Me hicieron el culo en una camioneta de carniceros
Diego me había convencido de llevar a cabo una rarísima fantasía, otra de tantas que hemos llevado a la realidad durante nuestra extensa, apasionante y alocada vida sexual. Al principio me negué a su extraña proposición; no me agradaba el lugar, me daba miedo y no me parecía excitante en lo absoluto.
Pero a él si. Decía que enloquecería de morbo, que deseaba cogerme en ese lugar, con otro amigo, asegurándome que disfrutaría al máximo.
Yo no tenía dudas de que iba a disfrutar de buen sexo con mi primo, además ya habíamos experimentado tríos. Tenía miedo por la sencilla razón de que Diego siempre me sorprendía con algún detalle que no estaba en el plan inicial y eso siempre me hacía molestar.
Claro está, una vez estuviéramos en la escena del pecado difícilmente me negaría, soy una sexo-adicta sin remedio y a pesar de que algunas cosas puedan molestarme al final termino satisfecha, agotada de tanto placer, quiera o no.
Su nueva y rara fantasía era cogerme en una camioneta frigorífica, supongo que así se llaman, no tengo la más mínima idea, no soy carnicera (risas).
¿Podéis imaginar mi cara de «What the fuck?» cuando Diego me dijo: «Te quiero coger en una camioneta de carniceros»?
Nos pasamos varios días discutiendo sobre eso. Cómo era posible que escogiera un sitio tan horrible para tirar (follar). Tantos lugares morbosos para llevar a cabo nuestras perversiones y eligió el último que me pasaría por la mente. Él insistía en que era lo menos que yo recordaría, que me la pasaría bien, gritaría como una perra, me correría cien veces, que en lo único en que pensaría sería en que me cogieran bien cogida y en desear semen en todas las partes de mi cuerpo.
Llegó el día. Un martes lluvioso, el cielo estuvo nublado la gran parte de este y hubo lloviznas dispersas durante toda la mañana y tarde.
Me pasó buscando por el apartamento y al ver que no iba vestida como él quería puso cara de molesto.
—Coño tú si eres aburrida, vale —me recriminó apenas me subí.
—¿Qué te pasa? —respondí, incomodada por su actitud
—No vienes vestida como te dije
—Ah, no! ¿Y tú que quieres, que todos me vean así toda puta y tal?
Diego quería que yo bajara de mi piso luciendo un mini vestido y unos tacones altísimos, sabiendo que tenia que tomar el ascensor donde el conserje de turno me vería de inmediato por las cámaras y me esperaría en cabina, entusiasmado para terminar de tragarme con su vista de sádico y no solo él, cualquier persona que estuviera en los alrededores.
—Esa era la idea, coño, que te morboseen, que te deseen, que se maten a pajas viéndote, me encanta que te deseen, se me pone durísima la verga.
Le di una cachetada y se empezó a reír.
—Una cosa es que yo sea tu puta en la cama y otra muy diferente es que lo sepa todo el condominio.
—Bueno ya, ok, cámbiate, quiero que cuando lleguemos ya estés vestida bien putica, quiero verle la cara a Gabriel y a Alejandro cuando te vean.
—¿Gabriel y Alejandro? ¿Ah? —pregunté sorprendida
—Bueno, si, son dos —respondió sin mirarme, pendiente del tráfico
Me iban a coger entre tres. Hijo de puta, no le bastaba con hacerme su puta sino que quería que me cogiera todo el mundo.
A pesar de que la idea no me agradaba mucho tampoco era para armar un drama, no tenía ninguna duda de que iba a pasarla bien aunque sintiera un poco de vergüenza saber que iba a ser compartida con dos hombres totalmente desconocidos.
Me cambié sin problemas, el auto tenía los vidrios ahumados. 20 minutos después llegamos a una casa en la que según él era del papá de Gabriel; mas sorpresas. Me hizo bajar del auto tal y como iba vestida.
