Una aventura en una escuela católica

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Las desventuras de un chico en una escuela católica

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Por Anna S.

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Traducido por Nino Cloudz

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Capítulo II. El profesor

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Ha pasado un mes desde su ingreso al colegio católico de San Esteban, y Andy ha comenzado a desesperarse porque las monjas carecen de lo mínimo necesario para enseñar anatomía básica.

Le parece ridículo que ninguno de sus compañeros haya descubierto, hasta este momento, que Andy en realidad es un chico, incluso después de que casi todos los días se lo follan en el salón abandonado al final de las clases. Después de todo, para este punto, se ha inventado un montón de excusas y trucos disparatados para evitar que descubran que tiene polla. Al principio, había tratado de pegar con cinta adhesiva el pene para evitar tener erecciones, pero el proceso le había parecido muy doloroso, y no tan discreto como había esperado. Así que, a escondidas, había robado la tarjeta de crédito de su madre y había realizado una compra furtiva en internet.

Aquella tarde, mientras esperaba al servicio de paquetería al frente de su puerta, se había sentido con los nervios a punto de explotar; y había rogado con toda su alma que el pedido le llegara antes de que su madre volviera del trabajo. Afortunadamente el paquete había llegado a tiempo, y ahora no se tiene que preocupar por tener erecciones mientras se lo cogen, porque su pene se encuentra pulcramente acunado en una discreta jaula de metal inoxidable. Su primera compra exitosa le había llevado a ordenar un sujetador relleno con pequeños implantes de silicón, para disimular que le estaban creciendo los pechos.

Lo más preocupante para Andy no era la falta de habilidad de los otros chicos para descubrir su género, sino su total falta de comprensión de cómo funcionaba el lubricante.

Después de su segundo encuentro en el salón abandonado, el cual había sido inesperado y doloroso, con saliva funcionando como lubricante, Andy se había comprado uno propio y había comenzado a llevarlo consigo al colegio. También había decidido que la única forma factible de evitar el dolor, era que él mismo se lo aplicara en el culo. Esto había sido después de dos sesiones con dos chicos nuevos que habían dejado a Andy muy adolorido y con ganas de llorar, sobre todo porque habían sido impacientes y no lo habían dilatado correctamente.

Así que cada tarde se inventaba una excusa para salir de su último periodo, se dirigía al baño de chicas y se encerraba en un cubículo para empapar su ano y recto con la sustancia resbaladiza.

Se ha vuelto casi un experto en el proceso. En pocos minutos se empapa varios dedos y poco a poco dilata su agujero, asegurándose de que los músculos se encuentren completamente relajados antes de que le metan una polla. El simple pensamiento lo excita intensamente, pero su pequeña jaula evita que su verga se ponga dura.

A pesar de que Andy cada vez se vuelve más rápido con su preparación, los otros chicos casi siempre lo esperan impacientemente en el salón abandonado cuando él entra por la puerta. Nunca son los mismos chicos; parece que se han inventado un itinerario para ir por turnos, a veces a Andy no le da tiempo de atenderlos a todos, y muchos se quedan con las ganas de follarle el culo. Aun así, ha ido creándose una reputación de puta entre los alumnos de San Esteban.

Lo más ridículo de todo, era que, ahora que sus compañeros no tenían que preocuparse por lubricarlo, pensaban que su culo dilatado y resbaladizo era algo natural. Casi siempre, el primer chico que le metía la verga hacía un comentario inteligente como:

-Guau, están tan mojadita, se ve que te morías porque te la metieran,- o.- Te encanta tener pollas entre las nalgas, ¿no? Mira como tienes el culito, todo lubricado y dilatado.

¿Acaso no comprendían que un ano no se auto lubricaba? ¿No sabían que eso no era natural ni en hombres ni en mujeres? O lo que era peor, ¿sería que algunos de ellos ni siquiera sabían que estaban utilizando su ano y no una vagina? Andy suponía que por lo menos podía sentirse agradecido de que asociaran estar mojado con estar excitado. Algunos de sus compañeros adolescentes incluso hablaban del punto G, o del clítoris, aunque ni siquiera sabían qué eran tales cosas. Pero bueno. Su ignorancia no le era del todo repelente.

