguiente.
Fue el turno de Bernardita quien dé pie frente a Andrés se fue arrodillando con delicadeza , tomó su largo cabello rubio y lo acomodó a un lado de su cabeza para luego introducir el pene dentro de su boca.
Durante unos segundos lo mantuvo entre sus labios jugando y rozándolo con su lengua, para luego soltarlo no sin antes acariciarlo con sus dedos.
Bernardita sumamente excitada no pudo evitar que de pronto sus dedos comenzaran a jugar con su hinchado clítoris, pero ante una señal de Constanza salió de su estado de placer y tomó la botella de espumante para verter otra cantidad de líquido sobre el pene de Andrés.
Siguió Maite a quien traicionó su ímpetu y ansiedad. Introdujo el pené en su boca con tanta energía que casi pierde el equilibrio. Andrés la tomó del cabello y la guio para que no se volviera a equivocar. Chupaba y succionaba una y otra vez hasta que Constanza le dio unos golpecitos en el hombro y le dijo
-¡Es solo un saludo Maite, no es para que te lo comas entero! –
Luego fue mi turno. Me había tomado el cabello en un desordenado moño que dejaba sueltos algunos mechones, un toque casual y desordenado que le gustaba a Andrés.
Arrodillada bajé la cabeza para acariciar con mi lengua sus testículos, tome su pene con la punta de los dedos subiendo y bajando su prepucio con delicadeza.
Era lo que Andrés más disfrutaba y yo lo sabía. El suspiraba mirándome fijamente hasta que me permitió abordar su grandioso miembro con mi lengua. Lo introduje tanto en mi boca que casi llegó a mi garganta, lo empecé a retirar lentamente hasta que llegó el glande que apreté fuertemente entre mis labios. Una vez fuera, pasé mi lengua reiteradas veces desde el nacimiento de su pene hasta la punta del mismo. Satisfecha me levanté sonriente pasando mi lengua por el labio superior y dije.
-¿Quién sigue? – Pregunté con voz sensual.
-¡Insegnante, Dea! – Se escuchó decir en italiano a mis espaldas.
-¡Io seguo! – Exclamó agitada Antonella.
-¡No querida, tu no sigues! – Interrumpió Maite – ¡Todavía no eres una de las nuestras, así que espera a tu consagración! ¡Por lo demás, te llevarás la mejor parte de la ceremonia! –
Andrés nos observaba impávido desde el sofá meneando negativamente la cabeza. Su pene se empezaba a bajar cuando de pronto exclamó.
-¡Necesito ir al baño a lavarme, tengo espumante hasta en el culo y me incomoda mucho estar todo mojado! –
-¡No tardes demasiado querido! – Lo atajó Maite – ¡Recuerda que ahora viene la unificación del orgasmo!
-¿La que…? – Preguntó con cara de interrogación.
-¡La unificación del orgasmo, cariño! – Exclamó sonriente Maite – ¡Ahora nos debemos unir a través del orgasmo que nos regalarás a cada una de nosotras! ¡Son las reglas, mi amor! –
-¡De que putas reglas estás hablando, Maite! – Dijo desconcertado.
-¡De la Congregación, pues lindo! ¡De las que aprobamos por unanimidad esta noche y que tu preciosa mujercita fue la primera en aprobar la moción! –
-¡Así que anda al baño, haces pipi, te lavas bien lavado, fumas un rato tu cigarrito electrónico, descansas, te relajas, te tomas una cervecita y vuelves como nuevo para regalarnos a cada una de nosotras un maravilloso y apoteósico orgasmo! –
– ¡Ya sabes, son las reglas! – Exclamó Maite riendo.
Cuando Andrés regreso a la terraza para ninguna resultó indiferente lo atractivo que era desnudo. Con sus 1.87 ctm de estatura, un torso tonificado, brazos y piernas fuertes y musculosas con un culo bien formado, pero lo más llamativo era sin lugar a dudas lo que llevaba entre las piernas. Su pene de 23 ctm de largo con un grosor considerable en estado de erección que utilizaba como un verdadero maestro para satisfacción de todas nosotras.
-¡Y pensar que todo eso es mío! – Me dije en voz alta bebiendo lentamente de mi copa.
Con su figura bien cuidada además de su cautivante sonrisa, el séquito de las Mal Portadas no perdió la oportunidad y corrieron a recibirlo abrazándolo entre todas. Antonella sentada a un extremo de la piscina meneaba asombrada la cabeza.
-¡È la reincarnazione di Apollo stesso! – Exclamaba para sí sin poderle quitar la vista de encima. El solo verlo a la distancia estremecía hasta su última fibra y de solo pensar que pronto estaría entre sus brazos penetrándola la excitaba aún más. Esperaba ansiosa el momento de sentirlo dentro de ella.
Para esa noche había decidido ser una mera espectadora, así que me ubique en un sillón frente al sofá que Maite había dispuesto como trono para nuestro amado protector y gurú.
Desde esa privilegiada posición tenía una vista panorámica de todos los acontecimientos incluyendo a Andrés que ya más relajado comenzaba a disfrutar de la situación.
-¿Ahora podemos continuar? – Le preguntó Maite acercándose lo suficiente como para rozar su pene que aun estando en estado de reposo, impresionaba.
Andrés asintió con la cabeza buscándome con la mirada hasta que conectamos. Le guiñé un ojo y el me devolvió la mirada con una sonrisa. En ese momento decidió entregarse libremente al juego.
-¡Bien chicas, llego la hora de la unificación orgásmica!- Exclamó Maite – ¡De acuerdo a las nuevas normas cada una de nosotras elegirá una canción y durante el tiempo que dure la melodía tendrán que llegar al orgasmo o a los orgasmos que puedan tener durante ese periodo! ¡Si no logran tener uno, mala suerte no más! –
-¡Ahhhh, Y nada de elegir Rapsodia Bohemia ni Escalera al cielo, no puede exceder los 5 minutos! –
-¡Andrew, las hermanas decidirán la postura que desean y por supuesto tu haras el mejor esfuerzo para satisfacerlas! ¡Ya chicas, a disfrutar se ha dicho y seamos todas felices! – Terminó por decir Maite casi eufórica.
Andrés las miraba sonriente y entregado a lo que venía, pero su pene seguía en estado de reposo así que Maite al percatarse de ese inconveniente me llamó para que interviniera.
-¡Madre Superiora, tendría la amabilidad de iniciar el ritual motivando la varita mágica de nuestro amado gurú! – ¡Parece cansado! – Mirándome con una sonrisa maliciosa.
-¿Puedo hacer una sugerencia? – Interrumpió de pronto Andrés – ¡Está haciendo un poco de frio aquí afuera! ¿Porque no entramos a la casa y hacemos este juego en el living? ¡Estando más juntos y menos dispersos entraremos más rápido en calor! –
Andrés tenía razón, aunque estábamos todas desnudas, la mayoría de nosotras nos habíamos puesto una manta sobre los hombros para abrigarnos. Estábamos a finales del verano, las noches no eran cálidas sino más bien frescas. La idea de Andrés fue bien recibida y nos dirigimos al gran living de la casa de Maite para seguir con la ceremonia. Si bien la pausa había sido larga, el entusiasmo no había decaído en lo más mínimo. Estaban todas expectantes, ansiosas y excitadas.
Andrés se sentó en un hermoso Berger de cuero que ubicaron al centro de la sala frente a los sillones donde nos acomodamos a presenciar a menos de dos metros el orgasmo que tendría cada una. Iba a ser un espectáculo excitante y lleno de morbo.
-¡Bien chicas, seguimos con la ceremonia! – Exclamó Maite – ¡De acuerdo al sorteo realizado comienza Constanza, sigue esta hermosa princesa y finalmente Bernardita! ¡La Madre Superiora se ha excusado de participar porque ya tuvo varias dosis orgásmicas durante el día! ¡Es envidiable! –
-¡Ahhhh y piensen bien la canción que van a elegir, no puede exceder los 5 minutos, recuerden!-
-¡Ahhhh, lo había olvidado por completo! ¡En esa caja que dejé sobre la mesa hay una serie de juguetitos para que mientras observan como nuestra Madre Superiora hace funcionar la máquina del placer, ustedes pueden empezar a calentar motores, cosa que cuando les toque vayan a punto y bien lubricadas! – Terminó Maite por decir mientras se contorneaba sensualmente acariciando sus pechos y pellizcándose los pezones.
Todas se abalanzaron sobre la caja que al abrirla descubrieron una gran variedad de dildos y vibradores de todas las formas, tamaños y colores imaginables. Cada una eligió el suyo y empezaron rápidamente a jugar con ellos. Incluso Antonella que había estado algo nerviosa y ausente tomó un gran vibrador que al hacerlo funcionar lo empezó a pasar sobre sus pezones que con solo tocarlos se endurecieron de inmediato.
Andrés había comenzado a jugar con su pene y este lentamente daba señales de estar reaccionando.
Ante la solicitud de Maite ya estaba dispuesta a ayudarlo, así es que tome mi teléfono celular y busque en Spotify una de las canciones favoritas de Andrés. Me acerque por la espalda y deslice suavemente las manos por sus hombros, las baje por su pecho y con mi boca en su oreja le susurre:
-Mmm ¿Me permites que te ayude un segundo? –
-¡Los que quieras! – Respondió suspirando profundamente para abrirse de piernas sobre el Berger.
Lentamente fui girando para quedar frente a él, tomé sus manos colocándolas sobre mis caderas para que las guiara al compás de la música.
Empecé a bailar y a contornearme sensualmente a su alrededor. Bajé lentamente hasta quedar sobre sus caderas sin permitir el contacto de su pene con mi vagina. Me seguí moviendo casi rozando su espectacular miembro pero como la humedad de mis entrepiernas brotaba en forma abundante bajé mis caderas unos pocos centímetros para acomodar la punta de su glande en el umbral de mi vagina. Hice unos cuantos movimientos pélvicos y casi por arte de magia el pene de Andrés presentó una potente erección que dejo a todas impresionadas.
-¿Se le ofrece algo más? – Les pregunté con una sensual sonrisa.
Andrés me seguía intentando penetrar pero Maite, que estaba muy atenta a la situación intervino de manera oportuna.
