Mi primera vez en el sadomasoquismo swinger ¡Quiero volver a repetirlo!

María, era una mujer de 40 años, pulcra y con un cuerpo que derrochaba sensualidad. Su soberbia figura, y su rostro elegantemente marcado por algunos surcos naturales y suaves, sobre la piel, le otorgaban aparte, una brisa de mujer interesante. Era madre de 5, pero su figura parecía indicar que quizá solo lo fuera de uno o dos niños.

Casada a una edad muy joven, a conveniencia de unos padres económicamente necesitados, emigró a tierras más prosperas, y así llegó, años después, a los Estados Unidos. Después de 22 años de casada, María confrontaba el divorcio por adulterio de parte del marido.

A los seis meses de separada, durante el proceso de divorcio, conoció a aquel hombre 10 años mayor a ella. La atracción fue mutua y poderosa entre ambos; situación que ella jamás hubiese esperado, dada su formación familiar y religiosa; sin saber en ese instante, lo que la vida, más adelante, le deparaba.

A las 2 semanas, estaban compartiendo sexualmente, y para ella, el simple hecho de estar con otro hombre que no fuera su marido, le provocó una gran excitación; que luego funcionó como una droga poderosa, que la impulsaba brutalmente hacia él, situación que, a su vez, era bien correspondida; pero en ella, a su vez se encontraba en pugna psicológica, un poderoso sentimiento de culpa.

El hombre aquel, su amante, era conocedor de la naturaleza humana, y de su propia fuerza arrolladora, en cuanto al sexo; y, pudo ver en María, el gran potencial sexual que ella poseía, y que, sin embargo, ella se negaba a aceptar; aunque años después, ella misma le confesaría a este mismo hombre, la manera como ella, se masturbaba en la complicidad del silencio; pensando en amantes ficticios, mientras estuvo casada, pero jamás, contó esto a nadie, por temor a los prejuicios sociales.

En cierto momento, posterior a la nueva relación sostenida con su nueva pareja, su amante, o novio como ella prefería llamarlo, este le insinuó a María, que ambos fueran a fiestas swingers para incrementar la pasión que los unía. Ella, ya empleaba (enseñada por el), minifaldas, medias y liguero, al igual que bragas muy atractivas.

Al momento de escuchar la propuesta, María presentó un acceso de violenta indignación, y le dijo que: “Si no le agradaba la relación normal como la que llevaban, mejor se despidieran…” y apeándose bruscamente de la cama, se dirigió al baño del cuarto de hotel, al que regularmente asistían; mostrando en el trayecto, sus atractivas nalgas y muslos bien dotados, y la breve cintura. Al girarse parcialmente, en busca de su ropa interior, el hombre pudo degustar sus fabulosas tetas, obra prodigiosa de un cirujano plástico, ella lloraba intensamente.

El hombre, lamentó tener que renunciar a ese bocado de cardenal; más por experiencia sabía, el desgaste emocional que significaba el tratar de convencer a una mujer como María, al respecto; y a pesar de sentir una fuerte atracción por ella, y de que actualmente, y contra todos sus propios pronósticos, la amaba intensamente; aceptó renunciar a ella, vistiéndose rápidamente para llevarla a casa.

En el trayecto lluvioso de otoño, observando el mar, y la postrimería solar por la hermosa carretera costera, no cruzaron palabra alguna. Al llegar a casa, el hombre, le dio las más emocionantes gracias, mediante elocuente discurso, como jamás había pronunciado en toda su vida, a mujer alguna: y María inició el llanto de nuevo. En cierto instante, de la magistral oratoria, una sonora bofetada se estampó en el rostro del expositor, y ella abandonó el auto.

Transcurrieron semanas, la necesidad de ambos crecía en lo sombrío de sus pensamientos atormentados; ella, refugiada en su hija menor de solo 5 años, y el, bebiendo profusamente en los bares hasta quedar botado; ninguno de los dos, era capaz de renunciar a su tremenda y enervante atracción. Era una blasfemia el amor que los unía. María, por nada del mundo consideraba la posibilidad de buscar a otro amante, mientras el, se desahogaba en relaciones fortuitas con otras mujeres; las que solo dejaban un amargo sabor de boca.