*

Andy se apoya boca abajo sobre el escritorio del salón abandonado, está rodeado por cuatro adolescentes calientes que tienen las erecciones fuera de los pantalones. Mientras ellos se masturban, Andy se baja un poco la falda junto con las bragas y expone sus nalgas al aire libre. Hace una mueca de dolor cuando uno de los chicos, sin previo aviso, le mete dos dedos en el culo.

No puede evitar hacer una sonrisa burlona cuando el chico dice:

-¡Ja! ¡Está súper mojada! Pero que puta tan impaciente.

La sonrisa de Andy se borra cuando otro de sus compañeros se pone de pie frente a él y comienza a frotar sus labios con el glande de su verga. Andy no tiene más remedio que abrir la boca para que el miembro adolescente se deslice a través de su lengua y hasta la garganta. Detrás de él, el primer chico le saca los dedos del ano y los reemplaza con su polla dura, empujándose en su interior de una forma violenta y certera. La lubricación y la dilatación le ayudan a soportar mucho mejor a este tipo de chicos, que sin miramientos lo penetran abruptamente. Aun así, el primer pene que le meten siempre lo hace con cierta resistencia por parte de los esfínteres.

Prácticamente se ha vuelto una rutina: los chicos le follan por turnos, dos le dan por la boca y dos por el culo, no duran mucho tiempo y se corren copiosamente después de unos minutos de estimulación. Cuando los adolescentes que le follan por el culo han terminado y le dejan el recto escurriendo con esperma, son reemplazados por los otros dos chicos a los que les ha estado haciendo sexo oral. Para cuando el segundo par se corre dentro de las nalgas de Andy, el primer par ya se ha recuperado y están listos para volver a penetrarlo con la misma fuerza que al principio.

La última clase del colegio dura 50 minutos, y en general, descontando el tiempo que le toma a Andy prepararse, les queda suficiente tiempo para que los cuatro chicos follen con Andy dos veces, una vez por la boca, y otra por el culo, antes de que suene la campana. A Andy apenas y le da tiempo para recuperar el aliento, limpiarse las nalgas con los pañuelos de papel, tratando de limpiar la mayor parte del semen que le escurre a través del ano y ponerse presentable, antes de correr hasta la parada de los autobuses para ir a casa.

Durante su trayecto a casa, comienza a pensar con nostalgia en lo que le espera por la tarde, cuando por fin se pueda quitar la jaula de los genitales y pueda masturbarse. Casi siempre se pone duro como una roca una vez que se libera; el viaje en el autobús escolar le parece una tortura, sobre todo porque su culo y su próstata han sido estimulados a más no poder. Así que no puede esperar a correrse después de haber sido cogido por sus compañeros adolescentes.

*

El día está a punto de terminar. Esta vez sólo un par de chicos han aparecido en el salón abandonado para coger con Andy. El chico dentro de su boca – ¿Lucas, quizás? No lo sabe con certeza – comienza a correrse, y mientras lo hace, saca su polla de entre los labios para salpicar la cara de Andy con esperma. Suelta una risita.

-Así te ves muy bonita,- dice de forma burlona.- Es una lástima que me haya venido en tu cara, sé lo mucho que te encanta tragar corrida.

El chico se sube los calzoncillos y los pantalones, y luego camina descuidadamente hasta la salida del salón de clases, cerrando la puerta detrás de él. El segundo chico, quien le está enterrando la polla entre las nalgas, comienza a moverse más rápido, jalando las caderas de Andy hacia atrás con cada estocada que da con su verga; unos segundos después su pene comienza a palpitar muy fuerte y vacía el contenido de sus testículos en el recto de Andy. Justo en ese instante el pomo de la puerta hace un sonido, y una voz apresurada y llena de temor se cuela por la pequeña abertura que se ha hecho.

-¡Mierda! ¡Escóndanse!

La erección que tiene enterrada en el trasero se sale abruptamente, incluso antes de que el chico termine de correrse, provocando que varios girones de esperma manchen la espalda de Andy, quien se siente confundido por la repentina retirada. Las últimas gotas de semen le mojan las nalgas.

