Mi sobrina me usa con sus amigas

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Esta serie de relatos pretende ser una secuela de la titulada “Un viudo y su sobrina Andrea”. A los que no la conocéis os hago un pequeño resumen para que conozcáis el entorno donde se desarrollan las historias, y así para el resto no tenemos que repetir la introducción de los personajes.

Actualmente y de forma provisional vivo en casa de mis cuñados Pedro y Carolina. Mi cuñada es la hermana menor de mi esposa que desgraciadamente falleció hace seis meses víctima de una rápida enfermedad. Tengo cincuenta y un años y nunca me había preocupado por aprender las tareas de la casa, desde entonces me he tenido que espabilar.

Me propuse vivir por mi cuenta, mis dos hijas están casadas, viven con sus familias respectivas y no me apetecía nada ir a casa de alguna de ellas.

Todo parecía ir bien hasta que la semana pasada tuve una mala caída y me fracturé la clavícula y el brazo derecho. Con el cuerpo y el brazo parcialmente inmovilizados me resultaba imposible valerme por mí mismo. Por suerte, la hermana de mi mujer y mi cuñado vinieron al rescate, casi me obligaron a trasladarme a vivir con ellos durante una temporada.

Quise resistirme diciendo que podía valerme por mí mismo, insistieron y me convencieron. Mi cuñada me cae genial, se parece mucho a mi difunta tanto físicamente como en carácter, quizás Carolina es un poquito más extrovertida y habladora.

Han habilitado para mí la habitación de mi sobrino que está estudiando en la capital. Andrea mi sobrina tiene su habitación junto a la mía. Tras unos días iniciales de tanteo, Andrea decidió que yo iba a ser su “papi”. El maduro que la iba a tratar como una princesita, el que le iba a enseñar todo lo que sabe de sexo y le iba a dar sus mejores orgasmos hasta la fecha.

Me ha convertido en su esclavo sexual, hace conmigo lo que quiere, me usa a su antojo y lleva a cabo sus fantasías. Creo que está enamorada de su padre y yo soy para ella un buen sustituto. Ya hemos tenido varios encuentros donde la lujuria entre maduro y sobrina se ha desbordado, así os lo he contado en otros relatos de la serie “Un viudo y su sobrina Andrea”.

Es momento de continuar con nuestra vida y experimentar nuevas excitantes aventuras. Sin más demora vamos a ello.

A los pocos días se me ocurrió que sería bueno mostrar mi agradecimiento a mis anfitriones por la agradable acogida en su casa. A Pedro le compre una botella de tequila añejo, a Carolina un botecito de perfume y a mi Sobrina Andrea un vale de descuento en una conocida perfumería.

A mi cuñada no le dije que ese perfume que tanto le agradó era el preferido de su hermana, y que yo secretamente se lo regalaba para revivir algunas sensaciones pasadas. El primer día ya se puso una buena cantidad y el olor impregnó toda la casa, su ropa, todo…y volví a sentir un extraño placer.

Al día siguiente, yo estaba solo en casa, mi cuñado en el trabajo, mi sobrina en la universidad y mi cuñada había salido al supermercado. Pasé por delante de su dormitorio cuya puerta estaba entreabierta, algo me impulsó a entrar y curiosear. Me acerqué a la cama, olí su almohada, uhmmm que bien olía… me hacía recordar otros tiempos.

Quise disfrutar de ese recuerdo y me eché sobre la cama, enseguida me vinieron ganas de tocarme…me sentía transportado… y empezaba a sentirme duro. Me recreé unos minutos y a continuación se me ocurrió curiosear entre sus cosas. Encontré dentro de los cajones ropa y más ropa, hasta llegar al cajón de la ropa interior. Me gustaba coger pieza por pieza, extenderla e imaginar como quedaría puesta, disfrute mucho con ello.

Carolina tenía un gusto muy exquisito. Yo me la había imaginado más con las típicas bragas blancas de toda la vida sin lugar a la sofisticación, y era todo lo contrario…tenía un amplio abanico de colores…casi todas con encajes y muchas con un diseño muy sexy.

Conociendo a mi cuñado dudé que valorase mucho, supuse que era más un placer íntimo que ella se auto concedía…sentirse elegante y sexy por dentro, aunque nadie lo pudiera apreciar. A partir de ese momento yo la miraría con otros ojos.

