Mujer casada y su primera vez como madre

Estoy en Valencia y llevo varios días sin acudir físicamente al trabajo, todo lo hago por medio de videollamadas. El motivo es porque estoy en el final de un proyecto, una idea que me surgió hace tiempo, que me estanque y ahora, misterios de la vida va tomando color. Todos creen que sigo fuera, no tardaré mucho en ir porque dentro de nada hay una reunión muy importante con un cliente. En los parones obligados que me hago para despejarme, aprovecho para ver en internet ideas para terminar mi casa del campo, me refiero al diseño interior. En uno de esos días, viendo muebles antiguos, me encontré con un conjunto de salón, que fue verlo y quedé embobado.

Era de un particular de Valencia. Me escamaba el precio, porque si era como decían, conjunto de nogal tallado a mano, de 140 años y en las fotos se veía que estaban perfectos, en algún sitio tenía que estar la trampa, algo no cuadraba. De todas maneras, en la web que estaba el anuncio, venía un enlace para poder preguntar al vendedor. Así lo hice, indicándole que estaba interesado y algunas preguntas sobre los muebles, ese mismo día escribí a otros que eran de Jaén, Barcelona, Terrassa, Madrid y Badajoz. Tenía respuesta de Jaén, Badajoz y Valencia.

Pero iré a la de Valencia. Me contestaron a todas mis preguntas con claridad, me ofrecieron poder verlos y examinarlos, pero lo más importante que me invitaban a que llevara a un entendido. Ya le había mandado las fotos a una persona que conozco y estaba conmigo en que el precio no cuadraba con la antigüedad, pero mucho menos con el estado en el que se veían. La primera pega es cuando quiero quedar con el comprador, es cuando me entero de que es una mujer, porque me pone varias pegas para quedar, porque quería que estuviese su marido. Al final encontramos una hora para quedar, la hora de comer del día siguiente y me dieron la dirección.

Me presento en la dirección que me han dado. No hay nadie y me quedo mirando el entorno, he ido en moto y de pronto me fijo en algo de la moto, se ven en el asfalto unas gotas que parecen de aceite. Decido que luego con más tranquilidad lo miraré, en vez de quedarme quieto decido estirar un poco las piernas y me pongo a pasear. Veo una mujer haciendo unos ejercicios de calentamiento o eso me parecía, tiene un culito de los que son un fuera de serie. Lo observo mejor y es un “Ferrari” de los culitos.No miro descaradamente y cuando paso junto a ella me sorprende cuando me dice… “Que antipáticos son los madrileños que ya ni saludan…” el tono era un tono bromista y la voz me resultó conocida. Paré en seco y me di la vuelta, era Yolanda una de las primeras mujeres que conocí al llegar a Valencia. Había sufrido un cambio físico importante. Porque la última vez que la había visto estaba super delgada, demasiado para mi gusto. Tenía un culito respingón, muy bonito, pero también muy pequeño y no siempre se notaba lo bonito que lo tenía, todo dependía del vestuario. Lo que llamaba la atención de ella eran el color de sus ojos, su melena, sus labios que invitaban a que mi mente pensara muy mal o muy bien, según se mirase y su gran pecho, que al estar tan delgada hacía que resaltase mucho más o eso creía yo.

Yolanda y su marido Albert, regentaban un negocio que me recomendaron a nivel personal, para realizarme una serie de gestiones privadas. Albert es un deportista nato, un fanático de estar musculado con la ley del mínimo esfuerzo. Siempre condicionaba en todo a su mujer para que estuviera delgada, en algún momento le escuché decirle que había engordado un poco y yo la veía igual. Como digo una obsesión. Él medía 1,78 y ella 1,65 más o menos. Como he dicho los dos se cuidaban mucho físicamente. Tienen 47 años y ella 40 años. A Yolanda le tire la caña infinidad de veces, pero ella me rechazó con mucho arte y diplomacia.

