Termine confinada con mi hermano mayor y la pasamos muy bien
Tumbada en esa cama no dejaba de darle vueltas a como había llegado ahí, a esa situación. Y recordé el preciso instante en el que todo empezó, con mamá al teléfono.
—Si mama, nos hemos peleado, no te preocupes buscaré un sitio donde quedarme. No, no puedo mudarme contigo, aunque trabaje desde casa por lo del maldito virus, vives demasiado lejos –le explicaba a mi madre tras contarle mi disputa definitiva con Javi, mi pareja.
Sin saber muy bien un como solventar la papeleta, en pleno confinamiento, pero con las ideas claras, no podía seguir viviendo con él, aunque hubiéramos decidido que por la situación podía quedarme los días que hiciera falta.
En los siguientes días la cosa se ponía cada vez peor, hasta que mi madre volvió a llamar, según ella con una solución:
—Cariño, ya lo he solucionado, puedes mudarte con tu hermano
—Mamá, ¿Cómo se te ocurre?
—Él, ya lo ha aceptado. Te espera mañana, no discutas con tu madre, haz las maletas y pasa de ese tío. Ya sé que vivir con tu hermano no te apasiona, pero solo serán unos días, hasta que puedas encontrar algo, que en estos días no puedes hacer por el confinamiento.
Y así fue como a pesar de las diferencias que siempre había tenido con mi hermano, terminé en su casa.
Que no es que nos lleváramos mal, simplemente apenas nos llevábamos, por carácter, por la diferencia de edad (casi veinte años) él fue la causa por la que mis padres se casaron a los dieciocho y yo un escape, a los casi cuarenta. Apenas convivimos, ya que al nacer yo él se fue a estudiar fuera, cuando volvió apenas tenía tiempo para una cría, luego se casó, mientras yo crecía y cuando mi padre murió de alguna manera él, se encargó de “nosotras” aunque en la distancia de vivir en otra ciudad, de la regreso tras su divorcio.
Me recibió con cara de pocos amigos e intuyendo claramente la presión a la que le había sometido mamá le dije:
—Lo siento, solo serán unos días Claudio –le dije apenada por la situación
—No pasa nada Alejandra, anda pasa te diré cuál es tu habitación
Las dos primeras semanas nos amoldamos bien, apenas nos veíamos en las rutinas en las que habíamos convertido los desayunos libres, las comidas que él se encargaba de preparar y las cenas que preparaba yo, como establecimos desde el primer día. Había una lista de la compra y a pesar de sus quejas yo, cada viernes dejaba el dinero de una parte y él, la hacía por teléfono.
Pero esa misma noche algo había cambiado. Todo empezó cuando salí de la ducha antes de cenar y le oí por el pasillo, él estaba en su habitación y hablaba con alguien, un hombre por la voz:
—Que sí, ahora vivo con mi hermana, o sea que olvídate lo de saltarte el confinamiento y montarte es bacanal en mi casa… ¿No te lo crees? ¡Pues no sé cómo explicártelo ya!
—Te hago una video llamada y me enseñas a esa presunta hermana –oí la otra voz, justo antes de oír a mi hermano maldecir.
Aun sonreía cuando mi hermano se asomó por la puerta….
—Perdón, pensaba que estabas vestida –dijo al verme solo con el albornoz
— ¿Quieres algo?
—Veras…es que no sé cómo…
—A ver hermanito, dame un minuto y salgo al salón a saludar a tu desconfiado amigo…y si no me mires con es cara, desde aquí se oían tus maldiciones…
Al fin pasaba algo divertido y yo tenía demasiadas ganas de divertirme un poco, por lo que saqué del armario mi pijama más escueto, que consistía en un pantaloncito de esos que apenas cubren el culo y una camiseta de tirantes, que debí comprar una talla más por el escote, y salí al salón.
Ya valió la pena, solo por ver la cara de mi hermano cuando aún sin mirarme había empezado a girar el móvil diciendo, “por ahí viene mi hermana, desconfiado”, y al mirarme se le cambio la expresión.
—Hola, amigo de mi hermano, soy Alex…encantada –le dije agachándome un poco, lo cual dio a ambos una visión más amplia de mi escote.
