Una jovencita inocente y un poco zorra
Un relámpago cuyos rayos llegaron a rozar el agua iluminaron parte del barco. Antes todo estaba oscuro, silencio y miedo. Todos teníamos mucho miedo. Bueno la verdad es que nuestro capitán nunca conoció ese sentimiento y ahí se hallaba el equilibrio.
Yo nunca he sido de recordar fechas, a penas me había leído un libro hasta que cumplí los treinta y una jovencita en el último abordaje me regaló el libro que estaba leyendo antes de que la abriera de piernas, buco de piernas y de todo. Fue seguramente el mejor polvo de mi vida hasta ahora.
Pero como dice Ojo gris nuestro capitán los recuerdos debilitan y la única manera de llegar a ser dueños de nuestro momento es alejando todo lo que que no vean nuestros ojos.
El viento traía el frío y mas allí apostados en la baranda de nuestro inmenso buque a la espera de… A saber. Según dijo Cordiez desde allí arriba teníamos delante a un buque español. ¡La puta hostia, me encantan las españolas! Ese tono de voz, su forma tan hermosa de susurrar, la nobleza de sus miradas y esa piel morena y fina. Ya estamos, pensando en mujeres de nuevo. Me tuve que golpear la sien varias veces.
A mi lado estaba Orejudo, la puta, como olía. Tuvimos que meterle varias veces en el fondo del mar para intentar sacarle ese tufo a humedad que tenía sus ropas y hasta su piel que había heredado lo peor de su pasado.
-¡Hijos de puta! ¡No os lo voy a preguntar mas! ¿Qué cojones vaís a hacer cuando saltemos al otro lado?
¿Qué mierda tenéis que hacer?
-¡¡Follarnos a todas las españolas que podamos!! -Gritó desde donde estuviera Mano rota, un palillero reconocido. Bueno un ex palillero, nuestro Capitán no se lo pensó dos veces, bajó la mirada, revolvió el labio interior entre los dientes y le pegó un tiro. Luego como si estuviera friendo unos huevos fritos se quedó mirando su cadaver. -¿Algún cachondo mas?
Todos callamos. Os puedo asegurar que si tenía en mente meter mi cosita en alguna entrepierna española ahí se me pasaron las ganas.
Otro relámpago nos iluminó a ambos barcos. Allí a unos cincuenta metros nos esperaban un grupo de españoles con sus casquillos pijos y sus uniformes brillantes. No sé si es que le envidiaba por su carácter aguerrido y su valentía o me producían asco por lo que estaban haciendo en America. Bueno ellos y los putos irlandeses, los ingleses, los holandeses y los francés que yo sepa al menos. Pero ahí en frente, observándonos impasibles había unos cien hombres armados hasta los dientes. Follar, por mucho que dijera nuestro oscuro capitán iba a costar mas de lo normal.
Unos segundos antes de que un trueno nos dejara casi sordos se escuchó la señal.
Saltamos sobre nuestro enemigos ayudados de cuerdas que colgaban de los palos, saltamos con el sable en la mano en busca de carne a la que separar de su cuerpo.
Eramos a penas cincuenta piratas, puede parecer así de lejos sentado donde estés leyendo esta historia que nos darían una paliza pero no. Eramos espadachines muy buenos, excelentes guerreros, con una estrategia muy bien trabajada. Para empezar los putos españoles se llevaron la primera sorpresa, saltamos por encima de ellos evitándoles. Tuvieron que girarse y aquel gesto fue fatal para ellos por que no vieron que otro gran número de nuestros valientes llevaban mas de una hora esperando colgados de su proa con lo que en cuanto tocamos la cubierta ellos saltaron por detrás.
Los españoles siempre se han caracterizado por poseer un toque noble, aunque es sabido que entre ellos no se aguantan, cuando poseen un enemigo en común se convierten en verdaderos lobos del mar. Pero como te digo, nuestra estudiada estrategia les pilló desprevenidos, el ego, el ego es el peor veneno que pueden tener. Si se lo sabes alimentar estarán perdidos y así fue, perdieron el barco en muy poco tiempo.
Yo salté sobre un tipo moreno de espesa barba que me esperaba sonriente con un sable toledano en la mano. Cruzamos nuestros aceros. Se manejaba bien en el ataque pero su retroceso era torpe y eso para defenderse de alguien tan ágil como yo es vital. Le corté el yugular antes de que pudiera cagarse en mis muertos.
Entonces vi una luz que apareció y desapareció rápidamente en una de las entradas a la parte inferior, corrí como un diablo alcanzando la puerta antes de que quien se escondía en la oscuridad la cerrase.
De un patada la eché para atrás provocando que luego se cerrase. Joder me quedé a oscuras. Pero odia una serie de respiraciones frágiles como de unos inocentes cervatillos. No era hombres, quizás niños, o, la hostia, ¡mujeres! Me puse mas cachondo que un león en celo.
Olisqueé a mi alrededor. Olía a dulce, como a fruta. Me relamí. Estiré mi mano y sorpresa, toqué un par de senos gordos con sus pezones erectos y fuertes. La mujer poseedora de aquello estaba bastante asustada y a mi roce se delató provocando una serie de tirito similares en cadena.
