Mi mujer y la polla de otro hombre

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Mi esposa había disfrutado tanto con J que volvimos a quedar con él. En esta ocasión iba a ser en otro local liberal (podéis leer otras aventuras también reales en mi perfil). Por primera vez nos habíamos citado con uno de los sementales de mi mujer en un bar corriente y moliente para desde allí ir juntos. Esta nueva circunstancia lo hacía todo más raro aún para mí. Ahí estábamos los tres, sentados alrededor de una mesa, cerca una familia tomando algo con los niños correteando alrededor. Nadie podría imaginar que esas tres personas que conversábamos tranquilamente estaríamos follando juntas en no mucho rato.

Tengo que reconocer que J era un hombre educado y amable. Le pasaba como a mi mujer y a mí, que por un lado tenía una faceta de persona con un trabajo, una familia y unas amistades y por otro tenía una faceta morbosa que le llevaba a experimentar sexualmente. Aunque era un par de años más joven que nosotros tenía mucha más experiencia. Además conectaba muy bien con mi esposa, no sólo en el plano sexual sino que a nivel profesional compartían muchas cosas. Creo que eso elevaba el nivel de excitación de ambos, al menos en mi mujer. Bueno, eso y el pollón que se gastaba.

De todas formas nuestra iniciativa de acudir a un local liberal distinto y con apariencia de más íntimo se saldó con un fracaso ya que estaba cerrado, así que tras hablarlo tuvimos que volver a nuestro local habitual. Acababa de abrir y éramos los primeros. Pedimos en la barra y nos sentamos retomando la conversación y conociéndonos un poco más. Aquí tengo que decir lo que a muchas personas del ambiente liberal, incluida mi mujer, les parecerá una herejía: aunque no tengo ningún problema con estas tomas de contacto previas por mí prescindiría de ellas. Mi interés en la vida y gustos de los potenciales amantes de mi mujer es nula. Mi único interés es que follen bien y que mi esposa y yo pasemos una gran velada. Además en ese sentido y hasta hoy, nunca un tío que hayamos aceptado que se siente con nosotros a charlar se ha ido a casa sin follar a R así que ni siquiera se trata de que pasen ninguna prueba. Pero me estoy yendo por las ramas.

En cualquier caso la conversación tampoco duró mucho ya que tomamos esa copa casi por compromiso (tampoco era plan de entrar al local y ponerse a follar directamente, hubiésemos quedado como los viciosos que éramos). Poco después ya estábamos los tres desnudos en el reservado. Estábamos solos. Mi esposa se echó en el suelo y empezaron a besarse. Yo comencé a comerle el coño y a masturbarla mientras él lamía y acariciaba sus tetas y ella le meneaba la polla. Así mi mujer se corrió por primera vez. R se apartó de nosotros y él aprovechó para sentarse apoyado en la pared. Mi mujer se acercó a mí.

– Hay confianza, ¿no? – me dijo sonriendo.

Al principio no entendí a qué se refería. Luego recordé una conversación que tuvimos un par de días antes. Estábamos en nuestra habitación hablando del encuentro que ese fin de semana íbamos a tener con J y mi esposa me preguntó con la mirada baja:

– ¿Te gustaría que le chupase la polla sin preservativo? Ya hemos estado con él varias veces, es un tío sano y serio y hay confianza.

Yo sabía que en realidad no me estaba preguntando. R es así. Desde que entramos en el mundo liberal se ha acostumbrado a verbalizar su deseo personal en forma de pregunta. Ella quería comerse el pollón de J a pelo, estaba seguro que llevaba fantaseando con ello desde el primer día que folló con él. Y lo que quería era conocer si tenía mi permiso para hacerlo y descargar la decisión en mí.

– Si es lo que quieres adelante – le había contestado. Ella levantó la vista y me sonrió.

Como un fogonazo me di cuenta que era a eso a lo que se refería cuando dos noches después me preguntaba si había confianza.

– Sí – le contesté.

Mi mujer se inclinó sobre J, cogió su pollón e inició una mamada a pelo. Así, sin más. Él no se lo esperaba y empezó a gemir ante la pedazo de felación que le estaba haciendo. Me acerqué para verlo. Vi cómo mi mujer se metía todo lo que podía de aquel pollón en su boca pero a pesar de sus esfuerzos era incapaz de metérsela entera. La escena me excitó. La cogí del pelo y empujé para que se clavase todo lo que pudiera de aquella polla en su boca. Noté cómo se excitaban aún más los dos.

– ¿Sabes J? Ha tenido ganas de comerte la polla a pelo desde el primer día – le dije a aquel semental.

A pesar de tener aquel pollón en la boca escuché a mi mujer gemir de la excitación. Acaricié su coño y noté que estaba mojadísima. La masturbé con dos dedos que entraban sin ninguna dificultad. No me resistí más y la penetré por detrás a cuatro patas. Ella gemía y gemía con su boca y coño llenos de polla. Así le llegó su segundo orgasmo. Me aparté a un lado y ella se acercó a mí, reposando su cabeza y espalda en mi pecho y nos besamos repetidamente.