—Hola Alex, encantado, ¿Te puedo hacer una pregunta?
—Claro
—Si eres su hermana. ¿Quién de los dos es el adoptado? Porque o es eso, o tu madre mejoro mucho la maquina con los años…encantadísimo de conocerte Alex.
—No te pases colega –dijo mi hermano mientras yo me reía
Y para rematar la cosa me apoye en sus muslos y lancé un beso al móvil despidiéndome
—Tato, el horno ya está caliente, voy meter las pizas, no tardes -y dándome la vuelta fui descalza y de puntillas contoneando bien mis caderas hacia la cocina, seguida por el móvil que mi hermano giraba, y por su propia mirada
Cuando volvió estaba hecho una furia y mientras ponía la mesa como cada noche mientras yo sacaba las pizas me dijo:
—A que jugabas vestid así, ahora mi amigo piensa que vivo con una loba en vez de con mi hermana pequeña.
—tampoco es para tanto, ¿puedo ser tu hermana pequeña y una loba no?
—Hoy estas…imposible –dijo cabreado empezando a comer
—Venga no te enfades, solo quería divertirme un poco –le dije y al final de la cena
— ¿Y tú opción a divertirte es poner a mi amigo al borde del infarto? –dijo quitando y la mesa
—Lo siento –le dije apoyando mi mano en su hombro
—Déjalo, estaré en mi despacho, tengo un montón de cosas que hacer antes de acostarme –dijo escabulléndose
Y así llegamos a esa cama donde no dejaba de darle vueltas a todo, pero sobre todo predominaba esa mirada de mi hermano, el calor cuando puse mi mano en su hombro, la tensión, las ganas que tenía en ese momento de acción y como sin darme apenas cuenta, mi mano se coló bajo el pantaloncito, como busqué entre los labios de mi sexo mi clítoris y empecé a estimularlo, sin prisas… como al rato oí sus pasos en el pasillo y preguntándome como dormiría, adelanté dos de mis dedos y me penetré con furia, entrando y saliendo de mí ya encharcado sexo, añadí un tercero oyéndole, imaginándole, sintiendo como el orgasmo se acercaba y finalmente me corrí, pensando que eran los dedos de mi hermano los que me daban placer y terminé mordiendo la almohada para no gemir mientras me corría como hacía tiempo que no sucedía.
Al día siguiente, hasta mirarle durante el desayuno me daba vergüenza, recordando lo que había hecho la noche anterior, pero no había marcha atrás, algo había cambiado con mi juego, con su mirada, con mi masturbación… ya no era capaz de cruzarme por la casa con mi hermano, ahora cada vez que nos encontrábamos, me cruzaba con un macho, con el que empecé a fantasear y a desear, olvidando quien era un poco más cada día.
Y todo eso trajo otras consecuencias como mi manera de vestir por ejemplo, dejé de lado mis pantalones largos de pijamas y camisetas y aprovechando el calorcito de la calefacción, empecé a usar mis pijamitas del estilo de la noche de la llamada y similares, disfrutando cada vez que cazaba a mi hermano mirándome, cuando creía que no me daba cuenta. Otra consecuencia eran los continuos roces, que yo misma procuraba que sucedieran, sobre todo en la cocina que era donde pasábamos más tiempo juntos.
—Creo que la semana que viene ya podremos empezar a salir un poco –dijo a finales de esa nueva semana
—Eso he oído, aunque aún no lo tienen claro. Debes estar loco por salir de aquí y ver a tus amigos y amigas –le dije
—Tampoco creas que soy muy sociable, aunque esto me está matando, estar encerrado…
—Y conmigo…puedes terminar la frase hermanito –le dije poniendo cara de compungida
—No es por ti nena, al contrario creí que nos llevaríamos peor
—Yo también, aunque tampoco hay mucho tiempo para pelearse, en cuanto comemos te escabulles a tu despacho y de este a tu habitación, que por otra parte no es raro que te aburras
—y ¿qué quieres que vemos la tele, que cantemos en el jardín?
