Mi querido pequeñuelo con quien debo ser muy delicada
Cierta mañana, despertarnos y antes que nada, hacemos de nuevo el amor, entre los trinos de los pájaros que se cuelan por la ventana primaveral; mientras pujas batallando por introducirla por mi trasero, y yo grito y chillo por lo cerrado de mi ano.
Rato después, siento y casi escucho como, mi pobre y delicado pequeñuelo truena, ante el avasallador y abusivo poder de tu verga enhiesta como un hierro…Brutal, gorda y avasalladora.
Cae hasta dentro, rebotando tus huevos en mis nalgas; y no obstante yo, tierna y sumisa, giro mi rostro y envío besos hacia ti, mi dueño y cruel señor; mientras me observas con tus ojos a medio abrir, y súbitamente, bramas cual toro herido de muerte, y la fuerza de tu empuje se torna salvajemente colosal, casi reventando mi culo; mientras logro sentir mis adentros, bañados de aquella cremosa y abundante leche.
Finalmente, permaneces recostado sobre mi espalda y nalgas; y a los segundos ruedas sin necesidad de descabello, extrayendo tu pene aun parcialmente inflamado; me abrazas y duermes de nuevo, acurrucado entre mis brazos como un niño…
TUYA Sandra…