-¡Gracias, gracias Madre Superiora! ¡Es más que suficiente, se puede retirar! – Respondió intentando ocupar mi lugar. -¡Tú lo tienes todos los días, deja algo para las pobres mortales, querida!
-¿Y…Constanza dónde está? – Preguntó buscándola con la mirada por el salón.
-¡Mira que si te sigues demorando perderás tu turno, linda!
-¡Acá estoy, Maite! – Respondió mientras anexaba su celular a los altavoces colocando su canción.
Al ritmo de Sweet Dreams de Emily Browning se comenzó a mover cadenciosamente frente a Andrés mirándolo fijamente con los ojos entrecerrados, revolviendo con las manos su cabello y pasando una y otra vez su lengua por el labio superior. Inhaló profundamente como si necesitara todo el aire que pudiera retener su cuerpo porque el incendio que traía bajo la piel era ya insoportable.
Por eso no dudo un instante en abrir la piernas para atrapar de inmediato el pene de Andrés entre las suyas.
No hubo ningún preámbulo, ubicó en el umbral de su chorreante vagina la punta del glande, espero unos segundos y se dejó caer lentamente hasta lanzar un ahogado gemido de placer. Sentía en cada poro de su piel como el pene avanzaba a través de las húmedas paredes hasta que topó fondo hundiéndose más allá de su útero.
Andrés la miro fijamente y Constanza cerró sus ojos dejándose llevar por el intenso deseo que la desbordaba. Los turgentes senos y las endurecidas puntas de sus pezones rebotaban y rozaban frenéticamente su pecho como si lo quisiera traspasar y quedarse dentro de él para siempre.
Al ritmo de su canción comenzó a mover sus caderas de adelante hacia atrás repetidamente subiendo cada vez más la intensidad de los movimientos, sus rodillas se intentaban juntar ante las intensas contracciones que experimentaba su vagina. Estaba teniendo miles de pequeños orgasmos que se sucedían eléctricamente uno tras otro.
Lo quería atrapar dentro de ella, aprisionarlo entre sus blandas paredes que húmedas parecían caricias mojadas.
Hasta que no pudo más. Su deseo fue más fuerte que en un arranque de locura se desmontó y cambió de posición. Le dio la espalda, tomó entre sus dedos el pene bañado en secreción, lo ubico nuevamente en la entrada de su vagina y se sentó. Guio una de sus manos para que exprimiera sus pezones y la otra entre sus piernas para enloquecerla. Los dedos de Andrés jugueteaban en círculos entre los labios mayores y su clítoris estaba tan duro e hinchado que parecía estar a punto de explotar.
Constanza gemía balanceándose sobre el pene de Andrés sonriendo de vez en cuando y mordiéndose los labios inclinando su cabeza hacia atrás. De pronto con un susurro entrecortado y agitado de voz le dijo
– ¡Castígame! –
Andrés estiró su cuerpo un poco más atrás sobre el Berger mientras Constanza seguía con un balanceo frenético sobre su pene, con una mano tiró fuertemente su cabello hasta que su cara quedó hacia arriba y con la otra le empezó a propinar una nalgada tras otra.
De pronto se quedó inmóvil, estática como una estatua mirando la nada para luego comenzar a temblar espasmódicamente con la respiración aún más agitada casi al punto de desvanecerse.
Todavía temblando por el potente orgasmo se dejó caer inerte sobre el cuerpo de Andrés con las piernas temblorosas al punto de no poder sostenerse sobre ellas.
En ese preciso instante sonaban los últimos compases de la canción. En 5,16 minutos había tenido miles de pequeños orgasmos y uno apoteósico difícil de olvidar.
Maite y Bernardita le dieron la mano a Constanza para ayudarla a levantarse.
No lograba articular ninguna palabra y sonriente caminó temblando hasta el sofá sentándose a mi lado. Se dejó caer aún en éxtasis, me miró con ternura y me dijo agitada con apenas un hilo de voz.
-¡No te puedo más que agradecer amiga! ¡Ese hombre te merece con creces, eres tan generosa! ¡Aunque sigo dudando que sea de este planeta! – Cuando terminó la frase estiró su cuerpo para descansar resollando fuertemente con el corazón latiendo a mil.
Antonella todavía no salía del asombro de ver un acto sexual en vivo y a pocos metros de distancia. Era algo que jamás había soñado presenciar. Nunca se había considerado voyerista pero la situación no la había dejado indiferente y su vagina la traicionaba. Estaba empapada.
Además, el solo hecho de pensar que se acercaba su momento la tenía sumamente inquieta, nerviosa y muy caliente.
Andrés por su parte, se levantó tranquilamente con su pene erecto, limpió las secreciones de Constanza, bebió media botella de cerveza, le dio varias caladas a su cigarrillo electrónico y volvió a su sitio en el Berger.
Antonella no lo dejaba de observar, estaba impresionada por el tamaño de su pene. A su lado estaba Bernardita recostada sobre el sofá jugueteando con un vibrador sobre su clítoris.
-¡Bernardita! – La interrumpió Antonella – ¡Disculpa que te moleste, pero te quiero preguntar algo! –
-¡Jajaja, No te preocupes Anto, llevo como 10 orgasmos seguidos! ¿Qué quieres saber? – Exclamó dejando el vibrador a un lado.
-¡Es sobre Andrés! – Dijo casi en susurro
Bernardita la miró y se puso seria, se acomodó el cabello detrás de las orejas se sentó derecha en el sofá y le preguntó:
-¿Qué pasa con Andrés? –
-¡Para empezar estoy sorprendida por el tamaño de su pene, eso no es normal! ¿Duele cuando lo mete? Segundo, ¿Toma viagra o algo parecido para mantener tanto rato la erección? Y la última ¿Cómo lo hace para no eyacular cada vez que tiene relaciones sexuales con ustedes? –
-¡Jajajaja Anto, por dios las preguntas haces! – Dijo tranquilizándose Bernardita – ¡Andrés es una persona muy especial y como decimos todas nosotras, no es de este mundo! ¿Duele? Si, al principio pero después se te olvida todo cuando llegas de un viaje al cielo. Que tome alguna pastilla no lo sé, solo sé que tiene un poder mental casi sobrenatural sobre su cuerpo. Podemos estar todas una y otra vez teniendo sexo con el hasta el otro día y no eyacula. ¡Lo hace cuando quiere y creo que esta noche será tú la afortunada de recibir y beber su deliciosa leche! –
Antonella después de escuchar las respuestas de Bernardita quedó aún más nerviosa y sumamente excitada.
Llegó el turno de Maite que siempre pretendía impresionar a Andrés. Tocó la pantalla de su teléfono celular y comenzó a sonar You Can Leave Your Hat On la icónica canción de la película Nueve semanas y media de Joe Cocker que decía era su himno oficial a la hora de tener sexo.
Los acordes comenzaron a sonar y Maite se transformó.
La misma bufanda de seda que le había cubierto los ojos a Antonella la colocó sobre sus caderas y moviéndola de un lado a otro llegó frente a Andrés. Frotó la exclusiva pieza de seda entre sus piernas para luego rodearle el cuello acerándolo lentamente hasta que su cara quedó hundida entre sus pechos.
Suspiró para sentir su boca, pero Andrés se retiró la distancia precisa para morder y chupar primero un pezón y luego el otro.
Ante cada mordisco ella gemía quisquillosa mientras jugueteaba con los dedos en su vagina.
Cuando tuvo la certeza que estaba lo suficientemente lubricada, tomó el pene y como un instrumento lo fue frotando alrededor de su resbalosa vulva. De un lado a otro en círculos sentía como el glande también tenso respondía al contacto.
Quería que Andrés le metiera la lengua entre sus piernas y para ello se recostó sobre uno de los lados del sofá y abrió las piernas.
Andrés la miró sonriente y metió la cabeza entre sus muslos recorriendo con su lengua el corto camino hasta que llegar al clítoris.
Se detuvo intencionalmente, lo rodeó con los labios y lo fue succionando de forma suave pero potente que hizo que de forma instintiva Maite levantara sus caderas y lo rodeara con las piernas al sentir como su vagina se deshacía entre espasmos y humedad.
Lidiaba contra la dificultad de su cuerpo que le pedía solo entregarse al placer de su primer orgasmo como también tener el control sobre Andrés que era el desafío que tenía cada vez que podían tener sexo entre los dos.
Cuando la lengua de Andrés jugaba de forma maestra con su sensible clítoris intentando doblegarla…lo logró.
En solo un instante Maite curvó su espalda y levantó los brazos para sujetarse al borde del sofá porque sus caderas parecían tener vida propia y se balanceaban al ritmo de lo que la lengua de Andrés decidía.
Hasta que no pudo más y lanzó un gemido tan profundo que por un instante pensamos que de verdad su respiración se había detenido.
Antonella que estaba a poco más de un metro observando la escena, se tomó del borde del sofá, juntó con fuerza las rodillas y bajando la cabeza solo se dedicó a respirar sostenida y profundamente intentando controlar su vagina que estaba a punto de estallar.
Bernardita sonreía de forma lujuriosa mirando a los actores sin dejar de jugar intensamente con un pequeño vibrador entre sus piernas.
Mientras tanto, yo permanecía observando el espectáculo desde un pequeño sillón bebiendo de mí copa cuando Constanza salió de su letargo preocupada por los gritos y gemidos de Maite que eran incontrolables.
-¿Fabiola? ¿No crees que deberíamos traer un equipo de primeros auxilios? ¡Esta vez Maite necesitará por lo menos oxígeno! ¡Mira como respira! – dijo algo confusa al ver a su amiga inhalando y exhalando de forma rápida y sostenida.
-¡No te preocupes, Cony! ¡Solo está en un profundo estado de éxtasis y si es necesario…la resucitamos! – Exclamé muerta de la risa.
Maite salió de su trance y se dio cuenta que le quedaba menos de la mitad del tiempo de su canción, así es que se recuperó rápidamente y tomó a Andrés de las caderas para colocarlo de pie frente a ella con la secreta intención de obtener nuevamente una deliciosa y tibia lluvia dorada.
Abrió su boca para introducir el pene de Andrés con la intención de excitarlo aún más, lo rodeaba con su lengua, aprisionaba el glande entre sus labios para luego soltarlo mientras acariciaba suavemente sus testículos con ambas manos.