Tuvimos una buena relación hasta que una noche de cena, él tuvo unos cambios de humor que no venían a cuento, los más fuertes con su mujer y en un momento dado, porque ya había vivido situaciones similares, con mucho tacto le dije… “Albert, lo mismo los complejos vitamínicos que tomas te desestabilizan el carácter, míralo bien” fue una forma suave de decirle, vigila lo que te estas metiendo. Desde esa noche llegaron las disculpas por su parte para retrasar el vernos y unas semanas después llegó el confinamiento. Era la primera vez que nos veíamos desde ese día. No desaproveche la oportunidad de expresarle lo guapa que estaba, por no decirle que así de macizorra estaba mucho mejor que antes.

— Bueno y como te va tu vida.

— Pues sin adornarlo, me va como el puto culo.

— Vaya, pues sí que… ¿Qué es lo que te ha pasado?

— Pues hace ocho meses que fui madre.

— ENHORABUENA, eso es fantástico.

— ¿Fantástico? He engordado hasta parecer una vaca… ¿Es que no me has visto bien?, tengo ganas de llorar a todas horas, todo me molesta, vivo en un mundo paralelo, el mundo bebe, mi matrimonio va cuesta abajo, mi autoestima está por los suelos. ¿Esto es lo fantástico?

— Pues te veo físicamente mucho mejor que antes y es normal que con un bebe cambie la vida, es cuestión de adaptarse, pero lo dicho, físicamente estas explosiva.

— No sé si lo dices por animarme y quedar bien.

— Te aseguro que no y para que veas que no te miento, te seré muy sincero, cuando te he visto a lo lejos, me decía menudo culito tan rico tiene esa mujer y no te había conocido, ni sabía que habías sido madre.

No fue muy brusca, pero terminó la pequeña conversación diciéndome que lo sentía mucho, pero que se tenía que ir y que a ver si un día nos tomábamos café. Seguí andando hasta llegar a un escaparate de una agencia de viajes y por curiosidad estuve mirando los lugares que ofertaban para irse de viaje. Miré de nuevo la hora y regresé sobre mis pasos. Vi que habían subido la persiana metálica de un local que no tenía cartelería de nada, pero estaba en el número que me habían dado. Doy un leve golpe en la cristalera y salen los dos, Yolanda y Albert.

Antes de que pueda decir nada y ante la cara de pasa que se les quedaron, Yolanda dice que cuánto tiempo sin vernos y lo hace mirándome con insistencia. Por lo que no hago ni el más leve comentario a que nos acabábamos de ver. Después de los saludos típicos, entro en el local y todo lo tienen bien embalado. Son unos muebles de la familia de ella, que estuvieron siempre bien embalados porque nadie los usó después de heredarlos y que ahora habían pasado a ella, que tampoco los quería y por eso los había puesto en venta. Eran preciosos, estaban super cuidados y el precio que pusieron me pareció justo.

Albert dijo que no podía quedarse ni un minuto más, que había quedado con un cliente y nos dejó solos, diciéndome que teníamos que quedar a comer o mejor cenar y ponernos al día, por eso le encargó a Yolanda que acordáramos un día. Estaba más amable que la última vez y físicamente ya no estaba tan hinchado. Nos fuimos a tomar algo Yolanda y yo. Hablamos de nuestros respectivos trabajos, me contó la incidencia del COVID en su negocio, que fue algo desastroso pero que ya iban levantando cabeza. Fuimos a una cafetería cercana que ella conocía. Yolanda retomó la conversación.

— ¿Entonces cómo me ves tú? Y se sincero…

— Antes había días que con esa delgadez extrema dabas la sensación de enfermiza, ahora se te ve una mujer contundente.

— ¿Contundente es sinónimo de gorda para ti?

— En este caso contundente es igual a hermosura fascinante y la prueba del algodón ha sido lo que te he dicho de cuando te vi en la distancia.

— No, la prueba del algodón es esta… ¿Volverías a tirarme ficha como cuando nos conocimos?

— Jajaja… ¿Qué es lo que dices? ¿Te he tirado alguna vez ficha? No me contestes… Jajaja… pues claro que lo haría.

— Entonces te creo y ya le podrías decir a Albert que no estoy gorda, que me va a volver loca. Mi familia me dice lo mismo que tú, pero como son familia creía que lo decían para hacerme sentir bien.

