Orgía inolvidable entre maduros
Tras mis tres primeras entregas en las que conté algunas de mis experiencias pasadas, (mi estreno de mi mayoría de edad en una sala X, mi encuentro con un maduro en un hotel y el trío con una pareja bisex) paso a relataros una de las experiencias más salvajes y guarras que he tenido en los últimos años y que no podía dejar pasar por alto dentro de mis relatos.
La historia que voy a relataros empezó a partir de un contacto que encontré a través de internet con un maduro de unos 60 años, viudo, de estatura mediana, con pelo canoso y un cuerpo bien esculpido para su edad, en una localidad de los alrededores de Madrid, que estaba causalmente cerca de mi trabajo. Esta historia surgió hace aproximadamente unos 4 años, momento en que yo tenía 53 o 54 años, una edad en la que mi mayor deseo era comerme pollas de maduros, mayores que yo. El tío maduro que encontré era perfecto ya que por su perfil y por las cosas que me contaba era ideal para mis propósitos. Yo soy algo más alto que él, de 57 años, 1,80 y 80 kg y 18 cm de, ya imagináis, y con barba rasurada.
Tras varios días de contacto virtual por el chat, coincidió un día que yo salía antes del trabajo y él estaba en casa, momento que aprovechamos para conocernos más íntimamente. Llegué a su casa estando yo prácticamente empalmado solo de pensar en la situación, como me ocurre siempre. El encuentro fue relativamente rápido y un anticipo en todo caso de lo que vendría más adelante, meses después, y que es el verdadero objeto de este relato.
Al entrar en su casa, Luis reparó rápidamente en el bulto de mis pantalones, que me apresuré a bajarme, casi nada más llegar, y se prestó a comprobar lo enormemente dura que tenía ya mi rabo. Luis era en efecto un maduro entrado en los 60, con buena presencia, cuidado físicamente, de estatura media, con barba rasurada, y aún con bastante pelo a pesar de su edad. Detrás de sus ademanes amables, educados y cordiales se escondía sin embargo un tío enormemente morboso, vicioso y guarro como yo, que hizo que encajáramos muy bien desde el principio y que nos entendiéramos a las mil maravillas.
Al ver Luis mi paquete con mi polla erecta tardó segundos en ponerse de rodillas y metérsela en la boca. Me encantó la manera en que empezó a chupármela, repasándomela con su lengua en toda extensión, desde la punta del capullo hasta terminar de repasarme mis huevos gordos, al límite de mi culo. En especial me gustaba cómo me dejaba ensalivado todo mi pene, ya tremendamente tieso. No pude resistirme a pedirle que dejara de mamarme para ser yo el que a continuación me bajara a su pilón. Ansiaba tener su cipote en mi boca sin dilación. Grata sorpresa cuando tuve su falo frente a mi cara. Buen rabo, sobre todo grueso, como los que me gustan.
Para no entretenerme en exceso con este primer encuentro, pues como digo el objeto de este relato es lo que sucedió meses después, os diré que tras hacernos unas buenísimas mamadas terminé corriéndome brutalmente. Cuando me disponía a masturbarle para que se corriera encima de mi, me dijo sin embargo que le costaba mucho correrse y que solo lo hacía en encuentros con más gente y donde se fuera con tiempo suficiente. Y ese día no era precisamente el mejor, ya que yo no andaba con mucho tiempo.
El caso es que tras mi brutal corrida y una vez terminada nuestra rápida sesión, Luis me empieza a contar que tiene un grupo de conocidos con los que queda en algunas ocasiones y que es ahí donde incluso se corre más de una vez. Me cuenta que son encuentros largos donde se pasan la tarde-noche entera haciendo de todo, con mucha calma, montando auténticos fiestorros. Sus amigos-conocidos tenían una característica y es que eran todos mayores que él, y algunos de ellos bastante gordos y muy cerdos, cosa que le atraía mucho. Solo de contármelo ya me estaba poniendo enfermo porque si hay algo que me excita como nadie es un maduro gordo. Me comentó Luis que uno de ellos, incluso había ido alguna vez con una amiga, también por encima de los 60 años y también bastante gorda. No pude por menos pedirle que si un día surgía una oportunidad, me avisara por si era posible poder asistir.
Como nos caímos bien desde el principio me dijo que sí, que me llamaría sin problema. Luis solo me advertía que si quedábamos, tenía que ser para dedicarle toda la tarde hasta la medianoche. Yo no lo tendría muy fácil si se daba el caso, pero ya vería la forma de arreglarlo. Así quedamos y así nos despedimos hasta que surgiera la ocasión.
