Mi novia divorciada y su hijo
Llevo veintitantos años buscando a la persona que sea compatible con mi forma de ver el sexo. Nunca la encontré, por lo menos alguien con quien me planteara casarme. Como se puede suponer con mas de cuarenta estoy soltero. Ya por no hablar de tener descendencia o formar una familia.
Me gusta el sexo lascivo, morboso, lujurioso, húmedo. Pero de quedarse muy cortos en ese aspecto en mi juventud, ahora la gente se pasa quince pueblos. Como si estuviéramos en el s. XVII y todavía hubiera esclavitud, a todo el mundo le ha dado por la sumisión y el sado. Y a mí cuando me sacan una fusta o un látigo o me defiendo o salgo corriendo, según quieran usarlo conmigo o que yo les dé con él.
He tenido relaciones, mas o menos largas, pero en la mayoría las mujeres con un misionero y darse la vuelta a dormir tenían bastante. Eso cuando no eran de mírame y no me toques. Tan perfectas que se derretirían si les pones un dedo encima. En general chicas menos agraciadas físicamente estaban mas dispuestas al tipo de sexo que a mi me gusta, pero tampoco he conseguido amoldarme a ellas a veces por que solo lo hacían por complacerme y que no las dejara. Y otras por que no tenían bastante conmigo y eran ellas las que me dejaban a mí en busca de mas cantidad de pollas o de fustas.
Esta claro que lo mío es quedarme muy corto o pasarme de largo.
También he estado con prostitutas, pero ni siquiera la mayoría de ellas tenían la imaginación que yo buscaba. Solo hacían una mamada lo mas sencilla posible, se tumbaban o ponían a cuatro patas y gemían esperando que me corriera lo más pronto posible. Y cuando tenían ese punto de morbo, de lascivia procuraba repetir con ellas hasta que las perdía de vista. Al fin y al cabo ninguna de ellas buscaba ningún tipo de relación.
Algunas de ellas eran transexuales. Las buscaba adrede, ya he dicho que me gusta el sexo lascivo así que ver una polla en un cuerpo de mujer me ponía muy caliente. Pero nunca llegué a conocer a ninguna travesti que no fuera puta. Si hubiera encontrado una chica con polla y nos hubiéramos conocido sin tener que pagar por sus favores igual ahora seguiría con ella. Pero no ocurrió. O conocerla pagando y que luego ella hubiera querido otro tipo de relación conmigo. Nunca llegó a cuajar.
Con chicos u hombres no conseguí tener ninguna relación completa, me refiero a duradera, pero si muchos escarceos. No he llegado a considerarme bisexual, lo más hétero curioso. No por que no lo deseara sino por que me pasaba algo parecido a lo que ocurría con las chicas. Algunos lo único que buscan en otro hombre es la polla ignorando el resto del cuerpo y los que buscaban más… no tenían suficiente conmigo. Igual también querían fustas que yo no estaba dispuesto a aceptar.
Pero sí era lo suficientemente curioso como para no echarme atrás si en alguna de las visitas a pubs de ambiente. Si encontraba un chico o un hombre con el que me apeteciera tener sexo o algo más. Y si esa sensación era mutua por supuesto. Así conseguía algo de sexo, buen sexo, mamadas geniales y bastantes veces conseguía follar culos. De hecho la primera vez que lo hice fue con un chico y no con una chica. Debían verme muy heterosexual y activo cuando visitaba esos clubs. Aunque yo me hubiera atrevido a más, a experimentar con mi propio ano, nadie llegó a pedírmelo.
Y todo eso, esa larga explicación, para llegar a la situación actual. He buscado en aplicaciones de citas y paginas de contactos, curioseando mas bien. Tampoco eso parecía una buena solución. La media busca una pareja para toda la vida y su forma de ver el sexo es muy tradicional. O todo lo contrario, la otra mitad se pasa un montón, buscando cuero, ataduras, dolor, sumisión, scat, zoo cosas que no me excitan o me repelen directamente. En el medio está la virtud.
Llevaba una temporada pajeándome con videos y relatos y alguna visita ocasional a un club que bastaba para apaciguar mi lívido. Seguía sin encontrar esa prostituta ideal, viciosa y lasciva de la que ser cliente fijo.
Por fin creí encontrar lo que he estado buscando, es una mujer, la ex esposa de un antiguo compañero de trabajo. Nos reencontramos años después de que nos presentaran en una comida de empresa y congeniamos enseguida. En el reencuentro ella me dijo que se había divorciado. Como hacía tiempo que no veía a su marido no me dio cargo de conciencia invitarla a cenar.
