Papá me castiga y me lo merezco

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Quería ir con mis amigos al cine.

Me encontraba sola con mi padre, por lo que tendría que pedirle permiso a él, pero era seguro que recibiría una respuesta negativa de su parte. Era muy sobreprotector y exigente conmigo.

Me vino a la cabeza la idea más simple del mundo: escaparme. Lo había hecho demasiadas veces sin que mi padre siquiera sospeche, aunque no siempre tuve esa suerte. En las últimas semanas me descubrió dos veces, y hace apenas unos días me atrapó saliendo por la puerta, así que últimamente estaba muy molesto y más controlador. Debía ser muy cuidadosa esta vez, no quería un castigo o más limitaciones.

Por suerte, tuve prácticas de hockey, hace poco había empezado con un entrenamiento más exigente al que aún no me he acostumbrado, me iba de casa más temprano y volvía más tarde, por lo que volvía agotada y mis padres me dejaban descansar sin molestar. Pero hace unos minutos mi mejor amiga, Sydney, me invitó al cine y mis energías volvieron a habitar mi cuerpo, estaba harta de estar encerrada en mi casa por culpa de mi padre. Mi madre puso a cargo de su esposo mis permisos, ya que ella trabaja todo el día su oficina y él lo hace en casa.

Me arreglé un poco, tomé mi bolso e inicié cuidadosamente el camino hacia la puerta. Al llegar a la sala de estar vi que estaba vacía.

– ¿Papi?- Llamé para asegurarme.

Nadie contestó y seguí mi camino. Hasta que…

-¿Abby, hija, me llamaste?. Papá salió del pasillo mientras revisaba su celular.-Estaba hablando con un cliente y…- De pronto alzó la vista hacia mí y frunció el seño.- ¿A dónde vas?- Dijo en un tono serio y cortante.

Me había descubierto, mentirle sería inútil.

-Quería… solo ir al cine. Está muy cerca y pensé…

-¡¿Qué pensaste? ¿Que con lo desobediente y caprichosa que te has puesto te dejaría ir?!- Gritó lleno de ira.

– ¡Vete a la mierda! ¡Hago todas esas cosas porque no me dejas hacer nada! ¡Odio no poder salir con nadie! ¡No puedes controlarme para siempre!.

– ¡Lo hago por tu bien! ¡Soy tu padre y mi deber es protegerte!.

– ¡Ya no soy una maldita niña! ¡Puedo cuidarme sola y me importa una mierda que no creas eso! – Ya no me importaba lo que diga, iba a salir, y si recibía un castigo no me interesaba.

Abrí la puerta, pero él la empujó para cerrarla de nuevo. Me tomó de la cintura y me empujó de espaldas contra sí.

– Eres mi niña, ¿entiendes? Ya no sé qué hacer para que hagas caso.

Tomó mis pechos sobre mi camisa y empezó a manosearlos lujuriosamente.

Estaba en shock, no entendía lo que pasaba.- ¿Papi? ¿Qué… qué haces?.

– Cállate, me tienes harto. Si no me vas a obedecer al menos vas a hacer algo por mí a cambio de tus malditas salidas.

De un tirón desabrochó mi camisa y siguió tocando mis pechos sobre mi sostén mientras me empujaba hacia el centro de la sala, donde estaban los sofás. Su respiración era pesada y emitía gruñidos. Estaba aterrada, mi padre quería castigarme violándome.

– Detenté papá, esto está muy mal, no volveré a portarme mal.

-He dicho que te calles, te mereces un buen castigo. Voy a follarte aunque no quieras.

– Papá, por favor, no lo hagas, no puedes hacerle esto a tu niñita.- Mi tono era suplicante.

– Reemplazarás a tu madre cuando esté fuera y yo esté caliente, de esa forma me pagarás.

– No, por favor…

Rápidamente deslizó la camisa sobre mis hombros y la arrojó a un costado, después levantó mi falta por detrás y empezó su juego con mi trasero.

– Por dios, eres igual a tu madre, por suerte heredaste su físico, estaré encantado de hacerte mía.

Su tono era deseperado, me hablaba al oído mientras seguía manoseándome y comenzaba a chupar mi cuello. Tomó del volado de mi falda y la jaló hacia abajo, cayéndose a mis pies y dejándome en ropa interior.

– Mi niña, mi niñita. Debí haber hecho esto antes.

Tomó de mis caderas y me giró para quedar enfrentada con él. Vi que su rostro delataba su morbosidad. Dirigió su boca hacia mi cuelo y empezó a lamberlo, chuparlo y morderlo, mientras con sus dejos jalaba y soltaba el elástico de mi tanga. Yo no podía decir nada, estaba petrificada, intentaba empujarlo pero él sólo aumentaba su agarre contra mí.

Tomó mi muñeca con fuerza y la puso sobre su bulto. Estaba erecto. Era enorme. Con mi mano empezó a hacer movimientos arriba y abajo sobre su pantalón

– ¿Lo sientes bebé? Mi enorme pene estará dentro de ti hasta acabar en tu interior.

– Papi, por favor, seré una buena niña, no voy a desobedecerte, por favor papi para con esto. Logré decir con temor.

– Te creo Abby, pero debo darte tu castigo.

– No quiero papi, no quiero que me violes.

– Pero lo mereces, has sido una niña mala.

Me empujó contra el sofá mas grande y caí acostada sobre el apoyabrazos, y en un segundo estaba a horcajadas sobre mí, besando la parte de mis pechos que el sostén no cubría mientras me sujetaba los brazos sobre mi cabeza. Era asqueroso, pero me rendí, no podía hacer nada. Mi papi iba a follarme.

