Lo más improbable: maestra y su alumna

Me gusta mi profesora de química, la amo, sé que es un cliché demasiado común enamorarse de un profesor, pero, ¿Cómo no amarla? Ella tiene una personalidad magnética, una simple estela de su voz impregna mis sueños noche a noche, el vago recuerdo de sus labios me incita a pensar en alguna canción ochentera y divisarla junto a las notas musicales, una total ridiculez, pero así me siento.

Mi forma de escribir es bastante clásica y no suelo mencionar artistas si no han muerto hace por lo menos cincuenta años, pero me es inevitable mencionar «Teacher’s pet» de Melanie Martínez, ni siquiera me identifico, ella sabe mi nombre y poco más que mi muy reciente y creciente afición por la química, como para siquiera llegar a llamarme «su mascota» vaya que me gustaría.

Una ridiculez aún más grande es el título que lleva esta crónica, no hace falta mencionar más que eso, el porqué es tan evidente que quisiera vomitar del asco que me produce mi falta de personalidad

Suelo desviarme, igual que en el momento que se mueve con soltura en el salón de clases y su discreto caminar protagoniza la vista. Mi amor va más allá de amar cada lunar de sus manos y sentir la infame necesidad de besarlos. Quisiera pasar cada momento junto a ella, poder mirar sus bellos ojos marrones abrirse cada mañana al despertar junto a ella.

Algo que amo de ella es su cabello, sus rizos suelen mecerse al ritmo de su acompasado andar, el café recorre su estrecha espalda y me hace desatinar. Aún cuando está de frente me es imposible ponerle atención, su mirada me llama a perderme en ella y me dejo tentar aún sin la promesa de que ella me buscará dentro.

-Lo has hecho bien.-Mencionó despreocupadamente un día de octubre al entregarme mi examen con una C, moriría por que hubiese hecho el comentario en otro contexto, donde su bellísima cabellera se pegase a su rostro gracias al sudor y su lápiz labial hubiese desaparecido entre mi saliva.

Ojalá el otoño me recordase que ella es mía, con el fresco aroma de las hojas secas como principal memoria del sabor de sus labios rojos, que mi tormentoso amor es correspondido.

Conozco el rastro que han dejado sus lágrimas, ella no es feliz, lo sé, siento su martirio como si fuera el propio, al primer contacto reniega de su matrimonio, y aunque no conozco al afortunado hombre con quien comparte su vida, es realmente complicado no guardarle un odio inefable, con el conocimiento de que el sufrimiento de mi amada es a causa de él,y no es que su papel como madre de dos hijos sea ideal, no entraré en detalles, la vida íntima que ella lleva no es mi asunto, aunque me gustaría que así fuera, sé mucho más de ella de lo que una alumna debería saber de su maestra.

Oh amor mío, ¿Por qué te escondes entre 56 sublimes rosas mientras yo sólo sostengo un ramo con dieciocho?

Amada mía, ¿Algún día dejarás de correr de enero a mayo sin permitirme jamás alcanzarte? ¿Por qué en vez de guardarte con recelo tus vivencias y cavilaciones no quisieras llorar cada cicatriz en mi hombro?

Yo sé que no pasará más que yo muera de impaciencia con la falsa ilusión de que ella algún día corresponda mi deseo por amarla, que este deshago se empolvará detrás de alguna caja con recuerdos que aún duelen y que ella jamás lo leerá, pero, ¿Cómo no amarla?