Mi hijo me hace un anal

Fui una madre joven, cuando apenas había cumplido la mayoría de edad, mi novio me embrazó y fue ahí donde tuve a mi hijito.

Ahí también fue donde la vida me cambió y de estudiar, tuve que pasar a trabajar, sobre todo cuando mi novio me dejó.

Fue muy duro, pues me vi sola y embarazada, con mi madre como único apoyo, pues ella también me tuvo a mi bastante joven y a ella también la abandonaron, así que al menos tuve la comprensión por su parte.

Pero hoy puedo decir que no me arrepiento después de ver cómo mi hijito se dispone a cumplir su mayoría de edad. Es un chico muy alto y apuesto, con pelo negro, fuertes pectorales y una sonrisa que enamora.

Al tener que criarlo me olvidé de mí misma y sólo ahora es cuando estoy recuperando el tiempo perdido. De vez en cuando salgo con algún hombre, que me invita a cenar, pero casi todos los hombres a esta edad sólo buscan una cosa de una madre soltera… ¡sexo, sexo y más sexo! Y claro, aunque una no es de piedra, yo ya sé de la vida y busco otra cosa, pero lamentablemente no lo encuentro.

—¿Qué tal tu cita? —preguntó mi hijo mientras estudiaba para los exámenes.

—Bien, hemos cenado y durante la cena nada me hacía presagiar que este sería un cerdo más —dije yo.

—¿Y eso?

—Pues nada, que tras cenar me montó en su auto y me quiso llevar a su casa, pero me negué e insistí en que no quería correr con lo nuestro. A lo que él me dijo que a mi edad ya no estaba para esperar, por lo que me bajé del coche y lo despedí con un portazo.

—¡Vaya capullo! ¿No?

—Si, vaya capullo. Bueno me voy a duchar, que vengo toda sudada —le dije dejándole estudiar.

En la ducha el agua caliente resbalaba por todo mi cuerpo. Ahora tengo treinta y seis y me siento joven, joven y caliente. He de admitir que el tipo de hoy me gustaba, tenía un carro grande y parecía sincero, pero el muy gilipollas se ha precipitado, no ha sabido conquistarme, no ha tenido paciencia.

Así que me lamento mientras me acaricio mis pechos en la ducha y me enchufo la alcachofa a mi sexo. ¡Qué caliente estoy hoy!

Pero para mi sorpresa mi hijo toca a la puerta del baño, es muy educado y me pregunta si puede entrar a hacer un pis, así que le digo que pase.

Este pasa y bajándose la bragueta comienza a hacer su pis, yo ya he terminado, así que me salgo y al hacerlo veo con el rabillo del ojo su hermosa herramienta. ¡Qué bonita la tiene! —me digo para mis adentros.

Y me hago la remolona mientras el la sacude graciosamente, pareciendo más que se masturba por momentos, pero, ¡oh, me ha pillado!

—Por favor mamá, no mires, que me da verguenza —me dice cariñosamente, e incómodo se la guarda en su pantalón.

—Lo siento hijito, caí en la cuenta de que ya no eres ningún niño —le digo para excusarme.

Mientras me seco pasa a mi lado y descubro que me mira los pechos mientras lo hago y para más inri mis muslos desnudos se dejan ver al abrirse la toalla, mostrándose tímidamente mi sexo peludo.

—¿Ahora eres tú el indiscreto? —le digo pillándolo in fraganti.

—¡Oh perdona! No quería incomodarte, lo he hecho sin pensar.

—Estás perdonado hijito, tú nunca podrías incomodarme.

Tras el incidente me voy a mi cuarto y él vuelve a estudiar al salón. Entonces me masturbo, me entrego al placer y a la turbación onanística. Me corro, ¡hum! Entonces descubro que estaba pensando en él, en su miembro desnudo, blanquito y suave, haciendo pis en el baño.

La semana pasa rápido y rápido llega el fin de semana. Esta vez no tengo cita, ya quedé escarmentada. Entonces mi hijo me propone para mi sorpresa, salir a tomar algo y celebrar el final de sus exámenes. Así que acepto encantada y nos vamos a un buen restaurante, vestidos de fiesta, como la ocasión lo merece.

—¡Estás radiante! —me dice admirando mi vestido con un toque de lentejuelas, no so ajena a que también me mira el escote, todos los hombres lo hacen y él no es una excepción, aunque sea mi hijito querido.

—¡Gracias! ¡Tú también estás muy guapo! —le digo admirando su porte y su belleza rabiosa.

