Pasando del infierno al paraíso

Todo empezó a la vuelta de vacaciones. Un cambio en el perfil de Marta, parecía indicar que estaba en el inicio de una relación. Además, me di cuenta de que llevaba algo más de tiempo de lo normal sin escribirme. A partir de estos indicios, mi cerebro construyó una historia, en la que yo evidentemente sobraba. Al menos había esperado al final de mis vacaciones (ella sabía cuándo las hacía), para evitar estropeármelas, incluso en un momento así me había tenido en cuenta, para intentar hacerme el menor daño posible… Iba a dejar pasar un día más, a ver si me decía algo, pero yo ya veía el final, no iba a verla más, si al menos hubiera quedado con ella alguna vez más mientras duró…

Para evitarme distracciones y nervios, dejé el móvil en casa. Ese día estuve muy hundido, públicamente yo lo atribuí al retorno de vacaciones, y al mucho trabajo pendiente que me encontré, pero yo sabía que esa no era la causa real… Me quedé más tiempo de la cuenta en el trabajo, refugiándome en él. A la vuelta abrí el móvil. Otra vez ningún mensaje, ¡qué desastre!, mis peores temores se confirmaban…

Sólo me quedaba despedirme de ella, al menos no irme a la francesa. Preparé un último mensaje, lo más correcto que pude, agradeciéndole el tiempo que había pasado conmigo y deseándole suerte (al fin y al cabo, aunque la despedida fuera muy amarga, después de lo bien que ella siempre me había tratado, no podía desearle nada malo). Tras enviarlo me sentí muy triste, probablemente era la última vez que le escribía, no tuve fuerzas ni siquiera para llorar.

Al día siguiente, igual de hundido que el anterior, volví a dejar el móvil en casa, necesitaba aislarme, no quería estar pendiente de un mensaje que quizá ni siquiera me llegaría. Yo ya empezaba a asumir lo inevitable, pero cerrar esa herida no iba a ser nada fácil…

Al final del día, en el camino de regreso a casa, mil cosas pasaron por mi cabeza. Algo en mí todavía quería creer, pero sabía que era un sueño imposible. Si no me respondía hoy, ya no lo haría nunca, me conformaba con conservarla como amiga, no terminar mal… Yo ya pensaba en cómo empezar a reconstruir mi vida sin ella, pero en ese momento mi pobre alma estaba destrozada y totalmente en ruinas, parecía imposible reconstruir eso. Meses antes había llegado a ser feliz sin conocerla, pero ahora conseguir volver a ese punto se me hacía muy cuesta arriba. ¿Cómo soportar una vuelta a la mediocridad después de haber estado en el paraíso?

Al llegar a casa y abrir el móvil, para mi sorpresa, ella me decía que era un malentendido, que no daba lo nuestro por finalizado, cruzamos algunos mensajes, me dijo que ella quería seguir viéndome. Ver a esa chica tan guapa, tan encantadora, que podía tener a sus pies a quién quisiera, luchando por no perderme, yo casi no podía creerlo… Sentí que esa herida tan dolorosa que llevaba en mi interior empezaba a sanar. Me tomé mi tiempo para responder, me leí muy bien lo que le enviaba para asegurarme de no echarlo todo a perder en el último momento, pero yo tenía muy claro que yo también quería (mejor dicho, necesitaba) volverla a ver.

Tras unos pocos mensajes ese día y el siguiente, todo volvió a la normalidad, incluso quedamos para vernos 15 días después, yo estaba en una nube… Después de tanto tiempo sin verla, de haber estado al borde de la ruptura, ahora la deseaba más que nunca. Mis ojos querían volver a ver esa cara tan bonita. Mis orejas necesitaban escuchar su dulce voz. Mi estómago deseaba volver a llenarse del néctar dorado de su sexo. Mis labios anhelaban volver a besar su culito y sentir el beso amargo de su ano depositando su caquita sobre ellos.

Con mucho trabajo y pocas distracciones, estos 15 días fueron pasando, muy poco a poco. Casi a diario intercambiábamos mensajes, algunos de ellos sobre temas normales, y otros más subidos de tono. A medida que pasaban los días, los mensajes eran cada vez más sexuales y provocativos, ella iba hablándome de los sabores que iba a darme, de las bebidas que se tomaría antes de mearse en mi boca, de la comida que iba a tomar los días antes de cagarse en mi boca. En mis mensajes yo me ponía a sus pies, no paraba de repetirle que para mí era un honor que una chica tan guapa como ella hiciera sus cositas en mi boca, y le recordaba las ganas que tenían mis labios de besar su culo.

