Un castigo necesario y ejemplar

Otra vez, Izan se encontraba camino al despacho del director junto a uno de sus profesores. No había semana en la que Izan no cometiera alguna falta grave o tuviera alguna pelea. Esta vez, le había tocado a uno de sus compañeros recibir sus insultos y golpes. Izan caminaba despreocupado junto a su profesor, el cual trinaba de la rabia, aquel chico era capaz de conseguir que hasta el profesor más pacífico entrara en cólera y montase un pollo. Cuando estuvieron frente a la puerta del despacho del director, el profesor fue quién dió varios toques a la puerta, para ser abierto por el director después de un par de instantes, cuando la puerta fue abierta, el profesor se limitó a explicar que había tenido una conducta inadecuada y lo dejó allí para intentar continuar con su clase.

Tomás, el director, tomó asiento en su característica sofá, Izan se sentó en la silla para invitados resoplando, el no quería estar ahí, siempre era lo mismo, hacía cualquier cosa y ya estaba en frente de ese vejestorio.

— Y bien, ¿qué ha hecho esta vez señor Sánchez? — Indagó Tomás, el director de aquel instituto.

Izan resopló, le daba mucha flojera tener que contarle a ese vejestorio absolutamente todo lo que hacía o dejaba de hacer.

— … Le pegué a uno.

— ¿Y se puede saber con qué derecho se ve usted de agredir a un compañero? — Tomás intentaba hablar de forma comprensiva y relajada, no le gustaba gritar a los alumnos, pero en varias ocasiones lo había hecho con este en particular. Sánchez siempre era igual, estaba harto de tener que sacarlo de líos.

— ¡Empezó él! — Dijo Izan en su defensa.

— No me levantes la voz Izan, ¡sé civilizado y habla con respeto! ¡coño! Que ya estamos en bachillerato, no es obligatorio estar aquí, te he sacado de muchos embrollos a lo largo de todos los años que llevas aquí, pero como sigas así, ni expulsión temporal ni nada, expulsión definitiva. A ver, ¿a quién le pegaste? Y ¿por qué?

— Al marica de Joan, él me intentó besar, ¿qué querías que hiciera? — Izan estaba bueno, y él lo sabía, trasmitía un morbo increíble; tenía unas facciones muy definidas y masculinas, una cara bonita y una cuadrada sonrisa chulesca y pícara, la que usaba para engatusar a muchas chicas, haciéndolas sentir especiales con el objetivo final de llevársela a la cama. Muchos estaban a sus pies, incluido los maricones como él los llamaba.

A sus 45 años, Tomás llevaba 3 como director y 10 como profesor en ese instituto y conocía perfectamente el «modus operandi» de chavales como Izan. Él mismo, en su adolescencia, tuvo que lidiar con «capullos» como él que le hicieron la vida imposible (o lo intentaron) durante esos años. A esas edades es difícil aceptarse a sí mismo, aceptar el mundo que te rodea y hacerte responsable de ello y de tus propios actos y muchos chicos como Izan, pagan sus frustraciones con los que creen que son más débiles

— La violencia nunca puede ser la respuesta. No es la primera vez que hablamos de ello, pero parece que no aprendes. ¿Alguna vez has intentado besar a alguna chica? ¿Te parece que la respuesta adecuada hubiera sido pegarte por eso? — Preguntó Tomás para intentar cambiar la retrógrada mentalidad de Izan.

— Joder pero no es lo mismo… ¿Tengo acaso pinta de marica o qué? — Contestó Izan a la defensiva, para él, no tenía ni punto de comparación.

Tomás estaba hirviendo de la ira por dentro, cada vez que hablaba así de aquel chico (y de los gays en general) le entraban 20.000 males en el cuerpo.

— Pues ya que lo dices, no me parece demasiado normal esa «obsesión» por pegar a «maricas» como dices tú. No es la primera vez que tildas a alguien de homosexual para agredirlo como si una orientación sexual justificara una actitud violenta y, sinceramente, los «detectas» a todos.

Tomás estaba cada vez más enfadado con los aires de superioridad del alumno y a la vez, frustrado por no saber qué hacer ya con Izan. Izan se levantó de la silla totalmente alterado, su cara estaba roja a más no poder debido a una mezcla entre vergüenza e ira.

— ¿Perdona? ¿Qué estás insinuando? — Izan se sentía completamente ofendido.

— No insinuo nada. Es simplemente una hipótesis basada en la observación. Se llama método científico, y si hubieras atendido un mínimo en clase, sabrías lo que es. Y, ¡siéntate! No hemos acabado todavía. — Dijo rotundo el director alzando un poco la voz y mirándolo de una manera desafiante.

Izan había estado en ese despacho decenas de veces y lo único que tenía que hacer era hacer oídos sordos de lo que le dijeran y luego esperar el castigo que como mucho llegaba a dos semanas de expulsión que se tiraba en casa jugando a la play, fumando porros y viendo porno.

