Resolviendo un buen problema con mi suegra

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CAPITULO I

PREAMBULO

El Estado de Emergencia o de excepción o de guerra o de lo que coño sea, que habíamos tenido, nos había sacando a todos de “nuestras casillas”.

Nadie a principio de año, podría imaginarse la que se nos venía encima. O quizás sí.

En tres meses, habían pasado cosas que seguro dan para muchos libros, muchas más películas. Se habían roto sueños, proyectos, vidas. Había mucha gente que en este tiempo, se habían arruinado. Habían pasado de llevar una vida relativamente cómoda a tener que recurrir a los servicios sociales para poder comer.

El caso es que esta pandemia, no va a dejar indemne a nadie.

Los que no habían tenido un daño físico, ya fuera en primera persona, o en algún familiar, tenía algún conocido cercano que si lo había padecido.

Lo de los fallecidos, dramático. Habían muerto solos, como perros. Y en la mayoría de los casos los familiares habían tardado mucho tiempo en poder decirle adiós.

Y luego estaban los otros. La mayoría. Los que sin duda, guardaríamos secuelas psicológicas de por vida. En algunos casos, todos habíamos padecido el “Síndrome de la Cabaña”, que hoy en día siguen padeciendo niños y mayores.

Auténtico pavor a salir a la calle. Ha sido como si esperáramos en cada esquina encontrar a una legión de las esporitas dichosas, esperando para infectarnos, y mandarnos al hospital.

Que labor la de los sanitarios. Trabajando sin parar más de doce horas seguidas, y con el más que evidente riesgo de contagiarse del virus.

Era como si esperáramos una de las plagas de Egipto. Que el Angel de la Muerte apareciera en cualquier momento. Menos mal que al bueno de Simón, no le dio por decir que marcáramos las puertas de casa con sangre de una virgen. Habríamos muerto todos, jaja

En ese tiempo, yo particularmente, me había acojonado. Había cantado el resistiré hasta quedarme ronco. Había intentado conseguir papel higiénico por todos lados. Luego la guerra fue por los guantes. No había por ningún sitio, aunque nadie se ponía de acuerdo en si eran perjudiciales o beneficiosos.

El caso es que ya nos dirigimos a la “nueva Normalidad”. Tiene cojones el nombre que le han puesto. En que consistirá?. No lo saben ni ellos. El tema es que mascarilla por todos lados, y dos metros de separación.

Con esa distancia… ¿Quien va a ligar?

Bueno a mí de momento, no me hace falta. Tengo novia. Bueno, realmente, se tiene sola. Pero llevó ya más de dos años, saliendo con un chica del barrio. Berta. Tiene 25 años.

Por cierto, aún no me he presentado.

Me llamo Rubén. Tengo 28 años Soy licenciado en Ciencias en ingeniería – electrónica. Actualmente me encontraba cursando un Master en Ingeniería Informática. Supongo que el curso que viene continuare con él. Vivo en una familia acomodada en el centro de Madrid, y tengo dos hermanas menores que yo.

Durante el largo confinamiento, la vida en casa había tenido de todo. Las convivencias tan prolongadas e intensas habían ayudado a conocernos bastante más todos. Yo por ejemplo, conocía ya casi todos los tangas de mis hermanas. No sé porque extraña razón mediado el confinamiento las dio por pasearse a todas horas por casa con una camiseta y el tanga. Las daba igual que estuviéramos mi padre, que estuviera yo, o que estuviera el Papa. Ellas salían y lucían sus nalgas con un descaro que la verdad, me habían provocado más de una situación embarazosa.

Son gemelas, tienen 22 años, Emma y Carla. La verdad es que están cañón. La dos tienen novio. Cada una uno, claro. No el mismo. Y yo me imagino que mantenían cibersexo con los novios, como hacía yo con Berta, y bueno luego salían cachondonas perdidas.

A mí una tarde, Carla, me provocó una erección como no la había tenido en la vida, al menos que yo recuerde. Salió de su cuarto y se sentó justo enfrente mío. Cruzó las piernas de tal formas estilo indio sentado, que de momento pude ver la tela de su tanga rosa visiblemente mojada. Pero no solo eso, no se si por efecto de la humedad, de la posición, o que ella hacía algo con el tanga en la parte alta, el caso es que se le iba metiendo por la raja, hasta dejar los dos labios al aire. Tuve que escapar al lavabo a calmar mi erección. Pero no solo era yo. Más de una vez pillé también a mi padre mirando al mismo sitio que miraba yo. Bueno, serán mucho hermanas o hijas, pero que coño somos humanos.