— Pero qué le pasa a Albert, ¿Sigue con los mismos hábitos?

— Como siempre, siempre no, tuvo un par de sustos importantes. La perfección para él es estar delgada, muy flaca. Oye y no me interpretes mal con lo de tirar ficha, que no lo he dicho en ese sentido.

— Pues una pena, me das un disgusto. Jajaja… pero si un día quieres tomar algo, ya sabes cómo encontrarme.

— Jajaja… quien sabe, lo mismo te llamo algún día, aunque te recuerdo que soy una madre lactante y me tendrías que prometer que tendrías un buen comportamiento. Pero vamos a ver cuándo quedamos.

— Jajaja… ni juro ni prometo, pero te aseguro, que no pararía hasta tenerte entre mis brazos y llevarte al séptimo cielo del placer pecaminoso, que seguro que tu marido hace tiempo que no te da.

— Que manera de cortarme el buen rollo. ¿Por qué dices eso de Albert? Porque tú no sabes nada de nuestra vida íntima.

Se puso muy seria, no le gusto lo que dije, pero se lo quise aclarar… “Me has dicho que fuera sincero y Albert con los hábitos que tiene, los famosos suplementos que toma, por llamarlos de alguna manera, además de los cambios de humor como en la última cena que tuvimos, tendrá también dolores de cabeza, calvicie, fallos de esterilidad, que, seguro que te costó quedarte embarazada, como también erecciones dificultosas… ya me entiendes y algunos efectos más que tú sabrás mejor que yo”, me dijo que había sido muy desagradable y que se tenía que marchar. En un máximo de una hora, me había reencontrado con una mujer fuera de serie y había logrado que se enfadara en cuestión de minutos. Un nuevo récord en mi haber.

Habíamos quedado en llamarnos para ver a qué hora se podía pasar a recoger los muebles y me llega una llamada de ella, me echo a un lado para poder hablar y es ella, que me dice… “Que al final no me has dicho qué día te viene bien para que quedemos… pero ojo, no solos, con Albert también” quedamos el viernes a comer y lo haríamos en su casa. Lo de comer fue idea de ella, no le hacía gracia que fuera cena.

El viernes fui hacia su casa, antes compré varios detalles para llevar y un regalo para su retoño. Al llegar las consabidas frases de que no era necesario… y luego ella en la cocina, que él con lo de decir que no sabe hacer ni un huevo frito daba por zanjado hacer nada. Él bebe estaba durmiendo y de momento no lo pude ver, porque se acababa de quedar dormido. Me acerco a la cocina a saludar a Yolanda y está completamente exuberante por detrás que es lo primero que veo. Por delante salvo sus ojazos, no se podía ver nada porque llevaba puesto un delantal que cubría todo el frontal. Con ellos no podía faltar el vermouth, que eran mucho de vermouth.

Nos fuimos al salón y mientras lo tomábamos, Albert no dejo de hablarme de trabajo, negocios y economía. Tres de las cosas de las que no me apetecía hablar en una comida entre amigos o conocidos. Intente cambiar varias veces de tema, pero no hubo manera, no se daba por aludido y por fin se debió de cansar, cambio de tema y habló de su paternidad, que les había costado mucho, por problemas con su esperma y que tuvieron que recurrir a la fecundación in vitro, pero con su esperma, me lo contaba como si yo estuviera la tanto de todo…

— Tenías razón, lo que tomaba me estaba haciendo mucho daño. Me lleve varios sustos, pero el último, verme tirado en una cama de hospital, fue muy jodido y con el COVID encima no me dejaron visitas, que mal lo pase, ni te lo imaginas. (Al final iba a preferir que me hablara de economía…)

— Albert lo importante que te dieras cuenta y pusieras remedio, ahora a mirar hacia delante.

— Resulta difícil porque he quedado bastante tocado. (No me apetecía preguntar, pero ahora tocaba la pregunta obligada después de que digan algo así)

— ¿Qué es lo que te pasa? Si se puede saber.