Pasados unos meses, cuando ya había perdido la esperanza de que Luis me llamara, bien porque no surgía el esperado encuentro, bien porque se había olvidado de mí, me escribe, contándome que en unas semanas tienen previsto hacer una quedada con sus amigos gordos y guarros y que me avisaba con tiempo por si lo podía arreglar para venir. Yo ya me apresuré a contestar que haría lo imposible por ir. Era una ocasión única que no quería perderme. Conseguir quedadas así no es nada fácil.
En efecto, unas dos o tres semanas después, Luis me confirma la cita, que recuerdo bien que cayó en un jueves de junio, buen día para mí para poder justificar una cena de trabajo a mi mujer.
Llegado el día, quedamos sobre la media tarde en casa de Luis. Yo, atacado por la excitacion. Estuve toda la semana anterior sin hacerme una sola paja, para ir bien en forma y bien cargado de leche.
No sabía exactamente los que iban a llegar, Luis contaba inicialmente que fuéramos 5 en total y también contaba con que pudiera venir la amiga que me comentó, pero que hasta el último momento no sabía si vendría.
Al presentarme en su casa, ya habían llegado dos de sus amigos. Uffff, eran tal como me había contado Luis, ambos gordos, muy gordos, claramente por encima de los 60, calculo que de unos 120 o 130 kg. Uno de ellos totalmente calvo (Paco) y otro con barba arreglada y pelo canoso (Nacho). Ambos tenían unos tripones de esos que me encanta lamer cuando me pongo muy cerdo. Esperamos a que llegara el último de los amigos de Luis (Alfonso) e idealmente su amiga, algo que no sabíamos hasta el momento de llegar.
Al cabo de un ratito, que se me hizo eterno, llegó… y llegó con su amiga. No me lo podía creer. Mi corazón latía a mil. Alfonso era menos gordo, pero en cualquier caso por encima de los 100 kg, y osito, con pelo hasta en la planta de los pies. Ella, Rosa de nombre -ficticio- era efectivamente rellenita, morena con media melena, culona y caderona y con unas tetas bien grandes y caídas. No quería ni imaginar la tarde que nos esperaba. Estaba con gente con la que sabía que sacaría mi vena más cerda.
Tras un rato tomando unas cervezas y departiendo entre todos, no tardamos en empezar a toquetearnos entre todos en lo que fue el inicio de una quedada inolvidable y única. Entre tocamientos de unos y otros nos empezamos a quitar la ropa nerviosamente. Yo me fui directamente a por los más gordos a bajarles los pantalones… madre mía, ambos delante de mí con sus pollas morcillonas y sus huevos gordos y colgones. Ante mi, de rodillas, ambos con sus enormes tripones prácticamente pegados a mi cara y mi boca ansiosa por meterse esos dos buenos rabos. Mientras ellos se lamían los pezones de sus gordas tetas me apresté a meterme ambas pollas en la boca y mamarlas compulsivamente, ensalivándolas sin parar a la vez que sujetaba con mis manos sus huevos grandes y redondos, especialmente de uno de ellos, Nacho. Me las metí tan hasta el fondo que me provocaron mis primeras arcadas.
Entretanto Luis andaba con Rosa y su amigo peludo, Alfonso, ya totalmente desnudos. La imagen de Luis y Rosa comiendo la polla de Alfonso , me hacía enloquecer y hacerme mamar aún más lascivamente a los dos gordos que tenía pegados a mi. Mi lengua recorría sus gruesos capullos y sus huevos hasta el punto de ponerme literalmente debajo de cada uno para lamer sin parar sus escrotos y llegar hasta sus enormes culos, que se aprestaban a abrir con sus manos para que pudiera llegar mejor mi lengua. Yo estaba entregado absolutamente, y dispuesto a todo.
Tras lamer bien sus huevos y sus culos, me levanté lentamente, repasando con mi lengua sus gruesas barrigas y sus pezones hasta ponerme de pie junto a ellos. Los tres, con las caras pegadas, nos empezamos a besar las bocas, sacando las lenguas y empapándonos de abundante saliva. Sin duda Luis no había exagerado, estaba con unos tíos realmente cerdos, como yo quería. Como si quisieran imitarnos, la otra parte, Luis, Rosa y Alfonso, hacían exactamente lo mismo. Los 6, repartidos en los dos grupos de tres, de pie entrecruzando las lenguas de manera salvaje. Una escena indescriptible. Todos fuera de sí, se veía que dispuestos a no parar.