Afortunadamente, supongo, el tema no se desmadró en ningún momento y pudimos terminar el confinamiento de una forma digna.

Los reencuentro, en muchos casos furtivos una vez terminado el confinamiento, supongo que tuvo que significar la eyaculación de litros y litros de semen en toda España, si es que fuera cuantificable.

Con la fase 2, ya pude volver a subir a casa de Berta y ella a la mía. Una de las primeras veces que subí a su casa, y que sus padres habían salido a comprar algo, Berta se me puso en plan misterioso y dramático como la gusta a ella.

“Gordito”, me dijo.

Una mierda. Yo no estoy gordito. Mido 1,85 y peso 78 kilos. Es cierto que algo he cogido en el confinamiento. No es lo mismo hacer alguna tabla de gimnasia en casa, que machacarte en el gym o jugando al basket con los colegas.

“Durante este confinamiento, tengo el presentimiento de que algo raro ha ocurrido con mi madre”, me siguió diciendo.

“Explícate”, la dije, suponiendo que era una de sus paranoias de las muchas que tenía

“Como ya te he comentado otras veces, ella es enemiga de todas estas nuevas tecnologías, tablets, ordenadores, etc. El móvil solo llamar y wasap. Sin embargo, más o menos a la mitad del confinamiento, ha empezado a demostrar un inusitado interés en saber cosas que antes le eran indiferentes.”

“Bueno, y ¿que le ves de raro?. Durante el confinamiento ha habido mucho tiempo libre, había que ocuparlo en algo”, la respondí.

“Ya, si a mí incluso me hizo gracia las primeras veces que me preguntó y que me hizo meterme con ella en un chat a ver cómo iba eso. En cuanto la dijeron las primeras guarradas, se ruborizaba y se salía. Pero ya sabes que es muy metódica, para algo es jueza, y apuntaba todo. Y luego, claro cuando estaba sola pues volvía a entrar. Bueno no me consta eso, pero podía hacerlo perfectamente”, me dijo ella cada vez más embalada.

“Bueno, bien, y donde está el problema?”, la dije.

“Digamos que su carácter empezó a cambiar. La notaba como más reservada, más huidiza, como más ida. No tardé en relacionar su estado de ánimo con el chat, o con internet en general, así es que decidí vigilarla, por decirlo de alguna forma”, me dijo ella toda digna.

“Pero que cotilla. Jajajaja, y que descubriste?”, la pregunté sin poder contenerme la risa.

“Bueno la única pista que dejaba, era el historial de los navegadores. No la enseñe a borrarlos. Un día que se fue a la compra, entre y estuve cotilleando. Me encontré con vínculos a páginas por supuesto de contenido sexual”, me dijo muy indignada.

“Mujer no querrías que estuviera viendo a Heidi”, la dije bromeando.

“No seas tonto, hombre!!”, me dijo un poco enfadada, “ los links eran de películas de dominación, bdsm, sado, incluso zoofilia”

“Vaya con Estefanía”, la dije.

Estefanía, la madre de Berta, era una cincuentona de muy buen ver. Tanto en la piscina como en la playa, lucía un tipo que para su edad, estaba tremenda. Mejor que la hija, vamos. Pero eso no se lo iba a decir.

“Vale, está un poco salidilla, y que?, la pregunté.

“Hace un par de días la mire el wasap. No suelo hacerlo, pero me pudo la curiosidad. Leí una conversación, me llamo la atención porque ponía mama, y mi abuela ni de coña usa el wasap. Y le pille la conversación. Me la reenvié y te la paso a ti para que la leas. A mí me da hasta vergüenza enseñártela”, me dijo enviándome la conversación.

Abrí el wasap ahora ya si con curiosidad, y leí.

NOTA DEL AUTOR

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“Buah!!!!, se me ha puesto la polla como una morcilla. Joder con la Estefy que polvazo tiene la muy zorra”, no pude evitar decir.

“Oye gilipollas, que es mi madre, no veas las fotos solo el texto y además ha preguntado por mí el anormal ese”, me dijo Berta alterada.

