Una extraña conversación entre cornudos

Las consecuencias de “Dialogo entre dos cornudos”.El primer e mail.

Tras publicar “Dialogo entre dos cornudos” empecé a recibir e mail. Buenos, malos, regulares… Hubo felicitaciones y cómo no, valientes insultadores que pretenden ocultar su cobardía en el anonimato del e mail. Pero el caso es que unos cuantos correos, estaban cargados de un muy morboso contenido.

Algunos me pedían que siguiera con la historia. Creo que no tenía sentido. Mejor empezar otra. Dar la oportunidad a otros protagonistas, a otras situaciones, a otros personajes.

No ha sido complicado inventar una línea argumental y enlazar las historias. La base ya la tenía: diálogo entre dos cornudos. El medio: los emails. Lo mismo que yo los he recibido, ¿por qué no pudo recibirlos él? Dejemos que sea él lector imaginario quien nos lo cuente.

Ya sabéis, todo lo que leáis a partir de aquí, no es mi historia, es todo inventado, pero… todo lo que leáis, todo, todo, todo tiene un porcentaje mayor o menor de verdad.

Es más, insisto. Esta historia está basada en e mail intercambiados y recibidos a raíz de los relatos que he ido enviando a esta página. Los he decorado y unido tratando de que tengan un argumento y que parezca que pertenecen todos a la misma persona. Entiendo que todas las situaciones y sucesos tienen algo de realidad. Naturalmente que pueden ser mentiras, fantasías y algunos resultarán difíciles de creer. Sin embargo, creo que quienes me los contaron (y me siguen contando) no tienen motivo para mentir y si lo han hecho, me da igual.

Por cierto, como se supone que son e mail recibidos, no habrá capítulos sino e mail.

Por si las moscas, advierto que el correo [email protected] es una dirección de email falsa. Me la he inventado para poder “dar un toque de realidad” a la historia.

La dirección [email protected] es verdadera, es la mía.

Y sin más preámbulos, empezamos.

Nos conocimos a través de una página de relatos eróticos. Los dos coincidíamos en la temática. Infidelidad. Cuernos, consentidos o no. Intercambios.

Suficientes unos correos. Supongo que nos caeríamos bien. O fue la necesidad de chatear con alguien que ha pasado por lo mismo, que te entiende. Desahogarse. Bueno o por qué no decirlo, alguien que además de las mismas penas, tiene los mismos “gustos” que tú. Los cuernos unen, me dijo un día.

Pensé que los dos teníamos una buena cornamenta. Pensé que a los dos nos la habían pegado.

-. Verás… Yo ni me enteré, le dije. Exactamente no es que no me enterara, sino que cuando me enteré, la otra llevaba meses follando a mis espaldas. Simplemente no lo sabía. Me había estado mintiendo, engañando, poniendo los cuernos, siendo infiel…

-. Dilo como quieras, contestó, sencillamente el caso es que tu chica follaba con otro. Sí joder, que otra polla se la pasaba por la piedra.

En su caso no era así. Su caso, según él, era diferente.

Y un día se lo pregunté: mi ex, mi primera novia formal, hace mucho tiempo, me contó cómo me puso mis primeros cuernos. En serio, me contó cómo se había acostado con el otro y cómo habían estado follando con él toda la noche. Fue el día que rompimos.

Me respondes que a tu mujer alguna vez, se la han calzado…

Dudé y no sabía bien cómo, pero al final me atreví a preguntártelo. Además de curiosidad, me da mucho morbo saber cómo se follan a la mujer de otro… Imagino que así se jodieron a la mía.

-. ¿Quieres contarme con detalles cómo se la han follado? …

-. ¿Se la han follado?, respondió. No, no se “la han follado”. Se la siguen y se la sigue follando, enfatizó subrayando la palabra y remarcándola en negrita.

Y así surgió nuestra amistad, y así me enteré de cómo le ponía y le sigue poniendo los cuernos, de cómo le era y le es infiel… Y vinieron ya los e mail. Algunos en presente. Otros en pasado. Otros eran como si lo contara un tercero… Y ese día comenzaron sus “confesiones”.

El primer e mail

¿El origen?

De: roberto s p [mailto: [email protected]]

Enviado el: miércoles, 28 de junio de 2022 21:18

Para:

Asunto: Re: Enviando por correo electrónico: contestación.

-. Verás, ella va a clase de dibujo. Le gusta pintar. Sé que folla regularmente con su profesor.

Los miércoles, se quedan a beber algo después de clase y a veces llega muy tarde. Yo sé que no está con los compañeros de clase tomándose unas cañitas, que está follando con él.

Me meto en la cama a esperarla. No puedo dormir.

No te imaginas lo que es cada semana. El martes es la impaciencia. La incertidumbre de si ese día irá o no, si se la follará o no. Dudo. Pero a la vez, tengo la seguridad de que sí que irá. Y que probablemente vaya a follar con él. Me revienta. Me mata. Pero al tiempo me excita. Me gusta. Es un cacao mental tremendo.