Mientras iba mirando una por una mi excitación iba subiendo, me las acercaba a la nariz y sentía ganas de chuparlas. Me excité tanto curioseado las bragas y los sujetadores que quise ir más allá…me fui al cuarto de la lavadora y me puse a rebuscar en el cesto de la ropa sucia hasta encontrar lo que andaba buscando…las bragas usadas de mi cuñada.

Estaban impregnadas de su nuevo perfume y de sudor de hembra…era tan parecido al que yo estaba acostumbrado que enseguida me puse duro como una piedra. Allí mismo, muy incómodo pero excitado como un caballo, me baje el pantalón y me empecé a pajear como un chaval. Con una mano sujetaba la braga que mantenía cerca de la boca, con la otra me daba bien fuerte…menudo pajote a la salud de mi cuñada y de los recuerdos.

Me sentí transportado…la mezcla de olores había llegado a mi cerebro y había desatado una tormenta…mi mano respondía de forma automática a ese impulso y no le daba tregua a una polla que estaba a punto de reventar. Le daba…le daba…paraba…aspiraba el olor…volvía a darle…paraba chupaba la tela…y volvía a darle duro…mi cabeza y mis huevos iban a explotar.

Ring…ring…ring…ring….el timbre del telefonillo me interrumpe. Atropelladamente me visto y voy hasta la puerta y descuelgo el teléfono del portero.

— ¿Si?¿quién es? — pregunto cono la respiración acelerada por la carrera que me he dado para venir hasta la puerta.

— Soy yo— dice Carolina — baja por favor ayudarme con las bolsas de la compra—

Minutos después ya estamos en casa, con un montón de bolsas en la cocina pendiente de colocar las cosas en los armarios.

— Uy! No puedo aguantar ni un minuto más…estoy que me meo— dice con total normalidad y sale disparada hacia el baño.

Miro mientras se aleja, que buen culo tiene mi cuñada. Es una madurita, dulce y sabrosona a la que le gusta la lencería sexy y sofisticada. Algo ha sucedido en mi cerebro, va a ser casi imposible que yo la vuelva a ver como antes. Me he calentado tanto con sus ropa interior que tengo fijada en la mente la idea de verla en bragas y sostén.

Le sigo con la mirada, va con tantas prisas que empieza a subirse la falda antes de llegar al baño. No ha cerrado la puerta, se oye con nitidez como el chorro que sale de su coño e impacta sobre el agua del fondo provocando un característico gorgojeo. Resoplo, trato de imaginar cómo será esa vulva será como la de su hermana, prieta y fina o será carnosa y voluptuosa. Me gustaría descubrirlo.

Oigo que maniobra en el baño, no quiero que me pille en mitad del pasillo por lo que vuelvo sigiloso a la cocina. Unos minutos más tarde vuelve ella, con un vestido abierto por delante desde el escote hasta abajo con varios botones para cerrarlo.

Los dos de arriba no se los ha botonado por lo que luce un bonito escote, también le falta botonar el que queda justo delante del pubis. Nos ponemos a repartir la compra por las alacenas, con el ir y venir el vestido se abre caprichosamente por donde falta echar el botón.

Hoy Carolina lleva unas braguitas de color vino claro, de encajes y un discreto ribete de puntilla. Uhmmm que hermosa…. El pubis se nota abultado…no lo tiene depilado…tal como a mí me gusta. Uhmmm…me he puesto morcillón de nuevo…no lo puedo evitar.

— ¿Te pasa algo?… te noto extraño…como distraído… ¿te encuentras bien?— me pregunta con una cierta preocupación.

— No, no… estaba pensando en mis cosas?— le miento tratando de disimular y ocultando el tremendo bulto que cubre mi pantalón.

Suena mi teléfono móvil, contesto y me retiro haciendo ver que es para que mi cuñada no me oiga, cuando en realidad es una maniobra para esquivar sus miradas y que descubra mi oscuro secreto.

— Papi, papi…me encuentro fatal…No sé qué hacer…necesito tu ayuda — dice mi sobrina Andrea al otro lado de la línea.

— ¿Qué le pasa a mi princesita? ¿qué puedo hacer por ti? — le pregunto amorosamente.

— Ay papi, mi querido papi…me cuesta decírtelo…por teléfono… no…ven aquí y te lo cuento— me dice esperando una respuesta afirmativa.

— Pero…¿dónde estás?…yo estoy ayudando a tu madre y no puedo salir— le digo.

— Estoy en casa, al final de la escalera…junto al cuarto de contadores del gas…ven por favor…te necesito…te necesito ya— dice y corta la comunicación sin darme tiempo a reaccionar.