El mini vestidito rojo que me puse parecía una toalla de baño, sin mangas, me cubría las tetas y apenas las nalgas, era una vulgaridad ese vestidito de una pieza y los tacones eran altísimos. Tanto el vestido como los tacones me los había comprado él mismo días atrás, se podrán imaginar lo puta que me veía. Llevaba mi cabello suelto, mis uñas pintadas de rojo y también mis labios, parecía una cereza (risas).
Estuvimos un par de minutos en la entrada esperando que nos abrieran la puerta, ante la mirada de personas que deambulaban por la calle y que vivían en los alrededores de aquella casa, en un barrio de lo más marginal de esos en donde las casas están pegadas unas a otras, no hay espacios entre la acera y las casas.
Por si fuera poco, nos abrió la puerta el papá de Gabriel, el amiguito de Diego, un señor como de 1,65 de altura, un poco barrigón, pues, andaba sin camisa y también descalzo.
No disimuló, me desnudó con la vista. Por un momento pensé que Diego me había mentido y que el trío era con ese señor al que le calculé unos 50 años.
Cuando pasamos a la sala estaban dos chicos, como de 26 años, jugaban videos hasta que me vieron y de inmediato interrumpieron la partida.
Me quedé parada al lado del sofá, Diego no me presentó ante ellos y el señor que nos abrió la puerta estaba parado del otro lado mirándome de arriba abajo con descaro.
Vi como Diego y uno de los chicos desaparecieron de la sala, el otro se quedó recogiendo los cables y la consola de video; parecía algo nervioso con mi presencia.
No pasó ni un minuto cuando apareció en escena el chico que se había ido con Diego.
—Que vengas un momento —me dijo mirándome, haciéndome señas con la mano.
Lo seguí caminando con dificultad debido a los enormes tacones, pasé por un pasillo que llevaba al garaje.
Estaba la camioneta donde planeaban cogerme, había un montón de cosas regadas por todo el garaje, cosas de hombres, un desorden total (risas).
La camioneta se veía vieja, con la pintura caída en varias partes, era de color blanco pero un blanco desgastado de un tono amarillento.
Abrieron las dos puertas del frigorífico, Diego subió y luego me llamó, me tomó de las manos y jalándome me hizo subir, el vestido se me subió todo dejando mis nalgas al descubierto, no llevaba ropa interior, su amigo debió verme el alma.
Diego me dijo que esperara un momento y saltó de la camioneta y me encerró, dejándome a oscuras dentro del frigorífico apestoso a carne. El olor era nauseabundo, tanto que estuve a punto de desistir de la idea de tener sexo ahí.
Empecé a caminar sin poder ver nada, tropecé y caí, notando de inmediato que había caído sobre un colchón que extrañamente no me percaté al principio.
Debo admitir que me excité e imaginé lo que me harían esos tres chicos dentro de ese frigorífico mal oliente sobre un colchón usado, sin sabanas que lo cubrieran.
Transcurrieron como 20 minutos y escuché como abrían las puertas nuevamente. Me levanté del colchón antes de que entraran.
Cerraron por dentro y estuvieron un par de minutos ajustando unas linternas que trajeron de modo que estas enfocaran hacia el colchón.
—Todo listo —dijo Diego al ver que el colchón quedaba perfectamente iluminado—.
Caminó hasta el fondo donde yo estaba de pie mirándolos, me agarró del cabello y me tiró al colchón
—Puta —me dijo
Ese modo de tratarme me excitó.
Se desabrochó el cierre del pantalón y me indicó con el dedo a que le chupara el pene.
Sus dos amigos -que por cierto, me parecieron feos- se acercaron a nosotros y aunque no podía verlos porque quedaron a mi espalda pude adivinar lo que hacían; se estaban quitando la ropa.
Diego dejó que le chupara el pene a mi ritmo pero exigiéndome que lo hiciera «como las putas».
Sus dos amigos se acercaron más y se pusieron uno en cada lado de Diego; se masturbaban viendo la felación.