Pero esta vez, el tono del director era diferente, la mirada era más agresiva. Estaba realmente alterado, incluso había empezado a tutearle y eso le hacía sentir poderoso: había conseguido sacar de sus casillas al «frío» director Tomás, pero por otro lado, estaba entrando en un territorio inexplorado y algo de duda y … miedo (?) empezó a fraguarse en su mente. Pero no, Izan Sánchez no tenía miedo de nada ni de nadie, y menos de un pringao como Tomás.

— ¡Eh eh, te me relajas! — Respondió Izan con chulería, sintiéndose superior al propio director del instituto. —Ni tú ni nadie me va a decir que debo o no hacer, si le quiero pegar una hostia a ese maricón voy a hacerlo. No voy a cambiar mi forma de actuar solo porque un vejestorio amargado me lo diga.

Ahora sí que la había cagado, por primera vez, Izan iba a experimentar lo que era un castigo verdaderamente severo. Por primera vez, hoy no sería expulsado.

— Claro que te voy a decir lo que debes hacer, para eso soy tu profesor y tu director, y esta vez voy a tener que darte un castigo ejemplar y que no olvidarás en tu puta vida — Dijo el director alzando la voz en esas dos últimas palabras, levantándose de su silla e inclinándo su cuerpo hacia Izan, sin dejar de clavar su mirada en los ojos del alumno.

Por un momento, Izan que la había cagado. Pero, ¿qué podía pasar? ¿qué podría hacerle ese pringao?

Mientras el director dió la vuelta a la mesa de su despacho y se puso a dar vueltas caminando lentamente por el despacho con una malévola sonrisa en su cara, pasando por detrás de Izan, que no se dignaba a girarse. — Izan, Izan…¿qué vamos a hacer contigo? — Decía una y otra vez Tomás mientras caminaba.

Izan estaba confundido, ¿qué estaba haciendo ese friki? Izan se levantó de la silla dispuesto a salir del despacho, ya le llegaría a su madre el papel de la expulsión.

Pero cuando fue a salir, El Director se interpuso en su camino.

— ¿Qué coño haces tío? Anda quita, que me quiero ir. — Izan fue a salir de nuevo cuando el director lo empujó con su fuerte pecho, a sus 45 años, aquel director aún conversaba el buen cuerpo de su juventud.

Izan se encaró con él y le devolvió el empujón con su pecho, ¿qué se creía que estaba haciendo? Los profesores no podían tocar a los alumnos, ¿ese friki sabía que le podía denunciar?

El director sabía que se la estaba jugando, pero ese chico necesitaba una reprimenda ejemplar y se la iba a dar. Cerró con llave la puerta y dijo — Así mejor, no quiero que nadie nos moleste.

Izan empezaba a estar aterrorizado con la situación, podría denunciarle después, pero el director iba a darle una paliza. No iba a poder hacer mucho con su cuerpo delgado, fibrado, pero más de la delgadez que del ejercicio, ausente en sus hábitos y sus 1.68 centímetros de altura contra el director de 1.77 y mucho más fuerte y musculado, sin ser un culturista, se notaba que iba al gym aunque alguna que otra cervecita y comilona también «caía», muestra de su ligera barriguita de «fofisano».

Pero, ¿qué estoy haciendo? – Se dijo a sí mismo Izan – ¿Me estoy fijando en el cuerpo del director? ¿Se me está yendo la pinza o qué? ¡Al final me lo estarán pegando esos maricones! No, no puede ser. ¿Quizá tenga razón el director con eso que me ha dicho de la hipotenusa esa? – Se atormentaba Izan en sus pensamientos mientras notó como el director se puso delante suya, mientras permanecía sentado en la silla, a la que había vuelto tras el empujón, y notó como Tomás posó su mano sobre su hombro.

Izan sintió la mano del director posarse en su brazo, ¿quién se creía que era para tocarle? Pero, por muy molesto que estuviera, no dijo nada ante aquel tocamiento.

— Creo que tienes que relajarte un poco — Dijo el director empezando a dar una especie de masaje en los hombros y el cuello del alumno — Te veo muy tenso y luego pagas toda esa tensión con los más débiles…pero ¿Qué pasa con los que son más fuertes que tú? ¿También les pegarías por ser maricones?

Aunque en un primer momento, Izan estaba muy tenso, poco a poco, las palabras del director y su masaje empezaron a relajarle y a dejarse llevar. Tomás estaba intentando resolver la situación con el castigo que tenía pensado en su malévola mente, pero primero, tenía que relajarle, no quería gritos ni quejas chulescas. Su castigo iba a ser ejemplar, ejemplar y humillante.

