Una fantasía que tendría que haber cumplido hace tiempo

«¡¡Buenos días mundooo!!», fue lo primero que escuché al descolgar el teléfono. Mis primeros pensamientos fueron de rabia porque, para un día libre que tenía, me habían despertado pronto. Pero esa rabia duró poco cuando volví a escuchar esa vocecita inconfundible de nuevo: «!!Buenos, buenos días¡¡» No pude reprimir mi sonrisa, ni la felicidad que me invadía con solo escuchar su voz.

La conversación duró unos quince minutos, pero para mi se pasaron como si hubieran sido solo dos. Habíamos quedado esa misma tarde para tomar algo juntos. Ella insistió en que, aunque fuera verano, ambos nos teníamos que arreglar para la cita. «Tan mona como siempre», pensé mientras un suspiro incontrolado se escapaba de entre mis labios. Jamás había deseado con tanto entusiasmo que llegaran las siete de la tarde. Mi idea era llegar diez minutos antes de la hora acordada, porque me encanta ver como se va iluminando su sonrisa mientras se va acercando y se percata de que yo ya estoy ahí.

Según sus palabras, se siente una princesa a mi lado. Pero ella ya estaba allí, apoyada contra la pared mirando el cielo despreocupadamente. Aminoré la marcha para poder verla mejor antes de llegar a su lado. Iba preciosa, llevaba puesta una camisa fina de manga corta y una faldita de color blanco que brillaba al sol. Al ir acercándome, mis ojos no pudieron evitar pararse en el hueco donde deberían estar los dos primeros botones de la camisa. Un tímido, pero bonito y seductor escote ocupaba su lugar. Noté como algo entre mis piernas comenzaba a cobrar vida, mientras mi mente empezaba a imaginar y recrear todo lo que la ropa tapaba.

En cuanto me vio, salió disparada hacia mi y sin mediar palabra, me abrazó y me besó. «Que guapo vas, capullo», me dijo con una sonrisa antes de volver a besarme. «Y veo que he acertado poniéndome guapa jeje». Esta vez con el ojo guiñado y con su sonrisa de seductora. «¡Ups!», dijo mientras me agarraba el paquete disimuladamente «por error» con la mano. Su sonrisa se agrandó aún más cuando cogí su mano y, en vez de pararla, volví a ponérsela sobre mis abultados pantalones. Ella no se quedó atrás y cogiendo mi mano, la dejó sobre su falda para que notara su culo. Fui a agarrarlo con fuerza, pero ella se apartó al instante con un saltito. «Le encantan estos juegos, pero a mi nadie me gana», pensé mientras la veía alejarse. Aceleré el pasó y la abracé por detrás, apretando mi sexo contra su culo para que notara lo que había provocado. Sin intercambiar palabra , ella empezó a hacer movimientos sutiles con la cadera para que el roce fuera mayor y, levantando los brazos por encima de la cabeza me abrazó con ternura. No sé si lo hizo a propósito o fue solo una muestra de cariño, pero al abrazarme, sus pechos quedaron expuestos en primer plano. «Te amo», le susurré al oído justo antes de besar su frente y sus labios. Acto seguido, nuestro cuerpos se separaron y nos dimos la mano.