Maite se metió los dedos en la vagina y se comenzó a masturbar porque el solo hecho de tener a Andrés delante de ella completamente desnudo y a su disposición quería estallar en mil pedazos y derretirse por completo hasta convertirse en agua.
-¡Dame esa lluvia poderosa Andrew! ¡Quiero que me bañes por completa! – Gritaba casi dándole una orden.
Constanza meneo la cabeza y sonrió bajando la mirada. Sabía perfectamente de que se trataba. Ella lo hacía de forma permanente con algunos de sus clientes sumisos cuando ejercía su papel de Dominatrix. Jamás imaginó a Maite solicitándole a Andrés una cosa como esa.
Bernardita miraba desconcertada encogiéndose de hombros intentando explicarse la petición de nuestra amiga.
-¿Sabes de que hablando, Maite? – Me preguntó Bernardita de manera inocente.
-¿Yo? – contra pregunté intentando disimular que sabía perfectamente a lo que se refería.
– ¡Creó que está en trance no más, tu sabes que una habla tonterías en ese estado! – ¡Capaz que se haya confundido con el informe del tiempo! – Hice una pausa y sonreí – ¡Lo que hace un potente orgasmo! ¿No crees? – Respondí con la intención de acabar ahí la conversación.
Sin embargo Antonella sabía de qué se trataba así es que intervino de inmediato.
-¡Ella está hablando de la lluvia dorada, estoy segura! ¡Es la experiencia más extrema a la hora de tener sexo! –
-¿Lluvia dorada? – Insistió Bernardita – ¿Qué postura es esa? –
Constanza miró a Antonella, le abrió los ojos y meneó negativamente la cabeza en señal de advertencia. Antonella comprendió el mensaje de inmediato y se calló.
-¡Berny, la lluvia dorada es la forma de decir cuando una desea tener muchos orgasmos seguidos y hacer que tu cerebro se ilumine con millones de brillantes luces orgásmicas! ¡Es simplemente una metáfora! – Explicó Cony sonriendo.
En el sofá Maite insistía en ser bañada por Andrés, pero de manera sutil la hizo cambiar de opinión e invierto las posiciones. Se sentó en el Berger y la hizo sentarse sobre su pene.
No perdió un segundo y cayó presa de la excitación en su punto culmine. Al más breve contacto del el glande con su vagina esta se comenzó a contraer con fuerza.
La canción ya había terminado pero Bernardita le dio un par de minutos para que subiera al cielo, abriera los ojos y viera las estrellas con su tan deseada lluvia dorada, porque no habría sido justo interrumpirla en aquel viaje que se convertiría una vez más, en un orgasmo inolvidable.
Cuando Maite volvió jadeante con la respiración entrecortada y lentamente se despegaba de entre las caderas de Andrés, arreglándose el cabello logró articular unas palabras.
-¡Ufffff! ¿Quién de ustedes me acortó la canción, había puesto la versión extendida?- preguntó mirándonos a cada una para encontrar una excusa para obtener algo más de tiempo.
-¡La lealtad es una condición vital dentro de esta Congregación! ¡Mi canción duraba más de 5,30 min y solo me alcancé 3,5 min! –
-¡No Maite, tu canción duró 4,20 min e incluso Bernardita te dejó viajar por el universo multicolor por 6,20 min! – Exclamó Constanza.
-¡No quise interrumpir tu lluvia dorada! – Exclamó inocentemente Bernardita.
Cada una de nosotras reía casi a carcajadas porque la astucia de Maite y la inocencia de Berny, sin duda nos sobrepasaban.
Resignada y viendo que su estrategia no había dado resultado, se volteó para tomar el rostro de Andrés entre sus manos, lo besó cariñosamente en la frente y le dijo.
-¡Eres un monstruo, un fenómeno! ¡Tuya para siempre, amigo! –
Bernardita estaba preparando su canción pero tenía una preocupación extra que no la dejaba concentrarse por completo.
Andrés nuevamente tomó su descanso, pero esta vez me adelanté y le llevé personalmente una cerveza.
Con una toallita húmeda que encontré en el baño le ayude a limpiar su pene que permanecía sumamente duro y erecto los restos de los fluidos de Maite.
Esa tarea era sin duda excitante, no pude evitar que mis pezones evidenciaran que no me dejaba indiferente.
La tentación rondaba mi cabeza y por sobre todo mi entrepiernas pero llegó Bernardita para hacer desaparecer cualquier posibilidad de caer en tentación.
-¡Ahora es mi turno! – Exclamó entusiasmada – ¡Andrés prepárate, he esperado demasiado, así que te voy hacer mierda! –
Tocó suavemente la pantalla de su celular para dar inicio a la canción Romour has it de Adele. El tema le atraía principalmente por la melodía que cuando la bailaba sola en sus ratos de ocio le hacía sacar toda la sensualidad y erotismo que llevaba dentro.
Con los primeros acordes se para frente a Andrés y moviéndose delicadamente se comenzó a acariciar los pechos y a jugar con su rubio y liso cabello. Fue bajando hasta quedar de rodillas para con ambas manos tomar su pene, lo empezó a acariciar de arriba a abajo para luego introducirlo en su boca. Andrés dio un largo suspiro, la tomó del cabello y sonriendo le levantó la cabeza para mirarla directamente a los ojos.
Ella no estaba totalmente concentrada porque le preocupaba de sobremanera el hecho de que se encontraba con la regla con un tampón puesto en su vagina lo que según ella, era imposible gozar plenamente de su oportunidad.
Andrés se dio cuenta de que algo no andaba bien con Bernardita así es que la soltó de cabello y tomándola de los hombros la quiso sentar sobre su pene.
-¡Andrés…tengo un inconveniente! – le dijo casi susurrando
-¡Estoy con la regla y tengo un tampón puesto! ¡Pero me lo puedo sacar si no te molesta! – Respondió desinhibida – ¡Estoy muy, pero muy caliente, te quiero sentir dentro, Andrés! ¡No doy más! ¿Me lo saco? – Preguntó.
-¡Nooooo, Berny! – Saltó Maite al escuchar lo que decía – ¡No pretenderás convertir mi sofá en un sangriento campo de batalla! –
-¡Qué pena, porque hacerlo en estas condiciones es delicioso! ¡Estoy tan llena de estrógenos que se me salen hasta por los poros! – dijo Bernardita con cierta malicia.
-¡Sácatelo! – Exclamó Andrés mirándonos desafiante a todas.
A la orden de Andrés, Bernardita de inmediato tomó con sus dedos pulgar e índice el hilo del tampón que sobresalía de su vagina.
Estábamos todas expectantes ante semejante osadía, porque si bien tenía razón en cuanto a la carga hormonal y al aumento del deseo durante el período, la reticencia e incomodidad por parte de los hombres de tener sexo bajo esas condiciones no era parte de un mito. Esa práctica solo se daba dentro del círculo íntimo de los amantes quienes previo acuerdo se hunden en hacer el amor bajo situaciones distintas.
Pero esto se trataba de sexo basado en la confianza de la amistad incondicional. Así lo interpretó Andrés y así mismo lo tomó Bernardita para su beneficio.
Al sacar el contenedor de su vagina grata fue su sorpresa al ver que su ciclo estaba en los últimos días del rojo fluido.
Ella sonrió satisfecha, mientras Maite no muy convencida tuvo que aceptar que Bernardita tomaría el turno que le correspondía.
-¡Que hasta para estas lides esta Barbie tenga suerte! – Reclamó en voz alta – ¡Pareciera que tiene una estrella invisible en su cabeza y le funciona cada vez que lo necesita! –
Con la urgencia del deseo ella tomó la iniciativa. Se montó de un salto sobre el pene de Andrés y lo empezó a cabalgar desesperada en forma frenética. Levantaba sus caderas y luego las bajaba de forma sincronizada según la profundidad que deseaba que el pene de Andrés penetrara su vagina.
Bernardita gemía ante cada movimiento y se mordía de vez en cuando el labio inferior al intentarse contener su excitación para no ceder ante la tentación de un orgasmo. Quería hacer durar lo que más pudiera este sublime y delicioso momento.
Andrés la tenía tomada por ambos pechos que masajeaba con suavidad pero cuando llegaba a los pequeños pezones, los tomaba con la punta de los dedos y los estiraba hasta sacarle quejidos de placer.
Fue en uno de esos episodios en que no se pudo contener quedándose inmóvil sintiendo como su vagina apretaba con mayor fuerza el pene de Andrés que se encontraba en lo más profundo de su interior hundido golpeando su útero.
Las contracciones y descargas eléctricas no sólo eran entre sus piernas sino que en todo su cuerpo que se tensaba con un placer indescriptible.
Maite estaba pendiente de que la canción de Bernardita fuera a terminar y como conocía el tema a la perfección por ser una de sus cantantes favoritas le devolvió el favor e intervino para que se reiniciara nuevamente la melodía.
Al fin y al cabo ese era el espíritu de la Congregación…Todas para una, Una para todas, frase del celebre D’Artagnan a sus mosqueteros y que nosotras acuñamos como nuestra porque nos calzaba a la perfección.
Bernardita jadeante lograba poco a poco recobrar el sentido. A pesar que el orgasmo que había vivido era todo lo que había esperado, su deseo pudo más y levantándose con los ojos brillantes llenos de sensualidad, se arrodilló sobre la alfombra y poniéndose en cuatro levantó su culo ofreciéndoselo a Andrés en su mayor esplendor.
-¿No dejarás que mi culito se quede sin probar tu deliciosa varita mágica? – Exclamó con la voz entrecortada y una sonrisa seductora. De pronto su bello rostro se transformó, dibujó en sus labios una sonrisa maliciosa y comenzó agitada a decir.
-¡Hazme tira, Andrés! ¡No sabes cuánto deseo sentir como me destrozas de placer! ¡Qué esperas, mételo de una puta vez!- Gritaba desaforada.
Todas nos sorprendimos porque esta no era nuestra cálida, dulce e inocente Bernardita. Nos la habían cambiado por una que estaba poseída por la pasión, la lujuria y el deseo.
