Quiero ser vendida como esclava

Quiero ser vendida

Nadie sabe qué le sucedió a Ellen Walters después de que entró desnuda en un ascensor hasta la quinta planta del estacionamiento subterráneo debajo de un edificio de oficinas en Las Vegas.

Esto fue lo que sucedió…

Su vida terminó cuando la puerta de un ascensor se cerró detrás de esta hermosa mujer tras escuchar un susurro y sentir una bocanada de aire en su espalda desnuda… Y luego, en un tiempo que ella no pudo medir, todo, absolutamente todo, cambio.

Cuando se dio cuenta, se encontraba metida dentro de una caja de acero de paredes pulidas lisas y sin intercomunicador de emergencia… Tendría dos metros y medio de altura y quizás en el techo habría una cámara que la estaría observando… No podría escapar aunque quisiera.

Finalmente, con un leve zumbido, el ascensor se movió y ella apretó los puños, clavándose las uñas en las palmas… El ascensor tenía dos puertas. Había entrado por una y asumió que saldría por la otra.

El ascenso se ralentizó y se detuvo… Las puertas se abrieron de nuevo y ella se encontró en otro lugar totalmente diferente.

A unos metros de distancia, un hombre, más o menos de su misma edad y estatura, vestía un polo azul claro con el emblema del caimán de Lacoste, pantalones color canela, mocasines marrones sin calcetines… Parecía un profesional del golf en un club privado.

Detrás de él, dos hombres más grandes, musculosos, de hombros enormes, quizá levantadores de pesas… Sus ojos recorrieron arriba y abajo su cuerpo desnudo… Detrás de todos salió una mujer asiática, con el pelo negro recortado, con una camiseta roja y jeans.

– “Puedes salir”, le dijo el hombre de polo Lacoste.

Mientras lo hacía, avanzando tres pasos por un suelo de baldosas de mármol frío bajo las plantas de sus pies descalzos, la mujer asiática entró en el ascensor y las puertas se cerraron.

– “Ella ha ido a por tus zapatos… No los necesitará, pero no podemos dejarlos allí… Acércate… Nadie aquí te va a hacer daño.”

Los dos hombres grandes se separaron y se pusieron, uno a cada lado de ella, a unos treinta centímetros de distancia.

– “A menos que hayas cambiado de opinión, que suele suceder algunas veces… Por supuesto no toda la carne es voluntaria”, le dijo el hombre de la camisa polo riendo entre dientes.

Caminó alrededor de ella y quedo al final mirándola de frente… Alargó la mano y levantó el pesado anillo de oro que colgaba de su tabique nasal probando el peso y luego lo dejó caer hacia abajo.

Ella se estremeció y su piel se puso de gallina… Cientos de hombres habían mirado directamente su cuerpo desnudo… Millones por internet… Pero esto fue diferente… Era una evaluación… Cómo la que hace un comprador potencial mirando un caballo o un cerdo.

– “Abre las piernas.”

Se agachó hasta que sus ojos estuvieron al nivel de su coño… Lo miró un momento y luego pasó sus dedos sobre una hélice de oro, cuyos anillos en espiral bloqueaban sus labios menores.

– “Creo que la venderemos así… Será una novedad… ¿Qué piensas?”, le dijo a la mujer asiática que acababa de salir del ascensor con las sandalias negras de tacón alto en las manos… Los dejó en una papelera junto a un escritorio y luego se puso a su lado… Sus ojos vagaron arriba y abajo.

– “Sí… Así estaría muy bien… El anillo de la nariz y la espiral de oro sellando su coño… La llave de la cadena que lleva alrededor de su cuello supongo que es para la cerradura del coño… A ellos les gustará… Es un signo de propiedad total… Orgullo de posesión… Quizás añadirle un poco más de oro como por ejemplo una cadena alrededor de un tobillo, signo de esclava… Hay que hacer algo para promocionarla en el mercado… Ella es hermosa, pero es vieja.”