Llegados a ese primer punto, era el momento de romper los tríos que se habían establecido y empezar a entremezclarnos entre todos. Yo tenía unas ganas locas de pillar a Rosa junto con el oso. Me separé de mis dos amigos gordos y me fui a por ambos. Alfonso se tumbó en uno de los sofás y me dispuse a poner mi culo y mis huevos sobre su cara a la vez que Rosa se sentó sobre él y su estupenda verga, para metérsela dentro de su coño, quedándonos Rosa y yo frente a frente para besarnos y lamerle sus increíbles tetas gordas y caídas, con unos pezones que le cubrían buena parte de sus enormes ubres. Era increíble cómo el oso me lamía mi paquete y mi ano a la vez que con Rosa me mamaba mi boca, dejando caer nuestra saliva sobre la tripa peluda de nuestro amigo. Mientras el osito daba sacudidas a Rosa al follársela, sus enormes tetas y tripa no paraban de botar y moverse de arriba a abajo mientras yo no dejaba de meter mi lengua en su boca y seguir estrujando sus tetas. La escena era indescriptible. Entratanto seguía sintiendo cómo la lengua de Alfonso me entraba hasta el infinito en mi ano, dándome un placer descomunal. Rosa y yo no parábamos de jadear de tanta excitación.
A nuestro lado, junto al otro sofá estaba Luis dando buena cuenta de los dos tíos gordos, Paco y Nacho, lamiéndose como posesos, culos, pollas, huevos, pezones y todo lo que se les ponía al alcance de sus bocas. Llegó uno de los momentos especiales, cuando uno de los gorditos se puso a 4 patas para que Luis le empezara a lamer y lubricar su enorme culo y prepararlo para la brutal follada que le iba a meter a continuación. La visión de cómo le iba metiendo cada cm de su verga en el culo no la olvidaré jamás. Le entraba absolutamente toda, tanto que Paco empezó a soltar fuertes gemidos, como una auténtica zorra suplicando a Luis que no parase. “Así, así, fóllame cabrón, no pares” apenas acertaba a balbucear Paco, presa de su enorme calentura. Todos estábamos fuera de sí, solo de presenciar la escena.
Tras la brutal follada de Luis, no pude por menos que decirle a Paco que yo también me quería sumar a la escena y meter mi polla a continuación, a lo que Paco me contestó, “A qué esperas cabrón, venga fóllame, mete tu pollón ya”. Rápidamente abandoné la cara y la boca de Alfonso sobra la que estaba sentado y me lancé a darle un buen lametón al culo de Paco y a sus tremendos huevazos que estaban colgando. Tras ello, me dispuse a restregar mi polla en su culo, como paso previo a mi penetración. Luis me dijo que eran tan de absoluta confianza que podía hacerlo sin condón, directamente a pelo. Mi falo erecto entró con una facilidad pasmosa, se veía que Paco estaba ya muy dado de sí. Mi excitacion era mayúscula. Mientras me follaba a Paco, Luis y Rosa me lamían los pezones y me besaban sin parar. Gracias a que suelo tardar bastante en correrme pude aguantar, porque si hubiera sido por la propia situación de éxtasis total, ya me habría corrido. Para rematar la faena, Paco le chupaba a Alfonso, el osito, su gorda y dura polla.
La escena no podía ser más completa. Carne por todas partes, carne de los tíos más guarros y gordos como no me podía imaginar. Con la follada yo estaba fuera de mí, totalmente descontrolado y extasiado. Tras la cabalgada a Paco, yo estaba absolutamente complacido y excitado, y Alfonso, exhausto por la mamada que le estaba haciendo Paco, dijo que necesitaba ir al baño… no me lo pensé dos veces, le pregunté a Alfonso si le podía acompañar. Alfonso adivinó al instante mis intenciones. Sí, lo estaba deseando, estaba tan enloquecido por todo lo que estaba pasando que anhelaba que Alfonso me lo diera. Fuimos directos al plato de ducha y me puse de rodillas a la espera de que Alfonso me regara con su meada caliente toda mi cara, mi boca y todo mi cuerpo. Meada que me apresté a tragar y restregarme con mis manos. Me sentí más cerdo que nunca, es lo que estaba esperando desde hacía tiempo. Alfonso, al ver cómo disfrutaba no pudo por menos que decirme lo puto cerdo que era y la buena adquisición que había hecho Luis para la quedada al contar conmigo.
Todavía absorto por la descarga de Alfonso sobre mi, me apresuré a darme una ducha rápida para incorporarme al grupo. Al volver, el desmadre entre todos era total. Todos los cuerpos sudorosos, entremezclados en un sinfín de mamadas, folladas, lamidas entre todos y compartidas por igual con Rosa.