Tomamos vino y creo que más del que debiéramos, reímos y contamos anécdotas de la abuela que ya nos dejó. Yo le cuento las cosas que hacía cuando era pequeño, un pequeño diablo en la casa y él se sonroja y me dice que no se acuerda, ¡miente!

Entonces terminamos y nos vamos a la pista de baile, me apetece bailar con él. Es tan alto y tan apuesto que estoy encantada con la pareja de hoy.

Todo el mundo nos mira, pues creo que notan su juventud y aunque yo también soy joven, la diferencia de edad es palpable. Aquí la media es alta, son parejas mayores, así que de una forma o de otra destacamos.

De repente noto algo en el vientre, ¡es su erección!

—¿Oye, qué es esto? —le digo pegando mi vientre con dos golpecitos a su pantalón de pinzas.

—¡Oh no es nada! —dice el poniéndose terriblemente colorado.

—¿Nada no, es algo? —digo yo y le sonrío—. No te pongas colorado, sé que es un accidente.

—De repente he visto tu escote mami y, ¿no llevas sujetador? —me pregunta alarmado.

Río por respuesta, pues me hace gracia su observación.

—Sí que lo llevo, pero va pegado hijito. Aún hay muchas cosas que desconoces de las mujeres.

—Prácticamente todo —me confiesa mientras bailamos lento.

Decidimos parar y tomar una copa en la barra. Allí me siento en un taburete y cruzo las piernas sensualmente, noto que él me mira y me sonríe.

—¿De qué te ríes?

—De que estás muy guapa y que bien pareces mi novia, más que mi madre.

—¿Ah sí? Lo mismo piensan todos aquí, pues nos miran y cuchichean —le confieso.

—¿En serio? —dice él sintiéndose observado, mirando hacia uno y otro lado.

—¡Tranquilo, son unos viejos! Nosotros somos jóvenes, la noche es nuestra.

Tomamos sorbos de nuestra bebida y noto que cada vez estoy más mareada, pero él, que apenas está acostumbrado, lo noto más mareado que yo.

—Creo que será mejor que nos sentemos —dice él mostrándome su mareo.

—¡Tranquilo! —le digo sujetándolo mientras vamos a un reservado alejado de la pista.

Allí somos partícipes del lote que se está dando una pareja de descarados. Se comen la boca y se meten mano por todos lados. Observo que mi hijo mira y se muerde el labio inferior con deseo.

—¿Qué descarados, no? —le digo por sacar un nuevo tema de conversación.

—¡Ya lo creo! —dice él—. ¡Se están poniendo las botas! —afirma y se ríe conmigo.

Ahora vemos atónitos, cómo ella introduce su mano en su bragueta y le masturba con disimulo, sin sacársela del pantalón.

—¡Oh, qué descarada! ¿Has visto lo que hace?

—¡Oh sí! ¡Claro que lo veo! ¿Cómo se atreve a hacer algo aquí en público?

—Porque nada les importa hijito, sólo se miran el uno al otro.

—¡Ajam, pues qué calientes se están poniendo! Y yo también lo estoy haciendo.

—¡Uf hijo, creo que somos dos los que no podemos evitar calentarnos al mirarlos! —le confieso yo también.

Entonces la mujer se levanta y se sienta sobre su pantalón, abriendo su falda por detrás.

—Es una descarada, ¡se la está metiendo doblada! —dice mi hijito con espanto.

—¡Sí, nada le importa sólo una cosa ocupa su mente ahora!

—¡Uf, qué caliente mami! Yo creo que deberíamos volver a casa, ¿no te parece?

—Vale, le digo entendiendo cuál es su deseo.

Como no estamos lejos de casa volvemos caminando, el cielo está negro en la ciudad durmiente y la luna comienza a iluminar el firmamento, saliendo por el horizonte.

El frescor de la calle nos viene bien, nos despeja tras el sopor etílico de la copa que tomamos, sumado al vino durante la cena.

—¡Hijo, me hago pis! —le digo buscando el cobijo entre dos coches y agachándome mientras me saco las bragas.

—¡Oh, no puedes aguantar un poco! —me dice escandalizado.

—¡No puedo! ¿Vigilas que no venga nadie?

—¡Sí claro! —dice finalmente.

El potente pis sale de mi sexo caliente, él mira hacia uno y otro lado y también me mira a mi, arranada frente a él, aunque de espaldas. Yo lo miro girando la cabeza y veo cómo me mira. Entonces me levanto y cogiendo un pañuelo de papel me limpio mi sexo peludo, entonces me giro y observo que, ¡él sigue mirando!

—¿No eres un poco indiscreto hijito?

—¡Oh lo siento, es que no he podido evitarlo! —dice él apartando la mirada.