‘Treinta y cuatro años… Nunca antes me habían llamado vieja’, pensó Ellen.

– “Buena idea… Ves a ver si tenemos algo en el armario.”

La mujer asiática se dirigió a una puerta de seguridad de metal pesado, la única puerta aparte del ascensor… No tenía asa y se abrió cuando la mujer presionó con la punta de los dedos un escáner.

Por primera vez, Ellen se fijó donde estaba… La habitación era un loft ovalado de doble altura con varias cadenas y otros objetos colgando por encima… Sin ventanas… A su derecha, el escritorio y el ordenador… A su izquierda un sofá y varios sillones tapizados en vinilo negro de fácil limpieza… Un poco más adelante, a la izquierda, una celda de detención… En la pared de enfrente, una plataforma elevada blanca, de unos cuarenta centímetros de altura, con una cortina blanca lisa que seguía la curva de la habitación.

La puerta de seguridad se abrió y vio que había otra más allá.

La mujer asiática se arrodilló frente a ella.

– “No creo que importe qué tobillo.”

Y le colocó una cadena de oro con eslabones del mismo ancho que los anillos de la hélice alrededor del tobillo izquierdo

“Excelente… Puede ir y sentarte”, dijo sonriendo el hombre de la camisa polo.

Ellen obedeció… Se sentó en el sofá, con el vinilo pegado a la piel… Los grandes hombres la siguieron y se sentaron en sillones, frente a ella.

Después de consultar con la mujer asiática en el ordenador durante unos minutos, se les unió el hombre de la camisa polo… Llevaba una báscula de baño.

– “Estamos preparados para vencer tu resistencia, pero no hay ninguna razón para que lo hagas, así que te voy a contar lo que va a pasar, aunque tratarte como a un ser humano puede ser un flaco favor… No eres un ser humano… Eres carne… Temporalmente eres 2116… Y quién serás mañana depende de tu nuevo propietario.”

– “La subasta se realizará en menos de una hora… Movemos la carne lo más rápido posible… Contigo, enseñamos excelentes imágenes promocionales… Debo admitir que sin esas imágenes no habríamos podido subastare porque nadie te hubiera querido comprar.”

“La subasta no tardará mucho… Unos minutos… Te pararás allí, sobre la plataforma blanca delante de la cortina blanca, y seguirás las instrucciones… Eso es todo lo que tienes que hacer…¿De acuerdo?

– “Si… ¿Tengo otra opción?”, dijo Ellen.

– “Por supuesto que no… Sólo quiero saber que cooperarás… Si no es así, haremos las cosas de manera diferente.”

– “Cooperaré.”

– “Sube a la báscula.”

– “¿De verdad me van a vender por kilos?, preguntó Ellen.

– “La mayoría de nuestros compradores lo quieren así… Tu peso es cincuenta y ocho kilos… Tu valor está entre 10,000 a 20,000 dólares el kilo, menos que tu peso en oro, pero casi lo mismo que un caballo de carreras ganador… Puedes volver a sentarte.”

Ellen, lo hizo… Los ojos de los tres hombres siguieron sus pechos balanceándose mientras se dirigía al sofá.

– “Para evitar tus preguntas obvias, te explicaré que la subasta se realiza a través de Internet… Si esperabas una habitación llena de caras lascivas, siento decepcionarte… Usaré una cámara web de mano… Los postores sólo pueden unirse a nuestra VPN con el equipo que proporcionamos… Están por todo el mundo… En su mayoría hombres de negocios y algunas mujeres, presidentes africanos, reyes de la droga de América del Sur, petróleo, un mercado en crecimiento en China, algunos sindicatos, algunos clubes privados, ocasionalmente un burdel, pero nuestros precios no son realmente rentables para ellos.”

“Una vez concluida la subaste, se te entregará a tu propietario, o más probablemente a su representante, en algún lugar de California dentro de las doce horas siguientes… Eso es todo lo que voy a decirte… Si necesita ir al baño o quiere algo de beber, pídelo ahora… De lo contrario, siéntate y espera”, concluyó.

