Nunca me imagine terminar con el papá de mi amiga

A Valeria le encantaba invitarme a su casa, se encariñó tanto conmigo, podría decir que me consideraba como una hermana, y aunque nunca me lo ha dicho su trato hacia mi es como el de una hermana, con la que compartí casi cualquier cosa excepto sus novios. Le encantaba que yo la aconsejara y la consolara en esos momentos en que rompía con algún novio, ya fuese por infidelidad, desamor o qué sé yo.

Nos hicimos amigas en la universidad y cada tanto tiempo me invitaba a quedarme a dormir en casa de sus padres, es una mujer muy agradable pero no siempre la complacía. En ocasiones me inventaba una excusa para no ir. Si por ella fuera, me habría ofrecido un dormitorio y así poder tenerme a cualquier hora del día. A mí también me agrada, ha sido una gran amiga.

Hoy está felizmente casada, tiene un niño de 3 años de edad y vive en su casa propia, lejos de sus padres, muy pocas veces nos comunicamos para vernos o siquiera hablar por teléfono, nuestra relación se ha visto afectada por su matrimonio, esas cosas pasan y las digiero con normalidad.

Lo que no sabe Valeria es lo que hice con su papá; me lo cogí, no una ni dos ni tres, varias veces.

Cuando visitaba a Valeria y pasaba parte de la noche con ella era su padre el que me iba a llevar en su camioneta a mi apartamento, Valeria nos acompañó solo las primeras veces.

Soy muy coqueta, pero por encima de eso soy muy cuidadosa y discreta, así que cuando decidí que me iba a coger al papá de Valeria estudié bien las formas de modo que ella no sospechara en lo absoluto, no quería perderla como amiga.

Pero el papá era un papasote y cuando noté que de vez en cuando me echaba unas miraditas no dudé. Íbamos a coger, solo había que preparar el camino.

No pensaréis que pasó todo de la noche a la mañana o de una semana a la siguiente, esto no es un relato ficticio de los tantos que abundan en la internet, esto es experiencia real y me tomó varios días lograr mi cometido.

Cuando llegaba a casa de Valeria y me recibía su papá de inmediato entablábamos una conversación, de lo que fuera, lo único que me importaba era que el descifrara mi mirada, que poco a poco me fuera deseando aunque supiera que estaba mal, aunque al principio intentara sacarse de la mente esa loca idea de creer que podía cogerme.

En cada nueva visita a esa casa, me aseguraba de que el señor Gabriel, así se llama, entendiera una cosa: me interesaba.

A Valeria en ningún le pasó por la cabeza que su padre y yo terminaríamos en un amorío, sé que el Sr Gabriel tampoco le contaría sobre la relación que tendríamos, una relación basada en lo sexual y nada más que eso.

La señora Nancy, mamá de Valeria, tampoco sospechó nada. Siempre que visitaba a mi amiga, la señora Nancy veía la novela, era una adicta a la TV, pocas veces me saludaba, creo que era algo tímida o quizá no le caía bien, además, Valeria me arrastraba de inmediato a su habitación, si tenía hambre era ella quien iba a la cocina a buscar de comer para ambas.

Hubo ocasiones en las que el Sr Gabriel me llevaba y me traía, aunque no fue siempre así, supongo que para disimular su atracción por mí. El primer día que Valeria me dijo que su papá pasaría a por mí sospeché que Don Gabriel quería jugar aunque supiera que estaría jugando con fuego.

En el recorrido tanto de ida como de vuelta a casa hablábamos con libertad y con el pasar de los días las conversaciones se hacían más interesantes, sabéis a qué me refiero.

Don Gabriel se acostumbró a halagarme cada vez que me subía a su camioneta, a regalarme cosas, pero pidiéndome que no dijera nada a Valeria y menos a su esposa; yo le sonreía asegurándole que guardaría el secreto de sus detalles hacia mí.

Pasados varios días ya hablábamos de mis novios y cosas más personales, yo le decía que era un hombre guapo a pesar de sus 44, 23 años más que yo para el momento.

Un mes exacto de visitas a la casa de Valeria cada dos o tres veces por semana, esa noche en la que justamente se cumplía el mes, antes de bajarme de su camioneta me despedí con un beso en la mejilla. Ese beso debió descontrolarlo porque sentí que rocé la comisura de sus labios.

Confieso que esa noche mis consoladores disfrutaron de mí; me masturbé pensando en que ese hombre me hacía suya, un cuarentón, 23 años mayor que yo.

Bajito, barbudo, de ojos verdosos, sonrisa amigable y tierna, brazos velludos y que usaba un perfume que me enloquecía cada vez que me montaba en su camioneta.

Días después, el cumpleaños de Valeria, pocos invitados, los más cercanos, primos, tíos, amigos de la universidad y yo. Eran las 02.00 y aún compartíamos pasapalos y bebíamos un poco de licor, cosa que no hizo el Sr. Gabriel, sabiendo que en poco tiempo tenía que llevarme al apartamento.

