Parezco inocente, pero soy demasiado putita

Mi nombre es David y la historia que os voy a contar sucedió hace unos años, poco antes de independizarme. Todo comenzó un día en el que mi madre me mandó a comprar pinzas para tender la ropa. Me sentía un poco perezoso y en vez de ir al supermercado, como era habitual, decidí entrar en el bazar chino que teníamos cerca de casa.

Fue allí donde empezaría esta gran e inolvidable experiencia. Me dirigí hacia el pasillo donde se encontraban los artículos del hogar y un poco más al fondo vi a una chica joven y bajita que me llamó la atención. Al acercarme un poco más, pude apreciar lo guapa que era, a mi parecer, y un rostro que mostraba la típica timidez de la adolescencia.

Inicialmente, todo se quedó en esa breve mirada (por mi parte), cogí las pinzas, pagué y me fui, pero con esa sensación que tienes a veces de que te han alegrado el día. Obviamente, era un buen motivo para volver allí con más frecuencia y poder verla de nuevo.

Cinco días después, necesitaba un cuaderno de apuntes y pensé que era el momento perfecto para volver allí y esperar verla de nuevo. Estaba de suerte. Nada más entrar, allí se encontraba ella, reponiendo material y colocando algunas cosas. Me dirigí al pasillo donde estaba y disimulé como pude, echando un vistazo por esa sección hasta que por fin se diera la mínima conexión entre los dos, que acabó siendo un cruce de miradas en la que ella echó una pequeña sonrisa, la cual no dudé en devolver.

Y como había hecho la última vez, pagué y me fui. Era un paso más? En absoluto. Tan sólo un simbólico y pequeño detalle marcado por esa breve mirada y sonrisa, pero una motivación más para seguir yendo. Era consciente de que se trataba tan sólo de una ilusión. Aquella chica, aparentemente, era muy joven para mí a pesar de que yo contaba con sólo 25 años por aquel entonces. Pero lo que no sabía, era que lo mejor estaba aún por llegar y que el siguiente capítulo se desarrollaría en un escenario un poco diferente.

Yo iba al gimnasio con mucha frecuencia pero esa semana me perdí como un par de días. Los fines de semana iba sólo a la piscina y la sauna, pero aquel sábado decidir ir también al gimnasio para recuperar el tiempo perdido. Si no tenía otra cosa que hacer, por qué no aprovechar? Bendita la hora en la que tuve la idea.

Llegada la tarde, preparé todo y allá me fui. Hice mis 20 minutos de calentamiento con cardio y luego ya me puse con mi sencilla rutina de siempre. Y en un pequeño rato de descanso, observando la poca gente que allí había, mire hacia la puerta y… no podía ser! Tuve que mirar otra vez porque no era normal que los planetas se hubieran alineado y apareciera allí aquella especie de musa que invadía mi mente casi las 24 horas del día.

Debía limitarme a observarla disimuladamente para saber más o menos qué ejercicios hacía y así poder incluso acercarme a ella en futuras ocasiones. Podía ser que estuviera empezando a actuar como un maníaco o acosador? En realidad estaba tranquilo porque tan sólo “perseguía” a una chica que me parecía encantadora, a pesar de que no la conocía de nada, pero a la que jamás podría hacer nada malo.

Al finalizar esa especie de seguimiento, decidí ir a la piscina para relajarme y luego a la sauna, esperando la mínima posibilidad de que apareciera también por allí unos minutos después. Pero no tuve esa suerte y era el momento de dar un paso más. Tenía que volver al bazar e intentar entablar una breve conversación con ella o interactuar de alguna forma para acercarme más. Mi timidez era un hándicap, pero no tenía nada que perder y debía armarme de valor.

El miércoles siguiente, cuatro días después de haberla visto por última vez, pensé que era el momento de volver a la carga. En esta ocasión, fui a comprar bolígrafos y esperando, como no, que ella estuviera presente porque si no se me chafaría el plan. Ese era otro motivo más por el que perder la vergüenza. Podía ser que tardara una temporada sin verla allí y finalizar mi sueño. Por lo que era obligatorio dar un paso más sí o sí.