J se incorporó, se puso un preservativo y la separó de mí. Mi mujer se dejó llevar. La puso de rodillas y empujó su espalda para que se inclinase. Ya estaba otra vez a cuatro patas. Empezó a follarla duro. R reinició sus gemidos y vi cómo se corría una y otra vez. Cambiaron de postura y ella se puso a montarlo. El polvo era muy diferente. Frente a la dureza del anterior este era mucho más dulce. Él acariciaba sus tetas y su clítoris. Ella gemía subiendo y bajando con lentitud. No me pude callar.

– Sí, J. Lleva varios días pidiéndome permiso para comerte la polla sin preservativo y finalmente he decidido dárselo. Desde que estamos juntos eres el único hombre aparte de mí a quien ha hecho una mamada a pelo – le confesé.

Sabía lo que iba a pasar. Al decir esto el nivel de excitación de ambos subió y la follada se hizo más dura. Ella se corrió de nuevo. Siguieron un buen rato así, follando y besándose, diciéndose cosas en voz baja con los labios casi rozándose y mirándome de vez en cuando. Otro cambio de postura y él la hizo ponerse boca arriba levantándole las piernas y continuó penetrándola. Mi mujer me acarició con la mano y yo recordé otra de sus fantasías: que nuestro semental se la folllase mientras yo la mantenía indefensa agarrándola de las muñecas. Y lo hice, las aprisioné con mis manos.

– ¡Venga! ¡Fóllatela más fuerte! – le animé.

Él le dió bien duro sin que mi esposa hiciese otra cosa que disfrutar, gemir y correrse. Pero era imposible aguantar ese ritmo mucho rato y J pidió un descanso. Se echó al suelo junto a nosotros quitándose el preservativo pero R no tenía suficiente. Tras un pequeño reposo empezó otra vez a chuparle el pollón a pelo hasta que se volvió a poner dura, y cuando lo consiguió abandonó su polla y se volvió hacia la mía y también se la tragó. Mi polla se endureció en su boca. Esta vez era yo quien estaba sentado apoyado en la pared y con ella a cuatro patas inclinada sobre mí. J se incorporó y se acercó a ella. Vi que mientras con una de sus manos se meneaba la polla con la otra empezó a masturbar el coño de mi mujer. Estaba muy cerca de ella, tanto que cuando mi esposa se percató de la proximidad de su polla esta vez abandonó la mía.

Mi mujer miró hacia delante, hacia su reflejo en el espejo del reservado. Aunque yo no podía verlo directamente sabía que se estaba viendo a sí misma y a J masturbándola y masturbándose. Vi cómo se excitaba. La mirada que le devolvía el espejo era una mirada de zorra tremenda. Y lo vi. Vi en sus ojos lo que pensaba y deseaba. Deseaba que él la follase otra vez en esa postura, a cuatro patas, pero en esta ocasión a pelo. Si J se hubiese atrevido no habría dicho nada, no se lo habría impedido. Ella miraba y miraba deseando que se decidiese de una vez a clavársela sin preservativo pero finalmente él se puso una goma.

Noté la mirada de decepción de mi mujer al darse cuenta y eso le hizo regresar a comerse mi polla de nuevo. J la embestía con tanta dureza que mi polla se le escapaba de la boca y aunque intentaba volver a metérsela no siempre era capaz. Seguía corriéndose. Dos hombres se sentaron cerca de nosotros y se masturbaban contemplando el espectáculo. Estuvimos en esa posición un largo rato, mi mujer a cuatro patas con un polla en el coño y otra entre sus labios y esa pareja de tíos se acabó marchando al ver que no tenían la posibilidad de sumarse.

Al final J, otra vez reventado por el esfuerzo, se salió de mi esposa y se recostó en el suelo. R se volvió hacia él y empezaron a besarse y acariciarse. Pronto ella tenía de nuevo su polla en la boca, esta vez con preservativo, y se la chupaba. Él le trabajaba el coño y besaba sus muslos peligrosamente cerca de su coño pero aunque sin duda ella estaba deseándolo no llegó a practicarle sexo oral. Yo empecé a acariciar la espalda de mi mujer y besar su cuello mientras seguía mamando aquel pollón.

– Te quiero – le dije al oído en esa posición.

Al escucharme mi esposa soltó un profundo gemido mientras aceleraba la mamada. Por el rabillo del ojo vi cómo dos hombres y cuatro mujeres se acercaban a nosotros vestidos únicamente con toallas.

– ¿Podemos quedarnos aquí? – nos preguntó uno de ellos.

– Por mí sí – dijo J mientras seguía disfrutando de la felación que le propinaba mi esposa.