Izan cerró sus ojos y empezó a sentir comodidad, relajación, como cuando se fumaba un porro. No era consciente que estaba en el instituto, en el despacho del director y que era este último quien le tocaba, no, estaba en otro lugar, no sabía donde pero era placentero y empezaba a sentirse un poco… excitado. Sí, el masajito «inocente» del director le estaba poniendo muy burro. – ¿Me está poniendo cachondo el director? – Pensó Izan asustado, su corazón empezó a latir fuertemente, se enrojeció su cara, su respiración empezó a ser más superficial y rápida y empezó a notar una presión en su bragueta que esperaba que no fuera a notar el director.

De e repente, Izan sintió que debía irse y parar aquello, no, el no era maricón. Empezó a sentir vergüenza y un poco de miedo, el director le estaba dando un masaje bastante sensual y raro, se sentía como un trozo de carne al que obviamente, querían comerse.

Su repudio a todo lo que fuese homosexual volvió a florecer debido a todas estas sensaciones que estaba experimentando con aquel masaje. Izan agarró el brazo del director con fuerza y lo apartó a la vez que se ponía de pie de nuevo.

— No me toques, ábreme la puerta, me quiero ir. — Dijo Izan con una sensación de nervios y miedo en el cuerpo.

A Tomás le molestó de sobremanera aquel desplante de parte de Izan, encima que intentaba hacerle un… castigo más suavecito. Nunca cambiará, seguirá siendo el mismo porreta chulesco de siempre. Ahora, iba a aprender a respetar a su director.

Tomás echó mano al paquete de Izán y notó su erección, apretándola fuertemente y diciendo — Pues esta no parece estar descontenta eh jaja. — Izan soltó un corto gemido, mezcla de dolor y del placer que le paralizó teniendo que echar la cabeza hacia atrás y cerrando los ojos. No podía creérselo, había tenido relaciones con chicas desde temprana edad, a los 12 ya había besado, a los 13 le hicieron una paja, a los 14 cayó la primera mamada y a los 15 ya supo qué era follar, pero aquella sensación era diferente, siempre había sido él el que llevaba la actitud dominante pero con el director los roles estaban cambiados.

Enseguida dejó de mostrar resistencia y se dejó hacer. Una vez pasado ese primer momento de éxtasis, y volviendo a la lucidez, pensó que si de esa manera el director le dejaría tranquilo, era «pecata minuta» (¿y esta palabra? ¿de donde la he sacado? ¿También me habrán pegado eso estos frikis maricones? – La mente de Izan en ese momento era como un potaje de verduras, demasiadas cosas juntas y mezcladas.

Tomás empujó levemente a su problemático alumno para que cayera sentado en la silla. Izan y su director hicieron contacto visual, Tomás le dedicó una pícara mirada, aquello le hizo sentir una corriente de electricidad desde su cerebro hasta la punta de su polla. Estaba realmente confundido, si al menos existiera la posibilidad de irse y seguir con su vida normal, pero Tomás no estaba por la labor, iba a darle su castigo sí o sí, si intentaba irse, Tomás era capaz de violarlo allí mismo.

Tomás comenzó a desabrocharse el pantalón ante la atenta pero temerosa mirada de Izan, sacando su semi erecto pollón moreno a pasear. La primera parte del castigo de Tomás iba a ser poner a ese niñato a mamar, por mucho que él no quiera.

— No, no, eso no. — Dijo Izan apartando su cara más por acto reflejo que por otra cosa.

El director cogió la cabeza del alumno con ambas manos y agachándose, posó frente contra frente y le miró a los ojos diciéndole:

— Sé que lo deseas, que tienes curiosidad y por eso molestas a los gays, así que, me vas a comer la polla y saldrás de dudas y si no es así y me equivoco con mi hipótesis, me da igual y me la vas comer igualmente, ¿te queda claro? No vas a salir de esta sala sin comerme la polla.

Esas palabras empezaron a sonar una y otra vez en la cabeza de Izan: «No vas a salir de esta sala sin comerme la polla». Esto no estaba saliendo como él pensaba, como mucho, pensaba que dejándose a sus tocamientos e incluso dejar que el director le chupara la polla, ya bastaría, pero chuparla él ya era demasiado. Pero, ¿qué podía hacer? Las palabras del director y esa actitud dominante le estaban derrumbando sus defensas, le estaban haciendo ver vulnerable. ¿Quién era ese que estaba sentado en la silla en el despacho del director? Verdaderamente no se reconocía a sí mismo.

Mientras todos esos pensamientos inundaban su mente, empezó a darse cuenta que el director tenía su polla fuera, morena, anchota de unos 16 centímetros en estado de semiflacidez y con bastante pellejo cubriéndola. ¿Cómo sería cuando se ponga del todo dura? ¿Qué se sentiría al tocarla? ¿Qué sabor tendría? La imagen de ese miembro cada vez estaba más cerca de su cara, de su boca, hasta que al notar su tacto en los labios, volvió a la realidad y apartó la cara intentando levantarse, pero las manos del director y un «Sientate, ¡coño!» le hizo volver a su posición inicial.