Me invento una excusa para bajar a la calle, se la cuento a mi cuñada y se la cree sin dudar. Esto me permite enfilarme escaleras arriba para ir en busca de mi sobrina y ver que le sucede tan importante.

Cuando ya llegaba al quinto y último piso, oigo unos ruidos que me llaman la atención. Muy bajitos aunque con claridad se oyen los suspiros y gemidos de alguien. Preste más atención y me convencí de que alguien lo estaba pasando bien, ¿para esto me había llamado mi sobrina?

Me pica la curiosidad y subo los peldaños que faltan, y con cuidado me asomo a ver qué pasa. Me escondo y dejo pasar unos instantes. Creo que está dudando entre bajar las escaleras y dejar a medias lo que está haciendo o hacerse un dedito mientras llegan los “refuerzos solicitados”

Al principio encima del pantalón tipo chándal que lleva y luego por debajo de él, veo como se empieza a frotar con ritmo cada vez más vivo. Para disimular, bajo hasta el rellano anterior sin hacer ruido, y luego haciéndome sentir, vuelvo a subir haciendo ver que no he oído ni visto nada. Al llegar donde está ella, la encuentro muy alterada y ruborizada.

— Hola Andrea…qué es eso tan urgente que me no me puedes decir por teléfono? — le digo con tono sosegado para tranquilizarla un poco

— Mira papi, estoy harta…yo quiero mucho a Quique, el me trata como a una princesita, y ya estoy cansada de serlo, mejor quiero que me trate como a una putilla, que me haga gritar de gusto, que me rompa el coño a pollazos… y él siempre me deja con la miel en los labios.

— ¿Cómo? ¿Qué no te hace correr ese mocetón tuyo?— le pregunto asombrado por lo franca y directa que se muestra mi joven sobrinita.

— No papi…yo hago todo lo que me pide…y cuando él se corre, el muy cerdo se va y me deja a medias y sin consuelo—me dice muy enfadada

— ¿Qué puedo hacer?¿tú que me aconsejas? — me pregunta gimoteando

Llego toda la mañana acumulando tensión, primero con el perfume y la ropa interior de mi cuñada, luego con ella misma meando fuerte en el váter y dejándome ver sus braguitas, y ahora mi sobrina me cuenta que está insatisfecha y que necesita que alguien se la folle duro y con urgencia.

— Lo primero que hay que hacer es calmar ese chochito tan mal asistido— le digo mientras pongo la mano en su entrepierna deslizando el dedo medio por encima de sus labios blanditos y húmedos.

Al principio ella responde con un poco asombro e incredulidad; no sabe que la llevo observando desde hace un rato y que sé que ya está a punto de caramelo. Luego cae en la cuenta y duda.

Un instante después hace ademan de quererse ir, yo la sujeto del brazo. Y ella se libera con un tirón.

— ¿qué te has creído tú?… no te necesito para nada!! — me dice contrariada.

— Ya lo sé… pero pensé que te gustaría que te diera unos apretones para calmar ese coñito tan ardiente que debes tener… seguro que tu almejita está diciendo cómeme…cómeme!… y yo estoy deseando de hacerlo…”— le digo.

Andrea cambia la cara al ver que la posibilidad de que su tío le pueda calmar la tensión que acumula, y que su coñito pueda por fin disfrutar de una buena follada, le relaja claramente la tensión de su cuerpo y veo que se aviene a mi propuesta.

Convencida de su poder de seducción, antes trata de coquetear un poco. Yo acerco mi mano a su entrepierna y aprieto ligeramente, se le escapa un gemido. El calor de su chochito traspasa la ropa y lo siento como palpita bajo la palma de mi mano.

Introduzco un dedo entre las piernas siguiendo su cuerpo; lo deslizo lentamente y consigo su primer gemido de placer. Contentos por el acuerdo alcanzado nos lanzamos al disfrute de nuestra excitación.

Ahora los papeles están invertidos. Es ella la que se apoya contra la pared y yo a su lado el que jugueteo con sus estupendas tetas y su ardiente chochete. Le bajo los pantalones hasta los tobillos y dejo al descubierto sus braguitas tanga.

Juego con el elástico, tiro de el para ver sus pelitos. Pongo la mano sobre su vientre y la bajo haciendo que se cuele entre la piel y la tela. Siento como su respiración se acelera y su vientre sube y baja casi incontroladamente.