Cristina es de mi edad, voluptuosa, le sobra algún kilo, bien repartido, pero para nada gorda lo que le deja un buen escote, es decir un par de tetas de buen tamaño, por no decir enormes. Tiene una cadera ancha y un culo precioso duro y grande. Una larga melena negra como el ala de un cuervo que casi le tapa las nalgas cuando la lleva suelta y unos ojos azules que podrían ser del color del cielo si el cielo tuviera un color tan bonito.
Pero lo mejor no es su físico que ya de por sí es espectacular, sino su lascivia, su forma de ver el sexo. Sus ganas de disfrutar con todo, su piel y cuerpo y hacerme disfrutar a mí. Nuestra relación pronto profundizó en cuanto descubrimos las cosas que nos gustaban a ambos.
Ya en la primera cita, juguetona me enseñó uno de sus pezones en un descuido del camarero. Mojó un dedo en la copa de vino y estuvo jugando con la aureola hasta que lo puso bien duro. Yo alucinaba pero me encantaba esa lascivia y sacaba la lengua como si estuviera lamiéndolo. Estuvimos en esos juegos hasta que regresaba el camarero y tenía que esconder la teta para no provocar al tío equivocado.
La primera vez que me arrodillé entre sus muslos y se corrió en mi boca, tiró de mí para que la besara con su sabor en mis labios. Cualquier otra chica con la que antes había intentado eso había retirado la cara sin dejarme sus labios, aduciendo que ella no era lesbiana. Cristina en cambio buscó en mi boca con su lengua cada resto de sus jugos y mi saliva.
Lo mismo ocurrió cuando fue al contrario y mi lefa en su boca terminó en un lujurioso beso en el que nuestras lenguas jugaban con el líquido. A la segunda vez que le comía el coño ya pasaba la legua por su ano y ella se retorcía de placer pidiendo que le clavara la lengua y los dedos por detrás. Y poco mas tarde con la polla, como ya había practicado ese ejercicio con chicos estaba bastante seguro de mí mismo. De que podía dilatarla y ella me confirmó que la hice disfrutar, que no le dolió nada.
Y más me impresionó cuando sin ninguna muestra de asco ella empezó a hacérmelo a mi. Cuando ella me clavaba la lengua en el ano yo deseaba más, tan excitado me ponía y ella me follaba con sus dedos sin ningún rechazo. La polla se me ponía como una piedra al sentir cómo a cuatro patas ella me follaba el culo y me chupaba los huevos a la vez. Al final me corría como nunca antes regando su cara con mi lefa. Luego la besaba recogiendo mi semen con la lengua y lo llevaba hasta su boca donde lo compartíamos en besos lujuriosos.
No había parte de nuestros cuerpos de la que no disfrutáramos, que no acariciáramos o lamiéramos. Me encanta lamer los cuidados deditos de sus pies y ella chupa los dedos gordos de los míos mirándome a los ojos con lascivia como cuando lo hacía con mi polla. Lamer sus axilas haciéndole cosquillas y esperando el momento en que ella me lo hacía a mí.
Nos encanta jugar con lencería y disfraces, follar con ropa sexi le da un punto de morbo al sexo.
Incluso nos hemos planteado hacer algún trio, los dos tenemos ese puntillo bisex que nos haría disfrutar con una tercera persona de cualquier género, pero si hemos tardado mas de veinte años en encontrar una persona con la que estar a gusto haciendo el amor ¿vamos a tardar otros veinte en encontrar una tercera?.
A veces hacemos algo de exhibicionismo. Este verano hemos salido a playas nudistas y nos hemos lucido en pelota picada ante desconocidos. Desconocidos que se limitaban a mirar, pero no nos entraban. O estando en un bar deslizar mi mano entre sus muslos bajo la falda y descubrir que no se había puesto tanga, mis dedos húmedos de sus flujos acariciando su clítoris en medio de la gente. Procurando que nadie se dé cuenta pero al sacar la mano de tan caliente nido lamer mi dedo… o dárselo a lamer a ella que lo hacía poniendo cara de vicio.
Todo eso solía terminar en mi piso por que allí estábamos solos y podíamos dar rienda suelta a nuestra pasión sin molestar a nadie. Ella vivía con su hijo, Marcos. Un chaval majo de diez y ocho años. Un desliz de juventud anterior a su matrimonio con mi ex compañero de trabajo y probable causa de su divorcio. Me lo había presentado, habíamos cenado juntos y hecho juntos los tres alguna excursión en mi coche. Me llevó bien con él.
Es guapo como solo se puede ser a esa edad delgado y muy muy sexi. Moreno y con los mismos ojos arrebatadores de su madre. Nos caiamos bien. Si en mi época de experimentación hubiera encontrado un chico como él me hubiera convertido en gay y me lo hubiera comido enterito. Lo hubiera chupado enterito como el caramelito que era.
