Un trío con mi mujer embarazada
En el momento de este relato mi mujer estaba embarazada de casi 8 meses. El embarazo iba más o menos bien. Iba a ser (y fue) nuestro segundo hijo y más allá de que el primer trimestre tuvo bastantes nauseas el resto fue razonablemente bien. A veces muy cansada, durmiéndose siempre que veíamos una serie. Lo habitual.
En cuanto al sexo, mi mujer nunca ha sido especialmente fogosa o sexual. Cuando salíamos solos y bebía si que alguna vez se desmelenaba y entonces el sexo era muy bueno. Pero estando embarazada sin la posibilidad de beber el sexo decayó mucho. Solo muy de vez en cuando, cuando supongo que las hormonas hacían de las suyas, entonces se volvía una cerda y disfrutábamos de lo lindo. En esos momentos salía lo mejor de ella sexualmente y lo pasábamos divinamente. Pero hacía ya unos 2 meses que no teníamos ningún momento de esos, y dudaba si íbamos a tener alguno más lo que quedaba de embarazo.
Un día que dejamos a nuestro hijo con los abuelos fuimos a tomar algo a una conocida cervecería de Madrid, que vende cerveza artesanal (ahora ya no tanto pues es muy comercial) y que es un lugar muy concurrido en general. Era un sábado de finales de mayo, hacía buen tiempo, así que mi mujer aprovechó para lucir los últimos “modelitos” premamá que se había comprado. Pantalón y camiseta que, a pesar de marcar la prominente barriga, dejaban ver un impresionante culo, fruto de muchas horas de sentadillas en el gimnasio y unas enormes tetas, que se acentuaban aún más con el generoso escote de la camiseta. No tengo muy claro porque escogió ese conjunto, pues últimamente iba muy recatada siempre, aunque se ve que ese día había algo diferente.
La cervecería se veía hasta arriba según llegamos, sin ninguna mesa libre. Avanzamos en la cola hasta llegar al camarero:
– Cuantos sois?.- preguntó, mirando sin apenas disimulo el canalillo de mi mujer.
– Dos.. si nos pudieras dar una mesa en la terraza… – contestó mi mujer poniendo cara de no haber roto un plato en su vida.
El camarero solo apartó la vista de su canalillo para ver como mi mujer le ponía ojitos. Aunque no veíamos ninguna mesa libre, la estrategia de mujer surgió efecto, pues nos dijo que esperasemos un momento y cuando volvió, montó una mesa para nosotros, ayudado por un compañero que pude ver como miró a mi mujer con cara de auténtica lujuria.
Nos llevaron a una zona apartada y nos sentaron. Mientras colocaban la mesa yo veía que no paraban de mirar a mi mujer sin cortarse un pelo. Primero las tetas, luego el culo.
Mi mujer se hacía la tonta y hacía como que no se daba cuenta, aunque claramente estaba muy pendiente. Sobre todo, del segundo camarero: un chico negro, de aproximadamente 1.90, fuerte, con rastas. Cuando nos sentaron, a mi me pusieron la silla, y a ella la invitaron a sentarse mientras el camarero negro empujaba la silla y acercaba su cuerpo contra mi mujer. Tanto que acabó dándole con su paquete contra su nuca, algo que ella no paso desapercibida y se dio la vuelta para mirarle. No vi su mirada, pero si la del camarero, que sonreía.
Se fueron y fui a pedir dentro. Volví con una cerveza para mí y un Nestea para ella.
Estuvimos un rato allí, y yo me di cuenta de que los dos camareros no paraban de pasearse por delante y de mirar a mi mujer. Y mi mujer también los miraba a ellos, aunque lo disimulara.
De repente recibí una llamada de mi jefe. Siendo sábado tenía que ser algo importante así que me levanté y salí fuera de la cervecería para hablar. La llamada se alargó más de lo que me hubiera gustado, unos 20 minutos, pero era algo que no podía dejar de atender. Cuando volví a la mesa mi mujer no estaba.
La llamé varias veces al movil, pero no me lo cogía. Me asomé al baño de mujeres y no estaba. Empecé a preocuparme cuando recordé que teníamos activada la opción de búsqueda con localización. Y entonces veo que me marca que está a unos 100 metros. La localización que marcaba era la de una nave. La puerta tenía el logo de la cervecería. Al principio no sabía si picar o directamente entrar, decidiéndome por intentar lo segundo. La puerta estaba abierta y entré. Era un almacén lleno de cajas, aunque al final parecía haber una especie de oficina. Me quedé en silencio y empecé a oír un ruido, que parecían gemidos.