—Por ejemplo
—Pues siento decirte que no soy muy de tele y en el jardín pocos días cantarías, con la poca ropa que llevas siempre, cogerías un trancazo el primer día –dijo alegrándome el día con sus palabras
— ¿Te parece mal como voy vestida? Si solo estamos tú y yo, voy cómoda
—No es que me parezca mal y más que vestida la mayoría de días vas desvestida y si tu estas cómoda…
—No lo estas tu
—Dejemos el tema Alex, ve como quieras, no quiero discutir sobre tu ropa o falta de ella –y salió de nuevo de la cocina hecho una furia.
Esa noche volví a masturbarme pensando en él… en sus manos, en su olor, como cada noche era costumbre ya, pero esa noche algo cambió, nada más empezar mi sesión de amor propio, oí un ruido en la habitación contigua. Un gemido ronco… ¿Mi hermano se estaba masturbando?
Mi ventana estaba junto a la suya, me acerqué y agudicé el oído para oír sus gemidos inconfundibles, que devolvieron mi mano dentro de mis bragas, sus jadeos subieron de intensidad, de rapidez y mi mano aceleró con ellos…mordí mis labios pero no acallé mis gemidos, sentada bajo la ventana gimoteé mientras me corría y sus gemidos cesaron unos segundos, se hizo el silencio, luego unos pasos, y de repente oí de nuevo su respiración, esta vez más claro, más cerca, sus gemidos ahora sin amortiguar y mis dedos volvieron al ataque, me penetraba con furia al ritmo de esos ruiditos, y finalmente sin frenos gimoteé un “me corro” y justo antes de estallar mi orgasmo… pararon los ruidos, oí un bufido y supe que él también se corría conmigo, al otro lado, junto a su ventana.
Al día siguiente ninguno de los dos tenía prisa por salir, al final le oí y salir a desayunar.
Nos miramos un momento y sin hablar optamos por el camino más corto, el de no hablar de lo sucedido, como si el no hablarlo pudiera mitigar lo sucedido, que en el fondo a ambos nos avergonzaba en frio.
Pero llegó de nuevo la noche y a pesar de repetirme que estaba mal durante más de media hora, que era mi hermano, terminé sucumbiendo a lo que deseaba, por encima de lo que era correcto y acerqué el sillón a la ventana, abrí esta ostentosamente y me senté esperando una respuesta, pasaron los minutos, de alguna manera hasta esperaba que él pisara el freno, casi con la misma intensidad que deseaba que se abriera su ventana. Pero no pasaba nada, hasta que pasó, oí pasos en su habitación, el arrastrar algo y finalmente cuando ya me decidí a volver a mi cama y saciar mis ganas en silencio, oí su ventana.
Mis labios se curvaron en una sonrisa primero y luego los mordisqueé cuando mi mano se coló de nuevo entre mis piernas, esa noche sin nada que frenar el avance de mis dedos entre los pliegues de mi sexo ya empapado, que fue mojándose más con mis caricias, con su respiración entrecortada, con el inconfundible sonido de su masturbación, justo ahí, con solo un fina pared que nos separaba. Y subió la intensidad de mis caricias, y la de mis jadeos, en nada me planté a las puertas del orgasmo, que no estaba dispuesta a frenar ni a callar.
—Me corro –gimoteé entre espasmos
Y cuando mi cuerpo aun temblaba oí:
—No pares Alex, sigue tocándote para mí, quiero que vuelvas a correrte, llevo todo el día pensando en esto, deseando esto. Qué coño, llevo días, semanas…córrete conmigo Alex…
Y mis dedos ahora me penetraban con furia, sus palabras nublaban mis sentidos…
—Hace días en los que no sé lo que es estar una hora seguida sin una erección, cuando llega esta hora me duelen las pelotas…
Joder, como me estaba poniendo oír a mi hermano en esa versión, con esa voz pastosa, con esa respiración…
—No puedo más Alex, voy a córreme, y quiero volver a oírte…desde ayer no pienso en otra cosa que oír tus gemidos…
Y le di lo que pedía
—Sí, me corro, me corro, me corro…
—Y yo Alex, y yo pequeña…
Joder había sido el orgasmo más intenso que recordaba, mi cuerpo temblaba cuando regresé mi cama y me dormí con cara de idiota.