Doña Nancy ya descansaba en su dormitorio, fueron despidiéndose los familiares y amistades de Valeria hasta que aproximadamente a las 02.30 solo quedábamos nosotras dos.

Yo no tenía sueño, cómo voy a tener sueño la noche en la que consideraba perfecta para cogerme al papá de mi amiga. ¿Creéis que no lo había estado planeando? Estáis equivocados.

Me despedí de Valeria, nos veríamos el día siguiente en la universidad, su papá ya me esperaba afuera para llevarme de vuelta.

Ya en el transcurso a mi residencia, tardaríamos unos 15 o 20 minutos, empezamos a conversar del cumpleaños, de la torta y demás. Yo no tomé mucho licor, solo un poquito para desinhibirme.

Recuerdo que nos empezamos a reír de un momento tonto durante el cumpleaños, el momento en que resbalé mientras traía pasapalos para pocos invitados.

Esas carcajadas nos conectaron como no había sucedido en nuestras previas conversaciones, yo me recostaba al Sr. Gabriel o le golpeaba el hombro.

—Hoy andas más hermosa que de costumbre —me dijo de repente.

Eso no me lo esperaba. Yo suponía que la que iba a intentar romper el himen de nuestra virginal relación era yo, aunque me hubiese encantado que fuese él el atrevido, el arriesgado.

—Ud. también anda guapo y me encanta como huele —respondí.

—¿Te gusta mi perfume? —preguntó mirándome fijamente a los ojos, como quien mira con provocación un exquisito postre.

Nadie iba a verme, mucho menos a escuchar o juzgarme, solo estábamos él y yo, sabía que me deseaba, él sabía que yo le deseaba, no iba a postergar más la situación, entendía que él no daría el paso, un hombre muy respetuoso, casado, con una hija, él no iba a intentar nada que pudiera afectarlo así que quién debía romper toda barrera debía ser yo, y lo hice.

—Me gusta usted —le dije, sin sonrojarme, clavando mi mirada en sus pupilas.

Esa mirada sugerente que me caracteriza. Mi primo Diego dice que es imposible no sentir ganas de cogerme cuando miro a una persona directamente a los ojos, dice que mi mirada sugiere, ofrece, es misteriosa y a los hombres les encanta descubrir.

Nos quedamos mirándonos por un momento pero luego apartó la mirada para seguir conduciendo.

Hubo un momento incómodo, pasaría casi un minuto hasta que detuvo la camioneta. Yo no sabía dónde estábamos, me encontraba encerrada en mis pensamientos, pensando en que acababan de rechazarme pero esa sensación no tardó mucho en desaparecer.

Moví la cabeza hacia la izquierda cuando sentí su aproximación hacia mí y abrí mis labios para que coincidieran con los de él que acababa de inclinarse para besarme.

El beso fue tierno al principio para luego convertirse en un beso apasionado. El calor de su boca y la textura de su lengua buscando la mía me indujeron al deseo sexual.

El beso fue subiendo de nivel hasta convertirse en una serie de besos consecutivos, acompañado de suspiros y falta de aire, de deseo impostergable, de ganas de convertirnos un solo cuerpo.

No había nada que decir, ni permisos qué pedir, reclinó su asiento hacia atrás y me haló hacia él, continuamos besándonos mientras sus manos se desesperaban buscando mis senos, los masajeaba y pellizcaba mis pezones, luego dejó de besarme para comérselos como si de dos frutas jugosas se tratara.

Hubo una pausa para que él pudiera liberar su pene del pantalón y yo pudiera dejar libre mi vagina. Pensamos en los minutos, tenía que ser rápido o Valeria y su madre no tardarían en llamar preocupadas por la tardanza.

Yo fui la que tomé ese pequeño pero grueso miembro y lo metí ajuro en mi estrecha vagina a pesar de lo humedecida que estaba. Un pequeño dolorcito y el resto fue disfrutar.

Lo cabalgué con todas las ganas que tenía acumulada, continuamos besándonos mientras su pene ascendía y descendía, recorriendo todo el interior de mi vagina.

—No tardes mucho, —le dije—, córrete dentro de mí.

Y eso fue lo que pasó, el coito duró poco y sentí cuando su grueso miembro empezó a escupir semen en abundancia dentro de mí. Lo oí gemir con sufrimiento mientras me llenaba toda, busqué su boca jadeante y volví a besarlo.

Nos separamos, me acomodé mi falda y mi blusa, él guardó su pene y volvió a poner en marcha la camioneta.

No dijimos nada en el resto del camino, yo miraba por la ventana. Me despedí de él con cierta pena, él también fue tímido, solo me deseó buenas noches.

Días después me rompería el culito pero eso lo dejaré para otro relato.

Al llegar a mi habitación introduje mis dedos en mi vagina y me llevé a la boca todo el semen que pude mientras me masturbaba ya que en la camioneta no alcancé el orgasmo. Daba igual, me cogí al papá de mi amiga, eso importaba más para mí en ese momento.