Lo que sucede en el cine, se queda en el cine

Mi primo es un chico joven, y guapo Teníamos la misma edad, diez y ocho. No recuerdo de quién de los dos fue la idea de ir a un cine así. Pero lo de ir juntos parece que nos dio valor para no echarnos atrás antes de comprar las entradas.

Fue hace muchos años en un cine de sesión continua. Cuando todavía se exhibían películas por entonces clasificadas «S».

La mayoría del público estaba formado por chicos tímidos que no se decidían a tener relaciones con chicas, como yo mismo y mi primo Mario y que nos excitábamos con esas películas.

Al salir y ya en nuestras casas nos masturbábamos con furia acordándonos de los pechos femeninos, los coños peludos lejanos y los coitos fingidos de la pantalla. Ayudados por las revistas abandonadas por hombres mas mayores.

Encontradas quizá en la calle o compradas en algún kiosko lejano y ocultadas con celoso cuidado de la vista de nuestras madres.

Así que allí estaba yo, un muchacho de diez y ocho años, recién cumplidos, que no se había jalado rosca en toda su vida, al lado de alguien que conocía bien en un sitio poco recomendable. Dos twinks en busca de aventuras.

Mario no perdió el tiempo. Puso una mano en mi rodilla. Yo, a pesar de estar deseando hacerlo con una chica, estaba tan caliente que lo hubiera intentado con una gallina, me excité sin remedio. Mi corazón latía con tanta fuerza que quería salirse del pecho y mis nervios me hacían temblar.

Algo me decía que la cosa podía salir bien: mi excitación y hormonas juveniles, y le dejé hacer. Subía su mano lentamente sobre el muslo sobándolo hacia la cremallera de la bragueta del pantalón.

Ahí empezó a notar mi erección y mi falta de reacción. Tomándolo como un permiso para seguir adelante bajó la corredera de la cremallera y metió la mano entre mi ropa en busca de mi pene.

Lo acarició por encima del virginal slip blanco, hasta que apartó este último obstáculo y sacó el miembro a tomar el aire en la penumbra de la sala.

Me lo masturbaba suavemente, despacio casi con mimo.

Entonces me decidí a moverme, la situación ya no tenía vuelta atrás y yo debía hacer algo, así que puse mi mano en su bragueta y descubrí que, como era lógico, su miembro también estaba rígido.

Desabroché sus pantalones para averiguar que no tenia ropa interior. Así la maniobra me resultó fácil, sacar su polla al exterior y comenzar a pajearlo. No lo había mirado a la cara todavía.

Quizá el tratarse de mi primera experiencia sexual, la primera que no tenia conmigo mismo, el temor a ser sorprendidos con el rabo fuera de los pantalones me tenía muy cachondo. Simplemente la tremenda excitación del momento hizo que me corriera enseguida. Él apenas tardó unos segundos en seguirme.

Ambos intentábamos tener cuidado de no salpicar con el semen del otro y pringarnos enteros. Incluso llegó a inclinarse sobre mí cuando las contracciones de mi polla anunciaron el orgasmo para recoger la leche con su boca y depositar un agradecido beso en el glande. Mi sabía que mi primo tuviera tanta maña.

Mi inexperiencia hizo que no pudiera pagarle con la misma moneda y no acerté inclinarme a tiempo, solo conseguí manchar el respaldo del asiento que tenía delante. No habíamos dicho nada, solo actuábamos.

En estas la película que había contribuido a nuestro placer con sus escenas eróticas estaba finalizando. Aunque podíamos quedarnos a la siguiente, era un cine de sesión continua.

Él acercando mucho sus labios a mi oído, me invitó a acompañarlo hasta su casa donde estaríamos solos un rato pues mis tíos tenían la costumbre de salir a esa hora.

Como íbamos juntos no se nos acercó ninguno de los maduros que había por allí en busca de sexo. Puede que otro día fuéramos cada uno por nuestro lado en busca de algo más morboso.

Sin pensarlo más salí del cine siguiéndolo. Nadie se extrañaba de eso. Era habitual en esos locales abandonar tras haber encontrado algo de sexo.