Esa mañana durante el desayuno de nuevo en silencio, mire a mi hermano y me a pesar del placer me arrepentí al ver su estado, parecía cargar con el peso del mundo sobre sus hombros, le sabia arrepentido y aun así no podía evitarlo, cuando nuestras miradas se encontraban sonreía tristemente y sus ojos recorrían mi cuerpo, y los míos el suyo, y ambos recordábamos…y ser hermanos nos alejaba de ese deseo, pero no conseguía borrarlo… entonces sonó su móvil y abandonó la cocina.
No volví a saber de él hasta que le oí trajinar por la cocina y me asome como siempre a pedir que había de comer.
—Ha llamado el pesado de mi amigo, según él está por el barrio y pide si tenemos un plato de comida para el total que solo vienen a fisgonear.
—Voy a cambiarme –le dije al ver que miraba mi atuendo descocado como siempre.
—Gracias Alex
Llego al mediodía, era simpático, pegajoso y algo pesadete, más joven que mi hermano, eran compañeros de trabajo y no paró de tirarme los trastos.
— ¿Quieres dejarla en paz, crees que va a seguirte? ¿No ves que pr ella somos unos carrozas?
—Habla por ti, yo soy más joven
—Cinco años…
—Vamos chicos haya paz, sois ambos unos maduritos interesantes, muy majos y divertidos
—Eso equivale a “vete a tomar por culo” –dijo el amigo y mi hermano se rio como nunca.
Tomamos café, ellos unas copas, terminamos jugando a las cartas y ya a última hora de la tarde, él seguía allí, yo dije que iba a ducharme y él se ofreció a invitarnos a cenar piza, mi hermano vencido viendo que no pensaba irse acepto, y cuando quisimos darnos cuenta eran casi las doce y estaban ambos más que contentos tras un intenso día de relax y charlas, después de tantos días aislados.
—Vamos hay un habitación libre, no puedes conducir en estas condiciones, voy por un pantalón corto para que duermas…pero mañana te vas y no quiero verte en semanas –le dijo mi hermano de cachondeo correspondiendo al abrazo de su amigo.
—Macho, eres mi mejor amigo –dijo el otro con voz pastosa por el pasillo
—Veras que resacón mañana colega
Y cuando este entró en el otro dormitorio mi hermano fue al suyo y asomándose al mío dijo:
—Es un buen tío, a veces se pone pesadete, pero es majo. Lo siento, voy a por sus cosas antes de que venga él…
—No pasa nada, yo solo siento que me deje sin ventana hoy –y su sonrisa pícara me calentó casi tanto como sus gemidos.
Me metí en la cama sonriendo pero frustrada, ya que acaba de descubrir que tocarme sin oírle había perdido interés para mí.
Es noche pensé mucho en ello y pesar de intentarlo, no podía evitarlo, le deseaba y eso era más fuerte que el saber que estaba mal, o quizás hasta lo multiplicaba y el morbo de ser mi hermano lo hacía aún más salvaje todo, pero necesitaba que me tocara… y pensndo en eso me quedé dormida.
Al día siguiente oí ruidos tempranito y les oí hablar en la cocina, me levanté y tomaban café. El amigo tenía cara de haberle pasado un tren por encima.
— ¿Cómo han amanecido mis maduritos interesantes?
—No tan bien como tú, por desgracia –contesto el amigo mirando mis piernas desnudas, y tiré instintivamente de la camiseta
Mi hermano hizo lo mismo cuando este volvió a su café y a su Tablet un momento, y yo solté la camiseta y me mordí el labio manteniéndole la mirada oscura, hasta que volvió a hablar el otro.
—Bueno no me iría…
—Pero tienes que hacerlo –exageró mi hermano pomposamente de cachondeo
Y mientras su amigo volvió a la habitación a terminar de arreglarse para irse, yo aproveché para liar un poco a mi hermano, para seguir donde nos había interrumpido… en esa mirada cargada de deseo.
Me di la vuelta y me agaché, procurando que mi camiseta subiera, para enseñarle bien mi culo, luego volví a la mesa y dejé que la holgada tela se escurriera de un hombro mientras retiraba cosas de la mesa ante él y me agaché para que tuviera una visión completa de mis tetas.