Una tarde, posterior a un soberbio ramo de flores, y al calor del vino tinto, terminaron fusionados en la recamara de ella; rompiendo una regla impuesta anteriormente por la misma María, relacionada con el hecho de no permitir jamás a ningún amante, la entrada a sus aposentos; quien sabe quien mas lo habrá hecho a posteriori, en la vida sexual de ella; pero al menos, durante aquella ocasión, y muchas otras veces más, su amante se encontraba poseyéndola y nalgueándola, a pesar de las leves como invitadoras protestas de ella, quien lo besaba llorosa y enloquecida, rodando ambos entre las sabanas, que alguna vez, también la cubrieron a ella y a su esposo. Era una dulce y tremendamente apasionada reconciliación; algo inigualable, ambos hubiesen preferido morir, antes que abandonar aquel profundo y emotivo reencuentro.

María, se revolvía violentamente; y mordía al hombre, en el pecho cada vez que el la nalgueaba; provocando grandes hematomas sobre la piel del torso, en donde ella, dejaba marcados los dientecillos feroces de ardilla, y el, girándola y recostándola sobre su vientre de nuevo, elevó su culo, y sujetándola a su vez del pelo, se la metió por el culo, algo que jamás le habían hecho a ella; y profiriendo un grito a la entrada abrupta y desgarrante de la rígida verga de su amante, ella protestó enardecida e indignada, ante el hecho; amenazándolo con echarlo de su casa, pero el, a esas alturas, era un pistón que la penetraba inconscientemente, gritándole que la amaba, aprisionándola ferozmente de sus bellas nalgas femeninas.

Contra todo lo que ella era capaz de suponer, experimentó 3 orgasmos repetidos, acariciándose ella misma, al unísono, su parado clítoris; sintiendo el intenso bombeo del hombre montado tras ella, para luego acariciarle los ingurgitados huevos rebotando en su trasero, a punto de eyacular de nuevo. El hombre, se montaba alevosamente en la frágil espalda de ella, y repentinamente la volteó boca arriba, y la penetro de nuevo por el culo dilatado, mientras la besaba enloquecido en la boca a ella, sin importarle los mordiscos que le propinaba María, casi reventándole los labios; manteniéndola ferozmente dominada, con las piernas dobladas hasta atrás.

Maria le dijo que era un “desgraciado y alevoso hijo de puta”, y esas palabras en boca de la fina dama, que siempre había representado ella en sociedad (y que tanto le gustaba a el: Verla como una dama, y luego como una puta gritando en privado), solo le sirvieron de aliciente para seguirla culeando violentamente. Ella cedió al amor que le tenía, y lo besaba tiernamente, pero el no cesaba los pavorosos embates por el culo. Cada entrada, provocaba que su vagina expeliera pedos ruidosos y semen de su primera eyaculación.

Cuando el al fin eyaculó intensamente, por segunda ocasión, quedo tendido sobre ella y clavado dentro de su culo; besándola y diciéndole que la amaba, y que deseaba permanecer toda la vida a su lado. María buscaba indignarse, pero esta vez, la intensa pasión, y el amor por aquel hombre, se lo impidieron; habían sido largas semanas sin el.

Ahora, se presentaba el momento de dar el paso que el hombre más temía: Extraer su pene, ya casi flácido del culo de ella. Así lo hizo despacio, mientras ella, realizaba gestos de dolor y lloraba de nuevo. El intentaba calmarla con palabras dulces, y le decía que nada sucedería, y que la llevaría a la ducha. Una vez dentro del torrente del agua, María continuó cabizbaja avergonzada por haber sido poseída por su trasero, y por las posibles consecuencias de ello, negándose a hablar; mientras el, la besaba, y delicadamente, tallaba todo el dulce cuerpo de la mujer, principalmente el ano de ella, quien no dijo nada, separando un poco sus piernas, e inclinándose sutilmente hacia enfrente, elevando el trasero, para facilitar al rufián, su maniobra de aseo; mientras que este, temía lo peor: De nuevo el rompimiento.

Súbitamente, María observó las tremendas equimosis purpúreas en el pecho y parte del cuello de el, y los labios del hombre intensamente inflamados, y casi reventados; eso la suavizó, y muy apenada por sus violentas mordidas, le cubrió llorando a besos, y pidiéndole perdón; el sintió, que todas las mordidas del mundo, bien valían la pena en ese momento. No tocaron el tema de la metida por el culo, y se fueron de nuevo a la cama, en donde terminaron la botella de vino, dejando una nueva botella descorchada y a la mitad; durmiéndose abrazados.