— Pues hígado, riñón… tocados y el badajo produce poco sonido. (Y más efectos secundarios que me dijo)

— Poco a poco y todo irá mejorando.

— Que va… los excesos se pagan y hay que ser consecuentes.

Ahora fui yo el que cambió de conversación y le pregunté por uno de los proyectos que me había dicho. Esta vez me lo detalló completamente. La verdad que era una buena idea y que yo supiera algo novedoso. Le expuse alguna idea y dejamos de hablar cuando nos avisó Yolanda de que estaba la comida. No me dejaban ayudar en nada, pero él tampoco colaboraba, por lo que me puse de pie y ayudé. De la comida poco que decir, aparte de que estaba de chuparse los dedos y de que se había quitado el delantal, llevaba una camisa donde los botones debían de estar reforzados, porque sus pechos habían aumentado de volumen y le era difícil mantenerlos dentro.

Si me costaba no mirar hacia ese pecho que debía ser una gozada verlo libre, me remató cuando se escucha llorar al bebe por el vigila bebes. Esta vez se levantó raudo Albert. Trajo al bebe y la verdad que era una preciosidad. Había parado de llorar, pero estaba intranquilo y buscaba una teta. Yolanda dijo que era hora de su comida, que era un reloj, cogió al bebe y se iba a la habitación a darle de mamar. “No hace falta que te marches a ningún sitio, Carlos es de confianza y no le vamos a hacer un feo, ya te he dicho que hay que tratarle con cariño, que nos habíamos distanciado mucho”, pensé lo que pensé, pero no quise decir nada.

Yolanda se saca un pecho y madre mía… no hay nada más bonito y natural que ver a un niño mamando, pero menudas tetas que tenía y los pezones eran casi negros, de un tamaño inusitado por no decir anormal. Que envidia me dio del bebe cuando se enganchó. Trataba de no mirar directamente, pero de vez en cuando daba un vistazo. Yolanda que se había puesto colorada, en un momento dado dijo… “Parezco una vaca lechera…” y su marido dijo que tampoco era eso, preguntándome a mí y saltó ella… “A Carlos no le preguntes, que no entiende que la sinceridad está muy sobrevalorada” aun así quise contestar… “Eres un poco exagerada, por lo poco que he visto, tienes un pecho bonito y atractivo”, ella me dijo que no se lo creía y ya no tocamos más ese tema. Se lleva al bebe a descansar y nos dice que ahora sale. Lo que aprovechó para hablar muy serio y con un punto de enfado con Albert…

— Oye Albert… ¿Tengo algún luminoso en la frente que diga algo?

— No te entiendo.

— Te lo preguntaré de otra manera… ¿Me ves cara de semental?

— No… ¿Por qué me lo dices? (Nervioso)

— Pues entonces me veras cara de tonto. Digo yo.

— Carlos no te entiendo. (Se notaba que me mentía)

— Aunque tu mujer dice que la sinceridad está sobrevalorada, voy a ser sincero. Porque me has ofrecido en bandeja a tu mujer, que tonto no soy y lo único que no se, es si ella está de acuerdo o no. Y no me digas que me equivoco, como tampoco montes ahora un follón como ofendido. Que no es que me moleste, es que no sé qué tengo en la cara que todo el mundo piensa que soy un calentorro. Y me vienen haciendo circunloquios… ¿Por qué?

— Tienes razón, no te voy a mentir. A Yolanda se lo he propuesto y me ha dicho que estoy loco. Porque tú eres el ideal, porque eres un tío discreto, tienes mucho mundo, con tantas mujeres con las que has estado te habrán dado una experiencia y que tienes una fachada que gusta a todas las mujeres o casi todas. Yolanda siempre ha dicho que si algún día me fuese infiel sería con alguien como tú. Y lo último, tienes pinta de ser un gran empotrador, salvaje, pero también he conocido tu parte sensible y que sé que te gusta, se te notaba y se te nota. ¿Qué piensas ahora?

— Pues no sé qué pienso.

