Me echan de un camping por gritar demasiado en un trío
Me presento. Me llamo Carolina, pero mis amigos me dicen Karhu, tengo 35 años, mido 1,73 mts., soy delgada, y el gym me ayuda a mantenerme en forma. Tengo todavía un busto grande que sigue siendo firme, mi culo redondeado por el gym y la bicicleta llaman muchas miradas. Mi pelo largo negro y mis ojos marrones completan parte de mi anatomía.
La historia que voy a contar ocurrió cuando cumplí los 18 años, que conseguí convencer a mi mamá de dejarme irme de mochilera hasta que terminara el verano con la condición de que al volver iba a estudiar en la universidad o trabajar con ella en su emprendimiento de cabañas; esto por cierto nunca me molestó, y alguna vez contaré porqué.
Al comenzar el viaje decidí irme a un lugar turístico en una provincia vecina que tiene buenos campings, aunque sus ríos son más chicos de mi pueblo. El primer pueblo que visité tenía buen lugar y el río traía bastante agua, pero no había ya mucha gente por lo que decidí continuar a un pueblo donde iba a haber un festejo del pueblo y prometía más gente.
En el camping había dos piscinas, una natural al costado de una caída de agua de 18 metros. La otra era una piscina de cemento más profunda y que siempre se llenaba por estar más cerca de la proveeduría.
La segunda noche que me quedé en este lugar decidí ir a la noche a la piscina natural, y como siempre fui de andar con poca ropa decidí nadar desnuda un rato, sabiendo que nadie iba a la noche hasta esa zona. Lo que nunca me fije esa noche fue que dos chicos que habían llegado ese día, y con quienes había estado charlando a la orilla de la pileta de cemento, me estaban siguiendo en silencio y sin llevar luces.
Al llegar a la piscina y sin sospechar que me espiaban, me saqué el bikini y me metí al agua completamente desnuda. El agua fría me hizo relajar y estaba nadando tranquila cuando note por el rabillo del ojo que había alguien más y que se habían llevado mi escasa ropa, el toallón y la linterna. Solo me habían dejado las sandalias. A los gritos los llamé, esperando que no viniera más gente de la zona de las carpas. Los chicos, que tenían 19 y 20 años, volvieron riéndose y diciéndome que, sí no quería volver a las carpas disfrazada de Eva, iba a tener que “convencerlos» para devolverme mi ropa. Los chicos eran bastante lindos y, hasta ese mal momento, me habían resultado muy simpáticos.
A regañadientes tuve que aceptar su pedido, pero tampoco proteste mucho. El agua fría me había relajado y sentía una tremenda necesidad de algo de calor, más sí era humano, jejeje.
Les acepté las condiciones y me pasaron el toallón y me seque el cuerpo, pero ellos no me daban el bikini para que no cambiara de opinión. Lo estire sobre la arena para que estuviéramos más cómodos los tres. Ellos se sacaron las bermudas, quedando desnudos de la cintura hacia abajo, mostrando unos penes bastante lindos y gruesos. Yo hice un gesto de típica pajera calentona, me puse el índice izquierdo en la boca mordiendo mi labio inferior y lleve mis dedos de la mano derecha hacia mi concha que ya empezaba a humedecerse. Le hice señas a uno que se agachara a chupar mi concha y el otro se acercó y me ofreció su verga para que la chupara. Yo comencé a hacerle una suave paja, dándole pequeñas chupadas al glande,
pero después seguí lamiendo todo el falo y me dediqué con suavidad a sus testículos, que curiosamente estaban libres de vellos. Cuando sentí que ya estaba a punto les indiqué que cambiaran lugares, cosa que hicieron rápido y sin protestar. Mi concha estaba muy mojada, no solo por la saliva, sino también por mis flujos que ya brotaban en abundante cantidad.
Fue entonces que me pusieron a cuatro patas y mientras seguía chupando mi segunda verga, el otro chico me empezó a pasar la punta de su verga entre los labios de mi lubricada concha.
-Metemela. alcancé a decir, mezcla de susurro y suplica. Él no se hizo repetir que comenzó a cogerme suave al principio, más fuerte y profundo después. Mis gemidos estaban en parte silenciados por la otra pija que tenía en la boca, pero el chico no quería que siguiera a mi ritmo y tomando mi cabeza por la nuca empezó a meter más adentro su pene ya duro, llegando hasta mi garganta y provocando arcadas. No alcancé a ver la seña que debieron hacer entre ellos, pero el que me cogía salió de mi caliente vagina y se puso delante de mí y con avidez tomé su pene cubierto de mis jugos y volví a mamarla con gusto. Su amigo me empezó a bombear con fuerza primero y después empezó a meterla a fondo y sacarla completa. Eso me terminó de calentar y tuve un fuerte orgasmo que hizo que mis piernas temblaran. Seguimos unos minutos así y entonces el que me cogía salió de mí y se puso al lado de su amigo, y yo empecé a chupar ambas vergas hasta que ambos acabaron en mi boca, llenándola de leche tibia y cremosa.
Antes de volver, se sacaron las remeras, que no se habían quitado nunca, y nos zambullimos para sacarnos el sudor antes de volver.
Cuando llegamos a la zona de carpas les hice señas de que entraran en la mía; y ellos ni lerdos ni perezosos, entraron y se desnudaron antes de que yo me metiera. Volver a chupar sus penes, ahora más relajada y más tranquila me hizo hacer un buen esfuerzo en darles placer como sabía hacer tan bien. Esta vez no solo se turnaron para cogerme, sino que además me acomode encima de uno y abriendo mis nalgas le hice seña de que quería que la metiera por atrás también. Ahí fue total mi delirio, me empezaron a bombear a un buen ritmo y mi éxtasis llegó también fuerte que no media el volumen de mis gemidos y gritos de placer. Tuve dos orgasmos muy intensos y casi llegando el tercero sentí que ellos se vaciaron dentro mío. Me dejé caer así, con las dos vergas dentro mío sintiendo como perdían su dureza. Me quedé dormida así y no escuché cuando salieron de mi carpa. Al despertarme, salí a higienizar mi cuerpo que sentía pegajoso.
Lo lindo a veces termina mal, porque al volver a mi carpa estaba el dueño del camping para decirme que me fuera porque los otros acampantes se habían quejado de “ruidos molestos» y diciendo que ese era un lugar de familia. Así que guardé mis cosas y me fui a buscar otro lugar donde poder pasar unos días más antes de volver a casa.