A la hora después, bajo advertencia de no volver intentar nada por el delicioso trasero de ella, estaban de nuevo intensamente clavados con ganas de poder permanecer así para siempre. Los hijos de ella, no llegarían hasta quizá 3 o 4 horas mas tarde.

II.

Del tamaño de una falange de un dedo meñique de adulto, era el clítoris de María. Era una delicia increíble el succionarlo. El, le había afeitado el enorme matorral de vello púbico que invadía la región genital, y cara interna de los hermosos muslos de ella; para ser capaz, de saborear más ampliamente sus genitales y su trasero con la lengua.

Al tiempo, el novio de María regresó al tema de los swingers, y ella argumentó ofendida, que: “Un hombre quien realmente amaba a una mujer, jamás le propondría eso”. Los argumentos se estrellaron todos de nuevo, y ante la amenaza de una ruptura, ambos cedieron un poco. El no la llevaría jamás a una reunión de esa naturaleza, en tanto ella no lo decidiera; pero a su vez, ella aceptaba ver, y ser vista sexualmente por otros, eso representaba un avance.

En cierto momento, se manifestó en el amante, una loca e incitante idea…

Después de una prolongada semana, por motivo de trabajo del hombre, y bajo la sensación de ser un año, se volvieron a encontrar en la casa de ella. No lograban controlar su tumultuoso ímpetu, se besaban apasionadamente, y se externaban los temores de abandono de parte de uno y otro, las promesas continuaban y los pensamientos de celos se externaban y eran contenidos a besos y caricias; ella lloraba, era una mujer muy sensible, pero ya había aprendido a gozar y a propiciar un gran placer; jamás explotado antes por su ahora ex esposo.

Gustosa, ella le ofreció espontáneamente el culo a su amante, durante aquel momento de euforia. Postrada de hinojos en las escaleras, se apartaba sus nalgas con ambas manos, exponiendo el agujero que él, tanto amaba; y deseaba, mientras ella, le gritaba que deseaba su verga por ahí, ante la sorpresa de el hombre por sus palabras; y al verlo ella parpadear titubeante, le dijo: ¿No es acaso a una puta que tanto has deseado?, ¿a una perra caliente? … ¿una insaciable?… ¿para que la culees cuando y como te venga en gana? El presuroso se fue sobre ella, y como un perro, lamió el agridulce trasero expuesto.

En ese momento, el consideró que era oportuno llevar a cabo el plan largamente reflexionado: La condujo a la sala de la casa, en donde se encontraban descorridas las cortinas.

Un empleado, asistía cada tercer día a limpiar la alberca del hogar de ella; el novio, la acercó lentamente a la ventana, y María no podía observar si el hombre se encontraba trabajando en esos momentos, ya que era algo a lo que jamás le había otorgado la mas mínima importancia. Su amante, no le permitía voltear, y las manitas cuidadosamente manicuradas de ella empezaron a sudar sobre el pecho ahora desnudo de su novio; mientras el, la hacía caminar hacia atrás, y lo mayormente dramático de todo esto, era que ella, no sabía si el empleado la estaba viendo; ignorando si había asistido aquel día.

Cerca de la enorme ventana, se detuvieron; ella, llevaba un incitante bay doll rojo transparente sobre su cuerpo, y sin pantaletas, ya que ella misma, se las había retirado, para mostrar a su amante su culo deseoso. El la sostuvo abrazándola cariñosamente, mientras la besaba en el cuello, eso la enloquecía a ella intensamente, casi hasta llevarla al arrebato de insanidad mental. Ella ignoraba si el empleado la estaría viendo, y mientras tanto, el mordía sus parados pechos, y orejitas, susurrándole:

-Ahí esta viéndote muy sorprendido…eleva tu precioso culo como si no supieras que te ve…

Ella se negaba, entonces el la besó en el cuello, y ella instintivamente paró su culo, y el le susurró:

-Se esta sobando su verga encima del pantalón…parece grande…

María suspiró, y se abandonó a la manipulación de él, y ya, para ese momento, ella lo besaba enloquecida. No sin esfuerzos, debido a la resistencia de ella, el hombre la coloco sobre la alfombra de perrito; apuntando con el culo hacia la ventana; y mientras tanto, le metió su verga erecta en la boca. Ella trató de deglutirla como una víbora codiciosa a un conejillo, escuchándose los sorbos glotones, y de vez en cuando las arcadas nauseosas, y un poco de tos.