Y finalmente llegó el día, me levanté temprano, para tener tiempo de sobras de llegar al lugar del encuentro. Me afeité lo mejor que pude, para que el tacto de mis labios en su ano fuera lo más suave posible y así ella se sintiera cómoda al utilizarme. No comí nada, ni bebí nada, quería ir en ayunas y que fuera ella y sólo ella quién me diera mi desayuno. Me lavé bien los dientes, para poder ofrecerle a Marta una boca lo más limpia posible donde hacer sus necesidades.

Mientras iba de camino, ella me iba enviando varios mensajes, preguntándome si tenía hambre, explicándome lo que había comido, y que poco a poco, con el café que se estaba tomando y la fruta del día anterior, ya le estaban entrando las ganas. Yo me estaba excitando mucho con sus mensajitos, le recordaba que venía en ayunas, que confiaba mi desayuno a lo que su cuerpo me diera, y le ofrecía la ayuda de mis labios y mi lengua para ayudar a su ano a relajarse si lo necesitaba.

Llegué delante del bar dónde habíamos quedado, ella aún no estaba ahí. Me quedé esperando a unos metros de allí, en la sombra. Unos minutos después, muy puntual, la ví a lo lejos, esta vez sin la mascarilla sí la reconocí enseguida. Ahí estaba Marta, con una camiseta y unas mallas largas negras. Como siempre, guapísima. Mi princesa, mi ama, mi diosa.

Su camiseta era un guiño a algo que teníamos en común, y sus mallas marcaban mucho ese culito que tanto me gustaba. Ella sabía lo que me gustaba a mí su trasero, y no se cortaba a la hora de explotar ese atractivo para atraparme.

Estuvimos un rato haciendo un café, tras tanto tiempo teníamos muchísimo de qué hablar. Aunque en el primer momento de verla tanta belleza casi intimida (es como al ver las estrellas, que uno se siente pequeño e insignificante a su lado), como todas las otras veces, a los pocos segundos de estar con ella se me pasaban todos los males.

Yo me guardé mi bebida para luego, no quería tener nada en el estómago antes de empezar, deseaba que fueran sólo su coño y su culo los que me llenaran con sus fluidos. Fue un muy buen rato hablando sobre nuestras cosas, nada especialmente sexual ni obsceno. La verdad es que, más allá de su maravilloso físico y su explosiva sexualidad, esa chica era un encanto, era un placer estar con ella. Para alguien que nos viera desde fuera pareceríamos tan normales… Aunque de vez en cuando, nos cruzábamos alguna indirecta que sólo ella y yo entendíamos. Cuando ella se hubo terminado su bebida, nos fuimos al hotel, para que así yo también pudiera recibir mi desayuno.

Ya en el hotel, una vez arriba, estuvimos hablando un rato más, mientras ella se hacía un té. Alternábamos temas más normales con otros más pervertidos. Entre otras cosas yo le dije que me había lavado bien la boca, y que así sería como cagar en un baño recién limpiado, se rio. También bromeamos con la posibilidad de que hubiera una cámara en la habitación y lo que íbamos a hacer se convirtiera en un vídeo viral de internet.

Otra vez, pusimos plásticos sobre la cama, para protegerla de sus fluidos, y preparamos bolsas, alcohol y flúor para el después. Una doble capa de plásticos serían los encargados de evitar que se manchara nada. Vistas las cantidades de fluidos de las anteriores citas con ella, cualquier precaución era poca. Así ella se podría centrar en mearme, cagarme y humillarme, y yo en tragar y adorarla. Aunque lo que íbamos a hacer era una guarrada, la habitación la queríamos dejar limpia, inmaculada, que no hiciera falta ni limpiarla, ni hacer la cama ni nada.

