Mi amigo me lo hace frente a su mujer

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Mi casero me lo hace delante de su mujer

Me llamo Ruben y deseo contar mi primera experiencia distinta, hace un mes.

Me alquilaron la habitación y fueron muy atentos conmigo. Yo era el único inquilino, un joven algo afeminado con novia pero con muchas dudas sobre mí mismo. Mi habitación era preciosa, comia en el comedor con los caseros, una pareja de unos cincuenta años. Mis estudios en la universidad iban muy bien. Durante los almuerzos con mis caseros nos fuimos conociendo… por el casero, don Juan, sentía una atracción que me hacía sentir vulnerable y me sonroja. Recordaba cuando hacía el amor con mi novia para no imaginar nada con ese señor tan desconocido para mí, aunque súper amable. Mi semblante sensible y la dulzura de mi rostro, junto con mis ojos azules provoca en las demás el deseo de hablar conmigo, tanto en hombres como en mujeres.

Cuando fui a la ciudad llevaba un año con mi novia Elisa, es un primor, ya hacíamos el amor. Nunca estuve con ningún hombre en el pueblo, pero a veces sentía atracción por algún hombre, pero rechazaba ese deseo sintiéndome como atacado. Pero me sorprendía a mi mismo mirando alguna vez hacia la bragueta de algún hombre, pero como algo involuntario que disimulaba mirando a todos lados.

Mi casero es un cincuentón muy apuesto, pelo semi canoso, me sentía bien con su amabilidad. Mi casera, Estefania, es de la misma edad que su marido, más o menos. Ella me dijo un día estando solos que se querían, pero que la pasión había disminuido. Fue más concreta, diciéndome que para que su marido descargara su semen, en la cama y con pocas ganas los dos, a veces le acariciaba los testículos a su marido mientras el se masturbaba. Me dio fatiga que me lo confesara… pero aquella noche me acaricié los testículos imaginando que acariciaba los testículos del señor Juan ¡Era la primera vez que me había permitido imaginar hacerlo con otro hombre! Pero en cierto modo me sentí liberado. Con veinte años estaba muy confuso.

Un día mientras orinaba en el váter el señor Juan entré sin avisar, no tienen pestillo en el aseo, había oído el chorro, pero quería ver su pene, que imaginaba que era grande y grosero. Al entrar quedé embelesado viendo su pene grande pero flácido y ese sonoro chorro de orines. Mi labio inferior se descolgó un poco, una sonrisa me iluminó el rostro y un brillo llenó mis ojos. Don Juan se dio cuenta de mi reacción y no paro, siguió orinando, ¡imaginaba que ese chorro caía en mis espaldas estando yo en pompa! Sofocado al ver cómo su pene se ponía erecto, cerré la puerta y salí corriendo. Esa noche lloré en mi habitación. Cuando dejé de llorar sonoramente, escuché a la pareja hablando en la habitación de al lado. Cuando callaron, el señor Juan entró en mi habitación sin avisar, se puso de pié junto al cabecero de mi cama y, ¡sin decir palabra!, se bajó el pijama y los calzoncillos mientras yo lo miraba con la cabeza sobre la almohada, ¡era terrible pensar que me estuviera pasando eso a mi! Pero no fui capaz de decirle que se fuera, al contrario, mis ojos se clavaron en su miembro erecto y muy grande, con la luz de la luna que entraba por la ventana. Deseaba besar ese pene… me incorporé sentado sobre la cama, su pene quedaba a la altura de mi boca, tenía olor a limpio, aunque también a polla. Me acerqué y besé su enorme glande, le di con mi lengua en el frenillo, don Juan soltó un suspiro que cortó el aire. Mire la puerta y vi que él la había dejado abierta, ese suspiro lo podía oír su mujer; le dije:

-Señor Juan, Estefania nos puede oír.

-No pasa nada, ella sabe que he venido.

Me sentí como si me hubieran tomado los dos por un chico fácil, sabiendo que tenía novia, ella quería entonces que yo hiciera «el trabajo sucio por ella», cuanto más vulgar sentía que me habían tratado, más deseos tenía de tragarme esa polla enorme. No dije nada más, empecé a chupar su miembro por todas partes, sorbiendo sus testículos uno a uno y dándoles con mi lengua dentro de mi boca. Después y haciendo un esfuerzo, ¡tuve que agarrarme a su culo con las dos manos para poder tragarme su «aparato». Cuando lo conseguí una sensación de plenitud me inundó, mi ano estaba muy relajado, se me había abierto y ni apretando los músculos conseguía tenerlo cerrado. Su pene llegaba hasta mi garganta, no me daban arcadas, deseaba sentir como su poder me arrancaba por dentro. Mientras le comía la polla vi como entraba su mujer y se sentaba en una silla junto a la puerta, en silencio, mirándonos. Su marido había separado las piernas y sus testículos colgaban como bolas de billar. Mientras su pene arrasaba mi garganta yo acariciaba sus testículos con esmero y dulzura con mis suaves y jóvenes manos, rozaba su ano peludo y don Juan jadeaba y se estremecía.