— ¿Qué parte de no vas a salir de esta sala sin comerme la polla no has entendido? Déjate de hacer el gilipollas y abre esa boquita de marica que tienes… — Dijo Tomás humillando a Izan a más no poder, destruyendo su orgullo de machito hetero, estaba deseoso de sentir los labios de ese niñato comerse su polla.

Después de ser humillado y vejado por el director, Izan asumió su destino. «Venga Izan, solo aguanta hasta que se canse, una mamada y ya». Asqueado y con ganas a llorar, Izan abrió su boca, listo para recibir el pollón del director invadir su cavidad bucal.

El primer contacto con su polla fue más desagradable por no saber lo que era que no por el contacto en sí. En realidad, la sensación primera fue como si le estuviera lamiendo o chupando un dedo o cualquier otra parte del cuerpo. En cierta manera, dio gracias a que el director fuera una persona aseada, no quería ni pensar que fuera como el guarro de su amigo Faisal, que no se duchaba en 3 o 4 días y a saber cómo sabría su polla circuncidada ¿De verdad estaba pensando en la polla de Faisal? ¿Qué me está pasando? – Reflexionaba Izan, mientras que la polla de su director entraba y salía parcialmente de su boca.

Izan empezaba a notar como iba creciendo y poniéndose dura en su interior y eso le gustaba. » Parece que le gusta y que lo hago bien, si es que soy un crack en todo lo que hago » – pensaba el adolescente. Con esa autoestima subida empezó a chupársela con esmero e incluso le pareció que el director soltó un gemido.

» Ya es mío » – volvió a pensar el alumno. Cada vez estaba más dura y cada vez le costaba más metérsela entera, por lo que cada vez chupaba menos longitud y más la puntita. Se preguntaba hasta cuándo dejaría de crecer esa anaconda y si era como la de las pelis porno que normalmente veía, que raramente bajaban de los 20 centímetros. Con cierta curiosidad, pero también con cierto miedo a que se enfadara su director, se la sacó de la boca y la cogió con la mano derecha para observarla, para verla vibrar. Acababa de meterse en su boquita el pollón de 21 centímetros de su director. Era como ver una peli porno de cerca, de muy cerca, de demasiado cerca.

— ¿Qué pasa? ¿Te gusta? Jajaja. Vaya marica estás hecho, venga, a tragar. — Tomás estaba encantado de la vida, la boca de aquel cani porreta era la gloria, que para ser un principiante, la chupaba de puta madre. El hecho de ver a su más problemático alumno del instituto agarrando su polla flipando con el tamaño y disfrutando de aquello le ponía muy burro.

Tomás se hizo a un lado para bajarse sus pantalones hasta el final, pero sin quitarselos aún de su cuerpo. Tomás agarró su cabeza y aunque era un principiante, eso no le importó, lo único que quería era humillarlo, comenzó a follarle la boca sin piedad moviendo brutalmente sus caderas y acompañandolo con su mano, el niñato se ahogaba.

Con sus débiles manos, Izan trató de empujarle para que le dejara respirar, golpeando aquellos muslos peludos hacia atrás, cosa que no pudo conseguir.

— ¡Agh!~ mghh — Inaudibles quejidos se escuchaban de parte de Izan.

En lugar de compadecerse, Tomás le empujó aún más profundo, Izan tenía toda la polla de su director en su cavidad bucal, el glande de aquel pollón rozaba su campanilla y su labio inferior rozaba sus huevos, casi no podía respirar.

Izan comenzó a lloriquear, parecía una de las tías a las que se follaba. Pero su entrepierna opinaba diferente, el rabo que tenía entre las piernas comenzó a ponerse como piedra. Tomás se compadeció un poco por su alumno y se la sacó de la boca para que recuperase un poco el aliento.

— ¡Ahg! ¡Que boquita tienes joder! Menuda puta. — Comentó Tomás.

Después de unos asfixiantes minutos (literalmente), Izan pudo respirar de nuevo con normalidad.

Cuando Tomás se sacó su polla de la boca del problemático alumno, su rabo lucía brillante aún con restos de las babas de Izan que se mezclaban con su líquido preseminal y la hacían mucho más imponente y apetitosa. Aquello estaba siendo mucho mejor de lo que había pensado al principio y se lamentó por no haberlo hecho antes. Tomás estaba felizmente casado con David, un enfermero que conoció hace unos años por una página de contactos gay llamada vacala, y aunque no solía poner cuernos, aquella ocasión la merecía y aunque se sentía algo mal, en realidad estaba haciendo justicia, por su yo adolescente y por todos esos gays que habían estado maltratados por Izan y por otros muchos como Izan.