Me ordenó que me desnudara, poco a poco me fui quitando la ropa, primero quedando en ropa interior. Se quitó los pantalones, quedando en braguitas, me mostro su barriga, un poco menos hinchada que la otra vez, se giró para que yo pudiera admirar su culo. Era precioso, yo me moría de ganas de besarlo, de olerlo. Me dijo que me terminase de desnudar, me terminé de quitar la ropa interior, dejando al descubierto la enorme erección que llevaba. Ella se quedó en braguitas, unas braguitas negras que tapaban su sexo, pero dejaban casi al descubierto esas nalgas tan bellas.

Me avisó de que tenía muchísimas ganas de cagar, que ya casi se lo estaba haciendo encima (comentario que a mí me excitó muchísimo). Le dije que mejor que me meara primero, que no quería tocar su coño con mis labios llenos de mierda. Coincidió conmigo, me dijo que mearía todo lo que pudiera antes de cagarse.

Me ordenó que me tumbara en la cama, así lo hice, hablamos algo más mientras se terminaba la bebida, yo no paraba de repetirle que era muy guapa, que estaba muy buena, que era una diosa… Me preguntó si tenía hambre (se notaba que tenía muchas ganas de cagarse en mi boca). Le dije que sí, pero que también tenía mucha sed, que no había bebido nada en todo el día, y que si ella podía darme algo para beber. Me dijo que estuviera tranquilo, que no iba a quedarme con sed. Se bajó sus braguitas y se puso encima mío, yo veía ya cerca su hermoso coño, cada vez estaba más excitado, además de la erección la puntita de mi pene ya se estaba mojando al ver su vagina tan cerca de mi cara.

Marta me preguntó cómo quería que me meara. Le pedí si podía pegar mi boca a su coño mientras lo hacía. Se bajó un poco, medio de pie medio en cuclillas, no quería bajar más para que no se le escapara ya la caca, pero era lo suficiente para que yo pudiera levantar un poco mi cara y pegar mis labios a su coñito. Apenas mis labios rozaron su coño, Marta empezó a mearse en mi boca, a chorro. Era una orina muy amarilla, muy concentrada, con un sabor a pipí muy intenso, no quedaba ni rastro del sabor de lo que había bebido antes, su cuerpo lo había destruido completamente. Yo tragaba lo que podía, pero, como siempre, era imposible seguir el ritmo de ella, a la que me di cuenta mi cara ya estaba cubierta de pis.

Cuando terminó, me ordenó que me tumbara boca abajo, y que me bebiera todo el pipí que quedaba en el suelo. Con una pajita, poco a poco me lo fui bebiendo todo. El sabor era muy fuerte, pero al mismo tiempo muy sexy, muy excitante. Cuando terminé, se puso encima mío, yo mirando arriba de nuevo, y se volvió a mear en mi cara. Me ordenó que volviera a limpiar el suelo. Yo había perdido la pajita, así que lo lamí del suelo, de nuevo yo era un perrito a los pies de su ama. Una vez limpio, me acercó el pie, era precioso, le di algún beso, pero no por mucho tiempo, era su culito el que estaba a punto de reclamar mi atención.

Se puso de pie sobre mí, apoyada sobre el cabezal de la cama, mostrándome su culo en primer plano. Le pregunté cuánto hacía que no cagaba, me respondió que un día, que era muy regular. Me dijo que tenía muchas ganas, que ya no se podía aguantar más. Le pedí si podía intentar aguantar algo, para poder besarle un poco el ano, y que cuando ya no pudiera más lo soltara en mi boca. Tras tantos meses de espera, por fin mis labios volvieron a besar su ano, lo besé con mucha pasión, le di algunos besos más, le dije que me encantaba besar su ano, que amaba su sabor. Ella me dijo que ya no podía más, que se cagaba ya, me dijo «ahí viene».