Diego me ordenó chupársela a Gabriel, así se llamaba el que estaba a su derecha.
Era feo, nada agradable su rostro, su cabello despeinado, de una delgadez preocupante, una mirada de enfermito sexual, de esos que al verlos sabes que viven metidos en su cuarto viendo pornografía todo el día, también tenía rastros de acné en las mejillas.
No me quedaba otra que mamársela delante de Diego, supuse que esa era otra de sus fantasías, que me cogiera un feo desagradable.
—Qué bien lo mama esta perra —dijo el muy atrevido.
En ese momento recordé lo que Diego me había dicho días atrás, que actuara como quien no quiere la cosa.
Ahora entendía el porqué. Se buscó a dos amigos que para mi gusto fueran desagradables a la vista y que actuara como si no quería coger con ellos, qué hijo de puta es mi primo.
Y realmente yo no quería estar ahí succionándole el pene a ese hombre tan feo y descuidado, así que dejé de chupársela y me alejé.
—Qué te pasa, perra, te cansaste? —preguntó Diego, acercándose a mi y jalándome el vestido que se rasgó como si de un papel se tratara.
Se puso de espaldas a mi y me tomó de los brazos uniendo mis muñecas, hacia atrás estirándolas y elevándolas un poco.
Me hizo quedar en una pose totalmente sumisa e indefensa, sentada sobre mis pies y sintiendo un poco de dolor en los hombros
—Me estás haciendo daño —le dije
—Métesela —le dijo al otro chico.
Este no tardó en ponerme el pene en la boca y a mi no me quedó otra que chupársela.
En ese momento sentí que encendieron la camioneta, me invadió un miedo extraño pero continué mamándole el güevo al otro feo.
Empezó a cogerme la boca, pues, Diego se lo ordenó. No tardaron mis ojos en llenarse de lágrimas producto de la cogida de boca de la cual era victima.
La camioneta se puso en marcha y pensé lo que parecía evidente. Me cogerían mientras la camioneta daba vueltas por la ciudad y quién más si no era el papá de uno de ellos el que iba a conducir, era más que obvio.
Gabriel volvió a mi boca por orden de Diego que soltó mis brazos y me amenazó con atarme si no me dejaba coger la boca como ellos quisieran.
Así empezaron a turnarse mi boca con violencia, ocasionándome arcadas, mis ojos llenos de lágrimas, mi maquillaje todo corrido.
La camioneta se movía, no entendía lo que estaba pasando hasta que Diego hablo:
—Te vamos a coger mientras Don Antonio da una vuelta por la ciudad, perra
Yo me resistía a la cogida cuando me quedaba sin aire, luego me volvían a hundir el pene a la boca, uno por uno. Se pusieron en fila, así que mientras uno me cogía la boca los otros dos me obligaban a masturbarlos, luego se cambiaban de posición.
Para entonces, ya yo estaba concentrada en disfrutar de ese tipo de sexo, olvidé lo feos que eran los amiguitos de Diego, olvidé que la camioneta estaba dando vueltas por la ciudad, solo me importaba estar disfrutando de tres buenos penes, sintiendo mi cuca humedecida, queriendo ser cogida.
Pero mi cuca era la que menos iba a disfrutar de esos tres penes.
—Sigue mamando, perra, pon a tono estos penes que te van a romper ese culo —dijo Alejandro, el otro chico.
Se las chupé otro rato más, olvidando las ordenes de Diego de resistirme, me turnaba sus penes con gusto, excitada, deseando desesperadamente ser cogida.
—Culo, culo, culo —entonó Gabriel—, quiero culo.
Entonces Diego me agarró del cabello con violencia, se pasó al otro lado del colchón y me ordenó continuara chupando.
Sus dos amigos quedaron detrás de mi que quedé en posición de cuatro y uno de ellos empezó a lamerme el ano y a escupirlo hasta que se decidió y me la metió de golpe haciéndome gritar de dolor
El otro chico dio la vuelta y se puso al lado de Diego, ambos se arrodillaron y yo me turnaba sus penes mientras uno de ellos me rompía el culo.