Andrés sonrió y se arrodillo detrás de ella, acarició con firmeza sus hermosas nalgas separándolas para divisar su ano que al tocarlo con sus dedos para comenzar a dilatarlo, este palpitaba y se contraía de forma involuntaria una y otra vez.
El glande de Andrés lubricado con una mezcla de fluidos y vestigios de sangre se ubicó en la entrada del culo de Bernardita, lo empezó a empujar y a deslizar suavemente hacia su interior.
Berny apoyó su frente sobre la alfombra, levantó aún más su culo y empezó sostenidamente a gritar y gemir de placer.
El pene de Andrés desaparecía totalmente y volvía aparecer una y otra vez del interior de su ano ante los intensos quejidos de satisfacción que brotaban agitados y desgarrados de la garganta de Bernardita.
Antonella con el corazón desbocado no aguató más y se levantó del sofá para mirar más de cerca la escena. Se arrodillo al lado de ellos con una mano acariciando sus pechos y la otra entre sus piernas observada hipnotizada como el ano complaciente de Bernardita adquiría el diámetro preciso para que el tremendo pene de Andrés la penetrara sin mayor complicación. No pudo evitar sentir que su ano también comenzaba a palpitar ante cada arremetida.
Andrés tomó totalmente el control y sujetando con sus manos las caderas de Bernardita la fue embistiendo cada vez con más fuerza que el frágil cuerpo de nuestra rubia amiga empezó a temblar, se paralizó y con un ahogado grito se dejó caer jadeante completamente rendida sobre la alfombra.
Pasado unos segundos, Andrés se dejó caer suavemente sobre su espalda y le empezó a besar tiernamente la nuca y a rodearle el cuello.
Yo estaba a unos metros de ellos sin poder comprender en ese instante el ensordecedor ruido del desconcierto que había en mi cabeza, porque me resultó tan incómoda y chocante la escena de Andrés besando a Bernardita después que tuviera su orgasmo, porque lo único que se esperaba en ese momento era tener sexo y nada más que sexo.
Le daba vueltas en mi mente a ese detalle cuando Bernardita al sentir las caricias en su cuello, sonriendo con los ojos brillantes por la emoción se giró por completo colocándose de espaldas sobre la alfombra. Andrés se recostó sobre su cuerpo mirándola a los ojos. Ella abrió levemente sus piernas para acomodar el pene sobre su vulva, lo abrazó, lo besó en los labios y le susurró al oído.
-¡Sabes que te amo, cierto! –
Andrés la miró con ternura y le respondió.
-¡Claro, también te amo como a todas! – Exclamó sonriendo.
Maite que se encontraba en el lugar más próximo se acercó a la pareja y deslizándose sobre a alfombra metió su cabeza entre los dos cuerpos y le dijo:
-¿Interrumpo algo calientes tortolitos? ¡Ya, menos romanticismo que el parcito está demasiado empalagoso! ¡Te pasaste 6 minutos, Berny! ¡Estamos a mano! –
-¡Por eso te quiero, Maite! ¡Eres buena amiga! – Exclamó Bernardita satisfecha y risueña recostada sobre la alfombra.
Andrés se levantó, ayudó a Bernardita a que se pusiera de pie porque le temblaban las piernas sin poderlas controlar completamente.
De pie luciendo su viril desnudez Andrés recorrió el living buscándome con la mirada hasta que me encontró sentada en un sofá bebiendo el último sorbo de mi copa número… bueno a esas alturas yo había perdido la cuenta.
-¡Me voy a duchar, necesito un baño! –anunció Andrés esperando que lo acompañara.
Grande fue su extrañeza al ver que solo me moví en el sillón para cruzar mis piernas de un lado para otro mientras levantaba la copa haciendo un saludo en su honor.
Sin comprender muy bien mi actitud siguió indiferente su camino hacia el baño mientras yo observaba a Maite que estaba muy concentrada entrando y saliendo de una habitación con unas cajas que dejó encima de una de las mesas laterales de la sala.
Cuando Andrés anunció que se daría un baño más de alguna de las Mal Portadas se inquietó al ver que podía peligrar el tan esperado bautizo de la nueva integrante, más nerviosa su puso aun, la propia protagonista.
-¡Pero si ahora viene la consagración de Antonella! – Exclamó Constanza afligida – No te puedes ir a bañar ahora.
-¡Tranquila Cony, estoy bien! – Respondió Andrés bastante relajado – ¡Solo necesito una ducha y refrescarme un poco! ¡Ustedes mientras tanto, preparen a la aspirante! – Dijo asumiendo su rol de líder mirando fijamente a Antonella.
Nuestra nueva amiga estaba totalmente fuera control porque ya no podía esperar más. El momento tan deseado desde que vio a Andrés cruzar el umbral de la terraza estaba a punto de llegar.
Cuando regresó al living después de una revitalizante y relajadora ducha que le entregó esa dosis extra de energía para cumplir con la última etapa de nuestra reunión, se encontró con la sala en penumbras donde solo podía distinguir siluetas sin detalles.
No había sido testigo de la puesta en escena de la Ceremonia de Iniciación como la habíamos denominado en ese momento y de la que fue una pronta improvisación no quedaba ningún vestigio.
-¡Tu Fabiola, ven conmigo! ¡Necesito tu ayuda para ordenar este lugar que parece un vulgar folladero! – Dijo Maite pasándome una de las cajas que había traído.
-¡A ver ustedes, queridas! ¡Porque no chupan un limón para que se les quite esa sonrisa boba en sus lindas caritas! ¡Ahhhh por cierto, el cabello les brilla de una manera espectacular! ¡Lo que hace un buen polvo! – Exclamó Maite mientras seguía ordenando las cajas.
Su cabeza había comenzado a funcionar mucho antes de que cada una de ellas estuviese con Andrés. Ahora solo tenía que echar a andar su idea.
-¡Bellucci ven para acá, ahora si es tu turno! – le dijo a Antonella invitándola a que se acercarse al sofá.
Ella caminaba sobre las nubes, su deseo la llevaba en andas hacia lo que pensaba era sin duda, la gloria. Sus ojos brillaban de emoción y su piel ardía de deseo. Ya había tenido suficiente con que las otras hubiesen estado con Andrés siendo relegada a vivir solos orgasmos imaginarios.
Maite le arregló el cabello y le puso sobre los hombros una delicada camisola de gasa blanca transparente que solo servía para dar solemnidad a la ceremonia porque no ocultaba ni un centímetro de su espectacular cuerpo desnudo.
-¡Berny, linda! ¡Deja de sonreír como tontita y anda preparando el discurso de presentación de tu postulante! ¡Andrew está por llegar y debemos estar a la altura de las circunstancias! –
Así como nos ordenó la organizadora nos fuimos poniendo en fila con una vela en las manos para que una vez que se iniciara la ceremonia fuera encendida para guiar a Antonella en su iniciación.
Cuando apareció Andrés en la sala se sorprendió al observar el grado de organización.
Andrés se acercó al sofá y se sentó cómodamente con los brazos abiertos en completo relajo.
Con el aria Un bel di vedremo de la opera Madame Butterfly como música de fondo, Maite nos encendió la vela a cada una para iniciar el camino en orden de prioridad según su criterio. Yo comencé a caminar desnuda tratando de contener la risa para no apagar la llama, me seguía Maite y luego Constanza, dejando en último lugar a Bernardita y Antonella quienes caminaban juntas para hacer la presentación.
A medida que íbamos avanzando nos ubicábamos a los costados de Andrés para dejar a la aspirante y su patrocinadora enfrente de él.
De reojo podía ver como Antonella temblaba como gelatina embobada ante la presencia de Andrés que la miraba sonriente…casi con ternura.
Bernardita aún bajo el influjo de la emoción de su reciente encuentro, solo lo miraba disfrutándolo en silencio.
Una vez que dejamos las velas sobre las mesas de arrimo a modo de dar un ambiente más íntimo, Maite dio un paso al frente y tomó la palabra.
-¡Hermanas de la Congregación de las Mal Portadas, nos reunimos esta noche para dar la bienvenida a la aspirante Antonella más conocida como la Bellucci a nuestro selecto grupo! – Exclamó con cierta ironía – ¡El fuego que ilumina este momento destruye todo el mal, purifica y limpia el alma de cada una de nosotras para aceptar con amor a nuestra nueva hermana! –
-¡Como lo dictan las reglas que son por todas conocidas, la patrocinadora deberá hacer una presentación para darnos a conocer cuáles son los méritos y por sobre todo los atributos que la distinguen para hacerla merecedora de integrar nuestra Hermandad! –
-¡Una vez que todas nosotras nos hemos unido a través del sublime orgasmo otorgado por nuestro líder y maestro, es hora de presentar a la nueva aspirante! ¡Que tome su lugar, por favor! – Continuó Maite con solemnidad.
Bernardita avanzó desnuda unos pasos para quedar enfrente de Andrés tomada de la mano de Antonella y guiñándole sutilmente un ojo comenzó su presentación.
-¡Queridas amigas! ¡Tengo el honor de presentar a la que será la nueva integrante de la Congregación la que sin duda, ha sido un gran descubrimiento para todas nosotras! –
Maite bajo su cabeza de tal forma que no se notará que entre susurros me haría un comentario.
-¿Descubrimiento? ¡Ni que se llamara América! – exclamó. A lo que Constanza agregó -¡Pero si es igual a Mónica Bellucci! – tratando de ser más conciliadora.
Yo trataba de mantener la seriedad y no largarme a reír, pero Maite no cooperaba bajo ninguna circunstancia. Bernardita ajena a nuestros comentarios siguió con su presentación.
-¡Es una mujer del centro sur de Europa, de Nápoles para ser más exacta, hermosa ciudad italiana bañada por el Mediterráneo, posee un cuerpo de formas bien definidas y voluptuosas! –
Ante cada descripción que hacía la patrocinadora, Andrés aguantando la risa afirmaba con su cabeza a modo de aprobación.
-¡Ella merece que un hombre como Andrés la honre con su bendición y la proclame una de nosotras con su sagrada leche!
-¡Él es un magnífico amigo, de una generosidad sin límites!
-¡De una inteligencia sublime y por sobre todo el protector de cada una de nosotras! – Exclamaba emocionada Bernardita – ¡Es un hombre que…! –
Maite que seguía una a una las palabras con atención no lo pudo evitar y de pronto la interrumpió.
