Mamá folla a su amiga y quiero participar

Cecilia era la madre de Teo, un chico de barrio que junto con su amigo pasaba los días en el portal, viendo la vida pasar… Hasta que este se enamoró de Flori, su vecina, una mujer rubia, alta, pechos grandes y embarazadísima. Pero su historia terminó tan abruptamente como empezó y este entró en depresión… hasta que:

Una tarde su madre tuvo visita, hacía mucho tiempo que no veía a nadie en casa, pues su hijo no salía. Pero aquella tarde vino su amiga Magdalena, aunque prefería que la llamaran Magda, a tomar café mientras Teo permanecía en su cuarto.

Ceci, por si acaso, le había avisado de la visita y le había pedido que si salía no entrase al salón, que mantendría la puerta cerrada, a lo que Teo no puso objeción.

Estaba tumbado en su cama, mientras oía el murmullo en el salón. Magda soltaba unas risotadas algo estridentes que le llegaban como si estuviese al lado.

Magda era hija de banquero, aún estaba soltera, pese a haber pasado de los treinta, que en aquella época no era habitual pues las parejas se casaban con veintitantos, de forma que si a los treinta una mujer seguía soltera se decía que se quedaba que para “vestir santos”.

Tal cosa no parecía importar a Magda, pues con su padre adinerado disfrutaba de buenos vestidos y viajes a la playa de vez en cuando.

De pronto Teo dejó de oír el murmullo y esto le inquietó, pensó que tal vez la visita se había marchado y se levantó de la cama. Se asomó al pasillo y efectivamente, la puerta del salón estaba cerrada. Intrigado por si seguían allí se acercó, pero a través del cristal esmerilado no conseguía ver nada. Aunque en los bordes este era transparente, así que se agachó para no ser visto detrás de la puerta y se acercó a gatas.

Lo que a continuación vio, le trastornó. Magda estaba tumbada en el sofá del salón, con las piernas muy abiertas y desnuda. Su madre estaba arrodillada ante ella y sin duda le estaba comiendo su raja. Esta profería unos gemidos ahogados mientras su madre se afanaba llegando incluso a pellizcarle los pezones de sus grandes pechos.

Magda era una mujer enorme, en comparación a su madre y cuando esta se levantó y la abrazó se vio la diferencia. Ambas mujeres se besaron, desnudas tanto su madre como la otra. Esta le comió sus pechos a Ceci y la fue tumbando en el sofá para ocupar su puesto comiéndole la raja ahora. Quedó con su enorme culo y su enorme coño peludo apuntando a la puerta, donde Teo disfrutaba del caliente espectáculo. Sintiendo como su excitación era una realidad.

Aquello terminó de desatarlo y ávido de experiencias siguió mirando, momento en el que se fijó en su madre, esta tenía los brazos echados para atrás y reclinada dejaba que su gran amiga le comiera lo más íntimo, cuando abrió los ojos se percató de que las estaba observando detrás del biselado. Pues al mismo tiempo que Teo podía verlas a ellas, su silueta se dejaba entrever detrás de la puerta.

Sus miradas se cruzaron por el estrecho marco biselado y entonces ella sonrió. Teo supo que le había visto y que no le importaba, Ceci se centró de nuevo en su amiga allí delante comiéndole su raja mientras ella jugueteaba con su permanente ondulada entre sus dedos.

Tenía un gran coño y como estaba de culo hacia Teo, este no podía parar de mirárselo, deseaba follarla, ¿pero cómo podría hacerlo? Allí ambas mujeres seguían amándose, ahora ella le comía los pechos a su madre y estaba echada sobre su pequeño cuerpo, frotándose sus enormes senos contra la otra.

A esta no parecía importarle que su hijo mirase y no hacía por ver si seguía allí, absorta en el encuentro con su amiga.

De repente la puerta se abrió y su rechinar las alertó. Allí, de pie, tan desnudo como ellas, con su verga inhiesta y peluda, con los brazos en los costados, Teo las observaba.

La gran amiga de su madre se sobresaltó y levantándose se sentó en el sofá intentando taparse con el cojín que encontró cerca.

—¡No se asuste señora soy Teo el hijo de Ceci! —dijo él educadamente—. Estaba aquí observándolas amándose, con tanto deleite y disfrute, que no he podido resistirme y entrar a pedirles, si no les importa, unirme a la fiesta.

—¡Cómo, has visto lo que ha dicho Ceci! ¡Quiere unirse a nosotras! —dijo ella horrorizada.

Su madre no se alteró en ningún momento, desnuda no intentó cubrirse, permaneció mirando a su hijo desnudo, nunca lo había visto así, pero parecía satisfecha de aquel momento. Tal vez secretamente organizado para que todo terminase así y sin duda así había sido.