Crucé la entrada, evidentemente buscándola a ella y no los bolígrafos. Estuve un buen rato mirando y la decepción empezó a invadir mi interior. No había ni rastro de ella. Yo seguía dando vueltas y casi cuando iba a coger los bolígrafos para pagar e irme desilusionado, una puerta del establecimiento se abrió y felizmente apareció. Era el momento de disimular otra vez y quitarme los nervios de encima, para mostrarme firme a la hora de dirigirme a ella. Tienes que hacerlo, vamos! Pensé. Y allá fui.

– Perdona, dónde están los bolígrafos? Dije en un tono amigable y cercano.

– Allí, fondo delecha tienes.

– Tú vas al gimnasio, verdad? Me suena haberte visto el otro día. Le dije con gesto de duda. Era evidente que la había visto y sabía con toda seguridad que era ella. Pero había que hacer un poco de teatro.

Preguntarle esto último era lo que más temía, pero ya no por mi timidez en sí, sino por cómo reaccionaría ante una pregunta que podría interpretar como fuera de lugar. Pero tuve suerte.

– Sí, contestó.

– Es que te vi el otro día, pero no estaba seguro de que fueras tú porque voy casi todos los días y nunca te había visto antes.

– Voy fines de semana polque otlos días tlabajo aquí y queda muy poco tiempo.

– Ah, vale. Pues el próximo día, si te veo, ya sabré que eres tú. Los bolígrafos estaban allí al fondo, verdad? Dije sonriendo.

– Sí, allí fondo.

Lo había conseguido! Me había enfrentado a mi timidez e incluso le había sonsacado una información muy útil que me permitiría coincidir con ella en el gimnasio. También pude saber que su español no era muy bueno todavía. Quizá conociéndome a mí, podría ser una oportunidad más para practicar, no? Pero mi objetivo era el que era y tenía que seguir adelante. Ahora que sabía que el sábado supuestamente podía encontrarla allí, venía la parte más difícil del plan: establecer un punto de conexión para acercarme definitivamente a ella.

Durante el tiempo de espera hasta ese sábado, me limité a seguir planeándolo todo lo mejor que pude. La verdad es que no se me ocurría ninguna forma de poder acercarme a ella y empezar a forzar una conversación que nos llevara a algo más. Así que decidí que lo mejor sería improvisar sobre la marcha, una vez coincidiéramos los dos en el lugar. Porque es evidente que si este último requisito no se daba, no habría nada que hacer. Todo era esperar.

El gran momento se acercaba y, al contrario que otras veces, no estaba nervioso, pues gran parte de la vergüenza ya la había superado unos días atrás. Los cimientos estaban ya construidos y ahora sólo necesitaba estar motivado, puesto que el objetivo valía la pena. Sólo había incertidumbre y esperar que la suerte me acompañara.

Y llegado por fin el día, entrada la tarde, emprendí mi camino para vivir otro capítulo más. La cosa no empezó con muy buen pie, pues llegué al gimnasio y ella no estaba. Pero como había sucedido la semana anterior, podía venir más tarde. Así que me puse a lo mío y esperé ansiosamente ese golpe de suerte. A la media hora, se me iluminó la cara al verla aparecer por la puerta. Pero siguiendo los pasos de la última vez, ella empezaría calentando un buen rato en la elíptica y yo debía esperar un rato para disimular, por lo que seguí con mis ejercicios aunque sin perderla de vista.

Cuando la zona de cardio quedó un poco más desalojada y vi que la elíptica que estaba a su lado había quedado libre, era el momento de ser ocupada por mí, aunque me fui acercando disimuladamente y la saludé como si me cogiera por sorpresa.

– Hola! Dije con una sonrisa en la cara.

– Hola! Me respondió de forma muy cercana y amistosa. Al menos le caía bien y eso me daba pie a seguir.

– No llevas mucho tiempo, no? Llegué hace como 40 minutos y no te vi.

– Sí. Yo siemple vengo misma hola polque menos gente.

– Haces bien, es lo mejor. Es lo que me gusta de venir los sábados.