“Ya bueno, si, no pude evitar ver lo buena que esta la suegrecita. Pero ya. Ya pasó. Y que quieres que haga yo?”, la pregunté.

“Mira, verás?”, me dijo cogiéndome de la mano y dirigiéndonos hacia las habitaciones.

Guau, pensé para mí, se ha puesto también cachonda y vamos a echar un polvo. Vi que nos dirigíamos al dormitorio de los padres. El colmo del morbo follar en la cama de ellos. Entramos, y no, no era para eso.

“Mira”, me dijo abriendo un cajón lleno de jerséis.

“Increíble, un cajón lleno de jerséis”, la dije con sarcasmo.

“Si, claro pero antes estaba lleno de lencería. De su ropa interior. He mirado por todas partes, y nada, en armarios, en sitios escondidos, y nada de nada. Además he notado que en alguna ocasión ha cogido algún tanga mío”, me dijo muy digna.

“O sea, que está desobedeciendo al Amo? Como se entere le va a poner el culo bien rojo, jajajaja”, la contesté sin poder contener la risa.

“Pues vaya ayuda que me he buscado. Yo soy la que no tengo ni idea de que hacer, pero no puedo dejar que mi madre haga todo lo que le ha dicho el tío ese que va a hacer. Y lo malo es que el 25 es pasado mañana, joder, y no sé que hacer”, dijo Berta empezando a lloriquear.

“Bueno, bueno, a ver no dramaticemos. Vamos a ver las opciones. Descartamos hablar con ella o hablar con tu padre o con los dos, no?”, la dije.

“Joder, yo que sé”, dijo Berta descorazonada.

“A ver, se me está ocurriendo algo. Pienso en voz alta y me dices luego que te parece. Supongamos que podemos hacernos con el móvil de tu madre, el tiempo necesario para meterla un troyano. Bueno básicamente sería un ficherito, que actuaría de cortafuegos entre ella y el pollo ese. Es decir cuando vuelva el tio ese, y la escriba, realmente recibiríamos nosotros el wasap, y podríamos contestarle, cortando el tema. Estaría solucionado con el Amo, pero quedaría tu madre. Podríamos hacerla creer que habla con él, pero ella querría su adiestramiento en el dungeon ese, y ahí nos perdemos”, la dije.

“No está mal pensado. Nada mal. Cuanto tiempo necesitarías su móvil para meterle el troyano?”, me dijo Berta más animada.

“Eso es un momento mandárselo por bluetooth y ejecutarlo. Ponle dos minutos”, la dije.

“O sea que podemos estar en casa cuando, por ejemplo, se meta a ducharse, y aprovechar ese momento, no?”, me dijo Berta.

“Si, yo te enseño a hacerlo. Lo haces tú, y yo me meto a ducharme con ella. Así la entretengo, jaja”, la dije jugándomela claramente.

“En serio serias capaz de follar con ella?”, me preguntó.

“A ver nena, que estoy de coña”; la dije yo para salir del trance.

“No, no en serio. Serias capaz de follarla?”, repitió ella.

“Que si hacemos lo que has dicho, efectivamente nos hará falta un amo, alguien que la domine, que la folle”, me dijo con una naturalidad que me sorprendió.

“Vale, vale, veo por donde vas. Y a ti no te importaría que fuera yo quien me hiciera pasar por el amo de tu madre, follándola incluso?”, la pregunté relamiéndome.

“Claro que me importaría, pero este sería el típico caso en que el fin justifica los medios”, dijo ella con aparente seguridad.

“Perfecto”, le dije yo, ”pero hay un problema. El tío habla de llevarla a un dungeon. De donde lo sacamos?, yo en mi cuarto como que no puedo dominarla”, la dije.

“Ya en eso tienes razón. Podríamos llevarla a alguna local abandonado o alquilado o yo que se”, me dijo ella de nuevo desanimada.

“Sí pero haría falta material, ya sabes, para azotarla, y esas cosas. Es lo que esperará”, la dije.

“Sí, sí, tienes razón no se puede hacer”, me dijo ella tirando la toalla.

“Bueno déjame darle un par de vueltas, y mientras preparo el troyano por si acaso. Ok cariño?, la dije dándole un morreito para calmarla.

CONTINUARA