Mientras Izan estaba intentando tomar aire y ser consciente de lo que acababa de pasar. Estaba tosiendo, con los ojos llorosos y con ese mal cuerpo que te queda en el cuerpo tras las náuseas, pero pese a todo, estaba orgulloso de poder haberse tragado ese pollón ya que siempre se quejaba que muchas ni siquiera se conseguían tragar su polla de 17,5 centímetros, ya a más de una le había hecho algo parecido a lo que le acababan de hacer a él. Pero él sí que había podido. Con eso empezó a ser consciente de su excitación y que, esos 17,5 centímetros estaban bajo su pantalón en todo su esplendor otra vez. Incluso podía notar una cierta humedad en la punta debido a que le salía bastante preseminal. Echó mano a su paquete para recolocárselo y el director se dio cuenta diciendo con un tono irreconocible: — ¿Qué pasa, a la putita le pone cachondo que le follen la boca? — Preguntó Tomás haciéndole dudar aún más a Izan de sus propios gustos.

Izan no sabía qué contestar a eso. Todo lo que pensaba, todo lo que había sentido hasta ahora en su vida, se estaba desmoronando. Era una sensación como estar en un sueño, en una película, en una peli porno, pero donde el protagonista era él, bueno, él y su director. Como respuesta lo único que se ocurrió, lo único que le apetecía en ese momento era tocar y admirar la polla de su maestro. Así que la cogió, primero tímidamente con una mano y luego con las dos y empezó a pajearla, esta vez sí, dejando salir ese capullo rojo tirando a violeta que brillaba y lucía apetitoso. ¿Apetitoso?, ¿Eso he pensado? – Reflexionó Izan – Sí que es verdad que alguna vez había probado su líquidos preseminal y le gustaba, era dulcecito. Le encantaba cogerlo con la punta del dedo y probarlo mientras se pajeaba o incluso dárselo a probar a alguna chica y después morrearse con ella y sentir el sabor de su preseminal en la boca de ella. Pero una cosa era el suyo y otra cosa el de otra persona.

Aun así, no dudo, lo cogió con un dedo y lo probó, tal y como se hacía a sí mismo y le supo aun mejor.

— Como veo que estás siendo bueno, voy a hacerte un favor, ponte de pie.

Tomás se quitó del todo los vaqueros que llevaba y los tiró a una esquina del despacho, quedándose con su blanca camisa y sus zapatos puestos. Izan se dejaba hacer, pensando que le iba a devolver el favor de la mamada, y tal y como estaba de cachondo, no le vendría nada mal. A estas alturas, ya no veía a su director sino a un cuarentón dominante que le ponía muy cachondo. Tomás se agachó y le bajó pantalones y boxers a la vez y la polla de Izan salió disparada hacia arriba, ligeramente curvada (rollo plátano) y con la punta medio descapullada y babeante..

— Vaya, vaya, que buena herramienta tiene mi zorrita, y babosita, como me gustan a mí — Dijo el director agachado con la cara a pocos centímetros de su polla.

Tomás la agarró fuertemente y otra vez le volvió a Izán esa sensación que tuvo la primera vez que le apretó su paquete apenas hacía unos minutos, aunque parecía que había pasado hace meses. Izán no pudo evitar gemir y estaba deseoso, necesitado de sentir la boca del director envolviendo su polla, pero su orgullo no le iba a permitir pedírselo. ¿Cómo se lo iba a pedir, si él no era maricón como los otros?

Izan salió de sus pensamientos cuando el director habló de nuevo.

— No te flipes, tal vez eso será para otro día, hoy hay que darte una lección ejemplar. — Y sin darle tiempo a Izan de reaccionar, le dio la vuelta a su alumno, le dobló el tronco, abrió sus cachetes y metió su cara lamiéndole el virginal y rosado culito de su alumno más conflictivo.

Izan no pudo evitar lanzar un alto gemido al sentir la boca de su director comenzar a devorar su culo. Dios mío, ni siquiera las putas que le habían chupado la polla le habían hecho sentir tanto placer como su director ahora.

A Tomás le daba mucho morbo tener a Izan, su problemático, porreta y homófobo alumno con su cuerpo de cintura para arriba acostado en la amplia mesa de su despacho mientras él era el encargado de probar por primera vez aquel virginal culo. Y encima, el cabrón estaba gimiendo como una puta.» Joder, maldito maricón, me está volviendo loco.» — Pensó Tomás mientras seguía comiéndole con ganas aquel culazo que su alumno se marcaba, sin nada de pelo excepto en su agujerito rosado, que tenía un par de pelos alrededor de él.

Lo que sentía Izan era muy difícil de explicar. Nunca había tenido esa sensación como de «derretirse» de placer. Se sentía indefenso, sumiso… ¿cómo había podido llegar hasta ahí? Pero lo importante no era el cómo sino en disfrutar cada uno de los segundos en los que notaba los labios de su director en su esfínter o su lengua introduciéndose a penas unos milímetros en su cavidad anal. Nunca, ni siquiera, había probado de tocarse ahí abajo mientras se pajeaba e incluso, una vez, una puta con la que folló en el barrio rojo (en el viaje de estudios en Amsterdam) intentó meterle un dedito mientras se la chupaba pero en seguida la paró. Eso era zona sagrada, intocable e inexpugnable.