Y se volvió y se fue junto a la mujer asiática que estaba en el ordenador.

Uno de los hombres grandes, con la cabeza rapada y calva, le dijo a Ellen:

– “Abre las piernas”… Y ella hizo.

– “¿Cuánto tiempo llevas encerrada?”, le preguntó el otro hombre.

– “Meses.”

– “¿Y no te follan en el coño?”

– “Raramente.”

Ambos hombres sonrieron.

– “¿Alguna vez te corres o simplemente te obligan a mantenerte siempre al borde de correrte”

– “Casi siempre al borde… Pero cuando me corro, es sensacional.”

– “Me gustaría ver eso pero no se nos permite follarnos a la carne (los propietarios se enterarían) excepto en casos especiales, pero seguro que me gustaría follar contigo… Pon tus pies en el borde del sofá.”

Ella lo hizo, lo que forzó su pelvis hacia adelante y expuso aún más su coño.

– “Me gusta eso que haces y cómo te expones”, dijo, el hombre de la cabeza rapada, deslizando sus manos hacia abajo y sobre sus pechos, tocando sus pezones con las yemas de los dedos… Ellen sintió que se mojaba por primera vez ese día.

– “Dejar de calentarla”, les dijo el hombre de la camisa polo.

– “¿Puedo poner los pies en el suelo?”, preguntó Ellen.

– “Sí… No tiene sentido mirar lo que no podemos tener.”

– “Prepárate que ya vamos a empezar contigo… Levántate y pon tus manos detrás de la espalda… Cruza las muñecas… No te voy a atar… Esto es puro teatro”, le dijo el hombre de la camisa polo.

– “Ponte erguida… Mueve el pie izquierdo hacia atrás un palmo y en ángulo con el derecho… Levanta el talón para que tu peso recaiga sobre los dedos de ese pie… Así llamas la atención sobre la línea de la pierna y la cadera”, le dijo la mujer asiática.

Retocó el lápiz labial de Ellen y con una mano le peinó el cabello rubio hacia atrás.

Una fina cortina blanca descendió del techo justo enfrente de la plataforma.

– “Por tu anillo en la nariz, vamos a hacer las cosas en orden inverso… Por lo general, bajamos la cortina y exponemos la cara primero y luego la bajamos para que vean el cuerpo… Contigo levantaremos la cortina para que vean primero tu cuerpo desnudo y ese anillo será un shock que incrementará las ofertas finales.

La mujer asiática volvió al escritorio y al ordenador, mientras que el hombre de la camisa polo, con su cámara web, caminaba hacia el otro lado de la habitación… Todo estaba en silencio.

Ellen sólo supo que había comenzado la subasta cuando vio que la cortina se movía lentamente hacia arriba.

Se preguntó cuántos hombres y mujeres de todo el mundo estarían viendo sus pies desnudos y arqueados, las uñas pintadas de rojo y los finos tobillos, que en el izquierda colgaba una cadena de oro.

‘¿Qué apostaría uno por esos elegantes pies que tenía?’, pensó.

Poco después, la cortina se elevó por encima de sus rodillas… Luego, justo debajo de su coño… Luego a su cintura… Ella miró hacia abajo y vio que gran parte de la hélice que cerraba su coño sería visible para la cámara… Luego, la cortina estaba por encima de sus pechos hasta su cuello… Cada intervalo era más largo a medida que aumentaba la oferta con la exposición de su carne: caderas llenas, cintura estrecha, huesos finos, pechos grandes y oscuros.

Finalmente, la cortina se elevó hasta el techo, y ella quedó mirando directamente a la cámara.

El hombre de la camisa de polo hizo zoom en su cara para mostrar bien el grueso anillo de la nariz de 6 centímetros de diámetro que le colgaba hasta el labio superior… Mostraba también sus ojos azul verdoso.

– “Ya puedes bajar de la tarima”, le dijo.

– “¿A dónde voy?”, preguntó.

– “La carne va donde está el dinero.”