Posteriormente, y colocándose detrás de ella, la sujetó fuertemente del cabello, y la penetro por el culo despacio, ella gritaba enloquecida de dolor y de placer. Los ojos de María, fueron cubiertos con una media de seda femenina de color negro, que se encontraba botada en la sala; y así, el amante la expuso en ese momento, de frente a la ventana, ella gritaba mucho, y preguntaba sofocada y entrecortadamente:

– ¿Nos está viendo?

-SI…respondió el amante; se encuentra masturbándose con una vergota como las que te he mostrado en los filmes porno, y que me has dicho que tanto te desagradan… juega con tus enormes pechos para que te los vea…

Eso hizo ella, erizando sus pezones color rosa oscuro…

El novio, terminó dentro de su culo, mediante profundos espasmos; y ella, gritando enloquecida, y volteándola luego el hombre, de culo, apuntando hacia la ventana, separó sus nalgas con sus manos, y la hizo que pujara para que la gran cantidad de leche de macho, brotara del interior de sus intestinos. María no quería hacerlo, pero al fin, se convenció muerta de pena; por encontrarse, aun excitada. Mientras tanto, el novio, colocado debajo de la pelvis de María, succionaba su enorme clítoris, y los jugos de ambos, caían parte en la boca del hombre, así como en su barbilla.

En seguida, el novio le dijo a ella:

-El empleado está eyaculando una gran cantidad de leche a tu salud preciosa…

Ella, al fin mujer, a pesar de todos los obstáculos psicológicos y de tipo religioso, imaginaba ver, la erupción volcánica de semen, de aquel trabajador, enviado por la compañía de limpieza, y a quien ella, difícilmente recordaba su fisonomía, convulsionando de placer por su divina imagen.

El novio, cerró la cortina, y procedió a quitar la venda de los ojos de María…ella preguntaba muy perturbada, si ya se había retirado el empleado; y que si acaso, no existiría el riesgo de que fuera a decir algo a los otros vecinos, e hijos de ella, o que, quizá quisiera asaltarla sexualmente cuando el (su novio), no estuviera; o bien, llegar a decirle alguna cosa incomoda cuando la viera en la calle. El le dijo que no se preocupara, que siempre estaría cerca, para protegerla de cualquier peligro.

III.

Así, transcurrieron los meses después de aquella excitante aventura. María jamás tocaba el tema, y el la dejó por la paz.

Una tarde, el se escapó del trabajo, y en el camino, le dijo a ella que se preparara, que la deseaba ver completamente desnuda al llegar al hogar. Arribando, se abalanzo sobre ella, y extrayendo un finísimo camisón negro transparente le dijo:

-Póntelo putita mía…quiero cogerte como un desquiciado que hubiese estado solo en una isla, así lo hizo ella.

Súbitamente, la tomó del cabello, entre suave y violento, y ella emitió un leve chillido, y la arrastró a la sala, ella lo sujetaba de la muñeca para evitar ser dañada, encajando sus uñas en la piel de el, y diciéndole que la lastimaba; esta vez, a el no pareció importarle, y colocándole un antifaz para dormir que impide el paso de la luz solar, recorrió las cortinas, las cuales realizaron un sonido característico sobre el riel, diciéndole:

-El empleado se encuentra ansioso de verte de nuevo…

Ella, debido al antifaz negro para dormir, no era capaz de ver nada, y no intentaba retirarlo de sus ojos, debido a que pensaba no llegar a soportar la pena, al observar al empleado viéndola a su vez, a ella.

Posterior a caricias de todo tipo, y muchos besos, el novio tuvo el atrevimiento de introducir a María, y no sin protestas de parte de ella, debido a la gran vergüenza por la supuesta exposición, ante la vista de un extraño, una gruesa y larga verga de hule, mientras aquel le decía:

-Igual de grande a esta de goma, la tiene el señor que limpia la alberca; y que ahora te ve, y se la sostiene con su mano (su verga), suplicándome con la mirada, que lo deje entrar a cogerte, pero NO (gritando) supuestamente al hombre de la alberca; solo lo voy a hacer, hasta que tú me supliques que deseas que te cojamos entre los dos: Uno por tu culo, y otro por tu vagina, y tu vas a decidir quien por enfrente y quien por detrás.