No logra comprender muy bien lo que está sucediendo hasta que escucha que Lucas, al otro lado de la puerta, dice casi sin aliento:

-Oh, buenas tardes, señor Ramiel. Voy de camino hacia mi salón.- Seguido de pasos apresurados que resonaban a través del pasillo.

Andy levanta la cabeza del escritorio y lanza una mirada sobre su hombro. Su cara se llena de temor cuando ve a un profesor muy joven, el señor Ramiel, parado en el marco de la puerta, está mirando de forma desaprobatoria la escena.

El señor Ramiel es un cura en entrenamiento. Enseña historia en San Esteban. Es bueno de corazón, pero Andy dudaba que su buena voluntad soportara ver a uno de sus estudiantes siendo penetrado por el culo.

Andy se levanta del escritorio de manera apresurada, su ano dilatado le lanza una punzada de protesta mientras le escurre semen a través de la espalda, los muslos y las nalgas. Con vergüenza se sube la falda y las bragas.

-Buenas tardes, señor Ramiel,- dice, y pone una cara de falsa alegría.- ¿Qué… qué está haciendo aquí?

La expresión del señor Ramiel es difícil de leer; es uno de esos maestros que utiliza humor negro dentro de sus clases, y Andy jamás logra descifrar si todo lo que dice es en tono de broma. El hombre da unos cuantos pasos hacia el frente, y cierra la puerta detrás de él. Cruza los brazos sobre su pecho.

-Andy… debo decirte que estoy muy decepcionado de ti,- dice.

Andy aprieta los dientes y baja la mirada hacia el suelo. Su cara sigue salpicada de semen. Da un paso hacia atrás y recarga su trasero sobre el borde del escritorio donde siempre se lo cogen, pero la dureza de la madera le lastima un poco el culo recién follado, así que mejor se endereza. El hombre le hace una seña al chico que lo acompaña para que salga del salón. Después se voltea hacia Andy y le dice:

-Como una jovencita de fe,- el profesor continúa.- Debes de saber que tu preciosa flor es la cosa más valiosa que tienes. ¿Cómo crees que se sentirá tu esposo al descubrir que has dejado que un chico te quite la virginidad de esa forma?

Andy casi suelta una carcajada, pero pone cara seria. Quizás son los nervios, o la falta de sangre siendo bombeada a su cerebro, pero se escucha decir:

-Mi ‘preciosa flor’ está intacta, profesor. Los chicos sólo me dan por el culo.- Puede sentir que su cara se pone roja de la vergüenza.- Así que, técnicamente sigo siendo virgen, ¿no? Ahí no vale.

Se arriesga a levantar la mirada, y ve que el señor Ramiel está frunciendo el ceño. Tal vez no había escogido la mejor respuesta.

-Hablas como si esta no fuera la primera vez que haces este tipo de cosas,- contesta el profesor.

Dentro de su mente, Andy sopesa sus respuestas. No quiere que el sexo llegue a su fin. Le fascina ser follado por sus compañeros al final de las clases. Y a pesar de la forma tan degradante en que le hablan, es intoxicante la atención que obtiene de los chicos que lo penetran todos los días. Le hacen sentir deseado, poderoso. Sin mencionar que toda la situación le excita, como nunca nada lo había hecho en su vida. Y además de eso, si el señor Ramiel lo delataba con su madre, toda su farsa se iría por el caño. Andy había sido capaz de ocultar su secreto de ella, solamente porque los horarios en su trabajo como enfermera no le permitían ver que su hijo salía todas las mañanas vestido con falda hacia el colegio. Ni siquiera lo veía en la tarde, cuando regresaba despeinado, y con un intenso olor a sexo. Si el profesor lo acusaba con ella, y le decía que su ‘hija’ había estado teniendo relaciones sexuales en los terrenos de la escuela, entonces habría muchas preguntas incómodas que contestar.

Andy se muerde el labio inferior. Sólo se le ocurre una cosa que podría funcionar. Perdería su autobús, pero le permitiría seguir con su acto, y además valía la pena. Ya se las arreglaría para regresar a su casa de otra manera. Podría pedir un aventón; había escuchado por ahí que la mayoría de los camioneros aceptaban sexo oral como pago.

Lentamente, Andy se da media vuelta, así que deja de mirar al señor Ramiel, y se inclina hacia adelante, levantando un poco el culo.