Más de quince minutos estuve chupandole la polla, su mujer soltó dos o tres suspiros desde su silla. De pronto sentí como su miembro se tensaba dentro de mi boca y su glande se apretaba contra mí paladar, ¡que barbaridad!, soltó un chorro en mi garganta, muy espeso y más caliente de lo que hubiera imaginado que se sentiría, después me sacó media polla de la boca y descargó desde dentro otro chorro en mi lengua. Luego me la sacó y se la meneo fuera soltando otro pequeño pegote sobre mi mejilla derecha. Me acarició mi cabellera y salió en silencio; su mujer se acercó a mi, me besó en las mejillas, llenándose del semen de su marido y me dijo que yo era un encanto, después salió y cerró mi puerta. Esa noche me masturbé imaginando de todo, con ellos y con mi novia.

Al día siguiente comimos juntos con la misma amabilidad de siempre, ninguno de los tres habló del tema, nada. Pero por la noche don Juan volvió a irrumpir en mi habitación y repetir la función del mismo modo, idénticamente, con su mujer de testigo. Más de quince días estuve chupandosela y tragandome su leche. Un fin de semana en mitad de esos quince días vino mi novia e hicimos el amor, como nunca, lo hicimos varias veces esa noche. Don Juan y estefania fueron súper amables y por puesto nada dijeron de nuestro secreto. En cuanto dejé a mi novia en el autobús, sentí deseos de que me lo hiciera don Juan, pero siguió una semana más solo metiéndomela en la boca. El sabor de su semen era para mi una forma de entrega, una dominación consentida por mí.

Pasados los primeros quince días, una noche cuando entraron los dos me dijo don Juan:

-Ruben, mi mujer desea participar, ¿te parece bien?

-Si, bueno, lo que usted diga don Juan.

-Pues desvístete.

Me quite el pijama y los slip y me tumbe en la cama. Mi pene estaba flácido y pequeño. La señora estefania se acercó a mi y se desnudó, no tenía mal cuerpo para cincuenta años. Se acercó a mi y me acarició el pene y los testículos, mi pene creció poco a poco, y se puso muy erecto. Mi pene es más pequeño que el de don Juan, pero estéticamente se ve más joven y bonito. La señora Estefania me la empezó a menear, me dijo él:

-Sientate en el filo de la cama y chupamela como siempre, mientras ella que siga.

Me senté y prácticamente me la metió en la boca de golpe, tenía ganas de follarme la boca.

Mientras el se movía adelante y atrás sujetando mi cabeza con las dos manos, su mujer empezó a chupar mi pene, de un modo muy suave, su brusquedad, con la lengua más que con los labios, la sacaba de su boca y la lamía, como me gustó. Me corrí en su cara mientras me pasaba la lengua por el pene desde el lateral, a la vez que yo mordía el miembro de su marido al venirme el orgasmo. Ella salió para limpiarse la cara, don Juan me la sacó de la boca y me indicó que me pusiera a gatas.

Me puse a cuatro patas, mi ano estaba semiabierto, se me abría y cerraba con mini espasmos, bajé la cabeza más y sentí como me temblaba el cuerpo esperando a don Juan.

Me cogió por los costados y paseó su miembro por la raja de mi culo, desde la curcusilla hasta rozar mis testículos que se escondieron. Yo estaba con el corazón a noventa, por primera vez un hombre maduro, que es el tipo de hombre que me atrae, me iba a tomar, ¡a tomarme a mi!

Cuando su pene atravesó mi culo, este estaba ya tan dilatado y entregado que apenas sentí dolor, ese miembro enorme me hico algo de dolor al llegar a donde no me entraba más, me dio varios azotes en los cachetes y cogiéndome por los costados empezó a penetrarme con mucha furia, mi culo sonaba como un trapo húmedo y sucio… entró su mujer y dijo ella:

-Juan, me dijiste que no le harías eso.

-Cariño, tenía que pasar, tenía que pasar, era inevitable.

Después de decir eso aceleró más aún, después se acercó su mujer y nos acarició los testículos a los dos alternativamente, con una suavidad que daban escalofríos… el miembro de don Juan se puso tan erecto dentro de mi que yo sentía como si mi cuerpo se hubiera partido en dos. Se corrió dentro de mi, golpeando sus muslos con los míos, se salió de mi y sentí como un gran chorro salía de mi ano abierto y descendía por mi pierna derecha hasta depositarse detrás de mi rodilla.

Hace doce días desde que me tomó por primera vez, le dije que era feliz. Desde ese día, todas las noches derrama su semen dentro de mi mientras su mujer nos acaricia los testículos. Me ha dicho don Juan que tiene varios amigos a los que seguro que les gustaría tomarme un rato, pero que no sabe como plantearlo, por si se espantan. Me ha pedido presentarme a ellos uno a uno y que sea yo quien me insinúe, pero sin decirles a ellos que yo Ruben soy la perrita de don Juan. No me gustó que dijera que yo era su perrita, pero a la vez me excitó mucho, también me excito mucho la idea de insinuar.e a sus amigos hasta conseguir que me tomen, en eso estoy ahora, intentándolo.

Gracias por leerme, se que puedo parecer vulnerable, pero la verdad es que me siento menos vulnerable que antes de convertirme en el pasatiempo de don Juan.