Poco a poco, la lengua de Tomás se abría camino a través de su culo, milímetro a milímetro iba enterrando su lengua en su trasero, hasta que al fin notó las paredes de su culo a la vez que Izan exhaló un profundo:

— Oohh ~~

Tomás aceleró el ritmo a la vez que complementaba la comida de culo con un par de potentes nalgadas. Izan notó como su cuerpo se retorcía de placer, sus piernas temblaban, si no fuera por Tomás que lo sostenía con fuerza con sus grandes manos, se hubiese dejado caer al suelo. Tomás sentía que se quedaba sin respiración, ya que no había sacado su cara de ahí todavía, estaba demasiado engatusado con el culo de su alumno, pero todo merecía la pena con tal de oír los gemidos de Izan.

Tomás separó sus cachetes e introdujo más su lengua en él, explorando más profundo cada vez, Izan solo gemía y gemía. Tomás era un experto comiendo culos, ni su esposo ni los ligues que había tenido a lo largo de su vida se habían quejado nunca. De repente, Tomás retiró su cabeza para tomar aire, y ahí estaba , su alumno abriéndose el culo como una perra en celo, Izan no quería para nada que se cerrara.

Para Tomás, no era el primer culo que comía, y se notaba, pero la experiencia que estaba teniendo superaba mucho sus expectativas. No esperaba que le supiera tan bien el culito virginal de aquel macarra ni que disfrutara tanto y cambiara ese rol de «machito» al de sumiso entregado al placer. Izan no podía evitar soltar profundos suspiros y gemidos ante la comida de culo que le estaba haciendo su director. Tomás se dió cuenta de que aquel niñato estaba disfrutando más de la cuenta, a si que ahora tocaría volver a humillarlo y hacerle sufrir un poquitín. Separó bien sus cachetes con sus grandes manos y metió uno de sus largos dedos en el virginal ano de su alumno. Izan pegó un pequeño salto y levantó su cuerpo de la fría mesa de Tomás donde hace unos segundos tenía su cuerpo echado disfrutando del placer que este le proporcionaba.

— No, no, eso sí que no, me niego. — Dijo Izan volviendo a entrar en pánico, una cosa era comerle el culo, vale, pero… ¿follarlo? No, nunca. El alumno estaba aterrorizado. ¿Cómo había llegado a esa situación? ¿Cómo era posible que estuviera disfrutando como nunca había disfrutado en su vida? No sabía cómo se tomaría el director su negativa pero esperaba que, por el bien de todos, le bastara esa negación.

Tomás le miró furioso, Izan no estaba en las condiciones de exigir nada, aquí mandaba él, solo él. Tomás no iba a desaprovechar la ocasión de darle una gran lección al macarra. Nunca la iba a olvidar. Y por lo tanto, no se iba a dejar achancar por esa primera negativa de Izan. Volvió a mirarle con cara furiosa, lo volteó y doblegó el cuerpo del alumno sobre la mesa, ofreciendo éste una ligera falsa resistencia.

— Si crees que es mejor que no meta el dedo, no te preocupes, pero que sepas que has sido tú que lo has decidido así — Dijo Tomás mientras empezaba a restregar su duro miembro por el virginal agujero de Izan.

Los fluidos se mezclaban sonando un característico «chof» al converger el preseminal del director con la saliva del mismo ubicada en el esfínter del alumno. Izan al notar la polla de Tomás rozándose con su ano y oyendo aquellas palabras, la primera sensación fue de alivio, le estaba diciendo que no le metería los dedos y además estaba sintiendo otra vez ese gustito de antes mientras le estaba refregando… ¡¿su polla?! ¡No le iba a meter los dedos sino que directamente la polla! Le costó unos segundos reaccionar a todo aquello, como si el mundo fuera en cámara lenta. Entonces volvió a levantarse diciendo:

— No, no, eso no.

— Tú te estás ahí quieto y calladito. Te vas a enterar quién manda aquí — Dijo Tomás con ese tono agresivo y enfadado que tanto había achancado al alumno.

Izan se fue hacia la puerta y la intentó abrir, pero el director la habría cerrado con llave antes de empezar con el masaje. Izan no era consciente de lo ridículo que se veía desnudo de cintura para abajo y ni siquiera pensó que salir al pasillo del instituto así sería su sentencia de muerte. En esos momentos sólo pensaba en librarse de las «garras» del maricón de su director. Tomás sonreía con una risa maléfica, sabiendo que tenía el control de la situación.

— Ábreme o empezaré a gritar. — Amenazó el alumno.