En esos momentos, María fue recostada de espalda en el suelo, y llevada a apoyar ambas plantas de sus pies, sobre el enorme cristal ahumado, que daba hacia la alberca; a la vez que ella, se chorreaba a gritos, apuntando con su vulva dilatada por el enorme pene postizo, hacia la alberca; mientras la adorable mujer suplicaba:

– Nooo…nooo…no quiero que entre… ha… ha… hacerme nada… tengo miedo, decía jadeante, esta verga enorme no me cabe totalmente, y tampoco lo haría la de ese hombre.

– Tenlo por seguro, le dijo el novio jadeando por el esfuerzo y la enorme calentura, y batido en sudor, que te va a entrar toda…

María continuó siendo cogida en posiciones diferentes, y emocionantes de parte de su llamado novio; siempre cubierta de los ojos, y se le introdujeron todo tipo de juguetes sexuales, en ocasiones simultáneamente por vagina y ano…mientras el, le narraba la forma como el empleado, que limpiaba la alberca, se pegaba al vidrio de la sala; lamiendo como un perro el soberbio culo de ella, que se pegaba, obligada por su novio, con el ano a la ventana como una perra en celo. Miles de sentimientos encontrados, chocaban en la mente de María.

IV.

María y su novio, 10 años mayor a ella, vivían una luna de miel que parecía ser eterna. Una noche, visitaron a insistencia de él, un cine porno, en donde había una cantidad enorme de hombres, pero también algunas parejas, practicando sexo; desde oral, hasta manoseos, e intervenciones de dos o más hombres con una mujer, diversos gays, mamándose uno a otro; mientras que ella, sumamente impresionada por el espectáculo jamás visto, manifestaba un gran temor, pero tenía la confianza plena de ser protegida por su llamado novio. En un momento, la bella mujer, tuvo la necesidad de ir al sanitario, y fue acompañada por su pareja, quien la esperó afuera. Pero al entrar la fina y sensual mujer, observó algo que la dejó estupefacta:

Una mujer, algunos años mayor que ella, le estaba atizando una severa cogida con un dildoo, a una joven de escasos 18 años; tiradas ambas desnudas, sobre el piso de mármol; y mientras la jovencita, gritaba como loca (igual que ella), la intensidad del tremendo espectáculo, forzó a María a permanecer petrificada, clavada observando la escena; y después de varios minutos, gruesos chorros de orina salieron de su vejiga involuntariamente, corriéndose a su vez, en orgasmos increíbles, mojando sus hermosas pantaletas, medias y vestido, mas no había sido posible para ella contenerse; fue brutal, como brotaron al unísono y espontáneamente, los chorros de orina, y los orgasmos, igual que el estornudar o toser a quien sea.

Ahí permaneció atornillada al suelo, completamente empapada de orina, a punto de detenerse su corazón; escuchando los gritos, los besos, observando las caricias, a veces tiernas, a veces intensas; y nunca pensó, que aquellas escenas mostradas en filmes pornos, que tanto le desagradaban, fueran a provocarle tanto placer ahora en vivo. Ella vio, como la señora de mayor edad, le introducía el dedo en el culo a la joven, mientras el aparato permanecía dentro de su vagina, y aquella mujer, a su vez, succionaba ávidamente el clítoris de la joven. Los gritos eran mayúsculos.

Cuando ellas la invitaron a unírseles, María huyó presurosa y asustada fuera del baño, chorreando orines por sus hermosas piernas; y entrecortadamente, narro a su novio que la esperaba fuera, la escena terrorífica que había atestiguado, y le informó con gran pena que se había orinado, y que por favor debían partir de ahí rápidamente, debido al accidente; y a la gran vergüenza de llegar a ser vista en tales condiciones, pero contrario a su petición avergonzada, el, la tomo rápidamente sin permitirle reaccionar. Elevándole un muslo y recargándola contra la pared, extrayéndose velozmente, su pene erecto del pantalón; recorriendo a la vez, de manera centellante, la atractiva braga empapada de orines, e intentando empujar su verga dentro de la vagina de ella. María, se resistía a ello, ya que podía observar a algunos hombres divertidos y excitados, a prudente distancia; y se negó a dejarse penetrar.

