MI CALIENTE MUJER Y LA POLLA DE MI PADRE.

Nuria, mi mujer, es una hembra caliente a tope, de 45 años de edad, y que está cachonda todo el día, al igual que yo, una milf majestuosa en toda la extensión de la palabra, amante de la lencería sexy, con unas tetas extraordinarias de aureolas y pezones oscuros, coño peludo asombroso y un culo magistral.

Con motivo de las fiestas navideñas mi padre, ya entrado en años y viudo, nos visitó en mi casa para pasar parte de éstas con nosotros. Aunque ya se conocían personalmente por numerosas visitas nuestras a mi pueblo fue en esta ocasión cuando ambos congeniaron de manera más íntima, dándose una confianza mutua que fue a más a cada momento, lo que provocó que mi padre fuese adoptando hacia ella una actitud cada vez más pícara, obteniendo por su parte respuesta similar, con detalles como indirectas varias y miradas de deseo que a mi mujer provocaban sobremanera, mientras que ella, aún en mi presencia, se mostraba muy cariñosa hacia él, adoptando actitudes como abrirse de piernas más de lo normal cuando lo tenía sentado frente a sí mostrándole sus tangas y bragas sexys o sentándose en el salón con sus preciosas tetas sueltas y sin sujetador, exhibiéndolas tras blusas transparentes más abiertas de lo normal también, algo que en mí iba despertando a cada momento más lascivia y curiosidad.

El segundo día que mi padre pasó con nosotros, por la tarde y tras la comida, marchó a dormir la siesta a la habitación que habíamos preparado para él, entrando yo en la nuestra para cambiarme de ropa ya que tenía que salir a la calle a realizar diversas gestiones. Cuál fue mi sorpresa al salir al salón cuando me encontré a mi mujer, agachada, mirando por un agujero de la puerta de madera a mi padre, cachonda perdida y tocándose su inmenso y peludo coño, al ver cómo se marcaba acostado en la cama una paja monumental, con su polla de 24 centímetros enormemente tiesa y dura, pensando en mi mujer. Aún así, viendo que yo la miraba, no cesó de tocarse y me dijo que la estaba poniendo muy cachonda y que esa polla ella la tenía que probar. Yo le hice caso omiso, entré en el servicio a peinarme y mientras lo hacía empecé a escuchar sus gemidos de placer al correrse tocándose el coño sin parar, despertando en mí un morbo increíble.

Salí del baño y ella estaba tendida en el sofá del salón tocándose aún, pidiéndome disculpas por haber actuado así pero, al mismo tiempo, muy satisfecha y gozosa con su corrida. Yo la miré y, con las mismas, salí de casa a realizar mis tareas aunque no se me iba la instantánea de la cabeza y mi mente se centraba en lo visto, poniéndose mi polla extremadamente dura solo al pensar que el asunto podría ir a más en mi ausencia.

Tras varias horas en la calle regresé a casa y, tal y como me temía y había pensado, al abrir la puerta con sigilo escuché gemidos de mi padre en su habitación y frases como «Sigue, sigue… Así, así… Qué bien lo haces, zorra. Así está mi hijo contigo. ¡Menuda puta tiene en la cama!», a lo que ella asentía con su cabeza, respondiéndole «A tu hijo le encanta que se la chupe y se corre como un hijo de puta en mi boca cada vez que se lo hago». Yo no dije nada pero me imaginé lo que estaba ocurriendo. Sin mediar palabra y casi sin moverme me senté en el tresillo del salón y tras unos minutos pensando en cómo actuar me levanté despacio y me dirigí sin hacer ruido a dicha habitación, cuya puerta estaba entreabierta, pudiendo observar desde fuera cómo mi mujer, con una preciosa trenza, vestida con elegantes medias negras y liguero y portando unos majestuosos tacones, le hacía en ese momento una espléndida mamada a mi padre, que tenía su enorme y grandiosa polla dura y tiesa y gozaba de placer como jamás antes lo había visto con mi madre en vida. Acto seguido fue ella quien le pidió a mi padre que le comiese el coño, a lo que él accedió gustoso. Mi mujer se acostó en la cama, se abrió de piernas y mi padre se sumergió en su majestuosa y peluda raja para comenzar a comérsela y deleitarla con gozo mientras ella gemía cada vez más de placer inmenso sujetando con sus manos la cabeza de mi padre y pidiéndole que no parase hasta que consiguió correrse dos veces como una loca. Seguidamente ambos se pusieron en pie y mientras se besaban y abrazaban cachondos y calientes, mi mujer se encargaba de mantener bien duro y tieso el inmenso pollón de mi padre acariciándolo de arriba a abajo con su mano y posteriormente agachándose para chuparlo y mamarlo de nuevo, acariciando al mismo tiempo sus repletos huevos, con unos ojos de vicio increibles y totalmente fuera de sí mientras mi padre gozaba como un gran cabrón con la cabeza erguida mirando hacia arriba y los ojos entreabiertos por el placer que le proporcionaba la zorra de su nuera.