Me fui directamente hacia ella, que estaba en ese momento dedicada a las pollas de Nacho y Paco. Comiéndoselas ambas mientras estaba tumbada boca arriba, acerqué mi boca a su enorme coño, totalmente depilado. Rosa estaba tan empapada que nada más inundar mi cara entre sus gruesos labios me dejó completamente perdido. Con mi lengua entregada, revoloteando dentro de su vagina, noté cómo de manera sorprendente su clítoris iba creciendo hasta convertirse en un auténtico botón. Era increíble. Los flujos de Rosa corrían sobre mi boca sin parar. Tuve que poner mi mayor empeña en tragarme el rico néctar que me ofrecía para no desperdiciar una sola gota. Rosa explotó en un brutal orgasmo sobre mi cara, y en plena corrida soltó: “fóllame”, sin dejar de comer las vergas de Paco y Nacho como una loca. En ese mismo momento me incorporé para restregar mi polla contra su coño para a continuación meterla hasta el fondo. La follada fue tremenda. Mientras bombeaba compulsivamente sobre Rosa, mis manos masajeban sus tetas a la vez que alcanzaba a besarme con Nacho y Paco y entremezclar nuestras lenguas. La escena quedaba aderezada con un brutal 69 que estaba haciendo Luis y Alfonso, con el que nos deleitaban. Ver cómo se lamían sus vergas me inflamaba. No se podía pedir más.
La tarde-noche estaba siendo completa. No estaba faltando de nada. Durante un largo rato continuamos entre todos en un interminable bacanal de desenfreno que no recordaba en mucho tiempo. Como dije anteriormente, estaba dispuesto a todo.
Necesitaba algo más. Sí, lo deseaba, lo necesitaba. Ansiaba tener una polla en mi culo. Lo pedí y rápidamente Alfonso, nuestro oso del grupo, que se prestó a ello. Apoyándome en el borde del sofá, a 4 patas, Alfonso empezó por escupir directamente mi culo y mi ano, cosa que me volvió loco de placer y lujuria. Con sus lapos empezó a pasar su lengua por mi cavidad anal, lubricándome bien para prepararme. A continuación comenzó a deslizar y restregar su dura y tiesa verga por mi culo, despacito. Al notar cómo su capullo empezaba a entrar, me ardía, en esa mezcla sin igual de placer y algo de dolor. Pero Alfonso lo hizo muy bien.
Siguió introduciendo su falo despacio pero sin descanso. A pelo. Ese día hicimos todos la excepción y no utilizamos condón, tal era la calentura que teníamos. Con su polla dentro de mi, empezó un mete-saca que empezó lento y terminó a velocidad de vértigo. ¡Qué follada!! A la vez uno de los gordos se sentó en el sofá junto a mi cara para ofrecerme su pollón, que me metí en mi boca.
El desenfreno era absoluto. Estaba desbocado. Dos fantásticas vergas en mi boca y culo simultáneamente. Tenía que aprovechar la ocasión. Quería desesperadamente que ambas pollas descargaran directamente en mi interior. Tanto a Nacho como a Alfonso les pedí que se corrieran dentro de mi. Y vaya sí cumplieron con mi petición. Me empezaron a decir: “¿quieres leche verdad cabrón?” a lo que yo les contesté: “siiiii, vamos correos, correossssss”. Recuerdo que el primero que se corrió fue Nacho sobre mi boca. Madre mía, qué corridón, semen espeso y abundante que rebosaba sobre mi boca y del que intentaba que no cayera nada sobre el pubis de Nacho, que estaba sentado. Lo que no era capaz de tragar en el instante lo recogí con mi lengua de su pubis para terminar de saborearlo y tragarlo.
Mientras tanto Alfonso seguía bombeando mi culo avisándome que su corrida era inminente. Con restos de lefa aún en mi boca noté cómo Alfonso estallaba sobre mi culo hambriento sintiendo su lechada caliente con un ardor enorme, ardor de total éxtasis. Alfonso gritaba como una perra del brutal corridón que se estaba metiendo. Mantuvo aún su polla un buen ratito hasta que la sacó. Nada más sacarla su leche empezó a brotar de mi culo y para sorpresa y deleite completo, ahí estaba Paco, el gordo calvo, para recoger con su lengua su esperma. Brutal, sencillamente brutal.
Luis, preso de la excitación de la escena descargó a continuación toda la leche sobre las tetazas de Rosa, que se restregaba con sus manos sobres sus pezones.
Faltaba yo por correrme. Y tenía claro cómo lo quería hacer. Siempre he querido correrme sobre el pecho peludo de un osito y Alfonso era el tipo perfecto. Tenía una mata de pelo espectacular. Se lo pedí y me dijo que por él, perfecto. De rodillas sobre mi, comenzó a chuparme la polla de manera lasciva. La boca le babeaba de saliva por la comisura de los labios. A la vez me escupía los huevos para masajearlos. Yo ya no podía más. Le avisé que estaba a punto de convulsionar. Exploté en su boca y accediendo a mis peticiones, dejó caer todo mi semen sobre su pecho peludo para a continuación hacer lo que más deseaba, restregar todo mi esperma en su matojo peludo con mi boca y mis dedos.
La sesión había sido increíblemente redonda. Encontrar tíos tan guarros y cerdos fue un auténtico regalo. Fue una sesión inolvidable.