—No te vayas a correr, idiota —dijo Diego al que me daba por el culo
Así estuvieron turnándose mi culito. Me insultaban, me pegaban en las tetas y las pellizcaban, me daban bofetadas, nalgadas, todo eso me excitaba en gran manera, pues, a pesar de que dolía, era un dolor soportable que contribuía a ocasionarme placer.
—Qué puta —decían a cada rato, era el insulto más suave de todos.
Estaban incrédulos ante todo lo que dejaba que me hicieran.
Hubo un momento en que uno de ellos me daba duro por el culo y me jaló del cabello, grité de dolor pero no por el sexo anal sino porque jalaba mi cabello con violencia y me hacía daño.
Tuve que rogarle que parara, que me dolía demasiado.
Cuando se cansaron de turnarse mi culo me hicieron doble penetración y Diego soltó su acostumbrada frase:
—Solo así te daremos por la cuca, puta, solo así —me dijo mientras pellizcaba mis pezones, estando debajo de mi, esperando que uno de ellos me la metiera en el culo.
Cuando ambos lograban meter su pene en mis dos agujeros se movían como unos enfermos, llevándome a un intenso placer del que no podía escapar aunque quisiera.
La combinación de dolor y placer mezclados me llevaba a la locura; tantos pellizcos y chupones a mis tetas, nalgadas violentas una tras de otra, jalones de pelo, escupirme la boca antes de meter sus penes, todo ese sexo sucio me encantaba, me martirizaba y al mismo tiempo me permitía experimentar los orgasmos más intensos y espectaculares.
Diego se quedó debajo de mi mientras Gabriel y Alejandro se turnaban mi culo y mi boca.
Cuando me hicieron doble penetración boca arriba me quitaron los tacones, pues, accidentalmente golpeé a uno de ellos en la cara cerca del ojo por lo que estuvo un rato sobándose.
Cansados de la pose, me pusieron de nuevo en cuatro y se turnaban mi culo y boca, parecían animales, no querían parar de culearme pero cuando veían que no aguantarían más se salían de mi culo para que otro tomara el turno, no sin antes pegarme unas cuantas nalgas
Hubo un momento en que se acabaron los insultos, solo se escuchaban mis gemidos y arcadas acompañados del ruído de mis nalgas chocar contra la ingle de ellos cuando descargaban toda su furia contra mi culo.
Alejandro no aguantó más y se corrió dentro de mi culo, insultándome por hacerlo acabar.
Quedé con los otros dos que continuaron turnándose mi culo, mi cuquita solo servía para escupir mis fluídos y todo lo que fuera cayendo de mi culito. Cuando Alejandro se recuperó se unió de nuevo a la fiesta y entonces Diego aprovechó para correrse en mi boca, pues, ya no aguantaba más.
Se hizo a un lado y se quedó viendo como sus dos amigos me acomodaban nuevamente para hacerme una doble penetración pero Gabriel no aguantaría mucho y se correría en mi culo que aún tenía la leche de su amigo, cosa que les pareció muy morbosa.
Después de correrse me tomó del cabello y me hizo girar la cara para que le mirara, entonces me escupió y luego me propinó una bofetada dolorosa.
Diego tomó su lugar y me la metió por el culo, Alejandro continuaba debajo de mi, chupándome y mordiéndome los pezones.
Ahí estuvieron un buen rato en el que volví a tener un orgasmo muy intenso, tanto que quise liberarme pero Diego me lo impidió.
Diego se correría por segunda vez, esta vez en mi culo. Gabriel se acercó y me metió su verga nuevamente erecta.
Diego golpeó la camioneta varias veces, entendí que le estaba avisando al conductor que ya estaban por terminar.
Agotados todos solo me volvieron a coger uno por uno pero por mi cuca hasta correrse, luego con los dedos me sacaban el semen de mi cuca y me lo restregaban por toda la cara, los tres hicieron lo mismo y descansaron dejándome tirada en el colchón, diciéndome todos los tipos de insultos que puedan existir y se reían.