-Se lo prometo, profesor. Ningún chico me ha visto la… flor,- dice. Entonces se baja la falda junto con las bragas y expone su trasero desnudo ante la vista del señor Ramiel. Una pequeña gota escurre por el ano húmedo.- Todo su esperma se ha ido por mi garganta, y también dentro de mi culito. Se lo prometo. Puede… revisarme, si usted gusta.

Detrás de él escucha que el señor Ramiel suelta un jadeo, pero no se da la vuelta.

-Andy, esto es extremadamente… inapropiado,- dice el profesor. Su voz suena estrangulada. Andy no le contesta, solamente se lleva las manos hacia las nalgas y las separa para exponer su rosado ano. Mueve las caderas como ofrecimiento.

Hay un silencio largo y doloroso. Pero entonces, unos pasos comienzan a sonar en su dirección. Se pregunta si el profesor le subirá la falda para vestirlo. Y una voz en su interior le dice que el señor Ramiel le contará todo al director.

Pero en lugar de eso, con mucho alivio, Andy puede sentir unos dedos largos y gruesos enterrarse en su ano. Suelta un gemido de apreciación y placer. Los dedos hacen un sonido húmedo cuando se deslizan a través de las paredes internas. Andy puede sentir que nuevamente se dilata, también puede percibir el semen de sus compañeros, que comienza a escurrir de su recto con cada movimiento que hacen los dedos de su profesor.

-Oh,- dice el señor Ramiel. Su voz sigue sonando tensa.- Ya veo… así que… ¿con cuántos chicos has…?

Andy sonríe, se siente más confiado ahora.

-Um, generalmente me acuesto con cuatro chicos al día, dos me dan por la boca y dos por el culo, bueno, en realidad toman turnos para penetrarme, así que podría decirse que son cuatro pollas en mi boca y cuatro en mi trasero, al día. No nos da tiempo de nada más. Parece que a mis compañeros les encanta follarme, profesor, y yo, pues… soy una buena chica católica, me gusta ayudar a los hombres de mi comunidad, para que vivan plenos y felices. Es mi deber, después de todo, como la jovencita de fe que soy. Usted mismo podría…- Se lame los labios.- Si usted gusta, podría probarlo por sí mismo. Sólo quiero ser una fiel seguidora del Señor.

Tal vez sea la cosa más disparatada que se le ha ocurrido nunca, pero sin importar si así ha sido, parece funcionar. El señor Ramiel entierra un tercer dedo en el culo de Andy, y comienza a penetrarlo una y otra vez con la mano. El ano empieza a dilatarse, está húmedo y un poco adolorido por los usos que le han dado sus compañeros, pero Andy no puede evitar empujar las caderas hacia atrás para que su profesor vaya más profundo.

-La obediencia es una virtud,- dice el señor Ramiel, después de un momento.

-Absolutamente,- dice Andy.- Esa es la única razón del por qué lo hago. No soy ninguna ramera que obtiene placer de esto… um, del sexo. Me gusta ayudar a mis compañeros, que desahoguen sus impulsos en mí. Así no se sentirán tentados a pecar con otras chicas, y dejarlas embarazadas.

-Eres una niña muy buena,- murmura el hombre joven mientras saca los dedos del trasero. Entonces Andy escucha que se desabrocha los pantalones y un segundo después le penetra con su pene. Es más grande que las vergas a las que está acostumbrado; claramente no es ningún adolescente en crecimiento. Andy deja escapar pequeños gemidos cada vez que el señor Ramiel se empuja implacablemente más y más profundo dentro del culo, hasta que Andy siente que no podría caber más, que debería estar completamente dentro de él, pero la penetración continúa.

Cuando por fin siente el vello púbico chocando contra sus nalgas, tiene la sensación de que lo han empalado a través de todo su cuerpo. Tanto que, si el señor Ramiel se corriera, lo haría directamente en su garganta. Andy gime con placer, se separa más las nalgas con las manos y se empuja hacia atrás, para indicarle al profesor que puede moverse.