Me acerqué despacio a la puerta de la oficina, la cual estaba entornada y pude ver a través del pequeño hueco abierto. Lo que vi me dejó completamente en shock.
Mi mujer estaba a 4 patas siendo follada por el camarero negro, apoyando sus manos sobre un sofá mientras le comía la polla al otro camarero. Me quedé de piedra sin saber que hacer, mirando la escena. De repente mi mujer se apartó y se puso de rodillas frente al chico negro y empezó a comerle la polla. Le comía la polla como nunca había visto hacer. El negro tenía una buena polla y además le cogía la cabeza y se la apretaba, provocando arcadas. El otro chico entonces se fue al lado y puso su polla al lado de su boca, obligándola a meterse ambas.
Yo seguía oculto tras la puerta y no sabía muy bien como reaccionar. Por una parte, me estaba cabreando enormemente, pero por otra, más poderosa aún, estaba tremendamente cachondo viendo como se follaban a mi mujer.
Me pudo más el morbo y me quedé tras la puerta, mirando. De repente, mi mujer se gira y mira hacia la puerta y me ve. Al principio, un par de segundos no reacciona y se queda parada, pero de repente se levanta y mientras me mira fijamente vuelve a ponerse en el sofá a 4 patas, girando la cabeza levemente y mirando hacia la puerta, y hacia mí, y dice:
– Meterme los dos la polla en el culo.
Ninguno de los dos vacila. El chico negro se pone detrás de ella a 4 patas mientras que el otro se las apaña para meterse bajo ella. Este, empieza a comerle las tetas mientras prácticamente apoya su pecho contra la enorme barriga de mi mujer. Mientras tanto el chico negro se escupe en la polla, y con ambas manos abre las nalgas de mi mujer. Una vez abiertas, trata de sostenerlas con la mano derecha mientras con la izquierda se agarra la polla y empieza a metérsela a mi mujer por el culo. Mi mujer empieza a gemir y vuelve a girar la cabeza parar mirarme en la puerta, poniendo una cara de auténtica puta que jamás había visto. El negro empieza a empujar y poco a poco va metiéndosela mientras ella gime. El otro mientras tanto no para de comerle las tetas. Una vez que parece que el negro ha “acabado”, el otro, se la agarra e intenta meterla también en el culo. Rozando con la polla negra del otro chico, y solamente agarrando su polla, lo intenta sin éxito. Entonces, agarrándose la polla con la derecha, acerca su mano izquierda y agarra la polla del chico negro y la recorre desde los huevos hasta donde empieza el culo de mi mujer. Una vez allí, mete tres dedos e intenta abrir el culo, a la vez que intenta meter su polla. Contra todo pronóstico el culo de mi mujer se dilata más allá de la polla del negro y el otro consigue metérsela, poco a poco. Una vez dentro, empieza a moverla y a follársela, mientras el negro no hace nada y simplemente la deja dentro.
Para entonces, casi sin quererlo, yo ya me había sacado la polla y estaba cascándomela cuando veo como mi mujer vuelve a girar su cabeza hacia mi mientras ambos se la follan por el culo, solo que esta vez hace un gesto con la mano para que me acerque.
Al abrir la puerta del todo, esta hace ruido y los dos chicos se giran, y aunque me miran, no hacen ni amago de dejar de hacer lo que están haciendo, aunque mi mujer rápidamente dice:
– Me apetecía enormemente que me follaran el culo estos dos chicos. Tienes dos opciones: irte y que yo siga siendo follada por el culo hasta correrme, o que te coma la polla mientras ellos me siguen dando por el culo.
Me quedo unos segundos parado, con la polla en la mano. Por una parte, como dije, me estaba jodiendo. Por otra, estaba tremendamente cachondo. A mi mujer ya la habían follado, así que decido que lo mejor es sacar redito. Así que me quito los pantalones y calzoncillos y me acerco a la parte trasera del sofá. Cuando estoy allí, los chicos siguen follándose el culo de mi mujer. Yo entonces le acerco la polla a la boca y empieza a mamármela.
La situación dura poco, un par de minutos. El primero en correrse es el chico negro, que una vez acabado saca su polla llena de semen de mi mujer. A continuación, me corro yo, dejándome echárselo en la boca, para segundos después, acabar el otro chico.
Una vez acaba este, mi mujer se reincorpora, se viste, me coge de la mano y nos vamos fuera, directamente al coche, para irnos a casa, terminando así nuestra aventura.