Una risotada rompió los esquemas de Izan: — Ay, Izan, Izan… ¿has visto acaso qué hora es? Ya no queda nadie en el instituto, sólo Paqui, la señora de la limpieza y Aurelio, el de seguridad, pero los dos empiezan la ronda por el polideportivo y no te oirán.

Pese a la situación relatada por el director, Izan tenía que intentarlo y empezó a gritar: — ¡Socorro! ¡Me quieren violar! — Tomás se acercó y le tapó la boca agresivamente.

— ¿Te quieres callar la puta boca? — El Izan sumiso hizo acto de presencia y se dejó llevar por el macho alfa que tenía delante. — Te voy a follar ese culito tan apetitoso que tienes y si te duele, te jodes, así aprenderás a no meterte con los maricones, como tú dices.

Izan estaba aterrado, se le había ido de las manos. Con todo esto, su polla se le había bajado y toda la excitación se había desvanecido. Todo el morbo y sexo que emanaba en el ambiente se había desvanecido como cuando te dan una mala noticia o tienes un susto y vas borracho, que se te baja todo el puntillo. Ahora era totalmente consciente que estaba en el despecho del director, en su instituto, ante un desconocido con sed de venganza y no podía hacer nada. Ni siquiera se le pasaba por la cabeza emplear la fuerza ante Tomás, ya que no tenía nada qué hacer con su escuálido físico.

Al final, tendría razón el director y, ésta, iba a ser una experiencia que nunca olvidaría y de la que aprendería. Quizá no debería haber sido tan cabrón con esos otros compañeros de instituto. Ahora iba a pagar por todo ello, así que sólo le quedaba resignarse y aguantar. Ensimismado estaba Izan en todos estos pensamientos cuando notó un dolor desgarrador en su ano, como si se lo hubieran abierto con un cuchillo.

— ¡AAAAAAAHHH! — Gritó el alumno. — Tomás había aprovechado para inclinarle y dejar su culo virginal expuesto y sin apenas lubricación, únicamente con su saliva, le había introducido el capullo en el ano de Izan.

Tomás volvió a tapar la boca de su alumno de manera agresiva, sabía que nadie pasaría por allí a aquella hora, pero no podría arriesgarse a que Aurelio o Paqui hubiesen decidido cambiar hoy de ruta. Tomás era consciente de que se estaba jugando su puesto de trabajo, ese por el que había luchado durante años y que tan feliz le hacía. Pero si le atrapaban con las manos en la masa, al menos quería darle una lección ejemplar a aquel niñato.

Tomás sacó su capullo del culo de Izan para girar su cuerpo y acostarlo encima de su amplia mesa sin que Izan pudiera hacer nada para evitarlo. Tomás volvió a ensartarsela y a taparle la boca mientras iba metiéndole cada segundo más y más longitud de su verga.

— ¿Qué tal Izan? ¿Te duele mucho? — Preguntaba Tomás maliciosamente, sabiendo que Izan no podía responder ya que su mano se lo impedía, le encantaba humillarlo.

Izan no sabía si gritar, llorar, intentar defenderse o dejarse llevar. Todos esos pensamientos se iban sucediendo uno tras otro mientras sentía como su ano era invadido por el miembro del director. Nunca había sentido tanto dolor. Pero no sólo era el dolor físico, sino el dolor emocional. Se sentía utilizado, abusado como si fuera un objeto, una simple cosa para satisfacer el deseo sexual de su director, además se sentía dominado, muy pequeño, insignificante, como si su vida o su opinión no valieran nada, como una simple hormiga que matas con un dedo sin importarte nada.

— Te recomiendo que intentes relajarte un poco, si no, se te va a hacer muy largo Izan, porque yo no pienso parar hasta que me canse de follarte este culazo que tienes, ¿lo entiendes? — Dijo Tomás, dejándole claro a su alumno que nadie saldría de allí hasta que el quisiera.

Al escuchar aquellas palabras de la boca de su director, Izan supo que no había nada que hacer, solo podía aceptar su destino y dejarse follar como una simple puta de carretera.

Con el paso de los minutos, el sentimiento de humillación y sumisión al que Izan estaba siendo expuesto, pasó de desagradarle a ponerle cachondo. La sensación de ser un simple trozo de carne, de estar siendo usado como una puta barata por el macho de su director estaba siendo motivo para ponérsela dura como una piedra. El inmenso dolor y miedo que sentía minutos atrás se había desvanecido en su totalidad para dar paso a un dolorcillo muy cosquilloso y a un placer culposo.