Y dicho esto nos quedamos en silencio, hasta que sale Yolanda y sin ninguna otra intención nos pregunta de qué hablábamos. Sucedió algo que nunca me había sucedido. Quien responde es el… “Le estaba contando a Carlos, que me gustaría que se acostara contigo, que llevas mucho tiempo a dos velas. Sé que los dos os atraéis y pienso que si alguien se ha ganado el derecho es el, que ya he visto tu cara, tus ojos cuando has visto que te miraba las tetas”, me quedo callado y ella trata de justificar un poco la situación… “Carlos no le hagas mucho caso, que ya sabes como es. Ahora se le ha metido la idea de que tú y yo tonteemos…” y el ahora siendo aún más claro… “Yo nunca he dicho que tontees con Carlos ni con otro hombre, lo que te he dicho que quiero que Carlos te ensarte hasta hacerte aullar, como aullabas antes” y delante de ella me contó con todo detalle sus preferencias sexuales, no fallaba a ningún palo, le gustaba todo.

Ella miraba incrédula a su marido, no se creía lo que escuchaba y no estaba haciendo teatro. La cara que me confundía era la de Albert, porque por un lado expresaba tristeza, agobio, pero a la vez se le veía mirada lujuriosa, mucha excitación y un gran deseo. En la cara de ella solo se podía ver sorpresa, incredulidad. Me sacó de mis pensamientos Albert… “Solo quiero que la trates bien, que se sienta otra vez más que mujer una buena hembra, que recupere ese ser suyo, ese ser de puta que tanto le gusta”. Albert se levanta antes de que su mujer pudiera decir nada, se va por el pasillo y sale con el coche del bebe y dice que sale a que le dé el aire, que en una hora regresará y nos dice, sobre todo a ella… “Ni te lo pienses, ni tu tampoco Carlos, quitaros esa espinita…” y sale por la puerta.

Ya estábamos solos, la verdad que no había aceptado y ella no estaba por la labor. Nos quedamos mirando y es la primera vez que no sé muy bien que hacer, porque de ella no partió nada. Yolanda se pone en pie, me mira, suelta una sonrisa nerviosa pero incitadora, pasa junto a mí que estoy sentado y solo dice… “Ven”, me levanto y ella ni se ha parado, la miro bien por detrás y el movimiento de su culito se ha vuelto provocador. Se mete en una habitación en la que hay dos camas, evidentemente no es su habitación de matrimonio. Fui desnudándola hasta dejarla solo en ropa interior. Su respiración estaba algo alterada, se le notaba por cómo se levantaba su pecho y también se le notaba su nerviosismo.

Sus braguitas estaban humedecidas y la hice tumbarse en la cama, no se las quite, se las aparte y su coñito estaba brillante, hinchado y me puse a comérselo. La respiración se disparó, apretaba los labios, se tocaba las tetas por encima del sujetador y trataba de que no se la oyese. No expresaba nada, salvo ligeros movimientos, sentí que iba a tener un orgasmo y me paré en seco. Refunfuñó, pero solo eso. Vuelvo otra vez a comerme su coñito y esta vez se empiezan a escuchar gemidos menos contenidos. Vuelvo a dejarla a medias, me subo sobre ella, le quitó el sujetador e intentó besar su boca y ella giró la cabeza. No me preocupa ya que será ella la que me bese.

Me como sus tetas, los pezones son divinos y se les escapa un poco de leche. Acariciaba su coñito con mis dedos mientras me comía sus tetas, cada vez se abría más, mis dedos resbalaban perfectamente de lo mojada que estaba. La follaba con mis dedos, pasando de lento a rápido y de rápido a lento. Su respiración profunda era “agónica” y como si le faltara aire. Ahora hice que me comiera la polla, al principio reacia, me daba pequeños besos en el capullo, pensé que lo mismo ocurría como con los besos, pero apreté un poco y abrió la boca. Una vez que la abrió se malicia y se la come con muchas ganas.