Pero estaba con su madre. Hubiera quedado muy mal si hubiera intentado ligármelo. Y más sin saber si le gustan los hombres. Incluso sabiendo que su madre es tan pervertida como yo. Puede que incluso más que yo y pronto descubriría cuanto qq.
Una noche habíamos salido a cenar, luego unas copas. No se había puesto sujetador bajo la camiseta, lo que le empezó a marcar los pezones en cuanto me rozó la polla. Yo apenas podía separar las manos de sus pechos en cuanto pensaba que nadie nos miraba. Pellizcaba sus pezones y los ponía aun mas duros. Ni tanga bajo la falda, lo que me permitió hacer alguna travesura entre sus húmedos labios a lo largo de la tarde.
Besaba y lamía su fino cuello lamiendo su piel suave, apartando la melena. El calentón que nos estábamos pillando era importante y dio la casualidad de que su piso estaba mas cerca. En el ascensor conseguí levantar su camiseta y comerle las tetas que tanto me gustaban. Sus manos la sostenían bajo su cuello para dejarme hacerlo. Se la bajó cuando llegamos a su planta sólo para quitársela del todo en cuanto pasamos la puerta de su casa.
No habíamos pensado nada sobre donde estaría Marcos, se nos había olvidado por completo en el arrebato de pasión. Morreándonos con lascivia y mucha saliva junto a la puerta de entrada. Con mis manos perdidas en su busto empezamos a oír ruidos dentro de la casa. No podía ser nadie mas que su hijo pero a esas horas ¿que hacia despierto?. ¿Jugando videojuegos? ¿Viendo una película? O la película era porno o el chico tenía compañía a juzgar por los suspiros y gemidos que salían de la habitación.
Me puso un dedo en los labios para que no hiciera ruido, lo que aproveché para besarlos a lo que ella respondió con una sonrisa traviesa.
Me imaginaba lo que pretendía y no estaba seguro de que invadir la intimidad del chaval fuera buena idea. Pero al fin y al cabo ella era su madre.
El chico pensando que Cristina se quedaría a dormir conmigo había decidido traer invitados. Ella me cogió de la mano y silenciosamente recorrimos el pasillo con rumbo a la puerta semi abierta. No tenia mucha luz pero con la que había bastaba para ver el interior de la estancia.
A Marcos un joven con un cuerpo tan bonito como el suyo le estaba haciendo un beso negro de antología. A juzgar por sus gemidos tenía que ser tan bueno como los que me hacía su madre a mí. Sentada contra el cabecero de su cama una joven rubia de su misma edad y bastante guapa los miraba con cara de vicio mientras se hacia un dedo.
Mas de veinte años buscando una persona como yo y parece que había encontrado dos, puede que cuatro si contaba a los amigos desnudos de Marcos.
Según lo que ahora pensara hacer su madre. En principio estaba mirando el bello espectáculo tras la puerta semiabierta con los ojos como platos y una mano entre sus muslos, con la falda recogida hasta el poderoso culo y la otra mano agarrada a mi durísima polla. Por encima de su melena yo también podía verlo todo, lo que me estaba llevando al borde de la corrida allí mismo en el pasillo.
Al tenerlo bien abierto y lubricado el amigo empujó un poco a Marcos para situar su cabeza entre los torneados muslos de la rubia para que le hiciera con la lengua lo que ella se estaba haciendo con sus dedos. A la vez él se incorporaba y de rodillas entre las piernas del que ya consideraba mi hijastro arrimaba su durísima polla al ensalivado ano y empezaba a follárselo.
Pensábamos que no se habían percatado de los mirones que tenían completamente excitados pero la joven levantó la vista y nos vio a través de la rendija de la puerta. Al principio tuvo un leve sobresalto pero enseguida se dio cuenta del estado en que nos encontrábamos y nos sonrió pícara sin que ninguno de los chicos se fijara en la situación completa.
Empezó a acariciarse los pechos y pellizcar suave sus pezones en nuestro honor. Por la cara que tenía no debía hacerle falta mucha más excitación. Marcos debía estar esforzándose con la legua en su coñito.
Devolviendole la sonrisa y tirándole un beso con los dedos cerramos con cuidado la puerta y nos fuimos al dormitorio de Cristina donde dimos rienda suelta a nuestra pasión. Nuestros gemidos empezaron a rivalizar con los del hermoso trío. Gracias al delgado muro nos oíamos perfectamente de un dormitorio al otro.