No sé si quiero que ella sea la protagonista de mi vida, de mis fantasías o todo lo contrario. Sí, si ella debe ser la heroína o la puta de esta historia. ¿te seduce, te dice algo esta idea? A mí, sinceramente, cada martes me vuelve loco.

Ella lo sabe. Me nota nervioso. Tenso. Más de una vez me ha pillado en la ducha masturbándome. Me mira, pero no me dice nada. Como si no me hubiera visto. Como si no la importase que me la esté cascando como un mono. Simplemente me mira callada, en silencio, dejando que sean sus ojos quien lo digan todo.

Cuando llega por la noche le pregunto. Sí, le pregunto si ha estado follando con él. Ella me dice: “sabes que sí. Ya sabes cómo es nuestra relación.”

“Nuestra relación” … Y la verdad, no sabría definir nuestra relación. Hablamos de sexo. Follamos. Nos queremos. No hay broncas ni discutimos. Más o menos como cualquier pareja. En principio es normal. No hay ninguna historia rara de que si la tengo grande o pequeña, que si aguanto o no… No. No hay nada de eso. Por eso digo que es normal. Ahora lo otro…

Pues no sé qué decirte. Solo eso se sale de lo normal. Es simplemente que ella folla con otro cuando quiere. Ya sé que para mucha gente eso no es ni lo correcto, ni lo normal ni puede tolerarse. Y la lista de calificativos e insultos van desde enfermo, cornudo, patético… hasta qué sé yo. Pero es así.

Sé perfectamente que nuestro matrimonio, es por demás atípico. Yo no quiero acostarme con ninguna mujer, pero me excita que ella lo haga con quien quiera.

Yo le pido que me lo cuente y me masturbo. Me excita. Las primeras veces tenía que rogárselo, que suplicar que me lo contara, que lo hiciera. Ahora ya no. Cuando quiere me lo cuenta y cuando no, pues no. No hay regla fija ni depende de nada. Simplemente según la de.

Al principio me sentía ridículo con mi polla dura como el acero mientras ella me miraba. En silencio como siempre. Inexpresiva. Indiferente. Algunas veces me miraba como si fuera en bicho raro. Seguro que pensaba que yo era un enfermo.

La primera vez que me lo contó… Diría que la primera vez lo hizo… No sé… Creo que se sentía… ¿culpable? No, culpable, no. Estaba como avergonzada. Supuse que algo lo estaría por ponerme los cuernos, por ser tan puta. Pero creo que, sobre todo, sentía algo de pena hacia mí. Si porque veía que yo lo pasaba mal, pero no es que lo pasara mal solo por saber que me engañaba, sino por verme en ese estado.

A ver, te voy a contar la primera vez, a lo mejor así lo entiendes. Imagínate la escena. Ella acababa de llegar a casa. Era algo tarde. Dejó los bártulos de pintura en el salón. Y al entra en el salón… La tele puesta. Sin sonido ni nada. El resto del salón en penumbra, y yo en el sofá, en pelotas, con una copa y la polla tiesa…

Estaba que flipaba. Alucinaba en colores. ¿pero… qué haces? Miró la botella. Tú estás borracho, dijo, y yo menee la cabeza negándolo.

Sé de dónde vienes… has estado con otro tío, dije. Sé que lo haces desde hace tiempo.

Reconoce que no es muy normal encontrarte con tu marido meneándose la polla como loco por saber que acaban de follarte. Y en un “pispas”, se te pone de rodillas, suplicando que se lo cuentes.

La escena que te esperas cuando tu marido te dice que sabe que acabas de follar con otro es muy distinta. Pero que muy distinta. Bronca, gritos, insultos… Y te encuentras con todo lo contrario. La tía tuvo que flipar en colores. Y yo, dar pena. Lástima. Creo que fue por eso. Sí, seguro que me lo contó por pena.

Figúrate. No sé si te habrá pasado alguna vez a ti. Hazte la composición de lugar: Tu mujer al final se pone una copa y se sienta a tu lado. Tú te pajeas mientras te va a contar cómo se la ha cepillado un tipo… Y tu pensabas que era uno que acababa de conocer en un bar… pero no. Era su profe de pintura.

El caso es que yo no paraba de cascármela. Impaciente. Cada vez más ansioso por oírlo. Esperando su confesión, su relato. Ella no decía nada.

Miraba con cara de curiosidad mis frenéticos movimientos. Supongo que esperaría que eso terminara en cualquier momento. Pero no pasaba nada. Hasta que se convenció de que la única forma de acabar con aquello era…

Y arrancó. “¿quieres saberlo? ¿de verdad? ¡Joder!, dijo mirando cómo estaba mi polla, ¡te va a explotar! .

Tragó saliva.

No debe ser fácil contar a tu marido cómo te ha follado otro tío. No es lo mismo contar lo que te hizo tal o cual noviete, no… Es que además de contarle cómo te han sobado, cómo te han metido el rabo, vas a confesar que le has sido infiel. Aunque eso de la fidelidad a lo mejor era lo último en lo que ella pensaba.