No pasaron ni 5 minutos cuando noté que la camioneta se detenía, luego se escuchaba el ruido de un portón abrirse; habíamos llegado.
Cuando abrieron las puertas ya estábamos dentro del garaje, Diego no me dejó bajarme y volvió a dejarme encerrada aunque no se llevaron las linternas que continuaban encendidas.
Aproximadamente como 10 minutos después volvieron a abrirse las puertas y adivinen quien entró:
Si, el señor Antonio, el papá de Gabriel.
Yo estaba agotadísima, no tenía fuerzas para negarme a volver a ser cogida, solo maldije a Diego para mis adentros por ser tan desgraciado.
El señor subió con algo de dificultad y cerró la puerta desde dentro.
Quién sabe qué le habrá dicho Diego pero se quitó toda la ropa, me agarró del cabello y con total confianza me obligó a chuparle el pene.
De nuevo sentí que se encendió la camioneta y nuevamente estaba siendo cogida mientras la camioneta estaba en marcha sin saber hacia donde se dirigía esta vez.
Don Antonio me ordenó ponerme en cuatro y se subió al colchón para quedarse junto a mi como si fuéramos dos perros.
Me cogió por el culo, y se corrió a los pocos minutos, me dijo:
—Qué puta tan rica, vale, me hiciste acabar tan rápido
La camioneta siguió en marcha, Don Antonio me hacía preguntas sádicas, me preguntó cómo me habían cogido su hijo y amigos.
Yo le respondí todas sus preguntas y admito que me excité contándole al viejo todo lo que me hacían tal y como lo hago aquí en todorelatos. Me dijo que me masturbara mientras le contaba y eso hice; él me manoseaba las tetas hasta que su pene volvió a tomar fuerza.
Se acostó en el colchón y me dijo que lo cabalgara.
Me subí encima de él y yo misma me metí su pene pero por mi cuquita.
Me encantó cabalgarlo, él me manoseaba las tetas, le dije que me las pellizcara si quería.
—Qué rica putita eres —me dijo y me pareció tan tierno la forma como lo dijo, pues le notaba encantado por la forma en la que yo lo cabalgaba.
Yo en mis pensamientos decía: Se enamoró el viejo de mi (risas).
Me avisó cuando estaba por correrse y ahí dije que me vengaría así que lo cabalgué con las pocas fuerzas que tenía y el señor Antonio empezó a jadear casi que gritando y sentí su semen inundar mi cuquita.
Yo veía su cara y me excitaba el hecho de hacerlo sufrir un orgasmo intenso, él no podía verme, tenía los ojos cerrados, parecía que le estaba dando un infarto.
Me levanté, estaba toda sudada, olorosa a semen y a pene, a fluidos, a carne, a todo.
Don Antonio se quedó diciéndome cosas tiernas, me llamaba puta pero de una forma tierna, como si le diera cierta pena.
La camioneta se detuvo y tuve miedo. Me cubrí con el vestido aunque estaba todo roto.
Escuché a Diego desde fuera pedir que abriéramos, Don Antonio se apresuró a abrir.
El señor Antonio se bajó y se despidió de mi
—Chao, putita, eres una delicia
Yo ni lo miré, me hizo tener sentimientos de culpa aunque el muy cerdo también me había cogido.
Diego entró su auto al garaje para que yo pudiera entrar con tranquilidad, entré descalza, los tacones se quedaron dentro de la camioneta.
Me cambié de ropa en el auto mientras Diego me llevaba de vuelta a mi apartamento, me limpié como pude, olía a semen y tenía moretones por todos lados.
Diego no quiso acompañarme, me dejó en la entrada y se quedó mirando el show de tener que toparme con el conserje que probablemente habrá sospechado algo.
30 minutos después llegó Diego al apartamento con hamburguesas y papitas fritas, se quedó a dormir conmigo.