Me usan el culo en público

Hola a todos! No sabía muy bien en qué categoría clasificar esta anécdota ya que tiene contenido anal, pero también algo de fetichismo e incluso voyeur. Espero que me disculpen y la disfruten!

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Era uno de esos días calurosos de mayo. Aún no había comenzado el verano pero su calor comenzaba a azotar con fuerza mi pequeña ciudad. Era un sábado como otro cualquiera, había terminado los últimos trabajos que tenía para clase y tenía toda la tarde por delante. Eran las 5 de la tarde cuando, cansada de matar el tiempo viendo una serie, empecé a explorar por internet. Como siempre, mi mente calenturienta me trajo hasta esta página, donde pude leer un relato con cierto toque fetichista que me provocó bastante.

Con ávida disposición me bajé los shorts y las bragas que llevaba, dispuesta a satisfacer los ardientes deseos de mis húmedos labios. Saqué del armario la caja con mis juguetes dispuesta a coger mi vibrador favorito pero, justo antes de sacarlo, una idea sobrevoló mi mente.

Junto al vibrador rojo intenso se encontraban, entre otros artilugios sexuales: mi cadena de bolas tailandesas, mi dildo rosa con ventosa y un plug anal de metal. Tras ver este último juguete y, sumado al aburrimiento que tenía esa tarde, decidí que era un buen momento para utilizarlo; pero mi excitación no me iba a permitir sólamente usarlo, quería aumentar mi calentón al máximo, quería ver hasta donde podía llegar a mojarme.

Cogí el plug con cuidado. Era más grande de lo que recordaba, llevaba mucho tiempo sin usarlo desde que lo dejara con mi anterior pareja. Era grande y pesado, con un diámetro de 3.5 cm de grosor, un cuello finito y un diamante rojo en la parte que hace de tope. Cogí el lubricante que guardaba, lo embadurné bien y poco a poco fui introduciéndolo por mi culito. Me costó mucho comenzar a introducirlo, llevaba demasiado tiempo sin sexo anal y no recordaba la sensación que éste producía. Estaba a punto de dejar de intentarlo cuando conseguí que entrara de golpe en mi.

El contacto del frío metal contra el interior de mi ano me produjo un escalofrio intenso, lo que sumado al placer de sentirme penetrada provocaba una sensación maravillosa. Sin perder más tiempo y con la líbido a la altura de las nubes decidí que iba a vestirme y a bajar a la calle. Decidí cambiarme las braguitas, las anteriores ya estaban empapadas y elegí un tanga blanco de hilo fino. Me lo puse junto a mi falda favorita, cogí las llaves, el movil y una bolsita (por si necesitaba quitármelo) y salí de casa.

Ya en el ascensor probé a levantarme un poco la falda y me miré el culito en el espejo. Me percaté de que se veía perfectamente el diamante rojo en la entrada de mi ano, cubierto parcialmente por el hilo blanco del tanga. Esa imagen provocó que mi sexo volviera a humedecerse.

Salí del portal y vi que la calle estaba bastante transitada. Era sábado y se notaba que la gente quería disfrutar del gran día que hacía. El morbo que me provocaba sentirme penetrada a cada paso que daba en la calle repleta me hacía mojarme cada vez más. Sentía como mi culo era penetrado paso a paso sin parar. Con tal nivel de excitación me estuve paseando por un parque cercano hasta que decidí entrar a tomar un café en un bar que habían abierto nuevo.

Era un local muy bonito, decorado muy cool destinado para gente joven. Su popularidad estaba por las nubes (casi tanto como mi coño en ese momento) y eso explicaba que estuviera bastante lleno. Me senté en la terraza y pedí un café solo con hielo. Me percaté tarde y de mala manera de que las sillas eran metálicas. Escuché el sonido de metal contra metal al sentarme, así como la sensación de que me penetraban de golpe el ano. Por suerte, fui capaz de disimular mi expresión facial, y nadie reparó al llamativo sonido metálico.

Tomé mi café tranquilamente disfrutando de la tarde soleada hasta que decidí que era buen momento para volver a casa y terminar con lo que llevaba tiempo calentando. Pagué mi consumición y entré al local para ir al baño antes de irme. Para mi sorpresa, el local estaba construído con una doble planta, con una escalera de rejilla que conducía a los baños, situados en el piso superior. Con decisión y toda mi calentura subí por las escaleras tratando de no ondear demasiado la falda ya que, a través de la rejilla, podrían verme todo. Observé un grupo de chicos de mi edad, perfectamente ubicados, que no dejaron escapar la oportunidad de visualizar durante mi subida lo que escondía debajo de la falda.

Muerta de vergüenza llegué hasta el baño y descubrí mi coño encharcado. Hice pis, me limpié y no pude evitar tocarme un poco pensando en aquel grupo de chicos. ¿Habrían podido ver el plug en mi culo? ¿Debía quitármelo para evitar que lo vieran al bajar?

Esas preguntas recorrían mi cabeza cuando decidí que en realidad había salido a por todas. En lugar de quitarme mi juguete anal, decidí quitarme el tanguita blanco (el cual no podía estar más mojado) y guardarlo en el bolso. Si querían mirar bajo mi falda quería que vieran todo: mi coñito sin depilar, mis labios mojados y el plug dentro de mi culo.

Me atusé el pelo en el espejo, salí del baño y bajé las escaleras rápidamente sin ni siquiera mirarles. Salí del local tras pasar a su lado, notando un silencio mudo entre ellos y sentir sus miradas fascinadas a mi espalda. Decidí que ya era el momento de dirigirme a casa a terminar lo que llevaba un rato preparando en mi sexo. Apuré el paso, subí rápido por las escaleras a punto del orgasmo, entré en mi habitación, cerré la puerta y me masturbé frenéticamente con la falda puesta y el plug todavía dentro. Tenía tanta excitación que me corrí en menos de un minuto sólo con mis deditos, mojando mi cama completamente con un squirt enorme.

Fue la primera vez que hacía algo así sola, aunque tras descubrirlo, no ha sido la última.