-¡Berny! ¿Qué parte de presentar a la aspirante no te quedó claro? –
Bernardita se sonrojó y por un instante bajo la cabeza pero logró controlar su emoción y sonriendo siguió con la presentación.
-¡La presentación es para ambos, hermanitas! – Respondió con algo de ironía – ¡Porque mi representada debe saber que estar con este hombre! – Indicando a Andrés – ¡Es un privilegio! –
Maite tenía claro que era la encargada de continuar con la ceremonia, así es que desnuda y moviendo sus caderas con cierta cadencia que le daba un aire sensual nos sorprendió a todas.
Se ubicó enfrente de la postulante dándole la espalda a Andrés, quien sonreía al mirarla. Sabía que sus ojos estaban puestos en su bien formado trasero.
Ante cada palabra que pronunciaba movía su cabello de un lado a otro porque con ello también lo hacían sus caderas convirtiéndolo en un juego de seducción.
-¡Hermanas mías! ¡Ha llegado el momento más grandioso de esta Congregación! ¡Un hecho que será inolvidable en la vida y que cada una de nosotras vivió en su momento con la seriedad que corresponde! – dijo Maite con voz solemne pero a medida que lo iba haciendo, nos miraba a cada una guiñándonoslo un ojo dejando fuera de está complicidad a Antonella.
La aspirante se estaba quitando la túnica para quedar completamente desnuda cuando Maite se adelantó riendo.
-¡Bellucci querida! ¡Ya sé que estás ardiendo! ¡Pero todavía no es hora de probar tan delicioso bocado! – Apuntando la entrepiernas de Andrés – ¡Antes de eso debes hacer el juramento de la Congregación de las Mal Portadas! –
-¡Por favor ponte enfrente a mí y levanta la manito que quieras! – le ordeno mientras se sentaba sobre las piernas de Andrés.
-¡Madre superiora! ¿Usted como autoridad máxima, considera que esta aspirante es digna de pertenecer a nuestra Congregación? –
-¡Por supuesto! – Respondí de forma escueta – ¡Tiene todos los atributos para serlo! –
-¡Antonella, para ser parte de nuestro grupo debes conocer las siguientes normas y prometer o jurar su cumplimiento! – Prosiguió Maite.
-¡Uno, por sobre todas las cosas, el bien supremo es la amistad incondicional! ¡Somos amigas ante que cualquier otra cosa o circunstancia! –
-¡Dos, la lealtad es la virtud más significativa de este grupo! ¡Si alguna de nosotras está en peligro de muerte, solo así podrás traicionar el secreto de amigas para ayudar a la otra! ¡Nunca para joderla, menos traicionarla! –
-¡Tres, lo qué pasa en las Mal portadas se queda en las Mal Portadas, bajo ninguna circunstancia se comentan los hechos que haya ocurrido con o entre nosotras! ¡Pasado…pisado! –
-¡Y lo más importante! ¡Prohibido… repito…estrictamente prohibido! – Insistió Maite – ¡Que no se les pase jamás por esas calientes cabecita que tienen sobre los hombros! ¡Enamorarse de este Apolo aquí presente! –
Las carcajadas estallaron por doquier porque Maite tenía bien tomado el pene de Andrés entre sus manos.
-¡Solo sexo, todo el que se pueda! ¡Y del mejor! ¡Siiiii! – Gritó
-¡Siiiii! – Se escuchó al unísono – ¡Sexo, sexo, sexo! – Gritábamos eufóricas alrededor del sofá.
-¡Silencio hermanas, un poco de seriedad por favor! – Nos interrumpió Maite – ¡Debemos tomar el juramento de rigor! –
-¡Aspirante Antonella, ahora usted tome y apriete con sus dos manos el pene de nuestro amado Maestro y jure o prometa su lealtad eterna a nuestra congregación! – Continuó diciendo Maite.
Antonella nerviosa se arrodilló y miró a Andrés a los ojos. Este le sonrió dándole su aprobación lo que le dio cierta tranquilidad. Tomó delicadamente el pene entre sus dedos que aun estando flácido era imponente, lo apretó suavemente disfrutando de la sensación y dijo con la voz entrecortada agitada por la excitación:
-¡Prometto! –
Después de escuchar su promesa, todas empezamos a aplaudir.
Andrés movía la cabeza de un lado a otro sonriendo resignado ante la locura general que se había generado, pero no me quitaba los ojos de encima.
Maite se levantó y me tomó de la mano para llevarme al lado de Andrés.
-¡Ahora la Madre Superiora hará el honor de preparar nuevamente la varita mágica para la consagración de Antonella! –
Acepté de inmediato el encargo. Enfrente de Andrés me tome el cabello, lo besé en la boca mordiéndole los labios, dejando que con la punta de sus dedos fuera pellizcando suavemente mis pezones.
Al arrodillarme tome su pene entre mis manos y fui retrayendo el prepucio hasta dejar el glande a la vista. Lo introduje en mi boca y empecé a jugar con mi lengua en el meato. Llegado a este punto, Andrés había logrado una imponente erección dándonos la señal de que estaba listo y preparado para lo que venía.
Maite al ver que ya había logrado mi finalidad, me tomó por los hombros y exclamó:
-¡Madre superiora disculpe, pero ya cumplió con su objetivo, ahora queremos dar inicio al momento crucial de la ceremonia! –
-¡Antonella, ven acá hermana! – Le dijo quitándole la túnica – ¡Ha llegado el momento que tanto has esperado!
-¡Andrew, por favor! ¡Conviértela en una legítima Mal Portada como lo has hecho con todas nosotras! ¡Báñala y hazla beber como corresponde de tu divino semen! ¡Pero antes, que viaje por los confines del universo a través del orgasmo que es nuestro sagrado vínculo! –
Antonella no podía creer que era su momento. Extasiada se acercaba con una sonrisa nerviosa hacia Andrés intentando controlar su deseo.
Sus ojos brillaban de la emoción y sus pezones estaban endurecidos antes de que tomaran contacto con la piel de Andrés. Se abrió de piernas y a horcajadas se acomodó sobre sus caderas intentando besarlo, pero Andrés suavemente le susurró al oído:
-¡Nada de besos! ¡Solo sexo! –
La sorpresiva respuesta la dejó algo confundida pero siguió adelante porque el fuego que la consumía no la dejaba pensar con claridad, solo lo deseaba con pasión casi rayando en la locura.
Antonella estaba totalmente fuera de sí, se movía gritando y gimiendo frenéticamente sobre Andrés jadeando más por ansiedad que de excitación.
Intentaba que el pene le llegará aún más profundo de lo que su cuerpo lo permitía, más bien lo que su vagina soportaba.
En cada embestida suya ponía sus voluptuosos pechos sobre la boca de Andrés para que chupara sus pezones.
-¡Vamos, muérdeme, no me dejes así! – le suplicaba desafiante con la voz entre cortada – ¡Lo quiero todo…todo! – ¡Me duele, me duele mucho, pero sigue, no pares, entiérralo hasta adentro! ¡Dai, dammi tutto! ¡Fa male, ma mi piace molto! – Gritaba descontrolada Antonella.
Nosotras sentadas a pocos metros de ellos no perdíamos detalles de la escena en el sofá. Estábamos completamente sorprendidas.
-¡Yo me considero caliente, pero está Bellucci me lleva como diez pueblos de ventaja! – exclamó Maite mirando atenta y asombrada cómo Antonella había perdido el control y se estremecía de forma espasmódica como si un rayo le hubiese caído sobre su cabeza.
La descarga que le produjo el orgasmo cuando recién comenzaba a disfrutar de la penetración fue tan potente que después de un intenso y prolongado gemido comenzó a llorar desconsoladamente abrazando fuertemente a Andrés.
Constanza no la dejaba de mirar con cierta ternura y Bernardita lo hacía complacida al ver como nuestra nueva amiga por fin lograba tocar el cielo tal como lo habían hecho ellas antes.
Antonella de un momento a otro pasó de la emoción con lágrimas al deseo frenético incontrolado.
-¡Me van a perdonar el comentario machista pero no lo puedo evitar y…! ¿Estamos en confianza, cierto? – Dijo Maite acercándose a nosotras para que no se escuchara.
-¡Si la Anto fuera hombre…sería un eyaculador precoz! ¡Bastó dos movimientos y una sacudida! ¡Listo, a llorar se ha dicho! ¡Valor! – Continuó Maite.
-¡Se llama orgasmo precoz femenino! – Exclamé sin dejar de mirar como Antonella se retorcía llorando de placer sobre Andrés.
-¡Las pocas ocasiones que tenemos de tener un pedazo de hombre como Andrés con un pedazo de pene como ese ensartado hasta el fondo de tu vagina para que te vayas a la primera con un orgasmo así de intenso, es como para largarse a llorar, es desperdiciar la oportunidad! – Reiteró Maite riendo – ¡Hay que aprovechar al máximo los pocos minutos de generosidad que nos otorga nuestra Madre Superiora! –
-¡Deberíamos tomar su lugar! – Interrumpió Bernardita – ¡Porque ya tuvo su orgasmo! ¿Cierto? –
-¡No es justo, hermanas! – Respondí seriamente – ¡Dejemos que disfrute hasta que no pueda más! –
-¡Tiene razón la Superiora! ¡Egoístas no hemos sido nunca es cosa de seguir el ejemplo de Fabiola! – terminó por decir Constanza.
Estábamos en esta conversación cuando Antonella se levantó abruptamente de las caderas de Andrés
Se arrodilló frente a sus piernas y separándolas metió la cabeza entre ellas besándole los muslos subiendo hasta quedar frente al pene.
Húmedo por sus secreciones lo fue rodeando con su lengua, saboreándolo en toda su extensión. Mientras lo recorría se iba excitando aún más.
Con sus labios apretaba el glande con su boca intentando que Andrés eyaculara. Lo que ella desconocía era que siempre mantenía el control y que no iba a lograr bajo ninguna circunstancia su tan deseado objetivo.
Antonella arrodillada chupaba y lamia desesperadamente el pene de Andrés. Nosotras detrás mirábamos atenta como su espalada curvada hacia adelante subía y bajaba por el movimiento de su cabeza cuando Constanza dio el aviso susurrando.