El hombre toma eso como una invitación y comienza a mover sus caderas a un paso vigoroso. Embiste el culo del adolescente sin piedad, penetrándolo una y otra vez, y llenando el recto imposiblemente profundo. Andy no puede evitar llorar de placer. La verga madura y más grande de su profesor le taladra el trasero una y otra vez, sin cesar. Andy desea, desesperadamente, liberar su pene para tener una erección; se siente tan bien. Está seguro de que se pasará toda la tarde masturbándose una vez que llegue a casa.

Pero por ahora, el señor Ramiel lo está follando, y le está tomado más tiempo venirse que a sus compañeros adolescentes. No da señales de ir más lento, o de detenerse. Andy traga saliva desesperadamente contra el nudo que se le ha formado en la garganta, trata de hacerse una idea de la hora a través de la velocidad en las penetraciones del señor Ramiel.

Mientras está acostado boca abajo sobre el escritorio, Andy siente que pasan siglos. El señor Ramiel no dice ninguna palabra, y aunque en algún momento se agarra de las caderas para mantenerlo quieto, no da señales de terminar pronto. Se pregunta cuanto tiempo puede un ser humano penetrar el trasero de un adolescente. No tiene más remedio que seguir gimiendo mientras el profesor le embiste contra el escritorio.

Unos minutos después, para su alivio, Andy comienza a sentir que la verga en su interior palpita fuertemente, y que el hombre detrás de él se entierra violentamente entre sus nalgas para vaciar su semen con ráfagas poderosas. Andy sonríe. Ha convencido a su profesor, ahora no tiene nada de qué preocuparse. Aprieta los músculos de su ano tanto como puede para exprimir hasta la última gota de esperma del pene del señor Ramiel.

Segundos después el hombre saca su erección del culo. Andy le da un minuto para que se vista y después se levanta del escritorio y se da la vuelta para limpiarse las nalgas con los pañuelos de papel.

-Ahora puedo ver por qué a tus compañeros le encanta venir contigo,- dice el señor Ramiel sin aliento.- Es muy amable de tu parte proveer a los chicos con un servicio tan… excepcional. Estás haciendo un gran sacrificio por ellos.

Y eso que no ha visto como la chupo, piensa Andy, pero no lo dice. En lugar de eso agarra unos pañuelos de la caja y los mete debajo de sus bragas porque el semen de señor Ramiel ha comenzado a escurrir fuera de su ano dilatado, y ha comenzado a empapar la tela de la ropa interior. Un pensamiento se le ocurre a Andy.

-Señor Ramiel, usted maneja una motocicleta, ¿cierto?- Es un chisme que corre por los pasillos de la escuela, al parecer las chicas encuentran extremadamente genial que uno de sus profesores se transporte de esa forma.

-Si, ¿por qué?- pregunta el hombre de forma suspicaz.

-¿Le importaría darme un aventón a casa?- le pregunta Andy.- Creo que he perdido mi autobús.

Puede ver que los hombros del profesor se relajan ante la propuesta.

-Oh, claro. Creo que es lo justo. Después de todo te he retrasado.

-Gracias.

Andy le sonríe. Y sigue a su profesor fuera del salón de clases. Sus pasos son lentos y cojea un poco.

-Espera un momento,- el señor Ramiel se da media vuelta.- Primero hay que lavar el semen que tienes por toda la cara.

*

Viajar en la motocicleta es una tortura exquisita. Las vibraciones del motor masajean su trasero adolorido y sobrestimulado, y envían pequeños rayos de placer que van desde su culo hasta la espalda. El cuerpo firme y musculoso que se encuentra frente a él le recuerda a Andy lo bien que se había sentido tenerlo adentro, empujándose para abrirse paso en su interior. Para cuando llegan a su casa, Andy se siente muy excitado, más de lo normal.

La motocicleta se estaciona en la entrada de coches (el auto de su madre todavía no se encuentra ahí, gracias a dios), y Andy la desmonta con muy poca gracia, casi se cae, pero el profesor lo toma de la mano antes de que toque el suelo.

-Gracias,- dice, recatadamente.

-Oye, Andy…- La voz del señor Ramiel suena un poco raposa, así que se aclara la garganta.- Lo he estado pensando, y vives muy lejos de la escuela, el camino en el autobús escolar te debe parecer eterno, ¿no?