—Tranquilo, no pasa nada, entre nosotros hay confianza hijo —le digo mientras observo que se ha empalmado de nuevo.

Continuamos caminando y decido preguntarle por su erección.

—¿Te has excitado?

—¿Excitado, yo? —dice haciéndose el remolón.

—¡Sí, cuando me has visto hacer el pis!

Carraspea y contesta nervioso.

—Me ha parecido raro, verte hacer pis en la calle, lo admito, pero estaba pensando más en la pareja del bar, ¿crees que estaban follando?

—Tal vez hijo, creo que sí, que se la estaba metiendo al sentarse.

—¡Uf, mamita qué caliente escena! —me confiesa una vez más mientras paseamos.

—¡Yo también estoy muy caliente hijo! —le confieso igualmente.

Continuamos caminando y entonces él decide preguntarme.

—Antes no he podido evitar verte el culito, ¿alguna vez lo hiciste por detrás? —me pregunta con tacto pero de forma directa.

—¿Por detrás? No hijito, soy más bien clásica para eso. ¿Te ha gustado mi culito?

—¡Si! —dice mientras sonríe, admito que lo tienes muy redondito.

Entonces extiende su mano y me da un pellizquito.

—¡Oye! ¿Por qué lo has hecho?

—No sé mami, me pareció un poco atrevido pero me apeteció hacerlo. ¿Te ha disgustado?

—Si te digo la verdad, no, me has sorprendido.

—¡Hum, entonces tal vez tenga que repetir! —dice él volviéndome a coger el culo, esta vez con la mano abierta y sin disimulo.

—Cuando pienso en los del bar, me imagino que la estaba penetrando por el culo, es algo que me fascina mami, lo vi en una peli porno y desde entonces no puedo quitármelo de la cabeza.

—¿En serio hijito? Pues como te digo yo nunca hice tal cosa —le confieso una vez más.

—¿Y te atreverías? —insiste él.

—Bueno, tal vez, en el fragor del sexo nunca se sabe.

Entonces él me coge de la mano y tira de mi hacia un portal oscuro.

—¿Y por qué no probamos aquí en público también nosotros? —me dice sujetándome desde atrás y pegándome su erección a mi culito.

—¡Pero hijito, qué cosas tienes! ¿Acaso olvidaste que soy tu mami?

—¡No lo olvidé mami! Perdona, es que me dejé llevar, tal vez fue la bebida —me dice él pero a continuación me levanta el vestido y me acaricia el culo sin disimulo, introduciendo sus dedos entre mis cachetes, accediendo a mi sexo bajo mis braguitas desde atrás.

—¡Oh hijo, no seas descarado! —le digo revolviéndome.

Entonces veo su bragueta a punto de estallar, ¡oh, qué empalmado está! Él observa cómo le miro y tomando mi mano la lleva a su bragueta, de nuevo sin disimulo.

—¡Sé que te parecerá una locura! Pero llevo un tiempo observándote mami y se me revuelven las tripas cada vez que te veo salir con un tipejo de esos con los que tienes citas.

—¿En serio? —le pregunto asombrada tras su confesión espontánea.

—¡En serio! Estoy muy caliente, no sé si habrá sido la pareja atrevida o la bebida, pero no puedo evitar excitarme aquí mismo, teniéndote a mi lado.

Ahora mueve su mano sobre la mia y me la apreta contra su erección.

—¡Lo siento, pero mira como tengo esto! —me incita una vez más.

Ahora me abraza y sus manos se cuelan bajo mi vestido, me coge el culo y pega su erección a mi vientre sin disimulo.

—Sé que está mal mami, si me dices que no me olvidaré de todo.

—¡No! —le grito y le empujo apartándolo de mi.

Nada más, seguimos caminando, yo delante y él detrás de mi. Como dos novios peleados, continuamos hacia nuestra casa. Allí entro en el portal y él detrás de mi. No dice nada simplemente le miro y baja la cabeza, como un perrito mal criado al que han regañado y se sabe culpable.

Me reconcome la conciencia, ha sido un momento fugaz el de antes. Me ha tocado el culo sin disimulo, me ha puesto la mano en su bragueta a punto de explotar y luego me ha abrazado, pegándose a mi y agarrándome el culo sin disimulo.

Subimos las escaleras, pues són cuatro los pisos y no hay ascensor. Sé que seguramente me esté mirando el culo en este momento, me giro y efectivamente le pillo y baja la mirada. ¡Descarado!