Las sensaciones que había estado teniendo cuando su director le estuvo comiendo el culo le empezaban a invadir, pero no podía ser, era imposible que aquello le estuviera gustando, eso era «de maricones» y él no era uno de esos… ¿o sí? Además, notaba una cierta molestia pero a la vez placentera cuando su director hacía ese movimiento de «estocada» al meterla hasta el fondo. Eso debía ser lo que decían de la próstata y el punto G masculino. Su gemidos cada vez eran más de placer que de dolor aunque no quería aceptarlo. Igualmente, no podía hacer nada que dejar que Tomás terminara con ese castigo. Aunque ¿en realidad estaba siendo un castigo? Estaba descubriendo cosas de sí mismo que nunca hubiera supuesto y castigo o no, lo que sí que tenía razón el director es que ese día iba a ser difícil de olvidar.

Tomás retiró su mano viendo que Izan ya no mostraba resistencia y deslizó su mano hasta llegar al miembro erecto del alumno que «babeaba» como nunca lo había hecho. Todo lo que sospechaba se estaba confirmando y el macarra estaba disfrutando de lo lindo con esa actitud de sumiso. No quiso pajearle para no darle placer, o mejor dicho, no darle más placer de lo que parecía, por sus gemidos que le estaba dando.

Izan echaba para atrás su culito instintivamente en busca de más contacto con su director, se estaba volviendo más perra cada segundo que pasaba, Izan no se reconocía, parecía una de esas putas a las que se había follado. La sensación que Izan había sentido cuando su director agarró con su mano su babosa y dura polla era indescriptible, quería que su director le pajease, lo necesitaba.

— T-tomás… hazme una paja, p-por favor, tócame.. — Izan se dió vergüenza así mismo, le había pedido a su director que lo tocara, se lo había suplicado. Dios, al final iba a ser verdad aquello, era un maricón.

— Tú no estás aquí para recibir placer sino para darlo, así que, te jodes y mucho que te estoy dejando disfrutar de mi polla. — Izan aceptó las palabras de Tomás sumisamente, no podía contrariarlo. Tomás era el macho alfa y tenía todo el poder y control sobre él.

Tomás empezó a notar que pronto se correría y aunque en un principio pensó en correrse en su cara, dadas las circunstancias y cómo había ido avanzando el tema, finalmente decidió que se iba a correr dentro. Que dejaría marcado con su leche ese territorio anal hasta ahora inexpugnable. Izan empezó a notar como la cadencia de bombeo de Tomás estaba aumentando. Reconocía perfectamente ese tipo de velocidad que presagiaba que una corrida no iba a tardar en hacer acto de presencia. En otro momento le hubiera preocupado incluso le hubiera dado un asco espantoso que su director se corriera dentro de su culo, pero ningún pensamiento ni remordimiento invadía su mente en esos momentos. Sólo pensaba que estaba allí para complacer a su macho y hacerle correr era un premio para él mismo, demostrando que podía hacerlo bien.

Finalmente Tomás no aguantó más y tras un bramido y una última estocada, vació todo su semen en el ex-virginal culo del macarra. Uno, dos, tres, cuatro y hasta 7 trallazos de líquido viscoso golpearon contra las paredes anales e inundaron la cavidad del alumno. Al notar las embestidas y el gemido del director, Izan interpretó que se estaba corriendo e intentó llegar a su polla para darle un par de movimientos que le hicieran correrse también ya que no podía más. Pero un manotazo de su ya recuperado director le hizo volver a su rol sumiso y recordar que tenía prohibido tocarse.

— Ahora vístete y vete. Y espero que hayas aprendido la lección. — Le dijo Tomás mientras sacaba su polla de adentro deñ porreta de su alumno y comenzaba a vestirse.

Izan no tenía otra opción que agachar la cabeza y vestirse. Se sentía orgulloso, contento, poderoso por haber satisfacido a su director pero a la vez se sentía humillado y avergonzado y no se atrevía ni a mirarle a los ojos. Ninguno de los dos miró al otro, se vistieron, Tomás abrió la puerta con la llave que llevaba en el bolsillo e invitó a Izan a salir del despacho.

Izan quiso decir algo, pero optó por callar y salir del despacho de su director en dirección a su casa. Durante el camino se encontró a Aurelio, el conserje, el cual le preguntó que porqué estaba saliendo a esta hora del instituto. Izan miró el reloj y se percató de que ya eran más de las cuatro.

— El director me castigó por una pelea en la que me metí hoy… y hasta que no terminase el castigo, no podía salir. — Explicó Izan al conserje.

Aurelio le dedicó una mirada cómplice, ya estaba enterado del comportamiento que Izan tenía en el instituto. Ambos se despidieron y cada uno fue por un lado. Izan notaba su culo mojado, el semen de su director seguía allí, Izan había sido marcado, como cuando un perro orina en una esquina de la calle pensando que ese era su nuevo territorio. Izan sentía que ahora tenía un dueño, lo que significaba que ahora le debía sumisión y respeto, pero Izan no cumpliría nada de aquello, él era un rebelde y nunca cumplía lo que prometía, el director no sería el único propietario de su culo, aún cabían más pollas en aquel dulce agujero.