Como ya dije anteriormente, en realidad yo los sábados sólo iba a la piscina y la sauna. Todos sabemos por qué ahora había cambiado de hábitos, pero obviamente ella no lo sabía y parecía que la conversación fluía bastante bien.

– Poca gente y así mucho más tiempo pala ejelsisios.

– Estás aquí toda la tarde? Le pregunté con una leve sonrisa.

– Una hola y algo más.

– Como tiene que ser. No es nada habitual ver chicas tan jóvenes hacer deporte.

Puede parecer que estaba desviando la atención hacia un punto un tanto absurdo, pero era una ingeniosa de que ella me respondiera a lo que yo quería.

– Bueno, yo 18 anios ya.

– Ah sí? Pues pareces más joven.

– Glacias, me dijo con una sonrisa de agradecimiento.

Perfecto! Le había conseguido sacar su edad y lo mejor de todo es que, con sus 18 añitos, el plan podía seguir adelante. Lo más importante es que la conversación se había alargado durante mucho tiempo y la tarde se nos había pasado hablando y no haciendo lo que hay que hacer en un gimnasio. Pero era muy buena señal.

– Yo en un rato iré a la piscina y después a la sauna. Has ido alguna vez?

– No, polque yo no buena nadando y sauna disen quema mucho.

– No hagas caso de eso. Se está súper bien y además hay una piscina pequeña para relajarse. Te gustaría bastante porque va muy bien para cuando acabas de hacer ejercicio. Ya verás como después querrás ir siempre.

Trataba de convencerla a toda costa para que el próximo día fuéramos los dos juntos a la zona de relax. La situación podía dar mucho juego y hasta ese momento todo iba viento en popa.

– Intentalé sábado que viene.

– Claro que sí. Trae bañador y gorro, ya verás que bien vamos a estar.

Ahí ya me había colado un poco. Con mi respuesta ya estaba dando por hecho que, en caso de ir, iría conmigo y no sola. Pero por suerte, no le había parecido nada mal la idea. Ahora, aunque creáis que no tiene sentido, había observado que tenía un iPhone X y sería clave para otro detalle más.

– Es ese el iPhone X? Yo tengo el 7 pero en los siguientes modelos ya me he perdido un poco.

– Sí. Este móvil muy bueno.

Como ya he dicho, podría parecer algo estúpido pero eso me dejaría una puerta abierta para intentar otro pequeño acercamiento la semana siguiente. Finalmente nos despedimos, sin quedar para la semana que viene, pero dando los dos por hecho que eso sucedería. Al menos esa era mi impresión.

No sólo había dado grandes pasos, sino que durante esa larga conversación había conseguido saber un poco más de su vida y su pasado. Tanto ella como su familia no llevaban mucho tiempo en España y de ahí su poco dominio del idioma. Habían estado viviendo en Francia anteriormente, donde había pasado toda su adolescencia y no guardaba un buen recuerdo de aquel país ni tampoco de su gente. Eso me hizo pensar que no había tenido mucho contacto con otros chicos europeos ni españoles en particular, dado el poco tiempo que llevaba aquí. Por lo que era ahora o nunca. Si no lo hacía yo, lo iba a hacer otro.

En la semana siguiente, ya estaba todo más que preparado y me sabía de memoria los pasos a seguir. Pero por si fuera poco, cuando entré en el gimnasio y para cambiar un poco la tradición, ella ya estaba allí. Estaba saliendo todo a pedir de boca.

– Hola. Hoy te adelantaste a mí, eh!

– Sí. Hoy un poco antes.

– Has traído el bañador?

– Sí. Yo tlaje todo y después vamos.

Estupendo. Yo me puse con mi rutina, si bien con poco entusiasmo, pues lo único que me importaba era que el tiempo pasara cuanto antes e incluso tuve la suerte de coincidir con ella en alguna zona, a pesar de que cada uno hacía sus propios ejercicios. Pero no dejamos de intercambiar alguna que otra sonrisa cada vez que nos cruzábamos. Finalmente, llegó el momento de irnos a la zona de relax. Una vez llegué allí, esperé un par de minutos por ella y nos dirigimos hacia la piscina.