Tras su exhibición con la boca mi mujer le pidió a mi padre que se acostase en la cama, subiéndose ella encima e introduciéndose el pollón en su coño, ya muy mojado, comenzando a cabalgar como una poseída. Esa estampa de mi mujer, vestida con su fina lencería, siendo follada por mi padre sin darse cuenta de que yo los miraba a escondidas, hizo que tuviese que sacar mi polla, ya durísima y enorme, para comenzar a pajearme suavemente y aguantar sin correrme hasta el final del espectáculo con el que ambos me deleitaban. Era fantástico ver a mi mujer gozando como una auténtica puta mientras gritaba sin cesar y le decía a mi padre frases como «¡Fóllame, fóllame. No pares, mi suegro cabrón!», «¡Dame fuerte y métemela hasta el fondo de mi coño, es tuyo y quiero tu polla para mí. Cada vez que quieras puedes venir a follarme, seré tu zorra y tu puta siempre y tu hijo un cornudo consentido que va a ver con sus propios ojos cómo su padre se folla y da gusto a su mujer mientras él mira y se pajea!». Por su parte, mi padre, sujetándola y apretándole su extraordinario culo se la seguía metiendo locamente y con rapidez, provocándole un inmenso orgasmo que la hizo chillar y gemir de auténtico placer.

La exhibición de ambos continuó con un cambio de postura, siendo mi mujer la que se acostó en la cama boca arriba, levantando sus hermosas piernas para ponerlas sobre los hombros de mi padre mientras que éste se las sujetaba con fuerza y le volvía a clavar su enorme polla placenteramente en lo más profundo de su peludo coño, con embestidas brutales que a ella estremecían de auténtico gustazo, consiguiendo que se volviera a correr inmensamente entre chillidos y alaridos mientras mi padre le decía frases como «¡Córrete, putita mía, que aquí está tu suegro con su inmensa polla para darte gusto y placer!», «¡Qué lástima no haber venido antes para follarte como te mereces!» o «¡No imaginas las pajas que me he hecho pensando en ti a diario desde que te conocí y las veces que has hecho brotar la leche de mi polla mientras imaginaba cómo te follaba, zorra cachonda y caliente, puta más que puta!».

El espectáculo continuó con un nuevo cambio de postura aunque antes, la golfa de mi mujer volvió a realizarle a mi padre una nueva mamada durante unos minutos. En esta ocasión, la zorra caliente se puso a cuatro patas brindando su majestuoso culo y su espléndido coño a mi padre de forma trasera haciendo que él, con su polla totalmente erecta y dura, se pusiese aún más cachondo de deseo, atizándole duras embestidas con las que ella no paraba de correrse una y otra vez. Entretanto, en un determinado momento, mi padre se puso en cuclillas y, despacio, suavemente, fue introduciendo su pollón en el culo de mi mujer mientras le decía «¿Qué te creías, que tu suegro no iba a follarte este pedazo de culo que tienes…?» o «¡Qué buena estás, zorra caliente y puta. Mientras esté aquí tengo que follarte varias veces al día, tengo que darte mi polla y mi leche a todas horas, golfa, aunque mi hijo esté presente; y si quieres te follamos los dos a la vez!», lo que hizo que ella comenzara a tocarse el coño y a meterse los dedos con rapidez mientras él la follaba por el culo de forma bestial y caliente, provocándole varios orgasmos que la hacían chorrear piernas abajo, mojando toda la cama con sus ricas corridas. Mi mujer pedía con lujuria a mi padre que no parase de metérsela y él le obedecía agarrándola por la trenza que llevaba en el pelo y alternando sus acometidas tanto por el coño como por el culazo espléndido de mi hembra.

Yo continuaba presenciando la maravillosa follada de ambos mientras acariciaba suavemente mi dura y enorme polla cuyo capullo ya se encontraba hinchado por la excitación y a punto de soltar una majestuosa corrida. En previsión de que eso pudiese ocurrir en cualquier momento tomé la decisión de abrir la puerta y entrar en la habitación, lo hice totalmente desnudo y tocándome la polla mientras ellos me miraron con extraordinarias caras de placer al tiempo que mi padre me decía «¡Mira, cornudo, cómo me follo a la puta de tu mujer, su coño y su culo lo vas a tener que compartir conmigo a partir de ahora. Está buenísima y me encanta lo zorra y golfa que es. Es una auténtica perra de pies a cabeza»; por su parte, mi mujer asentía y me rogaba que le permitiese que mi padre la folle cada vez que quiera, a lo que accedí mientras me acercaba a ella para poner mi dura polla en su boca y me la mamase, lo que hizo maravillosamente con extraordinario deseo y pasión. Mientras esto sucedía, mi padre le dijo entre jadeos «¡Me voy a correr de un momento a otro, zorra. Te voy a dar toda mi leche ya mismo!», respondiéndole ella a gritos «¡Sí, sí… Córrete, cabrón mío, hijo de puta. Dame toda tu leche, suegro mío!», segundos después y con su enorme polla metida en el coño de mi mujer, mi padre comenzó entre gemidos a llenárselo de abundante leche en una corrida monumental que enloqueció a mi mujer diciéndole «¡Qué rico, qué rico… Uhhhmmm… Qué calentita y que rica tu leche, cariño mío, hijo de puta. Qué bien me follas, cabronazo mío!», mientras que él proseguía metiéndosela para esperar a que yo también me vaciase. Tras unos minutos en los que mi mujer, a cuatro patas, continuó chupando mi polla y besando mis huevos, mi capullo explotó de gozo corriéndome en su ansiosa boca, que se tragó toda mi leche relamiéndose de gusto para finalizar con una muy buena limpieza de polla para no desperdiciar ni una sola gota.
Éste fue el comienzo de una serie de encuentros en los que ambos gozaron de placer mientras yo me convertí en un cornudo consentido.

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