El Boeing 747 inició un lento descenso y aterrizó… Era la única nave en la única pista del aeropuerto… Ellen vio un rostro en una ventana.

‘¿Es ahí donde voy a subir?… Esto debe ir a algún lugar de África’, pensó.

Habían estado volando hacia el sol naciente, pero ella no sabía cuánto tiempo… Al subir, le habían dado dos pastillas para dormir y no tenía idea de cuánto tiempo había estado inconsciente.

Fuera de la ventana, un edificio de bloques de hormigón de un piso en ruinas, árboles de acacia de copa plana, tierra arenosa, matorrales escasos… A lo lejos, unos edificios que podrían llamarse pueblo.

Esperó a que vinieran por ella.

No había visto a nadie desde que subió a bordo… La puerta de su habitación estaba cerrada por fuera… Su estómago gruñó de hambre… No recordaba cuándo había comido por última vez… Una mini nevera en la habitación solo contenía agua embotellada.

Desde la ventana vio descender la rampa de embarque.

Un vehículo, que reconoció como Land Rover, salió de detrás del edificio de la terminal y se dirigió hacia el 747… Se preguntó adónde la llevaría… Sabía que ya no tendría nada y esto era un lugar bastante desolador.

Tres hombres salieron del Land Rover… Dos de ellos portaban armas automáticas… El tercero metió la mano en el vehículo y sacó a una chica… Luego a un chico… Ambos en su adolescencia.

‘¿Dónde estaríamos?… ¿Etiopía?… ¿Somalia? Eritrea?’, se preguntaba Ellen

Los ojos asustados de los adolescentes eran enormes y destacaban sobre su piel negra… Tanto la chica como el chico fueron conducidos hacia la rampa de acceso y subieron al avión… que cuando dieron el paso más bajo los subió… Poco tiempo después, los motores rugieron al despegar.

Un tiempo después, escuche una orden:

– “Date la vuelta, perra.”

Y me colocaron una pesada cadena alrededor del cuello… Era tan gruesa que me recordaba la cadena de un ancla.

Estaba desnuda, al igual que la pareja de jóvenes negros a los que estaba unida por la cadena, separados entre sí, unos tres metros.

A Ellen esto le vino a su mente las imágenes de largas filas de esclavos conducidos a una costa africana sujetos por una cadena alrededor de su cuello.

Horas después, aterrizábamos en el inconfundible Dubai.

Y después, un largo viaje en una limusina Mercedes con las ventanas oscurecidas… Ellen pensó que la llevarían a una mansión, posiblemente un palacio.

Alimentada, duchada y encadenado por sirvientes silenciosos, fue llevada por cuatro guardias uniformados a una gran habitación sin muebles con ventanas altas que dan a una fuente en medio de un patio interior de vibrantes plantas verdes y mosaicos… La piel de Ellen la tenía de gallina y no sólo era por el omnipresente aire acondicionado que mantenía la habitación fresca.

Un hombre estaba sentado en un sillón de cuero marrón de gran tamaño sobre un estrado de unos treinta centímetros de altura… Por lo que podía apreciar parecía tener más de cincuenta años… Una cara con papada, labios gruesos, bigote que fluye hacia una perilla pulcramente recortada, nariz de halcón y ojos negros.

Cuando los tres esclavos estuvieron frente al hombre, él le dijo:

– “Me han dicho que entrante en esto de la esclavitud de forma voluntaria… Estos jóvenes que te acompañan, no lo hicieron…. Sus padres me los vendieron por una miseria… Por lo demás, tú también costaste para mí, una miseria, sólo que una miseria mucho mayor… Mil veces más… ¿Fue tan mala tu vida como para hacer esto?

– “No.”

– “Entonces, ¿por qué lo hiciste?… No, no importa… No quiero saberlo… Lo que quiero es verte hacer que se corran con tu boca… Ponte de rodillas… Aquí, que lo vea bien”, dijo chasqueando los dedos.