No se veía nada todavía en su culo, ni siquiera se escuchó ningún pedo, pero se empezó a notar un olor muy fuerte, olía mucho a caca. Por el olor ya vi que se me venía encima algo grande. Respiré todo lo que pude, me volvía loco ese olor, viniendo de un trasero tan bonito, y aún más sabiendo el regalito que estaba a punto de depositar en mi boca. Enseguida volví a besar ese agujero que tan loco me volvía, pegué mis labios lo más que pude, necesitaba sentir la mierda de Marta dentro de mí. Unos segundos después sentí su ano abriéndose sobre mis labios, y al momento sentí la caca sobre mi boca, esta vez estaba dura. Fue un momento muy erótico, casi mágico, nunca en mi vida había estado tan excitado, estuve a punto de correrme sin tocarme. Poco a poco fue saliendo una caca dura, larga y muy olorosa, que el ano de Marta iba empujando hacia dentro de mi boca. Cuando mi boca se llenó, la separé un poco, para que pudiera terminar de salir. Le enseñé mi boca, para que viera lo que había hecho, realmente era una caca para estar orgullosa de ella, larga, en mi boca apenas me cabía la mitad, durita, marrón muy oscuro, y además muy sabrosa. El sabor era diferente, un poco menos amargo que las otras veces, tenía un sabor más a vegetal, mastiqué y tragué un poquito.

Me dijo que venía más, me guardé en la mano la otra caca, y pegué mi boca a su ano de nuevo. Fue casi una repetición de lo anterior, su ano fue empujando un chorizo duro y oscurito hacia dentro de mi boca. Otra vez no cabía todo en mi boca, me separé algo mientras terminaba de cagarlo. El olor era muy fuerte, yo estaba excitadísimo, mi cuerpo iba a aceptar cualquier cosa que viniera del culo de esa chica. Le enseñé de nuevo mi boca, Marta acababa de cagar otro chorizo durito en mi boca, y yo quería que ella viera su obra de arte. Y además por partida doble, esa princesa acababa de defecar dos caquitas perfectas dentro de mi boca, era un sueño hecho realidad, la caca que cualquier hombre (fetichista o no) quisiera recibir en su boca.

Me indicó que tenía más, me guardé en mi otra mano la caca, y volví a poner mis labios en su ano, que al momento empezó a cagar de nuevo en mi boca. Esta vez era ya más blandita, poco a poco me fue llenando la boca, y cuando ya la tenía llena terminó de cagarlo sobre mis labios. Me di cuenta de que se estaba corriendo mientras cagaba la mierda blanda en mi boca, se lo dije, y le pregunté si le gustaba cagarse en mi boca, se rio. Aunque los dos primeros trozos me gustaban más, ese tercero también era bastante sabroso, empecé a masticar y tragar un poco de esa caca blanda, que era la que tenía en la boca en ese momento. Igual que las otras dos, al tragar tenía un gusto a vegetal.

Esa chica tan guapa y que estaba tan buena acababa de cagar tres pedazos grandes y muy olorosos dentro de mi boca, se estaba quedando bien a gusto, realmente me podía considerar muy afortunado. Se puso encima de mí, y volvió a mearse sobre mi cuerpo y sobre mi boca llena de mierda, sentí esa mezcla morbosa de pipí y caca en mi boca. Yo estaba en éxtasis; para mí, eso era el paraíso…

Me dijo que tenía más caca, pero que tenía que ponerse en cuclillas para terminar de cagarla. Hizo algo de fuerza, pero no le salió nada. Tras algún esfuerzo más, me dijo que ya venía, pero que tenía que cagarlo en esa posición. Intenté poner mi cara debajo, pero para mi desgracia no cabía allí (me hubiera encantado que se hubiera cagado sobre mi nariz), así que puse mi mano para que me la cagara. Me dijo que si ponía la mano un poco más adelante me la meaba, que también tenía ganas, y así lo hice. Marta hizo algo de fuerza, sentí como su pis mojaba mi mano, y al momento su ano se abrió y soltó un pedacito de mierda blanda sobre mi brazo. Repetimos el proceso varias veces, yo adelantaba el brazo, y el culo de Marta me soltaba otro trozo de caquita blanda sobre él. Era hipnótico ver ese culito tan perfecto abrirse y cagar un pedazo de mierda tras otro sobre mi brazo, me llegó a soltar unos 8 pedacitos, que me dejaron el brazo cubierto de caca blandita.