— ¿Eres consciente de que si hubiera estado ahora mismo ese aquí no se habría ido ni con agua caliente? –dijo mi hermano sin disimular el deseo en su mirada
—Pero no está, solo estas tu –seguí mi juego, retándole
—Hermanita, estás jugando con fuego y vamos a quemarnos
—Tengo after sum y una cremita muy buena para las quemaduras y roces –le dije con una voz que ni me reconocía agachándome aún mas
—Joder, va irse en unos minutos y él es lo único que me frena ya de no subirte a esa puta mesa y que tengamos que bañarnos después en esa crema como mínimo
Y entonces ante su mirada de estupor, roce sus labios, me erguí, me coloqué la camiseta, le di la espalda y casi en el pasillo, para que ambos me oyeran le dije a su amigo:
—Vas a llegar tarde a trabajar, es tardísimo, ¡vamos!
Y pude oír la sonora carcajada de mi hermano detrás de mí, mientras su amigo salía a toda prisa.
Yo volví a la cocina escuchando, le preparé otro café como a él le gustaba, descafeinado y con la leche fría.
Agudicé el oído y le oí andar por el salón, el silencio de su quietud en el que podía notar sus dudas y de nuevo sus pasos alejándose en sentido contrario, sabía que lo deseaba igual que yo y no estaba dispuesta a dejar pasar el calentón de mi hermano.
—Te he preparado otro café Claudio, ¿vienes a por él? –le grité
Y mientras se acercaba me senté en la mesa, separé los muslos y coloqué la taza entre ellos.
—Alex –dijo recorriendo mis piernas en ascenso, hasta llegar a mis muslos, a su café.
—Dijiste que solo tu amigo hacia que no me subieras a esta mesa…y tuviéremos que ducharnos con la cremita. Tu amigo se ha ido, yo ya estoy en la mesa, necesitas este café y yo darme una ducha y no me importa que sea en crema… ¿Qué puede salir mal? –le dije poniendo morritos
Durante unos segundos que se me antojaron eternos creí que iba a darse la vuelta y largarse, sus ojos, su mirada encendida…incluso cuando dio dos zancadas, y se plantó ante mí, agarrando la taza de entre mis muslos, intentando apenas rozar mi piel con sus nudillos, aun en ese momento pensé que se iría…pero dio un trago largo sin dejar de mirarme a los ojos y entonces supe que no se iba a ninguna parte, justo en ese instante antes de dejar la taza a un lado y agarrarme del pelo para echar mi cabeza ligeramente hacia atrás e inclinarse para comerse mi boca.
Separé las piernas más y él se coló en medio, me aferré a su cuello y nos devoramos como si llevarnos meses hambrientos, sedientos y solo nuestras bocas calmaran esa desesperante necesidad mutua. Su saliva mojaba mis labios, mi cara, mientras yo lamia su lengua, sus labios…chapoteando en su boca, mientras me fundía, me abrasaba, me desbordaba…
—Alex esto es una locura
—Si hermanito, me vuelves loca en eso tienes razón
—Esto no está bien –dijo tras un suspiro, sobre mi boca
—Iremos al infierno, pero estoy dispuesta arriesgarme si follas la mitad de bien que besas
—Ya debemos estar en el infierno hermanita, porque yo estoy ardiendo –dijo tras una sonora carcajada
—Entonces lo mejor ser que te quites ropa, yo también noto el calor que hace en este infierno
—Pues si yo te he llevado al infierno hermanita, al menos no quiero que lo pases mal, deja que alivie el calor –dijo subiendo mis brazos
Subió mis brazos por encima de mi cabeza, mientras se doblaba y subía ahora mi camiseta…dios sus labios besaban, su lengua lamia y hasta sus dientes mordisqueaban cada porción de piel que desnudaba, mis lados, costillas, mi torso… No sé cuánto tardó en sacarme la dichosa camiseta por la cabeza, pero toda mi piel ardía húmeda de su boca y cuando creí que no podía ser más rico, vi su mirada pervertida, su sonrisa diabólica mirando mis tetas…
—Joder hermanita –dijo antes de dar un lametón a uno de mis duros pezones, luego el otro…
Joder, ¿es que iba a matarme de placer? todo me daba vueltas y aun no me había quitado las bragas.