– Ya verás qué relajante es. Te va a encantar.

– Yo espelo agua caliente. Agua flía no gusta nada.

– No. Ya verás qué calentita y qué a gusto vas a estar.

Nos metimos en el agua y su cara de relajación no tenía precio. Yo quería que ella estuviera bien a gusto para que así nos pudiéramos acercar e intimar un poco más. Recordáis la absurda conversación sobre el móvil? Pues ahora sabréis el porqué.

– Es cierto que el iPhone X es un poco más grande que los otros y cuesta manejarlo?

– Sí, un poco glande pelo muy bueno.

– Pero no te cuesta cogerlo? Porque he oído que sobre todo para las chicas con manos pequeñas es un poco incómodo.

Sigue pareciendo absurdo, verdad? Pero yo buscaba algo concreto y lo iba a conseguir.

– A veses sí, pelo bueno…

– Porque además si tus manos son un poco pequeñas…

– Bueno… Dijo sacando la mano del agua y la mostrándomela.

– A ver… Respondí mientras acercaba la mía a la suya para compararlas.

– Yo mano muy pequenia. Chica pequenia, mano pequenia.

Había conseguido lo que quería, que no era más que acercar mi mano a la suya. Tener contacto y sentir sus pequeñas, suaves y delicadas manos. Aunque tenía que hacerlo de forma que no se notara nada y resultara de lo más espontáneo. Y por si fuera poco, dos niños pasaron muy cerca de ella y yo procedí a agarrarla cariñosamente, acercándola un poco más a mí y advirtiéndola obviamente del motivo. Ella sonrió y menos mal que no se pegó tanto como yo hubiera querido, porque tenía ya una erección considerable. En ese momento soñaba con irnos los dos a la sauna, que estuviera vacía y pudiéramos hacer absolutamente de todo allí dentro.

Pero la excusa del móvil, me sirvió para lo más importante. Después de una larga conversación, me acabó diciendo que tenía un problema para sincronizar ciertos archivos con el ordenador. Eso era precisamente lo que yo buscaba. Algo que no supiera hacer o algún problema que yo pudiera resolverle. Cómo? Pues quedando con ella en mi casa.

Tenía la gran suerte de que tanto los sábados como los domingos todos en mi familia tenían algún compromiso con amigos y era muy habitual que yo me quedara solo en casa durante muchas horas, incluso por la noche. Nos habíamos dado los móviles para seguir en contacto y poder fijar un día para quedar y “solucionarle el problema”. Pude saber que la casa estaría libre el sábado siguiente desde el mediodía hasta pasada la madrugada. Sólo faltaba un último paso para culminar el plan.

Había llegado el gran día. Comí, me lavé los dientes, me duché y hasta me puse mi mejor perfume. Había que cuidar todos los detalles. Me encargué también de que la despensa y la nevera estuvieran llenas. A las 15:00 me envió un mensaje, diciéndome que se estaba preparando y llegaría más o menos en una hora. En ese momento sí que empecé a ponerme nervioso, pero nada que no me sucediera otras veces. Si había llegado hasta ese punto, superando obstáculos que jamás hubiera imaginado, quién me iba a parar ahora? Finalmente, llegadas las 16:05, el timbre sonó y me apresuré a abrir la puerta.

– Hola, qué tal?

– Hola.

– Y la mochila? Pero vas a ir al gimnasio después? Pregunté decepcionado y pensando que estaría allí poco tiempo.

– No, pelo es que padles piensan yo voy gimnasio. No gustan que yo voy a casa de chicos no conosen.

– Es normal. Pero no te preocupes, mujer. Le dije sonriendo y mostrando confianza.

Nos dirigimos a mi habitación, donde estaba mi portátil, el escritorio y dos sillas para que los dos estuviéramos bien pegaditos. Eso sí, previamente me había encargado de dejar la mesa de forma que ella tuviera que apartarla, sabiendo que sería demasiado pesada para su pequeño y delicado cuerpo. Obviamente, lo intentó con todas sus fuerzas, mientras yo disimulaba haciendo que no me daba cuenta.