Sus sonidos guturales son del esfuerzo que hace por meterse contra más polla mejor, es increíble cómo puede mover de esa manera la lengua con la polla dentro, era muy habilidosa. Estábamos en lo mejor cuando se escucha una puerta que se cierra, ya se había cumplido el tiempo, no sabía si parar, pero quien lo tenía claro era ella, que aumentó el furor de su mamada. Había cambiado desde el momento que inició la mamada, pero después de oírse la puerta su furor aumentó. Vuelvo a comerme su coñito y si quiere darle el espectáculo a su marido que se lo dé. Fue cuando se rompió y en voz alta, con voz cachonda me decía… “Me matas de placer, me quiero correr en tu boca, quiero ser tu puta, necesito sentirme puta…” y movía sus caderas, levantando su culo paras que le comiera el coñito mejor, se pellizcaba duramente los pezones, de forma lacerante. Hasta que le llega un orgasmo maravilloso, que hace que su cabeza se levante y con ojos desorbitados me mira con deseo.

Me levanté y me puse un preservativo, dándome cuenta de que su marido nos “espía” de forma discreta. Yolanda me mira lascivamente, sus labios están rojos de la mamada que me ha estado haciendo. Una vez puesto el preservativo, me acerco al borde de la cama y ella está deseando que empiece ya y lo noto, porque sus caderas se mueven de forma inconsciente, lo hacen suavemente y su coñito está más que hinchado, brillante y deseando ser penetrado. Me mira y me dice que tengo una bonita polla, que es muy grande… “¿Y qué más… zorra?” le digo, no sé si se va a cortar por saber que su marido está por lo menos escuchando, ella no lo duda… “Pues que me folles, que no te esperes y hazme sentir una zorra de verdad”, me tumbé encima y me puse a follar en la posición del misionero. Fui penetrándola lentamente, hasta que ella me atrapó con sus piernas y la penetro totalmente… “ME MUERO… QUÉ SENSACIÓN, QUÉ GOZADA… METEMELA MAS, MASSSSSS…” era imposible meterla más, ya que tenía toda mi polla dentro.

Gemía como roncando, en plan asmática y sigue evitando que la bese en la boca, cuando está a punto de correrse me paro y le saco la polla, se “cabrea” y me dice… “CABRÓN, CABRÓN… ¿COMO ME HACES ESO? ¡¡FÓLLAME!! NO ME AGUANTO” y me tumbo, le digo que ahora me cabalgue ella, ni se lo piensa, agarra mi polla, se ensarta ella sola, que manera de follarme, sabia como moverse, se vuelve a “enfadar” porque le digo que se dé la vuelta, que su marido si mira la pueda ver y así lo hace. Me viene bien porque follo su culito con mis dedos.

No puedo ver si está su marido mirando, pero ella se pone a tocarse, mientras me está follando y mientras follo su culito, sus gemidos son más altos, más continuos y gritaba obscenidades de todo tipo, sobre todo dedicadas a su marido… “Vergüenza te tenía que dar, que me tenga que follar otro porque tú no puedes, MAMÓN que eres un puto cornudo MAMÓN” como también decía… “Ni en tus mejores tiempos me has follado de esta manera y… ¿Has visto la pollaza que tiene?” y seguía sin parar, creo que se va a correr y se detiene, me folla suavemente.

Se acaricia las tetas, mira hacia la puerta… “Mira cabrón, me quiere follar el culo, ya no sé cuántos dedos me ha metido, pero lo hace muy bien y seguro que su polla si me puede follar el culo, que no se doblara…” y le dice que mire lo que va a hacer. Se pone de cara a mí, se vuelve a mover con toda la fogosidad del mundo y dice… “CORNUDO MIRA” agachándose y comiéndome la boca de forma fiera. Sus besos eran de lo más ardientes, me dejó los labios destrozados, no dejaba de mover sus caderas y me follaba hasta que empezó a correrse y sus muerdos fueron “terribles” le gustaba besar mientras se corría. Se ralentizó un poco después de correrse, pero nunca llegó a pararse y poco después estaba otra vez con ganas de volverse a correr.