Me miró y me sonrió, me dijo que había caca de dos colores diferentes. Acerqué mi nariz, realmente los olores eran diferentes entre una caca y otra. Puestos a elegir, me gustaba más lo que había cagado primero, se notaba que había estado más tiempo dentro de sus intestinos y era más olorosa. Me preguntó si creía que había cagado medio kilo. Yo le dije que probablemente, y le di las gracias por haber hecho una cagada tan perfecta sobre mí. Le dije que era un honor para mí que una chica tan guapa se hubiera cagado en mi boca, que tenía un culo perfecto y que era una diosa, se puso en varias posturitas sexys enseñándome su maravilloso culo. Luego, me enseñó un poco más su culo y me dejó masturbándome en ese paraíso fecal mientras se iba a duchar. Tras tocarme algo, e ir oliendo varios pedazos, me puse en la boca uno de los dos primeros pedazos de caca dura que había cagado, mastiqué y tragué un poco. Con mi boca llena de excrementos, saboreando esa caquita tan dura y perfecta en mi boca, y además sabiendo quién la había cagado, y sintiendo como tragaba algo no pude aguantar mucho más y me corrí muchísimo, me quedó la mano, no sólo llena de su caca, también cubierta por mi semen.

Terminé muy manchado, pero ni siquiera después de bajar la erección me molestaba nada el olor o el sabor, seguí saboreando y respirando a fondo, quería llenarme de sus esencias, de ese sabor tan íntimo. Sabiendo que lo había cagado Marta, mi nariz, mi boca y mi cuerpo lo aceptaban, al fin y al cabo, era el regalo de una diosa. Y si tenía que hacerme daño, con lo que ya había hecho, ya era demasiado tarde. Incluso, cuando me fui a duchar, dejé el lavarme la boca para el final, para sentir durante más tiempo ese sabor. No sé si es porque ya me había acostumbrado al sabor, porque ella comía muy sano, o porque lo había hecho una chica tan guapa y que me gustaba tanto, o por una mezcla de todas ellas, pero no sólo me había acostumbrado a ese sabor, incluso me estaba haciendo adicto.

Tras ducharnos, entre los dos recogimos los plásticos, quitamos el aire y conseguimos ponerlo todo dentro de una bolsa. Mientras lo manipulábamos, al otro lado del plástico se veía y se notaba todavía la caca, lo que me dio mucho morbo. Como siempre, a pesar de las guarradas que se habían hecho ahí dentro, la habitación quedó impecable, otro crimen perfecto.

Hicimos el check out del hotel, y antes de despedirnos estuvimos hablando un rato más. Entre otros temas, hablamos sobre un pequeño jueguecito preliminar para nuestro siguiente encuentro, pero sobre esto no quiero dar más detalles por ahora, lo dejo para el cuarto relato, que espero y deseo que se haga realidad.

Ya en el camino de vuelta, me vino algún eructo dónde reconocí el sabor de su pipí y su caquita dentro de mí. Era lógico, en esos momentos, todo lo que tenía en mi estómago había salido o bien de su coño o bien de su culo, dentro no había nada más que pipí y caca. Me había marcado no sólo por fuera, también por dentro, era una sensación muy especial, una dominación que se prolongaba incluso hasta después de finalizada la cita, me daba mucho morbo sentir la caca de Marta dentro de mí. Ese día tardé bastante rato en volver a comer, pues quise mantener esa sensación todo lo que pude.

Para terminar el relato, esta vez no hablaré de ella (como siempre, me absorbió de principio a fin), sino de mí, toca hacer autocrítica. Aunque esta vez conseguí tragar más caca que las otras veces, reconozco que en este aspecto todavía debo mejorar bastante. Incluso en un caso óptimo como el de hoy, con una caca dura y perfecta (con un sabor muy bueno, dentro de lo bien que puede llegar a saber la caca, que evidentemente no sabe ni a rosas ni a chocolate), viniendo de una chica guapísima y simpática, en quién siento que puedo confiar, sigo estando muy lejos de poder tragar un pedazo grande entero como hacen en los vídeos que se ven por internet. Otro tema ya es cuántos de estos vídeos usan chocolate o similares; me estoy dando cuenta que, aunque recibirlo en la boca, y mantenerlo en ella, si te gusta la persona que te lo hace, es fácil, tragar grandes cantidades, es más complicado. Pero evidentemente esto no es excusa, que otros hagan trampas no me exime a mí de nada. Tengo que esforzarme mucho más para ser un WC a la altura de lo que merece una diosa como ella, y si no mejoro lo suficiente está claro que tarde o temprano ella tendrá que forzarme a hacerlo. Y sé que, si me lo ordena, yo obedeceré. Pero mejor que no diga esto muy alto, quién sabe si ella me está leyendo…