«Amor, vas a asustar a alguien», me dijo riéndose, mientras señalaba mi paquete abultado. Nos reímos juntos y empezamos, al fin, la marcha hacia el bar. Pasamos horas hablando y riendo juntos sobre temas tan dispares, que si alguien nos hubiera escuchado, no se habría creído que estábamos teniendo una cita. Parecíamos totalmente diferentes, pero la vez almas gemelas. Las cervezas se iban acumulando y empezaban a hacer efecto poco a poco. Esto se puso de manifiesto cuando me pidió que nos hiciéramos una foto juntos. Se sentó encima de mi para que la foto fuese más bonita. Justo en el momento que hizo la foto, mi mano derecha empezó a acariciar su muslo, curioseando por debajo de la falda. «¡Has estropeado la foto!», me dijo con tono de burla. «Mira la cara de vicioso que tienes… Tendremos que repetir la foto. Pero primero dame un segundo que voy al baño, mientras vas a por otra», me dijo mientras se levantaba de forma sexy de mis piernas. Cuando volví con las dos cervezas, ella ya me estaba esperando en nuestra mesa. «Venga va, foto foto foto», me insistió repetidamente. Me senté y acto seguido ella recuperó el lugar que tenía en la foto anterior. Con una sonrisa de victoria, intenté volver a colocar la mano por debajo de la falda, pero esta vez, ella me vio venir. Lo que pareció un paso más para cualquiera que estuviera en el bar hizo que mi mano acabara directamente entre sus piernas. Para mi sorpresa, nada se opuso al paso de mis dedos, que acabaron acariciando su entre pierna caliente y suave. Se recostó sobre mi y me susurró: «Ya que querías tocarme, me he quitado el tanga en mi última visita al baño. Está suave, como a ti te gusta», añadió mientras hacía la primera foto y empezaba a rozarse contra mis dedos. «Vamos a hacernos muchas, muchas fotos, hasta que nos echen o me corra, está en tus manos». Ante estas palabras, mis dedos empezaron a moverse, primero con suavidad, acariciando el clítoris con la yema de los dedos. «Hay que darle bien al botón, para que salga la foto en condiciones…», dejó caer mientras hacía la segunda foto. No hizo falta más, con la tercera foto, la velocidad en mis dedos aumentó mientras su cuerpo empezaba a tensarse cada vez más. Noté como su respiración se aceleraba más y más. Sabía que quería más y yo quería dárselo.

«Ahora», pensé, y justo en el momento en el que hizo la cuarta foto, mi dedo indice y corazón entraron dentro de ella. No pudo evitar un ligero temblor de piernas mientras se mordía el labio inferior, para que ningún gemido se escapara entre sus labios. Estaba empapada. Mis dedos entraban y salían sin oposición, cada vez más rápido y más fuerte. Un leve espasmo le recorrió el cuerpo mientras noté con orgullo como se empapaban mis dedos. «Uf, ¿qué foto más chula esta, no?», consiguió decir mientras se incorporaba. Su mano fue a parar en mi entre pierna. «Estás como una piedra», me dijo divertida. Yo me notaba a punto de explotar. «Quiero más y tengo una idea mejor», me dijo mientras me bajaba la bragueta despacio. Yo no me lo podía creer, pero estábamos los dos borrachos y cachondos, y nada nos iba a parar. «Cambia esa cara o nos van a pillar», me dijo con enfado. Levantó lo justo el culo para que yo pudiera colocarla, y sin esperar un segundo más, se la metió entera. «DIOS, que gusto». Mi polla entró en su coño empapado a la perfección. «Te amo», repetía ella una y otra vez. A cada foto que hacía, daba un bote, haciendo que mi polla saliera y entrara hasta el fondo cada vez. La rodeé con mis brazos. Desde fuera parecía un abrazo cariñoso, pero en realidad estaba haciendo fuerza para metérsela cada vez más fuerte. Cinco, quince, treinta fotos hizo y en la última, sentí que nos íbamos a correr. Sin importarme quién pudiera vernos, agarré sus pechos con fuerza mientras llegábamos al orgasmo juntos.

Tras acabar, estuvimos esperando cinco minutos hasta que la respiración volvió a su estado natural y nos dirigimos juntos a la barra para pagar la cuenta. La camarera nos miró con una sonrisa picará y nos dijo «Espero que hayáis disfrutado, nos vemos otro día», mientras nos extendía la vuelta. Al llegar a casa, vimos que junto a la vuelta, había un papelito doblado que decía lo siguiente:

«La próxima vez avisadme, tenemos un cuarto de camareros bastante más cómodo que las banquetas. Vuestro secretito está a salvo conmigo.

6453283912 Besos, Carmen ;)»