Vuelve a darme la espalda, se ha sacado mi polla y ahora en esa posición, de espaldas, lo que hace es gritar… “¡ALBERT! ¡ALBERT! Mira como esta polla si puede y no tu espantajo” se colocó la polla en la entrada de su culito y podía ver por detrás como Yolanda se la clavaba, estaba costando, me producía un poco de dolor y por su respiración ella también, pero no cejó en su empeño y no mucho después, ya se había metido toda la polla en su culito. Al principio se movía lentamente, pero se sacaba la mitad de la polla fuera y después se la clavaba de golpe. Le salía por su boca unos gemidos tremendos.

Creía que ya lo había visto todo con ellos, pero me equivocaba, porque de nuevo se puso a gritar… “¡ALBERT! ¡ALBERT! VEN AQUÍ, ASÓMATE…” no podía ver la puerta, hasta que sé que él está por lo que ella le dice o más bien le ordena… “Venga cómeme el coño y procura hacerlo bien”, noto que se pone en la cama porque se mueve el colchón, ella se recuesta un poco y él obedece, ya no es el Albert ese que se pasaba con su mujer y con todo el que hiciera falta. La verdad que no debía de hacerlo muy mal, porque ella se corrió muy rápido y una vez que se corre le dice a su marido que se tumbe en la cama.

Se levanta, me quita el preservativo y a un palmo de la cara de su marido, que está a la altura de mi cadera, ella se pone a hacerme una mamada. Mi respiración se agita y ella pone más énfasis, hasta que me corro y ella no deja escapar nada. Luego sin hablar, agarra la cara de su marido con una de sus manos y aprieta sus carrillos haciéndole una pinza, hasta que él abre la boca y ella deja la corrida que tiene en su boca sobre la boca de su marido, que no fue capaz de negarse. Luego ella me hace un beso blanco y me dice… “Has estado de matrícula de honor, eres todo un semental”, su marido se va a levantar, supongo que, al baño, pero ella le dice que abra la boca y le hace tragar todo, diciéndole que se quede tumbado.

Ella se va al baño, para quitar un poco de hierro le digo que no haga caso de lo último que ha dicho, porque pienso que puede haberlo dicho para joder a su marido, pero nuevamente me vuelvo a equivocar. Porque cuando voy al baño, ella está con una toalla de baño sujeta por arriba de sus pechos. Está mirándose en el espejo y colocándose el pelo. Le quito la toalla y ya estoy duro otra vez. Hago que se apoye, ella es como si dudara hasta que la empiezo a follar en esa posición, esta vez la follo con “rabia” con fuerza y mientras la follo, agarro su melena, tiro de ella para que levante la cabeza y se vea reflejada en el espejo, su cara refleja más cara de puta que antes.

Ahora no la follo suavemente, la follo duramente, la empotro contra el mueble del lavabo y también azoto su culo. Se queja en los dos o tres primeros azotes, los siguientes que son aún más fuertes ya no se queja, lo está gozando. Con un hilo de voz me pide que no me corra dentro y seguimos follando, sé que tardaré mucho en correrme, antes se correrá ella. Albert está en la puerta viéndonos y ella de forma contundente le dice… “CIERRA LA PUERTA, esto no es para bujarrones cornudos”, Albert cierra la puerta y seguimos follando, entre mis azotes y mis embestidas, ella no deja de gritar, de gemir y de gozar, hasta que se corre. Me mira por el espejo y se echa a reír… “Lo de matrícula de honor te deja corto” y luego se salió del baño.

Oigo como le dice a su marido que se va a su habitación y que no la moleste. Salgo ya vestido, Albert está en el salón con cara de circunstancia y tratando de dar normalidad a todo lo sucedido, pero se le nota que no sabe cómo hacerlo, algo que en muchos casos suele pasar en la primera vez. Es como los dientes, duelen cuando empiezan a salir, una vez que han salido ya no molestan y ayudan a comer.

No me gustan las despedidas, por eso será un hasta otro día o hasta más ver. Por lo menos de momento será así. Me adelanto a alguna pregunta en los comentarios, estoy fenomenal, estoy de viaje placentero y en buena compañía. Gracias a todos los que me habéis leído, a los comentaristas, que me lo habéis hecho pasar muy bien y para que me entendáis mejor cinco canciones, que tienen un orden y ese orden tiene una explicación, seguro que algunos pilláis el sentido de ellas.