Se fueron en el auto, y ella continuó narrando a detalle, todo a su excitado novio; quien se detuvo en un parque a esas horas solitario, y a pesar de las protestas de ella, la cogió violentamente dentro y luego fuera del auto; y ella, a pesar de todos los escrúpulos y prejuicios en contra de las bisexuales y lesbianas, tuvo intensos orgasmos imaginándose poseída por ellas, mientras el novio la cogía. Quien diría, que meses después, ella gozaría de tales placeres femeninos, llegando a ser, uno de sus preferidos.

Su amante, se dio cuenta de su intensa emoción; y mientras la cogía fuertemente traspasada ahora por su hermoso culo, le preguntaba: ¿verdad que quieres ser cogida por otra mujer, tal y como observaste que ocurrió en el baño de mujeres?, a lo que ella respondió gutural pero firmemente:

– ¡SI!…

El extrajo su verga aun goteando de su culo, y ella procedió a limpiarlo tierna y delicadamente con toallitas húmedas y agua oxigenada; colocada ex profeso en la guantera del auto. Luego, sollozando, como toda una puta agradecida, le beso y succiono la verga muy limpia de todo residuo; parándose esta fuertemente de nuevo, y mamándola como una becerra, hasta atiborrarse su linda boca, de semen calientito.

Como toda mujer, María temía al fantasma del abandono; y el varón, como frecuentemente sucede en estos casos, es insensible a ello, y por lo tanto no la supo comprender. Hubo una reacción de enojo entre ambos, y durmieron separados sin abrazarse como siempre lo hacían. Al otro día, el se fue de “viaje de trabajo” y miles de pensamientos cruzaron como aterradores presagios por la mente de ella. Siempre pululaba, dentro de la mente de María, la amenaza de que su novio, asistiera a reuniones swingers con otras mujeres, sin ella saberlo; y las evidencias, parecían indicar que así llegó a suceder.

Durante sus sesiones de psicoterapia, se le había explicado que: Los hombres con esas características sexuales, mostradas por su amante (se le dio ese adjetivo en terapia, diciéndole: “Es tu amante, no tu novio”; llama a las cosas por su nombre), no eran personas fieles, y que hasta posiblemente, fuera un hombre casado, con una mujer que ni cuenta se daba de sus correrías, o que: si acaso se daba cuenta, prefería hacerse la tonta; ya fuera por miedo, o por conveniencia, igual que como posiblemente, estaba ocurriendo con María ahora.

Ella, lloró intensamente con aquella triste realidad, expuesta en el consultorio; realmente amaba al hombre aquel, pero prefirió, seguir en el jueguito psicológico de la negación, con el fin de seguir disfrutando de la relación entre ambos; todo esto, era como una poderosa droga. Como se le dijo: El hombre (tu llamado novio), es un excelente manipulador de mentes, y supo de que manera atraparte, y arrastrarte al placer, pero a un elevado costo. María, en realidad, conocía muy poco del fulano.

V.

El tiempo seguía transcurriendo, y María sufría el terror del abandono de parte de el. Conocía de sobra la intensa sexualidad que corría por las venas de su novio, y sabía que ella apenas satisfacía dicha necesidad, aunque también sabía que el la amaba.

A pesar de silenciosamente aceptar que: ser poseída por otros hombres la excitaba tremendamente, e incluso por mujeres, y que dichos pensamientos le producían enormes orgasmos, se negaba a realizarlo. Sus traumas de niña, y su fuerte formación religiosa, bloqueaban su sexualidad. No obstante, ella no se atrevía a dar el paso final, y pensaba que: quizá jamás lo haría. Finalmente, su novio, no era el padre de sus hijos, y para ella, este hecho representaba el terror principal: Después de todo: ¿Qué podía mantenerlo unido a ella?

VI.

Cierta noche, encontrándose los amantes solos en casa, el novio la desnudó rasgándole violentamente un viejo camisón de algodón; a la vez que, le gritaba: “ya sabes cuanto odio no encontrarte ataviada con ropa de seda, suave y erótica”, ella intento protestar, pero fue volteada y expuesta con el culo hacia arriba y recostada en la cama. El novio, procedió a nalguearla despiadadamente, algo que ahora, excitaba tremendamente a la mujer, quien, durante los juegos eróticos, había convenido con el hombre, jugar el rol de sumisa, con una gran satisfacción para ella. Mientras tanto, el llamado novio, advirtiéndole que no intentase moverse de su posición, y dirigiéndose a una maleta negra de su propiedad, extrajo un fuete especial, comprado en una tienda de juguetes sexuales; y le propinó severa latigueada en su precioso fondillo; ella gritaba y lo maldecía con las peores palabras soeces, mientras ella simulaba correr por toda la habitación, algo que incitaba sobremanera al hombre, quien persiguiéndola, la tomaba por el pelo, y le atizaba un castigo sobre sus lindas nalgas, y muslos.