-Sí, señor,- dice Andy, sin estar muy seguro de a donde quiere llegar con eso.- Por lo regular, me toma una hora y media. Si hay mucho tráfico, es más. ¿Por qué lo pregunta, profesor?

-Porque…- El señor Ramiel duda un momento, pero después dice rápidamente:- No vivo muy lejos de aquí, y por lo general casi todos los días llego demasiado temprano al colegio. Si tú quisieras, te puedo recoger por las mañanas. Y darte un aventón. Sería más rápido que el autobús escolar, y llegarías a la escuela muy temprano. Podrías utilizar ese tiempo extra para… um, estudiar. Si quieres.

El corazón de Andy está palpitando alocadamente dentro de su pecho.

-Um… me encantaría, profesor. Sí, que amable de su parte. Estoy comenzando a odiar tener que despertarme temprano para llegar a tiempo a la escuela. Sería un… alivio,- hace una pausa, siente que debería decir otra cosa.-… gracias.

-No hay problema,- dice el señor Ramiel con una sonrisa encantadora.- ¿Entonces te veo mañana?

-Seguro,- dice Andy. Traga saliva.- Lo veo mañana.

*

La oficina del señor Ramiel es muy pequeña, pero es los suficientemente grande como para tener un escritorio y una silla. En su mayoría está ocupada por viejos libros de texto. Andy está sentado en una silla que ha tomado de un salón de clases.

El señor Ramiel está sentado del otro lado del escritorio y mira a Andy por un momento de manera tímida. Tienen más de una hora libre antes de que comiencen las clases. Después de un silencio muy corto, el hombre se sonroja y aparta la mirada hacia su computadora, donde comienza a teclear rápidamente.

Andy se siente sorprendido, pero después de un rato, en el que el señor Ramiel solamente se ha dedicado a escribir, se da cuenta de que el hombre no sabe cómo pedirle lo que quiere. Literalmente le está dando la oportunidad para que se dedique a estudiar, tal como lo había prometido. Es hilarante. ¿O quizás solamente le estaba dando tiempo para relajarse? Andy sonríe.

Pone su mochila sobre el suelo de la oficina y mete una mano para buscar algo en su interior. Su mano se cierra alrededor del tubo de lubricante que siempre lleva al colegio y lo saca de la bolsa. Se empapa generosamente cuatro de sus dedos y después cierra la botellita con un ligero chasquido de la tapa. Suelta descuidadamente el tubo dentro de su bolsa. Andy nota que el señor Ramiel ha dejado de escribir, y que ahora lo mira por el rabillo de su ojo.

Andy se levanta y se da media vuelta; apoya una rodilla sobre el asiento de la silla y baja su falda para exponer su trasero cubierto por su ropa interior. Un segundo después, lleva su mano lubricada debajo de sus bragas y, de forma experta, hacia abertura entre sus nalgas, buscando a ciegas su propio agujero. Cuando encuentra su ano, desliza dos dedos en su interior y suelta un gemido. Menea los dígitos dentro de su recto, dilatando lentamente los esfínteres; tomándose su tiempo, ya que tiene de sobra. Es un ángulo muy difícil, así que no puede ir tan profundo como lo desea, pero aún así es capaz de remover las paredes internas de su culo lo suficiente para que sus músculos se acostumbren a la sensación de la penetración. Con un suspiro de placer agrega sus otros dos dedos, y comienza a mover su mano hacia adentro y hacia fuera de su recto, follándose a sí mismo con un abandono creciente y constante.

El señor Ramiel ha dejado de fingir que está escribiendo. Se ha movido hasta estar sentado al filo de su asiento y mira fijamente a Andy. Se lame los labios.

-¿Esto es lo que haces todos los días?

-Es importante estar bien dilatada y lubricada,- dice Andy con una sonrisa.- Puede mirarme de cerca, si lo desea.

Ni siquiera ha terminado la frase cuando el señor Ramiel rodea su escritorio, llega a su lado y le baja la falda y las bragas lo suficiente como para verle el culo. Se queda extasiado cuando observa que la mayor parte de la mano de Andy desaparece dentro del trasero. Prácticamente se encuentra babeando.

-Aunque no puedo ir tan profundo como quiero,- dice Andy intencionadamente.