Miré hacia ellos y asentí. R seguía entregada a la mamada sin ser muy consciente del público que teníamos porque allí se quedaron los seis, contemplando el espectáculo porno que les estábamos dando. Me aparté un poco y alterné a mirar entre lo que hacían mi mujer y su amante y cómo el público los miraba, callados y absortos. No sé cuánto tiempo estuvimos así, me pareció mucho. Entonces mi mujer se giró y se sorprendió al ver allí a tantas personas atentas a la mamada que estaba haciendo a J pero eso no la detuvo para nada. De hecho creo que la excitó aún más porque siempre le ha gustado sentirse deseada y centro de la atención de otras personas.

R abandonó la felación y a cuatro patas volvió a ofrecer su culo a J. Este no se lo pensó y de nuevo la penetró por el coño. Mi mujer alcanzó un nuevo nivel de excitación con tanto público y totalmente excitada se corría con él embistiéndola con fuerza. Pasaron los minutos y el público se acabó por marchar y ellos volvieron a parar después de que ella se hubiese corrido varias veces. Él volvía a estar cansado y el público le había descentrado un tanto. Nos echamos otra vez en el suelo. Al rato yo estaba acariciando y lamiendo el pezón izquierdo de mi mujer y J siguió mi ejemplo haciendo lo mismo en el derecho, aunque pronto pasó a acariciarle el coño arrancándole gemidos y poco después a penetrarla con sus dedos, primero suave pero después fuerte. Yo me morreaba con mi esposa y notaba cómo gemía en mi boca hasta que terminó por correrse.

Tras recuperarse de su nuevo orgasmo mi mujer volvió a la carga y a chupar el pollón de J, otra vez a pelo. Yo bajé de nuevo a comerme su coño y en esa posición R volvió a orgasmar. Entonces R nos hizo sentarnos apoyados en la pared con ella de rodillas entre los dos y nos empezó a masturbar nuestras pollas una con cada mano, pasando al cabo de un rato a alternar chupadas en una polla y en la otra. Mientras estábamos en esto aparecieron dos hombres a contemplar el espectáculo y masturbarse. Yo no recordaba haber tenido nunca tanto público. Mi mujer les ignoró y siguió igual, masturbándonos y chupando nuestras pollas. Así estuvimos un buen rato.

– Quiero que los dos os corráis encima de mí, como el otro día, pero esta vez en mi rostro – nos pidió mi mujer mientras no paraba de masturbarnos.

Los dos nos pusimos de rodillas y empezamos a masturbarnos mientras ella se echaba en el suelo, acariciándonos con sus manos y dando lametadas a nuestras pollas cada poco. Uno de los mirones, totalmente excitado por el espectáculo, quiso incorporarse pero ella le rechazó. Yo terminé bajando a su coño para comérselo una vez más hasta que vi cómo J se corría otra vez en la cara de mi mujer y ella se corría simultáneamente en mi boca. Entonces subí y vi cómo en su mejilla y pelo había una buena cantidad de esperma. Totalmente duro penetré su coño y con mi mano extendí el semen de J por la mejilla y por el pecho de mi mujer mientras la follaba en la postura de misionero. Ella disfrutaba de lo lindo mientras su amante nos miraba atentamente. En ese momento algo se apoderó de mí. Sin decir nada empecé a abofetearla en la mejilla donde tenía depositada la corrida. Eso la excitaba enormemente y se corría. Incluso llegué a besarla donde su amante había depositado su semen. Nuestro nivel de excitación era máximo.

– Déjame que te monte – rogó mi mujer.

Salí de ella, me eché en el suelo y ella me empezó a cabalgar.

– Acércate J – le dije.

Me obedeció y se mantuvo de pie a nuestro lado. Eso permitió a mi esposa volver a chupar su polla a pelo y lamerle los huevos mientras yo alternaba caricias, golpes en sus pechos y pellizcos en sus pezones. En esa vorágine J cogió a R del pelo y la obligó a meterse todo lo que le cupiese de su gran verga. Eso incrementó los gemidos de mi esposa que perdió el ritmo de su follada conmigo. Pero J se soltó todavía más y empezó a golpearla en el rostro con su polla. Cada vez que ese pollón impactaba en la cara de mi mujer yo notaba las contracciones de su coño. De repente los pollazos pararon.

– ¡Sigue! ¡Sigue, golpeándome! – le pidió mi mujer con los ojos brillantes de lujuria.

J retomó los pollazos en su cara y así fue cómo ella alcanzó otro par de orgasmos. Pero al fin había llegado mi turno.

– Voy a correrme – le dije a mi mujer.

– ¿Dónde quieres hacerlo? – me preguntó mientras seguía montándome.

– En tu boca – le respondí.

R se sacó mi polla y se la metió en la boca iniciando una mamada que duró muy poco. Exploté en su boca, el único lugar que todavía no había compartido con nadie. Se lo tragó todo. Mientras lamía los restos de semen de mi polla me pregunté cuánto faltaba para dejar de ser el único al que permitía correrse en su boca.