Los guardias que estaban a un lado de la habitación se apresuraron a ir hacia ellos para hacerles cumplir las órdenes.

Uno de los hombres sujetó por los hombros al niño, mientras Ellen se arrodilló obedientemente… La chica, con los ojos de susto se colocó sollozando a un lado.

– “Mámasela bien al chico… Será la última corrida que tendrá… Lo voy a castrar esta noche… Y ten cuidado con la chica… No metas tus dedos en su coño… Ella es virgen”, dijo el hombre.

‘¿Última corrida?… ¿Castrarlo?… Si el chico no podía tener más de dieciocho años… ¡Qué atrocidad!’, pensó Ellen.

La realidad de esta situación y de todas las que vendrán a continuación es la de una verdadera esclavitud, tal como había existido durante la mayor parte de la historia humana y tal como existe todavía… Todo esto era real para Ellen.

Cuando se dejó caer sobre sus rodillas y bajó la cabeza, el grueso anillo en su nariz se balanceó, al igual que la llave de la cadena de oro que todavía estaba alrededor de su cuello fuera de la cadena de acero más pesada, al igual que se balancearon sus pechos… Sintió que los ojos de los guardias y del hombre cuyo nombre no sabía y era su Amo, seguían con detalle lo que estaba haciendo e iba hacer.

Por el miedo, la polla del chico era un pequeño gusano negro… Él se estremeció cuando Ellen se la tocó con los dedos y luego con la lengua… Ella levantó la cabeza y al mirarse los dos a los ojos, le dijo:

– “No te lastimaré… Todo irá bien… Tranquilo”, con la esperanza de que entendiera el tono suave, no las palabras.

Ahuecando sus bolas con una mano, Ellen chupó la suave polla por completo en su boca, la mantuvo en ese húmedo calor y usó su lengua… El chico gimió.

Uno de los guardias que sujetaban al chico por los hombros se rió y dijo algo en árabe que no entendieron.

La polla se endureció y creció… Los labios la succionaron con fuerza, inclinando su cabeza para favorecer la mamada… Sus pechos se balancearon de nuevo… Sus ojos se encontraron de nuevo con los del chico… Los suyos estaban llenos de asombro confuso… Ella probó el pre-cum salado que empezaba a salir de su polla.

‘Es demasiado pronto para correrse… Quiero que dure más ya que esta será su última corrida’, pensó Ellen

Él gimió cuando ella dejó de mamarle su polla pero de nuevo volvió a gemir cuando ella se movió hacia adelante y presionó sus pechos abrazando su polla… Sus pezones eran casi tan oscuros como su piel pero el blanco de su carne era un contraste sorprendente… Sus pechos rápidamente se volvieron pegajosos con los fluidos que el chico soltaba… Su respiración era irregular.

Ellen retrocedió un poco… Se movió hacia un lado y se inclinó de nuevo… Con su mano presionó el muslo musculoso del chico y le obligó a que levantase la pierna… Ella apoyó su pie en su hombro derecho y se inclinó de nuevo para lamer y chupar sus bolas.

Ahora podía oír la respiración pesada de todos los hombres en la habitación y vio por el rabillo del ojo que la chica había dejado de gemir y la estaba mirando… Por unos instantes Ellen pensó que la chica también podría estar aprendiendo lo que ella hacía porque pronto le haría esto a algún hombre.

Ellen metió su lengua en la hendidura del culo del chico y encontró su orificio anal… Y lo sondeó… Escuchó un gruñido de su Amo… Sintió que le estaba gustando lo que hacía.

Con su lengua en el culo del chico, encontró su polla con la mano derecha… Los dedos se cerraron sobre la carne ahora dura como una roca… No duraría mucho más.

Quería que él se corriera en su boca… Ellen se giró y se la metió de nuevo en la boca, pero esta vez hasta su garganta… Con náuseas, sus labios quedaron pegados al vello púbico del chico e se quedo allí por un tiempo… Luego comience el movimiento final, adelante y atrás esperando que el chico se corriera.