Soltó mis brazos para levantar mi torso y dirigir sus manos al broche de mi sostén, sin nada de esfuerzo lo desabrochó y me lo sacó. Mis pechos quedaron completamente al descubierto. Papá los miraba deseoso.

– Dios mío, tus tetas son increíble. Son enormes como las de tu madre.- Con sus pulgares empezó a jugar con mis pezones. – Hasta diría que son mejores bebé, son perfectas.

Ni siquiera me molesté en hacer algo cuando dirigió su boca hacia mis pezones y empezó a chuparlos con un salvajismo animal, dejé de esforzarme para escapar de la situación. Solo dejaría que papá termine con lo suyo y me pueda olvidar de este horrible momento. Su boca chupaba ferozmente y sus dientes daban mordiscos, parecía un león atacando a una presa.

Irguió su espalda, una de sus manos siguieron en mis pechos y con la otra empezó a desabrochar los botones de su camisa, se la quitó y la tiró al suelo, exponiendo su trabajado torso. Sus abdominales marcados y sus brazos musculosos se lucían. Desabrochó su cinturón, se quitó los zapatos y sus pantalones, que también cayeron al suelo. Ahora solo nos cubría a ambos su bóxer y mi tanga. Volvió a caer sobre mí, esta vez dando besos en todo mi rostro, yo giraba mi cabeza de un lado a otro para hacer notar mi incomodidad, pero no le importaba. De repente sentí su bulto frotarse sobre la tela de mi tanga, tan solo dos capas de delgada tela cubrían nuestros sexos. Inevitablemente, mi respiración se hizo pesada, y pequeños gemidos salían de mi boca. Por más que me asqueara, mi cuerpo respondía al toque de mis partes sensibles.

– ¿Es muy grande, no es así? Esta enorme polla te penetrará enseguida. – Podía sentir el placer en los gemidos de papá.

– Papi… – Pude susurrar, pero no hizo caso.

Puso sus manos en los elásticos de mi tanga y volvió a jugar con ellos, hasta que sentí como esa tela dejaba de cubrir mi vagina, ahora estaba desnuda ante mi papi, que observaba excitado mis partes íntimas. Bajó su cabeza hasta mi abdomen y empezó a besarlo, bajando cada vez más, hasta llegar a mi clítoris. Sentí su lengua sobre él, deslizándose lentamente, como saboreándolo, después tomo velocidad y sentí como si no tuviera piedad con él, era veloz y salvaje. De mi boca salían más gemidos, no podía evitarlo, a mi cuerpo le gustaba. No tardé en mojarme, sentía la hinchazón de mis labios. Mi padre se levantó y tomó mi barbilla con una de sus manos, levantó mi cabeza para que lo mirase a los ojos.

– Ahora te enseñaré a comportarte, perra sucia.

Con un movimiento rápido se quitó los calzones y empezó a masturbarse mientras miraba mis partes privadas. Su morobsa expresión me asqueó, el enfermo de mi padre quería tener sexo conmigo, con su hijita, ¿mamá se enterará de esto?. Acercó la punta de su pene a mi vagina y la frotaba al rededor de la entrada, pude sentir lo mojada que estaba.

Y sucedió.

Papi intrudujo lentamente su enorme pene en mi estrecha vagina, mi humedad lo facilitaba. Mi cuerpo se estremeció y aferré mis uñas en el sofá.

– No, no puedo.- Supliqué.

Papi puso sus manos en mi cintura para sujetarse, la lentitud de su entrada desapareció cuando sus movimientos se volvieron rápidos. Su pene aparecía y desaparecía de mi vagina a gran velocidad. Papá gemía como loco, podía oír su goce, el placer de tener sexo con su hija, y yo hacía lo mismo, a mi cuerpo naturalmente le gustaba, y lo hacía notar con mis gritos. Nuestros gemidos retumbaban por toda la casa.

Me penetraba con furia, su pene llegaba muy profundo, nunca me lo habían hecho con tanta intensidad.

– Papi, estás siendo muy brusco.- Dije entre gemidos.

– Lo sé, así voy a cogerte siempre, zorra.

Su penetración se volvió aún más rápida, mis gemidos aumentaron y los jugos de mi vagina salían a grandes cantidades.

Estaba en mi límite, mi orgasmo llegó con el temblor de mi cuerpo.

– ¡¡Mierda, acabaré dentro de ti!!.

– ¡No papi! Por fav…

Pero era demasiado tarde. Papá gimió por última vez y se detuvo, el semen salió de su pene para caer en mi vagina. Al fin cumplió su cometido, terminó de violarme.

Nos miramos fijamente unos segundos, él con una expresión neutra, yo con una de confusión y algo de miedo por lo que acababa de pasar.

Salió dentro de mi, se paró y vistió rápidamente. Yo trataba de salir del shock y recuperar mi aliento.

Sacó dinero de su billetera y la puso en la mesita de café.

– Aquí tienes para la entrada, puedes comprar comida para tí y Sydney también. No regreses tarde.- Habló con naturalidad, como si nada hubiese pasado, aunque yo siguiera recostada, desnuda y con las piernas abiertas.

Caminó hacia el final de la sala y subió por las escaleras. Lentamente, y aún llena de confusión, me levanté para buscar mi ropa.

Oí el tono de llamada de mi teléfono en mi bolso. Debía ser Sydney. Seguramente estaba molesta porque llegaba tarde.