Sus gemidos pararon un momento que debido al susto, pero la rubia debió explicarles la situación y al rato una explosión de nuevos suspiros hizo coro a los nuestros. Marcos también tuvo que contar a sus amigos que nosotros éramos bastante fogosos.
Terminamos de desnudarnos el uno al otro, ella con la sensualidad que le caracteriza y yo con algo más de prisa por tener su cuerpo al alcance de mi boca. En un momento besaba sus generosos pechos y mordisqueaba con mucho cuidado sus oscuros y grandes pezones.
Ella no perdió mucho más tiempo y ya tenía cogida mi polla en cuanto se libró de mis pantalones y tanga de chico. Me la acariciaba suave para que no me corriera enseguida y poniendo una de sus manitas en mi pecho me empujó hacia la cama. La veía las intenciones, quería cabalgarme.
Pero como esperaba algo me tumbó de forma que ella podía ver la puerta de la habitación en vez de darle la espalda. Así quedamos atravesados en la ancha cama. Primero se acuclilló sobre mi cara. Era claro para que le comiera la vulva y el ano. Así quería sus primeros orgasmos en la cama. Alguno me llevaba de ventaja durante la tarde por la calle. Como había salido sin tanga yo había podido acariciar su clítoris sin estorbos cada vez que no nos miraba nadie.
Mientras ella subía la cadera sobre mi pubis y se dejaba caer despacio clavándose mi polla en el coñito. No le quitaba ojo a la puerta esperando de un momento a otro tener espectadores. Me daba la espalda para vigilar la entrada. Se movía despacio con mis manos pegada a sus poderosas nalgas, quería hacerlo largo, que durara.
Efectivamente poco después se dejaron de oír ruidos en la habitación de al lado. No se preocuparon mucho de disimular sus pasos por el pasillo. Unos segundos más tarde los tres se asomaban a nuestra puerta. Seguían desnudos y muy pegados para no perderse ni un detalle.
Su madre levantaba los brazos y los cruzaba detrás de la cabeza. Eso levantaba sus pechos ya bonitos de por sí y descubría sus suaves axilas buen depiladas. Seguía moviendo la cadera follándose con mi polla. Nos mirábamos los unos a los otros con caras de vicio.
Cristina les hizo un gesto para que se acercaran a nosotros. Excitados y curiosos vinieron muy cerca para no perderse detalle. Mientras la rubita se colocaba entre nuestros muslos y acercaba la cara a museos pubis unidos. Tanto que llegó a rozar con la lengua mis huevos y el clítoris de Cristina. Un calambrazo recorrió mi columna de los testículos a la base del cráneo.
Los chicos en cambio se pusieron a nuestros costados lo que me permitió a mí acariciar sus pollas. Habían llegado en reposo pero apenas tardaron nada en ponerse firmes entre el espectáculo y mis caricias. Tiré con suavidad de ellas hacia mi cara para poder lamerlas. Mientras ellos se besaban yo alternaba cada rabo dentro de mi boca.
Ya estábamos todos juntos, desnudos y revueltos y no sabía si alguna mente perversa había conspirado para llegar a ese resultado. Por mí perfecto. Cristina se bajó de mí para dejarle el sitio a la joven. Mientras se besaban la chica se fue clavando mi polla. Ella reclamó las atenciones de los dos chicos que a nuestro lado empezaron a acariciarla.
Al alcance de mi mano mi amante a cuatro patas recibía en el culo el nabo del amigo de su hijo a la vez que ella le dedicaba a este una de sus magistrales mamadas. Yo tenía en una mano una de sus tetas y en la otra una de las de la rubia. Había manos por todas partes acariciando y procurando más excitación a los demás.
Marcos se inclinó lo suficiente como para besarme. Su lengua juguetona recorría mi boca cruzándose con la mía en nuestro primer beso. Estaba convencido que no sería el último. Su amiga se apoyaba en mi pecho pellizcando mis pezones o le acariciaba la espalda al hijo de Cristina.
Todos seguimos hasta corrernos tal y como estábamos. Los gemidos, suspiros y más de un grito llenaban la habitación. No hacía falta que nadie hablara, las explicaciones llegarían luego. Era el momento de gozar. según nos íbamos corriendo caiamos en la cama mezclados sin dejar de besar o acariciar lo que tuviéramos más cerca.
Cristina y la chica se buscaron para seguir besándose y dándose dedo en sus coñitos. Y Marcos le hacia un magnífico beso negro a su madre recogiendo el semen de su amigo que salía de su ano.
-¿Os quedaréis a dormir?
Y esa fue la primera de muchas noches que se quedaron a dormir. Y yo tampoco volví a mi piso más que para recoger algunas cosas.