-Oh, quizás yo pueda ayudarte con eso,- contesta el señor Ramiel rápidamente.

Andy le sonríe.

-¿De verdad, profesor?- Se saca la mano del ano y le señala el lubricante que ha caído descuidadamente dentro de la mochila.

Andy mira por encima de su hombro, lo suficiente como para observar la manera en que el señor Ramiel se lubrica la mano, entonces gira su cabeza para enfocarse en el respaldo de la silla.

-¿Te meto los cuatro dedos?- pregunta el señor Ramiel, con voz insegura.

-Sí,- contesta Andy.- Justo como lo estaba haciendo.

La mano del señor Ramiel es mucho más grande que la de Andy, pero no tanto como para provocarle dolor mientras lo dilata. Su principal ventaja es que tiene un mejor ángulo, y muy pronto es capaz de meter sus dedos completos dentro del recto, incluso un poco más allá del último nudillo. Andy suelta un gemido ante la sensación de plenitud. El señor Ramiel menea sus dedos dentro del ano del adolescente.

-Perfecto, profesor, ahora comience a empujarlos,- dice Andy con una voz estrangulada.- Como si me estuviera cogiendo. Así dilataré más rápido.

Se pregunta si el señor Ramiel lo reprenderá por su lenguaje tan vulgar, pero el hombre simplemente hace lo que le han dicho y comienza a follar el culo con su mano.

Esta vez, Andy se encuentra en una posición en donde puede ver el reloj colgado sobre la pared. Ahora puede observar como pasa el tiempo, mientras el señor Ramiel lo penetra con sus dedos una y otra vez. Es intenso, pero no es la misma sensación de profundidad que había sentido el día anterior. De todas formas, la está pasando fenomenal. Gradualmente, su ano se relaja ante le intromisión, y muy pronto les da la bienvenida a los dedos de su profesor, como si siempre hubieran pertenecido dentro de él.

Después de casi diez minutos, el señor Ramiel dice:

-Parece que ya estás bastante dilatada. Apuesto a que podría meterte mi mano completa.

Andy suelta un jadeo ante la crudeza de sus palabras. Esto ha empezado a ir un poco más allá de sus propias fantasías. Se muerde el labio inferior, pero antes de que pueda decidir cualquier cosa, la mano del señor Ramiel se retira varios centímetros para luego volver a enterrarse en el culo con el pulgar incluido.

La nueva presión es intensa, pero el señor Ramiel se toma su tiempo, aunque es implacable. Andy suelta un gemido muy alto ante la intensa sensación de ardor que ahora mana de su agujero, es tan intenso que piensa que no lo podrá soportar. Y entonces, de repente, siente un desliz, un resbalón, una sacudida en sus esfínteres anales cuando la mano se introduce completamente dentro de su recto.

El profesor se encuentra tan sorprendido como Andy, y se siente incapaz de detenerse, así que empuja unos centímetros más su mano dentro del trasero del adolescente. Entonces, se queda quieto, y deja que su mano descanse dentro del recto. Andy está gimiendo muy alto, siente el culo estirado más allá de los límites permitidos. Puede sentir que su agujero hace espasmos alrededor del intruso, apretándolo muy fuerte.

Escucha que el señor Ramiel suelta una risita, ya no le parece tan tímido como antes. El hombre comienza a moverse, saca su mano casi completamente del culo antes de empujarla contra los esfínteres con pequeños movimientos giratorios para que la penetración sea más fácil.

Andy no puede evitar soltar varios gritos, especialmente cuando los nudillos de la mano se rozan contra su próstata. Se estremece antes las sacudidas de placer y empuja sus caderas hacia atrás, tratando de obtener más placer de la mano que lo está follando.

El señor Ramiel lo complace y le mete el puño una y otra vez, obteniendo un ritmo en el que su mano roza la próstata cada vez. Andy se siente desesperado; gime y jadea con cada movimiento de la mano, está completamente perdido entre las sensaciones. Puede sentir que el placer se está acumulando dentro de su cuerpo, que la presión se estrella contra cada vaso sanguíneo, y quiere correrse con toda su alma.