Aprovechando lo solitario del trayecto rodeo mi cintura con su brazo haciendo descansar la mano sobre mi cadera. Yo puse una mano en el bolsillo trasero de su vaquero sabiendo que solo la tela de algodón del pantalón separaba mis dedos de su culo que amasaba y acariciaba casi sin disimulo.

– ¡Bésame! primo.

De vez en cuando en la calurosa calle sus labios rozaban los míos en un beso apenas insinuado ocultos en un portal. Me hubiera muerto de vergüenza si alguien nos hubiera visto en un trance tan cariñoso.

Al llegar a su casa salíamos a mis tíos que aún no se habían marchado, pero ellos ya salían dejándonos solos en su habitación. Se abalanzó sobre mi con verdadera hambre, con ansia, abrazados uno frente a otro nos besábamos en la boca chupándonos las lenguas.

Nos separamos un segundo para comenzar a desnudarnos. Íbamos casi igual: los vaqueros las camisas y mi slip. Así que desvestirnos no fue difícil. Comenzó sacándome la camisa aprovechando para acariciarme el pecho e inclinándose besarme las tetillas e incluso lamer mis axilas peludas.

Luego le quité la suya acariciando la suave piel. Hizo desaparecer mis pantalones por detrás de su cama. Yo desabroché los suyos bajándolos lentamente descubriendo su absoluta desnudez ante mi.

Guapo donde los haya, y todo un atleta, los músculos insinuados bajo la suave piel le daban un magnífico aspecto desnudo. Practicaba fútbol de forma habitual. El David de Miguel Ángel le hubiera tenido envidia.

– ¡Qué bueno estás!. No sabía que hicieras tanto ejercicio Mario.

Enseguida yo le seguí cuando mis slips siguieron el mismo camino piernas abajo. Me dijo que era marica perdido, esa era la palabra que se usaba entonces. Antes de que se extendiera el uso del término gay y palabras políticamente más correctas.

– Solo me gustan los chicos. Primo. No he estado con una tía nunca.

– Me estoy dando cuenta, Mario y creo que me doy cuenta de por qué te gusta tanto esto.

Me decía que nunca había echo el amor, o cualquier otra cosa a una chica, pero que tenía bastante experiencia con hombres.

Yo tenía ganas de su piel, de su cuerpo, lo senté en su cama y me arrodillé entre sus muslos. De una forma inexperta pero con ganas de aprender me puse a chuparle los huevos y el pene cubiertos, a lamer sus testículos, a besar el tronco y meterme el glande entre los labios.

El sabor de su anterior corrida en mi boca me traía el recuerdo de mis propias masturbaciones cuando me había llevado la mano pringosa de semen a la boca.

Había perdido la oportunidad de hacerlo en el cine pero ahora la aproveché bien. Seguí mamando, masturbándolo mientras le comía el capullo y besaba los testículos, con ese tratamiento descargó en mi boca.

Saboreando su semen lo besé en la boca para que compartiera conmigo su propio sabor. Me chupó la leche que quedaba en mi boca, jugando con mi lengua. Apreció el detalle llamándome:

– ¡Pervertido!.

Yo le reí la broma contestando:

– Tú te lo has bebido antes.

Mis manos recorrían su piel, sin descanso, igual que las suyas mi cuerpo.

Nos tumbamos en la cama agarrando cada uno la polla del otro como si no quisiéramos soltarlas nunca. La mía, que aun no había descargado, seguía dura y dándose la vuelta me pidió:

– ¡Follame!.

– No sé si sabré.

Se agachó apoyando la cabeza en su almohada y poniendo el bello culo en pompa. Le acaricié las nalgas y comencé a besarlas, pasando mi lengua por ellas deslizándola cada vez mas hacia el centro, por su raja buscando el ano. Miles de veces había imaginado que estaba haciéndole eso a una chica.

Lo comencé lamer, ensalivándolo con ansia, intentando penetrarlo con la lengua, luego con un dedo, con dos, ayudado con un bote de nívea que oportunamente sacó de su mesilla. Generosamente lo embadurné, culo y polla hasta que me incorporé y apoyé el glande en su estrecha entrada.