Mientras esto llegaba recordó las palabras de su Amo… ‘Nunca más se volvería a correr’… ¿Era cruel darle un placer que nunca se va a repetir?… ¿O es un regalo darle al menos el recuerdo?… No era su elección… Ella había cumplido la orden de su Amo.

Ellen sintió que la polla en su boca se endurecía aún más ya que se hinchaba de sangre… Las caderas del chico se estremecían y luego llegó una oleada de corridas más rápidas de lo que podía tragar, acompañado de un grito.

Chorro tras chorro, la polla del chico fue soltando todo el semen acumulado en sus pelotas, hasta que, inevitablemente, terminó de correrse y sus músculos se relajaron, quedando agotado.

Ellen le lamió la polla hasta dejarla limpia… Y lamió todo lo que se le había caído por el pecho, vientre y muslos… Cuando miró hacia arriba, los rostros de todos los hombres estaban enrojecidos por la lujuria.

Sus ojos se encontraron con los de su Amo.

– “¿Ahora la chica, Amo?”, preguntó notando que los dedos de ambas manos estaban apretados sobre los reposabrazos de su trono.

– “Si… La ​​chica”, graznó.

La chica trató de escapar, pero la cadena y los guardias la sujetaron.

Ellen tocó suavemente el rostro de la chica y luego apoyó la palma de la mano en su mejilla para ganarse su confianza… Ella era encantadora… Tenía los pómulos altos, ojos rasgados, casi orientales y una piel negra perfectamente lisa.

Mientras la miraba se preguntó si el chico y la chica eran hermano y hermana… Quizás gemelos… La chica tenía labios carnosos y sensuales que contrastaban con su inocencia.

Ellen besó esa boca suave… Los labios de las mujeres son mucho más suaves que los de los hombres… Luego se sentó sobre sus talones y con un dedo quiso tocar sus pechos pero la chica reaccionó cubriéndose sus pechos pequeños y firmes pechos con las manos… Los guardias se los apartaron bruscamente.

Pronto los labios y la lengua de Ellen encontraron un pezón, mientras acariciaba el otro pezón con los dedos.

La niña dijo algo ininteligible… No tenía sentido decirle que se relajara, que se dejara llevar por el placer… Su cuerpo estaba rígido de miedo… Dos guardias la pusieron de espaldas en el suelo de baldosas y otros dos cogieron un tobillo cada uno y separaron sus piernas… La rubia Ellen se arrastró entre ellos.

La raja de la niña estaba tan desnuda como la suya… Los sirvientes también deben haberla afeitado… Ella lamió sus muslos de ébano y le separó los labios vaginales oscuros revelando un clítoris rosado y húmedo.

Era virgen, comprobó Ellen mientras comenzaba a lamerle su coño lentamente y lo tenía bastante cerrado… ¿Quién se la follará?… El Amo no cree que pueda… Al menos no con su polla.

La chica trató de soltarse… Dijo algo ininteligible de nuevo y movía la cabeza de lado a lado diciendo que no con signos de cabeza… Ellen seguía moviendo la lengua cada vez más rápida aumentado el placer de la chica.

La experiencia de Ellen le hizo pensar que la chica se había corrido antes… Estaba segura que se habría tocado hasta correrse… Agachada, Ellen pudo ver que tenía los ojos cerrados y la boca abierta sintiendo el placer que le estaba dando.

Y con un grito similar al que hizo el chico, se corrió.

Un chorro de líquido inundó el rostro de Ellen… Ella no se apartó… De alguna manera sabía que su Amo no querría que lo hiciera… Dejó que la chica le echara chorros de flujo y pis en su boca abierta… Tragó lo que pudo… Y sólo se sentó cuando ella termino de correrse.

– “Lame ese charco.”

– “Si, Amo.”

Obedientemente, Ellen se inclinó sobre el suelo de mármol verde… Su estómago se revolvió… Llevaba mucho tiempo sin comer… Ella lo limpio hasta que le ordenaron parar.

– “Suficiente… Ven aquí.”