Aproveché entre un gemido y otro, mientras chupeteaba mis pezones para tirar de su camiseta, para sacársela a tirones mientras se quejaba cuando apartaba su cara del manjar en el que se habían convertido para el mis tetas, aun así se irguió para que le desnudara el torso y a pesar de sus quejas, me lancé a devorarle, a lamer sus tetillas, a retorcerme sobre la mesa para chupetear sus pequeños pezones…y morderle.
—ufff como me tienes cariño –dijo mi hermano con voz ronca rozando con sus nudillos mi braga
Yo deslice el culo, me frote contra estos sin dejar de chuparle y él gimió…sus dedos apartaron la tela y ahora fui yo quien gimió, quien mordió su hombro cuando sus dedos hábiles recorrieron mi rajita.
—estas muy mojad Alex, que rica golfilla –dijo resbalando entre mis labios empapados
Y clave mis dientes en su carne cuando sus dedos me penetraron, lamí, chupé su piel cuando me follo con ellos y gemí como una posesa frotando mis pezones con los suyos mientras el pulgar estimulaba mi clítoris y no dejaba de entrar y salir con dos dedos, con tres…
—No pares, no pares…Dios voy a correrme
—Si nena, hazlo…córrete pequeña, córrete
Hundió sus dedos, buscó mi boca y uff…me corrí como una loca, temblando en esa mesa donde llevaba semanas comiendo casi en silencio, ahora gritaba sobre la boca de mi hermano que lamia la mía, la chupaba y hasta mordisqueaba mientras sus dedos me follaban sin piedad.
El placer aun recorrí mi espinazo cuando supe que quería más, y agarré su polla sobre el flojo pantalón, apreté su carne dura y él gimió, metí mi mano dentro y noté su calor…como palpitaba mientras le masturbaba ligeramente…
—Quiero polla hermanito
—Y yo necesito follarte cariño mío –dijo agarrando mi braga mientras yo sin soltar su polla subía el culo para que me las quitara
Volví a abrirme mientras sacaba su polla, él bajó su pantalón a medio muslo diciéndome:
—vamos chiqui, llévala a tu coñito caliente, deja que te la meta…me muero por follar tu coñito
Joder como me ponía oírle en esa versión, con ese tono cachondo en su voz…
Repasé mi rajita con su glande, mojándolo sin dejar de meneársela, frotándome cada rincón de mi vulva con su polla caliente y palpitante.
—Nena ya, no puedo más… –y quitando mi mano se la agarró el
La colocó en la entrada de mi cueva, presionó y agarrándome del culo me deslizó por la mesa mojada de mis jugos clavándome lentamente en su polla, hasta la mitad…
—Uff que caliente estas Alex… –dijo pellizcando la carne de mi trasero, poniéndome casi en el borde de la mesa
Abracé con mis piernas sus caderas entrelazando mis pies tras su culo, me aferré a su cuello, el metió las manos bajo el mío y empujamos a la vez las caderas golpeándonos… clavándome en el yo y el clavándose en mi…aullamos y nos follamos como posesos, sin pausa, contra la mesa por momentos, casi al aire y sujeta por sus manos… luego volvía a la mesa. Mis pies estaban en su culo, a los lados de sus caderas trepando y su polla martillaba dentro, fuera, dentro…joder, cada vez más rápido, mas adentro, fuera, calma, fuerte…joder, joder, joder…
—Voy correrme cariño, hay que… –grito mi hermano
—No te lo crees ni tu hermanito –dije intuyendo que quería aflojar para no correrse
Y froté mi clítoris en su pubis, restregué mi pelvis, él se hundió, entrelacé mis pies cuando note el temblor de su cuerpo y me corrí aprisionando su polla con los espasmos de mi orgasmo.
—Joder Alex, joder, me corro cariño, me corro
—Sí, no pares, no dejes de follarme –solloce
No sé si volvía a correrme o si era el mismo resurgiendo mientras su semen golpeaba las paredes de mi vagina, mi útero…pero volaba de nuevo como no lo había hecho jamás.
Solo entonces ambos fuimos conscientes del timbre de la puerta al mismo tiempo que saltaba el contestador:
“soy mama estoy fuera, me abrís y o voy a tener que tocar todo el día, sé que estáis ahí porque estáis confinados y os traigo comidita ricaaaaa”