—¡Oh hijo, te dije que no salieses de tu cuarto! —fingió Ceci estar contrariada pero discretamente le guiñó un ojo en señal de complicidad—. ¡Oh Magda, ¡qué vamos a hacer ahora, te ha visto conmigo, qué vergüenza!

—¡Oh Ceci, no sé, es tu hijo dile que se marche! —exclamó ella horrorizada.

—No me iré Magda, hasta que me satisfaga en mis intenciones. Su coño parece delicioso, si me deja follarla lo haré encantado, sólo entonces las dejaré tranquilas.

—¡Ni hablar niño! Yo no dejo que ningún hombre me meta eso en mi coño y menos con chantajes.

—Pero Magda, ¿te ha visto y si lo cuenta? —terció su madre.

—¡Oh si, la hija del banquero liándose con otra mujer! Por supuesto omitiría que eres tú mamá —le devolvió el guiño.

—Pero hijo, ella es una mujer respetable, nadie debe saber lo que ha pasado aquí, ¡me oyes! ¡Nadie! Magda, creo que deberías dejarle hacer lo que quiere, después de todo hasta puede gustarte, le dijo abrazándola desde atrás y dándole un beso en los labios.

—¿Tú crees Ceci? —preguntó temerosa la oronda mujer.

—Después de todo es mi hijo Magda, Teo tienes que prometer que todo quedará en secreto, ¡soy tu madre y a mí también me afectaría! —desde luego como actriz, su madre no tenía precio.

—¡Claro mamá, si Magda accede seré una tumba! —sentenció Teo.

—Bueno, ¡qué se le va a hacer! —dijo Magda dando síntomas de claudicación.

Teo se acercó a la mujer, desnudo con su polla tiesa era la atención de ambas mujeres. Esta se resistió a girarse y adoptar la misma postura que tenía antes, pero Ceci intervino y la convenció para continuar. Entonces quedó de espaldas a Teo y él, maravillado por aquel culazo exuberante, se aferró a sus caderas y paseando su glande por su raja antes de meterlo, se aseguró de su gran lubricidad. Esto pareció terminar de convencer a Magda.

—¡Oye Ceci, tu hijo después de todo parece tan dulce como apuesto! —exclamó Magda mirando hacia atrás.

—¡Por supuesto Magda, él te dará placer mucho placer y yo también! Dijo su madre atrapando sus gruesos labios con los suyos—. Mientras él te lo hace tú me darás placer también a mi, ¿verdad?

Ceci tomó su cabeza y la bajó hasta su raja, para qué esta siguiese lamiéndosela. Ella continuó y entonces sintió la penetración de la verga de Teo y dando un gran alarido se calmó ante las caricias de Ceci.

—Ya está cariño, al principio duele un poco, pero luego es lo más placentero —dijo besándola dulcemente en los labios.

Y con la intervención de su madre, Teo se dedicó a follarla mientras se aferraba a sus anchas caderas.

—¡Oh Ceci, que me la ha metido! —exclamó mientras madre e hijo se reían.

Ceci le tapó la boca con su almeja y esta lamió de nuevo su bichito para darle placer también a la madre, mientras Teo se deleitaba con aquel chocho grande y peludo, al tiempo que le daba alguna que otra palmada en su enorme trasero o le cogía los pechos echándose sobre su espalda.

—Cambiemos de posición —dijo Teo tras un rato.

Bajo la batuta del hijo, Magda se colocó en el sofá, abriendo mucho sus muslos y él se acomodó entre ellos, metiéndosela mientras ambos se miraban a los ojos.

Su madre permaneció a un lado, aunque no por mucho tiempo, pues se subió a horcajadas sobre el sofá y desde arriba ofreció su fruta prohibida a la joven, que la volvió a lamer sin rechistar.

Con el culo de su madre en frente suyo, Teo se maravilló de lo que nunca pensó que ambos compartirían. Su madre con su amiga y él follándola también.

—¡Ay, para, que me meo! —dijo de repente Magda, y empujando al joven salió hacia el baño, tan desnuda como exuberante por el pasillo.

Así, madre e hijo compartieron unos segundos de intimidad.

—¿Te gusta Magda, verdad?

—¡Sí, está muy rica mamá! —dijo Teo.

—Pues fóllatela y disfruta, ¡que la vida es un suspiro!

Entonces Ceci observó como Teo la miraba, de cintura para abajo más concretamente y ésta le sonrió, momento en el que entró Ceci por la puerta.