– Uy! Mesa pesa mucho y no puedo movel.

– Ay, perdona! Lo siento. Déjame a mí, que ya la muevo yo. Sólo faltaría! Dije mientras apartaba esa mesa sin muchos problemas.

– Mucho glasias. Tú muy fuelte.

– Nada. Es la costumbre. Dije restándole importancia y mostrando de paso una pequeña muestra de hombría. Pero la culpa es mía por no haber colocado bien la silla. Toma, siéntate.

Al margen de que el escritorio no era muy grande, me había encargado de poner su silla bien pegada a la mía para que el contacto fuera inevitable e incluso pudiera apreciar perfectamente el aroma de ese perfume tan caro que me había puesto sólo para ella. Finalmente, encendí el portátil y mientras tanto intentaba que la mecha no se apagara en ningún momento.

Aquel problema no era muy fácil de solucionar, por lo que no tardamos demasiado en solucionarlo y en explicarle la forma de proceder. Aunque de ninguna manera iba a permitir que eso terminara así y más o menos pude ir prolongándolo. Tenía más o menos todo planeado y ahora era el momento de “fijarme” en el acceso directo a Badoo, que a pesar de que no lo usaba, me iba a ser de gran utilidad.

– Y esto qué hace aquí? Madre mía! Qué asco de página.

– Pol qué asco de página? Qué es?

– Es una página para ligar pero es una porquería. También hay una app para el móvil. Nunca la has usado?

– No. Yo no gusta eso. Mala gente y no confianza.

– Pensé que lo decías porque ya tenías novio.

Después de unas cuantas vueltas, había conseguido preguntar disimuladamente su estado actual.

– No. Yo mucho tlabajo en semana. Poco tiempo aquí y poco conoser chicos.

– En serio? Siendo tan guapa como eres?

– Mucho glasias! Me dijo mientras bajaba la mirada toda sonrojada y dando muestras, una vez más, de su gran timidez. Yo muy contenta que chico tan guapo dise eso a mí.

Había conseguido decírselo y no sólo eso, sino que ella me había devuelto el cumplido.

– Bueno, intento cuidar mi imagen todo lo que puedo, dentro de mis posibilidades.

– Eso muy bueno. Chicos chinos no guapos y no cuidan tanto.

– Hay de todo, pero para mí es muy importante. Siempre intento incluso ir bien perfumado.

– Sí, tú siemple huele bueno. Me dijo mientras se acercaba un poco más, como si quisiera olerme.

– Con lo buena que es esta colonia, sólo faltaría que no se notara el olor. Se nota algo? Yo me iba acercando un poco más y le dejaba en bandeja la posibilidad de olerme el cuello.

– Mmmm… tú muy lico.

– Te gusta?

Ella se rio sin saber cómo dar el siguiente paso. El momento cumbre estaba al caer. Se notaba que los dos nos deseábamos muchísimo pero ninguno daba el paso definitivo. Alguien lo tenía que hacer, así que al final fui yo quien tomó las riendas.

– Si quieres te puedo enseñar mucho más. Dije con un poco de cachondeo.

– Bueno… a mí gusta mucho.

– Ah, sí? Le dije mientras le rozaba el cuello con mi nariz y mis labios para poder comprobar su reacción.

Se notaba que estaba deseando que la tirara en la cama y la hiciera disfrutar como nunca lo había hecho en su vida. Porque a decir verdad, y por lo que sabía de ella, era muy probable que fuera virgen. El caso es que seguí tanteándola rozando su cuello.

– Pelo mis padles no dejan… Dijo medio preocupada.

– Y cómo se van a enterar? Si te portas bien, prometo no decirles nada. Le dije mientras la agarraba fuertemente contra mí y dejaba que notara mi pene, que no me cabía ya dentro de los pantalones.

Ella se puso de puntillas hasta alcanzar mis labios y los dos nos empezamos a besar apasionadamente. Sí, objetivo cumplido! Ahora sólo quedaba disfrutar lo máximo posible. No tardé mucho en quitarle la ropa, dejándola sin sujetador y quedando sus pequeñas pero firmes tetas al descubierto, lo que me permitió sobárselas y besárselas antes de tirarla en la cama, donde terminé de quitarle el resto.