Tomo las bragas por ambos lados a la altura de la cadera y tiro de ellas hacia abajo. Se convierten en un revoltijo de tela humedecido alrededor de sus tobillos. Delante de mí queda un rico conejito que espera ser mimado.

Desde el ombligo baja una estrecha línea de pelitos rubitos que luego se ensancha y cambia al color de las almendras. Mis dedos índice y medio siguen el camino hasta encontrar el punto donde se juntan los dos muslos que es el inicio de su vulva.

Hago que abra lentamente sus piernas y me deje penetrar en su secreta cueva. Me mojo los dos dedos con saliva y los llevo directamente a la rajita. Andrea se estremece y se abre un poco más. Entre el dedo pulgar e índice tomo sus clítoris y lo acaricio dulcemente. Se me humedecen los dedos con el flujo abundante que sale de su interior.

Le acaricio los labios de la vulva que con carnosos y ligeramente hacia fuera. Le regalo un amplio repertorio de caricias con mis dedos mojados deslizándose por los rincones de sus ingles, por encima de la curva de sus labios mayores, rodeando, apretando y acariciando su perlita, hasta que su gemidos me indican que quiere sentirme dentro…muy adentro esos dedos traviesos que no le dan tregua.

Le hago dar la vuelta y apoyarse sobre una especie de repisa. Tengo para mí todo su gran culo. es redondeado y los cachetes cierran la raja impidiendo ver su agujero. Meto la mano hasta volver a encontrar su coñito, y arrastro parte de sus flujos por la canal hasta llegar al ano. Con la otra mano mantengo separadas las nalgas para poder manipular mejor.

Coloco la yema del dedo y aprieto un poco sobre su culo todavía virgen. Asustada, gime y mueve las caderas. Sonrío sin que ella me vea y pienso que otro día me dedicare por completo a descubrir los placeres de este sitio.

Me pongo detrás de ella, aprieto mi cuerpo contra el suyo y le tomo la teta con una mano. Ella se incorpora , levanta el brazo por encima de la cabeza y me toma por la nuca.

Mi mano derecha baja por encima de la ropa buscando su pubis. Coloco mi pie entre los suyos, obligándola a separar las piernas el máximo que le permiten los pantalones que siguen en los tobillos.

Hundo mi mano entre las piernas y mis dedos vuelven a hacer mil diabluras. Cuando la noto más alterada las caricas son más pausadas, más intensas, más sentidas… cuando noto que se va relajando, las acelero, las cambio rápidamente para que sienta un aluvión de sensaciones que la van a conducir a una corrida inolvidable.

Mis dedos se hunden y hurgan en el interior de su coñito con mucha facilidad… tiene una vulva grande y bien dotada para hacer mil y una travesuras. Mientras mis dedos hacen lo que mas les gusta, mi cuerpo se balancea atrás y adelante haciéndole sentir sobre las nalgas el enorme bulto de mi pene.

Mi otra mano amasa y acaricia una de sus tetas. Yo resoplo sobre su nuca y ella me sacude con su pelo recogido en una cola cada vez que mueve la cabeza para gemir. Siento como una explosión en su interior libera una abundante cantidad de flujo que me moja toda la mano, y chorea por los muslos hacia abajo.

Se mueve incontroladamente, jadea, grita, se muerde los labios, me sujeta la mano con la suya y aprieta los muslos para retenerla quieta. La dejo disfrutar del placer antes de volver a mover la mano. Tras unos instantes, muevo los dedos en su interior.

— Uhmmm ¡ que bueno!…. uhmmmm… papi, ha sido maravilloso…¡que ricoooooo! —

Andrea vuelve a apretar las piernas y tiene otra sacudida de placer. Me quedo inmóvil esperando terminen sus contracciones. Cuando cree que ya todo ha terminado… la empujo hacia delante, coloco mi polla en la entrada de su coñito.. y aprieto lentamente.

La tengo grande y dura, llena de leche…su joven coñito ahora está bien jugoso y dilatado para recibirme sin sufrir ningún daño. Se la meto toda hasta hacer crujir la piel de su culo al chocar contra mi pubis. Voy incrementando el ritmo, la sujeto firme y bombeo con ganas y sin descanso.

— Así es como se folla a una preciosidad como tu… — le digo mientras le doy fuerte antes de que se corra por última vez y yo la llene de leche.

— Papi, papi…que rico es…dame fuerte… como un hombre de verdad— me suplica entre gemidos.

Diez minutos más tarde estamos los dos sentados a la mesa cenando y viendo las noticias de la tele junto a mi cuñado y su esposa.

Deverano.