-¡Chicas, miren su culo! –
Todas nuestras miradas se dirigieron hacia el redondeado y hermoso culo de Antonella que estaba acuclillada con sus nalgas apoyadas sobre sus talones. Una húmeda y reciente mancha de sangre teñía sus tobillos.
-¡Está con la regla! – Exclamó sorprendida Maite – ¡Otra más! ¡Murió mi pobre alfombra! –
La observé durante unos segundos y exclamé:
-¡No es la regla! ¡Es sangre fresca! ¡Andrés la rajó y le desgarró la vagina, quizá sufra de dispareunia!-
-¡Y la muy caliente ni siquiera se ha dado cuenta! – exclamó Maite mirando preocupada por si caía alguna gota sobre su alfombra.
Mientras Antonella tenía el pene de Andrés metido en su boca, introdujo los dedos en la vagina frotando con fuerza para luego con un dedo rodear su clítoris con mayor intensidad hasta que apretó sus labios y cerró sus piernas al mismo tiempo.
Fue cautelosa con el pene para no comprimirlo demasiado, así es que la mayor intensidad fue en su vagina que por segunda vez se contrajo con tal fuerza que cada espasmo era un gemido contenido.
Se quedó inmóvil por un par de segundos hasta que abrió la boca para suspirar profundamente. Andrés la observaba con atención porque sabía que arremetería nuevamente sobre él.
Y no se equivocó porque Antonella no lo pensó un segundo. Abrió sus piernas pero esta vez se tomó su tiempo y fue jugando con su vagina colocándola sobre el pene y rodeándolo como si este fuera un pincel que pintaba el umbral de su entrada.
Movía sus caderas en círculos para que su clítoris fuera protagonista y cuando vio venir el orgasmo se dejó caer sobre el pene de Andrés para apretarlo intensamente con la ilusión de sentir como su semen se derramaba hasta inundarla por completo.
-¡Bagnami Andrés, vieni con me! – jadeante le susurraba al oído.
Sintió cómo se le abrían las entrañas que parecían partirse en dos. Gritó una y otra vez como si en ello se le fuera la vida. Hundió sus dedos y uñas para sujetarse en su espalda porque por una fracción de segundo pensó que se desmayaba.
Ese orgasmo fue sin duda uno de los más intensos que había vivido. Su piel estaba erizada y las piernas le temblaban. Le costó un tiempo recuperar los sentidos, pero por su descontrolada cabeza rondaba la idea que se debía entregar por completo, así es que aún en éxtasis se dio vuelta y mostrándole el culo alzo la voz.
-¡Por el culo Andrés, dame por el culo! ¡No me dejes con vida, por favor! ¡Dammi il culo, sfondalo senza pietà, dammi con tutte le tue forze! – Suplicaba gritando Antonella.
Andrés disfrutaba complacido de la euforia de Antonella. Quizá en su mente imaginaba estar follando y haciendo gozar a la mismísima Mónica Bellucci, su actriz fetiche. Aun así, estaba atento de hacer contacto visual con alguna que de nosotras.
Su pené estaba con abundante fluido vaginal mezclado con sangre. Las entrepiernas de Antonella dejaban en evidencia que si bien no estaba con su periodo menstrual, la penetración había sido profunda y desgarradora, tal como ella lo deseaba.
-¡Andrew, yo te ayudo! – exclamó Maite al instante levantándose del sillón. Fue rápidamente a uno de los baños del primer piso y regresó con un paquete de pañuelos húmedos.
Con la caja en la mano Maite se acercó al sofá, hizo a un lado a Antonella que agachada mostraba su culo dispuesto sin ningún pudor. Cariñosamente con una de las toallas comenzó a limpiar con delicadeza el pene de Andrés. Lo tomó desde la base y levantándolo con una mano fue deslizando la pequeña tela de papel primero por los testículos para luego continuar a lo largo y ancho de toda su extensión.
Mientras iba limpiando sonreía sin poder evitar hacerle a Andrés un comentario.
-¡Dejare la varita mágica lista para el próximo asalto! ¡No me vayas a defraudar cariño! – dijo como si estuviera conversando con su pene.
Una vez terminada su tarea lo besó suavemente y se retiró para reunirse con nosotras.
Comentamos lo que había sucedido. Si no hubiésemos creído que Antonella estaba bajo el éxtasis de uno o varios orgasmos apoteósicos la podríamos haber calificado de histriónica e histérica.
-¡Creo que tendrás que conseguirle un buen psiquiatra, Fabiolita! – dijo Maite susurrándome al oído – ¡Parece que esta italiana no tiene la cabeza bien amueblada! –
-¡No sean envidiosas, amigas! – Respondió Constanza conciliadora – ¡Todas sabemos que la pasión nos transforma! ¿O no, Maite? – insinuó con un sarcasmo.
Bernardita no expresó ninguna opinión porque estaba pendiente exclusivamente de lo que sucedía con la iniciación de su amiga.
Antonella ajena a todo miraba a Andrés con los ojos brillante susurrando una y otra vez.
-¡Ti voglio alla follia! ¡Vieni a metterlo súbito! –
No perdió más el tiempo, hizo que la abrazara por la espalda con sus manos apretando sus generosos pechos y pellizcando sus duros pezones. Lentamente empezó a bajar hasta quedar arrodillada en cuatro apoyando ambas manos en la cabecera del sofá. Levantó su culo y en posición ofreció su generosa anatomía para ser embestida.
Andrés la tomó fuertemente del cabello inclinando su cabeza hacia atrás, metió sus dedos entre las piernas para empaparlos lo suficiente con las secreciones que manaban como un rio para lubricar su ano mientras su pené duro y erecto rozaba y golpeaba sus nalgas.
Con solo sentir su proximidad se le tensaron todos los músculos del cuerpo al punto que si la tocaba podía empezar a gritar de placer.
Pero ella quería disfrutar de su momento. Puso toda la atención y energía en poder tenerlo dentro lo antes posible para que permaneciera en ese lugar por toda la eternidad si eso fuera posible.
Andrés estaba listo para comenzar a penetrarla. Puso su glande en la entrada de su ano y fue empujando metiendo y sacando poco a poco hasta lograr que este se relajara y cediera a sus envites.
Ante cada embestida gemía, suspiraba y apretaba fuertemente sus manos contra el sofá porque sentía que era lo único que la sostenía firme.
Separó aún más sus rodillas para darle cabida y cuando por primera vez la penetró de forma profunda, su gemido se transformó en un grito desgarrador que nos dejó a todas heladas.
Tuvimos que esperar unos segundos para comprender que nada grave había sucedido y que la exagerada forma de sentir los orgasmos de Antonella, era algo perturbadora.
El pene de Andrés entraba y salía del culo de Antonella cada vez con más intensidad, mientras su cuerpo vibraba como gelatina. Sus pechos bailaban al ritmo de las embestidas como si tuvieran vida propia.
Andrés soltó el cabello de Antonella para con sus dos manos tomar firmemente sus caderas. Su pene se deslizaba con facilidad entrando y saliendo de su culo. Ella se notaba frágil porque las piernas perdían fuerzas y su ano junto a su vagina se contraían con tanta fuerza que por un momento pensó que ya no podría respirar.
Cuando las embestidas se fueron intensificando como ella esperaba, comenzó a gritar y gritar como si en ello se le fuera la existencia.
-¡Dammi di più, più forte, dammi tutto! –
La vagina se contraía al mismo tiempo que el pené de Andrés intentaba salir de su ano en una perfecta sincronía. En ese instante inclinó su cuerpo hacia adelante, mordió el borde del sofá para dejar de gritar y poder experimentar como por el culo se le iba deliciosamente la vida.
Gimió profundamente, inhalaba con jadeos, se quedó inmóvil con su culo tan tenso que sintió como se estaba desgarrando por dentro.
El golpe eléctrico que percibió entre sus piernas fue tan potente que no pudo ver nada más delante de ella. Con los ojos cerrados y los dientes apretados contrajo sus nalgas con tanta fuerza que el orgasmo se le vino encima cono una avalancha.
La tomó desprevenida, la dio vueltas sobre sí misma, la elevó como si tuviera alas y en caída libre se dio con su realidad. Estaba Andrés dentro de ella penetrándola de forma salvaje hasta que perdió el sentido.
Cuando sintió que Antonella había llegado al clímax detuvo sus embestidas y se quedó quieto esperando que ella contrajera todos sus músculos para que volara libremente por el universo. Una vez que su ano comenzó a ceder, empezó a retirar lentamente su pene que esta vez venía completamente ensangrentado. Le había destrozado el culo.
Ella temblaba, no era capaz de articular ninguna palabra y solo susurraba que podía morir en ese instante y aun así sería feliz.
Con lágrimas en los ojos pero sin el llanto evidente se soltó del sillón, se puso lentamente de pie y se volteó para quedar frente a Andrés.
Allí se lanzó a sus brazos, se le colgó del cuello besándolo en la cara muchas veces.
-¡Sei straordinario, meraviglioso! ¡Mi sono sentita di nuovo una donna completa! ¡Sono molto contento! ¡Grazie molte, grazie molte! – decía metida en su pecho – ¡Me puedo sentir como si fuera mi primera vez, mejor, mil veces mejor! ¡Grazie molte! –
Maite estaba perdiendo la paciencia, por eso se levantó rápidamente y antes de que Antonella pudiera decir una palabra más exclamó de forma irónica.
-¡Anto, cariño! ¡Creo que no te podrás sentar durante varias semanas! ¡Pero el show debe continuar! –
-¡Ha llegado el momento que estábamos esperando! ¡Ya que todas hemos tenido nuestra cuota de placer y nos hemos unido a través del orgasmo, incluida la aspirante! -¡Es hora de ungirla como una más de nosotras!… ¡Y para eso…! –
-¡Antonella sécate las lagrimitas y arrodíllate frente a este pedazo de hombre! –
Aun temblando de la emoción obedeció sonriente y complacida. Se sentó sobre sus talones delicadamente sin dejar de mirar a Andrés hacia arriba.
El anuncio de Maite generó expectación.