Acto seguido, después de besarla de arriba abajo y sobarla al máximo, procedí a quitarme yo la ropa y los dos quedamos completamente desnudos. A ella se la notaba súper excitada y se veía que estaba disfrutando tanto o más que yo. Pude confirmarlo en el momento en que mi pene se empezó a rozar con su vagina y ésta estaba completamente empapada, incluso por el exterior.

Noté inmediatamente que se movía demasiado, como si algo le incomodara y quisiera que me quitara de encima.

– Ocurre algo? Pregunté preocupado.

– No! Respondió en un tono de picardía, mientras me empujaba y me dejaba tumbado boca arriba.

Ahora quería ella dominar la situación, poniéndose encima y disfrutar de la parte que le correspondía. Empezó a besarme por todo el cuerpo, además de lamerme desde el pene hacia arriba. Me estaba sorprendiendo para bien, ya que no era aquella chica inocente que había visto en el bazar. Acto seguido agarró mi miembro, mientras lo miraba con cara de placer. Me lo empezó a chupar como una auténtica ninfómana.

– Mmmm… Tú polla muy lica y enolme. Chinos chinos mucho pequenia.

Mi mayor satisfacción, además de disfrutar del momento, era que jamás había hecho disfrutar tanto a una chica de esa manera.

– Yo quielo disflutal polla mucho más. Quielo tú follalme.

El momento soñado, sí. Pero justo antes de empezar había caído en que no me quedaban condones. Y ahora qué?

– Espera. El problema es que no tengo condones.

– No impolta ahola. Quielo polla tuya dentlo.

Su nivel de excitación traspasaba todos los límites. Aunque habría que estar allí para entenderlo. Tal y como estábamos los dos de excitados, no creo que pudiéramos pensar con la cabeza, así que la marcha atrás no me pareció mala idea.

– Así que quieres que te folle duro, eh! Dije en un tono dominante.

– Sí, pol favol! Respondió casi rogándome.

Así que me incorporé, la puse a ella debajo y me dispuse a cumplir su deseo, que también era el mío. Jamás había conseguido penetrar una vagina con tanta facilidad. Pero como ya había dicho, estaba tan húmeda y excitada que su flujo vaginal chorreaba por su entrepierna.

– Te gusta, eh! Le dije mientras la penetraba duramente. Nunca habías probado algo así, verdad?

– Me encanta! Oooohhhh! No pales, pol favol.

Sus gritos de placer eran cada vez más intensos, hasta el punto en que decidí taparle la boca con una de mis manos, lo que hizo que se excitara más todavía.

– Esto también te excita? Le dije mientras la abofeteaba muy suavemente, y con precaución por miedo a que se lo tomara a mal. Pero no fue así.

– Síii! Yo puta tuya!

– Ah, si? La abofeteé un poco más fuerte esta vez, justo antes de sacar el pene para eyacular. Pues toma esto!! Ooooohhhh!! Trágatelo todo, pedazo de puta!

Me corrí en parte de su rostro e introduje todo mi pene en su boca. Sorprendentemente, y a pesar de no tener una boca muy grande, aguantó estoicamente durante varios segundos. A continuación lo sacó pero tan sólo para tomarse un respiro, mientras me chupaba los restos de lefa, y volverlo a meter de nuevo para seguir disfrutando un poco más.

Los dos acabamos totalmente agotados, tirados en la cama, mirándonos frente a frente y con cara de mucha satisfacción. Nos dimos un pequeño beso en señal de agradecimiento mutuo y sonreímos, aunque yo no me podía quitar algo de mi cabeza: habría retirado el pene a tiempo, sin derramar una gota sola de esperma? Tendría que ser muy mala suerte. Pero ese día no lo olvidaría jamás.

De lo que no tengo duda, es que aquella chica marcó un antes y un después en mi vida sexual. De todas las relaciones que había tenido y tendré, aquella dejó una huella importante. Por cierto, se llamaba Shui. Jovencita e inocente por fuera. Cachonda y puta por dentro.

FIN