Me turba el deseo, estoy muy caliente, lo admito, cuando la locura se apodera de mí. Me levanto el vestido sin girarme y pongo mi culo en pompa, él pobre prácticamente se topa de bruces con mi culo cuando la luz se apaga tras terminarse el contador que las controla.

—¡Oh mami, tu culo! —dice él tras chocar su nariz con mis bragas.

Entonces saca su lengua y aparta la tela con presteza, lame mi sexo desde atrás y sube su lengua hasta el perinéo y la clava en mi ajustado ojal.

—¡Oh hijito mío, eso que me haces me gusta! ¡Sigue le imploro!

Y a oscuras en la escalera, me come el culo sin disimulo. Y no solo del culo se alimenta, su lengua inquieta lame mi raja y bebe mis jugos, noto sus labios succionar mi clítoris y casi me corro cuando he de detenerlo.

Entonces bajo un par del peldaños y arrodillándome ante él palpo su bragueta, ¡está tan explosiva como antes! La libero y libero su tremenda erección, la empuño victoriosa en mi mano y ahora siento que sólo me queda una cosa por hacer.

La introduzco, la introduzco toda en mi boca, siempre fui una buena chupadora y complací a mis novios con mi arte amatoria. Mi hijito me sujeta la cabeza, mientras voy y vengo y apenas empiezo me tiene que sujetar la frente, ¡él también se corre!

Entonces baja un par de peldaños y levantándome el vestido se pone a mi espalda y me susurra al oído: “¡Ábrete, déjame entrar en tu culito!”

Yo me abro e intento dejarle entrar por allí atrás. Soy virgen en estas lides, pero con su comida de culo de antes, más mi felación, siento que la lubricación es óptima, aunque al sentirla entrar siento una gran impresión. No sé si mi culo aguantará, ¡qué gorda la tiene!

Pero milagrosamente aguantó, y así él la coló en mi culo y se lo pasó bomba. Me folló el culito con tremendas ganas, y aunque sólo fueron unos cuantos empujones, pues se corrió casi en seguida, disfruté sintiendo sus latigazos de esperma en mi culito virgen. Jadeé como una perra, aferrada en la escalera, sintiéndolo agarrame la cintura con fuerza y empujarme con tremendas ganas.

Cuando la sacó aún muy erecta de mi culo, sentí que su semilla caía de mi culo y escuché su sonido al impactar contra el escalón en la oscuridad. Mi culo aún seguía abierto, pues me lo había abierto bien del todo. Sentí como recuperaba el control del esfínter y lo cerré un par de veces y lo volví a abrir mientras respiraba y recuperaba mi aliento.

Él también a mi espalda se recuperaba, ambos sudorosos en aquella escalera oscura, débilmente iluminada por la Luna que ya subía plateada al cielo nocturno en aquella madrugada.

Me coloqué las bragas y él guardó su herramienta. Tras esto subimos en silencio y no echamos la luz, tal vez nos avergonzaba lo que acabábamos de hacer allí, en el pasillo. Llegamos a mi piso y corrimos a la nevera, bebimos agua, pues la garganta estaba seca. Y allí mientras nos mirábamos el uno al otro, únicamente iluminados por la pequeña lamparita de la nevera abierta. Supimos que teníamos ganas de más. Así que él se arrodilló ante mí y lamiéndome mi sexo, aún muy excitado, consiguió arrancarme un orgásmo chupando y chupando los jugos que yo le iba dando.

Luego me puse de nuevo de culito y ahora él volvió a insertarla en mi ya acostumbrado agujero, ahora me folló bien, de nuevo con ganas, mi culito sufrió de sus embestidas con reanudadas ganas, me folló de nuevo el culito y se corrió tras un largo rato, estando yo de espaldas, apoyada en la encimera de la cocina, abriéndome los cachetes me sentí un poco guarra, pero aquella sensación culera me gustó más de lo que yo hubiera admitido antes de conocerla…

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Después de años escribiendo en Todorelatos he publicado otra novela en Amazon, se llama: Pueblo Sin Nombre, el hombre que escuchaba a las mujeres

Sinopsis:

El pueblo no era ni demasiado grande ni demasiado pequeño, no estaba demasiado cerca del mar ni demasiado cerca de las montañas. Sus gentes no eran ni demasiado tristes ni demasiado alegres y en él la vida no transcurría ni demasiado despacio ni demasiado deprisa.

Sin duda perfecto para Tobías, un hombre que trata de huir de su pasado y busca un nuevo comienzo. Aunque a veces la vida nos enseña que no hay que huir del pasado, sino afrontarlo, aceptarlo y cambiar nuestro presente, que es el único tiempo sobre el que podemos actuar…