¿Pero cuántas había allí?
Me relamí como quien se sienta ante un estofado tras una semana sin comer. Bajé la mano a la entrepierna hasta encontrar su apetitoso conejo. Lo tenía húmedo la muy cerda.
-Puta…, musité, ¿tienes ganas de recibir mi noble sable entre tus dulces piernitas eh?
-¡Dejaerla sucio pirata! -Me ordenó una voz recia y firme pero aun mas juvenil a su derecha.
La abofeteé con todas mis ganas. Debía de ser la señorita. Entonces la agarré del pelo con mis fuerzas arrastrándola lejos de allí. Mi vista ya se iba acostumbrando al lugar. Estaba en una escalera donde había almenos diez mujeres mas asustadas como animales recién nacidos. Enton ces corrí a la puerta sin soltar a la recia señorita que no dejaba de gritarme en español algo que no entendía. Cerré la puerta por dentro para quenadie pudiera joderme mi bacanal y caminé hasta una de las salas.
Allí los relámpagos reflejaron suficiente como para ver una pequeña lámpara que encendí, luego observé a la joven.
Quedé prendado por su belleza. Debía tener unos catorce años. Su cuerpo era hermoso aún debajo de esa mierda de vestidos que suelen llevar.
-Desnudate, -gruñí con rabia.
Ella solo me observó asustada. Entonces le indiqué con un gesto que se desprendiera de ese ridiciulo disfraz. Ella obdeció hasta desnudarse completamente. Su conejito empezaba a tener ya su bello revuelto. Lo olisqueé ante su terror.
Cerré la puerta para que nadie entrara, la tumbé sobre la mesa y la empecé a lamer sus partes. Gemía horrorizada hasta que supongo su cuerpo empezó a despertarle sensaciones enfrentadas y lo que antes eran aullidos ahora eran gemidos de placer,
La penetré con rabia. Follarse a una virgen duele, sientes sus labios morderte tu miembro mientras te estira el pellejo, algo asó como cuando las das por el culo. Ella gritó asustada e intentó evitarme pero una nueva bofetada le dejó claro que yo era el pirata y ella una dulce e cortesana criada entre los algodones de una vida irreal.
Se la clavé hasta el fondo, luego la besé. Tenía unos gruesos labios dulces como la miel y unos ojos grandes y oscuros que no evitaban mostrarme el miedo que la hacía temblar.
Le chupé todo el rostro, el cuello, las orejas y luego la parte que mas me gusta. Le di la vuelta, busqué con mies dedos su culo, mojé mis dedos y le metí un dedo que la hizo gritar de tal manera que tembló hasta la mesa.
Después lo chupé como quien se come una sandia empleo verano, mis labios goteaban la baba, aquello se convirtió en un manjar superior a los estofados de nuestro riendo cocinero.
Entonces la sujete fuerte de la nuca para inmovilizarla por que la muy puta no dejaba de resistirse moviendo su frágil cuerpo, y la penetré lentamente.
Os aseguro que soy de los que disfrutan clavándola despacio para sentir su sufrimientos, follarlas por el culo a cámara lenta es uno de los mayores placeres que se nos dio a los hombres.
La bella doncella ya era mia, su destino dependía de mi polla que estaba entrando lentamente dentro de ella. A partir de aquí y hasta que me cansara se había convertido en mi esclava, Su dolor era mi placer, su miedo mi valentía.
Pero algo lo cambió todo. Joder le estaba gustando…, empezó a mover el traser hacia atrás y hacia delante. Se apoderó de mi. Gemía de placer y me empujaba pidiendo que lo hiciera cada vez mas fuerte.
Entonces pensé, hostias tengo que verlo, la saqué robándole un gemido de dolor inesperado, la puse mirándome de frente y se la volví a clavar pero ahora como un puto animal, lo que ella agradeció supongo por que me sonrió.
Dios, me encanta ser pirata y follar. Como follamos en esa semi oscuridad, nos besamos y compartimos saliva hasta emborracharnos el uno del otro.
Entonces ella empezó a dar una especie de espasmos, sus ojos se pusieron bizcos, parecía que la había poseído un maldito espíritu de esos que cuenta el fraile en Tortuga. Llegué a asustarme. Gemía y se movía como un al diablo hasta que me sonrío mientras me observaba con la mirada perdida y me corrí. Dios me perdone por poner aquí su nombre pero que manera de correrme. Aun cuando lo recuerdo me estremezco y me corro igualmente sin poder evitarlo.
Al acabar un nuevo relámpago y tras el brutal trueno nos abrazamos. Aquella media hora juntos desnudos, formando un solo uno en el silencio de nuestras entrecortadas respiraciones fue lo mejor que he vivido como pirata del gran y temido Corsario.
Me habré follado yo que sé, miles de hembras pero siempre recordaré aquella morena de no más de unos cincuenta don ojos negros con la noche y vos susurrada.
Bestial.