Y entonces eyacula. A pesar de la jaula. Andy puede sentir que sus testículos se retraen y que el esperma comienza a fluir fuera de su polla flácida, manchando la tela de su ropa interior. Es un alivio, pero no es lo que busca, así que suelta un gemido que es una mezcla de éxtasis y frustración.

-Shh,- el señor Ramiel le acaricia el cabello.- No hagas ruidos tan fuertes. Ya ha comenzado a llegar más gente al edificio…- Retira su mano del culo de Andy, y este deja salir otro gemido involuntario cuando la parte más ancha atraviesa el anillo de músculos que forman su ano. La sensación de plenitud dichosa desaparece del todo.

-Me atrevería a decir que estás lista para aliviar las tentaciones de un hombre,- dice el señor Ramiel.- ¿Crees que puedas llevar a cabo tu misión?

Andy apenas tiene tiempo para respirar y preguntarle qué quiere decir, cuando el pene del hombre se desliza dentro de él. No es el tamaño exagerado del puño, pero ciertamente sabe cómo utilizarlo. El profesor establece un ritmo contundente, penetrando el ano duro y profundo. Andy jadea e intenta lo mejor que puede empujar sus propias caderas hacia atrás tratando de encontrarse con el intruso bienvenido.

El señor Ramiel se detiene por un momento para mover a Andy, lo baja de la silla y lo empuja contra su escritorio antes de volver a penetrarlo con renovado vigor. Andy le echa un vistazo al reloj de la pared, y determina que le queda solamente media hora antes de irse a su primera clase. Cierra los ojos y se concentra en las penetraciones y en las embestidas brutales que la polla del profesor está haciendo contra él. Será difícil que los chicos que se lo follan por la tarde compitan contra esto.

Una vez más, el tiempo parece ser interminable, incluso aunque la verga del señor Ramiel se entierra con violencia en el culo. Andy pierde la noción del tiempo, y en su mundo ahora sólo existen las penetraciones resbaladizas y cada deliciosa embestida que le perfora el ano. Abre los ojos cuando siente que el señor Ramiel se está corriendo, llenándolo de esperma, y mira el reloj. Esta vez sólo le ha tomado veinticinco minutos.

El señor Ramiel se deja caer sobre la espalda del adolescente por unos cuantos segundos, su aliento cálido choca contra la nuca del chico que se encuentra atrapado debajo de él. Andy comienza a sentir que la polla del hombre se está reblandeciendo y que sale de su agujero. Un flujo de semen comienza a escurrir inmediatamente de entre sus nalgas, y se dirige hacia su perineo, sus testículos y la superficie interior de sus muslos.

Al final el profesor de pone de pie. Con mucho cuidado cubre las nalgas de Andy con las bragas y la falda. Con suavidad le da un golpecito a la nalga derecha.

-Te lo agradezco mucho, Andy. Fuiste de gran ayuda. ¿Tal vez la próxima vez podría probar esa boquita tan bonita que tienes?

Andy sonríe, un poco tembloroso. Sigue acostado boca abajo sobre el escritorio, no sabe si pueda moverse por sí mismo.

-Sí, profesor. Nada me haría más feliz.

-Es hora de que vayas a limpiarte,- dice el señor Ramiel.- Tu primera clase empieza en cinco minutos.

Andy camina lentamente hacia el baño de chicas, el cojeo del día anterior ahora es más pronunciado.

Cuando se encierra en uno de los cubículos, se maldice porque ni siquiera tiene tiempo de liberar su pene para masturbarse antes de que suene la primera campana del día. Está tan excitado que le duele la piel, es como si le estuvieran pasando electricidad por todo el cuerpo. Se limpia el interior de sus muslos con papel higiénico y trata de limpiar sus bragas lo mejor que puede antes de empujar varios trozos de papel contra su ano para absorber el resto del esperma que aún escurre de su agujero. Tendrá que ideárselas para escaparse de una clase antes del almuerzo y por fin masturbarse.

Después de todo, si a partir de ahora iba a ser follado por su profesor todas las mañanas, y luego por sus compañeros en las tardes, se tenía que acostumbrar a tener un día bastante ocupado.

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Nota final: Gracias por sus valoraciones y comentarios. ¿Qué creen que pase en el siguiente capítulo? Andy tendrá problemas 🙁