Con la mano libre, en determinado momento, el hombre introducía a la fuerza, sin importarle los gritos y protestas de ella, dos y tres dedos por la vagina; agitándolos luego violentamente de un lado a otro, como quien bate crema en un enorme tarro, provocando que la bella mujer, a pesar del dolor, arrojara fuertes chorros de agua por su uretra; convulsionando de placer, el uno y el otro. Jamás, antes de encontrar a su llamado novio, ella, había eyaculado.

Después de la primera sesión de sadismo, el hombre, la obligó a colocarse medias y liguero, mientras relamiéndose la boca antojo, la veía hacerlo; ella sollozaba, en su papel de víctima sumisa, y el novio, de pie con el látigo en su mano, lo hacía tronar, y ella experimentaba pequeños sobresaltos al sonido intenso del implemento de castigo:

– ¿Así estoy bien?, le dijo ella sollozando…

Y haciendo tronar impresionantemente el fuete de nuevo, le respondió:

-Que yo te vuelva a encontrar vestida con esos harapos indignos de una puta como tú, y mi castigo será severo; aunque aún no acabo de endilgarte la lección que te mereces, ¡prepárate para más azotes!…

Y la arrastro de la cabellera fuera del cuarto, y ella cogida de su mano, hiriéndolo con sus filosas uñas de felina. Llegando a la sala, descorrió las cortinas, pero antes, le colocó el antifaz, cubriéndole los ojos; ella se sacudía sollozando, y dijo quedamente:

-Por favor…no…no…

Se escucho un pavoroso sonido del látigo al aire, y la voz tronante del novio:

– ¿Que dijiste?…

María permaneció en silencio; mientras en esta ocasión, era sujetada de ambas muñecas a una especie de correa fija al techo. ¿A que hora la habrá colocado ahí?, se preguntaba ella.

La sesión de castigo inició, sacudiendo el látigo, sus bellas nalgas; ella lloraba y lo maldecía, llamándolo “cabrón hijo de puta”, y su amante de vez en cuando, se acercaba y la besaba en los labios; intentando ella, propinarle un mordisco, y mas latigazos tronaban en sus nalgas y muslos, súbitamente se escuchó una voz gritando fuertemente:

– ¡Detente hijo de puta!

¡Ella quedó petrificada de terror!, y sacudiéndose violentamente, intentó zafarse de las correas gritando:

– ¿Quién es? ¿Quién entro? La voz escuchada era de una mujer no identificada por María…

En ese momento, ella sintió una lengua que recorría suavemente sus enrojecidas nalgas, pero continuaba luchando por zafarse; y escuchaba una dulce voz de mujer que le decía:

-No te apures mi niña…aquí estoy para rescatarte de este rufián…

La lengua de la visitante anónima, continuaba ahora sobre su espalda; y una mano fina se colocaba en uno de sus pechos, y provocaba que su pezón presentara una erección. Separando suavemente los muslos de María, tomó su ingurgitado y enorme clítoris, para posteriormente succionarlo suavemente, hasta que María se convulsiono llena de placer; recibiendo dos dedos dentro de su vagina, y otro más por su ano…Ella, muy excitada, rogaba por mayor placer.

Su novio, se acercó, mientras que María, presentaba un orgasmo de gran intensidad, y le susurró el a ella: “El empleado que limpia la alberca, esta que muere de deseo observándote…”

En respuesta, ella volteó, y arrojó un escupitajo en dirección a la voz, y el le proporcionó un beso apasionado en la boca; restregándole a ella, parte de su propia saliva.

Excepto por la aparición de la mujer en el escenario sexual, todo era un juego ya entendido entre ambos amantes; en realidad, este juego, incrementaba su interminable pasión, solo que lo de la mujer mortificaba a María, y no dejaba de preguntarse quien sería, el jamás se lo dijo; pero ella, atinadamente intuía que se trataba de una mujer, compañera de correrías sexuales de su amante.