-¡La patrocinadora será quien tendrá el privilegio de activar la vara mágica! –
-¿Yo? ¿Estás segura? – Preguntó Bernardita que de un alto se levantó de su asiento y aún desnuda corrió emocionada a colocarse a su lado.
-¡Pero mujer, con un poco más glamour! – Exclamó Maite – ¡Ahora con delicadeza vas a comenzar a frotar este maravilloso instrumento de placer y démosle de una vez por todas el baño de gloria a nuestra postulante para convertirla en una verdadera Mal Portada!-
Bernardita con mucho cuidado tomó uno de los pañuelos húmedos que habían quedado en la mesa lateral y fue limpiando delicadamente los restos de sangre que aún teñían el glande. Una vez que quedó completamente limpio, lo beso en la mejilla y comenzó a retraer el prepucio de adelante hacia atrás con la intención de comenzarlo a masturbar.
El pene de Andrés había logrado el estado perfecto de turgencia y excitación.
Maite nos señaló que nos pusiéramos alrededor de los protagonistas. Quedé justo enfrente de Andrés. Sonrió ante la agradable coincidencia pero esta vez hice lo posible para no hacer contacto visual. Extrañado seguía intentado llamar mi atención pero fue inútil. No lo quería mirar.
Como no se podía concentrar porque a la hora de masturbarse él sabía que la mejor fórmula era mirarnos entre nosotros para imaginarnos juntos y calientes.
Su cabeza intentaba dejarse llevar por las manos de Bernardita que con su delicadeza habitual disfrutaba de la misión encomendada. Sintió el irrefrenable deseo de arrodillarse para meter el pené dentro de su boca y así compartir la lluvia de leche con Antonella.
Constanza se dio cuenta de la intención de su blonda amiga y dio la señal de alarma.
-¡Berny sin trampas, es todo para Antonella! –
-¡Si Cony, tienes razón! – Respondió algo avergonzada.
Cuando Andrés sintió que su orgasmo era inevitable, tomó la mano de Bernardita y juntos comenzaron a frotar de forma vigorosa su pene. Retraía su prepucio dejando el glande en una completa desnudez hasta que lo volvían a subir.
Cuando sintió venir la eyaculación se acercó al rostro de Antonella, se paró firmemente delante de ella, abrió sus piernas y la miro fijamente dejándose llevar por el deseo.
Bernardita sintió entre sus manos como el pene se empezó a contraer hasta que un violento chorro de semen salió expulsado por su glande. Por fin brotaba la leche soñada como símbolo de aceptación. Andrés echó su cabeza hacia atrás y soltó un largo suspiro de alivio.
El semen salió como una potente erupción que guiada por la mano de Bernardita fue bañando su rostro y sus pechos. Esa blanca y viscosa leche salía a borbotones cayendo en su totalidad sobre Antonella.
Bernardita extasiada miraba y sentía las pulsaciones de la eyaculación en su mano. Ella lo frotaba y no dejaba de frotar para que el pene de Andrés hiciera su último esfuerzo y no quedara ningún chorro atrapado en su interior.
Antonella riendo giraba la cabeza de un lado a otro para no perder ninguna gota.
Cuando terminó la eyaculación sonriendo con los ojos cerrados se untó los dedos con el semen que aún le quedaba en la cara y los introdujo en su boca saboreando pasando la lengua por los labios. El resto lo untaba como un valioso elixir sobre su rostro y también lo esparcía sobre sus pechos para que se le impregnara en la piel.
Bernardita no soltaba el pene de Andrés que aun chorreaba algunas gotas de semen, disimuladamente pasó uno de sus dedos por el meato, lo apretó expulsando lo último que quedaba y se lo llevó a la boca. Luego sonriendo y disfrutando con el pequeño dulce entre sus labios, con cuidado lo soltó para ayudarlo a limpiar los restos que le quedaban entre sus piernas.
Maite que no perdía la oportunidad de tenerlo cerca hizo a un lado a Bernardita y dijo:
-¡Qué presentación Andrew! ¡No se cómo logras tener esa resistencia sobrenatural, siempre a la altura de las circunstancias! ¿Cierto Anto? – Le preguntó a la ahora hermana de la Congregación.
-¡Io no tengo parole! ¡Ancora non ci credo! ¡Sei un uomo meraviglioso! ¡E molto ben dotado! – Respondió sonriendo Antonella. Aun temblorosa le extendió la mano a Andrés para que la ayudara a ponerse de pie.
Él con gentileza le ofreció ambas manos y al hacer el esfuerzo para levantarla ella se dejó caer entre sus brazos. Todas nos quedamos expectantes al siguiente movimiento de Antonella porque aparentemente no iba a dar su brazo a torcer, ella lo que más deseaba era poderlo besar.
Andrés esta vez fue rotundo y categórico al responder su gesto. La beso en la mejilla sin antes susurrarle al oído:
-¡Antonella, l’ho già detto una volta e non lo ripeterò, no baci! –
Ella se sonrojó y aceptó el beso en la mejilla sin volver a insistir.
A pesar de las copas de más que había bebido, no perdía detalle de cada situación que sucedía a mi alrededor y en mi cabeza daban vueltas un par de situaciones que me hicieron despertar un cosquilleo incómodo en el vientre.
Maite una vez más tomó el mando de la situación diciendo:
-¡Antonella, ahora eres una de las nuestras con todos los derechos y obligaciones que eso conlleva! ¡Bienvenida a la Congregación de las Mal Portadas! –
Todas empezamos a aplaudir y abrazarla.
Una vez acabada la singular ceremonia todo el grupo se puso a ordenar mientras Andrés iba por su último baño con la intención de regresar pronto a casa.
Cuando ya estábamos vestidas, incluido Andrés listos para la despedirnos, Antonella pidió la palabra.
-¡Amigas, ahora como hermana de esta Congregación las deseo invitar a pasar una velada en mi casa junto al lago! ¡Tienen tiempo porque quiero celebrar mi cumpleaños junto a ustedes! ¡Es el próximo mes! ¡Y no acepto un no como respuesta, Andrés tú tampoco! –
Él apenas sonrió por el cansancio, puso su mano suavemente sobre mi hombro y mirándome exclamó:
-¡Nosotros, encantados! ¿Cierto mi amor? –
Le sonreí pero no obtuvo respuesta.
Maite que no perdía nunca su sentido del humor ante la invitación respondió:
-¡Bellucci, antes de hacer invitaciones anda mejor a darte un baño que estás toda pegajosa! ¡Ya sabemos que quieres ser eternamente joven pero un poco de agua no te vendría mal! ¡Ahhhh y de pie, ni se te ocurra sentarte! –
Todas nos lanzamos a reír a carcajada mientras nos abrazábamos en señal de despedida.
Andrés atento como siempre abrió el auto a distancia, me acompañó y abrió la puerta del copiloto. Durante unos segundos me observó atentamente, dibujó en su rostro esa sonrisa irresistible a sabiendas que me dejaba sin aliento y preguntó:
-¿Todo bien, Fabiola? – La pregunta a simple vista era la oportunidad perfecta para entregar un par de opiniones referentes a la celebración que me tenían de mal humor.
Pero tenía una lucha al interior de mi cabeza que intentaba controlar antes de poner el tema sobre la mesa porque de otra forma el periodo de guerra fría que se vivió en el siglo pasado iba a ser una mera anécdota comparado con este momento.
Por eso, con mi mejor sonrisa lo mire con amabilidad y le respondí.
-¡Todo bien, amor! –
Andrés subió al auto, hizo contacto y como autómata colocó la dirección en la pantalla del GPS para que buscara la ruta más expedita de camino a casa.
Mientras avanzábamos por la autopista iba con la frente pegada al vidrio mirando atentamente las luces de la ciudad dejándome llevar por los destellos y de vez en cuando cerraba los ojos para respirar un poco más profundo.
Sin embargo Andrés volvió a insistir con su pregunta, esta vez deslizando su mano por mi pierna izquierda.
-¿Todo bien mi amor? – Acentuando la frase de forma evidente.
Sentí que su intención era solo un gesto de ternura porque la suavidad fue extrema, su mano solo se remitió a tocar mi rodilla y no deslizarla cómo era su costumbre hasta mis entrepiernas.
-¡Todo bien, solo algo cansada y un poco mareada, nada más! – respondí sonriendo
Mi respuesta lo dejó tranquilo porque de inmediato se acomodó en el asiento, tomó el volante con una mano y la otra la acomodó sobre mi pierna acariciándola de vez en cuando.
-¡Es increíble el parecido de Antonella con Mónica Bellucci! – Exclamó como si de la nada se le hubiese venido de pronto la imagen a la cabeza de su actriz fetiche– ¿No crees? – Preguntó.
Con toda la paciencia que había cultivado durante mis treinta seis años, doce años estudiando medicina más las clases de yoga y meditación trascendental que tenía en el cuerpo, giré mi cabeza con total naturalidad para responderle.
-¡Lo mismo opinan las chicas, sin lugar a dudas su parecido es increíble! – Cada palabra que salió de mi boca fue escogida con la precisión de un relojero.
-¡Realmente me sorprendió! – volvió a exclamar con tono cansado.
Cuando llegamos a casa tome tranquilamente mi bolso revisé mi teléfono para leer los mensajes y me bajé del auto antes que Andrés lo hiciera. Abrí rápidamente la puerta, desactivé la alarma y me dirigí a la cocina a beber un vaso de agua. Me dolía un poco la cabeza quizá por el exceso de espumante o por la tensión acumulada.
Andrés subió directamente a la habitación.
Una vez que subí a nuestro cuarto llegue al umbral de la puerta, deje caer mi vestido para quedar con la pequeña pantaleta que llevaba puesta y en silencio me fui acercando porque sentado sobre la cama Andrés luchaba contra uno de los botones de su camisa.
Me arrodillé enfrente y sonriendo le dije:
-¡Deja que te ayude mi amor, vamos relájate! – insinué besándole el vientre.
Descolocado por mi gesto, sonrió con ternura y acariciándome el cabello respondió.
-¡Mi amor, estoy tan hecho polvo que ni siquiera puedo con estos putos botones! ¡Recuéstate un rato a mi lado…ven! – señalando con su mano un lugar en la cama.
Cuando se estiró sobre la cama con sus boxers puestos aproveché la oportunidad y a horcajadas me monté sobre el moviéndome suavemente.