Comencé a penetrarlo, lento y suave, mi inexperiencia hacía imposible otra cosa. Sentía su culito apretarme la picha con fuerza y comencé a moverme rítmicamente cuando por fin pude acostumbrarme a la sensación.

Paraba de vez en cuando para besarle en los hombros o si giraba la cabeza en los ardientes labios y comerle la lengua juguetona. Acariciaba sus nalgas que iban adelante y atrás al ritmo mi follada.

Fue intenso, mi primera experiencia sexual y me estaba follando aquel culito maravilloso. Descargué mi leche caliente en su interior en un profundo orgasmo que sacó de mi cuerpo casi todo el ansia acumulada de las hormonas.

Aunque no llegó a correrse él pareció disfrutarlo tanto como yo. Su polla estuvo dura durante todo el polvo pues de vez en cuando lo comprobaba acariciándola. Entonces no me explicaba el placer que él estaba sintiendo, solo he podido, comprenderlo y compartirlo después, cuando él lo hizo conmigo.

Abrazados y acariciándonos suavemente descansamos un rato. Como una confesión me enseñó su mayor tesoro, unas revistas de tema gay, creadas para maricas y para mujeres.

¡Que cantidad de tíos desnudos y follando! En las mas variadas posturas tenían sus pichas duras y empinadas como palos con los que sodomizaban a sus compañeros.

Pero yo seguia hambriento, empecé un recorrido a fondo por su piel. Empecé por la cara besando sus ojos, su frente pómulos y boca. Seguí bajando, mis labios acariciaron su cuello y su pecho.

– Quiero explorarte, primo.

Levanté sus brazos por encima de la cabeza y lamí sus sobacos peludos. No se llevaba por entonces depilarse. Mis manos ya estaban en su abdomen, acariciando, volví a prestar gran atención a su aparato que me fascinaba.

Hermoso, su órgano, largo, recto, fino, con la venas muy marcadas. Besé su tronco y volví a meterme su glande entre los labios donde sentia como se endurecía de nuevo. En esa época a mí tampoco me costaba tener una nueva erección en cuestión de minutos.

Después por detrás, mi boca recorrió sus muslos, su culo, dedos de pasar una toalla para quitarle los restos de nívea. por el que todavía rezumaba parte de mi semen que probé asi por primera vez. Lo hice de un sitio que no fuera mi propia mano. Seguí por su espalda hasta el cuello y la raíz de su cabello.

Hizo lo mismo conmigo siendo muy tierno. Me besaba, acariciaba mi piel, toda ella, con su lengua. Dándome tan pronto extensas lengüetadas como que me rozaba apenas con la punta.

También me hizo eyacular de nuevo con su juguetona lengua. Utilizando mi propio semen para darme masajes y lamerlo de mi piel y lubricarme el culito. Entonces con su polla bien dura por la excitación de haberme comido decidió desvirgarme.

Yo tenia miedo pero también lo quería en mi interior. Con mi propia leche y nuestra saliva embadurnada en su polla y mi ano fue forzando la entrada apretada y dura por la que nunca había entrado nada.

Siendo tierno, y dulce consiguió penetrarme, consiguió darme todo el gusto y el placer de una buena polla en el culito sin que me doliera demasiado. Bombeaba despacio pero insistente me acariciaba la espalda clavándome las uñas.

Agarraba mi polla agotada que ya apenas conseguía endurecerse y la ordeñaba, acariciaba mis huevos sensibles. Fue acelerando, procurándome mas placer y mas dolor hasta que se corrió dentro de mi culito que ya no era virgen.

El tiempo se nos había pasado volando, casi nos pillan sus padres desnudos sobre su cama agotados pero felices.

Nos vestimos con el tiempo justo y ordenamos un poco la cama y la habitación para que sus padres no sospecharan nada, suponíamos. Bueno casi nos vestimos del todo él se quedó con mi slip como recuerdo y me regaló uno de los suyos que me hizo llevarme en el bolsillo. Me hizo salir a la calle sin nada bajo mis vaqueros.

Cuando bajó a la calle a despedirme aprovechamos un oscuro rincón de su portal, junto a los buzones, para besarnos apasionadamente durante un rato y pudo meterme así mano por mi desvirgado culito sin el impedimento de unos calzoncillos.