Se puso de pie y caminó descalza… Los adolescentes negros encadenados a ella no tuvieron más remedio que seguirla.

– “Muéstrame esa cosa que te cierra tu coño.”

Ellen separó los pies y dobló las rodillas.

– “No puedo verlo bien… Sube aquí.”

Ella obedeció y se puso a su lado.

Él la miró a los ojos y luego bajo la mirada… Se detuvo en sus pechos llenos y se los estuvo palpando… Luego miró abajo y dijo:

– “Abre bien las piernas… Si, me gusta lo que llevas puesto en el coño”, le dijo al tocarlo y sentir la hélice de oro enroscada en sus labios vaginales… Se la apretó con fuerza y el metal le cortó la sensible carne… Ellen apretó los dientes y no emitió ningún sonido, aunque temía colapsar de dolor.

Cuando la soltó, le dijo:

– “Inclínate hacia adelante para que pueda alcanzar tus tetas.”

Ellen lo hizo de mala gana porque se imaginaba lo que sucedería… Pronto sintió cómo sus gruesos dedos se cerraban sobre sus dos pezones, apretándoselos y retorciéndoselos… Esta vez ella gritó por el dolor que le estaba causando pero no se movió.

– “Bien, bien”, dijo mientras veía las lágrimas caer por sus mejillas llenas de semen.

– “Enderézate y aléjate de mí”, le ordenó.

Ellen lo intentó pero no pudo… El dolor era insoportable… Sus pezones oscuros estaban de un color blanco sin sangre… Ella se tambaleó hacia atrás y casi se cae cuando él de repente la soltó y se rió.

– “Disfruto de todo lo que puedo hacer atormentando a una belleza como tú… Y probablemente te estés preguntando qué voy a hacer contigo… Te compré para regalarte a Samir, mi hijo menor… Él cumplirá dieciocho años la semana que viene… Cuando le pregunté qué quería para su cumpleaños, me dijo: ‘Una estadounidense’.”

“Te darás cuenta pronto que Samir es un poco lento… Pasa el tiempo con juegos de ordenador… Eso no me importa porque sus nueve hermanos mayores pueden manejar nuestros asuntos… Y como es el último, engendrado por una de mis últimas corridas, le tengo un cariño especial… Quizás prefiera jugar contigo… Ya veremos lo que quiere hacer contigo cuando te regale a él.

Luego se produjo en él un cambio de tono y tema… Sus ojos oscuros estudiaron el rostro de Ellen.

– “Vosotras, las estadounidenses tenéis fama de que os gusta mamar pollas, ¿no es así?”

– “Sí, Amo.”

– “¿Y supongo y espero, por lo que he visto como lo has hecho, que hayas ‘comido’ cientos, si no miles de pollas, verdad?”

– “Sí, Amo.”

– “Bueno, pues mañana para desayunar te vas a comer una real… Después de castrar al chico, mi chef lo cortará a trozos y lo cocinará… Preparara una tortilla de carne con finas hierbas… Me han dicho que es bastante sabroso… El chef ha tenido muchas oportunidades de perfeccionar la receta… El chico y la chica también se lo comerán.. No lo sabrán, pero tú sí”, le dijo.

– Supongo que también conoces la larga tradición en esta parte del mundo de castrar mujeres… He ordenado y observado cómo se hacen algunas clitoridectomías totales, ya sabes, la extirpación total del clítoris, sin anestesia, por supuesto”, le dijo sonriendo.

“En tu caso, con la espiral y candado que llevas, el control de tu clítoris parece estar bajo control… Por ahora te vas a librar de que te ampute el clítoris pero más bien tarde que pronto, terminare por castrarte totalmente, simplemente por capricho mío.

“Y cuando me canse de ti, que todo llegará también, te venderé a un prostíbulo donde poco a poco te iras degradando hasta niveles que ni te los imaginas… Eres carne y mientras sirvas para dar placer, vivirás.”

– “Si, Amo… Gracias, Amo.”

F I N