Me tomé el cabello, me acerqué lo suficiente para besarle el cuello y morderle la oreja. Andrés estaba complacido y relajado por lo que hacía, pero no tomaba la iniciativa para continuar con el juego.
-¡Fabiola, de verdad estoy cansado! ¡Ven acuéstate a mi lado! – exclamó en tono más serio.
-¡Cariño, por si no lo notaste, fui la única que no tuvo su sesión orgásmica y no me parece justo! – dije en tono seductor mientras le acariciaba su entrepiernas.
Andrés me beso con cierta ternura y me bajo de sobre sus caderas.
Al principio me resistí como un juego pero pronto me di por vencida.
-¡Creo que ya no estoy para las batallas con todas tus amigas! – exclamó acomodándose en la almohada.
-¡Hummmm creo que yo no podría decir lo mismo! – Respondí de inmediato – ¡Me parece que te sientes muy cómodo con ellas, incluso es más, me atrevería a decir que esa ternura escondida de la cual era la única privilegiada…se hizo pública y para colmo, ahora la tengo que compartir! –
Andrés noto que mi tono de voz si bien no era agresivo tampoco era el acostumbrado en nuestras conversaciones. Sin dejar de mirarme extrañado se sentó, acomodó la almohada detrás de su espalda y me dijo:
-¡Vamos Fabiola, que pasa ahora! – preguntó mirándome con cara de fastidio.
Como ya había sido descubierta no me quedó más remedio que usar todo lo que había armado en mi cabeza desde el instante en que se me cruzó Bernardita.
Me metí a la cama y sentada me crucé de piernas, respiré profundo y dejé por fin salir todo aquello que hacía que mi vientre se retorciera.
-¿Que fue eso de besar a Bernardita en la nuca? – Pregunté aliviada.
Andrés me miró extrañado ante la pregunta y respondió
-¡Lo que viste! ¡Besé a Bernardita en la nuca! – Respondió de forma tajante.
-¡No me tienes porque repetir lo que pregunto, Andrés! ¡Solo quiero que me expliques que te llevo a besar a Bernardita con tanta! ¿Cómo decirlo? ¡Tanta pasión y delicadeza para luego estar sobre ella por un instante haciendo casi el amor! –
-¡Jajajajajaja por favor, hacer el amor, eso sí que es gracioso! ¡Parece que fueron varias las copas de espumante que disfrutaste esta noche, mi amor! – Respondió desafiante.
-¡Andrés, vi con mis propios ojos como besabas tiernamente a Bernardita, pero no te bastó con eso, sino que después le das el gusto a la rubia con estar sobre ella en la posición del misionero! ¿Eso no es casi hacer el amor? –
-¡Hummmm, creo que esto es una vulgar escena de celos! Exclamó reacomodándose en la cama – ¡Eso no va contigo, Fabiola! ¡Ahora sí que te presto atención, se me acaba de quitar el sueño y el cansancio! ¡Continua! –
-¡Andrés, no son celos! ¡Pero creo que hay límites que todavía no tienes claro y por favor no me interrumpas hasta que termine! – Le advertí – ¡Mi cabeza tiene tantas cosas dando vueltas que las necesito ordenar para que me entiendas! –
Se volvió a reacomodar sobre las almohadas, le dio unas caladas a su cigarrillo electrónico y dijo:
-¡Te escucho! –
-¡Debes tener más cuidado con las señales que les das a nuestras amigas porque la mente femenina no tiene la misma objetividad y cualquier detalle puede ser interpretado de una manera totalmente equivocada! –
-¿Nuestras amigas? ¡No son mis amigas, son tus amigas! – Me interrumpió – ¡Disculpa, sigue! –
-¡Son nuestras amigas Andrés y lo sabes bien! – Le corregí y continué – ¡El besar a una mujer después de tener sexo, por la razón que sea, se interpreta como un acto de amor y afecto más aún si después te colocas sobre ella, se empiezan a abrazar y a decir sonriendo cosas secretas al oído!-
-¡No está bien tener esos detalles románticos si no buscas tener algún otro tipo de vínculo afectivo con Bernardita! ¿Entiendes lo que digo? –
-¡Por supuesto que no te entiendo, Fabiola! ¡Estás insinuando qué hay otra intención oculta, soterrada, encubierta o furtiva que no sea besar con cariño a una amiga, como tú dices! – Exclamó molesto.
-¡Jajajajajaja besar a una amiga en la nuca después de tener sexo desenfrenado para terminar sobre ella casi como amantes! ¿Eso quieres decir? – Respondí bastante ofuscada.
-¡Nunca me terminas de sorprender, Fabiola! ¡Estás tan equivocada, pero tan equivocada! – Respondió Andrés calmado moviendo la cabeza incrédulo.
-¡No lo estoy! – Me apresuré en responder – ¡Le he dado varias vueltas y pude comprender lo que sucedió conmigo más que contigo! –
-¡Ahhhh genial, ahora viene la frase cliché! ¡No eres tú, soy yo! – Exclamó con ironía.
-¡Exacto! – Respondí muy segura – ¡Tengo la certeza que esa no fue tu intención, porque te conozco! ¡Pero quiero que sepas que esos detalles a mi me incomodan porque los considero míos! –
-¿Tuyos? – Preguntó Andrés con cierta molestia.
-¡Míos, por supuesto! ¡Un beso después de hacer el amor o hacer la odiosa posición del misionero son nuestros secretos que los considero tan íntimos que no se pueden andar compartiendo con otras personas! –
-¡Bernardita nos conoce bien y es nuestra amiga, pero al fin y al cabo, es mujer! ¡No lo olvides! –
-¡Celosa! ¡Esto es un ajuste de cuentas! ¿Por celos? – Exclamó Andrés como si hubiese descubierto la penicilina.
-¡Que testarudo eres, no son celos! ¡Es para aclarar un par de detalles entre tú y yo, nada más!
-¡Por supuesto! ¡Detalles de una mujer celosa, Fabiola! – Exclamó mirando el techo pensando.
-¡Si tú lo quieres ver como celos! ¡Pues hazlo, cosa tuya! – Respondí acomodando la almohada para dormir.
-¡Lanzas la piedra y escondes la mano! ¡Pues ahora no te vas dormir! ¡Te toca escuchar lo que tengo que decir! – Exclamó molesto sentándose en la cama.
-¡Llevo años jugando con ustedes a las fraternidades o hermandades! ¡Ridiculeces típicas de adolecentes gringos! ¡Lo hago nada más porque son tus amigas y si eso te hace feliz, bien! ¡Es cosa de mirar tu cara como ríes y disfrutas cuando estas con ellas, es la felicidad misma! ¡Pero vamos aquí al detalle, palabra que tanto te gusta!
-¡Por qué cuando Maite me acosa, me manosea, se mete a escondida en mi cama cuando estás de viaje y miles de otras cosas más! ¡Simplemente te largas a reír y no dices nada! ¡Al contrario, lo encuentras chistoso y divertido! –
-¡Porque cuando Constanza tiene un problema, me tengo que acostar con medio Chile para salvar su honor y tampoco dices nada! ¡Más bien, soy un héroe! – ¡Y también me la debo follar para que se integre a vuestro singular grupo! ¡No dices nada, más bien la apoyas! –
-¡Con Josefina, más de lo mismo, tampoco dijiste nada, menos mal que se fue a Colombia!-
-¡Esta noche para complacer las tonterías de ustedes me tuve que convertir en cómplice de vuestro jueguito y me tuve que follar a Antonella, tampoco dijiste nada, al contrario incentivaste a que lo hiciera! –
-¡Ninguna de ellas es un peligro para tu seguridad! ¿Cierto? ¡No pasa nada, fóllatelas cuantas veces quieras, total es un jueguito erótico y divertido! –
-¡Y aquí viene el problema, Bernardita! – ¡Joven, atractiva, hermosa, simpática, culta con un cuerpo escultural hecho a mano y más encima, millonaria! –
-¡Más que celos Fabiola, es inseguridad!-
-¡Que ella se pueda enamorar de mí y yo de ella te genera ruido e inseguridad!-
-¡Las he besado a todas, ellas me han besado por todas partes, hemos follado juntos hasta el cansancio, nos hemos chupado y lamido no sé cuántas veces y un simple e inocente beso en la nuca ha producido un terremoto de tal magnitud que le hemos dedicado horas a esta estúpida conversación! –
-¡Bernardita, Constanza, Josefina jamás han cruzado los límites impuestos, Maite va por libre y es otra historia, espero que Antonella tampoco los cruce! ¡Todas saben y están conscientes de que este juego se trata de sexo solo sexo y nada más que sexo! –
-¡Además, donde quedó la mujer tan open mind! – ¡Un simple beso a una de las discípulas derrumba toda la estructura de su castillo de naipes! ¡No te jode! –
-¡Y visto lo visto, no me pidas más que juegue a ser el ridículo Maestro de tu Congregación y tampoco que comparta con tus hermanitas! ¡Se acabó esta tontería y fin al problema! ¡Ya está, solucionado el asunto! –
Escuche con infinita paciencia todo lo que decía, si bien tenía razón en algunos puntos, otros no los compartía en lo más mínimo. Me quedé pensando por algunos segundos y exclamé:
-¡Pero qué bruto eres a veces, Andrés! ¡Solo te estoy diciendo que tengas más cuidado porque alguna de las Mal portadas se podría confundir! ¡Ufffff, paciencia, tanta verborrea para nada, eso era todo, nada más! –
-¡Te equivocas! – Respondió – ¡La confundida eres tú, Fabiola! – ¡Mmm…insisto, creo que insegura es el adjetivo más que correcto para definirte! –
-¡Parece que no entendiste nada! ¡Ahora sí que superaste mi paciencia! ¡Creo que es hora de dormir, buenas noches! – Terminé diciendo mientras me acomodaba dándole la espalda.
-¡Típica actitud femenina cuando se quedan sin argumentos! ¡Arrancar! ¡Celosa e insegura! – Expresó Andrés riendo mientras se acomodaba también hacia el lado contrario.
Ninguno de los dos hizo el intento de hacer contacto bajo las sábanas y como era de esperar Andrés tuvo la última palabra.
-¡Alexa, apaga la luz! –