Fue bajada al piso por su amante, y recostada en la alfombra; y con sus manos aun atadas y dirigidas hacía atrás, ambos le succionaban los pezones a María; y la mujer desconocida, se montó encima del pubis de ella, frotándose ambas, sus respectivos clítoris: los alaridos de la inexperta María, retumbaban hasta los cimientos de la casa. La desconocida, luego se sentó en el rostro de María, y esta, sin recato alguno, deglutió toda la vulva de la desconocida; mientras esta, realizaba lo mismo, en un rico 69 femenino; sorprendiéndose de la glotonería de la supuesta inexperta. En ese instante, por medio de un grito escalofriante, María, arrojó chorros de liquido por su uretra; sintiendo que la mujer, succionaba todo lo que era capaz, a la vez que esta expresaba entre sorbo y sorbo de líquido: “mira nada más, putita de mi alma, y eso que apenas estas aprendiendo” Aquella, lloraba y gritaba, encajando sus uñas de la desesperación orgásmica, en las nalgas de la extraña.

Súbitamente, se escucharon unos fuertes manotazos sobre el vidrio de la alberca, que hicieron brincar de susto a María; al parecer, era alguien, que, desde afuera, insistía en ser dejado entrar; posiblemente se trataba del encargado del aseo de la alberca de la casa de aquella. María agradecía que su novio, no le había permitido la entrada a este hombre.

María fue poseída por la extraña mujer, luego por ambos; en donde su amante, le daba intensamente por el culo, y la desconocida por la vagina; ahora libre de sus manos para acariciar a ambos, aunque no le permitieron retirarse el antifaz, ni ella deseaba hacerlo; el delirio de lo desconocido, era fuertemente estimulador, y esta, prefería conservar la esencia de lo misterioso.

Finalmente, María permaneció aletargada en la alfombra; como producto de múltiples orgasmos que la dejaron exhausta, y aturdida; como en un estado de viaje psicodélico con hongos o ácidos; y durmió ahí tirada completamente desnuda, sin darse cuenta del tiempo transcurrido. Al despertarse, su amante yacía junto a ella profundamente dormido; y retirándose el antifaz, observo que ya era noche, quizá de madrugada; las cortinas estaban cerradas, sin rastros del empleado, ni mucho menos de la mujer; ella abrazo a su llamado novio, y durmió; al fin que sus hijos no llegarían hasta otro día ya tarde.

VII.

Maria se negó, a la petición de su novio, para que aquella mujer regresara a casa a participar sexualmente con ella; así como el asistir a reuniones de parejas a casas particulares. El conflicto tantas veces temido, había iniciado; ya que ella, insistía en saber quién era aquella mujer anónima que la había cogido de manera tan excitante; y él le daba explicaciones escuetas y sin sentido alguno, y ella confirmó con la actitud de su novio, la sospecha de que el, asistía a reuniones swingers, con otras mujeres a sus espaldas. Finalmente, el hombre lo aceptó, ante la presión de ella, diciéndole que: todo se debía a que ella, se portaba frecuentemente, como una mojigata; mientras el, era una persona intensamente erótica y sexual (lo cual ella tuvo que reconocer que: hasta cierto punto, tal era verdad). Ella llorando intensamente, sintiéndose traicionada, le pidió que se fuera de su lado; esta vez sin la menor duda, que al menos de parte de ella, ya no deseaba regresar, aunque por dentro, sentía que su alma se desgarraba.

VII.

Transcurrieron varios años, nunca se volvieron a ver, a pesar del amor tan intenso que ambos sentían el uno por el otro; incluyendo la vida sexual apasionada que llevaban entre sí, y que ambos extrañaban. A ambos se les contaba de parte de conocidos mutuos, que uno y otro se encontraban sufriendo terriblemente, lo cual era cierto; pero María, al despedirlo aquella noche fue enfática, y mostrándole su bello trasero con las pantaletas que tanto gustaban a su novio, le dijo: “¿Ves este culo? pues ya no lo verás jamás…” y así fue.

Al paso de unos cuantos años, María conoció a un hombre extraordinario, y entre ambos, decidieron entregarse a una vida swinger; conociendo y participando, en varios clubes de este tipo, en diversas partes del mundo; ella ahora, era toda una bellísima puta, y la atracción principal, de muchos sitios swingers. De su primer amante, jamás quiso saber nada. Alguien, una vez le dijo a ella que: “Este tipo de hombres ventajosos, siempre llevaban a cuestas, debido a su tremenda deshonestidad, el sello maldito de la soledad”

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