—Oh Ceci, esto es muy extraño, yo creía que era lesbiana, pero lo que me hace tu hijo me está gustando —dijo su amiga.

—¡Claro mujer, mi niño es como su madre! Apuesto y con buena polla, a ver si te vas a volver hetero y me dejas a mi —dijo su madre riendo.

Su madre era delgada, a diferencia de Magda, su cuerpo era fibroso, tenía buenos pechos esos siempre los tuvo, como dos buenas naranjas. Sus hombros eran rectos y gustaba de llevar el pelo corto en la nuca, llegando a pelarse en barberías de hombres, no era un secreto su orientación sexual aunque en el barrio nadie lo dijera abiertamente, pues ella era discreta.

Teo la miraba desnuda, mientras su amiga le comía la raja y esta le guiñaba un ojo y le señalaba con la mirada la hembra que le había proporcionado. A lo mejor no era la última pensó emocionado, sin duda su madre era un buen reclamo, sin duda aquel polvo le había despertado de su letargo y quiso salir de nuevo y recuperar su apetito sexual para comerse el mundo entero.

Ahora Ceci quiso cambiar de postura y esta volvió a echarse a cuatro patas, para que Teo la tomase desde atrás una vez más.

—¿Estás disfrutando hijo? —le susurró al oído desde su lado.

—¡Mucho madre! —exclamó su hijo eufórico—. ¡Magda tiene un coño delicioso!

—¡Más me ha gustado a mi ver tu recuperación! —dijo ella mientras le pellizcaba el culo.

Entonces su madre sintió cómo Teo le devolvía el pellizco en sus nalgas y tras este gesto, una suave caricia le masajeaba la zona para evitarle el daño causado con el pellizco. Tentado estuvo de deslizar su mano por entre los cachetes, y tal vez rozar aquella parte tan íntima, pero rápidamente su madre detuvo su atrevimiento y recondujo su mano a las caderas de Magda.

—Córrete fuera, no vayas a echarle nada dentro —le advirtió.

Entonces Teo sacó su miembro viril, tan palpitante como brillante por los jugos en los que se envolvía y lo dejó allí, ante la mirada a tenta de su madre vigilante, lo tomó en sus manos y con fuerza comenzó a sacudirlo delante de su madre, hasta que éste estalló comenzando a escupir su caliente carga, sobre el gran culo y caderas de Magda, que se retorcía de placer bajo la blanca lluvia, un zafio final para una tarde muy sensual.

La corrida fue abundante, la espalda y las caderas de la gorda Magda quedaron regadas por la extensa corrida del falo de Teo, que quedó erguido y apuntándola de nuevo amenazando volver a introducirlo en aquella raja cálida como el infierno..

Con Magda rendida a sus pies, satisfecha y medio atontolinada por la follada imprevista del hijo aquella tarde, no fue testigo de las miradas de complicidad que madre e hijo se dedicaron, tras el final de aquel acto improvisado.

Al final acudió Ceci presta, con una toalla dispuesta y limpió la vulva y la espalda de su amiga.

—¿Te ha gustado querida? —le preguntó tras limpiarla.

—¡Pues estaría mal decir que no, aunque también esté mal admitirlo! Tú hijo me ha saciado. Esto es lo que querías, ¿no? Espero que ahora no te enfades conmigo.

—¡Oh claro que no querida! Si quieres él puede unirse a nuestras tardes divertidas —le ofreció su madre mirándolo a su lado.

—¡Señoras mías, creo que tenemos un acuerdo! Sin duda he disfrutado mucho con su gran coño doña Magdalena, sin duda estoy deseando volver a penetrarla cuando usted quiera! —rieron todos tras los piropos que Teo derramó sobre la hermosura de su amiga.

Magdalena se vistió, pues era tarde y se tenía que marchar. Y tanto el hijo como la madre desnudos la acompañaron hasta la puerta y con besos la despidieron.

Cuando la puerta cerraron Teo a su madre abrazó y le dijo: “Gracias madre, por esta excitante tarde”.

—¿Te sientes mejor hijo? —le preguntó.

—¡Si mucho mejor madre!

—Eso es lo que yo quería, que volvieras y ver tus ojos de nuevo brillar con las cosas de la vida, pues tanto el placer como el dolor, parte de la vida son.

—Ya mamá, pero creo que sigo amando a Florinda, ¿crees que la veré a verla algún día?

—No lo sé hijo, no debes preocuparte por el futuro, sino por el presente, ¡recuerda este placer que te he proporcionado! No vivas en el pasado, ni pienses en el futuro, simplemente disfruta del momento.

Y con estas sabias palabras prepararon algo de cenar y salieron al balcón a tomar los aperitivos.