Por fin empezó. “Pues… es que no sé qué decirte… Pues… es lo que hacemos tú y yo… Me miró. Sabía que no era eso lo que yo quería. Pues… pues eso, que me desnudó… y eso… pues…” Y tras unos eternos segundos lo dijo: “Pues que follamos.“

Ya ves tú qué confesión. Desde luego fue muy breve, pero reconozco que fue brutal. Una auténtica bomba. Fue escuchar lo de “que follamos” y empecé a sentir un placer indescriptible. Apenas me la meneé y salió disparado. La cayó encima. La dio en el brazo y algo en el pecho. No dijo nada. Simplemente se limpió con una toallita y se fue a la cama. Y yo extasiado. Agotado. Una corrida súper intensa.

Allí me dejó. Terminé la copa. En cuanto me recuperé fui a la habitación. Ella se había metido en la cama. Dentro de mi cabeza volvió a resonar lo de “que follamos”. No me lo imaginaba. No era eso. Solo oía una y otra vez la frasecita. Empecé a sentir un deseo incontrolable. Quería poseerla. Follarla yo. No hacerla mía, ni poseerla ni nada de eso. Solo follarla. No pude resistirme. Empecé a besarla, a sobarla … Medio adormilada empezó a jadear. La bajé el pantalón del pijama. Estaba húmeda. No la acaricié ni jugué en su coñito. No quería. Solo quería preparar su agujero para metérsela. Dirigí mi polla a la entrada de su coño. Estaba abierta.

-. ¿No te importa meterla ahí?

Ni la contesté. Me detuve mirándola, interrogante. No entendí la pregunta.

-. Si… que esté… Tardó en decirlo, pero al final lo dijo. ¿Te da igual que esté recién follada?

“Follada”. Y otra vez la palabrita volvió a meterse en mi cabeza. “Follada”. “Follada”. “Follada”. Me encantó oírselo decir. Empujé con todas mis fuerzas. Un enorme escalofrío de placer me recorrió de arriba abajo. Y creo que a ella también porque empezó a correrse. O venía caliente o el polvo que la estaba echando la estaba gustando. Sin que yo la dijera nada, se quitó el resto del pijama y me ofreció las tetas. Cómemelas, dijo autoritaria.

Las palpé. Las estrujé con fuerza mientras la incrustaba mi polla lo más fuerte que podía, llegando lo más adentro que había llegado jamás. Casi podía sentir cómo mis huevos se detenían a la entrada. Las penetraciones eran profundas. Súper intensas. Y mi boca no paraba de morder, de lamer su pezón. Cambiaba de un pecho a otro sin parar. Uno para mi mano. El otro para mi boca. Y ella jadeando. Más y más fuerte. Gimiendo. Solo gemía así cuando follábamos en el coche en el aparcamiento de su facultad. Teníamos 20 años. Y de eso hace ya…

Metí las manos bajo sus rodillas y la levanté las piernas. Su coño estaba súper expuesto. Ella echa un ovillo. La postura me invitaba a ello. Y se la volví a incrustar con todas mis fuerzas. Una mano bajo sus nalgas, la otra tratando de sobar sus tetas. Ella tratando de juntar las piernas por encima de mi cabeza… moviendo la pelvis con torpeza, buscando frotar su coño, buscando acompasar su ritmo al mío… Mi polla empezó a tensarse. Vinieron las convulsiones. Los temblores. Una competición de jadeos, de gemidos, de suspiros. Me corrí dentro de su coño, vaciándome como nunca.

Y se acabó la historia. Si piensas que nos pusimos a hablar o algo… Pues no. Si hombre, a lo mejor lo normal hubiera sido hablarlo. Piénsalo. Tu mujer te cuenta que te pone los cuernos, te haces una paja cuando te dice que viene follada y luego tú no te aguantas y la metes el rabo como un loco. Nos echamos un polvazo brutal. Se acaba y cada uno a dormir como que no ha pasado nada. A lo mejor lo normal era hablar algo de esto, pero no. Simplemente saqué mi polla fofa de su coño. Me tumbé mirando al techo y zas. A dormir. Y ella lo mismo. Al día siguiente ni se comentó. Todo igual. Desayuno a currar, y hasta la próxima.

Ahora creo que disfruta tanto o más que yo contándome cómo me pone los cuernos con otro. Y, sobre todo, las cosas que hace, o más bien la manda hacer. Ya no se limita a decir que se la cepilla, que se la pasa por la piedra, que se la folla… No… Qué va… Ahora me va contando, cada vez con más detalle, cómo se lo hace. Incluso me enseña los chupetones que la hace en las tetas, o me muestra abierta de piernas cómo trae el chochito enrojecido.

Sabe que cuantas más cosas me cuente, más me excita y más intenso será luego el polvo. Cada día se corta menos. Cada día me cuenta más cositas de las que hace con el profe. Bueno, cómo lo hace con el profe y con el que toque, porque un día me dijo que no solo se lo montaba con él. Pero eso ya te lo contaré en otro momento.